• La socialdemocracia italiana, de la inmediata posguerra a las ocupaciones de fábricas (Septiembre 1920)
• El Partido Comunista Alemán entre la escisión con la ultra izquierda y el Putsch de Kapp (Octubre 1919 – Marzo 1920)
Índice
- LA SOCIALDEMOCRACIA ITALIANA, DE LA INMEDIATA POSGUERRA A LAS OCUPACIONES DE FÁBRICA (SEPTIEMBRE 1920)
- EL SOCIALISMO ITALIANO ANTE EL ASCENSO DE LAS LUCHAS DE LA INMEDIATA POSGUERRA
- EL SOCIALISMO ITALIANO DEL CONGRESO DE ROMA AL CONGRESO DE BOLOÑA (OCTUBRE 1919)
- LA BATALLA DE IL SOVIET (DICIEMBRE 1918-OCTUBRE 1919)
- LAS POSICIONES DE L’ORDINE NUOVO HASTA EL CONGRESO DE BOLOÑA (MAYO-OCTUBRE 1919)
- EL CONGRESO DE BOLOÑA (5-8 OCTUBRE 1919)
- LAS LUCHAS SOCIALES EN ITALIA HASTA SEPTIEMBRE 1920
- EL PSI ENTRE EL CONGRESO DE BOLOÑA Y EL II CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
- EL PARTIDO COMUNISTA ALEMÁN ENTRE LA ESCISIÓN CON LA ULTRA IZQUIERDA Y EL PUTSCH DE KAPP
• La socialdemocracia italiana, de la inmediata posguerra a las ocupaciones de fábricas (Septiembre 1920)
EL SOCIALISMO ITALIANO ANTE EL ASCENSO DE LAS LUCHAS DE LA INMEDIATA POSGUERRA
1.- El fin de la guerra dio lugar a una gravísima crisis económica y social. El conflicto bélico había provocado la movilización de 5,6 millones de hombres; las bajas habían sido de 680 mil muertos, más de un millón de heridos, casi medio millón de mutilados y 600 mil desaparecidos1.
Durante tres años la economía del país había estado supeditada a la guerra. Entre 1913 y 1917, la producción agrícola decayó por la falta de inversión y de mano de obra2, generando una importante disminución de la producción3, provocando la escasez de alimentos. En las provincias del noreste la infraestructura ferroviaria y vial había sufrido un gran descalabro, y toda la región estaba en una situación de ruina4.
La industria de guerra – siderúrgica, metalúrgica, caucho, automotriz, química, textil, y la minería de hierro y carbón – había sido desarrollada y sostenida por la hipertrofiada demanda estatal, generando hiperinflación de precios y ganancias. Su reconversión en industria “de paz” fue trabada por la estrechez del mercado interno y por su baja competitividad en el mercado internacional.
El Estado quedó fuertemente endeudado por el esfuerzo bélico. Entre 1914 y 1920, la deuda pública fue multiplicada por 4. La guerra generó un importante déficit de la balanza comercial y una fuerte salida de divisas5. Entre 1916 y 1918 el Estado había obtenido créditos en el exterior por aproximadamente 20 mil millones de lira-oro (el equivalente al rédito nacional anual), además de absorber 46 mil millones del ahorro interno. El resto lo cubrió con la inflación. Al finalizar la guerra, el Estado aún debía reembolsar un saldo de 40 mil millones de lira-oro.
Como en todos los países beligerantes, la inflación fue el resultado de la escasez de mercancías, del incremento de los precios internacionales y de la emisión monetaria para hacer frente a los gastos internos y al reembolso de la deuda pública. La masa monetaria que era de 5 mil millones en 1915 saltó a los 18,6 mil millones en 1919, a 20,1 mil millones en junio 1920 y a 21,7 mil millones en noviembre 19216. Tomando como base 100 en el año 1913, el costo de vida saltó a 268 en 1919 y a 420 en 1921.
Al terminar la guerra, la desmovilización de 11 clases de conscriptos entre marzo y noviembre 1919, la crisis económica resultante de la reconversión de la producción industrial con su séquito de despidos masivos7, y la inflación galopante, generaron mecánicamente una situación social explosiva. A ello debe añadirse los problemas políticos engendrados por el conflicto.
El proletariado y el campesinado pobre habían sido desangrados y sometidos al despotismo militar en el frente, sobreexplotados y hambreados en la retaguardia, y ansiaban por sobre todo tomarse la revancha sobre la Monarquía, el Estado, el militarismo8, la burguesía que había sido la gran beneficiada por la guerra, y sobre todo el espectro político que la había apoyado.
El campesinado, en particular, aspiraba a acceder a la propiedad de la tierra, a liberarse del latifundio, de los terratenientes y de los arrendadores, tanto más cuanto que durante el conflicto los partidos burgueses le hicieron creer en la posibilidad de una reforma agraria. Tres años en las trincheras lo habían arrancado de su aislamiento social y le habían abierto un panorama más amplio que el de la parroquia. Su empobrecimiento contrastaba con el enriquecimiento de los terratenientes y del campesinado rico que habían sacado provecho del encarecimiento de sus productos mientras él estaba sumido en las trincheras.
La inflación galopante golpeó fuertemente a todos aquellos que tenían ingresos fijos, en primer lugar a obreros y empleados, pero también a sectores de la pequeña burguesía (artesanos, funcionarios, docentes, profesiones liberales, ahorristas y rentistas que veían esfumarse el valor de sus fuentes de ingresos). El espectáculo del enriquecimiento de la gran burguesía industrial y financiera (la que había sido la gran beneficiada de las licitaciones, subsidios y prebendas estatales), y de los especuladores, prestamistas y aprovechadores de todo tipo, alimentó el rencor social de los desmovilizados dejados en la vera del camino, no solamente entre los soldados dados de baja, sino también entre la oficialidad y sub-oficialidad de reserva. La crisis económica que se intensificó en 1920 agudizó aún más los problemas económicos y los conflictos sociales.
Tal como ocurría en los otros países beligerantes, las movilizaciones obreras fueron numerosas, frecuentes, recurrentes, de gran amplitud. Las luchas inmediatas del proletariado asumieron desde entonces un sesgo claramente político y anticapitalista. Su odio de clase hacia la burguesía, exacerbado por la experiencia de la carnicería imperialista y los sufrimientos soportados durante el conflicto bélico y en la inmediata posguerra, hizo que los movimientos de masas se generalizasen. Todo el proletariado, de las ciudades y del campo, se involucró en el auge por las reivindicaciones de las 8 horas, de aumentos salariales ante una inflación galopante y la eliminación del trabajo a destajo, arrastrando consigo a los inválidos, las viudas y huérfanos de guerra. Explosiones violentas estallaron contra la carestía de la vida. El campesinado pobre participó rápidamente en esta marea social. Este movimiento generalizado tenía una fuerte impronta revolucionaria que continuaba y acentuaba la radicalización proletaria de 19189.
Junto al movimiento huelguístico por las 8 horas y por aumentos de salarios, el que alcanzó en el Bienio Rojo niveles antes desconocidos10, se dio un poderoso auge de las organizaciones de carácter sindical y campesinas. Los inscriptos a la CGdL pasaron de ser 249 mil en 1918 a 1,16 millones en 1919 y a 2,32 millones en 192011. Estas cifras, elocuentes por sí mismas, no dan cuenta de todas las facetas de una marea de luchas sociales que hizo temblar a las clases dominantes, tanto más cuanto que fue casi simultánea con lo ola revolucionaria en Alemania y la instauración de la República de los Consejos en Hungría (marzo-agosto 1919). Las movilizaciones de carácter sindical contra la carestía de la vida y las del campesinado se dieron simultánea y entrelazadamente en el espacio y en el tiempo, y fueron otras tantas expresiones de una marejada contra los poderes y el Orden establecido. En el Bienio Rojo las condiciones objetivas estuvieron dadas para hacer converger todas estas movilizaciones en un intento para la conquista violenta del poder. Lo que sí faltó fue la presencia de una vanguardia política capaz de dirigirlas. Por el contrario, el PSI y la CGdL jamás intentaron unificarlas12.
El movimiento nacional contra La CARESTÍA DE LA VIDA13
2.- Consecutivo al desmantelamiento del sistema de racionamiento y control de precios vigente durante la guerra, el movimiento nacional contra la carestía de la vida, uno de las más importantes de la inmediata posguerra, comenzó el 11-6 en La Spezia, una ciudad fabril y portuaria militarizada. Contra el incremento de los precios de alimentos se declararon en huelga los trabajadores metalúrgicos y mecánicos (de las empresas Vickers Terni, Fiat, Cerpelli), de los astilleros navales y del Arsenal. Tras manifestar por la ciudad dando rienda suelta al odio contra los comerciantes especuladores y otros aprovechadores enriquecidos durante el conflicto bélico, fueron baleados por los carabineros (con el saldo 2 muertos y 25 heridos), y a partir de allí la huelga general (declarada por un Comité de agitación con representantes de las Camere del Lavoro sindicalista y confederal, del PSI y del anarquismo) se acompañó con el saqueo de negocios.
El movimiento se extendió por toda la región y la ciudad quedó en manos de los trabajadores, en tanto que los soldados y los marinos de las naves de guerra oscilaron entre la fraternización con las masas y una actitud de neutralidad. Tras la negativa de la CGdL y del PSI de extender el movimiento a nivel nacional, la huelga terminó por extinguirse el 17-6.
En solidaridad contra la represión en La Spezia y a favor de la reducción de precios, Carrara, Massa, Viareggio y otras localidades cercanas fueron el teatro de movimientos de protesta y de huelgas generales. Lo mismo sucedió en Cuneo, Vicenza, Venecia, Boloña (yendo en contra de la consigna de la Camera del Lavoro socialista, pero con el apoyo de la sindicalista revolucionaria), Reggio Emilia, Romagna, Milán y Turín (en esta ciudad hasta el día 15-6).
El 12-6 la movilización se repercutió en Génova, paralizada por una huelga general contra la carestía de la vida (la que había sido convocada el 1-6 por 80 organizaciones políticas y sindicales) y teatro de un multitudinario mitin con 50 mil participantes donde se vitoreó a Lenin y a Bela Kun, al bolchevismo y al poder soviético14. Aquí también la movilización se transformó en saqueos de negocios y enfrentamientos con la policía. La Toscana se involucró a su vez, y el 16-6 en las provincias de Pisa y Livorno tuvieron lugar huelgas generales con la participación activa de sindicalistas revolucionarios y anarquistas.
A inicios de julio el movimiento contra el costo de la vida se extendió por toda Italia. Roberto Bianchi identificó más de 360 localidades que fueron afectadas por esta movilización nacional15. Según Salvemini, “entre las ciudades que a inicios de julio 1919 sufrían convulsiones estaban algunos de los centros más importantes (de Italia), como Milán, Turín, Livorno, Florencia, Ancona, Roma, Palermo, y aquí estaban los centros vitales del país. Si los movimientos contra la carestía de la vida se hubiesen transformado en movimientos revolucionarios en estas grandes ciudades, con seguridad incluso los centros menores hubiesen seguido su ejemplo. En aquellos días pareció que una revolución del tipo ruso estuviese avanzando, y que nada podría detenerla”16/17.
A partir del 30-6 el movimiento inflamó las provincias de la Emilia, la Romagna y las Marche. En Forlí una multitud con fuerte participación de mujeres saqueó negocios de alimentos y ropa, y tras la huelga general de los días 1 y 2-7, mientras la tropa fraternizaba con la población, una Comisión obrero-ciudadana impuso la reducción de 50% de los precios. El día 3-7 los manifestantes tomaron posesión de la mercadería de los negocios (cuyas llaves les eran entregadas por los propietarios) para transportarla a la Camera del Lavoro (pero los saqueos continuaron de manera incontrolable y los enfrentamientos con las fuerzas represivas dejaron un saldo de 5 muertos.
A inicios de julio en Mántova la Camera del Lavoro era dueña de la situación y las milicias obreras garantizaban la rebaja de precios. Los días 2 y 3-7 fueron los turnos de Faenza, Ancona, Meldova, Cesena, Ravenna, Torre Annunziata e ímola (donde los carabineros dispararon sobre la multitud con un saldo de 5 muertos). El 2-7 se desencadenaron incidentes en la provincia de Turín, Biella, Alessandria, Ancona, Nápoles Catanzaro, Cosenza y en la región de Boloña. En la ciudad de Turín la revuelta fue iniciada por centenares de mujeres que destruyeron y saquearon los puestos del mercado central, provocando la huelga general y la intervención de la Camera del Lavoro (que intervino consignando las llaves de muchos negocios y distribuyendo carteles que certificaban el “control obrero”, sin lograr impedir que continuasen desordenadamente los asaltos a los comercios y las requisas por toda la ciudad)18.
El 3-7 en Florencia una multitud comenzó el saqueo de negocios y el proletariado inició espontáneamente una huelga general19. La Asociación de combatientes desmovilizados adhirió al movimiento que se extendió por todas las localidades de la provincia (Prato, Peretola, Brozzi, Galluzzo, S. Casciano, Pontassieve). El día 5 se desencadenó la represión con la detención de 500 participantes. La Camera del Lavoro decretó el fin de la huelga general, pero ésta continuó durante los días 6 y 7 resistiendo a la policía que detuvo a otros 200 participantes, matando a 2 e hiriendo a 8. En tanto, la huelga era general en Prato y Pistoia. Toda la región agrícola del Valdarno y del Empolese estaba en manos de la población que requisó reses de ganado.
El 3-7 fue el turno de Forlimpopoli, Cesena, Civitavecchia, Iesi, Senigalia, Ancona, Falconara, Boloña y 10 otras localidades, imponiendo en todas ellas una reducción de precios de 50%. La huelga general se extendió a Empoli20, Viareggio, Perugia, Arezzlo, Terni, Ravenna y centenares de localidades estaban en manos de “comités populares” que funcionaban como autoridades locales, controlando y requisando mercadería y fijando precios. También fue el caso de Palermo, donde 25 mil obreros dirigidos por los metalúrgicos declararon la huelga general (la policía logró restablecer el orden y proceder a detenciones en masa). En Livorno el Consejo General de las Ligas proclamó la huelga general y la disminución de precios. En Luca fueron los comerciantes mismos quienes propusieron a la Camera del Lavoro la rebaja de precios. En Catania se dio la fraternización de las masas con la tropa enviada para reprimir. En Piombino se formó una milicia obrera encargada de la requisa y distribución de alimentos.
Los días 6 y 7-7 el movimiento se extendió por el Norte de Italia, en particular en Milán, (donde “por su amplitud y energía asumió niveles revolucionarios”21/22), Cremona, Brescia (aquí la población provocó la fuga de los carabineros y de la caballería, con un saldo de numerosos heridos en ambos bandos) y Venecia. También en Roma, donde por 4 días se sucedieron los saqueos y enfrentamientos durísimos entre manifestantes y policías, con un saldo de 2 muertos y más de 700 detenidos.
En Génova la agitación culminó el 7-7 en medio de saqueos, choques con la policía (con un muerto, numerosos heridos y detenidos). En Sestre Levante se constituyó un Comité ciudadano de Salud Pública que durante 9 días impuso el control obrero por medio de milicias de trabajadores que requisaban mercancía escondida o vendida a precios superiores. Ese mismo día hubo huelga general en Nápoles (con saqueos de negocios y choques con la policía que dejaron un saldo de 20 heridos y más de 330 detenidos)23. En Savona, miles de obreros impusieron la reducción de precios y formaron una milicia24. La huelga general paralizó toda la provincia de Bari. En Pisa se impuso la reducción de 60% de los precios en medio de una huelga de 3 días. Toda la Umbría fue bloqueada por huelgas y requisas populares. En Messina el pueblo confiscó mercadería y la portó a la Camera del Lavoro.25
El 9-7 en Brescia miles de manifestantes se movilizaron por la liberación de los detenidos. Los carabineros dispararon (1 muerto), pero el contraataque provocó la fuga de las fuerzas represivas. Los soldados rehusaron enfrentar a la multitud, pero un regimiento de alpinos llegó a la ciudad con ametralladoras, provocando choques con la población. En Taranto el saldo fue de 4 muertos y numerosos heridos. Lo mismo ocurrió en Catania. La ciudad de Ferrara estaba en manos de la milicia obrera. El reflujo del movimiento tuvo su inicio el 10-7, con algunos sobresaltos ulteriores (Lucera, Rio Marina, Caltinessatta, Crotone).
Sin embargo, la carga revolucionaria de la situación seguía estando muy presente en medio de movimientos huelguísticos generalizados y con masas radicalizadas en las calles26. El proletariado respondió masivamente al llamado a la huelga general de los días 20 y 21 de julio para llevar a cabo un movimiento unitario de alcance nacional (el primero en muchos años), el que fue convocado internacionalmente y apoyado por diferentes motivos por todas las corrientes del PSI, como protesta contra la intervención militar extranjera en Rusia y en la Hungría soviéticas27. La huelga tuvo un éxito rotundo y paralizó al país durante 48 horas. Pero el maximalismo centrista ya había anunciado su intención de no aprovechar internamente la movilización en un sentido revolucionario28. Para el maximalismo como para el reformismo y los burócratas sindicales, la huelga general, que respondía a una real necesidad de defensa de las revoluciones soviéticas, fue la ocasión y una manera de retomar la iniciativa en un contexto de movilizaciones de masas que en gran medida escapaban a su control. Según Salvemini, tras los movimientos de los meses de junio-julio y el éxito de la huelga general, la ausencia de perspectiva revolucionaria generó en la clase trabajadora un sentimiento de desilusión y cansancio29/30.
A pesar de los muertos y heridos por la represión, el Estado italiano estaba en la imposibilidad de enfrentar por sí solo esta marejada social y detenerla con las armas. Un ministro del Gobierno presidido por Nitti (Tittoni) escribió: “Durante los graves tumultos desencadenados en varias partes de Italia me quedé con la impresión de que para reunir fuerzas suficientes para enfrentarlos sería necesario trasladar guardias y carabineros de las regiones inmunes, las que hubieran quedado de esta manera desguarnecidas. Varias veces me pregunté qué hubiera podido hacer el Gobierno si un movimiento insurreccional se hubiese desencadenado simultáneamente en toda la península”31. El gobierno no podía recurrir para ello al Ejército, cuya tropa no le era segura y que en ocasiones fraternizaba con las masas, mientras que el número de carabineros no superaba los 28.000 en toda Italia32. Ello explica la relativa parálisis (que algunos calificaron de “prudencia”) del Estado que dejó en manos de las municipalidades y de las Camere del Lavoro, respaldadas por la pasividad de la CGdL y del PSI, la tarea de apaciguar localmente los ánimos con medidas homeopáticas33.
Por inimaginable que pueda parecer, el PSI no desarrolló ninguna acción política específica frente al movimiento contro la carestía de la vida ni le dio una consigna unificadora, habiendo delegado toda responsabilidad en manos de las Camere del Lavoro y de la CGdL (de acuerdo con lo establecido en el Pacto de Alianza PSI-CGdL del 29-9-191834). Lo único que hizo fue emitir una Resolución de su Dirección con fecha del 5-7 invitando al Gobierno a fijar precios obligatorios para los productos que tuviesen en cuenta sus costos de producción, así como medidas de requisa de mercaderías acaparadas y disposiciones coercitivas que pudiesen favorecer la producción de la tierra no cultivada. Situándose claramente en una óptima no revolucionaria, el PSI reclamó del gobierno una mejor gestión de los recursos del capitalismo italiano para evitar “desmanes”, no sin dejar de añadir ritualmente, por boca de Lazzari, que el mecanismo del encarecimiento de los productos era inevitable en el capitalismo y que la solución del problema era el socialismo35/36.
Mientras la Dirección maximalista del Partido socialista se desentendía del asunto rehusándole toda proyección nacional, la Dirección de la CGdL atribuyó la responsabilidad del movimiento a “organismos secesionistas”, exhortó a los trabajadores a no dejarse engañar participando en acciones con la expectativa ilusoria de establecer precios impuestos para las mercancías37/38, e invitó al Gobierno a adoptar medidas oportunas para combatir seriamente la carestía de la de vida (lo que equivalía a desentenderse del tema)39.
En realidad, el movimiento contra el coqto de la vida dejó políticamente sin voz a todas las tendencias del socialismo italiano. Por su parte, dos portavoces del maximalismo de izquierda que convergerán en la fundación del Partido comunista en enero 1921, Il Soviet y L’Ordine Nuovo, fueron incapaces de avanzar posiciones políticas a la altura de los acontecimientos40.
El semanario L’Ordine Nuovo sólo publicó sobre el tema una nota tardía con fecha del 12 de julio. El movimiento contra el costo de la vida es calificado de “insurrección desordenada y caótica”, describiéndolo como “episodio tumultuoso, bárbaro (y) grotesco de la lucha de clase”, e “irrefrenable explosión de ira y de furor que de manera fulminante ha hecho sublevar a todo el pueblo italiano”, y sería un acto de justicia contra “cinco años de miseria, de privaciones, de humillaciones, de despotismo sórdido (…)”. La nota afirma que esos “inauditos episodios de barbarie y de desenfreno” eran el resultado de las “espantosas condiciones económicas y morales vigentes en Italia como producto de cuatro años de guerra imperialista y reaccionaria”, lo que era “apenas una muestra de las explosiones de violencia bárbara y de desórdenes inmoderados” en caso de que un nuevo poder con raíces en las masas y que gozase de su confianza – la dictadura del proletariado – no llegase a recrear una disciplina y un Orden, planteando a las masas proletarias y semiproletarias una altísima meta – el Comunismo – que podía ser alcanzada sólo con el trabajo apasionado y la disciplina consciente y espontánea.
En cuanto a lo que hubiera debido ser hecho con esa perspectiva, y a diferencia de la dirección maximalista del Partido, L’Ordine Nuovo lanzó la idea de que fuesen los trabajadores de la ciudad y del campo quienes asumiesen en primera persona el control de la producción y de la distribución de los alimentos, sin especificar si se trataría de un primer paso hacia ese Comunismo que resolvería el problema de raíz, o del inicio de la conquista de “nuevos poderes” de la clase trabajadora41. Cualquiera haya sido la intención de la redacción, siguiendo su propio planteamiento de la cuestión, en ambos casos ésta hubiera debido afirmar que la situación era abiertamente revolucionaria o pre-revolucionaria, plantear el problema del poder y proponer lanzar ya la consigna de la formación de consejos de obreros, de campesinos y de soldados, cosa que los ordinovistas no hicieron.
La posición de Il Soviet ante el movimiento contra la carestía de la vida fue de total indiferencia (no menor que la del centrismo maximalista). Esa actitud estuvo justificada por razones de “intransigencia”; es decir, por no inscribirse en una supuesta “sana praxis socialista” de tipo idealista que supuestamente hubiera debido insertar directamente cada movilización obrera en la acción política con miras a la realización del programa máximo del socialismo, y por no estar desde el vamos organizado y dirigido por el Partido, fuera de toda vecindad política con otras corrientes.
Il Soviet publicó un análisis de la cuestión a partir del 6-7 con la siguiente nota editorial42:
«Desde hace muchos días la atención de los trabajadores y de los socialistas está centrada en el movimiento contra la carestía de la vida que está agitando a Italia. Por razones complejas, estos movimientos locales, a pesar de haber abierto nuevas formas de poder por parte de las organizaciones obreras, no ha dado como resultado una acción política general que permitiese insertarla en la implementación del programa maximalista. Por el contrario, en algunas regiones los movimientos han sacrificado una parte del contenido intransigente y clasista del método de nuestro Partido. (…) Llamamos la atención de los lectores sobre la presente serie de artículos que dedicamos al problema y al estudio de sus aspectos y desarrollos (…), son la expresión de nuestro pensamiento al respecto».
Esa declaración de naturaleza indiferentista y sectaria equivalía a desinteresarse prácticamente del movimiento y dejarlo librado a su suerte (es decir, en manos de otras fuerzas políticas).
El artículo mencionado analizó correctamente las causas profundas y coyunturales que daban lugar a la carestía de la vida, para luego criticar las falsas soluciones propuestas, concluyendo finalmente que
«Cualquier medida contra la carestía de la vida enfocada con el congelamiento de los precios, requisas, etc., no puede tener pues ningún efecto realmente útil para las masas mientras se mantenga el Orden económico y político actual. (…) Desde cualquier ángulo que se considere la cuestión del alto costo de la vida, sólo podrá encontrar una solución definitiva con la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción e intercambio, y en la edificación de la sociedad comunista».
Lo sorprendente con esta serie de artículos está en lo que no dice, a saber, cuáles hubieran debido ser los objetivos de lucha y las formas organizativas que una vanguardia política hubiera debido proponer en la situación concreta de entonces para tratar de contrarrestar los efectos de la carestía de la vida (a la espera de poder eliminar sus causas); y, por sobre todo, de qué manera ese combate hubiera debido hacer avanzar la organización de las masas en una perspectiva revolucionaria43.
En la Italia de 1919 la cuestión que se planteaba de manera urgente era hacer confluir la multiplicidad de movilizaciones en un cauce anticapitalista común. Ahora bien, esto no podía hacerse rechazando y negando la validez de la lucha contra el costo de la vida que, aunque confusamente, era radicalmente antiburguesa44.
Todas las corrientes del socialismo italiano criticaron con suficiencia estas revueltas incontenibles, desordenadas y caóticas – algunas de ellas por odio visceral; otra, como en el caso de Il Soviet, por dificultades para lidiar con ellas45. Pero precisamente ese desorden y caos irrefrenable no era más que la expresión de la necesidad de dar libre curso a una energía insurgente que las corrientes dominantes de esa misma socialdemocracia rehusaban reconocer como tal y canalizar en un sentido revolucionario46.
Las luchas revolucionarias del campesinado italiano
3.- Las movilizaciones obreras y urbanas de los meses de mayo-julio 1919 crearon condiciones favorables para la eclosión en los meses de agosto-septiembre de los movimientos campesinos que conmocionaron a toda la campaña, desde Sicilia al Norte de Italia. El Estado estaba en la imposibilidad de hacer frente simultáneamente a las movilizaciones del proletariado urbano y a los movimientos campesinos, lo que favoreció su rápida extensión geográfica y en el tiempo (ya que perdurarán durante todo 1920 en medio de una creciente agudización de la lucha de clases).
El cuadro general de las luchas campesinas fue muy variado, dependiendo de los modos de producción regionales dominantes47, del régimen de propiedad de la tierra, de los contratos entre los propietarios y los campesinos, de las orientaciones programáticas de las Ligas campesinas y del nivel alcanzado por la lucha de clases. En toda Italia, las reivindicaciones del proletariado agrícola podían ir desde la gestión del mercado de trabajo y la fijación de las condiciones laborales por parte de las organizaciones campesinas a obtener el acceso directo a la tierra48. Un cuadro oficial y muy incompleto de 29 provincias en los meses de julio-agosto 1919 hace referencia a las acciones de los jornaleros de los arrozales del Po; de los jornaleros en Pavía, Vicenza, Lombardía, Florencia, Pisa, Boloña, Milán, Pavía, Reggio Emilia, Rovigo, Vicenza, Toscana, Ferrara; de los medianeros en las provincias de Ancona, Arezzo, Ascoli, Bérgamo, Boloña, Florencia, Lucca, Macerata, Perugia, Piacenza, Pisa, Siena y Teramo49; de los arrendatarios en Como, Cosenza y Reggio Calabria; de los campesinos de las provincias de Bari, Foggia y Potenza; de la invasión de tierras en el Lazio y Avellino; del reclamo del uso de tierra comunales50.
En el norte y el centro de Italia – escribe Del Carria – “[los] asalariados del Vale del Po (de la Emilia al Bajo Piamonte, de la Baja Lombardía al Bajo Véneto y a la región de Cremona), los medianeros de la Emilia dirigidos por socialistas, y los de Toscana, de Treviso y de la Umbría-Marche, en gran parte bajo la influencia de organizaciones católicas, los arrendatarios y otras categorías de colonos de Bérgamo y del Alto Véneto también bajo influencia de los blancos, estuvieron durante todo el bienio 1919-1920 y en parte en 1921 en agitación permanente. Los asalariados aspiraban a la tierra, los medianeros querían volverse arrendatarios y estos últimos aspiraban a transformarse en propietarios” 51.
El cuadro de las reivindicaciones campesinas fue muy variado y función de las relaciones de fuerzas locales y de las posibilidades que éstas abrían a los distintos sectores del campesinado, yendo desde las “simples” consignas relativas a las modificaciones de las relaciones contractuales con los propietarios y la burguesía agraria, a la toma de posesión de las tierras52.
En el Mezzogiorno, el movimiento de ocupación no sólo de tierras incultas, sino también de grandes propiedades terratenientes trabajadas con viñedos y olivares, iniciada en el mes de marzo en Italia Central (Lazio), fue impulsada a través de cooperativas improvisadas por campesinos recientemente desmovilizados, quienes se tomaron muy a pecho las promesas hechas durante la guerra por el Gobierno y los partidos intervencionistas – principalmente, pero no solamente después de la derrota de Caporetto – como incentivo para evitar las deserciones y “motivar” militarmente a la tropa53/54/55.
En el mes de agosto la lucha del campesinado se había generalizado en toda la región. El secretario de la Federación de los Trabajadores de la Tierra promovió, junto a la ocupación de latifundios, las operaciones de arado y siembra, dando lugar a movilizaciones que abarcaron decenas de comunas y a un total de 25 mil hectáreas. En estas movilizaciones los jornaleros y los campesinos pobres tuvieron el principal protagonismo. Las ocupaciones continuaron en los meses sucesivos con la participación de cooperativas y ligas socialistas (Federterra), de las blancas (católicas) y las democráticas (republicanas). Por doquier, estas movilizaciones fueron a la par del auge de las ligas campesinas56.
“Las movilizaciones rurales – escribe Bianchi – (…) apuntaron a la conquista de los recursos productivos, a una distribución más igualitaria de los bienes y de la propiedad que en gran medida estaba controlada por una minoría privilegiada, ese 10% de propietarios que en vísperas de la guerra poseían las nueve décimas partes de las tierras productivas. Detrás de ese movimiento estaba la misma aspiración a la justicia social y al respeto de la dignidad de los trabajadores que animó los tumultos (contra la carestía de la vida), por un lado, y las luchas sindicales, por el trabajo y las ocho horas, por otro”57.
Al igual que en Calabria y Cosenza, los campesinos de la Puglia, con la intervención masiva de mujeres, participaron en los movimientos contra la carestía de la vida y contra las autoridades comunales, enfrentando violentamente a las fuerzas del Orden58, y en Bari, Taranto, Lecce, Matera y Foggia los jornaleros desocupados y en huelga iniciaron la invasión de tierras59. Las luchas agrarias en la Puglia continuarán durante todo el Bienio Rojo, y en abril 1920 la ocupación de latifundios, tanto incultos como cultivados, se acompañó del desarme de carabineros, barricadas, destrucción de puentes y telégrafos, y enfrentamientos con la tropa.
Lo mismo sucedió a partir de septiembre 1919 en Sicilia, involucrando en cada ocasión a cientos y miles de trabajadores en la provincia de Caltanissetta por la ocupación de latifundios dedicados al pastoreo, y a iniciativa de socialistas de Riesi (localidad de 17 mil habitantes), donde tuvieron lugar enfrentamientos armados con un saldo parcial de 10 trabajadores muertos y 50 heridos. Inmediatamente después será el caso de Terranova (ciudad de 27 mil habitantes), y en enero 1920 en la provincia de Girgenti con acontecimientos próximos de las jacqueries, que en este caso terminó provisoriamente con la victoria de los campesinos60. Las Ligas de trabajadores agrarios surgieron por doquier. A fines de 1919, las cooperativas de los campesinos sicilianos habían obtenido la atribución oficial de miles de hectáreas (15 mil en la sola provincia de Caltanissetta, sin contar aquellas que no habían sido reconocidas oficialmente61). En la isla las ocupaciones volverán en septiembre-octubre 1920 en 72 comunas de las provincias de Palermo, Agrigento y Trapani.
En Calabria la agitación culminó en los meses de noviembre y diciembre 1919, con ocupaciones, insurrecciones contra acuerdos agrarios leoninos, huelgas de campesinos, actos violentos, aparición de fuertes ligas de trabajadores en Acri, Amantea, Campana, Bocchigliero, Melito, Savelli, Melissa, Palmi, etc. Acontecimientos similares ocurrirán de manera creciente en otras regiones del Mezzogiorno [Campania (Nápoles), Abruzzo, Molise, Basilicata] y en Sardeña.
Dada la imposibilidad gubernamental para enfrentar en forma simultánea a la movilización nacional del campesinado, la primera línea de defensa del statu quo agrario estuvo localmente a cargo de la policía y de los carabineros de la zona (que, incluso cuando trataron de hacerlo, estuvieron lejos de poder contenerla62), y de los intentos de organización armada de los propietarios63. El éxito o fracaso de estos intentos era función de las relaciones de fuerza a escala local, pero durante todo el Bienio Rojo la tendencia general estuvo a favor de los movimientos campesinos.
En la incapacidad de intervenir masiva y centralmente contra la vorágine campesina, y a propuesta del Ministro de la Agricultura Achille Visocchi (uno de los más grandes terratenientes de la región de Nápoles), el Gobierno de Francesco Nitti aprobó el 12-9-1919 un decreto-ley que atribuía a los Prefectos la posibilidad de legalizar, en calidad de “temporaria”, la ocupación de tierras incultas o mal cultivadas, por un período no mayor de cuatro años. Este reconocimiento concernía únicamente a campesinos organizados en asociaciones legalmente constituidas, y sólo podía emanar de una comisión presidida por el Prefecto y conformada paritariamente por representantes de los agricultores y de los propietarios. Esta comisión hubiera teóricamente debido fijar la duración de las ocupaciones y el precio del arrendamiento que los campesinos estarían obligados a pagar al propietario. Este decreto no tuvo por sí solo importantes consecuencias prácticas, pero su objetivo no era poner coto a las movilizaciones campesinas en curso, sino dar un marco jurídico a la cesión de tierras sin mayor interés, o la de aquellas que los propietarios aceptaban ceder en función del contexto local, y justificar en un futuro aún impredecible una ofensiva general contra el movimiento campesino y contra las consecuencias de las ocupaciones no consentidas. Ello dará lugar a cuestionamientos ulteriores por parte de los propietarios que querrán recuperarlas, y a la formación de una nueva capa de campesinos propietarios allí donde aquéllos aceptarán venderlas.
La socialdemocracia italiana no estaba ideológica, programática ni políticamente preparada para erigirse en dirección de un movimiento revolucionario campesino, siendo incapaz de responder positivamente al anhelo ancestral de amplios sectores agrarios en su lucha por el acceso a la tierra64/65. Nino Mazzoni, dirigente reformista de la Federterra, afirmó en el Congreso de Livorno del PSI (enero 1921):
“Nosotros hemos dicho siempre que no queremos desmembrar el latifundio, que no queremos dar la tierra al campesino, ni siquiera en un período de transición, porque sería un desastre para la civilización y para la humanidad; que no queremos dar la tierra al campesino, sino a la colectividad”.66
En junio 1919, el V Congreso de la Federterra aprobó un Proyecto agrario presentado por el intransigente Ciccotti que sólo preveía la formación de un “sector proletario” resultante de la explotación de tierras públicas, de las Obras Pías y de entes eclesiásticos, de tierras incultas, de pantanos secados y de latifundios de pastoreo (correspondiente a un total de 1.440.000 hectáreas)67. Este “dominio proletario” hubiera debido ser propiedad del Estado y ser atribuido para su gestión a la Federterra (constituida en cooperativa) y a las cooperativas de consumo para ejercer, a través de la venta de sus productos, una función de regulación de precios de los productos agrícolas. Los capitales necesarios para semejante empresa debían ser provistos por un ente financiero con la emisión de obligaciones garantizadas por la empresa estatal.
De neto corte reformista, este proyecto implicaba: 1) respetar la propiedad de la tierra en el caso de los latifundios productivos; 2) respetar la propiedad de quienes arrendaban a campesinos lotes de tierra; 3) respetar la propiedad de quienes entregaban tierras bajo el régimen de medianería y de los llamados “patti colonici”68; e 4) impedir el acceso al usufructo de la tierra a los jornaleros permanentes u ocasionales empleados por los terratenientes en condiciones productivas arcaicas. Se trataba de un programa conservador que respetaba el statu quo agrario, las grandes explotaciones capitalistas, los sistemas de medianería, la propiedad agraria en general y la latifundiaria en particular 69.
Con semejantes posiciones, la socialdemocracia y la Federterra sólo podían pretender defender al campesinado reclamando aumentos salariales, mejores condiciones de trabajo para los asalariados agrícolas, la regulación del mercado laboral (en condiciones de un excedente crónico de fuerza de trabajo y de una gran migración regional e interregional) a través del monopolio contractual de la mano de obra por medio de cooperativas de trabajadores o de entes legalmente reconocidos (il collocamento), y la imposición a la patronal de cupos de asalariados en función de los trabajos requeridos70; mejores condiciones de arrendamiento para los pequeños agricultores; poner límites a la pavorosa explotación de los medianeros.
Está fuera de toda duda que, a lo largo de su existencia, la Federterra realizó una tarea titanesca de asociacionismo y de defensa de las masas trabajadoras campesinas, a las que dio por primera vez una organización, capacidad de lucha y conciencia de clase71. Pero de ninguna manera sus posiciones escuetamente reformistas y minimalistas la armaron para poder ponerse a la cabeza de una revolución que trastocase las relaciones sociales y de propiedad en el agro, y que diese el acceso a la tierra a los campesinos y asalariados que así lo desearan (es decir, atribuir el usufructo de la tierra a quienes la trabajaban)72/73/74. Incluso desde una óptica estrictamente reformista, el PSI no tenía ni siquiera una táctica para unificar las movilizaciones de los diferentes sectores del campesinado. Las masas campesinas estaban divididas, por una parte, por las relaciones contractuales que tenían con los propietarios; y, por otra, en organizaciones “rojas” (socialistas) y “blancas” (ligadas al Partido Popular cristiano75). Por razones ideológicas, estas organizaciones se libraron un combate sin cuartel, debilitando al campesinado frente al enemigo común.
Si bien las Ligas socialistas participaron activamente en las grandes movilizaciones del Bienio Rojo76, el Partido socialista no pudo ni quiso levantar la bandera de la revolución agraria. Cada uno a su manera, el reformismo y el maximalismo centrista se dieron la mano para impedir que el campesinado y el proletariado urbano convergieran en una lucha común por el abatimiento del poder burgués.
El campesinado verá diluirse su energía revolucionaria en una infinidad de conflictos locales por una gran variedad de reformas del régimen agrario cuyos contenidos y resultados dependerán en un primer momento de las relaciones de fuerza a nivel local77, y, más adelante, de la evolución política nacional. La victoria del fascismo (apoyado activamente por los terratenientes, por la burguesía agrícola, por el campesinado medio, e incluso por sectores minoritarios del campesinado que fueron favorecidos localmente, obteniendo la propiedad de lotes de tierra78), terminará por aplastar las revueltas de las grandes masas de jornaleros y del campesinado pobre.
El 21-6-1919, en una nota titulada “Voci della terra”, l’Ordine Nuovo hizo una vaga referencia a la nacionalización de la tierra como el “medio idóneo para una rápida penetración en las masas (campesinas) hasta ahora descuidadas o abandonadas a las maniobras de pocos politicastros”, afirmado que éste fue un tema a propósito de la cual el V Congreso de la Federterra “se ha ocupado ampliamente discutiendo el Informe de Ciccotti”, sin precisar si adhiere o no a la moción aprobada en esa ocasión.
El 2-8-1919, el editorial trata del tema “Operai e contadini”, hablando de la dictadura del proletariado como de la solución que permitiría superar la crisis agrícola provocada por la guerra gracias al desarrollo de las culturas industriales y al uso intensivo de maquinarias agrícolas. La alianza del proletariado industrial y del campesinado pobre es presentada allí como la condición indispensable de esa dictadura y de esas transformaciones de la producción agrícola. Pero nada es dicho en cuanto a las reivindicaciones propias del campesinado italiano.
El 6-12-1919, en la nota “Lotta di clase, guerra di contadini”, refiriéndose a las revueltas populares del 2-3 de diciembre en Andria (Puglia), l’Ordine Nuovo habla por primera vez del problema “de todo el Mezzogiorno italiano, el problema de la efectiva conquista de la tierra para quien la trabaja”, problema “que el partido tiene la obligación de plantearse y resolver”. Para los ordinovistas, esa lucha por la conquista de la tierra hubiera debido ser impulsada por los campesinos pobres con el propósito de “hacer presión sobre otros sectores de la población agrícola para obligarlos a crear también en el campo un organismo de control colectivo de la producción. Este organismo de control, el Consejo de campesinos, aunque deje subsistir las formas intermedias de apropiación privada del terreno (pequeña propiedad), hará obra de cohesión y de transformación psicológica y técnica, será la base de la vida común en el campo, el centro a través del cual los elementos revolucionarios podrán hacer valer de manera continua y concreta su voluntad”, estableciendo así un paralelo ficticio entre la conquista de las grandes fábricas por el proletariado y la centralización de la producción industrial a escala de toda la sociedad, por una parte, y la conquista campesina de la tierra y el fraccionamiento de los latifundios, por otra.
Si bien los ordinovistas se declararon entonces favorables a la lucha del campesinado del Mezzogiorno por la tierra, lo que era ya un progreso en relación a la tradicional oposición socialdemócrata, su visión de sus objetivos estaba más cerca de la del populismo ruso que de la marxista, pues los Consejos de campesinos no hubieran podido realmente tener por objetivo “la vida común en el campo”, algo así como la “gestión social armoniosa” de la producción agrícola, ya que mil talleres artesanales no conforman una industria moderna ni pueden ser el punto de partida de una planificación central. En Rusia, los Soviets de jornaleros agrícolas y de los campesinos pobres, lejos de ser órganos de gestión de la producción agrícola, tenían como objetivo el ejercicio del poder proletario en las zonas rurales. La revolución agraria, con la destrucción de los latifundios del Mezzogiorno y el libre acceso a la tierra en el resto de Italia, no hubiera sido el inicio de un mundo armonioso, sino el de una nueva etapa de la lucha de clases contra sectores de la burguesa agraria que no hubieran podido ser expropiadas inmediatamente, el proletariado agrícola pudiendo contar con el apoyo del proletariado industrial.
El 3-1-1920, casi 7 meses después del V Congreso de la Federterra y a un año del inicio de los movimientos campesinos, el ordinovismo se despegó explícitamente de la Resolución ultra reformista de Ciccotti. El artículo “Operai e contadini” afirma con toda justeza que « los obreros agrícolas, los campesinos pobres revolucionarios y los socialistas conscientes no pueden concebir como útil para sus intereses y aspiraciones (…) la propaganda por las “tierras incultas o mal cultivadas” (…) Sin máquinas, sin un alojamiento en el lugar de trabajo, sin crédito a la espera del momento de la cosecha, sin instituciones cooperativas que compren la cosecha misma (…) y lo salven de las garras de los usureros, ¿qué puede esperar un campesino pobre de la ocupación (de esas tierras)? ». El artículo califica esa propuesta, vehiculada a su vez por los diputados socialistas, de expresión del “cretinismo parlamentario”, de la “ilusión reformista y oportunista”, de “contrarrevolucionaria”.
Para el ordinovismo, « la consigna “la tierra a los campesinos” debe ser entendida en el sentido que las explotaciones agrícolas y las fincas modernas deben ser controlados por los obreros agrícolas (…) y debe significar que las tierras con cultura extensiva [como los latifundios de pastoreo, ndr.] deben ser administradas por los consejos de los campesinos pobres de las aldeas y de los burgos agrícolas ».
La alianza del proletariado del Norte de Italia con el campesinado del Mezzogiorno constituiría un eje estratégico de la Revolución proletaria79.
Las posiciones agrarias afirmadas por L’Ordine Nuovo constituyeron una clara ruptura con el reformismo socialdemócrata, aunque expresaran una visión simplista y abstracta de las relaciones entre el proletariado industrial y el campesinado “en general” (que las Tesis del II Congreso de la Internacional Comunista se encargarán de precisar). Es de señalar además que las posiciones enunciadas en el artículo no daban respuesta a las problemáticas del campesinado con explotaciones familiares, y no necesariamente pobre como era el caso de sectores medianeros y arrendatarios del centro y del norte de Italia, cuyos intereses chocaban directamente con los propietarios de tierras.
La otra corriente de la izquierda intransigente demostró una total indiferencia hacia la cuestión campesina. Desde su aparición en diciembre 1918, hasta el II Congreso de la Internacional Comunista (julio 1920), Il Soviet no publicó ni un solo artículo, ni una sola línea, sobre el problema campesino en Italia o sobre los movimientos campesinos en curso80. Recién hará referencia a ella luego de la aprobación de las Tesis de la Internacional sobre la cuestión agraria y del retorno de Bordiga de Moscú. El movimiento comunista italiano sólo comenzará a abordar la cuestión desde un punto de vista teórico en 1921, cuando la marea campesina estará ya en retroceso como consecuencia de la contraofensiva fascista.
El socialismo italiano desde el Congreso de Roma al Congreso de Boloña (octubre 1919)
4.- En medio del desencadenamiento de todas las tensiones sociales acumuladas durante la guerra, del creciente ascendiente de la Revolución bolchevique en las masas trabajadoras y las bases socialistas, entre el Congreso de Roma de septiembre 1918 y el de Boloña de octubre 1919 el PSI estuvo atravesado por luchas de tendencias que expresaron toda su inmadurez para encarar las tareas revolucionarias que el período histórico planteaba de manera impostergable.
A pesar de su carácter minoritario, el reformismo de los Turati, Treves, Modigliani, Prampolini y otros D’Aragona81 permaneció fiel a su larga trayectoria al reafirmar la necesidad de mantener al Partido en los carriles pacifistas, legalistas, evolucionistas y antirrevolucionarios, en pos de reformas graduales en el marco de la democracia burguesa y de la ideología wilsoniana de un imperialismo democrático. Su carácter minoritario no implicó en ningún momento su marginalización política o su pérdida de influencia en las organizaciones socialistas. La acción del Grupo parlamentario, de la CGdL, de la Liga de las cooperativas socialistas, de la Federterra y de la Liga de las Comunas socialistas estaban directamente influenciadas e inspiradas por el reformismo. Para éste, la situación de crisis de la sociedad burguesa debía ser una motivación y una oportunidad más para hacer avanzar la concreción del programa reformista. De allí el apoyo de la CGdL y de gran parte del reformismo una Asamblea Constituyente propuesta por Mussolini y hecha suya por republicanos y sindicalistas82.
Una vez más, el 8-11-1918, la Dirección del Partido, el GPS, la CGdL y la Liga la de las Cooperativas reafirmaron en un Manifiesto común la adhesión al programa reformista del 10-5-191783 [§II-7]. Pero a partir de la reunión del 9 al 11 de diciembre la Dirección efectuó verbalmente un giro radical, rechazando la Asamblea Constituyente y proclamando, como primer objetivo, la “institución de la República socialista y la dictadura del proletariado”84. El misterio más espeso rodeaba la naturaleza de esa futura República, el significado de esa dictadura y las vías que conducirían a su realización. Así dio comienzo uno de los quid pro quo más dramáticos del movimiento comunista occidental, representado por el maximalismo centrista, el que encontrará en Giacinto Serrati a su más conspicuo representante85.
Sin el mínimo trabajo de clarificación previa en torno de los principios, del programa, de la estrategia y de la táctica (la que hubiera debido preceder a la convocación y ser de la incumbencia exclusiva de un Congreso del Partido), la Dirección maximalista aprobó de manera intempestiva, en su reunión del 18 al 22 de marzo, por 10 votos contra 3, la adhesión a la recién fundada III Internacional, embarrando de esta manera el terreno de esa necesaria clarificación, y obstaculizando un verdadero trabajo de división de aguas entre las fuerzas revolucionarias y antirrevolucionarias del socialismo italiano86.
Detrás de las declaraciones de la Dirección a favor de la dictadura proletaria y de la adhesión a la Internacional Comunista convergían, por una parte, sinceras voluntades y convicciones comunistas87; y, por otra, cálculos coyunturales que eran una reacción oportunista frente a la polarización de amplios sectores del Partido en torno de las revoluciones proletarias en Rusia, Hungría y Alemania88.
El 13-7-1919, durante la Convención de la Dirección y de los delegados de las federaciones del Partido que tuvo lugar en Boloña, todos los maximalistas (electoralistas y abstencionistas partidarios de Il Soviet) convinieron en la necesidad de la adopción de un nuevo Programa en sustitución del de Génova de 1892. Un Comité formado por Serrati, Gennari y Bordiga fue encargado de su redacción, pero por desacuerdos entre ellos (en particular sobre el problema del abstencionismo), los maximalistas electoralistas publicaron en el Avanti! del 2-8-1919 su propio Proyecto con la firma de Serrati, Gennari, Bombacci y Salvatori, en tanto que los abstencionistas ya habían publicado el suyo en Il Soviet del 13-7-1919 [§IV-7].
El Proyecto de Programa de los maximalistas electoralistas llamaba a la lucha “por el derrocamiento violento de la dominación burguesa y la organización del proletariado en clase dominante”, y hacía referencia en términos vagos a la exclusión del Partido de “cualquiera que piense poder evitar el enfrentamiento supremo” y que “confíe en apaciguamientos y en plácidos crepúsculos”89. Por el resto, en lo relativo a los objetivos programáticos, el Proyecto coincidía en sus líneas generales con la de los abstencionistas, diferenciándose en la cuestión de la participación en las elecciones en el marco de la democracia burguesa90.
A partir de allí, los abstencionistas formalizaron la constitución de la muy minoritaria Fracción Comunista, a pesar que, según Il Soviet, “sobre la parte general programática no existe divergencia sustancial” entre ambos proyectos de programa, que sólo se diferencian en la cuestión de la táctica electoral91.
Habiendo todo el maximalismo adherido a los objetivos de la dictadura del proletariado y a la III Internacional, en ese momento la Fracción Comunista aún se veía a sí misma como la corriente que trataba de transformar revolucionariamente al PSI gracias a la conversión de la mayoría maximalista a la necesidad de expurgarlo de todo reformismo y a la táctica del abstencionismo. Pero su constitución en Fracción diferenciada sobre la base exclusiva del abstencionismo electoral significaba poner en un mismo plano la expulsión de los reformistas (cuestión fundamental de principio) y el abstencionismo (cuestión de táctica), lo que fue un grave paso que tendrá importantes consecuencias en el desenlace del Congreso de Boloña por no haber permitido previamente la formación de un polo único junto a los comunistas electoralistas que sí eran partidarios de la expulsión de los reformistas, en particular los maximalistas de izquierda de la región de Milán con Fortichiari y Repossi92.
El mismo día de la apertura del Congreso, en un artículo publicado en el Avanti!93, a la vez que afirmaba la necesidad de la adopción de un nuevo Programa exento del objetivo de la conquista y transformación de los poderes públicos y de presupuestos democráticos, defendiendo la necesidad del traspaso violento de régimen, Serrati auspició que el “giro a la izquierda” del Partido pudiese efectuarse sin escisiones de ningún tipo y sin cambio de nombre (de “socialista” a “comunista”).
Por rehusar abandonar el Programa de Génova, el resto minoritario de la intransigencia histórica, alineado con Lazzari, no adhirió a las posiciones del maximalismo serratiano.
La batalla de Il Soviet hasta el Congreso de Boloña (Diciembre 1918 – Octubre 1919)
5.- La batalla llevada a cabo por Il Soviet durante todo el período que va desde su inicio (22-12-1918) a la fundación del Partido comunista (enero 1921) se inscribe en la defensa de un conjunto de posiciones basilares, programáticas y de principio, de la Internacional Comunista94.
“Il Soviet” representó la primera corriente que ya en ese momento tenía plena conciencia de la necesidad de una clarificación sin concesiones acerca de los fundamentos programáticos y de principio, así como de la expulsión de toda tendencia reformista, como condición previa de la forja de un verdadero partido revolucionario.
Su batalla ideológica y política se expresó en:
- La reivindicación de la conquista revolucionaria del poder y la dictadura del proletariado, en oposición a los programas de reformas graduales en el marco de la democracia burguesa95.
- La convocación de un Congreso para modificar en consecuencia el Programa del Partido, abandonando el Programa de Génova de 189296 como paso indispensable para expurgar el PSI de todo reformismo (denunciado como caldo de cultivo de los futuros Scheidemann), condición sine qua non de su acción revolucionaria97.
- El rechazo de la consigna de la Constituyente, banalmente democrático-burguesa y sin ningún contenido revolucionario en la Italia de 191998.
- El rechazo de la hipócrita y contrarrevolucionaria ideología democrática wilsoniana del imperialismo americano, adoptada con entusiasmo por el reformismo, partidaria de la Liga de las Naciones, de un hipotético desarme general de los Estados, del ilusorio arbitraje obligatorio de los conflictos entre las naciones, de la sistematización de Europa y el mundo según el principio de las nacionalidades; oponiendo marxísticamente a la falaz “fuerza del derecho” la realidad del “derecho de la fuerza”99.
- Las continuas denuncias contra la alineación del grupo parlamentario con las posiciones reformistas100.
- Las violentas polémicas contra la orientación abiertamente reformista y contrarrevolucionaria de la CGdL101.
- La denuncia del acuerdo paritario PSI-CGdL y el llamado a combatir su Dirección reformista102 (Il Soviet era partidario de la conquista desde adentro de las organizaciones confederales103).
- La oposición a poner en condiciones de paridad a la Dirección del Partido, al GPS y a la CGdL en cuestiones relativas a las orientaciones políticas del movimiento socialista104; el rechazo de la participación del Grupo parlamentario y de las organizaciones sindicales en cuanto tales en reuniones del PSI encargadas de establecer las grandes directivas de la acción política de la clase obrera; y la denuncia de la pasividad de la Dirección del PSI ante el accionar del reformismo en los planos parlamentario y sindical105.
- La reivindicación constante de un movimiento comunista ideológica, programática y políticamente homogéneo como garantía de su eficacia revolucionaria.
Si bien ya en ese momento la corriente de Il Soviet (que de ahora en adelante llamaremos la Izquierda Comunista italiana) tenía plena conciencia de la necesidad de adherir a posiciones programáticas y de principio fundamentales del partido revolucionario marxista, aún debía extraer las conclusiones prácticas para concretar su nacimiento. Este fue un proceso relativamente lento y difícil, dadas las condiciones internas del socialismo italiano, con su corriente maximalista mayoritaria habiéndose ya declarada partidaria de la Internacional Comunista y de la dictadura del proletariado.
En todo este período Il Soviet se ve a sí mismo como un catalizador revolucionario dentro de la gran familia de la “intransigencia”106. Cortesi señaló pertinentemente que, en Il Soviet,
“el desnivel entre la elaboración teórica y la táctica política no estaba (aún) resuelto: ello vuelve a manifestarse en los primeros meses de 1919 en los reclamos dirigidos a la Dirección de más precisas directivas revolucionarias, y en los juicios (emitidos) sobre las posturas contradictorias de la Dirección misma y las de sus miembros individuales en términos de concesiones a los reformistas y a los confederales. La batalla por el Partido es (desarrollada), en suma, dentro del Partido y en su vértice, y apunta contra los reformistas oficiales y sus organizaciones específicas. Incluso las señales cada vez más insistentes en dirección de una depuración o una escisión del Partido están dirigidas en este sentido”.107
Durante esta lenta maduración108, que culminará en el Congreso de Boloña, Il Soviet consideró que el Partido socialista, expurgado del reformismo, hubiera debido dirigir la Revolución en Italia109.
En esta etapa, Il Soviet comenzó denunciando la actitud ambigua de “algunos maximalistas” (en realidad fue el caso de todo el maximalismo centrista) frente al reformismo, quienes en nombre del “realismo, contra las elucubraciones teóricas (de la Izquierda Comunista), hacen el juego (del reformismo) para evitar clarificar definitivamente la cuestión de que quien no acepta que la violencia deba ser declarada, de una buena vez por todas, patrimonio del Partido, debe marcharse”110; y criticó la tendencia de la Dirección del Partido a minimizar las divergencias con las posiciones contrarrevolucionarias de la CGdL, y amenaza con una lucha política contra su Dirección111.
Más tarde Il Soviet denunció el “eclecticismo (unitario) de nuestra Dirección del PSI que se preocupa por estar de acuerdo con todos, a diestra y siniestra, sacrificando el contenido del movimiento a su extensión”, y afirma “que el método maximalista consiste en trazar con absoluta intransigencia un programa completo y una precisa línea de acción (…). Para ello hay que desembarazarse de un falso unitarismo con elementos opuestos a la orientación revolucionaria y renunciar definitivamente a valorizar las ilusiones perniciosas del electoralismo”112.
En vísperas del Congreso de Boloña, Il Soviet condujo un ataque a fondo contra la Dirección maximalista, demostrando su completa inconsistencia por no preparar al partido y a las masas – ni en el terreno político, ni en el de la propaganda, ni en el los medios materiales – a la lucha por la conquista del poder113. Y si en marzo 1919 Il Soviet se hacía aún ilusiones con que el maximalismo de Serrati fuese consciente de la necesidad de la escisión en el PSI114, en agosto de ese mismo año terminó por afirmar que el futuro Congreso de Boloña sería quien habría de establecer la definitiva línea de demarcación de esa escisión115.
6.- En 1919, la Izquierda Comunista italiana tenía tras de sí una clara trayectoria programática contra la democracia burguesa, contra la guerra imperialista y el reformismo en todas sus variantes. Ya entonces tenía una bien definida conciencia de la necesidad de un partido programáticamente homogéneo, centralizado y disciplinado, como condición del combate para la conquista revolucionaria del poder y del ejercicio de la dictadura de clase.
No obstante, desde el punto de vista marxista, esta corriente tenía ya para entonces carencias y deficiencias en el planteamiento de la relación que dialécticamente debiera existir entre el Partido comunista, la clase obrera y el desarrollo de la lucha de clase, lo que no podía dejar de repercutirse en el tratamiento de las cuestiones de táctica. Estas falencias pueden ser señaladas en sus posiciones ante la cuestión de la formación de los soviets, frente al problema de la unidad de las organizaciones inmediatas de la clase obrera y la cuestión sindical, en la llamada cuestión parlamentaria, y en su actitud ante los movimientos de masas contra la carestía de la vida [§IV-3].
Problema de la preparación revolucionaria del partido y de las masas
De los escritos de Bordiga se desprende la visión rectilínea de un Partido que tiene sus objetivos programáticos bien definidos, y que la realidad – científicamente analizada por él – empujará necesariamente al proletariado hacia las soluciones programáticas y políticas aptas para alcanzar los máximos objetivos vehiculados por la vanguardia socialista:
«En un cierto momento histórico las fuerzas del Partido socialista pueden ser escasas y limitadas, al punto de dejar entrever como muy largo y penoso el camino que lo separa de sus metas, pero esto no es una razón para renunciar a la visión de sus máximos objetivos (…) Sea pequeña o grande la fuerza del Partido, ésta deberá ser constantemente lanzada al mismo platillo de la balanza, cuyo peso aumentará irresistiblemente hasta desplazar al otro, sobrecargado de todo el lastre del pasado.
«No nos ilusionamos con trastocar las relaciones de fuerzas gracias a este simple gesto, pero queremos evitar el peligro de dirigir nuestras fuerzas en una dirección que nos desvíe en la búsqueda de algo, de un resultado concreto, comprometiendo fatalmente aquel incremento de fuerzas que nos conduce al logro de nuestros objetivos máximos y extremos.
«(…) No es pues por amor a la popularidad que proponemos métodos más enérgicos – sabiéndolos inaplicables en la práctica [subrayado por el autor, ndr.]: no, es la fidelidad sincera a los métodos sanos y rectos, destinados a prevenir las desviaciones fáciles de la acción del Partido (…)».116
En mayo 1919, Il Soviet reafirma esa misma posición:
«Creemos que el método maximalista consiste en trazar con absoluta intransigencia un programa completo y una línea de acción precisa [subrayado nuestro, ndr.]; y estamos seguros de que frente a tal perspectiva (invito) el proletariado italiano responderá poniéndose con entusiasmo y unanimidad a disposición del Partido».117
Para todo comunista digno de ese nombre está claro que, cualquiera sea la situación, un partido revolucionario debe enarbolar sin tapujos su programa, e indicar a las masas la vía maestra de su realización. Pero, sobre todo en una situación revolucionaria, la adhesión “entusiasta y unánime” de las masas a la dirección del partido no puede ser simplemente la consecuencia de la propaganda programática y de la “invitación” a seguir “una precisa línea de acción”, sino que sólo puede resultar del convencimiento – fruto de la experiencia práctica – de que el Partido comunista es el Estado Mayor aguerrido, experimentado y apto para dirigirlas en el camino de la insurrección, el derrocamiento del Estado burgués y la instauración de su propia dictadura. Y ese convencimiento no le está dado a priori: tiene que ganárselo como resultado de su participación en la guerra de clases. Cosa que el Partido socialista italiano será incapaz de hacer durante todo el Bienio Rojo, así como fue incapaz de ponerse a la cabeza de las masas en lucha en 1897-1898 [§I-5], en 1904 [§I-11] y en 1914 [§I-29]. Para emprender ese camino revolucionario habrá que esperar la fundación – desgraciadamente demasiado tardía – del Partido Comunista de Italia en enero 1921.
El principio de intransigencia de la Izquierda Comunista (condensada en la proclama: “¡Quien no está con nosotros, está contra nosotros!”118) resulta de esa visión de la preparación de la Revolución a través del “encuentro” entre el Partido y las masas “iluminadas” como consecuencia de la adhesión de éstas al programa maximalista de aquél119.
La posición que consiste en ver como potencial revolucionario exclusivo al partido y a su área social de influencia directa es una versión, en cierto modo adaptada y actualizada (en un sentido aún más restrictivo), de la vieja posición de Lassalle, para quien, frente al movimiento proletario, todas los otros partidos y clases formaban “una masa reaccionaria única”.
Para esta corriente, todo acuerdo con otras fuerzas políticas, incluso obreras, que disintieran programáticamente con el Partido marxista revolucionario, sería caer en el oportunismo, pues el partido sacrificaría los objetivos históricos a intereses inmediatos o coyunturales120.
Esta posición de “espléndido aislamiento”, y esta visión – que podríamos calificar de simplista e “infantil” – del “encuentro entre las masas y el Partido”, eran claramente la expresión de la inmadurez y la ausencia de experiencia de lucha revolucionaria que involucrase a las grandes masas del proletariado. En Italia, como en toda Europa Occidental, a los partidos socialistas y a las tendencias comunistas les faltaba la experiencia previa que en Rusia les había suministrado la Revolución de 1905 (“repetición general” de la Revolución de Octubre 1917). Hubo que esperar al III Congreso de la Internacional Comunista (junio 1921), una vez constituidos los partidos comunistas en Europa, y tras las dramáticas vicisitudes de la lucha de clases en Alemania, para que los Bolcheviques (por boca de Lenin y de Trotsky) diesen una magistral lección de estrategia revolucionaria. Recién entonces, y por primera vez, la Izquierda Comunista italiana se planteará los problemas de táctica, la cuestión del modo de intervención en la lucha de clases con el propósito de crear las condiciones subjetivas de la Revolución. Ello dará lugar a sus “Tesis de Roma” de 1922. Estas Tesis constituirán un jalón en la senda de las divergencias políticas que irán in crescendo entre la Izquierda Comunista italiana y la Dirección de la III Internacional.
Problema de la formación de los Consejos Obreros
Los soviets, organismos territoriales de las masas insurgentes, cuya vocación era transformarse en órganos territoriales de poder, nacieron espontáneamente en Rusia durante la Revolución de 1905, y también de manera espontánea renacieron en febrero 1917. Lo mismo ocurrió en Alemania durante el auge revolucionario de octubre 1918. El grado de influencia de las distintas corrientes políticas dentro de los soviets reflejaba sus relaciones de fuerza en el seno de las masas. El potencial revolucionario de los soviets dependió de la capacidad de los partidos revolucionarios (el Bolchevique en Rusia, el Espartaquista en Alemania) para ganar (o no) una influencia determinante sobre la mayoría de las masas organizadas en los soviets. Ello llevó a la victoria del proletariado en Rusia en Octubre 1917 y a la derrota en Alemania en 1919.
La conquista de los soviets por parte de los Bolcheviques fue el resultado de nueve meses de combate político, y no la condición previa de la formación de los consejos de obreros y soldados. Como dijo en una ocasión Engels (refiriéndose al problema de la lucha del Partido de clase para ganar una influencia política determinante sobre el proletariado): “Si comenzáramos (…) la Revolución por su último acto, estaríamos fritos”121. Engels se refería en ese entonces a la necesidad de liberar a las masas trabajadoras de la influencia de los partidos democráticos y pequeño-burgueses en el marco de la democracia burguesa. Pero el problema se planteó más tarde durante la lucha por liberar a las masas obreras de la influencia de los partidos socialdemócratas, centristas, anarquistas y anarco-sindicalistas.
La Izquierda Comunista tenía una visión esquemática del curso de la Revolución cuando escribió en septiembre 1919:
“Aquellos que hoy pueden representar al proletariado que mañana asumirá el poder son los obreros conscientes de esa perspectiva histórica, o sea los obreros inscriptos en el Partido comunista. El proletariado que lucha contra el poder burgués está representado por su Partido de clase, incluso si éste sólo constituye una minoría audaz. Los Soviets de mañana deben tener su génesis en las secciones locales del Partido comunista (subrayado nuestro, ndr.). Estos tendrán listos los elementos que, inmediatamente después de la victoria revolucionaria, serán propuestos al voto de la masa electoral proletaria para constituir los Consejos de delegados obreros locales”.122
“En las conclusiones tácticas de Lenin se habla de formar los Soviets por doquier y conquistar en ellos mayorías comunistas. (…) Pero en substancia, o se acepta el criterio de formar los Soviets y trabajar para obtener en ellos una mayoría de obreros comunistas, o sea inscriptos en el partido político de clase, o el otro criterio, quizás más racional, que las mismas Secciones del Partido comunista deban asumir la función de embriones de los organismos locales del poder revolucionario [subrayados nuestros, ndr.]”.123
Ulteriormente, Bordiga escribirá:
“En nuestra opinión, un Soviet es revolucionario únicamente cuando la mayoría de sus miembros está inscripta en el Partido comunista [subrayado nuestro, ndr.]”.124
Dejamos aquí de lado la afirmación (claramente errada, lo que demuestra una visión muy embrionaria, incompleta y deformada de la lucha revolucionaria) de que la conquista de la mayoría en los consejos obreros por parte del Partido comunista implicaría que la mayoría de los obreros de los soviets estuviesen inscriptos en el Partido (lo podría ser catalogado como un error de tipo “infantil”, en el sentido de Lenin). Sólo nos detendremos en señalar que, con un razonamiento aparentemente lógico y abstracto, en septiembre 1919 Bordiga hacía aún del Partido comunista no sólo la fuerza intrínsecamente dirigente de los soviets desde el inicio de su surgimiento, sino también de las secciones locales del Partido los embriones de los soviets.
Es cierto que – en una situación revolucionaria, y en caso de poseer una influencia decisiva entre las masas – el Partido comunista podría llegar a lanzar la consigna de la formación de soviets; también es cierto que el Partido comunista debería ser el representante de los intereses históricos del proletariado; también lo es que dicho Partido debería conquistar la dirección del Estado de la dictadura del proletariado para que la clase obrera pueda cumplir con sus tareas históricas; pero no se ve por qué razón las secciones del Partido comunista debieran ser los embriones de los soviets, ni tampoco por qué el Partido comunista debiera ser obligatoriamente la fuerza política dirigente dentro de los soviets desde la aparición de los mismos.
Il Soviet caía así en un mecanicismo (por no decir “escolasticismo”) abstracto, que podía calificarse de “ingenuo”, y que estaba lejos de aprehender la complejidad de los procesos revolucionarios tal como se desarrollaron en Europa como consecuencia de la guerra125.
Problema de la unidad del proletariado y la cuestión sindical
La Revolución, escribió Lenin en “Balance de la discusión sobre la autodeterminación” (julio 1916), exige la participación y la movilización de las más amplias masas obreras, incluso de las más atrasadas, y aún de los explotados y oprimidos por el capitalismo en las formas más diversas. Para el marxismo, la conquista de una influencia decisiva del Partido comunista sobre las grandes masas combatientes será el resultado (y no la condición previa) de su participación en sus luchas. En esta perspectiva, la unidad de las organizaciones sindicales clasistas, organizaciones de defensa de las condiciones salariales y de trabajo de las grandes masas obreras, representa un factor favorable para la constitución de un marco fértil para ganarlas a la política del Partido comunista en detrimento de las otras corrientes políticas. La Internacional estará por ello firmemente en contra de la constitución de “sindicatos de partido”, de sindicatos que seleccionan a sus adherentes en función de la aceptación de las directivas partidarias, o de trabajar únicamente en sindicatos que acepten las directivas políticas del Partido comunista.
Tal no era aún la posición de la Izquierda Comunista, la cual en junio 1919 era partidaria de que las organizaciones inmediatas de lucha económica influenciadas por el Partido socialista estuviesen separadas de las organizaciones sindicales influenciadas por otras ideologías políticas. Su argumentación no estaba basada en la necesidad de crear las condiciones favorables a la conquista de las grandes masas, sino exclusivamente en función de los objetivos programáticos del Partido. Esto equivalía a invertir los términos del problema.
“Una convicción muy generalizada por estar revestida con las apariencias engañosas del sentido común – escribía Il Soviet el 1-6-1919 –, es que la unidad de las organizaciones económicas del proletariado es una condición favorable o incluso indispensable para el éxito de la Revolución. Por lo tanto, se persigue desde muchos lugares la fusión de las grandes organizaciones sindicales existentes en Italia. (…) Vemos en esta convicción una cuestión esencialmente política. La unidad auspiciada correspondería a la fusión, al «bloque» de muchas tendencias políticas que podemos reducir al menos a tres, que se distinguen por su contenido programático y táctico, y cuya (fusión) no es sólo improbable, sino también indeseable para la causa de la emancipación proletaria. Un haz de fuerzas sindicales del proletariado que no tuviese en cuenta los desacuerdos políticos no sería un factor de eficacia revolucionaria, porque la dinámica de la revolución social excede los límites del sindicato profesional. (…) Cualquier unión sindical que no conllevara el bloque político sería absurda y ficticia. (…) Las tres corrientes fundamentales a las que nos referimos son: el obrerismo reformista, el sindicalismo anarquista y el socialismo maximalista. (…) Cada bloque tiene un valor negativo y tiende a debilitar la acción de los movimientos que lo componen. La dinámica del esfuerzo revolucionario es lo contrario: en ella el Partido, que tiene en sus concepciones y en su programa las vías de las grandes determinaciones históricas, define con precisión el camino de la acción y realización, reuniendo a su alrededor todas las energías de la clase que debe realizar la revolución”126.
De este modo, Il Soviet excluía en aquel entonces tanto la unidad organizativa de las grandes confederaciones sindicales como el trabajo en sindicatos que no reconociesen la dirección política del Partido. La supuesta necesidad de tener sindicatos influenciados por el Partido comunista, separados de los sindicatos influidos por otras corrientes políticas, resultaría pues de la exigencia de que en el futuro el Partido comunista, quien poseería las claves de la victoria política sobre la burguesía, fuese el único en canalizar la energía revolucionaria de las masas. En esta cuestión también, la táctica revolucionaria sería la consecuencia meramente lógica de un objetivo programático o de una cuestión de principios.
Con un razonamiento puramente abstracto y sólo en apariencia lógico, Il Soviet defendía entonces posiciones que Lenin, al hacer la crítica de los Tribunistas holandeses y del KAPD alemán, calificará meses más tarde de “infantiles”. Estas posiciones no podían dar cuenta de la dinámica del proceso a través del cual, según la expresión misma del Manifiesto Comunista de 1848, la lucha sindical puede llegar a tener como resultado la “unidad creciente de los trabajadores”, y permitir a la vanguardia política del proletariado extender su influencia en el seno de las masas, condición sine qua non de la victoria revolucionaria.
El error de la Izquierda Comunista consistía en hacer de la “intransigencia” un principio apriorístico de política general [§I-21]. Il Soviet aplicó en 1919 ese mismo “principio de intransigencia” a las organizaciones sindicales, y de manera general a toda corriente política.
Sin embargo, luego del Congreso de Boloña, una vez constituida la Fracción Comunista Abstencionista, su primer comunicado llamó a sus adherentes a no desertar ninguna de las dos grandes organizaciones sindicales de Italia, a pesar de que ninguna de ellas estaba sobre posiciones cercanas al movimiento comunista127. De esta manera, y a pesar de sus posiciones anteriores en ese sentido, la Izquierda Comunista evitó en el tratamiento de la cuestión sindical mantenerse en esa desviación “infantil”. Dos años más tarde, bajo la influencia directa de la Internacional, la Dirección del Partido comunista de Italia levantará la bandera de la fusión de las Confederaciones sindicales italianas y el trabajo en los sindicatos, cualquiera haya podido ser su ideología y su dirección política.
La cuestión del abstencionismo hasta el Congreso de Boloña
El abstencionismo electoral preconizado por Il Soviet a partir del 16-2-1919 estuvo basado en argumentos que se fueron precisando con el tiempo. Para esta corriente, la táctica del abstencionismo electoral resultaba de la caracterización del período histórico abierto por la Revolución rusa, de los objetivos programáticos del movimiento socialista, de la propaganda en dirección de las masas a favor de la insurrección violenta y la dictadura proletaria, y de la necesidad de preparar prácticamente al Partido y a las masas a la lucha por la conquista y el ejercicio del poder.
La influencia que la situación histórica debía tener sobre la táctica revolucionaria no era considerada en base a la evaluación de la real relación de fuerzas entre las clases, sino como resultado de consideraciones generales de orden histórico y programático128.
En todo el período histórico abierto por la guerra mundial, el abstencionismo habría sido una necesidad indispensable de la preparación ideológica de la clase obrera, para no poner en contradicción la práctica concreta electoralista con la propaganda antiparlamentaria129.
El abstencionismo hubiera sido además una necesidad para la preparación revolucionaria del Partido mismo y para la selección de las fuerzas que debían integrarlo130.
Para Il Soviet, la participación electoral era justificable cuando la Revolución aparecía como muy lejana; pero desde que la Revolución estaba al orden del día había que trabajar para que el Partido se volviese sólido y homogéneo, y dedicar toda su actividad a “constituir en torno suyo aquellos organismos que han mostrado ya en otras partes ser factores revolucionarios”131. El abstencionismo pues hubiera sido también una exigencia de la preparación práctica de los organismos (los supuestos “soviets provisorios”) y del “ambiente” necesario a la emergencia de los (verdaderos) soviets:
“Los partidos comunistas deben dedicarse pues a la preparación revolucionaria, entrenando al proletariado no solo para la conquista [del poder] sino también en el ejercicio de la dictadura política, y deben preocuparse por extraer de la clase obrera los organismos aptos para asumir y administrar la dirección de la sociedad. Esta preparación debe lograrse en el terreno programático inculcando en las masas la conciencia del curso histórico complejo a través del cual la era del capitalismo cederá el lugar a la del comunismo; y en el campo táctico con la formación de soviets provisorios listos para instalarse en los poderes locales y centrales, y en la preparación de todos los medios de lucha indispensables para el derrocamiento de la burguesía [subrayados nuestro, ndr.]. Durante el período dedicado a esta preparación, todos los esfuerzos del Partido comunista se dirigen a crear el entorno de la dictadura del proletariado, sosteniendo con la propaganda, no sólo de palabra, sino sobre todo con los hechos, el principio cardinal de la dictadura, es decir, del gobierno de la sociedad por parte de la clase proletaria con la privación de toda intervención y derecho político para la minoría burguesa. (…) La incompatibilidad de las dos formas de la actividad [la electoralista, por una parte, y la preparación de la Revolución, por la otra, ndr.] no es una incompatibilidad momentánea que permitiría el paso de una forma de acción a la otra. Ambas requieren largos períodos de preparación y absorben toda la actividad del movimiento durante un prolongado período de tiempo”132.
“Sólo con la condición de que las Secciones del Partido dejen de ser incubadoras de diputados y asesores burgueses, podrán convertirse en embriones de nuevos órganos de poder”133.
A pesar de que ulteriormente la Izquierda Comunista italiana afirmará que ella siempre había planteado la cuestión del abstencionismo en el terreno de la táctica, el hecho de hacerlo derivar de la caracterización de todo un período histórico y de objetivos programáticos generales, amén de que, en agosto 1919, la Fracción Comunista se separó de la mayoría maximalista invocando exclusivamente el argumento abstencionista, todo ello confirma que Il Soviet hizo del abstencionismo una cuestión de principio, y no solamente de táctica (lo que será ulteriormente reafirmado en enero 1920134).
Los planteamientos abstencionistas de Il Soviet carecían de base de sustentación. En primer lugar, porque si bien el PSI era un Partido de clase, no era un partido revolucionario, ni jamás lo había sido, a pesar de la presencia en su seno de grupos, secciones locales y hasta regionales de militantes animados de una sana voluntad revolucionaria. Y no lo era ni lo había sido no por el solo hecho de contener a una corriente reformista y por no tener un programa claramente revolucionario (el de Génova no lo era), sino porque tampoco su mayoría intransigente, la de los Lazzari y los Serrati, había sido capaz de portarse a la cabeza de las luchas insurgentes del proletariado. Y no sería la expulsión de la corriente reformista la que, por sí sola, le hubiese conferido esa capacidad.
La pequeña fracción en torno de Il Soviet estaba convencida de que la expulsión de los reformistas y el hecho de cortar todos los puentes con el parlamentarismo le daría al “maximalismo” la posibilidad y la capacidad de preparar revolucionariamente al Partido y al proletariado, para convencerlo de lo bien fundado de su propaganda por la insurrección violenta y la dictadura proletaria, para lograr finalmente crear el nexo entre los postulados programáticos del socialismo y la movilización de las grandes masas obreras.
Pero esta manera abstracta de plantear la “convergencia” entre el Programa de la III Internacional y la clase obrera no era sino una forma actualizada de la vieja pretensión de lograr el nexo entre el “Ideal” socialista y el movimiento proletario real. Desde 1892, para la socialdemocracia ese “milagro” pasaba por el la actividad parlamentaria y electoral. La Revolución de Octubre echó por tierra esa ilusión reformista.
En el bienio 1919-1920 la Izquierda abstencionista sólo hizo mención de la necesidad de ir hacia las masas para agitar el programa de la Internacional Comunista, pero no pudo responder al interrogante de cuál era, en la situación de entonces, el nexo entre las luchas reales del proletariado y la movilización por el derrocamiento del poder burgués. Ahora bien, en 1919 Il Soviet consideraba que el Partido socialista, expurgado de todo reformismo, de todo electoralismo, y a la cabeza de las masas insurrectas, sería el órgano dirigente de la Revolución. Sin embargo, Il Soviet mismo enmudeció ante las movilizaciones nacionales de las grandes masas contra la carestía de la vida y las de las masas campesinas contra el statu quo agrario. Il Soviet sólo se refirió a los conflictos sindicales, y no hizo ningún intento para proponer al Partido socialista una línea estratégica, ni consignas transitorias que permitiesen establecer el nexo entre las luchas inmediatas y la lucha por el poder (tal como lo reclamará la Internacional en su III Congreso de 1921), ni tácticas que hubieran debido crear las mejores condiciones de esa lucha, y sólo pudo fantasear con la idea de hacer de las secciones locales del Partido los embriones de los futuros Soviets.
El socialismo italiano se verá atravesado por polémicas sobre la naturaleza de los Soviets, de sus futuras funciones, de su funcionamiento, de las condiciones requeridas para su creación, pero ninguna de las corrientes de la “intransigencia” se planteó, en medio de movilizaciones que hicieron temblar a toda la clase dominante y a su Estado, si las condiciones objetivas para la emergencia de los consejos de obreros, campesinos y soldados no estaban ya presentes en 1919.
Es bien cierto que, en ausencia de un fuerte Partido comunista aguerrido, y dada la influencia del reformismo, la inconsistencia veleidosa del maximalismo centrista, la marginalidad de las corrientes revolucionarias, y su falta de respuesta frente a las movilizaciones sociales, la constitución de Soviets en el Bienio Rojo hubiese probablemente provocado inicialmente su caída en la impotencia y la desmoralización. Por ello mismo carecía de todo sustento el proyecto de generar un partido revolucionario gracias a las sola expulsión de los reformistas y al rechazo de toda actividad electoral. Ninguna corriente del socialismo italiano podía por sí sola generar esa situación. Sólo la influencia directa de la Dirección de la Internacional hubiera podido contribuir a ello de manera decisiva.
También es cierto que, en 1919, teniendo en cuenta la maduración de las condiciones revolucionarias, en un verdadero Partido comunista la discusión acerca de la participación o el boicot de las elecciones parlamentarias del mes de noviembre no hubiera estado fuera de lugar, para determinar cuál de las dos tácticas hubiese reforzado al movimiento de masas y debilitado el poder de las clases dominantes135. Pero, dado que ese Partido no existía, era ilusorio pensar que la decisión a favor del abstencionismo y de la sola expulsión del reformismo permitiría cambiar la naturaleza del Partido socialista italiano.
En aquel momento la cuestión central era la formación de un Partido comunista verdaderamente revolucionario. Il Soviet pretendió resolverla avanzando la propuesta de la adopción internacional de la táctica abstencionista y de la expulsión del reformismo. La Internacional Comunista invertirá los términos del problema, y en su II Congreso impondrá, además de un conjunto de Tesis imperativas para todos sus miembros136, las “21 Condiciones” obligatorias para todas aquellas corrientes que quisieran adherir a ella, afirmando que un verdadero Partido comunista estaría en condiciones de practicar el llamado parlamentarismo revolucionario.
Lenin y los bolcheviques vislumbraron tendencias anarquizantes en la posición abstencionista defendida por Il Soviet. Ello podía estar justificado, no por planteos anti-partido, anti-estatales o anti-centralistas (que no eran en absoluto compartidos por esta corriente), sinopor su modo de justificar las posiciones tácticas a partir de consideraciones programáticas generales137 (como también lo hacían el anarquismo y el sindicalismo revolucionario [§I-10]).
En julio 1920, el II Congreso de la III Internacional afirmará que, “en la actualidad, la tarea fundamental (…), desde el punto de vista del movimiento internacional proletario, es el agrupamiento de todas las fuerzas comunistas dispersas, la formación en cada país de un Partido comunista único (o el fortalecimiento y la renovación de los partidos ya existentes) a fin de activar el trabajo de preparación del proletariado para la conquista del poder bajo la forma de dictadura del proletariado”138. En esta perspectiva, el promocionado abstencionismo electoral de Il Soviet constituyó un obstáculo para la convergencia y unificación de las corrientes sinceramente comunistas y para generar sin retardo la posibilidad de contrarrestar eficazmente el accionar centrista de los Serrati y Cía.
La amplia mayoría de los militantes que confluirán en la formación del Partido comunista de Italia no compartieron las tesis abstencionistas de Il Soviet. Esa unificación se realizará finalmente con las fuerzas que aceptarán las Tesis de la Internacional y sus 21 Condiciones de Adhesión. La tesis abstencionista de Il Soviet no jugaron ningún papel positivo en la forja del comunismo italiano.
El 6-7-1919 tuvo lugar en Roma una Conferencia nacional de los partidarios de Il Soviet. Esta Conferencia constituyó de hecho el acta de nacimiento de la Fracción Comunista Abstencionista (para diferenciarse de la corriente de Serrati que se denominará “electoralista”). El 13-7-1919 Il Soviet publicó el Programa de la Fracción con la intención de presentarlo en el Congreso del Partido para sustituir al de Génova de 1892.
El documento esbozó sintéticamente su propuesta para los objetivos generales del Partido antes, durante y después de la conquista del poder, retomando las posiciones anteriormente desarrolladas en el periódico napolitano139.
Las posiciones de L’Ordine Nuovo hasta el Congreso de Boloña (Mayo-Octubre 1919)
7.- El 1 de Mayo 1919, un grupo de socialistas de Turín (Angelo Tasca, Antonio Gramsci, Palmiro Togliatti y Umberto Terracini), con la participación de colaboradores ocasionales, iniciaron la publicación del semanario L’Ordine Nuovo140. Su Programa de Trabajo hablaba de un “semanario de cultura” y de “palestra de discusión sobre temas fundamentales de la sociedad comunista y de su organización práctica”, detallando un conjunto de ítems acerca de los cuales solicitó colaboración141, anunciando además la publicación de trabajos sobre autores clásicos del socialismo. La intención inicial de sus promotores fue de dar a luz una revista cultural.
Con la publicación del editorial “Democracia obrera” (debido a la pluma de Gramsci y Togliatti), el 21 de junio tuvo lugar el golpe de timón hacia una impostación más política, inicialmente de tipo programático general, para luego tratar de orientar la acción del proletariado del Piamonte e influir en el Partido socialista, dando así nacimiento a la tendencia “ordinovista” del socialismo italiano, la que no tendrá peso político en el Congreso de Boloña, pero llegará a influenciar al proletariado de la región, y confluirá más tarde en la fundación del Partido comunista.
El ordinovismo tenía una visión gradualista, ascendente y envolvente del proceso revolucionario, con un pie en el terreno de las transformaciones sociales y otro en el político, basado en los consejos de fábrica, proceso que hubiera debido culminar en la instauración del Estado proletario142.
Si la clave de la marcha ascendente a la Revolución estaba en la capacitación progresiva de las Comisiones de fábrica para cumplir ese papel, el rol del Partido debía ser necesaria y prioritariamente de índole “cultural”143. La reunión de la Sección socialista de Turín del 6-12 aprobó la moción de Terracini que afirmaba que el Estado socialista sólo puede basarse en el poder económico, y que este último se adquiere gracias al control del proceso productivo, de los instrumentos de producción y de cambio, y a la disciplina del trabajo. En consecuencia, el plan de trabajo propuesto a los militantes socialistas concernía la discusión de “los modos y las mejores formas para que las masas trabajadoras estén encuadradas en un sistema de consejos de fábrica, de empresas agrícolas, de municipios, de minería, de laboratorios, de departamentos, de canteras, adherentes al proceso de trabajo y de producción, tal que de la masa se exprese en una jerarquía de funciones que reproduzca la forma de la jerarquía industrial capitalista hasta su culminación, el Estado y el Gobierno, para sustituirla orgánicamente y realizar el gobierno económico-político de los productores”144. En vez de concentrar la acción de los revolucionarios en la preparación tanto política como organizativa de las masas y del Partido a la acción insurreccional para la conquista del poder, los ordinovistas debían prepararse y preparar al proletariado a organizarse en consejos de fábrica para la gestión económica y social de las empresas y de las estructuras productivas de la sociedad.
Estamos aquí muy alejados del marxismo, quien de la destrucción del Estado burgués y de la conquista centralizada del poder hace la condición previa a toda transformación económica y social (transformaciones que no son locales ni de empresa, sino centralizadas estatalmente). Y esto se refiere especialmente a la posibilidad de que las grandes masas trabajadoras se preparen a participar activamente en – y a asumir el control de – toda la actividad económico-social.
Por otra parte, ni Lenin ni la Internacional Comunista hablarán jamás de la conquista del poder como del resultado de la instauración gradual del control obrero de las empresas y de las localidades urbanas. Esa conquista será la consecuencia de la concentración y dirección por parte del Partido de clase de las energías revolucionarias del proletariado, fenómeno que es puramente político. Para el Partido revolucionario, antes de la conquista del poder las organizaciones proletarias de masa (ya sean los sindicatos, los consejos de fábrica, las Camere del Lavoro, los Soviets en caso de que hayan surgido previamente al intento insurreccional) constituyen terrenos de propaganda, de organización, de conquista de una influencia y de movilización de las masas en los enfrentamientos de clase. Sólo después de esa conquista todas esas organizaciones cumplirán funciones de transformación económico-social145.
En base a esa visión gradualista de la progresión de la Revolución, los ordinovistas avanzaron su propuesta de Programa de acción para el Partido socialista:
“Adherir a la Internacional Comunista significa estar persuadidos de la urgente necesidad de organizar (¡sic!) la dictadura proletaria (…). Y significa que “la acción y la fuerza del proletariado” (…) se desarrollará bajo estos dos aspectos:
“1) Organización de los obreros y campesinos por unidad de producción (fábrica, empresa agrícola, aldea, ciudad, región, nación) orientada a adiestrar a las masas en el autogobierno, simultáneamente en el campo industrial y en el campo político;
“2) Desarrollo de una acción sistemática e incesante de propaganda por parte de los elementos comunistas para conquistar rápidamente los poderes en estos organismos proletarios, centralizarlos en un nuevo tipo de Estado (el Estado de los Consejos obreros y campesinos) en el cual se personificará la dictadura proletaria, después [?] de la disolución [?] del sistema económico-político burgués”146/147.
Tres semanas más tarde, los ordinovistas publicaron “Un programma di lavoro” para el Partido, programa que derivaba directamente de sus posiciones programáticas, no dudando en detallar en incisos explicativos el modo de “concretarlo” (para que no pudiese subsistir incertidumbre alguna en cuanto a la manera de implementarlo hasta en sus mínimos detalles prácticos)148.
El 30-8-1919 el Ordine Nuovo declaró adherir al Programa de la fracción maximalista electoralista que llevó las firmas de Serrati, Gennari, Bombacci y Salvatori149 [§IV-5].
Respecto a la eventual escisión y expulsión de los reformistas, afirmó que la separación debía darse en torno de la aceptación o del rechazo de la vía electoral para la conquista del poder150. Pero en ningún momento (hasta mayo 1920) los ordinovistas exigieron esta expulsión como condición previa a la preparación del Partido para la lucha revolucionaria. De hecho, todo el reformismo bien podía aceptar íntegramente, punto por punto, y firmar entusiastamente, el Programa de Acción propuesto por L’Ordine Nuovo.
Para los ordinovistas, además, la ausencia de exigencia de ruptura organizativa resultaba no solamente de la posibilidad real de la participación de las fuerzas reformistas en el Plan de Acción propuesto por ellos, sino también de su visión del porqué de la permanencia de tendencias reformistas (e incluso puramente sindicalistas) en el PSI: éstas no representarían intereses sociales bien definidos y antirrevolucionarios, sino que, por el contrario, serían solamente la consecuencia de una supuesta falta de voluntad y rigor en la prosecución de sus propios postulados ideológicos, cuyo fracaso hubiera llevado a los reformistas sinceros a convertirse en revolucionarios151.
Finalmente, rechazando el abstencionismo de Il Soviet, los ordinovistas reivindicaron una especie de “parlamentarismo revolucionario”, cuyo eje sería la propaganda a favor de su visión gradualista de la Revolución.
Tanto la actividad y la propaganda precisadas en el Programa de Acción, como la actividad parlamentaria, eran perfectamente compatibles con la permanencia del reformismo en el PSI.
El Congreso de Boloña (5-8 octubre 1919)
8.- Lo que estuvo en juego en este Congreso fue el Programa del Partido, la conservación del de Génova de 1892 o su reemplazo por otro acorde con los principios de la III Internacional. Tras esta discusión fundamental estaba en juego la confirmación o no de la adhesión a la Comintern, y la selección o no de las fuerzas del socialismo italiano que debían transformar al Partido socialista en el Partido comunista que debía organizar y dirigir la lucha por la conquista revolucionaria del poder152.
En el curso de su desarrollo se enfrentaron cuatro tendencias153: la reformista (Turati154, Treves), la intransigente unitaria (Lazzari155), la maximalista (comunista) electoralista (Gennari156, Serrati157, Bombacci) y la comunista abstencionista (Bordiga158, Boero, Verdaro).
La corriente reformista, por boca de Turati, reafirmó su adhesión al programa de Génova que hacía referencia a la “conquista del poder público” (“Estado, Comunas, Administraciones públicas, etc.”) por medio del sufragio universal; reclamó la unidad del partido (donde pudiesen continuar a cobijarse todas las corrientes del socialismo italiano) y rechazó la adhesión a la III Internacional; negó la posibilidad concreta de la revolución socialista, en Europa en general y en Italia en particular, sin la reconstitución previa del capitalismo devastado por la guerra; negó la posibilidad de la táctica del parlamentarismo revolucionario verbalmente preconizado por el maximalismo electoralista; rechazó la violencia revolucionaria159 (que sería sólo justificable en caso de atentado contra el sufragio universal; y, en caso de su explosión “espontánea”, debía ser puesta al servicio exclusivo de la obtención de reformas); defendió las solas transformaciones graduales obtenibles por la vía parlamentaria; lamentó el abatimiento de la democracia burguesa rusa y denunció la política bolchevique y al Estado soviético como una aberración de la Historia y del socialismo160.
La tendencia intransigente unitaria de Lazzari hizo la apología de la democracia burguesa161; estuvo en contra del programa maximalista (electoralista o abstencionista), rechazando la conquista insurreccional del poder162, siendo partidario de la conquista democrática-parlamentaria de los “públicos poderes”. Su Moción pretendía completar el programa de 1892 afirmando (sin otra precisión) que “los poderes públicos” deberían ser ulteriormente transferidos a los Consejos de los trabajadores (lo que era una forma insidiosa de combinar “armoniosamente” la democracia burguesa con la democracia proletaria). La moción de Lazzari preconizaba la permanencia en el PSI de todas las tendencias socialistas, siempre que fuese respetada la tan invocada y jamás respetada “disciplina en la acción”163. La corriente reformista se alineó tras la moción de Lazzari con la esperanza de continuar como hasta entonces en el PSI, y sin contraer mayores compromisos.
La moción de la corriente maximalista electoralista sostuvo que el Programa de Génova estaba caduco como consecuencia de la crisis mundial provocada por la guerra y por la situación internacional (pero no por haber sido, desde el inicio, la expresión del reformismo socialdemócrata); que era necesario obrar para la expansión internacional de la Revolución rusa; que la violencia revolucionaria sería necesaria para defenderse de la violencia de la burguesía, para la conquista del poder y la consolidación de las conquistas revolucionarias, y que para ello era necesario concebir los medios de preparación espiritual y técnica. En relación a las próximas elecciones, la moción propuso participar en ellas y en los organismos del Estado burgués para desarrollar una intensa propaganda de los principios comunistas y facilitar el abatimiento de estos órganos de la dominación burguesa164. La moción confirmaba la adhesión del Partido socialista a la III Internacional y preveía acuerdos con las organizaciones sindicales que se situaban en el terreno de la lucha de clase (la CGdL) para que orienten su acción en base a los principios del Partido.165
En un discurso nebuloso, Serrati afirmó la necesidad del cambio de Programa; rechazó el abstencionismo de Il Soviet; desmintió toda intención de cambiar el nombre del Partido; denunció a la democracia como la forma política moderna de dominación de la burguesía y del imperialismo; afirmó que en ese momento la política reformista era un intento de impedir la revolución, pero rechazó tanto la acusación de querer escindir al PSI166/167como la expulsión de la corriente reformista del Partido; y reivindicó el empleo de la violencia en el hurto final entre las clases.
Motivado por la radicalización de las masas y el entusiasmo de las vanguardias obreras por la Revolución rusa y la III Internacional, esta corriente hizo gala de un extremismo verbal inconsecuente al no extraer de sus afirmaciones teóricas las consecuencias prácticas con miras a preparar al Partido y a las masas a hacer frente a los problemas acuciantes de la acción revolucionaria.
El maximalismo electoralista de Serrati encarnaba una nueva forma particularmente perniciosa del centrismo socialdemócrata: reivindicaba verbalmente a la Revolución de Octubre, a la Internacional, a la violencia revolucionaria y a la dictadura del proletariado, pero al mismo tiempo pretendía conciliar la forja de un partido revolucionario con el mantenimiento de la “unidad socialista”, y aspiraba a compatibilizar la acción revolucionaria impuesta por la nueva época histórica (de la que poseía nociones extremadamente confusas) con la vieja práctica socialista y electoralista. Hubo que esperar a que la Internacional imponga las 21 Condiciones de Admisión para que las poses “revolucionarias”, eclécticas y ambiguas del maximalismo centrista fuesen desenmascaradas en los hechos. Esto exigirá otros 16 meses de lucha acérrima por parte de la Internacional y de la Izquierda Comunista, pero también implicará un retraso dramático en la formación del Partido comunista y el desaprovechamiento de una situación general favorable a la causa revolucionaria.
La corriente comunista electoralista cobijaba en realidad diferentes componentes. Dos de ellas, tras constatar la inconsecuencia, el eclecticismo y la impotencia de la dirección maximalista, confluirán en enero 1921 en la fundación del Partido comunista. Una de ellas estuvo conformada por la izquierda comunista no abstencionista (Fortichiari, Repossi); la otra lo fue por los ordinovistas (que en el Congreso, al igual que los reformistas, los intransigentes unitarios de Lazzari, y maximalistas unionistas de Serrati y Cía., estarán por la “unidad” organizativa de todas las corrientes socialistas168). La componente mayoritaria del maximalismo, con Serrati a la cabeza, quedará fuera de la Internacional.
La Fracción Comunista defendió su Moción y su Programa [§IV-6]. Su Moción declaró caduco el Programa de Génova; reafirmó la adhesión del Partido a la Internacional Comunista, la aceptación de su Programa y su compromiso en observar la disciplina a las Resoluciones de sus Congresos internacionales; declaró incompatible la adhesión al Partido de quienes proclamaban la posibilidad de la emancipación del proletariado en el ámbito de la democracia burguesa y repudiaban la lucha armada para la instauración de la dictadura proletaria; reclamó la adopción del nombre de Partido Comunista italiano; propuso abstenerse de la participación en las elecciones y la necesidad de “crear los órganos proletarios y los medios prácticos de acción y de lucha necesarios al logro de todos sus sucesivos pilares programáticos”169.
La intervención de Bordiga170 retomó los ejes centrales de la batalla precedente de Il Soviet, haciendo hincapié en: • la crítica de la democracia burguesa y de la desviación socialdemócrata del marxismo, saludando la disolución de la Constituyente por los Bolcheviques; • la defensa de la Revolución de Octubre y de la validez internacional de sus métodos y formas de acción; • la reivindicación de la insurrección, la lucha armada, la conquista del poder político, la instauración de un nuevo Estado basado en los Soviets, la dictadura del proletariado dirigida por el Partido; • la crítica de la ideología y de la política del reformismo; la denuncia de su futuro papel abiertamente contrarrevolucionario; y la necesidad de la escisión ya hoy para descartar el peligro que representaba esa quinta columna dentro del Partido; • la defensa de la táctica del abstencionismo electoral como válida para todos los partidos adherentes a la Internacional Comunista y la crítica del “parlamentarismo revolucionario”171; • la constatación de que las propuestas programáticas de la Fracción Comunista Abstencionista y de la Fracción Maximalista Electoralista eran sustancialmente idénticas; y que sólo diferían sobre la táctica electoral; • la negación de que se pueda estar en el Partido revolucionario sólo por disciplina, sin compartir su programa (afirmación que se oponía radicalmente a la posición “unitaria” común a los reformistas y al maximalismo unitario, y que será una divisoria de aguas capital en el momento de la fundación del Partido comunista); • la constatación de la divergencia entre ambas fracciones maximalistas en lo referente a la expulsión de toda corriente o adherente en desacuerdo con el programa comunista (rechazada por la corriente electoralista, reivindicada por la corriente abstencionista); y la denuncia de que la posición unitaria de la Dirección maximalista estaba motivada por cálculos electoralistas ante las próximas campañas parlamentarias y comunales.
En sus intervenciones, el turinés Boero y el florentino Verdaro exigieron el cambio de nombre del Partido por el de Partido Comunista de Italia, la expulsión de los reformistas y la reivindicación de una mayor actividad de propaganda en el seno del Ejército y del campesinado172.
La divergencia entre las dos corrientes que se reivindicaban de la III Internacional era una diferencia de táctica en la cuestión electoral, pero era de principio en relación a necesidad de la expulsión de las corrientes reformistas. Por ello, la Fracción Comunista propuso al maximalismo electoralista poner en sordina su propio abstencionismo a cambio de la expulsión de la tendencia reformista. Esta propuesta fue rechazada por evidentes motivaciones electoralistas173.
En la votación final, la moción maximalista electoralista obtuvo una aplastante mayoría con 48.411 votos (el 73%) de 1.012 secciones; la moción intransigente unitaria de Lazzari (apoyada por todo el reformismo) obtuvo una primera minoría significativa con 14.880 votos (el 22%) de 339 secciones; y la moción de la Fracción Comunista obtuvo 3.417 votos (el 5%) de 67 secciones. La Dirección nombrada por el Congreso quedó constituida exclusivamente por representantes del maximalismo electoralista174, con Nicola Bombacci como Secretario general175.
Fue así como la corriente reformista permaneció en el Partido socialista, apañada por la tendencia de Serrati. Gran parte de los maximalistas electoralistas estaban hipnotizadas por las próximas “batallas electorales” y la conquista de escaños parlamentarios y municipales, bien lejos del espíritu del parlamentarismo revolucionario de Lenin176. La función objetiva de esta tendencia era impedir o dificultar una clara polarización de las fuerzas políticas en el campo proletario, y capitulaba ignominiosamente ante el accionar resuelto del reformismo.
Como consecuencia del Congreso de Boloña, la Izquierda Comunista se constituyó inmediatamente después en Fracción Comunista Abstencionista, con su propio Comité Central y su propia organización dentro del PSI177.
La Fracción Comunista no buscó provocar en esta ocasión una escisión para fundar un Partido comunista ultra minoritario desembarazado del reformismo. El 18-3-1919 el PSI había proclamado su adhesión a la Internacional Comunista, adhesión aclamada en el Congreso de Boloña y ya aceptada por la Comintern. La Dirección de la Internacional no hubiese entendido el porqué de una escisión en un Partido que estaba dirigido por la corriente que había promovido un Programa netamente comunista. Ello hubiera generado una total confusión en el proletariado italiano y en las relaciones con la Internacional178.
Inmediatamente después del Congreso de Boloña, el PSI se volcó de lleno en la preparación de las elecciones legislativas del 16 de noviembre agitando un programa formalmente revolucionario (“¡Todo el poder a proletariado organizado en sus Consejos!”, “¡Quien no trabaja no come!”, “¡Viva la República socialista!”). Con 32% del total de los votos y 156 diputados electos (triplicando así el número precedente de representantes socialistas en el Parlamento), los comicios hicieron del PSI el partido más votado179/180.
La primera manifestación parlamentaria del nuevo GPS tuvo lugar el 1-12-1919 durante la inauguración de la legislatura, cuando a iniciativa del reformista Modigliani el conjunto de los diputados socialistas se retiraron del recinto antes del discurso de la Corona, “para (así) afirmar de manera inequívoca la necesidad concreta y actual de un cambio radical en el orden institucional” que volviese posible ulteriores (!) conquistas socialistas181. Bastó con esa manifestación antimonárquica para que los diputados socialistas fuesen agredidos por elementos nacionalistas, lo que desató espontáneamente huelgas generales en numerosas ciudades, dando lugar a graves enfrentamientos con numerosos muertos y heridos en Roma, Milán, Turín, Boloña, Mántova y otras localidades.
El 3-12, el reformista Treves intervino en el Parlamento con un discurso que expresaba preocupación tanto por una supuesta contrarrevolución ya en marcha como por la revolución que amenazaba con desencadenarse, recibiendo por ello loas del Presidente del Consejo Nitti (quien le dio seguridades de su compromiso con el mantenimiento del Orden público). Dos meses después del Congreso, el reformismo, mayoritario en el GPS, tenía nuevamente el espacio necesario para desenvolver su acción a favor de la legalidad democrático-burguesa.
Las luchas sociales en Italia hasta septiembre 1920
9.- Durante el primer semestre de 1920, la marea de luchas obreras iniciadas en 1919 se prolongó sin interrupciones, alcanzando su punto culminante con la ocupación de fábricas en septiembre de ese año182. Por otra parte, las luchas en el campo, lejos de amainar, se agudizaron por la reacción y organización crecientes de los terratenientes y de la burguesía agraria183.
La lista siguiente está muy lejos de ser exhaustiva (y sólo es dada aquí como muestra de su variedad y extensión geográfica)184.
Enero: movilizaciones y enfrentamientos, con muertos y heridos, en las regiones de Boloña y Piacenza por las renovaciones de los contratos de arrendamiento y aparcería; huelga de los tranviarios; movilización de los trabajadores de correos y telecomunicaciones y de ferroviarios con la conquista del derecho de huelga y por reivindicaciones de categoría.
Febrero: huelga de 60 mil obreros agrícolas de la región de Ferrara que se extenderá por la Italia central y septentrional e involucrará a todo el Piamonte durante más de un mes185; larga huelga de los trabajadores de la industria química; huelgas generales en Nápoles, Terni, Treviso, Palermo, Boloña.
Marzo: huelga de los metalúrgicos de Turín por el reconocimiento de los consejos de fábrica; huelga de 150 mil campesinos en la baja Lombardía y el Piamonte; huelga de las “lancette” de Turín [§IV-11]; huelga general en Turín con la participación de 120 mil trabajadores de la ciudad y la provincia; huelga de los metalúrgicos de Liguria por el pago de las horas de inactividad forzada (con el apoyo de la población, choques armados y ocupación militar de Génova186).
Abril: huelgas de los obreros del calzado, metalmecánicos, estatales (tabacaleros, de la moneda, de los arsenales), de correos y comunicaciones, ferroviarios, portuarios; agitaciones agrarias en el sur, en el Piamonte (Vercelli, Novara, Pavía, Véneto), en la región de Boloña (con muertos y heridos); huelga general de los metalúrgicos de Turín por el reconocimiento y las atribuciones de los consejos de fábrica.
Mayo: continuación de la movilización de los trabajadores de correos y telecomunicaciones; huelga de los trabajadores de albergues y restaurantes; imponentes movilizaciones de los jornaleros agrícolas en las provincias de Novara y Parma; de los barrenderos en Roma; de los carpinteros de Milán durante todo un mes; de los ferroviarios de Brescia, Oneglia y Trieste, y de los navales de Trieste y Génova para bloquear los envíos de armas y municiones enviados a Polonia para la guerra contra la Rusia soviética.
Junio: movimientos nacionales de los madereros; fin de un largo movimiento de los jornaleros agrícolas de la Provincia de Verona; huelgas de vidrieros, hojalateros, cajoneros y jornaleros agrícolas (Roma, Casale, Rímini, Toscana, Macerata, Teramo); huelga nacional de los ferroviarios (día 17); huelga general en Milán de protesta por los muertos de la represión en una manifestación de solidaridad con los ferroviarios (día 24); amotinamiento en Ancona (con barricadas y asalto a armerías) de un Regimiento que rehusó su traslado a Albania; manifestaciones de solidaridad en varias ciudades en solidaridad con los acontecimientos de Ancona.
Julio: movimientos de los jornaleros agrícolas de las regiones de Florencia, Siena, Boloña, Ferrara, Forlí; choques entre campesinos y propietarios en la región de Bari (4 muertos y 9 heridos) y Siena (4 muertos); huelga de los tranviarios de Roma; huelga general en Roma por la destrucción por escuadras fascistas de la tipografía que imprimía el Avanti!
Los Consejos de fábrica de Turín
10.- La sistemática fragmentación de las reivindicaciones y de las luchas obreras por parte de la CGdL, su burocratización y su política antirrevolucionaria en una situación histórica de agudización máxima de los antagonismos de clase, hicieron que importantes sectores obreros industriales buscasen nuevas formas organizativas en las cuales pudiesen participar de manera directa, y capaces de representar mejor sus intereses inmediatos. Esa tendencia emergió en los establecimientos fabriles de Turín en agosto 1919 y culminará con las ocupaciones de fábrica de septiembre 1920. Los consejos de fábrica, constituidos por los commissari di reparto (delegados de los distintos sectores, secciones o departamentos de las fábricas), fueron la expresión de una tendencia que emergió no sólo en Italia, sino también en Alemania (donde jugarán un papel importante en 1923). El movimiento se inició el 6-9 con la elección de los delegados por sectores en Fiat Centro y en Fiat Brevetti, y el 27-9 en Fiat Diatto.
Mientras que las Comisiones Internas eran emanaciones de las estructuras sindicales y de las Camere del Lavoro, las Comisiones de fábrica y de las secciones fueron elegidas por el conjunto de los trabajadores, sindicalizados o no (salvo inicialmente en Fiat-Centro)187/188. El Programa adoptado por la Asamblea General de los delegados de fábrica del Turín del 31-10 (y que representaban a más de 30.000 obreros) afirmaba que todos los obreros podían participar en la elección de los delegados de las secciones, pero que los candidatos debían estar necesariamente sindicalizados189.
Los sindicalistas de la FIOM se opusieron desde el inicio a que los trabajadores no sindicalizados votasen en la elección de los delegados de las secciones, queriendo limitar así su papel al de “correas de transmisión” de las Comisiones Internas190. La misma posición fue asumida por Serrati, quien tomó la defensa del reformismo sindical contra estas nuevas organizaciones de masas, declarándose “consternado” por hacer participar a los obreros no sindicalizados en las decisiones relativas a los intereses materiales de los trabajadores191.
El Congreso de la Camera del Lavoro de Turín del 14-12 concluyó con la victoria de la Moción Boero, partidaria de la elección de los delegados de fábrica con la participación de todos los trabajadores, dando un impulso a su desarrollo en la región192.
En cuanto materialista, todo marxista debe distinguir los impulsos materiales y las razones reales que generan las organizaciones de las masas, así como sus potencialidades, de las teorizaciones de sus protagonistas. Está claro que la emergencia de las Comisiones de fábrica era una reacción contra el reformismo sindical y el “nulismo” seudo-revolucionario del PSI. La forma “de empresa” del movimiento permitía la participación directa de amplios sectores fabriles en la toma de decisiones impuestas por las circunstancias, pero también podían ser generadoras de localismo, de corporatismo y de fragmentación de las movilizaciones obreras, amén de la adhesión a una concepción apolítica de la lucha revolucionaria. Ese peligro sólo podía ser superado gracias a la acción de un partido realmente revolucionario que integrase ese movimiento espontáneo en una estrategia de conjunto que apuntase a desalojar al reformismo de sus posiciones y a hacer confluir al conjunto de las expresiones obreras en un movimiento político unitario y centralizado por la conquista del poder.
Desde su inicio, los representantes de los consejos de fábrica enarbolaron una ideología obrerista, prima hermana del anarco-sindicalismo. En la Declaración de Principios adoptada por la primera Asamblea General de los delegados de fábrica de Turín, haciendo suya la ideología del ordinovismo, se atribuyen la exclusividad de la representación económica y política del proletariado; afirman que “las directivas del movimiento obrero deben surgir directamente de los obreros organizados en los lugares mismos de la producción y deben expresarse por medio de los delegados de fábrica”; ven en los consejos de fábrica la encarnación de “la acción de todo el proletariado solidario en la lucha por la conquista del poder público, por la supresión de la propiedad privada”; y sostienen que son “la primera afirmación concreta de la Revolución comunista en Italia”.
Los delegados de fábrica no se declararon opuestos a la existencia de las organizaciones sindicales, ya que las consideraron necesarias para la organización de categorías particulares de trabajadores para la obtención de mejoras salariales y de los horarios de trabajo; y apuntaron a hacer de los sindicatos organizaciones subordinadas al sistema de los Comités de fábrica, diciendo aceptar la disciplina y las directivas sindicales “siempre y cuando estas directivas hayan sido dadas por los delegados de fábrica en cuanto representantes de la masa trabajadora”. Al mismo tiempo, se declararon favorables a la adhesión de todos los sindicatos a la CGdL.
La reacción obrerista y antirreformista del proletariado de Turín encontró en el ordinovismo su expresión ideológica más acabada, así como un contenido programático y de principios que lo llevará a un callejón sin salida. A su vez, el ordinovismo vio en las Comisiones de fábrica de Turín el nacimiento de esas organizaciones fabriles que, en su visión de un proceso revolucionario gradual, ascendente y envolvente, debían constituir los ladrillos del “creciente” poder económico, social y político de las masas trabajadoras.
La huelga de las “lancette”
11.- A pesar de la fraseología extremista de la Dirección socialista, la ausencia de toda decisión y preparación revolucionarias, y el accionar antirrevolucionario de la CGdL, hicieron que la burguesía industrial italiana (con Agnelli y Olivetti a la maniobra), y todas las fuerzas abiertamente contrarrevolucionarias, se dispusiesen decididamente a revertir la relación de fuerzas generada en la inmediata posguerra.
A inicios de 1920, al igual que la gran burguesía de otros países europeos, la Cofindustria y la patronal metalúrgica193, con el apoyo directo del Estado, estaban decididas a resistir y, en la medida de lo posible, a pasar a la ofensiva para cuestionar las concesiones que habían debido otorgar en 1918-1919 al tratar de desactivar la combatividad obrera en las grandes industrias, y en primer lugar a contrarrestar la extensión de los Comités de fábrica e impedir su accionar194. El conflicto de la “lancette” (agujas) fue la primera ocasión de la puesta en marcha de la contraofensiva patronal.
Iniciado el 22-3, este enfrentamiento, que se extenderá por todo el Piamonte durante el mes de abril, surgió de un problema en apariencia nimio: el rechazo por parte de los trabajadores de la reinstauración de la hora oficial en vigencia durante la guerra, y la decisión de los 3 delegados obreros de la Comisión Interna de la Industrie Metallurgiche de Fiat de modificar motu propio la hora indicada en el reloj de la empresa, lo que dio lugar a sus despidos y, como reacción obrera, a la ocupación de la fábrica. Lo que estaba en juego en este conflicto eran las atribuciones de las Comisiones Internas y de los consejos de fábrica, y por ende el problema del poder de decisión en la empresa195.
Simultáneamente, los trabajadores de las acerías de Fiat se declararon en huelga con ocupación de la fábrica por el pago a los delegados de las Comisiones Internas de las horas insumidas en el ejercicio de sus funciones. La respuesta de la patronal fue contundente, declarando el lockout de todas las empresas afectadas y el desalojo de los trabajadores por la policía. En contrapartida, el 26-3 la FIOM declaró la huelga de celo en 44 empresas mecánicas. En tanto que, a partir del 29-3, el Gobierno desplegaba la policía y el Ejército para asegurar el control de la ciudad (prácticamente en estado de sitio), los industriales elevaron el nivel del enfrentamiento extendiendo el lockout a todas las empresas en conflicto y llamando a la organización de comités de “defensa cívica”.
A pesar de todos los intentos conciliatorios de la FIOM y de su aceptación el 2-4 del diktat de la patronal en la Industrie Metallurgiche, y pese a sus manifestaciones públicas que traducían suespíritu de conciliación y su voluntad de pacificación, la patronal exigió que la FIOM desautorizase públicamente las iniciativas decididas por los trabajadores, lo que provocó a su vez una fuerte reacción de los delegados obreros. La intervención personal en las negociaciones del secretario nacional de la FIOM196 tampoco logró superar las diferencias. Las exigencias suplementarias de la patronal de volver a negociar las atribuciones de las Comisiones Internas y su cuestionamiento radical de la existencia misma de las Comisiones de fábrica hicieron naufragar todas las maniobras de la FIOM para que los trabajadores aceptasen la capitulación en rasa campaña. En esas condiciones, a la rastra de la Camera del Lavoro, del Comité de Agitación y de la sección socialista de Turín dirigida por los ordinovistas, la FIOM estuvo obligada a plegarse a la huelga general por tiempo ilimitado a partir del 13-4, huelga que tenía como propósito declarado: a) resolver los conflictos ya en curso; y b) obtener el reconocimiento de los “organismos de empresa que tienen por objetivo la autonomía disciplinaria de las masas y el control de la producción”. Se trató de uno de los movimientos de lucha sindical más notables de la historia del movimiento obrero italiano.
La huelga en las industrias metalúrgicas y mecánicas suscitó un movimiento general de solidaridad en la ciudad (con la adhesión activa y total de los tranviarios, postales, ferroviarios, municipales, institutores, bomberos, …), la paralización durante 11 días de Turín y de todo el Piamonte. La tropa asedió a la Camera del Lavoro, impidiendo el ingreso de los trabajadores; la policía cargó contra las concentraciones y mítines de obreros197. Involucrando en su momento culminante a más de medio millón de trabajadores de la región y fuera de ella, el 16-4 la huelga se extendió a Asti, Pinerolo, Casale Monferrato, Chivasso, Santhià; el 17 a la Provincia de Biella, el 18-4 a Novara (de donde 300 mil campesinos en huelga enviaron mensajes de solidaridad), Vercelli, Alessandria y el Valle de Aosta; el 19-4 a Pavía y la Lomellina. Los días 21 y 22 de abril pararon a su vez los ferroviarios de Voghera, Novi y Bra. Los ferroviarios de Livorno impidieron el 18-4 que los trenes que transportaban formaciones militares se dirigieran a Turín, y los portuarios de Génova bloquearon un acorazado que debía ser utilizado para el transporte de tropa. Huelgas de solidaridad de los ferroviarios, con el bloqueo de trenes militares, se declararon el 19-4 en Florencia, Lucca, Pisa y Boloña.198/199
La dirección de la huelga estaba dirigida por un Comité de agitación elegido por la Camera del Lavoro y por las secciones y federaciones provinciales socialistas. El Comité intentó vigorosamente extender el movimiento que, motivado por la exigencia del reconocimiento de las Comisiones de fábrica, fue una reacción de clase contra una provocación patronal y se transformó en una movilización general de autodefensa. Desde el 14-4 el Comité solicitó a la CGdL y al PSI la extensión de la huelga a escala nacional. Dejando al proletariado del Piamonte librado a la ofensiva burguesa-estatal, tanto la Confederación como el Partido se lavaron las manos, negándose a desencadenar un movimiento nacional de solidaridad, que a ese estadio ya era una cuestión no solamente sindical, sino de orden claramente político. Mientras que el enemigo contaba con un Estado Mayor que centralizaba todos sus recursos en esta batalla, la clase obrera del Piamonte sólo podía contar con sus propias fuerzas regionales, y con una quinta columna en su seno que sólo esperaba su derrota.
Para la CGdL, esta negativa resultaba, en primer lugar, de su oposición a dar a los Comités de empresa un papel central en las relaciones con la patronal. Ella podía aceptar el principio de estos comités siempre y cuando estuviesen subordinados a sus propias estructuras sindicales, tratando así de vaciarlos de su potencial antirreformista y antiburocrático200. En cuanto a la FIOM, ésta continuó las tratativas con la patronal, dirigiéndose a los trabajadores en huelga como portavoces comprensivos de las exigencias patronales201.
A pesar de todas sus poses revolucionarias, la Dirección del PSI debía necesariamente retroceder ante una prueba de fuerza que ella misma no podía ver más que como un “salto en el vacío”202, y trató de salir del mal paso delegando la responsabilidad del movimiento en la CGdL. Un representante de la Dirección (Regent) y D’Aragona por la Confederación fueron enviados de urgencia a Turín, donde no sólo rechazaron de plano la demanda de extensión nacional, sino que exigieron limitar la movilización a la sola provincia de Turín (a pesar de que ya se había extendido por todo el Piamonte), y despojarlo de todo alcance político.
Sin tener mínimamente en cuenta la relación de fuerzas a nivel nacional, el Comité de Agitación pretendió “elevar” el horizonte de la movilización al plantearla en términos de lucha inmediata por el reconocimiento nacional de los Comités de fábrica (reconocimiento que hubiera ya representado una victoria en el caso de lograr imponerse en las empresas en lucha). Por otra parte, influenciada por las teorizaciones ordinovistas de tipo consejista [§IV-8], le atribuyó los objetivos inmediatos del “control de la producción” y del “poder en la empresa” (lo que era un despropósito antes de la conquista revolucionaria del poder)203/204.
En su primera reunión del 21-4 con el Prefecto y con el representante de la patronal (Gino Olivetti), D’Aragona declaró que él no aspiraba más que a un desenlace “honorable” del conflicto, y el 22-4 aceptó sin más las exigencias de la patronal que habían sido rechazadas el 13-4 por los delegados obreros. El Consejo de las Ligas de la Camera del Lavoro, sin consultación previa de los delegados de fábrica, decidió aceptar apresuradamente la propuesta de D’Aragona y llamó motu propio a terminar la huelga. Ante la negativa de la CGdL y del PSI de extender nacionalmente el movimiento, la mayoría de los delegados de fábrica decidieron en un primer momento plegarse al diktat patronal-sindical sin firmar acuerdo alguno. Pero 24 horas más tarde la presión sindical terminó por hacer ceder a la mayoría de los delegados, no sin que éstos emitieran un comunicado responsabilizando a la CGdL de la derrota final.
La derrota del movimiento de los comités de fábrica de Turín dio lugar a una andanada nutrida de los capitostes de la CGdL y de la FIOM contra la “manía” de desencadenar huelgas locales y huelgas generales; contra los reclamos de extensión y generalización de las movilizaciones; contra los intentos de politizar los conflictos sindicales; contra el intento de aunar las luchas urbanas con las agrarias; contra los ataques de sectores socialistas y obreros hacia la CGdL; contra la autonomía de los Comités de fábrica respecto a los sindicatos confederales; contra la idea supuestamente irrealista de la presencia de un proletariado revolucionario en Turín205.
Los acontecimientos de Turín de la primavera de 1920 fueron el “ensayo general” de las ocupaciones de fábrica del mes de setiembre, la más importante movilización de proletariado industrial de la posguerra, de las maniobras del reformismo sindical para impedir que las luchas obreras rebalsasen los cauces del Orden establecido, de la bancarrota política definitiva del maximalismo centrista, y de la inanidad de los planteamientos del ordinovismo. Estos últimos acontecimientos, a su vez, estuvieron precedidos por la revuelta de Ancona.
El amotinamiento de los bersagliere206 de Ancona
12.- El amotinamiento de junio 1920 fue el último sobresalto militar contra la política bélica e imperialista del Estado italiano, y el coletazo final de la movilización de masas contra la guerra que se expandió a partir de la debacle de Caporetto.
Durante la guerra, el Ejército italiano había ocupado territorio albanés y el puerto de Valona (hoy Vlore o Vlorë)207. En junio 1920 las fuerzas albanesas asediaron la ciudad y los militares italianos reclamaron la llegada urgente de refuerzos.
En Trieste, tres buques estaban ya listos para transportar contingentes militares, cuando algunos bersagliere de un regimiento de asalto entraron en contacto con la redacción del periódico socialista “Il Lavoratore” y la Camera del Lavoro, dando lugar, el 11-6, a una fuerte movilización popular contra el envío de tropas, y a enfrentamientos en una de las casernas entre los soldados y la oficialidad. A partir de allí la oficialidad logró que zarpase apresuradamente sólo una fracción del contingente inicialmente previsto.
Hasta el 29-6, el Avanti! se limitó a un análisis general y de principio de la situación, sin que la Dirección del Partido llamase a una movilización activa y en gran escala contra la intervención208.
El 22-6 hubo un gran mitin en Milán, en otros centros de Lombardía y de Emilia contra la intervención en Albania, con enfrentamientos con las fuerzas represivas.
El 19-6 el Ministro de la Guerra de Nitti209 dio la orden de aprestar 400 soldados del 33° Batallón del 11° Regimiento para ser embarcados el 26-6 en el puerto de Ancona. El 25-6 los bersagliere expresaron abiertamente su oposición, formaron un Comité que entró en contacto con la Camera del Lavoro, comunicándole su decisión de oponerse a la partida y solicitando el apoyo de las organizaciones obreras.
A las 2 de la madrugada del día 26 se produjo un amotinamiento en la caserna de Villarey y la detención de una parte de la oficialidad210. El cuartel fue asediado rápidamente por carabineros y guardias reggias. La población obrera de Ancona desencadenó inmediatamente una huelga general de solidaridad, en tanto que un grupo de 300 a 400 civiles insurrectos, constituido por anarquistas, socialistas y jóvenes de los barrios obreros, a los que se les agregaron bersagliere pertrechados con ametralladoras, dieron inicio a enfrentamientos con las fuerzas represivas que duraron todo ese día. El 27-6 la situación evolucionó decididamente a favor de las fuerzas gubernamentales que recurrieron a fuego de artillería, autoblindados y cazatorpedos.
Mientras que el intento insurreccional de Ancona terminaba siendo aplastado, la insurgencia se extendió por las regiones vecinas de Ancona, de Umbría y de la Romagna.
“En Ancona, en Pesaro, en Jesi, en Tolentino y en otras partes – como también en Terni, Rímini, Forlí, Cesana – las jornadas de junio 1920 estuvieron caracterizadas no solamente por las huelgas, por manifestaciones populares de protesta y solidaridad, sino también por intentos insurreccionales, por conflictos con las fuerzas de la policía y del ejército que reaccionaban violentamente, más allá de todo límite legal, en el terreno de una verdadera guerrilla de clase”.211
Las movilizaciones de solidaridad con los acontecimientos de Ancona también se repercutieron en Milán (con paros laborales), Cremona (huelga de 48 horas), en Roma (huelga “a ultranza” convocada el 28-6 por la Camera de Lavoro, y prolongada el día 29), en Turín (donde el 28-6 los trabajadores de numerosas empresas se declararon espontáneamente en huelga y la continuaron el 29-6 a la espera de las decisiones del Partido socialista, que sólo atinará el 30-6 a llamar a la vuelta al trabajo).
Los acontecimientos de junio provocaron 26 muertos en la sola ciudad de Ancona (11 militares y 15 civiles), centenares de heridos (cuyo número exacto fue imposible de establecer porque la mayoría evitaba ir a curarse en instituciones públicas), a un número incalculable de detenciones (incluyendo a mujeres y niños) y a enjuiciamientos.
Tanto la Dirección de la CGdL como la del Partido socialista siguieron de lejos los acontecimientos en curso, sin hacer absolutamente nada para impulsar y generalizar las movilizaciones de solidaridad con los bersagliere de Ancona, poniendo en evidencia su falta de voluntad o incapacidad para encabezar decididamente una movilización de masas. A la rastra de los acontecimientos, recién en el momento en que las movilizaciones se extinguían, el 29-6 las Direcciones del Partido y de la CGdL lanzaron conjuntamente un Manifiesto al proletariado y a los bersagliere atribuyéndose el mérito de haber hecho retroceder al Gobierno. Y sacando pecho, ahora que la tormenta había pasado, pero no la represión, concluyó amenazando con desencadenar la Revolución en caso de amenaza de una nueva guerra, ya que el proletariado y el Partido sabrían entonces (entonces sí…) cumplir con su deber212.
El 2-7 la Dirección emitió un comunicado afirmando que “el Gobierno dio seguridades claras y solemnes de renunciar a toda empresa guerrera en el exterior y a toda represión de clase en el interior”, y llamó a terminar con las movilizaciones. El maximalismo podía entonces volver a concentrarse en su rutina, a la espera que una conjunción de astros crease las condiciones favorables para una victoria revolucionaria de la que no tenían la mínima idea de cómo prepararla, ni de cómo organizarla, ni de cómo dirigirla.
Por su parte, L’Ordine Nuovo sólo hizo una referencia marginal a estos acontecimientos publicando el 10-7 una nota editorial que no exigía directamente el retiro inmediato de las tropas italianas de Albania, y que acusaba al Gobierno italiano de indiferencia ante el peligro de masacre del contingente italiano de Valona (con el argumento de que estaba constituido fundamentalmente por soldados revolucionarios socialistas y anarquistas), reivindicando al mismo tiempo “el coraje” (¡sic!) de preguntarse si “la táctica a seguir es precisamente la de impedir la partida de tropas hacia Albania, dado que son necesarias para liberar a las tropas (italianas en Valona) del ataque (de los albaneses) y evitar la masacre”213.
En cuanto a Il Soviet, éste sólo publicó el 11-7 una nota interior, “Via dall’Albania!”. Sin hacer referencia alguna a las muy recientes movilizaciones contra el transporte de tropas a Valona, la nota puso en guardia contra el peligro de una nueva guerra que estaría detrás de las medidas decididas por el Gobierno de Giolitti. Contra este peligro y como sola garantía, la nota planteó la perspectiva de la Revolución. Junto a la expresión de indiferencia política, se trató de una simple petición general de principios, dejando sólo entrever, gracias a su título, el reclamo del retiro de las tropas italianas estacionadas en Albania.
Las ocupaciones de fábrica de agosto – septiembre 1920
13.- Tras su victoria de abril 1920 sobre el proletariado de Turín, la patronal metalúrgica desplegó decidida y sistemáticamente una política empresarial represiva. Fue en esas condiciones que la FIOM convocó para el 20 de en mayo en Génova un Congreso extraordinario donde la Dirección hizo adoptar un Memorial con los reclamos a elevar a la patronal. El contenido de la lista de reivindicaciones combinaba demandas salariales extremadamente modestas214 con la institución de un convenio nacional único y aumentos inversamente proporcionales a los montos salariales215. La intención explícita del secretario nacional de la FIOM (Buozzi) era hacer pagar el moderado aumento de los salarios nominales con el incremento de la productividad del trabajo y el retorno a la “normalidad” en las empresas216. El cálculo de los bonzos de la FIOM estaba basado en presupuestos falsos: a saber, la resignación y debilitamiento de la combatividad obrera como consecuencia de la derrota de abril; la disposición de la patronal a aceptar concesiones mínimas en aras del retorno a la “normalidad”; y, por consiguiente, una estabilización de la situación general exenta de grandes conflictos.
Durante el mes de junio (plazo dado por la FIOM a la patronal para obtener una respuesta) tuvieron lugar los tumultos populares contra la decisión del Gobierno de Nitti de elevar el precio político del pan, su dimisión y reemplazo por el Gobierno presidido por el insumergible Giolitti, y el sublevamiento de los bersagliere de Ancona.
Decidida a dar pelea, en los meses de junio y julio la patronal opuso un cerrado rechazo a las reivindicaciones del Memorial, lo que provocó el 24-7 la decisión prudente de la Federación de avanzar un peón decretando el llamado “obstruccionismo” parcial (los obreros metalúrgicos se negarían a hacer horas extraordinarias en los trabajos de mantenimiento), lo que inmediatamente produjo una caída significativa de la producción. El 13-8 se concretó la ruptura definitiva de las negociaciones como resultado de la cerrada negativa patronal a consentir la mínima concesión. Una nueva Conferencia extraordinaria convocada el 16-8 por la FIOM decidió extender y generalizar a partir del 20-8 el alcance del “obstruccionismo” al conjunto del proletariado metalúrgico de toda Italia, involucrando en el conflicto a los 400.000 obreros del sector, decretando no sólo el rechazo de todo trabajo extraordinario, sino también de cualquier medida que tendiese a la intensificación de la producción217. La dirección conciliadora de la FIOM se encontró involuntariamente entrampada entre la no prevista intransigencia de la patronal y el no previsto empuje combativo de sus bases obreras. La movilización nacional de los trabajadores siderúrgicos fue total y completa, tanto en las grandes como en las pequeñas empresas218. La ya previa combatividad obrera se encontró galvanizada y potenciada no sólo por la decisión nacional de la Federación metalúrgica, sino también por la verborragia revolucionaria del Avanti! que, en ese momento, elevó la “apuesta” afirmando que se estaba a la vigilia de la lucha por la conquista del poder219.
Luego de un corto período de incertidumbre en las filas patronales, y de tratativas entre éstas y el Gobierno, el empresariado metalúrgico de Lombardía se decidió por el lockout, a pesar de la oposición de Giolitti ante el reclamo de los industriales para obtener la seguridad de la intervención represiva del Estado contra posibles ocupaciones obreras.
El cierre patronal se inició en Milán el 30-8 en la Alfa Romeo. Queriendo adelantarse a un lockout generalizado, los sindicalistas de la FIOM de Milán, con el inmediato apoyo del Comité Central de la Federación, dieron la directiva de la ocupación de aproximadamente 300 instalaciones metalúrgicas de la Comuna. A partir del 31-8 el conjunto de los industriales metalúrgicos del país decidió el lockout de todas las empresas. En reacción, los trabajadores ocuparon pacíficamente (salvo en muy contadas excepciones) los establecimientos afectados por el cierre patronal: Roma el 31-8; Turín el 1-9; Boloña, Génova, Florencia y Nápoles el 2-9. La marea de ocupaciones se extendió inmediatamente al Véneto, las Marche, el Mezzogiorno y Sicilia. El 4-9 todas las empresas metalúrgicas del país estaban bajo el control entusiasta de sus 400.000 trabajadores (principalmente concentrados en el triángulo industrial de Milán, Turín y Génova), cifra que llegará a medio millón cuando el movimiento se extenderá en otras industrias, en particular los astilleros y talleres ferroviarios.
En su llamamiento a ocupar los establecimientos metalúrgicos, la FIOM hizo expresas recomendaciones de disciplina y de la necesidad de continuar la producción con la norma de trabajo a reglamento decidida el 16-8. El movimiento se inscribió rápidamente en el marco de la continuidad laboral con la ilusión de que los trabajadores pudiesen demostrar que por sí mismos eran capaces de hacer funcionar las fábricas220.
En numerosas fábricas ocupadas los trabajadores organizaron una férrea disciplina, su autodefensa (incluso armada, con la provisión y fabricación de armas) y la constitución de milicias rojas que montaban la guardia contra provocaciones y ataques exteriores221.
14.- La negativa de Giolitti a intervenir con la fuerza para impedir las ocupaciones, o para conseguir el desalojo de las empresas ya ocupadas, estaba basada en la imposibilidad de lograrlo en gran escala y en consideraciones de orden político. Desde el punto de vista del mantenimiento del Orden, Giolitti afirmó que la ocupación militar de las empresas (aún suponiendo el éxito del intento) requería recurrir e inmovilizar tal cantidad de recursos represivos que hubiera dejado desguarnecida a la calle y otros objetivos estratégicos esenciales (como los bancos, las Prefecturas, etc.)222. Desde el ángulo político, la experiencia gubernamental de Giolitti en sus relaciones públicas y secretas con la socialdemocracia italiana, y su balance del comportamiento del PSI durante los acontecimientos de septiembre 1904 [§I-11] y en la Semana Roja de junio 1914 [§I-29], le permitían vislumbrar que este Partido verbalmente “revolucionario” estaba muy lejos de querer y poder hacer de los acontecimientos en curso un trampolín para la conquista insurreccional del poder. Constatando que, hasta ese momento, el conflicto permanecía circunscripto en el terreno sindical, Giolitti apostó a que la marea de ocupaciones fabriles quedase limitado al sector metalúrgico y se mantuviese en carriles no revolucionarios, confiando en el accionar, el reflejo negociador y la supremacía táctica del reformismo anidado en las organizaciones sindicales223, y en la esterilidad e impotencia del maximalismo parolaio. Siempre hubiera habido tiempo para hacer que el Estado interviniese con sus fuerzas represivas en caso de sublevaciones espontáneas. A la espera de ver la evolución de la situación, la táctica de Giolitti apuntó a evitar la radicalización de las masas como consecuencia de una preventiva intervención represiva224.
Estaba claro que, incluso sin intervención represiva del Estado, la situación no podía perpetuarse indefinidamente. El mantenimiento de la producción en las empresas ocupadas, su aprovisionamiento, los inevitables intercambios comerciales, su financiación y el pago de los salarios de sus trabajadores eran inconcebibles a corto o mediano plazo. El movimiento estaba en una evidente encrucijada: o bien lograba extenderse involucrando a la toda la clase obrera, no con un objetivo meramente restrictivo de “autogestión obrera de la producción”, sino con una perspectiva inmediata de carácter insurreccional, o bien debía quedar circunscripto a volverse una baza – ciertamente de peso, pero sólo una baza – de una negociación de carácter sindical por objetivos limitados (válidos o no).
15.- La Dirección de la FIOM estuvo desde el inicio en la postura de hacer presión sobre la patronal para sentarla en la mesa de negociaciones en torno a las reivindicaciones del Memorial, y en ningún momento dejó de proclamarlo225. Intuyendo que un movimiento de tal magnitud no se hubiera satisfecho con la obtención de las reivindicaciones del Memorial, la CGdL avanzó rápidamente la consigna de un indefinido “control obrero de la producción”226 (algo así como un comodín, un concepto batiburillo perfectamente compatible con una política estrictamente reformista de cogestión obrero-empresarial, suficientemente vago como para ilusionar a las masas con imprecisos desarrollos futuros, y poco preciso para no preocupar excesivamente a los sectores más lúcidos de la burguesía).
En medio de un enorme confusionismo, sin una visión precisa de los pasos a dar, de los medios a emplear, y sin una organización capaz de dar sustento a un desemboque positivo a las aspiraciones revolucionarias de las masas, los anarco-sindicalistas, los ordinovistas y un sector del maximalismo de izquierda se hicieron los portavoces de la voluntad de extender y radicalizar el movimiento. La orientación oficial negociadora y restrictiva de la FIOM debió enfrentar fuertes oposiciones en sus secciones y en las Camere del Lavoro de Génova227, Turín y Milán.
Los anarco-sindicalistas, muy minoritarios, espontaneístas según la tradición anarquista, a través de l’USI lanzaron el 2-9 un llamamiento invitando “a los trabajadores a estar preparados en cada centro industrial para el choque decisivo en el momento en que se iniciará esta gran batalla del proletariado”, advirtiendo “a las Camere del Lavoro, a las secciones de toda Italia adherentes a la USI, que es muy probable que no sea posible enviar a todas partes y a tiempo las necesarias disposiciones de la lucha, y que deben pues actuar con prontitud y energía en el momento oportuno”.
Considerando el gran séquito del anarco-sindicalismo en Liguria, en particular entre los ferroviarios, los portuarios, los marítimos y los de correos y telecomunicaciones, el USI convocó para el 6-9 a una Conferencia para decidir la extensión de las ocupaciones y para provocar, aunque más no sea en esta región, el hecho consumado, y dar el salto de la fase económica a una fase política. A esta Conferencia concurrió una delegación de la CGdL invitando a la USI a postergar cualquier decisión hasta participar en una Conferencia de todas las organizaciones obreras que pocos días después debía tener lugar en Milán para adoptar decisiones nacionales. La maniobra desmovilizadora de la CGdL tuvo un éxito total, y cuatro días después la Conferencia de Milán se realizó no sin excluir de ella a la USI. El hecho de que el anarco-sindicalismo haya podido ser manipulado de semejante manera era un índice claro de que sus orientaciones voluntaristas y espontaneístas superaban con creces las posibilidades a su alcance, y que el reformismo político-sindical eran quien seguía teniendo la sartén por el mango. Sin correas de transmisión capaces de contrarrestar la acción de la FIOM y de la CGdL, esta corriente estuvo condenada a lanzar incantaciones revolucionarias y a denunciar el accionar de aquéllas.228
Los ordinovistas, aún más que los anarco-sindicalistas, estaban – con la excepción de la ciudad de Turín – desprovistos de resortes políticos, sindicales u organizativos capaces de constituir correas de transmisión de sus orientaciones, tanto en el seno del Partido como en la CGdL. Hasta ese momento se habían visto a sí mismos como simples propagandistas y defensores de una visión consejista de empresa de la revolución proletaria, y ni siquiera habían iniciado un trabajo con miras a la formación de una fracción como paso obligado al nacimiento de un Partido comunista exento de todo reformismo y del maximalismo veleidoso229. Es por ello que, durante todo ese período, la intervención de los ordinovistas fue totalmente estéril en su intento por hacer que el movimiento superase sus límites evidentes.
Todo lo que el ordinovismo pudo hacer, a través de Gramsci, fue poner en guardia contra la ilusión de que la ocupación de las fábricas significase de por sí la toma del poder (incluso si en esa misma ocasión reafirmó la visión de su conquista, necesariamente gradual y envolvente, a partir de la ocupación de los lugares de trabajo)230, y el 5-9 evocó la necesidad de la constitución de una fuerza armada proletaria centralizada y de un Soviet urbano (como “desemboque natural” de ese proceso inicial)231. De más está decir que tales propuestas, como resultado de la inexistencia de una fuerza política capaz de traducirlas en actos, no tuvieron ningún inicio de concreción. En los días siguientes, las intervenciones de los ordinovistas en las reuniones de las instancias dirigentes del socialismo fueron la expresión del impasse en que se encontraban (signando la bancarrota de esta corriente en el preciso momento en que las masas transitaban aunque más no fuese un trecho del trayecto revolucionario que ellos mismos habían auspiciado y teorizado).
16.- La Camera de Lavoro de Milán, dirigida por el maximalista de izquierda Ernesto Schiavello, convocó para el 4-9 a las Camere del Lavoro más importantes, a los dirigentes de la FIOM, de la CGdL y del PSI, a una Conferencia (los “Estados Generales”) del proletariado italiano para deliberar sobre las luchas en curso232. Este “pre-parlamento” socialista233 marcó la tónica de una situación política en la que el reformismo llevaba la voz cantante, el maximalismo unitario explayaba su vacío abismal, el ordinovismo su impasse, y en la que tanto el maximalismo de izquierda como el comunismo abstencionista estaban en la imposibilidad de plantearse ya como dirección de recambio.
En nombre de la instancia dirigente de la FIOM, Buozzi no dejó ninguna duda en cuanto a las intenciones de la dirigencia nacional del sindicato metalúrgico, declarando que el planteamiento de su organización era estrictamente sindical y en los límites del Memorial, y que la FIOM no tenía ninguna intención de sobrepasar esos límites; que con un “buen acuerdo” (constituido por un fuerte aumento salarial) podía darse por terminado el conflicto; que por el momento no se requería la extensión de la movilización más allá de la corporación metalúrgica; que si esa extensión llegase a ser necesaria debía serlo con una perspectiva estrictamente defensiva; que era imposible discutir con los industriales de todos los aspectos del Memorial mientras se mantuviese la ocupación de las fábricas (pues esa discusión requeriría mucho tiempo); que lo que se necesitaba era “encontrar una solución genérica para poder discutir más tarde con tranquilidad” con la patronal [sin estar pues molestados por los trabajadores en lucha, ndr.]; y puntualizó que no era posible el mantenimiento de la “conquista de las fábricas” sin tener previamente el poder político.
D’Aragona, por la CGdL, dio su total apoyo a las posiciones de la FIOM, constituyéndose además en una posible dirección alternativa en caso de que la situación general llegara a complicarse. Con una visión mucho más objetiva de la situación, D’Aragona afirmó que la sola conquista de una mejora salarial ya no podía bastar para satisfacer al proletariado metalúrgico; que el problema que se planteaba era de cómo salir del conflicto (es decir, cómo proceder para volver a una situación de “normalidad”); dijo estar convencido que, si se diese la orden de la ocupación general de todas las fábricas, todo el proletariado pasaría a la acción, pero que ello lo llevaría a un callejón sin salida por no contar con los recursos bancarios ni con las materias primas necesarias, y que el intento para apropiarse de esos recursos provocaría la intervención represiva del Estado; dudó que el proletariado metalúrgico estuviese dispuesto a renunciar a un aumento salarial en aras de “una conquista de carácter sentimental y política”; rechazando toda perspectiva revolucionaria, añadió que “yo no me siento capaz de asumir responsabilidades que desembocarían en la masacre del pueblo” y “declaro que no acepto asumir la responsabilidad de dirigir una lucha que preveo no victoriosa”; aceptó en línea de principio la extensión de las ocupaciones a aquellas fábricas que negasen materias primas a las ya ocupadas; anunció que la Dirección confederal y la del PSI se mantendrían en contacto permanente; que mientras el conflicto permaneciese en el terreno económico su dirección era de la incumbencia sindical y que sólo en el caso de que se trasladase al político lo sería del Partido.
La Dirección maximalista unitaria del Partido socialista, por boca de su secretario Gennari, participó de la Convención como simple convidado de piedra. Habiendo llegado a la reunión con las manos en los bolsillos, tras una divagación inicial de una vaguedad y confusión extremas, de la que no resultaba ninguna orientación precisa, y luego de solicitar el punto de vista de todos los presentes para poder pronunciarse sobre la cuestión, Gennari concluyó su primera intervención adhiriendo a la Moción de la CdL de Turín234. Esta última afirmaba que la extensión de las ocupaciones sería de actualidad en las empresas que “boicotearan al movimiento metalúrgico, de modo de proveer directamente las materias primas o la energía eléctrica, mecánica o hidráulica necesarias a la continuación del trabajo en las fábricas conquistadas, comprometiéndose pues a entrar en lucha con toda su fuerza, con todos los medios que fueren requeridos por el desarrollo de la situación”, afirmando que “con la lucha de los metalúrgicos se abre una nueva era de la lucha de clase, que se cerrará con el advenimiento de la administración de toda la producción en manos de los trabajadores”.
Es imposible de ver en esta Moción, presentada en nombre de 120.000 trabajadores organizados en la CdL de Turín, una perspectiva política que no fuese la defensa del statu quo del 4-9 visto como un genérico paso inicial hacia el socialismo. Gennari terminó su intervención de ese día como un astrónomo que ve pasar un cometa, dando su visto bueno para que la FIOM “continúe su lucha”, mientras “nosotros veremos dentro de algunos días qué cosa hará el Estado y qué cosa hará el proletariado, y (entonces) veremos si seremos arrastrados, o si por el contrario el proletariado [¿representado por quién?] pondrá su confianza en nosotros, y entonces pasaremos a la lucha política (…) Nosotros no queremos requisiciones ni nacionalizaciones, sino la socialización (de los medios de producción) y no nos hacemos ilusiones con ninguna otra solución”. Sólo un experta pitonisa hubiera sido capaz de desentrañar el significado de un oráculo que esperaba “del proletariado” que le dijese qué debía hacer…235
Las posiciones más radicales defendieron, con diferentes perspectivas, la extensión de las ocupaciones a todos los establecimientos fabriles del país236. Pero la debilidad de quienes se oponían a las posiciones de la FIOM y de la CGdL, y de quienes exigían de la Dirección del PSI intervenir de una buena vez para tomar políticamente la dirección del movimiento y asegurarle un cariz revolucionario, residía precisamente en pretender que el reformismo sindical y el maximalismo unitario diesen lo que intrínsecamente eran incapaces de dar237.
La Convención concluyó el día 5-9 con la adopción de una Moción acordada por las Direcciones de la CGdL y del PSI. Esta pieza de antología comenzaba culpando a la patronal de “la responsabilidad de la lucha de los (trabajadores) metalúrgicos” (lo que daba a entender que estos trabajadores no aspiraban más que a vivir y trabajar pacíficamente en su condición de esclavos asalariados), como resultado de su “ciego y sórdido egoísmo de clase” ante “las incesantes y apremiantes exigencias de mejoramiento material y moral del proletariado”. El documento pasa luego a amenazar a la patronal y al Gobierno al afirmar que, en caso de que las reivindicaciones sindicales de los trabajadores metalúrgicos no obtuviesen satisfacción, o que el Gobierno llegase a romper su neutralidad ante el conflicto, entonces sí que la CGdL y la Dirección del PSI tomarían cartas en el asunto para empeñar a todo el proletariado italiano “en la lucha contra la patronal que, por sus propios intereses particulares, compromete las superiores exigencias de la producción nacional”.
Era pues en nombre de las “superiores exigencias de la producción nacional”, afectadas por la movilización de los trabajadores metalúrgicos, obligados a ello por el “egoísmo de clase de la patronal”, que – en caso de que el conflicto no se resolviese favorablemente – ambas direcciones llamarían a la movilización de todo el proletariado italiano en aras del “control de las empresas para arribar a la gestión y a la socialización de toda forma de producción”. En otras palabras, la CGdL y la Dirección maximalista del PSI desencadenarían la revolución socialista (¿de qué manera?, ¿con qué objetivos precisos?, ¿con qué plazos?) en el supuesto caso de que las reivindicaciones sindicales de los trabajadores metalúrgicos no fuesen satisfechas. La mira central de esa lucha era un indeterminado “control de las empresas”. Ante tamaña resolución, bien podría afirmarse que “las vías de la revolución socialista son impenetrables”. Y para ello la Convención decidió que días después tuviese lugar una reunión conjunta de la Dirección de la CGdL, del PSI y del Grupo Parlamentario Socialista para “una más precisa determinación del objetivo de la lucha decisiva (!) y para aprestar los medios adecuados a tal fin”. Estaba claro que sin la participación de la representación socialista en el Parlamento los medios adecuados para la lucha decisiva no podían ser aprestados…
17.- Aunque a nivel de las empresas las iniciativas estaban en manos de las Comisiones de fábrica238, en esta ocasión las direcciones sindicales (en un primer momento la FIOM, y más tarde la CGdL) nunca fueron desbordadas por las bases obreras, ni tampoco perdieron la iniciativa, el protagonismo y la dirección de un movimiento que adquirió desde su inicio un alcance político nacional. Ello estuvo favorecido por la aparente radicalización de la Dirección del PSI en el curso de la segunda semana de ocupaciones.
Durante la semana del 6 al 12-9, en medio de una tensión extrema, en vez de amainar, las ocupaciones tendieron espontáneamente a generalizarse a otras regiones y ramas industriales239 fuera de toda directiva sindical, en tanto que los trabajadores ferroviarios colaboraban con las empresas ocupadas. Casi toda la clase obrera de Turín terminó por ocupar sus lugares de trabajo240. Simultáneamente, en las provincias del Mezzogiorno se produjo una intensificación de las ocupaciones de grandes propiedades agrícolas.
Los títulos del Avanti! se radicalizaban día a día. El 6-9 el PSI dirigió un Manifiesto al campesinado y a los soldados para que siguiesen de cerca y con simpatía la lucha de los obreros metalúrgicos, y los llamaba a estar atentos y, “por si acaso”, a prepararse sicológicamente para participar en una eventual Revolución”241. Y el 7-9 publicó un título que sonaba a diana: “La hora decisiva es quizá (!) inminente: ¡Proletarios de Italia, organícense, disciplínense, ármense!”.
Los dirigentes maximalistas “jugaban” a la Revolución lanzando incantaciones con las manos en los bolsillos, como si su preparación efectiva no les incumbiese para nada. Pero numerosos sectores obreros sí se la tomaban en serio242, mientras que las autoridades estatales se preparaban concienzudamente a enfrentar eventuales sublevaciones, y que la dirigencia sindical y los emisarios del Gobierno trataban por todos los medios de arrastrar a la patronal a la tabla de negociaciones para llegar a un acuerdo que permitiese distender la situación (pero esta última seguía negándose a ello exigiendo irrealísticamente que los trabajadores desocupasen previamente las fábricas y desistiesen del obstruccionismo).
Mientras la prensa y los informes de la Seguridad Pública agitaban el espectro del armamento de los obreros en las fábricas (que, en el mejor de los casos, y salvo excepción, estaba conformado con armas livianas y bombas caseras para la defensa de las ocupaciones), el Estado, por si llegase a ser necesario, comenzó el 6-9 a desplegar armamento pesado, carabineros y guardias reggias en los puntos estratégicos de las grandes ciudades243. Fue en medio de esa situación de tensión extrema que en los días 9, 10 y 11 de septiembre tuvo lugar la reunión prevista de los dirigentes confederales con la Dirección del PSI.
18.- La reunión decisiva del 11-9 estuvo precedida por el encuentro del 9-9, durante el cual los dos grandes protagonistas, los dirigentes confederales y la Dirección maximalista del Partido, se tantearon recíprocamente con el propósito de sospesar las reales intenciones del otro. En la reunión del 10-9 participaron el Consejo Nacional de la CGdL, la Dirección de la Confederación y la Dirección del Partido. Los protagonistas confederales de mayor peso fueron D’Aragona y Colombino244, y Gennari por la Dirección del Partido.
En la reunión del 9-9, considerando que los acontecimientos en curso superaban la incumbencia de la categoría de los metalúrgicos y que era utópico querer mantener la movilización en el terreno sindical, Gennari reclamó de entrada que la dirección del movimiento de las ocupaciones pasase de manos de la FIOM a las del PSI y de la CGdL.
Gennari afirmó que las ocupaciones constituían una desmentida de la clásica doctrina socialdemócrata para la cual la revolución política debía preceder a las transformaciones económicas socialistas, y sostuvo que el inicio de la revolución política estaría provocado por la ruptura de la neutralidad estatal como consecuencia de las medidas de fuerza de la burguesía. Ante esa perspectiva, había que preparar la constitución inmediata de los Soviets.
Gennari añadió que la consigna debía ser la ocupación gradual de las fábricas con la intención de volverla permanente, extendiéndola a las mineras, a los depósitos de nafta, de materias primas, y reclamó la búsqueda de acuerdos con los sindicatos ferroviarios para asegurar el aprovisionamiento de las fábricas, y con la de marinos para evitar la fuga de naves al extranjero; la creación de organismos para la regulación de los intercambios entre las empresas y para su financiamiento; y la necesidad de establecer relaciones con el proletariado agrícola para tenerlo de “nuestra parte”, sugiriéndole “a un cierto punto” (?) ocupar incluso las tierras245. Luego agregó: “Hay que actuar con cautela, pero pujar siempre más a la conquista de fábricas”. Dejando traslucir la completa falta de preparación del Partido para encarar el inicio de la revolución italiana, añadió: “Durante los acontecimientos actuaremos como nos sea posible” [y podría haber añadido: “¡y que sea lo que Dios quiera”!]246/247.
La Moción de la Dirección proponía pues el avance gradual de la “revolución económica” a través de un supuesto crescendo de la “socialización” de los medios de producción industriales y agrícolas, la gradual puesta en funcionamiento de una economía socialista (Gennari fue hasta afirmar que el Monte di Pietà de Boloña podría ser el encargado de financiar este proyecto…), en tanto que la conquista política del poder resultaría, a partir de un cierto punto, del enfrentamiento entre el Estado burgués y el proletariado (a partir del momento en que el primero se opusiese al desarrollo de la experiencia socialista).
Para deliberar sobre la Moción de la Dirección del PSI, la Dirección confederal se reunió en un aparte, durante el cual todos sus dirigentes rechazaron el planteo de la Dirección del Partido. La tónica general de las intervenciones fue permanecer en línea con la Moción adoptada el 5-9 por ambas direcciones. Para D’Aragona, la amenaza de una eventual extensión del movimiento de ocupaciones sólo debía servir para acelerar las negociaciones con la patronal con el propósito de obtener un acuerdo en torno del control sindical en las empresas, mientras que el resto del proletariado debía limitarse a aportar al metalúrgico una “solidaridad financiera”.
Durante la sesión nocturna conjunta, D’Aragona, Baldesi, Reina y Buozzi expresaron la oposición confederal a ceder al Partido la dirección del movimiento, como también a todo intento de conquista violenta del poder; y, para no alarmar inútilmente a la patronal y al Estado, el rechazo de toda declaración a favor de la “socialización” de las empresas ya ocupadas (lo que sólo podría considerarse en el caso de tener a disposición una fuerza suficiente aún inexistente); reiteró el apoyo a la Moción del 5-9 y a mantener como objetivo el control obrero.
Para resumir: al término de la primera jornada, las tres propuestas en liza fueron las siguientes: (1) ver de concretar la posibilidad de terminar favorablemente el conflicto metalúrgico en base al Memorial de la FIOM (Buozzi); (2) no acordar el fin del movimiento sin la obtención previa del control obrero, apuntando a extender institucionalmente el radio de acción de los sindicatos (CGdL); (3) tender a ampliar el alcance del movimiento teniendo en la mira la “socialización” de las empresas ocupadas (PSI).
La sesión del 10-9 tuvo como marco el Consejo Nacional de la CGdL en presencia de la delegación socialista. En el curso de esta segunda jornada se enfrentaron principalmente delegados favorables a la posición de Buozzi, otros partidarios de la Dirección de la CGdL, otros en línea con la extensión inmediata de las ocupaciones [Schiavello (CdL de Milán, quien presentó una Moción propia), Muccini (CdL de Savona), Tettamanti (CdL de Prato), Giulietti (Federación de marinos), entre otros], y finalmente quienes parecían defender la lucha inmediata por la conquista del poder (Roncaroni, Ulivelli)248/249. Mazzoni, dirigente histórico de la Federterra, se opuso a que el proletariado agrícola se lanzase a ocupar tierras, como lo había hipotetizado Gennari, con el argumento pasmoso de que “toda la cosecha ya ha sido hecha”…
La posición confederal fue defendida por Colombino y D’Aragona. Colombino agitó el espectro del desabastecimiento como problema crítico en caso de ocupación generalizada de los establecimientos. Denostando la conquista insurreccional del poder, y agitando el espantajo de la situación del proletariado en Rusia (de donde acababa de regresar), denunció todo intento de “arrojar a sangre fría a todo nuestro país en una guerra civil tras objetivos que quizá sean contrarios a nuestras ideas” (refiriéndose claramente a la dictadura del proletariado), denunciando de paso, y sin precisión alguna, “los errores cometidos en Rusia”, por la cual “(hoy) los obreros sufren hambre”.
D’Aragona presentó y fundamentó la Moción de la Dirección confederal. Sostuvo que ya no era posible restringir la lucha a las reivindicaciones del Memorial metalúrgico; que se debía plantear como objetivo el control obrero en las fábricas para todas las categorías de trabajadores (entendido como control ejercido por el sindicato, y no por los delegados obreros); que la posibilidad de extender o no la lucha a otras categorías obreras debía ser dejado a criterio exclusivo de la dirección confederal; que dicha extensión no era de actualidad; y que la solidaridad del proletariado italiano para con los metalúrgicos debía ser en ese momento exclusivamente de ayuda financiera.
Gennari reafirmó la posición de la Dirección de que la fase sindical de la lucha había sido definitivamente superada; que el objetivo del control obrero era un paso para llegar a la “socialización” de las empresas; que se estaba en un período revolucionario; que era necesario extender las ocupaciones a todo el proletariado industrial, a todas las otras fábricas y a todo el campesinado (a quien habría que indicarle la manera y con qué criterios llevar a cabo las ocupaciones de tierras, como si éste no lo supiera luego de más de un año de constantes luchas); reclamó para el Partido la responsabilidad y la dirección del movimiento, augurando “la colaboración cordial de la CGdL”; y, en una tirada lírica, exclamó: “La tarea es ciertamente larga y áspera, pero ahora no es el caso de dudar, ahora sólo hay que osar”250.
Gennari precisó además su planteamiento defensista de la lucha decisiva entre el proletariado y la burguesía, la que resultaría de la reacción violenta del Estado contra el proceso que iría de la ocupación de las fábricas a la “socialización” de las empresas251.
El 11-9 tuvo lugar el voto que debía decidir en el Consejo Nacional de la CGdL entre de las dos mociones [la de la Dirección de la CGdL y la de las CdL de Milán y de Boloña (Schiavello-Bucco)]252. Antes de pasar al voto, D’Aragona hizo un largo discurso con un fuerte tono dramático denunciando las posiciones de la Dirección del Partido como un intento “de arrojar el proletariado al suicidio”, y rechazó “la responsabilidad de arrastrar a todo el proletariado de Italia en la calle para hacerse masacrar”. D’Aragona añadió que, si el voto llegase a ser favorable a las tesis del Partido, todo el Consejo Nacional de la CGdL renunciaría a sus cargos de responsabilidad; pero que, si el voto fuese favorable a los dirigentes confederales, ellos auspiciaban que la Dirección del Partido se mantuviese a su flanco.
El voto final dio la mayoría a la Moción D’Aragona (591.245 votos), mientras que la Moción Schiavello-Bucco obtuvo una importante minoría (409.569 votos). Las abstenciones se elevaron a 93.623.253
Inmediatamente después, Gennari tomó la palabra para actuar la capitulación completa del maximalismo centrista ante el reformismo confederal. Gennari comenzó su intervención recordando que “el Pacto de Alianza establece que para todas las cuestiones de naturaleza política se deba buscar un acuerdo entre la Dirección del Partido y la CGdL”, y “que cuando ese acuerdo no fuere alcanzado, la Dirección del Partido puede asumir directamente la responsabilidad de reclamar para sí la dirección del movimiento, y la Confederación se compromete a no obstaculizar al movimiento”. E inmediatamente después declaró:
“En este momento la Dirección del Partido no tiene la intención de hacer valer ese derecho que le confiere el Pacto de Alianza. (…) La Dirección del Partido, frente a las necesidades ineludibles de la lucha, toma nota del voto del Consejo Nacional de la Confederación, y declara apoyar al movimiento, reservándose eventualmente el derecho de atribuirse su dirección en otras circunstancias”254.
Fue así como la Dirección maximalista aceptó apresuradamente ceder a la Dirección confederal la dirección del movimiento, y dejarla con las manos libres para llevar a cabo su liquidación.
19.- Mucha tinta ha fluido para tratar de explicar la capitulación del maximalismo unitario en septiembre 1920. Tasca afirmará más tarde:
“La Dirección del Partido había perdido meses enteros en predicar la Revolución, (pero) no había previsto nada ni preparado nada. Cuando la votación de Milán dio la mayoría a la tesis confederal, los dirigentes del partido suspiraron de alivio”.255
Terracini dirá en el III Congreso de la Internacional (1921):
“Cuando los camaradas que ocupaban los puestos dirigentes de la CGdL ofrecieron su renuncia256, la Dirección del Partido no tenía con quien sustituirlos ni la posibilidad de reemplazarlos. Eran los Dugoni, D’Aragona y Buozzi quienes tenían en sus manos la Dirección de la CGdL, y quienes en toda ocasión hablaban como los genuinos representantes de las masas”.257
Tanto Tasca como Terracini describieron diferentes aspectos de una misma realidad: la total incapacidad del maximalismo unitario para organizar y dirigir un proceso revolucionario, y su real dependencia táctica del reformismo. El “revolucionarismo” maximalista sólo era un aspaviento retórico. Las correas de transmisión del PSI en el seno de las masas pasaban por estructuras organizativas y sindicales que estaban en manos del reformismo. El maximalismo jamás había constituido una fracción revolucionaria dentro de la CGdL con la intención decidida de disputar la Dirección de la Confederación.
La radicalización verbal de la Dirección maximalista entre el 5 y el 11 de septiembre sólo fue la consecuencia mecánica, e improvisada a último momento, del violento ataque del Ejecutivo de la Internacional del 27-8-1919 ante su pasividad crónica frente a las grandes luchas del proletariado y del campesinado. Pero las declaraciones de la Dirección socialista no tenían ningún sustento efectivo. Gennari lo reconocerá en enero de 1921, cuando recordando los términos del Pacto de Alianza sostuvo que la cuestión de los objetivos a fijar frente al movimiento de las ocupaciones debía ser previamente resuelta internamente por la CGdL, y que el Partido no tenía manera de imponérsela. Ello implicaba en los hechos remitir la decisión de iniciar un proceso revolucionario entre las manos de un parlamento sindical, que para colmo estaba dominado por el reformismo258. Si la Dirección hubiese tenido la intención previa de desentenderse del movimiento y abdicar a favor de la CGdL, no hubiera procedido de otra manera.
Para superar esa situación se requería la ruptura política y organizativa con los Turati, Treves, Modigliani, D’Aragona, Colombino y otros Buozzi, como también con aquellos maximalistas que se oponían a esa ruptura; es decir, la formación de otro Partido, un corte radical con la teoría y la praxis de la socialdemocracia italiana. Hasta ese momento sólo la corriente muy minoritaria de Il Soviet se había fijado y actuado según esos objetivos. La Internacional Comunista no disponía aún en Italia de una masa crítica de fuerzas capaces de dar cuerpo a sus apremiantes llamados a unificar las luchas sociales anticapitalistas, a darles, según los términos de la carta de la Internacional del 27-8, “un carácter sistemático y organizativo, y a transformarlas en el asalto decisivo contra la fortaleza del capital”.
20.- La dinámica ascendente de la movilización a partir de la segunda quincena de agosto había estado favorecida por el impulso inicial dado por la FIOM de Turín, por la implicación activa de las Camere del Lavoro y por el declarado apoyo (puramente verbal) de la Dirección del Partido. Tras dos años de luchas incesantes, y por primera vez, amplios sectores del proletariado tuvieron la impresión y la esperanza de que, finalmente, todas las fuerzas obreras, anarquismo incluido, estaban alineadas para impulsar y llevar a cabo una ofensiva decidida contra el Orden establecido.
La decisión de reducir el alcance de la movilización al control obrero-sindical de las empresas no podía más que provocar la desazón y el desaliento en las grandes masas, y la oposición, la cólera e intentos desesperados para extender las acciones. Si la USI anarco-sindicalista no pudo dejar de constatar que ella por sí sola no tenía la fuerza de llevar adelante y extender las ocupaciones a otros sectores, el anarquismo lanzó llamamientos a la ocupación de tierras y de los navíos, a paralizar el sistema ferroviario y el correo, a la revuelta de soldados259. Salvo casos excepcionales, estos llamados no encontraron mayor eco. A pesar de las reacciones negativas de proletarios de vanguardia, particularmente en Turín260, los dirigentes confederales tenían ya las manos libres para negociar a su antojo.
Las negociaciones en torno del control obrero entre la dirigencia confederal, el Gobierno de Giolitti y los distintos sectores patronales fue nada menos que arduas. Pero la voluntad de los sindicalistas para dar rápidamente por terminado el movimiento, y la del Gobierno para quebrar las reticencias acérrimas de los sectores más reaccionarios de la patronal; la comprensión por parte de su fracción más lúcida de la necesidad de no debilitar la supremacía del reformismo político-sindical sobre el movimiento obrero; todo ello permitió que Giolitti impusiese con prepotencia la constitución de una Comisión paritaria patronal-sindical encargada de gestar un proyecto de ley sobre el control obrero, proyecto que debía tener por objetivo contribuir “a la buena marcha de las empresas”261. El 19-9, en una reunión presidida en Roma por Giolitti, con la participación de los máximos sindicalistas confederales y metalúrgicos, y la Cofindustria, se ultimaron los acuerdos salariales y las medidas de salida de crisis.
La aceptación por las bases de los acuerdos negociados por la dirigencia sindical, si bien fue mayoritaria por doquier, no siempre lo fue holgadamente ni sin fuertes reacciones en su contra. Esa aprobación era inevitable como resultado del paso de las dirigencias nacionales al terreno de la negociación y de la ausencia de alternativa política. El sentido de realidad de las masas, luego de tres semanas de lucha, las llevó en su mayoría a aceptarla262. Entre el 25 y el 30-9 las fábricas ocupadas fueron evacuadas.
Las consecuencias de las ocupaciones fueron inmensas. Dejando de lado el hecho – realmente desdeñable – de que el proyecto legislativo del control obrero terminó en aguas de borrajas, sus repercusiones en el Partido socialista llevarán a los maximalistas de izquierda y a los ordinovistas a alinearse con las posiciones de Il Soviet para exigir, según las directivas del II Congreso de la Internacional, la ruptura organizativa con el reformismo.
Por otra parte, la incapacidad de la socialdemocracia italiana, sea para impedir los sobresaltos de combatividad obrera, sea para embretar al proletariado en la colaboración de clases, sea para alinearse en la defensa desembozada y activa del Orden burgués (como fue el caso del SPD en Alemania), y la dificultad de la democracia liberal (con Giolitti como su mayor exponente) para desencadenar una ofensiva general contra el movimiento obrero, todo ello llevará a importantes sectores de la burguesía a apoyar una nueva estrategia política que se personificó en el movimiento fascista.
El PSI entre el Congreso de Boloña y el II Congreso de la Internacional Comunista
21.- Tras la victoria de la mayoría maximalista en el Congreso de Boloña, y en medio de la marea social del Bienio Rojo, las contradicciones flagrantes entre la adopción de un programa comunista y el mantenimiento en las filas del Partido de la corriente reformista; entre las declaraciones de “revolucionarismo” de la Dirección y la total ausencia de estrategia y de tácticas acordes con los objetivos proclamados; entre el accionar antirrevolucionario de la Confederación y del reformismo, y los sectores militantes que sí se tomaban en serio los términos de la Moción mayoritaria de Boloña, no podían dejar de encrespar la lucha interna en el Partido. Mientras que Serrati minimizaba las divergencias de la Dirección con el accionar y las declaraciones reformistas del GPS, combatiendo no sólo las posiciones de Il Soviet, sino también las de L’Ordine Nuovo, la corriente comunista abstencionista seguía denunciando las contradicciones del maximalismo y la necesidad de la escisión, en tanto que los ordinovistas comenzaron a acusar a la Dirección de no hacer absolutamente nada para crear las condiciones objetivas y subjetivas de la Revolución (que ellos identificaban con la instauración y el desarrollo de los consejos de fábrica).
La reunión del Consejo nacional de enero 1920 fue la expresión del berenjenal en que estaba inmerso el PSI. Incapaz de tratar ni seria ni mínimamente la cuestión de la constitución de los Soviets (mientras que Modigliani volvía a sostener la inviabilidad de una revolución en el país), la reunión sólo pudo abordar el único tipo de problema para el cual el Partido estaba realmente preparado: las elecciones administrativas (comunales) que finalmente tuvieron lugar en octubre y noviembre de ese año, y en torno de las cuales el maximalismo unitario desarrolló una actividad febril y con una visión enteramente reformista263. La reunión suscitó una fuerte polémica entre L’Ordine Nuovo (con la firma de Terracini) y Serrati (ambos miembros de la Dirección del Partido), en tanto que Il Soviet ponía en evidencia “la desagregación interna de la pletórica mayoría del Congreso de Boloña”, la ausencia de directivas y de toda orientación práctica, el “absoluto nulismo” de la Dirección, su completa falta de preparación teórica, su ignorancia y confusionismo ideológico (en particular en torno a la cuestión de la formación de los Soviets), la “pasividad fatalística musulmana con el cual (el Partido) soporta (pasivamente) los acontecimientos históricos que se desarrollan”. Il Soviet se adelantaba así a las recriminaciones que el Ejecutivo de la Internacional le dirigirá en agosto de ese año264.
La situación de crisis generalizada de la socialdemocracia alcanzó uno de sus ápices en el Consejo Nacional reunido en Milán entre el 18 y el 22 de abril, durante la etapa final de la Huelga de las “lancette”265. En esta ocasión se expusieron abiertamente a la luz del día el impasse en el que se debatía el Partido, la aceleración de la descomposición del maximalismo, la desesperación del ordinovismo, y los renovados embates del reformismo contra una Dirección que no tenía rumbo alguno266. Todas esas corrientes, que no compartían los mismos objetivos programáticos, ni los mismos principios, ni la misma visión del proceso que debía llevar a la conquista del poder y a las transformaciones sociales, debatieron de manera estéril en torno de proyectos intrínsecamente incompatibles con la intención ilusoria de transformar ese partitone políticamente desmembrado en el operador decidido del propio proyecto.
Haciéndose el portavoz del clima incandescente en el proletariado del Piamonte, refiriéndose al “estado de hecho (en la región) que alcanza la exasperación de la situación revolucionaria, no lejos de una situación insurreccional”, desde el inicio de la Conferencia Terracini llamó a establecer “un programa de verdadera e inmediata realización”, apelando a una “acción que no puede sufrir otros retrasos, acción que significa la preparación armada del proletariado”, y se declaró partidario de rescindir el Pacto de Alianza PSI-CGdL. En esta ocasión, Terracini presentó en nombre de la Sección Socialista de Turín y de la Federación provincial del Partido el contenido del documento “Per un rinnovamento del Partito Socialista” (ulteriormente publicado en L’Ordine Nuovo del 8-5-1920). Este documento, de neto contenido revolucionario, resultado de un compromiso entre los ordinovistas y los comunistas abstencionistas del Piamonte, expresaba la necesidad de un corte radical con la política de la Dirección maximalista y la expulsión del reformismo. El documento se inscribía aún en la perspectiva de que de por sí misma la expulsión de la corriente reformista permitiría encarrilar al PSI en la vía de la Revolución. El documento no fue puesto a votación en la Conferencia de Abril, pero suprimía un obstáculo mayor a la convergencia ulterior del ordinovismo en la formación del Partido comunista italiano.
Gennari le respondió poniendo de relieve la falta de preparación del Partido para encarar esos objetivos (lo que para todos era una evidencia), a la vez que reafirmaba su aceptación teórica de las decisiones de Boloña (constitución de los Soviets y recurso a la violencia revolucionaria para la conquista del poder), sin dejar por ello de ratificar la tradicional “libertad de pensamiento” para todas las corrientes, y de reclamar simultáneamente la ritual e ilusoria “disciplina en la acción” (¡en un Partido tan heterogéneo programáticamente como el PSI! …), esta vez contra los “irreflexivos” turineses que participaban de acontecimientos “que pueden llevar a situaciones graves, sin que los órganos centrales del Partido sean puestos al tanto de ello”. Serrati remachó estos conceptos denunciando la “actitud facilona” de quienes (los ordinovistas) se plegaban a “la sugestiones de las multitudes, incluso cuando no se mueven socialísticamente” (según los “buenos criterios” de los dirigentes maximalistas), y justificó las reiteradas lavadas de manos de la Dirección frente a las luchas sociales afirmando que, “en determinados momentos, es una necesidad bajar la cabeza y aceptar lo que puede parecer como una humillación”, para poder entablar la batalla sólo después de haberse preparado adecuadamente, para “cuando habrá llegado nuestra hora, en nuestro terreno”. Pero para el maximalismo esa preparación nunca será de actualidad, la hora nunca llegará y el terreno siempre será inadecuado.
Para un reformista como Turati fue un juego de niños denunciar la alternancia continua de la Dirección entre los “accesos de fiebres de 40° y las duchas frías” que “provocaban la desorientación de las masas y la violencia de la burguesía” (como si la burguesía hubiese hecho depender la violencia antiproletaria de las posiciones asumidas por el maximalismo), y se hizo el paladín del recurso a una táctica “más gentil” y de la perspectiva de siempre de “tomar nosotros el gobierno en nuestras manos, o (apoyar) a un gobierno menos desfavorable (a los requerimientos del proletariado) [como el de Giolitti, ndr.])”, para “conquistar en nuestro país lo que se pueda de socialismo”. Y con la coherencia que lo caracterizaba (y de la que ya había hecho gala en el enfrentamiento de 1904 con el sindicalismo revolucionario), afirmó preferir una escisión a una “unidad” que significase que cada cual pudiese actuar como se le antojara, y que generase una contradicción en la acción267/268.
Numerosos delegados denostaron la acción de la derecha reformista y la inacción de la Dirección maximalista, pero la mayoría de ellos no exigió la ruptura organizativa inmediata con los primeros, y Tasca llegó hasta afirmar que “Romper el Partido, cuando no fuere absolutamente necesario, sería, aunque más no sea de manera involuntaria, apoyar a la burguesía (…) [Yo] creo que debemos permanecer unidos lo máximo posible”.
En el voto final se enfrentaron dos Mociones, ambas maximalistas y sustancialmente idénticas (los reformistas no presentaron moción alguna y se declararon contrarios a ambas; los ordonovistas tampoco presentaron moción propia y se abstuvieron en el momento del voto). La Moción Cazzamalli, de apoyo a las decisiones de Boloña y al accionar de la Dirección, hizo alarde de un extremismo verbal que haría palidecer a las corrientes de extrema izquierda de hoy en día, lo que no podía dejar aún de confundir al Ejecutivo de la Internacional en cuanto a las potencialidades e intenciones del maximalismo serratiano. La Moción Misiano, sin hacer referencia a la necesidad de la escisión, y renovando su confianza en la Dirección, hizo hincapié en la exigencia de obrar para la rápida y general “constitución de los Soviets políticos y de los Comités de fábrica y agrícolas que deben encuadrar a toda la clase trabajadora”269, y expresaba el intento ilusorio de obligar a la Dirección maximalista – gracias a un simple voto… – a emprender concreta y decididamente el camino de la acción revolucionaria. La Moción Cazzamalli obtuvo 71.562 votos sobre un total de 117.353, en tanto que la de Misiano recogió 26.351, los abstencionistas 11.569, y los que se opusieron abiertamente a ambas 7.492. Detrás de la amplia mayoría conseguida por la Dirección, la crisis del Partido no hacía más que extenderse y profundizarse (de la cual eran síntomas claros el voto de los ordinovistas y la Moción de los maximalistas de izquierda).
La polémica sobre la naturaleza y la constitución de los soviets
22.- Iniciada a fines de enero 1920 con la publicación de las Tesis de Bombacci270, en ella participaron, además de su autor271, los dirigentes maximalistas Gennari272 y Serrati273, el ordinovista Togliatti274, el delegado de la III Internacional Carlo Niccolini275, y Bordiga por la Izquierda Comunista276.
Ante las acusaciones de nulismo, y tratando de “objetivar” una acción “revolucionaria” inexistente, ofreciendo para ello al Partido y al proletariado un objetivo “concreto” y “preciso” que no fuera sólo de carácter electoralista, la Dirección maximalista delegó en Bombacci la responsabilidad de elaborar las Tesis que hubieran debido regir la formación del sistema soviético en Italia. El producto de las elucubraciones personales de Bombacci (secundado un mes más tarde por las de Gennari) fueron publicadas el 28-1-1920. Las elucubraciones de los dos Secretarios nacionales del Partido nombrados luego del Congreso de Boloña eran la expresión más acabada de una visión formalista, escolástica y burocrática digna de escribanos públicos y de redactores de proyectos parlamentarios y de sus decretos de aplicación, pero que no tenían mínimamente en cuenta que el derecho revolucionario es siempre el resultado de un proceso revolucionario, y que los Soviets serían la forma que asumiría el poder proletario victorioso. Pero para poder hablar “concretamente” de ello hubiera requerido explicar cómo tal objetivo se articulaba con las luchas en curso del proletariado italiano, esas luchas que – desde las movilizaciones contra la guerra, contra la carestía de la vida, por la tierra, e inmediatamente después por el control obrero y las ocupaciones de fábrica – habían sido y continuarán siendo desertadas por el maximalismo. Hablar de “concretar” la constitución de Soviets sin tener en cuenta ni precisar las condiciones políticas de ese hecho era como querer provocar la lluvia fabricando un paraguas. Así como Minerva surgió de la cabeza de Júpiter, ellos pretendían hacer del Partido socialista el artífice y administrador formal de una construcción institucional que hubiera debido suplantar con el tiempo al Estado burgués.
Las Tesis de Bombacci comienzan precisando que, mientras que los consejos de fábrica serán órganos de gestión y control de la industria, los soviets serán la base del Estado socialista, a quien le incumbirá la puesta en obra de las transformaciones socialistas de la economía, amén de las relaciones sociales y políticas (lo que era cierto); para luego añadir que el surgimiento del sistema soviético debía necesariamente tener lugar en el curso del período revolucionario, y que (sólo) su extensión y máxima preparación a escala nacional “podrá encauzar el período actual hacia la lucha final revolucionaria” (atribuyendo así a los soviets el papel que incumbía al Partido socialista, papel que éste no asumía). La necesidad de hacer que los soviets fuesen protegidos contra las insidias de la burguesía debía estar asegurada por el control que sobre ellos deberían ejercer el Partido socialista, los sindicatos y las cooperativas socialistas (quienes naturalmente habrían de repartirse la tarea277).
Habiendo aclarado estos “principios generales” introductorios, y sin el mínimo sentido del ridículo, las Tesis pasaban a establecer los Estatutos de un futuro sistema soviético con el mismo sentido del detalle que los juristas constitucionalistas y los administradores de inmuebles practican en sus respectivas profesiones: organización nacional, provincial, regional y local; tipos de soviets (territoriales, de empresa, obreros, campesinos); para cada tipo de soviet su composición, incumbencias, funciones, elecciones, periodicidad de sus reuniones; elección y revocación de los delegados. Naturalmente, con ese “espíritu jupiteriano”, Bombacci no se olvidó de establecer el “Programa de acción” para que los soviets pudiesen cumplir su función de transformación política, social y económica. La Revolución tenía asegurado su triunfo con tal de que el Partido socialista hiciese lo que las Tesis le indicaban. Naturalmente, el Partido se veía atribuir “la iniciativa, la animación y la guía política y revolucionaria de los soviets” y “el control del desarrollo y de la actividad de los soviets mismos”. Hasta el Grupo Parlamentario socialista se veía atribuir un papel de propaganda del sovietismo en construcción. Idem para los sindicatos y las cooperativas.
A su vez, Gennari quiso responder a una supuesta necesidad de completar las Tesis de Bombacci278, afirmando que éstas debían detallar aún más todo lo relativo a la unidad de base del edificio soviético: qué objetivos debía perseguir, cómo debía estar conformado, cómo debía funcionar, y para ello propuso un “Proyecto de Estatuto de un soviet urbano”.
Respondiendo a los ataques de los ordinovistas, del delegado de la Internacional y de Il Soviet, Bombacci expuso sus puntos de vista en su artículo del 27-2 en el Avanti! y en su intervención en el Consejo Nacional socialista del 21-4. En el primero sostuvo que: 1) sería “dañosa toda demora [en la constitución de los soviets en Italia] no justificada por razones extrañas a nuestra fuerza y a nuestra voluntad”; 2) que esa constitución estaría justificada – no por razones nacionales, es decir, por las necesidades inmediatas de la lucha de las masas en Italia, sino – por la “situación histórica internacional”; 3) que ni el Partido ni el Sindicato debían temer la constitución de los soviets (tal como estaba planteada en sus Tesis) porque “en los soviets el Partido adiestrará a la clase – (aún) más que en la plaza, y con la bandera desplegada – a no esperar, sino a obrar” [en otras palabras, el régimen soviético sería un buen “ambiente” para que el Partido (que miraba de lejos la lucha de clases que arreciaba desde hacía por lo menos un año) pudiese convencer al proletariado para que éste actuase revolucionariamente…], añadiendo que tampoco los sindicatos debían temer esa constitución porque los soviets no serían enemigos ni competidores en sus luchas por objetivos que eran los propios de los sindicatos en esta sociedad, mientras que los soviets apuntaban al abatimiento del poder burgués y a las transformaciones socialistas [a la espera de esas transformaciones, la burocracia sindical y todos los reformistas podían seguir viviendo tranquilos…]. Y terminó tranquilizando a tibios y temerosos al afirmar que la lucha revolucionaria, tal como él la concebía, “dará todo el poder a la clase proletaria, y no al Partido”.
En su intervención del 21-4, Bombacci “enriqueció” su análisis afirmando que el Partido debía lanzarse a instituirlo “a pesar de que el proletariado no ha entendido aún el momento histórico que atravesamos” y a pesar de que esa voluntad “no está todavía en el ánimo del proletariado”, porque “para hacer la Revolución debe existir ya (previamente) el órgano que podrá asumir mañana el poder y realizarla, y ese órgano es el Soviet, sin el cual no es posible hacer la Revolución”. De esta manera, Bombacci confundía dos cosas vinculadas entre sí, pero distintas; a saber, los órganos de la conquista del poder (el Partido y sus correas de transmisión en el seno de las masas), y los órganos de su ejercicio (el Partido y los Soviets). Dependía de las condiciones históricas precisas que los Soviets pudiesen ser creados antes o inmediatamente después del derrocamiento del Estado burgués. En Rusia nacieron antes de la lucha por la conquista del poder en Octubre 1917; en 1923 en Alemania hubieran debido surgir después de esa conquista, la que debía ser iniciada por el Partido comunista apoyándose para ello en la organización nacional de los consejos de fábrica, [Trotsky dixit, §IV-24]. Bombacci justificó su insistencia en crear ya a los Soviets por el hecho de que él no creía que el Partido socialista fuese capaz de “hacer la Revolución”; en cambio los Soviets sí podrían “hacerla” a pesar de esa incapacidad del Partido. La forma soviética tendría de por sí esa capacidad milagrosa ya que a los Soviets “irán (todos) los quien quieran ir, eso no es lo importante (…) porque no es el contenido, sino el continente, lo que tiene un valor social”. Para “hacer” la Revolución, estos maximalistas se remitían a supuestas propiedades milagrosas propias de la “forma soviética”.279
Por su parte, con un lenguaje alambicado digno de un diplomático de la Iglesia, Serrati pretendía que el Partido prospectase gradualmente, a partir de una experiencia local, en puntas de pie, con todas las “precauciones y garantías necesarias”, la “posibilidad” de extender alguna experiencia positiva de Soviet a otros lugares “convenientemente” elegidos, etc., etc., etc. … Tamaña estupidez por parte de uno de los dirigentes más prestigiosos (si no el más prestigioso) del maximalismo unitario no significaba otra cosa que la existencia de una ruptura profunda e insanable entre un gran sector de esta corriente y la Internacional Comunista, y que el serratismo se había alineado de hecho con el reformismo de signo parlamentario.
Coherente con la visión ordinovista que hacía preceder la instauración del Estado de la dictadura proletaria por la conquista obrera de la gestión de los lugares de trabajo y el inicio de las transformaciones sociales [§IV-7], L’Ordine Nuovo rechazó las posiciones de los maximalistas porque éstos anteponían la revolución política a la revolución económico-social. El ordinovismo pretendía que la revolución comunista debía inspirarse en el proceso que había permitido a la burguesía apoderarse del poder político como culminación del acrecentamiento gradual de su poder social y económico280.
Al hacer sucintamente la crítica de las Tesis de Bombacci y de Gennari, y de las posiciones del ordinovismo, el bolchevique Niccolini fue quien aportó una presentación clara de la naturaleza y función histórico-política de los Soviets, junto a una visión materialista e histórica basada en la experiencia real del movimiento revolucionario europeo.
Niccolini comenzó por recordar, contra todos los constructores de fantasías constitucionalistas (maximalistas u ordinovistas), que “en todas la recientes revoluciones los Soviets han sido el resultado del primer asalto violeto del proletariado por la conquista del poder”, y que “la Revolución no depende de una forma de organización, sino que la forma de organización (el Soviet) es el resultado de la Revolución”. Y continuó afirmando que:
“Nuestras objeciones no tienen como objetivo trazar las líneas de la inminente Revolución italiana, que puede darse que sea original y que siga quizás las leyes de un desarrollo que le sea propio. Puede darse que el momento decisivo resultará precisamente de la lucha entre la dos instituciones rivales: el Estado burgués (Parlamento, Comunas, etc.) y los Soviets que intentarán conquistar el poder. De todos modos, cualesquiera que puedan ser las vías futuras de la Revolución italiana, es preciso no hacerse ilusiones de color rosa: la lucha será difícil. Y si hay alguno (y por desgracia no son pocos) que piensa que la burguesía dará la posibilidad de preparación legal y pacífica de todos los medios de lucha, es necesario luchar contra semejante ilusión “reformístico-revolucionaria”281 (…) Para algunos de nuestros compañeros la cuestión del Soviet y de la Revolución proletaria comienza a ser la búsqueda (…) inútil de una nueva “piedra filosofal”. (…) La cuestión es simple: o los Soviets se crearán, lucharán y vencerán, a pesar y contra la voluntad del Estado burgués, o sufrirán una derrota (…)”.
Criticando precisamente las Tesis de Bombacci, añadió que era absurdo: a) concebir Soviets de ciertas categorías profesionales (como de grandes empresas estatales); b) o confundir los Soviets (que cumplen un papel político) con los Consejos de carácter económico (Comités de fábrica para el control obrero); o excluir por principio de los Soviets (que incluyen a todo el proletariado industrial y agrícola) la representación de otros partidos que se sitúen en el terreno de la lucha de clase; o preparar a priori proyectos cuyos párrafos asegurarían el triunfo y al predominio del Partido, ya que ello depende de su capacidad revolucionaria para conquistarlos; o querer “acoplar” a los Soviets la representación parlamentaria del Partido. En conclusión, afirmó: “En un período prerrevolucionario, que precede al asalto decisivo, no es posible delinear y establecer con precisión toda la actividad de los Soviets”.
La posición de la Izquierda Comunista fue condensada en el “Proyecto de Tesis sobre la constitución de los consejos obreros” (abril 1920). Este Proyecto expuso las conclusiones de las intervenciones precedentes de Bordiga en Il Soviet282 (debidamente expurgadas de ciertas afirmaciones de tipo “comunismo infantil”), y será ampliamente desarrollado por él en el Consejo Nacional del mes de mayo.
Contra las fantasías constitucionalistas del maximalismo y la visión gradualístico-consejista del ordinovismo, las Tesis de la FCA afirman (citamos aquí los puntos más sobresalientes) que:
«1) Los Soviets o Consejos obreros y campesinos (y soldados) son los órganos con los que la clase obrera ejerce el poder político después de haber derribado con la revolución el poder del Estado burgués y suprimido sus órganos representativos (parlamento, consejos municipales, etc.). Aquéllos son los «órganos de Estado» del proletariado.
«2) Los Soviets son elegidos exclusivamente por los trabajadores, con la exclusión del derecho electoral de todos aquellos que emplean mano de obra asalariada (…)
«4) Los Consejos obreros surgen en el momento de la insurrección proletaria, pero también pueden surgir en un momento histórico en el que el poder de la burguesía pasa por una grave crisis y la conciencia histórica y la tendencia a la toma del poder esté difundida en el proletariado. El problema revolucionario no consiste en la creación formal de los Consejos, sino en el paso del poder político a sus manos.
«5) (…) En el período histórico actual es el Partido comunista el que defiende la consigna «todo el poder a los Consejos». Cuando se constituyen los Consejos, el Partido comunista lleva a cabo su propia acción en este campo para conquistar la mayoría de sus mandatos y los órganos centrales del sistema de los Consejos. En este trabajo el Partido persevera después de la conquista del poder, siempre con el objetivo de dar conciencia política y unidad a la acción proletaria (…)283.
«7) El Partido comunista lucha contra toda forma de colaboración y combinación de los Consejos obreros con los órganos del poder burgués, difundiendo entre las masas la conciencia de que los primeros no pueden tener su valor histórico hasta después del derrocamiento violenta de los segundos.
«8) Las necesidades actuales de la acción revolucionaria italiana no consisten en la constitución artificial y burocrática de los Consejos obreros, y menos aún en un trabajo dedicado a la actividad de los sindicatos y de los comités de fábrica como fines en sí mismos, sino en la constitución de un Partido comunista libre de elementos reformistas y oportunistas. Un Partido de esta naturaleza siempre estará listo para actuar o intervenir en los Soviets cuando suene la hora vital de la formación de éstos, la que no está muy lejos».
Invitado a exponer la posición de Il Soviet en el Consejo Nacional del PSI del mes de abril, Bordiga desarrolló de manera detallada la cuestión, e hizo una crítica exhaustiva de las Tesis defendidas por el maximalismo y el ordinovismo; y, de manera general, hizo una crítica de la política de la Dirección, denunciada como no revolucionaria, relacionando dialécticamente la necesidad de la constitución de un nuevo Partido libre de todo reformismo y – de manera implícita – de todo oportunismo de tipo maximalista serratiano, a la posibilidad de que los futuros Consejos obreros pudiesen llegar a cumplir un papel revolucionario, como en el caso de la Revolución rusa, a diferencia de lo ocurrido en Alemania y Austria284.
Las Tesis de la Fracción abstencionista estaban en diapasón con las que serán aprobadas por la Internacional Comunista285. Sin embargo, lo que no estaba claramente explicitado en ellas – y en particular en sus párrafos (6) y (10) – era la visión del Partido comunista que, como vanguardia y Estado Mayor de la lucha revolucionaria, obra a través de todos y cada uno de los frentes de la guerra de clase (en el terreno sindical, en el de los consejos de fábrica y en los soviets, así como en las movilizaciones inmediatas y políticas en el sentido más amplio del término) para lograr no solamente una influencia ideológica creciente entre las masas, sino también para favorecer la generación de las condiciones político-organizativas y las relaciones de fuerzas necesarias para la conquista del poder286.
La crisis del ordinovismo
23.- La Huelga de las “lancette” [§IV-11] y el intento de los ordinovistas por hacer de ella la punta de lanza de un proceso revolucionario, se estrelló no sólo contra la oposición patronal, sino también con el sabotaje de la CGdL y la total pasividad de la Dirección socialista. El fracaso de ese intento no podía dejar de provocar el cuestionamiento de su propia línea estratégica y de su alineación con la mayoría maximalista en el Congreso de Boloña.
A la Conferencia Nacional de Abril, la delegación de Turín había aportado un documento, aprobado por la Sección local y la Federación provincial, con una crítica sin concesiones de la acción de la Dirección tras el Congreso de Boloña [§IV-21]. Este documento (redactado por Gramsci) incluía algunos párrafos con elementos de la ideología ordinovista y había sido el resultado de un compromiso entre los ordinovistas y los comunistas abstencionistas de la Sección socialista (dirigida por Boero). En esta ocasión, los ordinovistas iniciaron el camino que los llevará a la ruptura con el maximalismo.
El documento citado • afirmó que la situación italiana estaba caracterizada por la crisis general del capitalismo y por las luchas de las masas industriales y agrarias para crear “un nuevo Orden del proceso productivo y distributivo”; • señaló el proceso de concentración de las defensas burguesas (Estado y patronal) contra el proletariado; • planteó que la alternativa era en ese momento la conquista del poder político por el proletariado revolucionario o una tremenda reacción contrarrevolucionaria; • puso de relieve la falta de coordinación y concentración de las fuerzas obreras y campesinas, y el hecho de que “los organismos directivos del Partido socialista han demostrado no entender absolutamente nada de la fase del desarrollo que atraviesa la historia nacional e internacional en el período actual”, ni de “la misión que incumbe a los organismos de lucha del proletariado revolucionario”, y que en cuanto Partido sólo “asiste como espectador al desarrollo de los acontecimientos”, habiendo permanecido como “mero Partido parlamentario que se mantiene inmóvil en los angostos límites de la democracia burguesa”, revelándose como “un simple organismo burocrático, sin alma y sin voluntad”, en lugar de tomar posiciones “acordes con las tesis revolucionarias del marxismo y de la IC” y “lanzar consignas que puedan ser recogidas por las masas, dar una dirección general, unificar y concentrar la acción revolucionaria”; • denunció que después del Congreso de Boloña ni la Dirección maximalista ni el Avanti! habían iniciado la lucha contra el reformismo en el Partido, en el GPS y en las organizaciones sindicales, y que nada habían hecho para dar a las masas una educación política comunista y para inducirla a eliminar a los reformistas y oportunistas de las direcciones sindicales y cooperativas, ni para unificar la orientación y la táctica de las bases partidarias, mientras que el reformismo sí lo había hecho en base a una política en contradicción abierta con los principios y la táctica de la III Internacional; • acusó a la Dirección y al Avanti! de no educar políticamente a las masas sobre los alcances internacionales de las luchas revolucionarias en los otros países y por haber mantenido al Partido ausente de toda la actividad internacional de la Comintern, y por haberlo mantenido alejado de las luchas ideológicas que la atravesaban en torno a las cuestiones de doctrina y de táctica, mientras que ambas instancias sí daban cabida a la acción política del reformismo.
Tras haber concluido este acta de acusación, el documento exigía • la transformación revolucionaria del Partido en un Partido “homogéneo, cohesionado, con una doctrina propia, una táctica propia, con una disciplina rígida e implacable”; • “la eliminación de todos los no comunistas revolucionarios”; • y la “concentración de toda la energía de la Dirección en la organización de las fuerzas obreras en pie de guerra”. El plan de acción propuesto por el documento especificaba que “la Dirección (…) debe volverse el centro motor de la acción proletaria en todos sus desarrollos; las secciones deben promover en todas las fábricas, en los sindicatos, en las cooperativas, en los cuarteles la constitución de grupos comunistas que difundan incesantemente en el seno de las masas las concepciones y la táctica del Partido, que organicen la creación de los consejos de fábrica para el ejercicio del control de la producción industrial y agrícola [según la idea fija de los ordinovistas, ndr.], que desarrollen la propaganda necesaria para conquistar de manera orgánica los sindicatos, las Camere del Lavoro y la CGdL, para volverse los elementos de confianza a quien la masa delegará para la formación de los Soviets políticos y para el ejercicio de la dictadura proletaria”, precisando que “la condición fundamental e indispensable para cualquier intento de constitución de Soviets es la existencia de un Partido comunista cohesionado y fuertemente disciplinado, que a través de sus núcleos de fábrica, en los sindicatos, en las cooperativas, coordine y centralice en su Comité Ejecutivo central toda la acción revolucionaria del proletariado”.
El documento termina reclamando de la Dirección la fijación de “un programa de gobierno revolucionario del Partido socialista en el cual estén prospectadas las soluciones reales que el proletariado, vuelto clase dominante, dará a todos los problemas esenciales – económicos, políticos, religiosos, de enseñanza, etc. – que agobian a los diferentes estratos de la población trabajadora italiana”, y “el lanzamiento de un Manifiesto en el cual la conquista revolucionaria del poder político esté planteada explícitamente, en el cual el proletariado industrial y agrícola sea llamado a prepararse y a armarse y en el cual sean señalados los elementos de las soluciones comunistas a los problemas actuales, a saber, el control proletario de la producción y de la distribución, el desarme de los cuerpos armados de mercenarios, el control de los municipios ejercido por las organizaciones obreras”. Y concluye afirmando que, sobre estas posiciones, la sección de Turín [el documento no se refiere a L’Ordine Nuovo, ndr.] se propone promover un acuerdo organizativo “con grupos de compañeros que en todas las secciones quieran formarse para discutirlas y aprobarlas; acuerdo organizativo que prepare a corto plazo un Congreso dedicado a discutir sobre táctica y organización proletaria, y que mientras tanto controle la actividad de los organismos ejecutivos del Partido”287.
Este documento representó un gran paso adelante de los ordinovistas por denunciar y romper definitivamente con la Dirección maximalista; por exigir la expulsión de las corrientes reformistas del Partido; por reclamar una orientación claramente revolucionaria a nivel de la Dirección, de las organizaciones y de los militantes del Partido, y una lucha a ultranza para arrancar las organizaciones sindicales a sus direcciones reformistas (dejando abierta la tarea de precisar los objetivos programáticos que permitirían que el Partido lograse arrastrar y unificar tras de sí a las masas trabajadoras).
La debilidad de este planteamiento residía en la ilusión de transformar revolucionariamente al Partido socialista antes de la expulsión de la corriente reformista y de los maximalistas que continuarán apañándola.
La Huelga de las “lancette” echó por tierra la estrategia política del ordinovismo (la que será definitivamente mise à mort como consecuencia de las ocupaciones de fábrica del mes de septiembre). El II Congreso de la Internacional será quien enterrará definitivamente sus concepciones teóricas288. Pero la Huelga de Turín tuvo como efecto positivo la toma de conciencia por parte de los ordinovistas de la necesidad de la escisión del Partido.
La izquierda comunista, del Congreso de Boloña al
II Congreso de la Internacional
24.-El resultado del Congreso de Boloña llevó a la Izquierda Comunista a constituirse en Fracción del Partido. Su acción estuvo centrada: 1) en la preparación política y organizativa de la escisión; 2) en la propaganda a favor de la táctica abstencionista; 3) en la participación en las polémicas en torno a la naturaleza y la constitución de los Soviets, y en la crítica de las concepciones consejistas del ordinovismo [§IV-22].
El mérito histórico de la Fracción Comunista Abstencionista estuvo en haber sido después del Congreso de Boloña la única corriente del socialismo italiano que trabajó – cueste lo que cueste y caiga quien caiga289 – no para una hipotética “renovación” del Partido socialista, sino en la gestación activa y consecuente de la escisión con el propósito de forjar un Partido comunista homogéneo y centralizado basado en los principios y objetivos programáticos de la Internacional. Esto le exigió una lucha irreductible contra todo el reformismo italiano y contra el maximalismo unitario290.
La evidencia del estrecho nexo entre el unitarismo maximalista y el electoralismo arraigado del PSI, cuyos éxitos estaban íntimamente ligados a las articulaciones reformistas del Partido (CGdL, GPS, representantes socialistas en las administraciones comunales), reforzaron en la Izquierda Comunista la convicción de que el abstencionismo era la condición indispensable de una escisión sin ambigüedad alguna, tanto en Italia como a escala Internacional291.
En 1913 Bordiga había afirmado que la cuestión de la participación electoral debía ser aún “estudiada profundamente y cotejada con los hechos” para llegar a una conclusión de acuerdo con las necesidades de la Revolución [§I-24]. Seis años más tarde llegó a la conclusión de que el abstencionismo era uno de esos requisitos.
Durante todo el año 1919, Il Soviet había fundamentado su abstencionismo en base a consideraciones históricas generales [§IV-6]. Por considerarlo una cuestión de táctica, en el Congreso de Boloña Bordiga había intentado negociar su abandono a cambio de la expulsión de los reformistas [§IV-8]. Pero a partir de enero 1920 Il Soviet sostuvo, además, que “para los comunistas la táctica y los principios forman un todo”, y que el abstencionismo “es al mismo tiempo un problema de táctica y de principio”292.
La toma de posición del Ejecutivo de la Comintern (especialmente Lenin y Zinóviev) en contra del abstencionismo como táctica general de los partidos comunistas llevó a Il Soviet a polemizar con ellos (señalando simultáneamente la identidad de sus posiciones programáticas contra el parlamentarismo y la democracia burguesa)293, llegando a expresar la intención de conformar con otras fuerzas comunistas una fracción abstencionista en el seno de la Internacional294.
Para “justificar” la diferencia de posiciones con la Internacional, Il Soviet hizo hincapié en la diferencia de situaciones históricas entre Rusia y Occidente: en la primera el parlamentarismo había existido sólo pocos meses sin lograr arraigarse entre las masas, mientras que en Occidente había tenido sobre ellas una influencia negativa considerable, potenciada por la acción de la socialdemocracia295.
La crítica del maximalismo serratiano por parte de Il Soviet estuvo centrada fundamentalmente en su capitulación frente al reformismo, pues su rechazo de la escisión iba de par con su incapacidad para dar una salida revolucionaria a las luchas proletarias del Bienio Rojo, y en su aceptación de hecho de la política electoralista y sindicalista de aquél296.
Pero la dificultad para crear el nexo entre las luchas obreras y campesinas con el objetivo central de la conquista insurreccional del poder y la dictadura del proletariado, esa dificultad (que en el caso del maximalismo unitario era la expresión de la ausencia de capacidad revolucionaria) también concernía a la Izquierda Comunista y al ordinovismo (en quienes esa voluntad sí existía).
El ordinovismo buscó de manera ilusoria establecer mecánicamente ese nexo a través de la conquista de la gestión de las unidades de producción, sin exigir hasta muy tardíamente la depuración del Partido.
La Izquierda Comunista sí exigió esa ruptura previa, pero no pudo dar una orientación a las vanguardias militantes que intervinieron en las grandes luchas del Bienio Rojo297. De allí su indiferencia frente a las movilizaciones de 1919 provocadas por el costo de la vida,o su silencio ante la cuestión campesina; de allí sus tomas de posiciones sobre el movimiento de los consejos de fábrica y el sorprendente silencio de Il Soviet durante las ocupaciones de fábrica de septiembre 1920298.
Bordiga hizo la necesaria crítica del consejismo ordinovista en un terreno exclusivamente programático y de principios299. Pero en ningún momento relevó la posibilidad de que estas organizaciones de masas fuesen transformadas por el Partido en palancas y vectores revolucionarios (como ocurrirá en Alemania en 1923: en este caso Trotsky propuso hacer de la organización nacional de los consejos de fábrica, que estaban bajo la dirección del Partido comunista alemán, un elemento central del intento insurreccional previsto para Octubre de ese año300).
Las Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista de junio 1920301
25.- Conformadas por el conjunto de las posiciones de la Izquierda Comunista italiana, las Tesis reflejaron su evolución influenciada por la Internacional Comunista. Basta por el momento precisar que estas Tesis estaban en diapasón con las tesis fundacionales de la Internacional (si se excluye a nivel táctico el problema del abstencionismo parlamentario, y más tarde el del “frente único” con los partidos socialdemócratas302). A continuación sintetizamos sus afirmaciones fundamentales.
• El Partido comunista es el órgano político de la clase obrera que encarna sus intereses históricos e internacionales. Sus objetivos son la destrucción violenta del poder burgués, la conquista del poder y la instauración de la dictadura del proletariado (ejercida por el Partido), las transformaciones de las relaciones sociales de producción que llevarán del capitalismo al socialismo [crítica del anarquismo]. • El Estado burgués y la democracia parlamentaria representan la dictadura de la burguesía para la conservación del modo capitalista de producción [crítica del reformismo]. • La crítica comunista es la negación de toda ideología democrático-burguesa, del principio de nacionalidad y del pacifismo burgués. • La guerra mundial ha sido una guerra imperialista. • El cooperativismo no es una vía de la superación del capitalismo. • Los sindicatos son organizaciones de defensa del salario y de neutralización de la competencia entre trabajadores, pero no pueden ser considerados el basamento de la economía comunista ni los órganos fundamentales de la Revolución proletaria [crítica del anarco-sindicalismo]. • El “control obrero de la producción” por parte de los consejos de empresa, e incluso la gestión de empresa por parte de éstos, es compatible con el capitalismo y no representa la vía de la transformación socialista [crítica del ordinovismo y de todo gradualismo localista]. El control proletario de la producción en la vía de las transformaciones socialistas sólo se realizará bajo la dictadura del proletariado, en función de los intereses generales de la clase revolucionaria en el poder (intereses que no pueden ser circunscriptos en los límites de empresa). • Los Soviets, órganos del Estado proletario, tienen una base territorial y no profesional [crítica del ordinovismo]. • La política de reformas en el marco del Estado capitalista es una política de conservación social en beneficio de la burguesía [crítica del reformismo]. • La conquista del poder político por parte del proletariado no puede ser alcanzada a través de la democracia burguesa y de sus órganos electivos [idem]. • La burguesía será excluida de toda representación política bajo la dictadura del proletariado, así como de toda libertad de asociación, de propaganda y de prensa [idem]. • El Partido comunista posee una organización internacional y funciona sobre la base de la disciplina a las decisiones de las mayorías y de los órganos centrales designados para dirigir el movimiento (centralismo democrático). • El Partido comunista no hace del consenso de las mayorías una condición prejudicial para su propia acción [crítica del fetichismo democrático]. • El Partido desenvuelve su actividad en el seno de los organismos que el proletariado se da para la defensa de sus intereses inmediatos (cooperativas, sindicatos, consejos de empresa), y trata de conquistarlos para subordinar su accionar a los objetivos de la lucha revolucionaria [crítica de las posiciones de la “ultra izquierda” en la cuestión sindical]. • El Partido se mantiene fuera de las organizaciones interclasistas (sociedades de socorro mutuo, escuelas de cultura, universidades populares, asociaciones masónicas, …), y combate su acción e influencia303. • En el período abierto por el fin de la Primera Guerra Mundial, los partidos comunistas se proponen como objetivo principal la conquista revolucionaria del poder. En este período histórico, la participación en las elecciones y en los organismos representativos de la democracia burguesa (parlamento, comunas, administraciones locales) son incompatibles con la preparación revolucionaria del Partido y de las masas [tesis abstencionista ya analizada en §IV-6]. • El partido desarrolla una propaganda antimilitarista en las filas del Ejército burgués con el propósito de convencer a los proletarios movilizados de la función antiobrera y contrarrevolucionaria de esta institución. • El Partido comunista debe prepararse para volverse el Estado Mayor del proletariado en la lucha revolucionaria; organiza su propia red de información y comunicación; sostiene y organiza el armamento del proletariado. • El Partido comunista rechaza los acuerdos o alianzas con otros movimientos políticos por objetivos contingentes (frente único político), incluso cuando se trata de acciones insurreccionales [crítica de la acción del Partido comunista en Hungría y de los Espartaquistas en enero 1919 junto a los Independientes de izquierda304]. • La Revolución no es un problema de formas de organización. Por sí mismos, los Soviets no son órganos revolucionarios; lo son cuando su dirección es conquistada por el Partido comunista. Los Soviets de obreros y de soldados cumplen su función revolucionaria estatal después del derrocamiento del poder burgués [posición anti-ordinovista]. Pueden surgir en una situación pre-revolucionaria; la iniciativa de su constitución por parte del Partido comunista puede ser una necesidad de la lucha revolucionaria, pero la formación de Soviets no crea de por sí la situación revolucionaria [crítica del maximalismo]. “Si el poder de la burguesía se consolida, la supervivencia de los consejos puede representar un serio peligro para la lucha revolucionaria, es decir, puede suponer la conciliación y combinación de los órganos proletarios con las instituciones de la democracia burguesa” [crítica del centrismo]. • El Partido no propone en cada situación o episodio de la luchas de clase la movilización inmediata de todas las fuerzas proletarias para la insurrección general. La tarea del Partido es preparar al proletariado para enfrentar el desenlace insurreccional de la lucha de clase en condiciones favorables, así como las etapas revolucionarias ulteriores. En una época revolucionaria, en función de la evaluación de la situación, el Partido – en cuanto Estado Mayor del proletariado revolucionario – puede precipitar o retrasar el choque definitivo [crítica anticipada de la “teoría de la ofensiva”305].
Una laguna notable en estas Tesis es la ausencia de toda referencia a los problemas de la Revolución en Italia. Esta ausencia no sólo era la consecuencia directa de la idea de que la posibilidad de intervención revolucionaria en la lucha de clases estaba condicionada por la existencia previa de un verdadero Partido comunista, sino también por la dificultad que tenía la Izquierda Comunista para hacer suyos los objetivos de las grandes luchas sociales del Bienio Rojo (contra la carestía de la vida, por la tierra, por los consejos de fábrica, por las ocupaciones de fábrica) y, por consiguiente, para visualizar la posibilidad de hacerlos confluir en un movimiento político para el abatimiento del Estado burgués.
• El Partido Comunista Alemán entre la escisión con la ultra izquierda y el Putsch de Kapp
26.- El PCA(S) emergió muy debilitado de la represión contra sus organizaciones y militantes en el período que va de enero a abril 1919, y perdió entonces a sus dirigentes históricos más destacados. Las tendencias de ultra izquierda del partido, en sus distintos matices, mayoritaria en su I Congreso, muy arraigada en las secciones de Hamburgo, Hanover, Bremen, Berlín, Dresde, Renania-Westphalia, acentuaron entonces sus posiciones espontaneístas, de neto corte anarquista, contra la participación en las elecciones parlamentarias, a favor del antisindicalismo y contra la concepción marxista del Partido306.
En el II Congreso del PCA(S) (Heidelberg, Octubre 1919), con el Partido en la ilegalidad, la Dirección (en la que se destacaba la figura de Paul Leví307) logró hacer adoptar fraudulosamente la participación del Partido en las contiendas electorales y en las organizaciones sindicales, y maniobró para excluir a las corrientes de la ultra izquierda308. Las maniobras secesionistas de la Dirección tuvieron lugar sin que haya habido previamente una vasta discusión en todo el Partido y en la Internacional sobre el conjunto de las posiciones que debían constituir las piedras basales de los partidos comunistas.
Fue recién en el II Congreso de la Internacional (junio-julio 1920) que serán debatidas todas las cuestiones de fondo, de principio, de estrategia y de táctica que agitaban al PCA(S), pero ya para entonces las corrientes de ultra izquierda y las numerosas secciones controladas por ellas309 habían sido expulsadas del KPD. Esa expulsión tuvo lugar en contra de la voluntad de la dirección de la Internacional Comunista310 y de su representante en Alemania (Karl Radek, quien en ese momento estaba en prisión).
En Abril 1920 (inmediatamente después del Putsch de Kapp) las tendencias de ultra izquierda fundaron el KAPD (Partido Comunista Obrero de Alemania)311/312. A través de numerosas vicisitudes, la trayectoria del KAPD lo alejará definitivamente de la Internacional Comunista313.
El Putsch de Kapp (Marzo 1920)314
27.- Tras la caída del Régimen Imperial, la proclamación de la República, la derrota de Alemania y el Tratado de Versalles, todas las estructuras fundamentales de los poderes institucionales y políticos del pasado permanecían de pie: el Ejército, dominado por los Junkers (aunque reducido a 100.000 hombres de élite, incapaz de constituir un peligro externo, pero fundamental para enfrentar el “peligro” revolucionario interno), la Policía, la burocracia estatal, el Poder Judicial.
La derrota sangrienta de la primera ola revolucionaria de la posguerra, en manos de la alianza entre la socialdemocracia y las fuerzas paramilitares (cuerpos francos), dio libre curso a la voluntad de revancha por parte del Ejército, de sectores burgueses y de las tendencias nacionalistas que culpaban al movimiento obrero y a la República de la derrota alemana y de sus consecuencias315. Creyendo tener despejado el camino para una restauración, un sector del Ejército – apoyado por algunos sectores de la burguesía y altos funcionarios imperiales – intentó el 13-3-1920 un golpe de Estado, exigiendo la dimisión del Presidente socialdemócrata (Ebert), la del Gobierno dirigido por los socialdemócratas, la disolución del Reichstag y el nombramiento de un nuevo gobierno con participación militar. El inicio de la intentona estuvo a cargo de la Freikorps de Herman Ehrhardt, con von Lüttwitz a la cabeza316.
El Gobierno socialdemócrata y buena parte de los parlamentarios huyeron despavoridos de Berlín, primero a Desde y más tarde a Stuttgart, en búsqueda de un paraguas militar favorable a la República, e intentaron entrar en negociaciones con los putschistas. Los putschistas proclamaron el Estado de sitio y ocuparon Berlín317. Horas más tarde, los Estados Mayores y las fuerzas policiales de Berlín se alinearon con los golpistas (y la resistencia de los trabajadores debió enfrentar violentamente no sólo a los putschistas, sino también a los cañones y morteros del Ejército318). Al final del día las autoridades militares del Norte y del Este de Alemania reconocieron al Gobierno dirigido por Kapp, en tanto que en otras regiones se mantuvieron a la expectativa.319
La resistencia obrera contra el putsch se organizó inmediatamente. En Berlín, la dirección sindical socialdemócrata encabezada por Legien constituyó un Comité central de huelga y lanzó una proclama de huelga general en defensa del Gobierno de la República. Los Independientes formaron a su vez otro Comité con la participación de los dirigentes sindicales de Berlín y del USPD [en el que confluirá más tarde el KPD(S)]. Este último Comité también convocó a una huelga general contra la dictadura militar y la restauración monárquica, se negó a proclamar su apoyo al Gobierno Bauer-Noske, pero no llamó a los obreros a armarse. Ambas direcciones político-sindicales (que en cuatro años jamás habían movilizado a las masas obreras contra la guerra imperialista, siendo los primeros los actores directos de la contrarrevolución, mientras los segundos fueron sus cómplices) convocaron a las masas a la lucha en defensa de la República burguesa320.
La reacción proletaria contra el putsch se extendió por todo el país321. Por doquier estallaron las huelgas generales (Berlín, Frankfurt, Chemnitz, Hamburgo, Kiel, Bremen, Colonia, Dortmund…). En algunas localidades el impulso proletario llevó al armamento de destacamentos obreros y a la constitución de milicias rojas (el Rhur322, Leipzig, Halle, Chemnitz, Gotha, Schwerin), a la formación de consejos obreros (el Ruhr, Chemnitz) y a gran cantidad de comités de acción (formados por sindicatos y partidos obreros), al desarme de cuerpos represivos, a choques armados entre trabajadores, militares y cuerpos francos, provocando numerosos heridos y decenas de muertos.
Contra la posición inicial de la Dirección del Partido, los comunistas participaron espontánea y activamente en estos movimientos de masas, como también lo hicieron los independientes de izquierda, e incluso militantes y organizaciones locales de los mayoritarios323. El país quedó prácticamente paralizado y la situación alimentaba un clima de guerra civil.324
El PCA(S) reaccionó en forma discordante y dispersa. La dirección berlinesa y el Ejecutivo del Partido (sin Paul Leví, quien estaba en prisión) no vieron en el intento de putsch más que una simple ofensiva contra República, y no detectaron su objetivo principal: una ofensiva contra el proletariado alemán en su conjunto, y rehusó en un primer momento el llamado a la huelga general y a la lucha directa contra el putsch. Este indiferentismo y pasividad fueron justificados en nombre de un “futuro combate en las circunstancias y con los medios que la clase obrera juzgará convenientes (porque) estas condiciones no están aún reunidas”325.
Ante la extensión pujante del movimiento de masas, tratando de corregir su posición inicial, la Dirección lanzó el 14 de marzo un llamamiento a la huelga general, a la vez que llamaba a los trabajadores a “no descender a la calle”, a “reunirse en las empresas” y a no dejarse “provocar por los cuerpos francos”326. Sólo ulteriormente, teniendo a la vista las masivas movilizaciones obreras, el Partido fijará como objetivos: 1) el armamento del proletariado y la constitución de milicias obreras; 2) la destitución de los oficiales contrarrevolucionarios; 3) la dimisión del Gobierno Ebert-Noske; y 4) la elección de consejos obreros para la unificación de la lucha327.
Aislados e incapaces de quebrar la huelga general, el 15-3 los putschistas entablaron negociaciones con el Gobierno socialdemócrata. Este último aceptó las condiciones de nuevas elecciones parlamentarias y presidenciales, y la amnistía para los putschistas y sus partidarios. Las negociaciones tuvieron lugar en el Ministerio de la Justicia, y el Gobierno hasta aceptó la sugerencia hecha antes de refugiarse en el extranjero por von Lüttwitz de nombrar en su reemplazo a von Seeckt como Comandante en Jefe del Ejército (este último se había negado a reprimir a los militares putschistas)328. Fue así como el 17 de marzo los putschistas pudieron abandonar la escena sin ser molestados ni reprimidos329. Habiendo desaparecido la causa directa de la movilización obrera, la preocupación inmediata de los Mayoritarios y del Ejército fue terminar rápidamente con ella. El Gobierno del Reich y de Prusia lavaron conjuntamente de culpa y cargo al Ejército y a la policía (haciendo recaer la responsabilidad del putsch en “ciertos comandantes y en algunos hombres políticos”).
El putsch quedó desbaratado gracias a la masiva reacción de la clase obrera y la burguesía tomó conciencia de las enormes reservas de movilización y resistencia del proletariado, y de que ella tenía aún necesidad de la socialdemocracia para controlarla o reprimirla.
El fracaso del putsch no terminó con los violentos choques entre el Ejército y las milicias obreras, en particular en el Rhur, donde continuaron durante días. Fue von Seeckt, con el apoyo del Gobierno330, quien se puso a la cabeza de la represión del proletariado que no había aceptado la consigna socialdemócrata de volver al trabajo. El terror blanco que entonces se abatió sobre el proletariado del Ruhr fue terrible: miles de muertos331, de heridos, de torturados y de prisioneros encerrados durante meses en campos de concentración, y más tarde condenados por los tribunales.
Las consecuencias políticas del putsch fueron numerosas. Haciéndose el portavoz de la radicalización de las masas que exigían garantías contra todo nuevo intento de dictadura cívico-militar como condición para llamar a poner fin al movimiento huelguístico, el 17 de marzo el comité central de huelga de Berlín, dirigido por los Mayoritarios, exigió la formación de un gobierno constituido exclusivamente por Mayoritarios (SPD) e Independientes (USPD) [en suma, una reedición “mejorada” del gobierno de Ebert-Hasse de 1918], la entrada de ministros sindicalistas en puestos claves del gobierno, y la dimisión de Noske (quien arrastraba consigo el anatema de asesino del proletariado) y de otros dos ministros prusianos. El Programa de este “gobierno obrero” apuntaba, gracias a la integración de los sindicatos en el Estado, al reforzamiento del Régimen democrático y del gobierno socialdemócrata332.
Los jefes políticos del SPD rechazaron inicialmente la reivindicación de “gobierno obrero” de coalición (SPD–USPD–Sindicatos), pero el 19 de marzo dijeron aceptar el Programa propuesto por el Comité central de huelga Mayoritario. El 20 de marzo este Comité llamó a terminar la huelga general.
En medio de una gran confusión política, los Independientes comenzaron por rehusar el 17 por la mañana la propuesta de “gobierno obrero”, pero a la noche de ese mismo día los independientes de derecha y un sector independiente de izquierda quisieron abrir discusiones con los Mayoritarios. Otro sector de la izquierda independiente (Däumig) declaró el 17-3 que sólo aceptaría apoyar a un gobierno obrero de coalición con el SPD a condición de que éste se declarase por la “dictadura del proletariado” y el “poder de los consejos obreros” (total soñar no costaba nada…).
Numerosas asambleas obreras rehusaron plegarse al llamado del Comité Mayoritario considerando que no había ninguna garantía gubernamental concreta, máxime cuando tropas pro-gubernamentales entraron en los suburbios de Berlín provocando enfrentamientos violentos y arrestos.
Reunido el 21-3 para expedirse sobre el llamado de los Mayoritarios, el Comité de huelga de Berlín recibió un mensaje con el pedido de ayuda de los obreros del Ruhr atacados por la Reichwehr333. Finalmente, con el apoyo de los comunistas, la asamblea concluyó con un llamado a continuar la huelga hasta obtener “la disolución de las formaciones armadas contrarrevolucionarias y la formación de ligas de defensa sobre las bases de las organizaciones sindicales”.
“En vista de las garantías” verbales suministradas por el Gobierno334, el SPD, el USPD y el comité de huelga Mayoritario lanzaron el 22-3 un llamamiento conjunto para terminar con la huelga general.
Aunque no firmó este llamado a la desmovilización, la dirección berlinesa de los sindicatos (influenciada por los independientes de izquierda) hizo alarde de fineza semántica y se pronunció, con el apoyo de Däumig – y en contra de la posición de los representantes del KPD(S) que querían continuar la huelga general –, por una “interrupción”, la que fue aceptada el 23 de marzo por la Asamblea de los consejos de fábrica del Gran Berlín335.
De este modo, los Independientes (de derecha y de izquierda) dejaban libradas a sí mismas a las masas obreras del Rhur que en ese preciso instante enfrentaban con las armas al Ejército. Estos enfrentamientos, de una extrema violencia, durarán hasta inicios de abril.336
Las variadas posiciones adoptadas por los militantes y la dirección del PCA(S) expresaban una confusión extrema en el Partido alemán, una clara ausencia de homogeneidad política y táctica, y planteaban en particular dos cuestiones centrales que asumirán más tarde gran relevancia en las discusiones en la III Internacional: la cuestión de la actitud y relaciones de los partidos comunistas con los partidos socialdemócratas (en particular la cuestión del “frente único”) y la actitud ante los llamados “gobiernos obreros” (formados por socialdemócratas y/o centristas).
Tras haber adoptado una posición de indiferencia ante el putsch, e inmediatamente después otra de apoyo a la huelga general, pero no de enfrentamiento con los putschistas, dirigentes del KPD(S) [Pieck, Walcher, Lange y Thalheimer] pasaron a integrar el Comité central de huelga constituido por los dirigentes de los sindicatos de Berlín y por líderes del USPD. A Chemnitz los comunistas dirigidos por Brandler tomaron la iniciativa de la constitución de un Comité de acción que incluía a los sindicatos, al SPD y al USPD. En la práctica, dirigentes del KPD(S) prefiguraron lo que será llamado más tarde el “frente único” constituido por el Partido comunista y los partidos socialdemócratas contra un enemigo común.
Ante la reivindicación de Legien de “gobierno obrero” tripartito (SPD-USPD-Sindicatos), los representantes comunistas en el Comité central de huelga de Berlín declararon que un gobierno así representaría una “conquista del movimiento obrero”. Esta declaración será desaprobada oficialmente el 22 de marzo por la Zentrale que adoptó este rechazo por una débil mayoría337. Pero el 23 de marzo la Zentrale cambió radicalmente de posición. Afirmando que no existían aún bases sólidas para la dictadura del proletariado, sostuvo que
“[Hay] que crear una situación en la cual la libertad política será casi absoluta e impedir que la burguesía ejerza su dictadura capitalista” [y que, por consiguiente,] “el KPD(S) estima que la constitución de un gobierno socialista sin ningún elemento burgués y capitalista creará condiciones extremadamente favorables a la acción enérgica de las masas proletarias y le permitirá alcanzar la madurez necesaria para realizar su dictadura política y social (…) Al declarar que la actividad de nuestro Partido conservará el carácter de una “oposición leal” (al “gobierno obrero”, ndr), nosotros sobreentendemos que el Partido no preparará un golpe de Estado revolucionario, pero conservará una libertad de acción completa en lo que concierne la propaganda política en favor de sus ideas”.338
Esta posición estuvo explicitada por Pieck el 22-3 en la Asamblea de consejos de fábrica del Gran Berlín:
“La situación no está madura para una República de Consejos, pero lo está para un gobierno puramente obrero. En cuanto obreros revolucionarios, nosotros deseamos fervientemente un gobierno puramente obrero. (…) El gobierno obrero vendrá, no hay otra vía hacia la República de los Consejos”.339
Esta posición de “oposición leal” favorable a un gobierno socialdemócrata será ulteriormente desautorizada por la Zentrale del Partido.
No entraremos aquí en el detalle de las polémicas más o menos confusas que, como consecuencia de estas tomas de posiciones, se desataron en el KPD(S) y en la Internacional340. Basta por el momento observar que las posiciones favorables a la reivindicación de un “gobierno obrero” socialdemócrata, y la propuesta de “oposición leal” planteaban varias cuestiones centrales: (a) la naturaleza y función de los gobiernos socialdemócratas (incluso cuando resultan de un auge de masas del proletariado), y la táctica de los partidos comunistas frente a ellos; y (b) cómo actuar (es decir, cuál debería ser la táctica del Partido comunista) en situaciones en que las masas obreras, aunque divididas políticamente entre distintas corrientes, y como reacción de defensa frente a una ofensiva burguesa, se lanza unitariamente a la lucha.
El apoyo a un gobierno socialdemócrata estaba basado en presupuestos implícitos:
- que la socialdemocracia pudiese jugar otro papel que no fuera el de agente de la burguesía en el seno del proletariado;
- que un gobierno socialdemócrata pudiese impedir que la burguesía ejerza su dictadura de clase, y que el Estado parlamentario pudiese transformarse en otra cosa que no fuera el de instrumento de la dominación burguesa; y
- que un gobierno socialdemócrata pudiera necesariamente crear condiciones favorables a la lucha de clase anticapitalista; o, incluso, que fuese una etapa necesaria en la vía de la conquista revolucionaria del poder.
Contra las posiciones defendidas por Lenin y la Internacional Comunista en su I Congreso (las que serán reafirmadas en su II Congreso), la aceptación de los puntos arriba mencionados suponía:
- negar la trayectoria de la socialdemocracia internacional en general, y la alemana en particular, durante los años 1914-1920, y muy especialmente la experiencia del gobierno Ebert-Hasse de noviembre 1918, y
- sostener que entre el régimen burgués parlamentario y la dictadura del proletariado pudiese existir un régimen político de transición que no representase ni la dictadura de la burguesía ni la dictadura del proletariado341.
En cuanto al problema de la táctica comunista frente a un gobierno socialdemócrata, que la Zentrale del KPD(S) tradujo por “oposición leal” a un eventual gobierno SPD-USPD, la posición de Lenin desarrollada en su libro el «El “extremismo”, …» consistió, en primer lugar, en reconocer que, en ausencia de las condiciones que hacen posible la dictadura del proletariado, y «mientras la mayoría de los obreros de las ciudades siga a los independientes, nosotros, los comunistas, no podemos impedir que estos obreros se libren de sus últimas ilusiones democráticas y pequeñoburguesas (es decir, burguesas-capitalistas también) en base de la experiencia de “su” gobierno». Esto implicaba que el Partido debía «renunciar por cierto tiempo a toda tentativa de derribar por la fuerza a un gobierno que goza de la confianza de la mayoría de los obreros de las ciudades. Pero en la agitación cotidiana entre las masas (…) se podría, naturalmente, añadir: dejemos que esos canallas como Scheidemann, esos filisteos como los Kautsky-Crispien pongan de manifiesto con sus actos hasta qué punto están ellos mismos engañados y engañan a los obreros; su gobierno “puro” efectuará “mejor que nadie” el trabajo de “limpiar” los establos de Augias [llenos de inmundicia, ndr.] del socialismo, del socialdemocratismo y demás formas de la socialtraición».
En una situación histórica revolucionaria, pero en la cual faltasen las condiciones subjetivas de lucha directa por el poder debido a la influencia dominante de los partidos socialdemócratas en las filas obreras, la formación de gobiernos conformados por estos partidos, firme y abiertamente combatidos por los partidos comunistas, podía ser para Lenin una experiencia positiva a fin de socavar y erradicar la confianza de las masas en los partidos socialistas y centristas.
La cuestión del apoyo parlamentario (y eventualmente la participación comunista) en un “gobierno obrero” socialdemócrata se volverá candente en el período 1921-1923.
Por otra parte, los Espartakistas habían continuado militando dentro del SPD ya pasado al enemigo, con la perspectiva de reconquistar a ese Partido, antes de ser expulsados junto a los Independientes, y entonces formaron conjuntamente con estos últimos el USPD con el objetivo de ganarlo a la causa del comunismo. Tras la aparición de los Consejos obreros en Alemania, la firma de proclamas y llamamientos de los militantes Espartakistas conjuntamente con los centristas, antes de la fundación del KPD(S) en diciembre 1918, formaba parte de una praxis política que correspondía a una situación de hecho (la permanencia de ambas corrientes dentro del mismo Partido). Tras la fundación del KPD(S), la práctica de “frente único” continuó dentro de los Consejos obreros, los organismos de lucha y entre partidos. La base material de la táctica del “frente único político” estaba dada por las fuertes tendencias unitarias de defensa en el seno del proletariado contra las ofensivas burguesas, siendo una aspiración de las bases obreras políticamente atrasadas que pensaban que la debilidad del movimiento proletario resultaba de las divisiones entre los “partidos obreros” (socialdemócrata, centrista y comunista).
A los partidos comunistas se les planteó el problema fundamental de dar una respuesta al impulso unitario de las masas, impulsar su unidad combatiente y socavar al mismo tiempo la influencia de las direcciones socialdemócratas, abiertamente reformistas (SPD y la derecha Independiente) y del centrismo de izquierda. A partir de fines de 1921 la cuestión del “frente único” será un tema central de discusión en la Internacional, y un terreno de enfrentamiento polémico entre su Ejecutivo y el Partido Comunista de Italia.
Notas
1 Renzo del Carria, “Proletari senza rivoluzioni”, ed. Savelli, 1975, p.69. Otro autor hace referencia a 600 mil muertos o enfermos graves por afecciones resultantes de la guerra [Cartiglia, “Il Partito Socialista italiano (1892-1962), ed. Loescher, 1978, p.210].
2 La agricultura se había despoblado por la movilización de 60% de su población masculina en la franja de 20-50 años.
3 De 5,6 a 3,7 millones de toneladas de trigo, y de 2,9 a 2,2 de maíz entre 1913 y 1917.
4 163 mil casas, 435 municipios, 255 hospitales, 1156 centros educativos habían sido destruidos o dañados; 120 mil hectáreas habían sido devastadas, se perdieron 450 mil cabezas de ganado; los fertilizantes, máquinas y medios de transporte eran muy escasos. [Gaetano Salvemini, “Le origini del fascismo in Italia”, ed. Feltrinelli, 2015, p.26]
5 En 1921, el valor de las importaciones era 2,1 veces superior al de las exportaciones.
6 Para mantener su valor, el gramo de oro pasó de 3,49 en 1913 a 5,82 en 1919 y a 14,05 en 1920.
7 En noviembre 1921 había un total de 2 millones de desocupados. El bloqueo de la inmigración por los EE.UU. hizo que en ese año el número de emigrantes fuese de sólo 281 mil, contra 800 mil antes de la guerra.
8 Ejemplo del encarnizamiento del despotismo militar fueron los 660.000 enjuiciados y/o condenados por “delitos” inscriptos en el código militar, los cuales fueron finalmente amnistiados en septiembre 1919.
9 El 9 de febrero 1919, el Prefecto de Milán informaba al Gobierno de Vittorio Emanuele Orlando sobre el “clima” en el seno del proletariado: “Indudablemente la Camera del Lavoro está en un período de grandísima actividad (…) Agitando la cuestión de las 8 horas y la del salario mínimo ha dado nueva vida a las diversas ligas de trabajadores; aprovecha de todas las maneras la desocupación; ha atraído a sí buena parte de los mutilados (de guerra) y plantea siempre entre sus postulados la desmovilización general para atraerse a los combatientes veteranos del frente (…). La Camera del Lavoro está bajo la influencia del Avanti! y de la dirección del Partido (socialista); y por ello, saliendo del terreno económico, reclama la amnistía general, el restablecimiento de las libertades civiles y políticas, el retiro de las tropas aliadas de Rusia. A menudo en las reuniones resuenan los gritos de “¡Viva la revolución rusa!”, “¡Viva Lenin!”, e incluso los elementos más moderados no osan oponerse abiertamente a la tendencia maximalista”. [Ivano Granata, “Sindicato e crisi della democrazia – La Camera del lavoro di Milano dallo «splendore» del biennio rosso allo scioglimento (1919-1925)”, ed. Franco Ageli, 1986]
10 En 1907 (el año de la preguerra con el mayor número de movilizaciones) había habido 1890 huelgas con la participación de 321 mil trabajadores; en 1914: 781 huelgas – 170 mil participantes; en 1919: 1860 huelgas – aproximadamente 1,5 millón de huelguistas; en 1920: más de 2 mil huelgas – más de 1,9 millones de trabajadores involucrados [Renzo de Felice, “Mussolini il rivoluzionario (1883-1920)”, ed. Einaudi, 1995, p.435]. Del Carria da cifras bastante diferentes: 1919: 1663 – 1,050 millones; 1920: 1991 – 1,268 millones; 1921: 1045 – 644 mil (op.cit., p.66). Hubo 22 mil trabajadores en huelga en enero 1919, 40 mil en febrero, 69 mil en marzo, 87 mil en abril y 309 mil en mayo [Annuario statistico italiano: 1919-1921, pp. 395 y 398] . El 1-8-1919 estaban en huelga 200 mil metalúrgicos del Norte, 200 mil obreros agrícolas en las provincias de Novara y Pavía, los tipógrafos en Roma y Parma, los textiles en Como, los marítimos en Trieste, etc., etc.) [Angelo Tasca, “Nascita e avvento del fascismo”, ed. PGRECO, 2012, pp.26-27]. El 9-10 la huelga era general en la Emilia y la Toscana. Pero los datos arriba mencionados sólo dan un cuadro incompleto de la situación general. Tal como lo señala Salvemini (op.cit., pp.196-197), “[quien] quisiera dar completamente cuenta de la situación (en 1919), debe tener presente que, mientras que los datos relativos a las huelgas económicas en las industrias y en la agricultura se pueden considerar completas, las huelgas de solidaridad y las huelgas parciales y generales promovidas por razones políticas no eran tomadas en consideración por las estadísticas oficiales. (…) Por ello la agitación en el país era aún mayor de lo que podrían hacernos pensar los datos que hemos recogido”.
11 A fines de 1920 la Confederación sindicalista USI tenía cerca de 500 mil adherentes, en tanto que la Confederación italiana de trabajadores (católica) casi un millón de miembros, principalmente en el campo.]
12 Incluso en el terreno “estrictamente” sindical, la CGdL fragmentó las movilizaciones obreras por sectores, localizaciones y tipo de empresas; al hacerlo, los burócratas sindicales se aseguran localmente el control de las masas y su propia continuidad. “[Las conquistas de la clase obrera] son tanto más corporativas y sectoriales cuanto más elevados son sus contenidos. Naturalmente, el sindicato favorece esta tendencia en lugar de contrastarla. Una cosa son los acuerdos de los metalúrgicos, otra los contemporáneos acuerdos de los obreros de la construcción, o de los textiles; una cosa son los conflictos con la FIAT y otro las de las pequeñas industrias mecánicas. Esta división está completamente institucionalizada y casi forma parte del ritual de los conflictos: primero se trata con Agnelli; después, separadamente, con las fábricas menores”. [Giuseppe Maione, “Il Biennio Rosso”, ed. Il Mulino, 1975, p.29]
13 La información sobre el carovita y los movimientos de campesinos ha sido extraída de Del Carria, op.cit., pp.72-110; de Roberto Bianchi, « Pace, pane, terra – Il 1919 in Italia », ed. Odradek, 2006, pp.77-132; y de Salvemini, op.cit., pp.192-196, 211-226.
14 Bianchi, op.cit., pp.93-94.
15 Bianchi, op.cit., pp.205-220. Las localidades consideradas pertenecen a las regiones siguientes: Valle de Aosta (1), Piamonte (26), Liguria (13), Lombardía (17), Véneto (7+), Friuli-Venezia Giulia (1), Emilia-Romagna (34), Toscana (46+), Umbría (8), las Marche (27), Lazio (6), Abruzzo (13), Molise (10), Campania (24+), Pugllia (21), Basilicata (2), Calabria (66), Sicilia (17+), Sardeña (21).
16 Op.cit., p.213. Esta opinión es tanto más autorizada cuanto que Salvemini sostenía que en Italia no existía una situación revolucionaria.
17 La movilización de los trabajadores contra el costo de la vida arrastró consigo a sectores sociales populares pauperizados que esperaban encontrar en la clase obrera una guía y un actor central de la lucha contra las consecuencias sociales y económicas de la guerra.
18 En menos de una semana, las fuerzas policiales efectuaron más de 620 detenciones.
19 La multitud se encargó de la venta con rebaja de productos alimenticios y zapatos, y aquellos que no fueron vendidos fueron transportados a la Camera del Lavoro y a las Cooperativas. El día 4 todos los medios de transporte fueron requisados por los trabajadores para trasladar la mercadería, imponiendo reducciones de precios de 50 a 70%. Ningún negocio que no fuera de primera necesidad fue afectado.
20 En esta ciudad una asamblea popular decidió la rebaja de 50% de los precios y la nominación de un Consejo obrero compuesto por socialistas y anarquistas, el cual – de acuerdo con el Consejo de la Comuna – debía controlar el respeto de las decisiones populares.
21 Fortichiari, “Appunti per la storia della Sinistra Comunista”, 1972. [www.marxists.org/italiano/fortichiari/antologia/antologiaBF1.pdf]
22 En Milán, a inicios de julio, la multitud saqueó negocios, y el Prefecto recurrió a la sección local del PSI y a la Camera del Lavoro para una concertación sobre los pasos a dar para restaurar el Orden. La Camera del Lavoro exigió la inmediata rebaja de los precios de alimentos, medidas enérgicas contra quienes no respetasen el control de precios o promoviesen el desabastecimiento, y la puesta en pie de Comisiones obreras con autoridad para requisar mercadería. A pesar de la reducción decretada de 50%, los saqueos continuaron. Los comerciantes expusieron carteles (suministrados por el organismo sindical, a quien le entregaban sus llaves) anunciando que su mercadería estaba a disposición de la Camera del Lavoro. Esta envió representantes por las calles de la ciudad para evitar los saqueos, logrando buen éxito. Las fuerzas represivas efectuaron un total de 2.200 detenciones. 15 días después, los precios de todos los artículos de primera necesidad reiniciaron su aumento vertiginoso. Según Granata [op.cit., pp.18-19], “Vale la pena subrayar que la actitud típicamente reformista, de responsabilidad y de moderación del organismo sindical contrastaba con los postulados “revolucionarios” [maximalistas, ndr.] que él sostenía. Al igual que los dirigentes de la sección socialista de Milán, incluso los dirigentes de la Camera estaban en su gran mayoría embebidos de la doctrina y de las tesis revolucionarias [del maximalismo], de las cuales anunciaban la actuación en breve. Sin embargo, aligual que los principales exponentes del Partido, estaban demasiado ligados a un maximalismo puramente verbal exento de toda concreción, y no tenían ideas muy claras acerca de qué manera y en qué momento se realizaría la eventual “revolución”. Esta carencia de fondo hacía que posibles ocasiones potencialmente “revolucionarias”, como justamente podían ser las agitaciones contra la carestía de la vida, no fuesen tomadas con la debida consideración y fuesen consideradas prematuras (…)”.
23 En Nápoles, un intento de entidades político-sociales (con la participación de socialistas neutralistas de la Unione Socialista Napoletana, de fascistas, de republicanos, de la Camera del Lavoro, de empleados privados y de otras categorías de trabajadores) para reclamar ante las autoridades locales la reducción generalizada de precios de los artículos de consumo (reducción que ya había sido autorizada en línea de principio por el Gobierno nacional y dejada a discreción de los prefectos e intendentes) fue superada por los trabajadores de las empresas locales que iniciaron una huelga general, así como por las masas de los barrios populares que espontáneamente procedieron por cuenta propia, entre saqueos y requisas de mercadería que era transportada a la Camera del Lavoro. Los trámites oficiales de las entidades político-sociales asumieron aspectos grotescos y están detallados en la Introducción de Luigi Gerosa al tomo III de Amadeo Bordiga, Scritti 1911-1926, Fondazione Amadeo Bordiga, pp.LXXXVI-XCIII.
24 Eso no impidió que la Camera del Lavoro se gane el reconocimiento de la burguesía local. El periódico burgués “L’Independente” escribió en esos días: “En nuestra calidad de consumidores no podemos hablar mal de este Soviet (¡sic!), que por otra parte actúa de acuerdo con la autoridad del Subprefecto, el cual al no tener guardias disponibles para contener a los violentos ha aceptado la gratuita y simpática colaboración de los proletarios organizados … los nuevos pioneros del orden”. [Del Carria, op.cit., p.80]
25 En ese momento, Palermo, Pisa Bérgamo, Suzzara, Lucca, Follonica, Mesina, Osimo, Fucecchio, Montecalvoli, Legnano, Parma, Rovigo, Scanzano, Cortona, Frasci, Savona, Cassano d’Adda, Palmi, Molfetta, Portoferraio, Pesaro, Reggio Calabria, Macerata, Mondolfo, Empoli, Perugia, Arezpo, Ponticelli, Andria, Siena, Catanzaro, Todi, Taranto, Spoleto, Cità del Piave, Civitavechia y centenares de otras localidades participaban en esos acontecimientos con choques, muertos y heridos.
26 El ultra reformista dirigente de la CGdL D’Aragona declaró en ese momento que “La noticia próxima de un intento revolucionario no debería sorprender. Los resultados podrán no ser grandes, pero la insurrección es casi inevitable”. [Del Carria, op.cit., pp.82-83]
27 A esta convocatoria respondieron positivamente la CGdL y la USI (sindicalista revolucionaria), en tanto que las direcciones de la Federación de los Trabajadores del Mar y el Sindicato Ferroviario se retractaron a último momento (lo que no impidió que algunas seccionales regionales de estos dos últimos se plegaran a la huelga). Para una exposición detallada de las vicisitudes de los preparativos y del desarrollo de esta huelga general internacional, cf. Bianchi, op.cit., pp.133-202.
28 Lazzari ya había declarado en el Avanti! del 17-7: “No se deben aceptar provocaciones de cualquier tipo y se debe refrenar la generosa impaciencia que, en la hora actual, no puede tener más que infecundas y trágicas consecuencias”, debiendo la clase obrera contentarse con la idea de que la huelga serviría para defender “la posibilidad revolucionaria en toda Europa y especialmente en Italia”. En vísperas de la huelga general, la Dirección de la CGdL declaró que la movilización debía ser “calma y tranquila”, que debía tener “solamente un valor de afirmación y nada más”, “no tener ningún carácter revolucionario y (no debía significar) ningún triunfo de (las) ideas maximalistas, cuya realización es una locura en este momento en Italia”, por lo que no se permitiría a los “elementos más extremistas” la prolongación de la huelga [Salvemini, op.cit., pp.224-225]. D’Aragona escribirá en “Battaglie sindicali” del 25-9-1929 lo que ya había declarado en 1922: “Es posible que nosotros hayamos tenido la culpa de haber hecho demasiadas concesiones (verbales, ndr.) a la pasión bolchevique de las masas, pero por cierto no se nos puede negar el honor (¡sic!) de haber impedido una explosión revolucionaria. El fascismo llegó solamente después de que nosotros ya habíamos alejado el peligro” [Del Carria, op.cit., p.83 y Salvemini, op.cit., p.172].
29 Salvemini, op.cit., p.225. Según Anna Kuliscioff, “por doquier hay un gran malestar contra la dirección del Partido, sobre todo por las esperanzas frustradas (generadas) por la huelga general” [Carta a Turati del 12-8-1919, en Bianchi, op.cit., p.195].
30 Esa repercusión negativa sobre el estado de ánimo de la clase obrera de la huelga general del 20 y 21 de julio fue producto de la duplicidad de la Dirección socialista que, por una parte, hablaba de una “revolución inminente”, y, por otra, hacía todo lo posible para evitar embocar una salida revolucionaria. El 20 de marzo la Dirección había anunciado la preparación de una futura huelga revolucionaria; el 4 de julio Lazzari incitó a los socialistas a “estar presentes y vigilantes ahora que los acontecimientos se precipitan hacia su fatal (¡sic!) solución”; y el 10 de julio la Dirección votó una moción de Gennari que exhortaba “a los compañeros y trabajadores” a formar “consejos de trabajadores, constituidos sólo porrepresentantes directos del Partido, de las organizaciones proletarias y de las ligas proletarias de mutilados”, precisando que, en ese momento, tendrían “el objetivo de disciplinar y continuar la agitación contra el coto de la vida”, y que su acción “será conforme al objetivo que un próximo (!) acto final del proletariado lleve a la conquista del poder político y económico, y que éste, en base a la dictadura del proletariado, sea encomendado enteramente a los organismos de la clase trabajadora”. De más estar decir que la Dirección nada hizo para concretar esos “consejos de trabajadores” que, según la declaración de la Dirección, estarían formados por representantes del PSI. [Tasca, op.cit., p.37]
31 Ibidem, p.27.
32 Recién el 2-10-1919 e Gobierno de Nitti decretó la constitución del cuerpo represivo de la Guardia Reggia y decidió triplicar los efectivos del Cuerpo de Carabineros.
33 Fue en ocasión de la huelga general internacional del 20 y 21 de julio que la democracia burguesa, encarnada como nunca antes por el Gobierno de Nitti, buscó y dio su visto bueno a la colaboración de las fuerzas represivas del Estado con fuerzas paramilitares abiertamente contrarrevolucionarias. [Bianchi, op.cit., pp.178-180]
34 Este Pacto establecía “la independencia y la autonomía de la CGdL y del Partido, cada uno en su propio campo”, afirmando, al mismo tiempo, que “la responsabilidad del movimiento económico incumbe a la CGdL y la del movimiento político a la Dirección del Partido”, amén de que “La huelga y las agitaciones de carácter económico nacional serán proclamadas y dirigidas por la Confederación, habiendo oído el parecer de la Dirección del Partido, quien se compromete, en cada caso, a no obstaculizar las actuaciones de las deliberaciones confederales” [Adolfo Pepe, “Movimento operaio e lote sindicali, 1880-1922”, ed. Loescher, 1976, pp.252-253]. En otras palabras, la CGdL tenía las manos libres para hacer y deshacer a piacere en todo lo que concernía a las luchas con contenidos laborales de las masas, pudiendo negarles toda proyección política. El PSI abdicaba así la posibilidad de dar a las luchas económicas un alcance político. Al PSI le era atribuida la posibilidad teórica de “dar su opinión” en torno de los movimientos económicos, no pudiendo cuestionar las resoluciones de la CGdL en este ámbito. Se trató de la reafirmación de lo acordado entre ambas organizaciones en 1907 [§I-13]. Por la Dirección del PSI el documento fue firmado, entre otros, por el intransigente de izquierda Repossi.
35 Gerosa, op.cit., p.XCII. El repudio a los “excesos” de la movilización contra la carestía de la vida fue casi general en el socialismo italiano. De Treves a Serrati, todo el arco socialdemócrata opuso la perspectiva de una revolución “como se debe” a los bajos instintos irrefrenables, desordenados, desorganizados e inconscientes de las masas [Bianchi, op.cit., pp.162-163].
36 No es superfluo señalar que el espacio y la importancia dados por el Avanti! a estos acontecimientos se fue encogiendo a medida que el movimiento se fue desarrollando y radicalizando. Todo ello no impidió que localmente dirigentes socialistas hayan colaborado activamente con las autoridades estatales para calmar los ánimos de las masas y lograr el retorno a la “normalidad”, como fueron los casos en Milán, Savona y en tantas otras localidades. Como respuesta a los emisarios de La Spezia en búsqueda de instrucciones, Turati les dijo: “¡No hagáis estupideces!” [Del Carria, op.cit., pp.72-73]. En Florencia, el secretario de la Camera del Lavoro dirigida por la “intransigencia” oficialista se dirigió al Prefecto para acordar el nombramiento de una Comisión que hubiera debido estudiar la mejor manera de disciplinar al movimiento, lo que no impidió el 4-7 al periódico maximalista local (“La Difesa”) publicar demagógica y fanfarronamente una proclama afirmando que “Ha llegado la hora (…) de las más enérgicas y radicales decisiones. (…) La dictadura del proletariado demuestra prácticamente cuál y cuánta ha sido su eficacia. (…) La acción directa ha triunfado. (…) ¡Adelante!, ¡Adelante! ¡Por el Comunismo!” [Salvemini, op.cit., p.217].
37 Cortesi, op.cit., p.710.
38 El secretario general de la CGdL, D’Aragona, declaró: “La huelga no es un remedio adecuado para enfrentar el problema, porque la huelga agrava la ya grave situación de la familia proletaria. Tampoco es la solución la rebaja inmediata de precios, ¡de 50%, por ejemplo! Porque todas nuestras cooperativas de consumo serían condenadas a la bancarrota; y, en segundo lugar, los comercios no comprarían más y cerrarían: ¡de ello resultaría el encarecimiento y el hambre!” [“La fraseologia contra la verità”, L’Ordine Nuovo, 2-8-1919].
39 Del Carria, op.cit., p.81.
40 Está claro que en ese momento ni uno ni otro hubiesen podido representar una dirección política efectiva con posibilidades de cambiar el curso de los acontecimientos. Il Soviet recién en diciembre 1918 comenzó a echar las bases de una fracción muy minoritaria en el Partido socialista, en tanto que sólo en mayo 1919 L’Ordine Nuovo inició un trabajo teórico-político basado en el consejismo de empresa. Pero es importante observar que hasta ese momento ambas corrientes apuntaban a hacer del PSI un partido revolucionario; por consiguiente, las propuestas de uno y otro eran propuestas de acción inmediata que el PSI hubiera debido asumir concretamente.
41 “Durante los tumultos, sólo las Camere del Lavoro y las secciones socialistas (del Partido) han demostrado ser capaces de ejercer una influencia sobre la multitud, de ser capaces de restablecer un orden. Estas experiencias reales deben ser valorizadas y deben expresarse en instituciones proletarias, que solas – sin colaboraciones (de ninguna índole) con (los) responsables del desastre – deben tomar el control de los víveres y de la actividad en torno del control de precios. A través de las organizaciones proletarias puede ser restablecido el intercambio entre la ciudad y el campo, con la creación de Comités campesinos que controlen el mercado de la producción, detecten e impidan cualquier destrucción. Fuera de esta solución no hay más que estragos. (…) Mientras tanto, los compañeros obreros y campesinos tienen el deber de prepararse a asumir ese poder, que es grávido de responsabilidad y de riesgos, pero que es rico de promesas y de desarrollo hacia más altos y mayores nuevos poderes.”
42 G.Sanna, “L’agitazione contra il rincaro”, Il Soviet, 6-13-20/7/1919.
43 En la Alemania de 1923 sumergida en una hiperinflación desbocada, el combate del proletariado contra la carestía de la vida y el desabastecimiento fue vehiculada localmente bajo la égida de los consejos de fábrica, en los cuales los comunistas hubieran podido y debido apoyarse para lanzarse a la conquista del poder. Según Broué, “bajo la égida y la iniciativa de los consejos de fábrica animados por los comunistas se multiplican los comités de control que se asignan como tarea controlar los precios de los víveres, los alquileres, combatir la especulación, el tráfico y la escasez (de productos básicos). Compuestos de obreros, incluyendo a obreras y amas de casa, (los comités de control) asocian a veces a pequeños comerciantes o artesanos. Su red se esfuerza por movilizar en una acción permanente, por medio de una propaganda y agitación constantes, a las capas trabajadores y en particular a las mujeres”. [Pierre Broué, “Révolution en Allemagne (1917-1923)”, Les Éditions de Minuit, §XXXVII, p.684; www.marxists.org/francais/broue/works/1971/00/broue_all.htm].
44 No es nuestra intención negar el interés de Il Soviet y la participación activa de la sección napolitana del PSI en otras luchas del proletariado local (como la huelga metalúrgica de mayo-junio 1919), en las cuestiones estrictamente sindicales, y también en otras de carácter inmediato, como lo fue el movimiento contra el aumento de alquileres. En esta ocasión, Il Soviet del 12-1-1919 propuso que las masas que se movilizaban contra los aumentos locativos se integren en las acciones que desarrollaría la Cámara Confederal del Trabajo para conseguir la prórroga por tiempo indeterminado de los contratos vigentes. Pero su tratamiento de los movimientos contra el costo de la vida fue un ejemplo de las dificultades y lagunas políticas de esta corriente.
45 Bordiga volvió a defender 45 años más tarde la posición asumida por Il Soviet frente a aquellos acontecimientos: “Surgieron comités inspirados en la defensa del consumidor, que nada podían tener de revolucionario, incluso si hubo casos de violencia exteriormente “expropiadora”. Se pretendía que todas las capas (sociales) tuviesen un interés común en el retorno ilusorio del “buen mercado”, y se hicieron enormes embrollos. Los revolucionarios no podían dejar de desaprobar enérgicamente esta absurda forma de acción, y lo dijeron enfrentando la impopularidad”. [“Storia della Sinistra Comunista”, vol. I, 1964, ed. Programma Comunista, 1964, pp.158-159]
46 Defendiendo la visión marxista y materialista de los procesos revolucionarios, Lenin escribió: “La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que una explosión de la lucha de masas de todos y cada uno de los oprimidos y descontentos. En ella participarán inevitablemente partes de la pequeña burguesía y de los obreros atrasados – sin esa participación no es posible una lucha de masas, no es posible ninguna revolución – que aportarán al movimiento, también de modo inevitable, sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y sus errores. Pero objetivamente atacarán al capital, y la vanguardia consciente de la revolución, el proletariado avanzado, expresando esta verdad objetiva de la lucha de masas variopinta, discordante, abigarrada y aparentemente sin unidad, podrá unirla y dirigirla, tomar el poder, adueñarse de los bancos, expropiar a los trust odiados por todos (¡aunque por motivos diferentes!), y aplicar otras medidas dictatoriales, que llevan en su conjunto al derrocamiento de la burguesía y a la victoria del socialismo (…)”. [“Balance de una discusión sobre el derecho de las naciones a disponer de sí mismas”, julio 1916]
47 Con preponderancia – aunque no en forma exclusiva – del pujante desarrollo del capitalismo agrario moderno en el Norte, de formas híbridas en el Centro (medianería) y del latifundio en el Mezzogiorno y en Sicilia.
48 La evolución de las reivindicaciones campesinas puede ser bien ejemplificada en la región de Lazio. “Los campesinos del Lazio comenzaron rápidamente a organizarse (…). A mediados de enero (1919) ya se habían constituido o vuelto a formar numerosas Ligas campesinas, como la de Monterotondo y Frascati, cuyas primeras reivindicaciones estuvieron centradas en los temas del derecho al trabajo y la desocupación (reclamando el fin de la explotación de la mano de obra de los prisioneros de guerra y la prioridad de acceso al trabajo para los veteranos de guerra), de la jornada de 8 horas y de aumentos salariales. (…) [Estas] iniciativas de los jornaleros plantearon nuevamente los problemas de la colocación obligatoria de la mano de obra, de su control a través de las Ligas, de las tarifas y de los horarios de trabajo, como por ejemplo en Albano, Cori, Genzanol, Marino, Frascati, y en muchos otros lugares. Fueron luchas que rápidamente se entrelazaron con las protestas contra los municipios y las invasiones de tierras. Eran evidentemente las mismas personas que (…) adherían (…) a las posibilidades que la situación ofrece”. [Bianchi, op.cit., pp.42-43]
49 La medianería era teóricamente un contrato de asociación entre el propietario de la tierra y el campesino. Según el tipo de contrato, el propietario podía suministrar o no una parte de los medios y elementos necesarios a la producción, pactando los porcentajes correspondientes a la repartición del producto final. Con este sistema, el propietario se aseguraba el trabajo de una familia campesina sin garantizarle una compensación determinada, escapando así a todo compromiso de carácter salarial. “En la Toscana [pero esto era general en toda Italia, ndr.] la medianería (…) es un método de explotación feroz que repugna a todo espíritu libre y abierto a las modernas concepciones del trabajo humano. El medianero no tiene horario, no está amparado por ninguna ley, en el verano trabaja hasta veinte horas diarias. Sus hijos y sus mujeres están fuera de las leyes que protegen a las mujeres y a los niños (…). Debe producir de todo: trigo, fruta, huerta, viñedo, pasto, incluso si la naturaleza aconsejase un mayor desarrollo de una cultura dada en detrimento de las otras”. [“Il mezadri si ribella”, en La Difesa, 1920, n°33, citado en Carlo Rotelli, “Lotte contadine nel Mugello (1919-1922), in Il Movimento di liberazione in Italia, XXIV, n°107, 1972, pp.39-641]. Rotelli añadía que “[el] concepto mismo de medianería, entendida como asociación productiva, era luego inevitablemente alterado por tratos verdaderamente serviles (inspirados con un criterio de sujeción del medianero al trabajo), de ausencia de información sobre el balance final, de abusos en el porcentaje de aceite debida al propietario por el uso de la almazara, del abuso de trabajos para el patrón y de indemnización por el empleo de sus animales en los trabajos agrícolas, y finalmente del derecho incuestionable y arbitrario de rescisión del contrato de asociación por parte del propietario”. [www.italia-resistenza.it/wp-content/uploads/ic/RAV0068570_1972_106-109_10.pdf]
50 Bianchi, op.cit., p.61.
51 Del Carria, op.cit., p.93.
52 A modo de ejemplo, entre los medianeros de Mugello (Toscana) la voluntad de hacerse con la tierra fue consecutiva a la ruptura por parte de los propietarios de los nuevos pactos acordados con grandes mejoras a favor de los primeros. [Rotelli, op.cit., pp.49-51].
53 Francesco Di Bartolo, « La terra è dei combattenti” – I “programmi” di redistribuzione della terra (1915-1918) », Mediterranea – Ricerche storiche – Anno VI – Agosto 2009, pp.353-372.
54 Las luchas campesinas contra los grandes terratenientes atravesaron la historia de la Italia moderna. En particular en el Lazio, la reivindicación de la tierra se entrelazaba en ocasiones (pero no siempre) con la resistencia al acaparamiento indebido de tierras comunales en manos de la burguesía y de la aristocracia. [Bianchi, op.cit., pp.39-40 y 56-57]
55 La cronología de los movimientos campesinos de este período fue extraída de Del Carria, op.cit., pp.88-99 y Bianchi, op.cit., pp.37-75.
56 A modo de ejemplo, en la primavera de 1919 la Federterra del Lazio había triplicado el número de sus afiliados y ya contaba con 10.000 adherentes. [Bianchi, op.cit., p.48]
57 Ibidem, p.45.
58 Ibidem, p.49. La situación en Gioia del Colle (Puglia) ilustra ese íntimo entrelazamiento de las luchas de masas: “En la vieja sede de la Liga (…) se instaló la Camera del Lavoro (…) que reúne en torno suyo a la Cooperativa de Consumo Igualdad, a la Liga de los Campesinos, con la Cooperativa agrícola (…), la Liga y la Cooperativa de los Picapedreros, la Liga de los Carpinteros, de los Horticultores), de los Zapateros, de los Molineros y Pasteleros, de los Electricistas, y sobre todo la Liga de los Albañiles (…). Se formó la Liga Proletaria entre los Veteranos de Guerra, que agrupa a la gran mayoría de los veteranos de Gioia, y que (…) adhiere a la Camera del Lavoro. Los dirigentes del movimiento proletario de Gioia son conjuntamente dirigentes provinciales de importantes organizaciones: Domenico De Leonardis es secretario provincial de la Federación de la Tierra, y Nicola Capozzi es secretario provincial del Partido socialista. (…) En toda la Puglia, y en particular en la provincia de Bari, durante el llamado “Bieno Rojo” (1919-1920), la red de las organizaciones de base, sindicales y de clase del movimiento proletario promueve una intensa época de luchas sociales, que se expresará en una variada tipología de formas y de prácticas. Huelgas contra el costo de la vida y por el pan, huelgas (de diversas duraciones y connotaciones) por reivindicaciones y aumentos salariales, huelgas por la jornada de 8 horas, huelgas políticas de apoyo y solidaridad con las repúblicas soviéticas de Rusia y Hungría, pero sobre todo por esa “huelga al revés” que consiste en cultivar latifundios abandonados y luego exigir de los propietarios la correspondiente retribución. La radicalidad de estas formas de lucha tuvo como consecuencia, una vez más, episodios sangrientos de violencia: mientras los veteranos de la guerra asaltaban los municipios para exigir la repartición de los terrenos comunales, los jornaleros apuntaban a los patronos, que a su vez reaccionaban con las armas o encontraban ayuda en la dura represión policial. [Ermando Ottani, “L’eccidio di Marzagaglia (1° luglio 1920)”, Storia e Futuro, n°45, diciembre 2017; www.storiaefuturo.eu/leccidio-marzagaglia-1-luglio-1920/]
59 Para visualizar la situación social en la Puglia, característica del Mezzogiorno, Ermando Ottani escribió: “En 1920 la tasa de mortalidad infantil en Gioia del Colle [129 muertes por mil bebés en los primeros 12 meses de vida] supera ampliamente la que ha sido registrada a partir de 2009 en muchos países del continente africano, entre los cuales están Sudán, Liberia, Somalía, Malí y Rwanda”.
60 Bianchi, op.cit., pp.62-64.
61 Esta provincia era el feudo político de Vittorio Emanuelle Orlando, jefe del Gabinete nacional de octubre 1917 a junio 1919, quien en 1925 reconocerá públicamente pertenecer a la mafia. [Ibidem, pp.66-67]
62 “[En el Lazio] la extensión y la capilaridad de las movilizaciones (campesinas) obstaculizaron pesadamente el trabajo de las fuerzas de policía durante todo el verano 1919, cuando su organización estaba efectivamente en un “estado de disolución” (…) y el Cuerpo de la Guardia Reggia no estaba constituido aún”. [Ibidem, p.47]
63 Tal como ocurrió en junio 1920 en Marzagaglia (Bari), dando lugar a una masacre de trabajadores. [Cf. Ottani, op.cit.]
64 Al hambre incontenible de tierra de las masas trabajadoras campesinas como condición de la posibilidad de vivir de su trabajo, la socialdemocracia italiana le opuso desde su inicio, haciendo abstracción de las condiciones productivas reales, la consigna teórica y exclusiva de la “colectivización” o “socialización” de la tierra y del trabajo agrícola, a la manera de la socialización de la gran industria.
65 Para una presentación de las distintas posiciones hacia el campesinado sostenidas en el socialismo italiano desde 1894 a 1921, cf. Renato Zangheri, “Lotte agrarie in Italia – La Federazione nazionale dei lavoratori della terrra, (1901-1926)”, Feltrinelli Editore, 1960, pp. LXVIII-XCII.
66 Ibidem, p. LXXXIX. En febrero 1921, el Consejo Nacional de la Federterra aprobó el siguiente Orden del día: “Habiendo examinada la cuestión del fraccionamiento de la tierra a la cual tienden con miras individualistas antisociales muchos trabajadores de la tierra y que está en el programa del Partido Popular (…), invita a las organizaciones adherentes a la Federterra a oponerse: a) al fraccionamiento de la tierra que se intenta hasta en el Valle del Po en haciendas agrícola-industriales organizadas necesariamente en unidades técnicas e industriales; (y) b) al pasaje del trabajador del estado de medianero al de pequeño arrendatario” [Ibidem, p. XC].
67 Ibidem, p. LXXXV. Lo irrisorio de esta reivindicación salta a la vista teniendo en cuenta que, en 1916, la Federterra estimaba en 7 millones de hectáreas la totalidad de tierras incultas o insuficientemente explotadas (incluyendo a las tierras de pastoreo) [Di Bartolo, op.cit. p.357]. Gran parte de estas tierras eran tierras muy pobres o con muy poca inversión, lo que volvía aún más irrisoria la propuesta de Ciccotti.
68 Cf.: www.treccani.it/enciclopedia/mezzadria_res-48c8bf1f-8bb1-11dc-8e9d-0016357eee51_%28Enciclopedia-Italiana%29/
69 Este programa coincidía en parte con el de la burguesía y la aristocracia terrateniente esclarecidas que veían en esas medidas una válvula de escape contra la revolución agraria. [Bianchi, op.cit., pp.28-29 y Di Bartolo, op.cit. p.357]
70 Zangheri, op.cit., pp. XXXVIII-LVIII.
71 Ibidem, pp. XXIII-XXXVIII.
72 Para los revolucionarios marxistas, las condiciones del acceso a la tierra no pueden ser más que el resultado de la lucha de clases en el campo, condicionada además por las relaciones de fuerza entre las clases a nivel nacional, por la posibilidad de acceso a los recursos agrícolas e industriales, y por el desarrollo técnico de la producción agraria local. En Rusia, habiendo decretado la nacionalización de la tierra, la Revolución de Octubre puso en manos de los soviets campesinos la atribución de su usufructo, haciendo lo posible por nacionalizar y colectivizar las explotaciones con un alto nivel tecnológico y de trabajo asociado. La revolución agraria en Italia contra el latifundio y el régimen de propiedad de la tierra no hubiera implicado el fin de las luchas de clases en el campo (pues la burguesía agraria no hubiese desaparecido por arte de magia), sino una etapa de un largo proceso que hubiese debido llevar a la socialización de los medios de producción y a la integración voluntaria de las pequeñas y medianas explotaciones en unidades productivas con trabajo asociado. [Cf. Engels, “El problema campesino en Francia y en Alemania”, 1894, www.marxists.org/espanol/m-e/1890s/procam94.htm; Amadeo Bordiga, “La cuestión agraria”, 1921; www.quinterna.org/archivio/1921_1923/questione_agraria.htm]
73 El anhelo del acceso a la tierra no era solamente propio del campesinado de las regiones atrasadas de Italia. Refiriéndose a la “rica región de Emilia”, caracterizada por un alto porcentaje “de mano de obra asalariada y sindicalizada, en el centro de un área considerada como una de las más modernas del Reino”, un autor cita un Informe del Prefecto de Ferrara dirigido al presidente del Gabinete (Nitti): “[Las] dificultades y las pretensiones de la mano de obra organizada aumentan día a día, de hora en hora. (…) En cada huelga (se plantean) siempre nuevas exigencias que no conciernen tanto el trabajo cuanto el ejercicio de la propiedad. (…) Se difunde la voz de que se debe destruir la propiedad. El comunismo, en forma voluntariamente indefinida, resplandece en las masas, no únicamente (…) para ocupar las casas de los señores, sino para invadir las tierras”. [Bianchi, op.cit., p.36]
74 Debe tenerse en cuenta que los jornaleros agrícolas podían tener intereses contrapuestos y oponerse duramente a los medianeros en cuanto empleadores circunstanciales en ciertas épocas del año, como fue el caso de los conflictos en la Romagna en torno del empleo de las máquinas trilladoras. Sus intereses sólo eran convergentes en oposición directa al régimen de propiedad de la tierra, o en el caso de que los medianeros empobrecidos estuviesen en ocasiones obligados a trabajar como jornaleros.
75 Las organizaciones campesinas católicas usufructuaron la incapacidad de la Federterra para reivindicar nacionalmente el libre acceso a la tierra para jornaleros, desocupados, pequeños campesinos y medianeros.
76 Como fue el caso en el Lazio. [Bianchi, op.cit., p.46]
77 Un ejemplo de ello, entre cientos otros, está bien descrito con la lucha de los medianeros en Mugello en el período 1919-1922 [cf. Carlo Rotelli, op.cit.].
78 Entre 1919 y 1921, el número de pequeños agricultores propietarios se duplicó. Ello resultó de las expropiaciones marginales de latifundios realizadas por el Estado, y su subdivisión y venta ulterior [Bianchi, op.cit., p.24-25], y de las ocupaciones de tierras, principalmente en las provincias de Roma, Grosseto, Chieti, Foggia, Bari, Potenza, Cosenza, Catanzaro, Reggio Calabria y Sassari [Del Carria, op.cit. p.91]
79 “[El] proletariado septentrional, emancipándose a sí mismo de la esclavitud capitalista, emancipará a las masas campesinas meridionales sojuzgadas por los bancos y por el industrialismo parasitario septentrional. La regeneración económica y política de los campesinos no debe ser buscada en una partición de las tierras incultas y mal cultivadas, sino en la solidaridad del proletariado industrial, que a su vez tiene necesidad de la solidaridad de los campesinos, que tiene “interés” en que el capitalismo no renazca económicamente de la propiedad de la tierra y en que la Italia meridional y las islas no se vuelvan una base militar de la contrarrevolución capitalista. (…) [Instaurando] la dictadura proletaria, teniendo en sus manos a la industria y a los bancos, el proletariado dirigirá la enorme potencia de las organizaciones estatales para sostener a los campesinos en su lucha contra los propietarios [¿la dictadura del proletariado no expropiará a los propietarios de tierras dadas en medianería o arrendamiento?, ndr.], contra la naturaleza y contra la miseria; otorgará crédito a los campesinos, instituirá las cooperativas, garantizará la seguridad personal y de los bienes contra los saqueadores, realizará las obras públicas de saneamiento e irrigación”.
80 Por parte de la Fracción nucleada en torno de Bordiga, la única mención relativa a la cuestión agraria fue de orden programático general y se encuentra en “Il programa della Frazione Comunista” publicada en Il Soviet el 13-7-1919: “Las primeras medidas (del poder revolucionario) serán: la socialización del capital financiero y la supresión del débito del Estado, con la exclusión de los capitales mínimos; la socialización de las habitaciones, de los medios de transporte, de la gran propiedad agraria y de las grandes haciendas comerciales e industriales. Medidas especiales estimularán a los propietarios de pequeñas explotaciones ya sean industriales o agrícolas a acceder voluntariamente a las formas comunistas”.
81 D’Aragona fue nombrado en 1918 Secretario General de la CGdL, en reemplazo de Rigola.
82 Luigi Cortesi, “Il socialismo italiano tra riforme e rivoluzione (1892-1921)”, ed. Laterza, 1969, pp.694-696. Turati se declaró en contra de la Constituyente por considerar que las reformas preconizadas podían ser llevadas adelante en el marco institucional vigente.
83 Ibidem, p.692.
84 Esa declaración se acompañó de un programa confuso establecido entre gallos y medianoche que proclamaba: 1) “la socialización de los medios de producción y de cambio (tierra, industria [¿todas las tierras agrícolas y toda producción industrial?, ndr.], minería, ferrovías, piróscafos) con la gestión directa de los campesinos, obreros, ferroviarios y marinos; 2) la distribución de los productos realizada exclusivamente por la colectividad por medio de los entes cooperativos y comunales; 3) la abolición de la conscripción militar y el desarme universal [sic] como consecuencia de la unión de todas las Repúblicas proletarias en la Internacional socialista [¿mientras los otros Estados no proletarios estuviesen armados?, ndr.]; y 4) la municipalización de las habitaciones civiles [?] y del servicio hospitalario; y la transformación [!!] de la burocracia, confiada a la gestión directa de los empleados [!?]”. [Cartiglia, op.cit., p.218]
85 Aún encarcelado (recién será amnistiado el 23-2-1919), Serrati comenzó declarándose en el Avanti! del 5-1 a favor de la perspectiva reformista y en contra de la revolucionaria, afirmando que “[en] Italia la guerra victoriosa ha vuelto imposible la acción política que se ha desencadenado en Rusia y en Alemania (…); en Italia las consecuencias de la guerra (…) han creado una situación democrático-reformista”. En total diapasón con las posiciones reformistas, legalistas y evolucionistas, Serratise confesó en ese momento partidario de la convocación de una Asamblea Constituyente: “En la Constituyente, los reclamos programáticos del Partido socialista deberán regularse sobre las concesiones reformistas de la burguesía, en el sentido que, cuanto más ésta concederá, tanto más deberemos exigir; y cuanto más haya sido conquistado por el proletariado, tanto más deberá sentirse estimulado para conseguir, hasta la realización completa de ese programa que, necesariamente por otras vías, están realizando nuestros compañeros en Rusia y en Alemania”. [Cortesi, op.cit., pp.696-697]
86 Toda la ambigüedad ínsita en la reivindicación de la dictadura proletaria por parte de la Dirección del Partido estuvo en su reafirmación – en el orden del día adoptado en esa misma ocasión – de la perspectiva reformista de la conquista del poder por vía parlamentaria, al afirmar que “el método electoral para la conquista del poder público forma parte integrante del programa fundamental y de la historia del Partido, el que no puede renunciar a él sin perder su verdadero carácter”. [El orden del día fue transcrito en el artículo “è necesario il Congreso Nazionale Socialista – Questione di competenza”, Il Soviet, 30-3-1919]
87 Como la del intransigente de izquierda Repossi.
88 “Las orientaciones revolucionarias de la base socialista, y especialmente de los nuevos inscriptos, no dejan lugar a dudas. Ya el 29-12-1918 una Convención interprovincial que tuvo lugar en Milán estuvo caracterizada por la exigencia de los objetivos máximos. Incluso en Turín, en Florencia, en Boloña, prevalece o se pronuncia en cada ocasión una orientación revolucionaria que se sitúa a la izquierda de la política de la Dirección. Los Congresos provinciales, en preparación del Congreso del Partido, fueron el teatro de grandes éxitos maximalistas; hasta en Reggio Emilia, baluarte tradicional del reformismo, el 28 y 29 de junio Prampolini y Zibordi fueron puestos temporariamente en minoría. Casi toda la región de Campania estaba firmemente controlada por los bordiguistas: Nápoles y la zona industrial suburbana son uno de los epicentros de la lucha obrera de 1919, a la cual el grupo de Il Soviet se mantiene estrechamente vinculado. De un trabajo obrero diversamente orientado, el grupo ordinovista de Turín extrae su principal experiencia (…)”. [Cortesi, op.cit., p.708]
89Ibidem, p.714
90 Ibidem, pp.789-790.
91 “Intorno al programma comunista”, 24-8-1919.
92 Esa decisión estratégica de los abstencionistas era tanto menos coherente cuanto que el 2-2-1919 Il Soviet mismo había jerarquizado las cuestiones a resolver al afirmar que la expulsión de los reformistas era la condición previa para abordar las cuestiones de táctica entre los revolucionarios. 16 meses más tarde, la línea de demarcación de la escisión acaeció efectivamente en torno a esta cuestión capital.
93 “Il nostro massimalismo“, 5-10-1919.
94 La voluntad revolucionaria que presidió y nutrió la publicación de Il Soviet, continuando así el combate de Bordiga contra la guerra y a favor de la adhesión a la Internacional Comunista, estuvo bien condensada en el homenaje que el periódico dedicó a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. [“Nella rossa luce del sacrificio”, 26-1-1919]
95 El orden del día presentado por Bordiga en el Congreso socialista meridional del 29-12-1918 precisó los principios del socialismo revolucionario: “Lucha del proletariado organizado en partido de clase contra la burguesía; conquista revolucionaria del poder político; organización del proletariado en clase dominante; intervención del gobierno socialista en todas las relaciones de la economía para realizar la socialización de los medios de producción y de cambio con el objetivo de suprimir las clases”, y añadió que “fuera de esta específica misión histórica el Partido socialista no debe fijarse metas mínimas tendientes a hacer más soportables, y por consiguiente más duradero, el régimen burgués” [Il Soviet, 1-1-1919]. “No es del desarrollo y de la intensificación de las formas democráticas (parlamentarias) que el socialismo espera su propia realización, sino de la lucha social entre las clases y de la victoria revolucionaria del proletariado” [“La Constituente?”, Il Soviet, 22-12-1918; www.quinterna.org/archivio/1911_1920/la_costituente.htm]. Los 8 y 9 de febrero 1919, Il Soviet expuso de manera rigurosamente marxista su concepción de la dictadura del proletariado: “El concepto verdaderamente socialista y revolucionario en el que se inspira el régimen de los soviets y de la dictadura del proletariado es (…) el que le quita toda representación a las clases detentoras de la riqueza en la constitución de los organismos políticos y administrativos de la nueva sociedad.” [“Il parto chirurgico del laburismo italiano”]. El 17-8-1919 L’Avanguardia (órgano de la FNJS) publicó con la firma de Bordiga una exposición detallada de la naturaleza y la necesidad histórica de la dictadura proletaria [“Per la valutazione storica della dittatura proletaria”].
96 “Para evitar graves dificultades a la acción del Partido y del proletariado, sería deseable eliminar a los antirrevolucionarios antes del momento decisivo; y esto sólo puede ser hecho por un Congreso que someta a revisión el programa del Partido”. [“Questione di competenza”, Il Soviet, 30-3-1919].
97 “Tendenze rivoluzionarie e possibilità rivoluzionarie”, Il Soviet, 2-2-1919; “Crisi d’indirizzo”, art.cit.; “Il «fronte unico rivoluzionario»?”, Il Soviet, 15-6-1919.
98 “La historia no registra ejemplos de asambleas constituyentes convocadas por el pedido pacífico de un conjunto de ciudadanos, sin una acción revolucionaria que haya derrocado el poder del antiguo Gobierno. El espejismo de la Constituyente no es más que un expediente contrarrevolucionario”. [“La Confederazione del Lavoro e il suo indirizzo contro-rivoluzionario”, Il Soviet, 2-2-1919]
99 “Wilson?”, Il Soviet, 1-1-1919.
100 “O los diputados respetan el pensamiento del Partido, o no lo respetan, y no se entiende cómo éste continúa a tolerarlos como representantes suyos y permitirles deliberar acerca de su orientación política”. “Hay que asegurar con inmediata energía un postulado indispensable a cualquier otra conquista: la seguridad que, en los momentos decisivos la acción del Partido y del proletariado socialista, antes de chocar con otros formidables pero naturales obstáculos, no sea entorpecido y torpedeado por gente que tenga en el bolsillo el carné del Partido, y que sea considerado como tal por la opinión pública”. [“Il gruppo parlamentare”, Il Soviet, 19-1-1919]
101 “La Confederazione del Lavoro e il suo indirizzo contro-rivoluzionario”, art.cit.; “Il parto chirurgico del laburismo italiano”, Il Soviet, 8 y 9-2-1919; “La confederazione del lavoro contra Il Soviet”, Il Soviet, 13-4-1919. La CGdL había preconizado la convocación de una Constituyente elegida en base a la representación de categorías profesionales (campesinos, metalúrgicos, comerciantes, industriales, …), lo que más tarde será realizado por el fascismo.
102 “Crisi d’indirizzo”, Il Soviet, 18-5-1919.
103 “I giovani socialisti pugliesi e la Confederazione dei Lavoratori”, Il Soviet, 13-7-1919.
104 Ibidem.
105 “Il Convegno socialista di Bologna”, Il Soviet, 29-12-1918.
106 Cf. los reproches de Il Soviet en dirección de la Dirección del Partido en “Le direttive del partito socialista”, 19-1-1919.
107 Cortesi, op.cit., p.702.
108 Esa maduración se inscribía en la trayectoria de la Izquierda Intransigente de la preguerra, de la lucha contra la guerra y del Pacto de Alianza sellado el 18-11-1917 entre la Fracción Intransigente Revolucionaria y la Dirección del PSI [II – §15].
109 “[El] Partido socialista, órgano político de la clase obrera, instrumento directamente designado para la conquista del poder”. [“La Constituante?”, art.cit.]
110 “Determinar el momento y la oportunidad de la acción (violenta) es un problema de táctica que se resuelve inmediatamente después (de la expulsión de los reformistas, entre revolucionarios únicamente)”. “Primero es necesario pues resolver el problema teórico (…) y eliminar a todos los elementos que en el momento crítico harán como los Scheidemann; luego pasaremos, entre revolucionarios, al estudio táctico de la situación”, y “dado que (…) están madurando ya graves contingencias, es necesario hacerlo rápido”. [“Tendenze rivoluzionarie e possibilità rivoluzionarie”, art.cit.]. En ese momento, Il Soviet afirmaba aún su creencia en la fidelidad de la Dirección maximalista a los principios revolucionarios.
111 “Il parto chirurgico del laburismo italiano”, art.cit.; “Partito e sindacati”, Il Soviet, 16-2-1919. El Avanti! del 4-2-1919 había publicado una entrevista del vice-secretario del PSI, Nicola Bombacci, quien minimizaba las divergencias con la Dirección Confederal acerca de su reivindicación de una Constituyente corporativa, al afirmar que “los diversos temperamentos personales y las mismas divergencias de táctica, que muchas veces son de simples matices, o resultan de la necesidad lógica [sic] inherentes a la radical diversidad entre la acción política y la acción económica, no son razones serias de desacuerdo …”.
112 “La Confederazione del Lavoro e il Partito socialista”, art.cit.; “Crisi d’indirizzo”, art.cit.
113 Bordiga, “Le contraddizioni del massimalismo elettorale”, Il Soviet, 14-9-1919; [www.quinterna.org/archivio/1911_1920/contraddizioni_massimalismo.htm]
114 “Questione di competenza”, Il Soviet, 30-3-1919.
115 “I giovani socialista e la frazione comunista”, Il Soviet, 10-8-1919.
116 La cita está extraída de un artículo del 25-11-1917, publicado sin firma en L’Avanguardia: “Dov’è la verità? Dov’è l’illusione?”, con Bordiga como director del periódico. Este artículo fue atribuido a Bordiga, tanto por su estilo como por su contenido, por Luigi Gerosa en los “Scritti de Amadeo Bordiga (1911-1926)”, ed. Fondazione Amadeo Bordiga, y por Arturo Peregalli y Sandro Saggioro, en “Amadeo Bordiga (1889-1970), Bibliografia”, ed. Colibrì.
117 “La Confederazione del Lavoro e il Partito socialista”, Il Soviet, 11-5-1919.
118 Il Soviet, 27-7-1919.
119 “En conclusión, y para expresar nuestro punto de vista sin restricciones, afirmamos que los comunistas deben excluir cualquier política de coalición, incluso en ocasiones de acciones contingentes, contando sólo con las fuerzas que se mueven a lo largo del camino de su programa preciso de concreción revolucionaria” [subrayado nuestro, ndr.]. [“Il programma comunista e le altre tendenze proletarie”, Il Soviet, 10-8-1919].
120 “Las alianzas transitorias facilitan la superación de un período en detrimento de la posibilidad de afrontar el período siguiente, en el que la alianza tendrá que romperse inevitablemente debido a las divergencias programáticas iniciales. Y esto será, en todo momento, una condición negativa para el movimiento en su conjunto”. [Ibidem.]
121 Carta de Engels a Bebel, 28-10-1882.
122 Bordiga, « Formiamo i “Soviet”? », Il Soviet, 21-9-1919.
123 Bordiga, “In difesa del programma comunista”, Avanti!, 2-9-1919.
124 “Per la costituzione dei consigli operai in Italia”, Il Soviet, 8-2-1920.
125 Veremos más adelante que dicha argumentación desaparecerá ulteriormente de las Tesis de esta corriente, lo que es un índice de la influencia de la Internacional y de los Bolcheviques en la evolución política de la Izquierda Comunista italiana.
126 «L’errore dell’ unitá proletaria – Polemica a più fronti». En el mismo sentido, Il Soviet del 16-2-1919 publicó, bajo el título “Partito e sindacati”, la resolución de la Asamblea de la Sección Socialista de Nápoles, la cual “afirma que el Partido debe mantener relaciones de permanentes acuerdos con las organizaciones sindicales que se pronuncian por la lucha política y se comprometen a apoyarla en la acción; y que el Partido debe esforzarse por organizar siempre y principalmente a los trabajadores en el campo económico con el programa preciso y con los criterios antes expuestos, excluyendo cualquier colaboración con otros partidos en la formación y la dirección de las organizaciones de clase, haciendo cumplir estrictamente a sus miembros, que se ocupan de las organizaciones, la disciplina política del esforzarse por lograr una mayor y mejor organización de los trabajadores en el campo económico, con un programa preciso y con los criterios antes expuestos, excluyendo cualquier colaboración con otros partidos en la formación y la dirección de las organizaciones de clase, haciendo cumplir estrictamente la disciplina política del Partido a sus miembros que se ocupan de las organizaciones”.
127 “Acerca de las organizaciones sindicales, y después de haber constatado que ninguna de las existentes refleja la doctrina y el método comunista, los que adhieran a la Fracción se empeñarán en no procurar la separación de las organizaciones de la Confederación ni de la Unión Sindical, y (por el contrario) tratarán de que ambas hagan suyas las directivas de la Fracción, al menos hasta que no cambie la situación sindical italiana” [Il Soviet, 20-10-1919]. Tres meses más tarde, Il Soviet reafirmará esta misma posición: “En Italia, no es necesario adoptar el boicot de las organizaciones [sindicales: CGIL y US, ndr.], tanto más cuanto que ninguna de las dos es abiertamente “amarilla”. Tal como Zinóviev lo propone, es necesario conquistar a los sindicatos económicos, constituyendo en cada uno de ellos ‘grupos comunistas’ entre los obreros organizados e inscriptos en el Partido, y convencidos de que el Partido debe controlar al sindicato”. [“Il comunismo e i sindacati”, Il Soviet, 11-1-1920]
128 “Nosotros afirmamos que se ha abierto el período revolucionario internacionalmente considerado, ya que la Primera Guerra Mundial, una terrible crisis del régimen burgués, puso al proletariado ante la formidable antítesis histórica: democracia burguesa, es decir, el imperialismo y el militarismo, o la dictadura del proletariado internacional. Es ingenuo afirmar que el período revolucionario en Italia no está abierto. Si la insurrección estuviera en las calles, la lucha electoral caería por sí misma. Pero nosotros hablamos de un período revolucionario mundial porque nos encontramos ante el dilema: o bien la dictadura del proletariado deviene internacional en la fase histórica actual, o Rusia misma volverá a caer bajo las cadenas de la democracia capitalista. (…) Hoy día (en que la revolución ya iniciada nos coloca al borde de este problema, dándole una solución para nosotros clásica: la insurrección para la conquista del poder político y la dictadura del proletariado) la acción electoral ya no es más un terreno de propaganda por el hecho de que la participación concreta en la democracia representativa destruiría toda propaganda abstracta a favor de la dictadura del proletariado”. [Bordiga, “In difesa del programma comunista”, Avanti!, 23-09-1919]
129 “Nosotros contraponemos como programáticamente incompatible no tanto la acción insurreccional y la acción electoral (lo que es una incompatibilidad de hecho), sino la preparación política del proletariado para la conquista revolucionaria del poder y el ejercicio de la dictadura, y la preparación de las elecciones, la intervención en ellas y el desarrollo de la actividad parlamentaria del partido” [Ibidem]. “[Es] una tontería la objeción que dice: renunciaremos al voto sólo en el momento de la lucha armada. (…) A tal método habría que renunciar cuando se lo pueda reemplazar con la preparación orgánica de la conquista de la dictadura proletaria. (…) La incompatibilidad de la acción electoral en el período de las hostilidades es evidente por sí misma. Lo que nosotros sostenemos es otra cosa: la preparación electoral es incompatible con la movilización del proletariado para la consecución de su dictadura. (…) Volviendo a la preparación: la espiritual consiste en la propaganda activa e intensa del programa comunista, criticando – en base a los argumentos fundamentales del marxismo – el sistema burgués de gobierno, la democracia parlamentaria, y popularizando los conceptos audaces e innovadores de la dictadura del proletariado, del sistema socialista de organización del proletariado como clase dominante, sosteniendo que la crisis del desarrollo social es tal que ha llegado el momento de destruir el sistema capitalista con la acción violenta de las masas para reemplazarlo por el socialismo. Es una contradicción absurda el querer hacer esto en los mítines convocados precisamente para elegir candidatos a los cuerpos representativos burgueses. (…) [El hecho de] proponerles a los trabajadores votar destruye (de por sí) las afirmaciones más elocuentes del programa comunista. (…) Ahora bien, el Partido debe colocarse en condiciones de mostrar en los hechos cómo su prédica no es otra cosa que proyectarse anticipadamente en los acontecimientos que están por suceder. Solo la abstención en las elecciones puede responder a esta delicada necesidad. (…) [Nuestra propaganda], preludio a la acción inminente, solo se puede hacer con las armas al hombro, de cara al enemigo. Si la clave esencial del paso revolucionario es el derrocamiento de la democracia burguesa, la preparación programática de las masas debe hacerse fuera y no dentro de los cuerpos del sistema – la eliminación de los cuales es la primera condición histórica de la emancipación del proletariado». [Bordiga, “Le contraddizioni del massimalismo elettorale”, Avanti!, 14-9-1919].
130 “Para que el PSI pueda ponerse a la cabeza de las masas organizadas, en nombre de su política revolucionaria y del programa maximalista, sus afiliados deben deponer las ilusiones electorales y deshacer también la duda de que el Partido atraiga a las masas para torneos electorales”. [“Crisi d’indirizzo”, Il Soviet, 18-5-1919]
131 Ludovico Tarsia (D.L.), “Contro l’intervento alla battaglia elettorale”, Il Soviet, 16-2-1919.
132 [“Preparazione rivoluzionaria o preparazione elettorale”, Il Soviet, 20-7-1919; www.quinterna.org/archivio/1911_1920/preparazione_rivoluzionaria.htm]
133 Bordiga, “In difesa del programma comunista”, art.cit.
134 En su trabajo “Per la costituzione dei consigli operai in Italia” (Il Soviet, 4 y 11 de enero y 1, 8 y 22 de febrero 1920), Bordiga habló de “nuestro irreductible abstencionismo de principio”.
135 En julio 1905, en medio del proceso revolucionario ruso, Lenin no se privó de lanzar la consigna del boicot [“El boicot a la Duma de Bulyguin y la insurrección”, en Obras Completas, tomo IX, pp.175-183]. En enero 1906 volvió a declararse favorable al boicot [“¿Debemos boicotear la Duma del Estado?”, ibidem, tomo X, pp.91-94, y “La Duma del Estado y la táctica socialdemócrata”, ibidem, pp.95-105]. En ambos casos, para fundamentar la posición del boicot, Lenin efectuó un análisis detallado de la situación y de los efectos previsibles de las tácticas del boicot y de la participación sobre el desarrollo de la lucha de clases. [marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-09.pdf; marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-10.pdf]
136 Y en particular sus “Tesis sobre la cuestión parlamentaria”, profundamente antiparlamentarista pero no abstencionista.
137 Lenin criticará en 1920 esta manera de plantear las cuestiones tácticas en base a consideraciones históricas y programáticas extremadamente generales: «El parlamentarismo “ha caducado históricamente” desde el punto de vista histórico-universal, es decir, la época del parlamentarismo burgués ha terminado, la época de la dictadura del proletariado ha comenzado. Esto es indiscutible. Pero en la historia universal la unidad de medida se cuenta en décadas. Desde su punto de vista, diez o veinte años en más o en menos no tienen importancia, son una pequeñez imposible de apreciar, incluso aproximadamente. He ahí por qué remitirse a la escala de la historia universal en una cuestión de política práctica constituye el error teórico más escandaloso». [«El “extremismo”, enfermedad infantil del comunismo».]
138 “Tesis sobre las tareas fundamentales de la Internacional Comunista”. [www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf]
139 Preparación del derrocamiento violento del Estado burgués; abstencionismo electoral; coordinación y dirección de los sindicatos para asegurar su integración en la lucha política revolucionaria; formación de los órganos provisorios destinados a preparar y a organizar la insurrección, y a asumir el poder en la primera fase de la revolución; formación ulterior de los soviets territoriales con la sola participación de los obreros (con exclusión de todo individuo que explote mano de obra) y ulterior elección del Consejo Central, quien delegará el poder ejecutivo en órganos adecuados; formación de una milicia de clase; solidaridad internacional con los Estados proletarios y el movimiento comunista mundial; expropiación gradual de la clase capitalista con el paso de los medios de producción y de cambio a manos del Estado; socialización progresiva de toda actividad productiva; represión de todo obstáculo individual o colectivo a la realización del programa comunista; con la socialización de toda actividad económica y la desaparición de la sociedad dividida en clases, el poder público perderá su carácter político (extinción del Estado), dando paso a una sociedad “en que el libre desarrollo de cada uno será la condición del libre desarrollo de todos”. [www.international-communist-party.org/Italiano/Document/19PrgFCA.htm]
140 Los números de “L’Ordine Nuovo” de los años 1919 a 1926 se encuentran en: www.centrogramsci.it/?page_id=228
141 Estudio de las corrientes socialistas de la III Internacional; de las condiciones económicas y psicológicas vigentes en Italia; de los problemas urgentes de la nacionalización y de la organización socialista de la producción industrial; idem de las materias primas y del aprovisionamiento; de la Nación en armas y de la defensa de la República social; del régimen representativo y administrativo para la gestión directa de los productores y consumidores; del balance del Estado socialista y de la reforma tributaria; del problema de la pequeña propiedad agraria y de la escuela.
142 “Democrazia operaia”, L’Ordine Nuovo, 21-6-1919; “Il programma massimalista” [L’Ordine Nuovo, 30-8-1919]; Gramsci, “Sindicatos y Consejos” [L’Ordine Nuovo,11-10-1919]; [elsudamericano.wordpress.com/2016/10/02/democracia-obrera-por-antonio-gramsci].
143 “Democrazia operaia”, art.cit.; Gramsci, “El consejo de fábrica”, L’Ordine Nuovo, 5-6-1920. El Editorial “Creare una scuola” de L’Ordine Nuovo del 15-11-1919 es una reivindicación de ese “culturalismo” técnico-social que, en la polémica de 1912 con Bordiga, Angelo Tasca había reivindicado para la juventud socialista [I-§26], y que ahora los ordinovistas reivindicaban para el Partido.
144 Avanti!, 8-12-1919, citado en Maione, op.cit., pp.64-65.
145 Ello no obsta que, en una fase que preceda inmediatamente a la conquista del poder (como es el caso de las situaciones de “doble poder”), los consejos de fábrica puedan ejercer formas de control obrero y los Soviets formas de contra poder (constitución de milicias armadas, etc.).
146 Editorial “Lo sviluppo della Rivoluzione”, L’Ordine Nuovo, 13-9-1919.
147 Lo paradójico de esta última afirmación está en el hecho que la dictadura proletaria no será necesaria luego de la disolución del sistema económico burgués.
148 • “Intensificar el trabajo de propaganda y proselitismo con el propósito de crear en toda las Comunas, industriales o rurales, fuertes núcleos capaces de encuadrar en sentido netamente socialista a los eventuales movimientos que el actual período de crisis pudiera provocar”. • “Reunir a las Cooperativas en Consorcios socialistas haciendo de ellas verdaderos centros experimentales para los problemas de aprovisionamiento del Estado socialista, poniéndose en contacto con los Consorcios de productores, los cuales volverán posible la iniciación de los pequeños propietarios en el régimen colectivista”. • “Conquistar las Comunas (…) en nombre de la clase trabajadora y crear ligas regionales para el estudio de los problemas de carácter más particularmente locales”. • “Favorecer a los movimientos espontáneos de las Comisiones Internas de las fábricas con el propósito de tomar contacto con la estructura técnica del taller, adiestrándose en el control de la producción y en su sistematización armónica, confiando a los sindicatos de oficio, los cuales son y deben estar capacitados para conocer y dominar los problemas generales de las materias primas y de la producción, la tarea de coordinar la experiencia de los grupos de taller”. • “Crear sin falta en cada provincia los Consejos económicos que por ahora hagan trabajos de estadística, de estudio, de preparación relativa a las condiciones de la industria local y a los recursos naturales, compuestos con representación de los Soviets (Comisiones de taller, grupos rurales de productores, de los Sindicatos de oficio y de la Sección socialista)”. • “Favorecer el surgimiento de los soldados desmovilizados que adhieran a la Liga Nacional Proletaria”. • “Transformar la Dirección del Partido, de órgano principalmente administrativo, en órgano técnico de preparación revolucionaria, con la principal tarea de coordinar prácticamente la obra de los diversos entes socialistas, de modo que toda la acción socialista se vuelva capaz de provocar y sostener la transición del régimen actual al socialista”. [L’Ordine Nuovo, 4-10-1919]
149 Editorial “Il programma massimalista”, art.cit.
150 «En la mentalidad en la cual (han permanecido obstinadamente fieles los reformistas), la conquista socialista del poder debe ser realizada a través de los órganos mismos de la burguesía y el ascenso del socialismo podría ser seguido con el barómetro electoral, y la Revolución no es más que el acto de constatación del desplazamiento ocurrido, con el cual los socialistas se han vuelto mayoría y ocupan el lugar de la burguesía». «[Nosotros] debemos enterrar definitivamente la “democracia” y el “sufragio universal”, oponiéndole el régimen “directo” (…). La separación de los reformistas debe darse en este punto; éste es el terreno natural de la división». [Ibidem]
151 «[La] mayor culpa de los reformistas no está en haber planteado su acción sobre un “error” teórico, sino en no haber creído sinceramente en él; no tanto en haber dado demasiada importancia a las reformas, sino en el no haberlas jamás perseguido seriamente. (…) Si los reformistas hubiesen trabajado seriamente para obtener las reformas, se hubieran dado cuenta rápidamente que su trabajo no producía los resultados que se habían prometido a sí mismos (…) y hubiera resultado, en aquellos (reformistas) sinceros, la convicción de que el único reformismo posible está en la acción socialista integral, en la Revolución. (…) Nosotros estamos convencidos de que, de cada trabajo intentado honestamente, como socialistas, a condición de que no se pierda de vista el fin último a alcanzar, la abolición de las clases, se desprende por sí mismo una virtud que permanece para fecundar el campo de la acción, incluso cuando el tiempo hará justicia de muchas ilusiones». [Editorial “Fare ognuno il propio dovere”, L’Ordine Nuovo, 16-8-1919]
152 En él no se abordaron mínimamente los problemas sociales de una actualidad candente (las movilizaciones obreras de carácter sindical, la lucha de las masas contra la carestía de la vida, las movilizaciones campesinas), y en términos tácticos sólo se discutió sobre la participación del Partido en las elecciones previstas para el mes de noviembre.
153 El lector encontrará una síntesis del desarrollo del Congreso en Franco Livorsi, “Amadeo Bordiga”, ed. Riuniti, 1976, pp.106-112.
154 Cortesi, op.cit., pp.772-782.
155 Ibidem, pp.752-760.
156 Ibidem, pp.744-752.
157 Ibidem, pp.760-772.
158 www.quinterna.org/archivio/1911_1920/discorso_bordiga.htm; www.quinterna.org/archivio/1911_1920/replica_bordiga1919.htm
159 Turati no se privó de ironizar sobre la inconsistente verborrea “pro violencia revolucionaria” de la Dirección maximalista, afirmando: “¿Quién de vosotros ha tomado en serio la revolución armada de la que tanto se llenan la boca? ¡Cuando se desataron las revueltas del hambre en varias ciudades, yo no he visto a ninguno de vosotros ponerse a la cabeza de ese movimiento! Cuando [los nacionalistas y ex combatientes, ndr.] asaltaron [e incendiaron, ndr.] el Avanti! (el 15-4-1919) habéis confesado que el Partido y las masas obreras se cuidaron mucho de reaccionar con cualquier (medida de) retorsión. Protestaron con suscripciones y mociones, nosotros protestamos en el Parlamento de la manera más legalitaria que se pueda imaginar. ¡Y en estas condiciones vienen a hablarnos de violencia victoriosa inmediata!”.
160 La tendencia reformista fue al Congreso en un estado de crisis por su pérdida de audiencia en las bases, lo que hizo que eximios exponentes de esta corriente colorearan sus discursos con un radicalismo sólo apto para atrapar despistados. Treves, designado relator de la corriente reformista, había publicado un artículo en el Avanti! del 27-9-1919 diciendo aceptar el empleo alternativo o simultáneo de todos los métodos de lucha. Turati, coherente con toda su trayectoria, no se rebajó a semejantes maniobras y en su intervención en el Congreso defendió los principios y métodos cardinales del reformismo. [Bruno Maffi, Storia della Sinistra Comunista (1919-1920), ed. Il Programma Comunista, 1972, chap 2, §1; www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_2_01.htm (versión italiana); la versión francesa se encuentra en: classiques.uqac.ca/classiques/bordiga_amedeo/histoire_gauche_com_II/HGC_t_II.html (los traductores atribuyeron incorrectamente a Bordiga este segundo volumen de la Storia della Sinistra Comunista)].
161 Lazzari mismo se definió como “viejo demócrata”.
162 “¿Qué nos importa que el derrocamiento de la burguesía italiana sea violento o pacífico? Importa que sea total. (…) Que el derrocamiento sea violento o no violento es una cuestión secundaria”.
163 Cortesi, op.cit., p.791.
164 El “parlamentarismo revolucionario” a la manera de Serrati, a diferencia del defendido por los bolcheviques, carecía de su sustento básico e indispensable: la existencia previa de un verdadero Partido comunista que poseyese no sólo un programa y principios revolucionarios, sino también una estrategia, una táctica extraparlamentaria y una organización forjada y acorde con esos objetivos.
165 El Programa propuesto por los maximalistas electoralistas, finalmente aprobado por el Congreso, postuló que la sociedad burguesa estaba dividida sólo en dos clases: los trabajadores explotados y los capitalistas monopolizadores de las riquezas sociales (lo que significaba hacer abstracción de la presencia de los trabajadores independientes – artesanos y comerciantes – y de los pequeños campesinos propietarios o no de la tierra trabajada); que “los públicos poderes” (Estado, Comunas y administraciones) no pueden transformarse en organismos de liberación del proletariado, a los cuales el proletairado deberá oponer nuevos organismos [Consejos de los trabajadores, campesinos y soldados, y Consejos de la economía pública (?), etc. (?)], que bajo la dominación burguesa deberían ser instrumentos de la lucha violenta de la liberación proletaria para transformarse luego en organismos de la transformación social y económica comunista; que la conquista violenta del poder político significa la instauración transitoria de la dictadura del proletariado que abrirá el período histórico de las transformaciones sociales y de la realización del comunismo. [Cortesi, op.cit., pp.788-790]
166 A lo que Bordiga, en una intervención intempestiva, respondió: “¡La queremos nosotros!”.
167 Cortesi, op.cit., p.725.
168 El artículo de L’Ordine Nuovo del 18-10-1919 titulado “L’unità del Partito” sostuvo que “nosotros concebimos hoy (esta unidad) como condición necesaria para la realización del traspaso del viejo al nuevo régimen y para soportar su terrible peso: rota, (esta unidad) equivaldría a disminuir nuestro concurso voluntario y consciente al triunfo de la revolución, y, por el contrario, a confiar demasiado en los acontecimientos, en las incógnitas del descontento y de la desesperación”.
169 “Mozione della frazione comunista”, Il Soviet, 24-8-1919.
170 www.quinterna.org/archivio/1911_1920/discorso_bordiga.htm; www.quinterna.org/archivio/1911_1920/replica_bordiga1919.htm
171 Es de señalar que, en su argumentación, Bordiga no hizo referencia alguna a su idea precedente de hacer de las secciones locales del Partido los embriones de los futuros soviets [§IV-7].
172 Maffi, op.cit., cap.2, §4.
173 Según Fortichiari, en ese momento Secretario Regional de la Provincia de Milán, dirigente de la Izquierda maximalista no abstencionista y futuro integrante del primer Comité Ejecutivo del Partido Comunista, “[por] la izquierda de Milán Abigaille Zanetta, también en nombre de los co-delegados Repossi y Fortichiari, apoyaba esta solución en la discusión con Serrati. (…) Serrati estaba obsesionado con la esperanza en el éxito de las inminentes elecciones políticas (del mes de noviembre) que, según él, serían determinantes en el desarrollo del choque de clase. (…) [En el momento del voto] la izquierda no abstencionista (de Milán) estuvo dividida, Zanetta votando por la moción de Serrati [respetando de este modo el mandato recibido por la región, ndr.], Repossi y Fortichiari no participando en la votación”. [Bruno Fortichiari, “Appunti per la storia della Sinistra Comunista – Il movimento operaio milanese e le origini della Sinistra Socialista”; www.marxists.org/italiano/fortichiari/antologia/antologiaBF.pdf]
174 Serrati, Vella, Marabini, Gennari, Bombaci, Repossi, entre otros. Los cuatro últimos adherirán en enero 1921 al futuro Partido comunista. La corriente abstencionista, bien implantada en Piamonte y Campania (Nápoles), rehusó formar parte de la Dirección.
175 Inmediatamente después de las elecciones del mes de noviembre, debiendo optar entre seguir siendo Secretario del Partido o asumir su función de parlamentario, Bombacci eligió esta segunda opción, siendo reemplazado por Gennari como Secretario General.
176 La patética y enésima esperanza del maximalismo serratiano de “disciplinar” la acción del reformismo y del GPS quedó inmediatamente al desnudo cuando en la tarde misma del cierre del Congreso, reunidos en un aparte, los delegados reformistas votaron un orden del día justificando su voto a favor de la moción Lazzari como un acto de coherencia de quienes excluían que la tarea del Partido fuese la preparación de la violencia revolucionaria y el abatimiento del Estado, reafirmando así sus principios reformistas, la autonomía del Grupo parlamentario y la de los diputados reformistas en el seno de ese mismo Grupo. [Maffi, op.cit., cap., §7]
177 “Frazione Comunista-Astensionista”, Il Soviet, 20-11-1919.
178 Sin embargo, la FCA prospectó esta posibilidad a inicios de 1920. En el Mensaje firmado por Bordiga del 11-1-1920 del Comité Central de la FCA al Comité Central de la III Internacional está dicho “que con toda probabilidad, si hasta ahora hemos permanecido en el PSI disciplinados a su táctica, en poco tiempo y quizás antes de las elecciones municipales, que tendrán lugar en julio [de 1920], nuestra fracción se separará del partido que quiere tener en su seno a muchos anticomunistas, para formar el Partido Comunista Italiano” [“Al Comitato di Mosca della III Internazionale”, Amadeo Bordiga, “Scritti 1911-1926”, vol.3, pp.423-426]. No obstante ese anuncio, la fundación del Partido comunista no será el resultado de una iniciativa individual de la FCA. Su concreción en enero 1921 fue la consecuencia de las decisiones del II Congreso de la Internacional.
179 Seguido por el Partido Popular (PP) (21% de votos y 100 escaños), el Cartel de liberales democráticos (16% de votos y 96 diputados), el Partido Democrático (11% de votos y 60 escaños), el Partido Liberal (9% de votos y 41 escaños). El Partido Popular, inspirado en la doctrina social de la Iglesia, había sido fundado en enero de 1919 y tenía una importante influencia en el campesinado.
180 El PSI tenía su mayor base electoral en la Italia septentrional (Piamonte, Lombardía, Véneto y Liguria, con 1.050.462 de votos), seguido por la Italia central (Emilia Romagna, Toscana, las Marche, Umbría y Lazio, con 612.535 votos), y una escasa base electoral en el Mezzogiorno y las islas (178.596 votos). [Renzo Martinelli, “Il Partito Comunista d’Italia (1921-1926), ed. Riuniti, 1977, p.37]
181 Avanti!, 28-29/11 [citado en Cortesi, op.cit., pp.796-797].
182 Entre otras causas, este auge estuvo motivado por el deterioro del poder adquisitivo del salario obrero durante el Bienio Rojo: “[Respecto] al costo de la vida, el presupuesto tipo de una familia obrera había aumentado 50 liras de octubre 1919 a mayo 1920, mientras que el aumento del salario (…) había sido de entre 12 y 16 liras (…) Pero, dejando de lado el aumento relativo, los gastos generales para la alimentación, el vestuario y el alquiler eran absolutamente prohibitivos. Según los cálculos de los industriales mismos, el gasto semanal de una familia de 5 personas era de 82,80 liras en febrero 1920 y de 93,30 en mayo. Los salarios mínimos de los metalúrgicos de Milán no alcanzaban las 80 liras. Si se consideran las cifras suministradas por las Comunas de Milán y Roma, los gastos subían respectivamente a 153,93 y 162,18 liras semanales. Estos datos atestan que una condición de miseria y endeudamiento creciente se difundía como normal entre los obreros, incluso en las categorías contractualmente más fuertes, como la de los metalúrgicos. Las continuas huelgas de 1919 habían tenido por efecto compensar mínimamente la brecha entre salarios y precios : la única ventaja efectiva obtenida por los obreros había consistido en frenar la disciplina de fábrica y, por consiguiente, haber impedido la intensificación de la carga laboral y de la explotación”. [Maione, op.cit., pp.184-185]
183 Cf. Maione, op.cit., pp.111-116; Ugo Mancini, “Lotte contadine e avvento del fascismo nei Castelli Romano, Armando Editore, 2002; Rolando Cavandoli, “Le origini del fascismo a Reggio Emilia (1919-1923), ed. Riuniti, 1972; Ermando Ottani, “L’Eccidio di Marzagaglia (1° luglio 1920)” [storiaefuturo.eu/leccidio-marzagaglia-1-luglio-1920/]; Carlo Rotelli, Lotte contadine nel Mugello (1919-1922) [www.italia-resistenza.it/wp-content/uploads/ic/RAV0068570_1972_106-109_10.pdf]
184 El lector encontrará en Maffi, op.cit. (cap.V-1, pp.122-128) el listado (probablemente no exhaustivo) de luchas obreras, extraído de las columnas del Avanti!, en el período septiembre 1919 – marzo 1920.
185 Un relato de estos acontecimientos, de la notable combatividad obrera en las campañas de aquel momento (con la formación de milicias rojas) y del sabotaje de las direcciones sindicales, se encuentra en Maione, op.cit., pp.111-116.
186 Maione, op.cit., pp.103-105.
187 Maione, op.cit., pp.47-48; “Verso nuove instituzioni”, L’Ordine Nuovo, 30-8-1919.
188 Las Comisiones Internas, elegidas en los establecimientos industriales, habían surgido espontáneamente durante la guerra como portavoces de los trabajadores ante las Direcciones de las empresas, y habían sido toleradas por las autoridades como canal de encuadramiento de los trabajadores al servicio del esfuerzo bélico. El auge de la conflictualidad social de la posguerra llevó la patronal metalúrgica a conceder en abril 1919 a la FIOM el “privilegio” de designar directamente los miembros de las Comisiones Internas.
189 “Il Programma dei Commissari di reparto”, L’Ordine Nuovo, 8-11-1919.
190 Maione, op.cit., pp.55-58.
191 “Perché non si equivochi”, Avanti!, 5-11-1919. Con semejante argumento, los Soviets (organizaciones de carácter netamente político) hubieran debido estar exclusivamente integrados por militantes socialistas.
192 El 12-12 en Cavi Elettrici, el 17-12 entre los ferroviarios y en Correos y Telecomunicaciones, el 23-12 en Michelin, el 29-12 en Walter Martiny. [Maione, op.cit., pp.72-73]
193 Nucleada en la Federazione degli industriali meccanici e metallurgici.
194 Maione, op.cit., pp.116-120.
195 Días antes, numerosas asambleas obreras se habían declarado por el rechazo del cambio de horario. El 19-3 el secretario de la Camera del Lavoro de Turín comunicó a la Dirección de la CGdL que la situación era grave y le solicitaba intervenir para evitar tumultos. El 20-3 el Consejo de las Ligas y la Sección socialista invitó a los trabajadores a continuar con la hora solar. En un primer momento, para evitar un conflicto, la Dirección de la Fiat adelantó de una hora el inicio de la jornada de trabajo. El conflicto se desencadenó cuando el Director de la fábrica decidió adecuar la hora exhibida con la hora legal. [Ibidem, pp.121-122]
196 Bruno Buozzi.
197 No menos de 20.000 carabineros, guardias reggias, policías y militares ocuparon militarmente la ciudad de Turín, con armas, blindados, lanzallamas y baterías.
198 La información sobre este movimiento fue extraída de Maffi, op.cit., cap.7-2 y de Maione, op.cit., cap.II.
199 El intento de aunar las luchas contemporáneas del proletariado turinés con las del campesinado de Novara, Pavía, Vercelli, Voghera, Casale Monferrato, Mortara, Biella y Alessandria fracasaron por la oposición de los dirigentes de la Federterra. Por otra parte, el planteamiento llevado por el delegado del Comité de Agitación ante los campesinos de unificar sus luchas con las del proletariado industrial, bajo la consigna abstracta y meramente ideológica del “control obrero y campesino”, no podía jamás obtener la adhesión del campesinado que desde hacía un año luchaba concretamente, no por “el control de la producción”, sino por la tierra (sea bajo la forma de usufructo colectivo, sea bajo la forma de usufructo familiar), o por las condiciones laborales establecidas regionalmente entre las organizaciones de los asalariados agrícolas y las patronales, o por los términos de los contratos de aparcería.
200 “Los consejos de fábrica deben considerarse como órganos subordinados al – y coordinados por – los sindicatos en lo que concierne la aplicación de los acuerdos laborales y el planteo de las agitaciones”. [Extracto del Informe presentado al V Congreso de la CGdL, en Pepe, op.cit., pp.269-270]
201 “Provistos [de las exigencias patronales], Buozzi y sus compañeros retornaron ante los obreros para decirles que, en efecto, los consejos de fábrica no estaban previstos en los reglamentos, que eran elucubraciones de algunos ideólogos abstractos, que los patronos no estaban totalmente equivocados cuando afirmaban que en las fábricas el poder debe estar en manos de una autoridad única, que en una sociedad comunista los consejos de fábrica son factibles, ¿pero qué sentido tiene querer concretarlos ya en régimen capitalista?”. [Maione, op.cit., p.140]
202 En la reunión del Consejo Nacional del PSI del 19-4 Gennari sostuvo que siendo la situación general revolucionaria no era necesario detenerse en (simples) episodios como los de Turín. Serrati, por su parte, afirmó que la situación no era revolucionaria. Tanto el Avanti! como la prensa de la Confederación estuvieron muy lejos de dar un espacio relevante a los acontecimientos en curso (el Director de Battaglie Sindacali justificó a posteriori ese comportamiento por la obligación de no emitir críticas en el curso de la lucha…) [Maione, op.cit., pp.143 y 151], y el Avanti! se negó a publicar el llamamiento de la Sección socialista de Turín reclamando la solidaridad del proletariado italiano [Del Carria, op.cit., p.119].
203 “Manifiesto del Comité de Agitación”, 16-4. [Maffi, op.cit., chap.7, §IV-2]
204 Una cosa era pretender apuntar a obtener, con una visión autogestionaria, “el poder en las empresas” y el “control obrero de la producción”, y otra bien distinta luchar para constituir órganos de defensa capaces de contrarrestar la prepotencia patronal en los lugares de trabajo, poner límites a las decisiones arbitrarias de la jerarquía, defender las condiciones laborales de los asalariados y el respeto de las convenciones colectivas, y hacer de ellos plataformas de organización y movilización de las masas con una visión y el objetivo de la lucha política por la conquista del poder.
205 Maione, op.cit., pp.150-154.
206 Soldados de infantería.
207 Prometida por el Pacto secreto de Londres con las potencias aliadas; y, más tarde, en junio 1919, atribuida a Italia por las cláusulas del acuerdo secreto entre Italia y Grecia. [Ruggero Giacomini, “La rivolta dei bersaglieri e le Giornate Rosse – I moti di Ancona dell’estate 1920 e l’indipendenza dell’Albania”, 2010, pp.10-15; www.consiglio.marche.it/informazione_e_comunicazione/pubblicazioni/quaderni/pdf/130.pdf]
208 El 15-6 su editorial (“Ancora e sempre contro le avventure di guerra”) concluía afirmando, en el estilo característico del pacifismo socialdemócrata: “Nosotros permanecemos pues en nuestro puesto [¿de qué manera? ¿para hacer qué?, ndr.] en defensa del derecho a la libertad para todos: ayer lo fuimos para los árabes, hoy lo estamos para los albaneses. Entonces y hoy sentíamos y sentimos el deber de tutelar [?], de esta manera, los verdaderos intereses [¿cuáles?] del País [???!!!], que desde los acontecimientos de Etiopía ha cosechado siempre luto y dolores de las aventuras imperialistas. Aventura que deben cesar para siempre”.
209 El tránsfuga socialista Ivanoe Bonomi [§I-18].
210 En Giacomini, op.cit., se encuentra un informe detallado de los acontecimientos.
211 Enzo Santarelli, “Le Marche dall’unità al fascismo”, Ancona, 1983, p.260-261. Giacomini (op.cit., pp.247-254) describe las movilizaciones para impedir el avance de refuerzos militares hacia Ancona en Terni, Narni, Orte, Tolentino, Macerata, S. Severino Marche, Civitanova, Porto Civitanova, Monte S. Giusto, Recanati, Fermo, Forimpopoli, Cesenatico, Pesaro, por medio de sabotajes, manifestaciones, huelgas, enfrentamientos, con muertos y heridos. Mencionando otro texto de Enzo Santarelli (sin otra precisión), Del Carria (op.cit., pp.109-110) hace referencia al levantamiento popular en Jesi (donde la ciudad estuvo durante 48 horas en manos de los insurrectos dirigidos por un Comité formado por socialistas, anarquistas y republicanos), a focos insurreccionales en Rímini, Fano y Pesaro, a la huelga ferroviaria en Folignoa y a la general en Macerata. En esos mismos días, dirigido por militantes anarquistas, tuvo lugar un intento insurreccional en Piombino, con el asalto a la caserna de carabineros, como consecuencia del costo de la vida y del despido de 1500 trabajadores de una empresa local.
212 “[¡Trabajadores, soldados!,] tenéos listos para cualquier evento. Estrecháos fraternalmente la mano. Que el primer intento de nuevas expediciones, de proseguimiento de las operaciones militares en Albania, de desencadenamiento de la represión provocada por la venganza en Ancona y en otros lugares de Italia, os encuentren listos para responder a las consignas que en tal caso sabremos dar. Antes de que se inicien nuevas guerras, contra una nueva guerra, a la primera amenaza de una nueva guerra, vuesto deber es solamente éste: ¡Revolución!”. Al día siguiente, el Avanti! publicó la Resolución de la Dirección señalando la “amenaza” de represión (¡que ya estaba en curso!)“en las Marche, la Romagna, el Véneto y en otros centros”, y afirmaba “apoyar la resistencia contra la represión con el claro y franco propósito de extenderla, alargarla (¡en un futuro!) si el Estado burgués no abandona sus intenciones, e incluso (exhortaba) a las Organizaciones [sindicales] a esperar la orden de huelga general en el caso de que las promesas gubernamentales no fuesen respetadas”. La Dirección podía llamar (en un futuro) a protestar y a movilizarse contra la represión, pero no supo ni pudo llamar a apoyar activamente la movilización espontánea de las masas y de los bersagliere. Esto siempre fue lo carcterístico del centrismo socialdemócrata (según Trotsky, un Ledebour podía protestar en el Parlamento contra las opresiones nacionales del Estado alemán, pero era congenitalmente incapaz de ponerse a la cabeza de quienes se levantaban contra esa misma opresión). Al día siguiente, el editorial de Serrati (“Non disarmare!”), explicaba el sentido de la Resolución del día anterior: “La Dirección ha considerado que en la situación actual no existe la urgente necesidad (de una huelga general). Pero eso no quiere decir el abandono de todo propósito de movilización y lanzar al combate a las clases organizadas en el caso en que una nueva situación política se viniese a crear”. Este bla, bla, bla fue lo propio del centrismo serratiano: “hoy no, mañana sí en el caso que …”. Y ello con el pretexto de esperar “el momento oportuno” para dar al poder burgués la “estocada final”. Sin el menor reparo, cuando el 2-7 la Dirección llamó a terminar con las movilizaciones espontáneas, no dejó de afirmar: “Vosotros sabéis que os convocaremos a la acción (en aras de la realización plena y entera del ordenamiento comunista) en cuanto la mayor probabilidad de las condiciones de su éxito sea compatible con el menor sacrificio para vosotros y para todo el proletariado italiano”. Y en dirección de quienes pudiesen llegar a dudar, añadió: “Hoy el socialismo es ya un poder, la Revolución ya está en acto”… El centrismo maximalista, no menos que el reformismo, cumplió durante todo el Bienio Rojp el papel de bombero social.
213 En ausencia de una “acción general” (?), la nota sugiere, sin pies ni cabeza, que gracias “a la presión de las masas hubiera bastado exigir (¿con qué objetivos?) el control (¡sic!) de las tropas que debían partir, exigir que cada batallón esté acompañado por un diputado socialista como comisario parlamentario con plenos poderes sobre la oficialidad”, lo que hubiese requerido del Grupo parlamentario socialista “pensar políticamente desde el punto de vista de la clase obrera y contribuir a quebrar en todos los terrenos la disciplina del Estado burgués”, lo que a su vez supondría “pensar en dirigir el mandato parlamentario para crear elementos de disciplina socialista en medio del Ejército”. El problema central de la exigencia del retiro inmediato de las tropas italianas de Albania era así suplantado por una divagación que no era más que la expresión de un cretinismo parlamentario sui géneris consistente en la ilusión de transformar revolucionariamente al Ejército gracias a la nominación parlamentaria de “comisarios socialistas”…
214 “El salario medio de un metalúrgico era inferior al de todas las otras categorías; incluso obteniendo todos los aumentos requeridos, hubiera continuado siendo inferior al salario medio de los otros sectores”. [Maione, op.cit., pp.184-185]
215 La información sobre los acontecimientos relativos a las ocupaciones de fábrica de septiembre 1920 ha sido extraída de Maione, op.cit. (quien a su vez la ha recabado directamente del Avanti! de ese período); de Paolo Spriano, “L’occupation des usines (Italie-septembre 1920)”, ed. La pensée Sauvage, 1978; de Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, vol.3, 1986, pp.57-95 [www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_3_02.htm]; y de Gianni Bosio, “La Grande Paura – Settembre 1920 – L’occupazione delle fabbriche nei verbali inediti delle riunioni degli Stati generali del movimiento operaio”, ed. Samonà e Savelli, 1970]
216 La FIOM se opuso al reclamo de la UIL (anarco-sindicalista) de la reducción del horario de trabajo con el argumento de que en ningún país se había establecido el horario de 44 horas semanales. [Informe de Buozzi en la reunión de los “Estados Generales” de la clase obrera del 4-9, en Bosio, op.cit., p.74]
217 En la sola Fiat Centro, en una semana la caída de la producción fue del 60%. [Spriano, op.cit., p.60]
218 La UIL y la católica CIL también se plegaron a la decisión de la FIOM (ampliamente mayoritaria en el sector).
219 “Las columnas del Avanti! están nuevamente ocupadas con títulos guerreros y altisonantes. Lo menos que se afirma allí es que se requiere armarse para aplastar definitivamente a la burguesía. Era inmensa la excitación que estos llamados generaban en las masas (…). El 21-8 un organismo como la Dirección del PSI pudo lanzar alegremente a los obreros una proclama de movilización para que comprendan que se estaba frente a la batalla final contra la burguesía en descomposición” [Maione, op.cit., pp.230-231]. El llamamiento a los obreros para se apresten a la batalla final contra la burguesía fue publicado en el Avanti! del 21-8.
220 Los ordinovistas no escaparon a ese marco conceptual que era lo propio de sus mismas posiciones autogestionarias. [Cf. Gramsci, “Domenica Rossa”, Avanti!, edición de Turín del 5-9-1920; classiques.uqac.ca/classiques/gramsci_antonio/ecrits_pol_1/ecrits_pol_1.html, p.385]
221 Del Carria, op.cit., pp.125-128.
222 Según el Prefecto de Turín, el 18-8, frente a los 74.000 metalúrgicos de la ciudad, una acción represiva sólo hubiera podido alinear 800 hombres a pie y 35 a caballo [Spriano, op.cit., pp.57-58]. Giolitti declarará más tarde en el Senado: “¿Cómo podía yo impedir la ocupación? Se trata de 600 empresas de la industria metalúrgica. Para impedir esta ocupación hubiera debido poner una guarnición en cada una de esas fábricas, un centenar de hombres en las pequeñas, varios miles en las grandes: ¡para ocupar las fábricas hubiera debido emplear toda la fuerza de la que podía disponer! ¿Y quién hubiese vigilado a los 500.000 obreros que quedarían fuera de las fábricas? ¿Quién hubiera mantenido la seguridad pública en el país? ¿Hubiese debido evacuar las fábricas una vez ocupadas? Hubiera sido la guerra civil”. [Ibidem, p.66]
223 Los acontecimientos ulteriores le darán toda la razón. Ya el 3-9 el mismo secretario confederal de la FIOM, Buozzi, anunció públicamente su oposición a toda violencia revolucionaria y a cualquier intento de generalizar el movimiento a todo el proletariado italiano: junto a Turati y a Treves firmó el Manifiesto-Programa del Congreso de los socialistas reformistas reunido en Reggio Emilia, el que expresaba todo su “malestar por la situación actual”, caracterizada por “la contradicción continua entre las palabras y los hechos”, entre la invocación verbal a la violencia por parte del maximalismo y su desautorización y oposición cuando las “masas crédulas e irreflexivas la practican”, denunciando además el hecho de hacer “huelgas parciales y generales” sin ningún criterio, precisamente en esta hora de crisis en la que se dispersa toda la fuerza (obrera) en “agitaciones vanas”. [Maione, op.cit., pp.245-246]. Por otra parte, el 4-9 el Prefecto de Milán envió un telegrama al Gobierno donde, además de anunciar que “el personal que ocupa los establecimientos metalúrgicos continúa a armarse y a reforzar su defensa”, y que “el personal de otras industrias hace presión sobre sus dirigentes para extender el movimiento”, comunica que Buozzi comparte la posición del Prefecto según el cual “es necesario, antes de que el movimiento se extienda a otras industrias, aplacar muy rápidamente el conflicto”, añadiendo que “Turati, a pedido mío, dará su apoyo personal para facilitar un arreglo”. Y el 5-9 comunicó que “Turati está menos preocupado por el movimiento de los metalúrgicos que por la probabilidad, en caso de no apresurarse a encontrar una solución, de una expansión de la agitación obrera a otras industrias, lo que él considera como muy peligroso” [Spriano, op.cit., pp.88 y 96]. La denuncia por parte de la Internacional Comunista del reformismo y de sus partidarios como quinta columna de la burguesía en seno al proletariado no era para nada una exageración, sino la caracterización precisa de una terrible realidad política y social.
224 El 5-9 el Prefecto de Milán envió una misiva a los comandantes de los regimientos de carabineros y de guardias reggias donde decía: “La situación creada por la ocupación de los establecimientos es excepcionalmente delicada. Cualquier incidente provocado a la ligera o la impulsividad de un agente puede tener graves repercusiones y comprometer la tranquilidad del país. (…) No debe producirse derrame de sangre y, si surgiese algún episodio trágico, no solamente los autores del hecho, sino también quienes tendrían alguna responsabilidad indirecta y moral, deberían dar cuenta de ello”. [Spriano, op.cit., p.101]
225 Informe citado de Buozzi del 4-9. [Bosio, op.cit., p.75]
226 D’Aragona en el Avanti! del 4-9-1920.
227 El movimiento anarco-sindicalista contaba con una fuerte implantación en Liguria. Spriano (op.cit., pp.96-97) afirma que durante la ocupación de fábricas el movimiento anarquista encontró un eco favorable en los grandes centros industriales del Norte de Italia. La política de capitulación del maximalismo serratiano frente al reformismo había suscitado un auge del anarquismo. En una carta del intercambio de correspondencia entre Turati y Anna Kuliscioff, fechada el 16-8-12920, se puede leer: “En este momento la clase obrera pasa por un mal cuarto de hora de contagio anarquista. El Avanti! es ya casi boicoteado, y los obreros sólo leen “Umanità Nova” [una publicación anarquista, ndr.], que según me dicen supera ahora el tiraje de cien mil copias. Lo dicen los que frecuentan la Camera del Lavoro y los que viajan en el tranvía de la mañana, donde no se encuentra obreros sin Umanità Nova en la mano” [Maione, op.cit., pp.282-283].
228 Maione, op.cit., pp.256-257; Gianni Bosio, op.cit., pp.57-60.
229 Peor aún, en el Congreso de Boloña habían votado la moción del maximalismo unitario contra la expulsión de toda la corriente reformista.
230 “L’occupazione”, Avanti!, edición de Turín del 2-9-1920.
231 “Domenica Rossa”, art.cit.
232 Bosio, op.cit., pp. 73-94. En la reunión de los días 4 y 5-9 participaron las Camere del Lavoro de Turín, Milán, Génova, Boloña, Nápoles, Florencia, Savona, Trieste, Livorno, Ferrara, Pisa, Sampierdarena; por la CGdL y la FIOM: D’Aragona, Buozzi, Altobelli, Dugoni, Bianchi, y otros nueve dirigentes; por la Dirección del PSI: Gennari, Terracini (ordinovista), Aldechi Baratono (maximalista serrratiano) e Ivan Regent (maximalista de izquierda).
233 Del que estuvieron ausentes Bordiga y Serrati por no haber aún regresado de Moscú, tras haber participado en el II Congreso de la Internacional Comunista (julio 1920).
234 Con las firmas de Chignoli y Tasca.
235 No menos patética que la de Gennari fue la presencia (o más bien la ausencia) del ordinovista Terracini como delegado por el C.C. del Partido. Su única intervención fue para solicitar la opinión de D’Aragona sobre cómo dirimir el conflicto metalúrgico, y qué pensaba él acerca del futuro de una posible revolución en Italia. En cuanto al comunista abstencionista Luigi Repossi, miembro de la Comisión Directiva de la FIOM de Milán y futuro dirigente del Partido comunista, sólo intervino para tratar de precisar el alcance de la Moción de Turín.
236 Esta exigencia estaba basada en argumentos que variaban según su portavoz: necesidad de asegurar el funcionamiento de las empresas ya ocupadas; adelantarse a las próximas medidas y maniobras de la burguesía; hacer avanzar un proceso considerado como revolucionario. En algunos casos, los delegados hablaron de la necesidad de asegurar el armamento de los trabajadores.
237 Este fue el caso del milanés Carretto que requería el armamento del proletariado y apoyaba la Moción de Turín “a condición de que la CGdL y el Partido estén en contacto permanente”; y el del maximalista de izquierda Schiavello que exigía acciones resolutivas y requería que la Dirección del movimiento pasase a manos del Partido y de la CGdL. Sólo el radical Interlenghi osó decirle a D’Aragona: “Vosotros veis el peligro de que la revolución no pueda sostenerse. Nosotros os decimos: ¡córranse a un lado! (…) Vosotros veis el desastre, nosotros el futuro. No permanezcáis con nosotros”, lo que hubiese implicado la ruptura del Pacto de Alianza CGdL-PSI de 1918. Recién a partir de la fundación del Partido comunista en enero 1921 los comunistas tendrán los instrumentos político-organizativos de su proyecto revolucionario. En septiembre 1920 era imposible encontrarlo en el PSI (y menos aún en la CGdL).
238 En Turín, donde existían desde hacía tiempo, éstas emergían a partir de los delegados obreros, en tanto que, en otras regiones, sin pasado en esta cuestión, podían resultar de acuerdos entre las Comisiones internas y los sindicatos.
239 Fundiciones Frate de Salerno, minas de lignito de Castelnuovo Magra, las fábricas Oblach de Pontevicordazzere de Padova, todos los talleres mecánicos de Reggio Emilia, Onegli y Rapallo, el astillero Orlando de Livorno, … [Spriano, op.cit., p.116]
240 “Se calculó que (en Turín) el número de obreros concernidos por las ocupaciones sumaban 150.000. (…) También en Milán la novedad de esta segunda semana de ocupación está constituida por la extensión del movimiento a los establecimientos no metalúrgicos. Son ocupadas la Pirelli, que cuenta con 20.000 obreros en sus establecimientos de Milán y de la Bicocca, l’Erba (en Milán y Bérgamo), las destilerías Campari, la cervecera Italia, las fábricas de neumáticos Hutchinson”. [Ibidem, pp.116-117]
241 “Si (!) mañana sonase la hora decisiva de la batalla contra los patronos, contra todos los explotadores, acorred vosotros también. Ampárense de las municipalidades, de las tierras, desarmen a los carabineros, formen vuestros batallones con los obreros, marchen hacia las grades ciudades para ayudar al pueblo que se batirá contra los lacayos de la burguesía”. [Ibidem. p.102]
242 Un telegrama de los trabajadores de Fiat Centro al Comité de Agitación de Milán con fecha del 9-9 estaba redactado en los siguientes términos: “Los obreros de Fiat Centro están dispuestos a negociar con la condición de abolir a la clase dominante y explotadora; en caso contrario, es la guerra inmediata hasta la victoria total” [Publicado en la edición Piamontesa del Avanti! del 10-9, en Spriano, op.cit., p.123]
243 La inquietud de las autoridades gubernamentales estaba tanto más fundada cuanto que sus recursos represivos (carabineros y guardias reggias, con un total de 85.000 hombres) hubieran sido insuficientes para enfrentar una insurrección proletaria generalizada, en tanto que la reserva constituida por el Ejército aparecía como poco confiable después de los recientes acontecimientos de Ancona.
244 Giuseppe Emilio Colombino, reformista de siempre, dirigente de la FIOM de Turín, formó parte de la delegación de la CGdL invitada a Moscú durante el II Congreso de la Internacional Comunista, de donde regresó haciendo declaraciones anticomunistas.
245 Bosio, op.cit., pp.98-99. La presentación de la Moción de la Dirección del PSI era conforme a los términos del Pacto de Alianza OSI-CGdL: el Pacto preveía la búsqueda de consenso entre ambas organizaciones cuando se tratase de la posición a adoptar ante una cuestión política general que pudiese concernir también a la organización sindical; pero que, en caso de divergencia, la última palabra la tendría el Partido.
246 La confirmación de esa falta de información básica para comenzar a establecer una línea de acción precisa estuvo dada por la afirmación de Gennari ante el Consejo Nacional de la CGdL del día siguiente: “En momentos tan graves, nosotros no podemos partir de los elementos (en nuestra posesión), sino que debemos examinar atentamente la situación no sólo con nuestro pensamiento, sino también con la posibilidad de poderlo concretar con la situación real (…) Por estas razones los dos organismos máximos (PSI y CGdL) esperaban primero una consultación con ustedes”. [Cosio, op.cit., p.128]
247 Gennari atenuó así la decisión acordada por la Dirección del Partido en la mañana del día 9 según la cual la ocupación de todas las fábricas debía ser hecha inmediata y simultáneamente. [Cf. intervención de Gennari en el Congreso de Livorno de enero 1921, en “Resoconto stenografico del XVII Congreso Nazionale del Partito Socialista italiano, 1921”, Edizioni Avanti!, 1963, p.375]
248 Es de señalar que, en la visión de todos los delegados favorables al traspaso de la responsabilidad del movimiento al Partido, la ocupación de las fábricas implicaba que la gestión de la producción por parte de los trabajadores significaba el inicio de la “socialización de los medios de producción y de cambio”, es decir, el debut de las transformaciones socialistas. Esta era precisamente la visión ordinovista de la revolución en marcha, la que veía la lucha por la conquista política del poder como una consecuencia de la conquista proletaria previa de las unidades productivas.
249 Angelo Tasca defendió en nombre de la CdL de Turín una estrategia “intermedia” entre la CGdL y el PSI: se opuso a la lucha por el control de la producción y defendió la extensión del movimiento con la intención de “dar al proletariado la posibilidad de producir y aportar su propia contribución a la economía del país”, atribuyendo “toda la industria metalmecánica (…) a un consorcio cooperativo basado en los sindicatos”, generando así un “experimento de gestión colectiva por parte de los metalúrgicos”, en tanto que las otras categorías de trabajadores hubieran debido entrar en lucha para ayudar al éxito de semejante “experimento”, evitando de esta manera adoptar “decisiones demasiado precipitadas”. La responsabilidad del movimiento hubiera debido recaer en la CGdL, dado que tendría un carácter sindical y cooperativo. Al igual que Togliatti el día anterior (quien habló en nombre de la sección socialista de Turín), Tasca afirmó que el armamento del proletariado turinés sería capaz de defender las empresas contra un ataque del Estado, pero que no estaba en condiciones de emprender el ataque contra las fuerzas exteriores.
250 Al final de su intervención, Gennari dio la razón del cambio de posición de la Dirección maximalista entre el 5-9 y el 9-9: “Termino (mi intervención) haciendo referencia a un mensaje de nuestros compañeros de la III Internacional. Precisamente hoy mismo nos entregaron un Manifiesto del Comité Ejecutivo de la III Internacional que contiene incluso apreciaciones, y que dice que incumbe al Partido socialista italiano iniciar la lucha. En él hay una incitación que nos impone, por la causa de la revolución internacional, que el proletariado italiano aproveche la situación que se ha creado” [Bosio, op.cit. pp.147-148]. Gennari hacía referencia a la “Lettera del Comitato Esecutivo (de la III Internazionale) al Comitato Centrale e a tutti i membri del Partito Socialista italiano” del 27-8-1920”, firmada por Lenin, Zinóviev y Bujarin [en Aldo Agosti, “La Terza Internazionale – Storia documentaria – (1919-1923)”, vol.1, tomo 1, pp.315-320, Editori Riuniti, 1974; www.marxists.org/francais/inter_com/1920/08/italie.htm]. En esta violentísima misiva, la Internacional denunciaba “las insuficiencias políticas”, los “errores, intencionales o no, del Partido”, su falta de voluntad revolucionaria, su manera de “frenar artificialmente la explosión” revolucionaria, y criticó “el hecho de que un partido proletario se transforme en un ejército de bomberos que apague las llamas generadas por todos los poros de la sociedad capitalista”. Afirmando que “En Italia, existen ya todas las condiciones fundamentales para una gran revolución proletaria victoriosa que englobe a todo el pueblo”, el documento denunció que el Partido italiano “permanece en muchos casos al margen y en otros casos se presenta sólo como “elemento de freno”, sin tender a la unificación del movimiento, sin proponer consignas, sin darle un carácter sistemático y organizativo, sin transformarlo en el asalto decisivo contra la fortaleza del capital. (…) De este modo, no es el Partido quien guía a las masas en la lucha, sino que son las masas mismas quienes empujan hacia delante al Partido que va a la rastra de los acontecimientos. Pero un hecho semejante es absolutamente inaceptable” [subrayados en el original, ndr.].
251 Bosio, op.cit., pp.146-147. El planeamiento defensista de Gennari era una caricatura de la enunciada por Engels en su Introducción de 1895 a “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850” de Marx. En ese documento, en un período no revolucionario, durante el cual la socialdemocracia alemana se desarrollaba y reforzaba constantemente, Engels habló del interés del Partido en no provocar prematuramente el choque decisivo con el Estado alemán. La situación en la Italia de 1920 era totalmente diferente: desde hacía dos años el proletariado, y amplios sectores del campesinado, se habían lanzado a la ofensiva contra el Orden burgués. En Italia el problema no era evitar choques sociales prematuros, sino dirigir e integrar las luchas de las masas en una ofensiva generalizada contra el Estado burgués.
252 La Dirección del Partido no presentó la suya y sólo reclamó para sí la dirección del movimiento y la colaboración de la CGdL.
253 Hay que tener en cuenta que la mitad de los adherentes a la CGdL eran trabajadores agrícolas y que la Federterra estaba decididamente en contra de la extensión de las ocupaciones (la ocupación de tierras que tenían lugar en ese momento lo era fuera de la intervención de la Federación socialista). Por otra parte, los representantes de los ferroviarios, de los marinos y de los portuarios no participaron en el voto porque sus Federaciones eran independientes de la CGdL, en tanto que los sindicalistas revolucionarios de la USI (partidarios de la extensión) no participaron de la Conferencia por no haber sido invitados. [Spriano, op.cit., p.132]
254 Bosio, op.cit., pp.163-164.
255 Angelo Tasca, “Nascita e avvento del fascismo”, PGRECO Edizioni, 2012, p.128.
256 Esta afirmación de Terracini, como la de Gennari en el Congreso de Livorno, no se condice con el contenido de las actas de las reuniones del 9, 10 y 11 de septiembre publicadas en Cosio (op.cit.). De estas actas resulta que D’Aragona en ningún momento ofreció la renuncia de la Dirección confederal como resultado de las diferencias con la Dirección del Partido. Esa renuncia sólo hubiese sido la consecuencia de una eventual victoria de la Moción Schivello.
257 “Proceedings of the Third Congress of the Communist International, 1921”, editado y traducido por John Riddell, Haymarket Books, 2015, p.320; “La Questione Italiana al Terzo Congreso della Internazionale Comunista”, Libreria editrice del PC d’Italia, Roma, 1921, p.57.
258 Los bolcheviques dieron en Octubre de 1917 el ejemplo de que, en una situación revolucionaria, y en función de su apreciación de las relaciones de fuerzas, es a la vanguardia revolucionaria a quien le incumbe decidir, dirigir y organizar el desencadenamiento de la ofensiva por la conquista del poder.
259 Spriano, op.cit., p.134.
260 Maione, op.cit., pp.275-277 y 288; Del Carria, op.cit., pp.125-129.
261 El punto de vista de la dirección confederal (y del reformismo en general) estaba íntegramente basado en la necesidad de lograr que los sindicatos participasen en la gestión racional y eficaz de la producción capitalista, y no dejaron de expresar claramente estas intenciones a sus interlocutores burgueses. El lector encontrará una exposición detallada de estas vicisitudes en Spriano, op.cit., pp.139-173, y en Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, vol.III, ed.Programma Comunista, 1985, pp.86-95 [www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_3_02.htm; §IV-4 “La fine”]
262 Spriano, op.cit., pp.185-187. El 23-9, resultados parciales del referendo nacional organizado por la dirigencia sindical daban, en un subconjunto de 133 centros, 128 mil a favor, 45 mil en contra y 3 mil abstenciones. En Milán daban 24 mil a favor y 7 mil en contra. En Turín estos resultados fueron mucho más ajustados (19 mil a favor y 17 mil en contra).
263 Cf. Maffi, op.cit., §V.6
264 Cf. Virgilio Verdaro, “Il Consiglio Nazionale di Firenze”, Il Soviet, 8-2-1920 y L’Ordine Nuovo,24-1-1920, 21-2-1920, 28-3-1920.
265 Para una presentación detallada de esta Conferencia, cf. Maffi, op.cit., §VII.4.
266 La Fracción comunista abstencionista no estuvo invitada a participar en los trabajos de la Conferencia. Sólo Bordiga fue llamado a exponer los puntos de vista de esta corriente en torno de la cuestión de los Soviets.
267 Semejante afirmación por parte de Turati prefiguraba la escisión de Livorno y era la expresión de la clara comprensión de que la aplastante mayoría del maximalismo serratinao estaba mucho más cerca del reformismo que de las corrientes comunistas.
268 El reformismo tampoco se presentó en la Conferencia de manera totalmente homogénea, y un reformista “crítico” como Modigliani, más consciente de la necesidad de no desechar abiertamente las aspiraciones de las masas, sin dejar por ello de compartir las conclusiones de Turati, avanzó algunas ideas para concretar ya, bajo el régimen burgués, un inicio de supuestas transformaciones socialistas, como el control obrero en las fábricas (concebido como gestión progresiva de las mismas) y una mínima distribución de tierras, todo ello logrado con el consenso de la propia burguesía. Modigliani avanzaba ya una de las consignas con la cual será liquidado el movimiento de ocupación de fábricas del mes de septiembre [§IV-20].
269 Cortesi, op.cit., pp. 819-820.
270 “La costitiuzione dei Soviet in Italia”, Avanti!, 28-1-1920.
271 “I Soviet in Italia”, Avanti!, 27-2-1920; Intervención de Bombacci en el Consejo Nacional socialista del 21-4-1920.
272 “Per un Soviet urbano”, Avanti!, 21, 22 y 24-2-1920; “Formiami I Soviet”, La Squilla, 28-2-1920 [www.storicamente.org/sites/default/images/articles/media/804/forti.pdf].
273 “Unione o scissura”, Comunismo, 15-29/2/1920; “I soviety in Italia, Avanti!, 1-15/3/1920, “Qualque osservazione critica preliminare”, Avanti!, 14-3-1920 [storicamente.org/sites/default/images/articles/media/804/forti.pdf].
274 Palmiro Togliatti, “La costituzione dei Soviet in Italia. Dal progetto Bombacci all’elezione dei Consligli di fabbrica”, L’Ordine Nuovo, 14-2 y 13-3 de 1920.
275 “La costituzione dei Soviety”, Avanti!, 5-2-1920 [www.storicamente.org/sites/default/images/articles/media/804/forti.pdf]; “La costituzione dei Soviet”, Avanti!, 15-2-1920. Carlo Niccolini era el seudónimo del bolchevique Nicolaj Ljubarskij.
276 “Per la costituzione dei Consigli operai in Italia”, Il Soviet, 4-1, 11-1, 1-2, 8-2 y 22-2 de 1920. [http://www.quinterna.org/archivio/1911_1920/consigli_operai.htm]
277 En su primer inciso las Tesis se apresuran a tranquilizar a todo el establishment socialista, decretando que el Comité General Ejecutivo Provisorio de los Soviets (a quien le incumbiría la organización de los Soviets en toda Italia) estaría compuesto por 4 representantes del PSI, tres de la CGdL, dos de la USI y 1 de la Liga de Cooperativas. En su delirio “constructivista” en el vacío, el maximalista Bombacci hacía que los delegados del Partido socialista estarían en minoría, y la mayoría en manos del reformismo…
278 Con el que estaba totalmente de acuerdo, salvo con la idea de crear soviets de categorías profesionales.
279 Gennari también desarrolló y detalló esta visión armoniosa y gradualista de la constitución, la función y el desarrollo de estos supuestos soviets surgidos de la cogitaciones del maximalismo.
280 Togliatti, «La costituzióne dei Soviets in Italia», L’Ordine Nuovo, 14-2 y 13-3-1920. Estas posiciones fueron el blanco de una crítica sistemática y acerba de Bordiga. Esta crítica concernía toda la visión consejista del ordinovismo: “Es un puro y simple retorno al gradualismo socialista sostener, como lo hacen los compañeros del Ordine Nuovo de Turín, que los consejos obreros, incluso antes de la caída de la burguesía, sean ya órganos no sólo de la lucha política, sino también de la organización económica y técnica del sistema comunista. Ya se llame reformismo o sindicalismo, este error se define por creer que el proletariado pueda emanciparse ganando terreno en las relaciones económicas mientras el capitalismo siga reteniendo el poder político estatal” [“Per la costituzione dei Consigli operai in Italia”, art.cit.]. Pero lo que Bordiga no puso de relieve fue el potencial revolucionario que los consejos de fábrica podrían llegar a tener, no como peldaños de las transformaciones socialistas antes del derrocamiento del poder burgués, sino como organizaciones de masas contra las burocracias sindicales y contra la clase clase burguesa y su Estado.
281 Como ejemplo de semejante ilusión de tipo reformista Niccolini mencionó la posición de Gennari frente a las elecciones comunales en Italia: «Para Gennari las comunas conquistadas por los socialistas deberían ser una “ficción jurídica” que permita, en el régimen actual, el inicio de la realización de la fórmula política comunista: “todo el poder al Consejo de los trabajadores”. Disculpa, compañero Gennari, pero sería algo mísero buscar para los Soviets, para la dictadura del proletariado, una “ficción jurídica”. (…) [Una] revolución, la lucha por todo el poder, no tiene necesidad de una “ficción jurídica” hábilmente aprovechada por el proletariado en las Comunas [electoralmente] conquistadas».
282 “Tesi sulla costituzione dei consigli operai”, Il Soviet, 11-4-1920 [www.quinterna.org/archivio/1911_1920/tesi_sulla_costituzione_dei_consigli.htm].
283 Con esta afirmación, Bordiga desechó las posiciones infantiles defendidas previamente en Il Soviet entre septiembre 1919 y marzo 1920, según las cuales las secciones del Partido debían constituirse en los embriones de los Soviets, y que para que éstos llegasen a ser revolucionarios la mayoría de sus miembros debían adherir al Partido comunista [§IV-6]. No es de excluir que la intervención de Niccolini en la polémica haya influenciado el punto de vista de Bordiga.
284 “Il PSI e la costituzione dei Soviet” (Informe presentado por Bordiga en el Consejo Nacional del PSI, 21-4-1920, en Maffi, op.cit., pp.341-360 y en “Amadeo Bordiga, Scritti 1911-1926”, vol.4, Fondazione Amadeo Bordiga, 2011, pp.159-183).
285 Las tres condiciones para la constitución de los Soviets enunciadas por las Tesis de la Internacional fueron las siguientes: “a) Un auge revolucionario de masas en los más vastos círculos de obreros y obreras, de soldados y de la población trabajadora en general; b) una agudización de la crisis económica y política tal que el poder comience a escapar de las manos de los gobiernos constituidos; c) la maduración en capas notables de los obreros, y sobre todo del Partido comunista, de la firme decisión de empeñar una lucha decisiva, sistemática y planificada, por el poder”. Las Tesis insisten en que el sistema de verdaderos Consejos obreros sólo es posible como forma de Estado de la dictadura del proletariado; que todo intento de insertar a los Soviets en el sistema constitucional democrático burgués es un engaño y una traición a la causa proletaria; y que “los intentos de ciertos grupos comunistas en Francia, Italia, América e Inglaterra de crear Soviets que no engloban a las grandes masas de trabajadores y no pueden lanzarse a la lucha directa por el poder no hacen más que dañar el verdadero trabajo de preparación de la revolución”. [La traducción italiana de las “Tesis de la III Internacional sobre las condiciones de la constitución de los Consejos obreros”, redactadas por Zinóviev, está en Maffi, Storia …, op.cit., vol.2, §V – Apéndice, pp.184-185; y en inglés en “Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, vol.2, editado por John Riddell, ed. Pathfinder, 1991, pp.907-911]
286 La acentuación unilateral del rol de la propaganda comunista por los objetivos programáticos máximos se encuentra también en el artículo “Gli scopi dei comunisti” (Il Soviet, 29-2-1920): “El interés mismo de los proletarios, en cuanto se trata de interés contingente y limitado a grupos más o menos vastos, encuentra en el mundo burgués la posibilidad de cierta satisfacción. La conquista de estas soluciones no es asunto de los comunistas”. Esta afirmación podía ser explicada como una exageración por las necesidades del combate contra el reformismo (el cual hacía de la obtención de reformas y objetivos contingentes la estrella polar de toda la acción socialista), pero no por ello dejaba de ser un peligro porque tendía a minimizar la necesidad de que la vanguardia comunista combata la influencia reformista haciéndose los mejores y más decididos campeones de los intereses tanto inmediatos como últimos de la clase obrera: ésta será una de las orientaciones estratégicas fijadas al movimiento comunista por el III Congreso de la Internacional (julio 1921).
287 “Per un rinnovamento del Partito socialista”, L’Ordine Nuovo, 8-5-1920; www.marxists.org/italiano/gramsci/20/rinnovamento.htm.
288 Habiéndose quedado sin bases conceptuales y estratégicas propias, las tres figuras más destacadas del ordinovismo – Gramsci, Togliatti y Terracini – adherirán durante casi tres años a las posiciones de la Izquierda Comunista (ya desembarazada del abstencionismo electoral). Gramsci no tendrá ningún rol de primer plano en el proceso que desembocará en la fundación del PCdI, ni tampoco lo tendrá en sus casi tres primeros años de existencia.
289 Pero esforzándose, al mismo tiempo, por influenciar las tendencias y grupos de militantes revolucionarios, como los partidarios de L’Ordine Nuovo y los maximalistas de izquierda, no unitarios.
290 “La situazione italiana e il socialismo”, Il Soviet, 4-1-1920; “Polemica tra unitari”, Il Soviet, 18-1-1920; “Per la costituzione dei consligli operai in Italia”, Il Soviet, 22-2-1920; “Vogliamo la scissione!”, Il Soviet, 29-2-1920; Informe de Bordiga sobre los Soviets en la Conferencia Nacional socialista, en Bordiga, Scritti (1911-1926), vol.4, pp.178-179; “L’ex-massimalismo”, Il Soviet, 25-4-1920. En la Conferencia Nacional de la Fracción Comunista Abstencionista que tuvo lugar en Florencia los días 8 y 9 de mayo 1920, se resolvió “1) preparar – teniendo presente el programa presentado en Boloña por la Fracción Comunista y la orientación sostenida por el órgano de la fracción (Il Soviet) en la discusión de los más importantes problemas actuales de método y de táctica comunistas – el programa del nuevo Partido y de sus estatutos; (…) 3) convocar inmediatamente, luego del Congreso Internacional, al Congreso Constituyente del Partido comunista, invitando a adherir a todos los grupos que están en el terreno del programa comunista, dentro y fuera del PSI” [Bordiga, Scritti …, vol.4, p.206].
291 En la Carta del 10-11-1919 del CC de la Fracción al CC de la III Internacional, Bordiga escribió: “Quisiéramos que quede claro que en el Congreso (de Boloña) nos separamos de todo el resto del Partido no solamente en la cuestión electoral, sino también en la de la escisión del Partido. La fracción “maximalista electoralista” que venció en el Congreso había aceptado ella también la tesis de la incompatibilidad de la permanencia de los reformistas en el Partido, pero renunció a ella por consideraciones puramente electorales a pesar de los discursos anticomunistas de Turati y Treves. Esta es una razón fuerte para el abstencionismo: no será posible la constitución de un Partido puramente comunista si no se renunciará a la acción electoralista y parlamentaria. La democracia parlamentaria en los países occidentales asume formas de tal carácter que constituye el arma más formidable para la desviación del movimiento revolucionario del proletariado” [subrayados en el original, ndr.].
292 Comentarios de la redacción de Il Soviet a dos artículos de Francesco Misiano (“Le tendenze del Partito Comunista tedesco” y “Astensionismo ed elezionismo nel Partito comunista tedesco”, 4-1-1920 y 18-1-1920) donde éste afirmaba que esta cuestión no era de principio, sino de táctica.
293 “La lettera di Lenin”, Il Soviet, 11-1-1920; “Lenin e l’astensionismo”, Il Soviet, 1-2-1920; “La III Internazionale e il parlamentarismo”, Il Soviet, 11-4-1920.
294 El inciso 2) de la Resolución de la Conferencia Nacional de la FCA de mayo 1920 dio mandato al CC de la Fracción para que “intensifique las relaciones internacionales con el objeto de constituir la Fracción antielectoral en el seno de la Internacional Comunista”.
295 “Lenin e l’astensionismo”, art.cit.
296 “Por razones bien conocidas, nosotros pensamos que es el método electoral el que debe ser abandonado, para que simultáneamente puedan ser eliminados los (miembros) no comunistas de nuestras filas. No vemos otro camino para el nacimiento de un Partido comunista digno de adherir a Moscú”. [Bordiga, “Per la costituzione dei Consigli operai in Italia”, Il Soviet, 22-2-1920]
297 Está claro que no es nuestra intención afirmar que, si hubiese podido hacerlo, la corriente comunista abstencionista (ultra minoritaria en el Partido) hubiera logrado trastocar la situación general, pero sí hubiera tenido mayores posibilidades de ampliar su influencia en el Partido y en la clase obrera, amén de capacitar a la vanguardia revolucionaria.
298 Il Soviet expresó a posteriori una evaluación de los límites de la situación generada por las ocupaciones de fábrica del mes de septiembre: el horizonte espontáneamente limitado del movimiento (control obrero de la producción) y la ausencia de un Partido comunista que pudiese integrar este impetuoso movimiento de masas en un vasto diseño revolucionario. La posición de Il Soviet ante este movimiento se inscribió en la continuidad de sus polémicas con L’Ordine Novo. Desde hacía meses, la Izquierda había puesto en guardia contra las ilusiones consejistas de empresa (cf. en particular “Prendere la fabricca o prendere il potere?”, 22-2-1920; “Lo sciopero di Torino”, 2-5-1920), afirmando que la conquista del poder no pasa por las empresas, sino por el abatimiento central del Estado burgués. Es sin embargo notable que, durante todo el mes de septiembre 1920, ni una sola línea de Il Soviet haya sido consagrada a este gigantesco movimiento, y que recién el 3-10 (tras el regreso de Bordiga a Italia ocurrido el 17-9), el periódico haya publicado un único artículo (“Orientarsi e rinnovarsi!”) referido a este tema, reafirmando sus límites. Il Soviet tampoco publicó un análisis político y de denuncia de la actuación saboteadora de la CGdL, ni del comportamiento claudicante de la Dirección del Partido socialista en el curso de este movimiento.
299 A saber, que la conquista del poder era una cuestión política, no periférica; que las consejos de fábrica no serían las piedra basales del poder obrero; que las transformaciones socialistas del modo de producción y distribución no estarían en manos de los consejos de fábrica, sino del Estado proletario.
300 “[En Alemania] en 1923 el movimiento de las masas proletarias y semiproletarias comenzó a agruparse alrededor de los comités de fábricas, que en el fondo ejecutaban las mismas funciones que las que entre nosotros incumbían a los Soviets en el período anterior a la lucha directa por el Poder. Sin embargo, en agosto y septiembre [1923], algunos compañeros propusieron proceder inmediatamente a la creación de Soviets en Alemania. Tras largos y ardientes debates se rechazó su propuesta, y con razón. Como los comités de fábricas ya se habían convertido en puntos efectivos de concentración de las masas revolucionarias, los Soviets hubieran desempeñado en el período preparatorio un papel paralelo al de estos comités y no tendrían sino una forma sin contenido. (…) Es posible que después de la victoria en las principales ciudades hubiesen empezado a aparecer Soviets en todos los puntos del país. De cualquier modo, la insurrección victoriosa provocaría por necesidad la creación de ellos como órganos de poder”. [Trotsky, “Lecciones de Octubre”]
301 Il Soviet, 6 y 27-6-1920. [www.sinistra.net/lib/upt/izqcom/gato/gatoocubus.html]
302 Estas discrepancias expresaban una real divergencia no sólo de táctica, sino también de la manera de plantear y concebir la intervención del Partido en la lucha de clases. Estas cuestiones serán tratadas en los próximos capítulos de este trabajo.
303 En este punto las Tesis restringen la actividad del Partido más allá de lo que planteaban Lenin y los Bolcheviques. Dejando de lado el hecho de que los militantes comunistas deben llevar a cabo una actividad continua dentro del Ejército y en el seno de los pueblos oprimidos por el imperialismo y el colonialismo, no existe razón alguna por la cual no deban desarrollar una actividad de propaganda y de proselitismo (y en ciertos casos también de agitación y de organización) en el seno de organizaciones como son los de la defensa de locatarios (Il Soviet mismo llamaba el 1-1-1919 a los locatarios a movilizarse contra los aumentos de alquileres), en las Ligas campesinas, y en todos aquellos terrenos donde se expresan conflictos de las masas explotadas contra el Capital y el poder del Estado y sus instituciones, e incluso en ámbitos como los liceos y las universidades, espacios donde los comunistas puedan defender las posiciones programáticas y de principio del comunismo, con el propósito de ganar influencia, prosélitos, y entrenarse en la lucha de clases. Está claro, sin embargo, que un Partido comunista debe consagrar el máximo de sus energías a la propaganda, al proselitismo y a la organización de las luchas del proletariado.
304 Esta cuestión será ampliamente discutida en la Internacional a partir de diciembre 1921.
305 Esta cuestión estará en el centro de las discusiones del III Congreso de la Internacional (junio-julio 1921).
306 Broué, op.cit., §XV, pp.306-310.
307 Un biografía política de Paul Leví de 1913 a 1920 se encuentra en Broué, op.cit., §XV, pp.293-298.
308 Ibidem, §XV, pp.310-312.
309 “Con la excepción de Chemnitz, fueron los distritos más grandes los que apoyaron a la oposición en su batalla en vísperas del Congreso de Heidelberg. Permanecieron firmemente en sus manos y rechazaron por amplia mayoría las tesis adoptadas en el Congreso: así, en Essen, donde sólo 43 militantes, de un total de unos 2.000, aprobaron las tesis de la Zentrale. En Hamburgo, Bremen, Berlín, Dresde, bastiones de la oposición, el centro toma la iniciativa de convocar directamente a los militantes para que aprueben las decisiones del Congreso y obtener de ellos la desaprobación de los activistas locales: los resultados son mediocres, por no decir catastróficos. Según Ruth Fisher, por ejemplo, en el distrito de Berlín-Brandemburgo, que contaba con 12.000 activistas en vísperas del Congreso de Heidelberg, sólo 36 estuvieron presentes para escuchar el informe presentado por Wilhelm Pieck. La escisión es consagrada en Berlín por una conferencia de distrito celebrada el 4 de enero, en la que los dirigentes de los distritos piden que se rechace el reconocimiento de las decisiones del Congreso. Después de meses de batalla, en marzo de 1920, el distrito controlado por la Zentrale no tendría más de 800 militantes. (…) [Ya en] febrero de 1920 los distritos de Norte, Noreste, de Sajonia occidental y Berlín-Brandemburgo fueron excluidos del Partido; otras organizaciones, las de Turingia y Elberfeld-Barmen, estaban en proceso de serlo. (…) [En el Congreso de Karlsruhe de febrero de 1920, Hugo Eberlein] reveló que ya no había ninguna organización controlada por la Zentrale en centros como Bremen, Hamburgo, Hannover, Dresde, Magdeburgo, y que muchos grupos locales habían roto toda relación con ella. De hecho, salvo Stuttgart, donde el número de militantes ha aumentado de 4.600 a 5.300 desde Heidelberg, y Chemnitz -de 14.000 a 16.000-, el Partido comunista alemán sólo está implantado bajo la forma de pequeños grupos aislados.” [Broué, op.cit., §XVI, pp.315-316]
310 Cf. la Carta de Lenin del 28-10-1919 al CC del KPD(S), en la que se declara favorable a una futura reunificación de los comunistas alemanes.
311 Broué, op.cit., §XVIII, pp.366-367. Los delegados en su Congreso de fundación dijeron representar un total de 38.000 militantes, más de la mitad del KPD(S). Los comunistas de Bremen rehusaron adherir a él, y volverán a reintegrarse más tarde en el KPD(S).
312 En su Congreso fundacional, todas las tendencias del KAPD adoptaron por unanimidad un Programa que será inmediatamente después el objeto de la crítica de Lenin en “El «extremismo», enfermedad infantil del comunismo”. El Programa del KAPD estaba imbuido de la idea que la degeneración socialdemócrata era la consecuencia mecánica de toda la organización política y sindical del movimiento obrero, ya que éstas asumirían “necesariamente” una vida e intereses propios, y castrarían “indefectiblemente” las iniciativas y la voluntad revolucionaria de las masas proletarias. A esas organizaciones “intrínsecamente” contrarrevolucionarias, el Programa oponía las organizaciones obreras de empresa que se declararan abiertamente por la destrucción de los sindicatos y por la dictadura del proletariado (las que constituyeron la AAU – Allgemeine Arbeiter-Union). La aceptación de estos dos objetivos hubiera debido ser una condición sine qua non de la adhesión individual a estas organizaciones. Sería por intermedio de ellas que se expresaría – ya sin intermediarios ni representaciones políticas – la voluntad revolucionaria de la clase obrera y el ejercicio de su dictadura. El tercer objetivo de estas organizaciones de empresa -revolucionarias por definición- era la edificación de la sociedad comunista. En cuanto a la naturaleza y la función del KAPD, su Programa afirmó que la unión revolucionaria del proletariado no podía ser lograda a través de la organización y el Programa del KAPD, ya que el Partido “no puede jamás tener un gran importancia cuantitativa”, contrariamente a los consejos obreros revolucionarios que sí podrían llegar a tenerla, por lo cual “el trabajo (del KAPD) dentro de [los consejos obreros revolucionarios] debe ser el de una propaganda incansable” para que éstos llegasen a adoptar el Programa del KAPD, lo que permitiría que “la victoria (la conquista del poder por el proletariado) desemboque en la dictadura de la clase y no a la dictadura de algunos jefes de partido y de su camarilla”. El KAPD negaba pues que la dictadura del proletariado (fenómeno político por excelencia) pudiese ser dirigida por el Partido comunista (la organización política del proletariado revolucionario). Como corolario de la negación principista de toda representatividad política de la voluntad revolucionaria de los trabajadores por parte de organizaciones que no fuesen los consejos obreros revolucionarios, el Programa del KAPD excluía su participación en las contiendas electorales y toda representación parlamentaria. [“La Gauche allemande”, La Vieille Taupe, Paris, 1973, pp.2-16].
En el momento de su fundación, el KAPD contaba con tres tendencias: (1) la mayoritaria, con su plaza fuerte en Berlín (con Herman Gorter como principal teórico); (2) la de Hamburgo, dirigida por Wolffheim y Laufemberg, partidaria del “nacional-bolchevismo” (teoría que hacía del proletariado el campeón de los intereses nacionales de Alemania avasalladas por los Aliados vencedores de la I Guerra Mundial, y que preconizaba una “alianza antiimperialista” con la burguesía alemana); y (3) la tendencia “unionista” anti-partido de Otto Rühle que proponía disolver el KAPD e integrar sus adherentes en los consejos obreros revolucionarios. La tendencia “nacional-bolchevique” será expulsada del KAPD en agosto de 1920 y la fractura entre el KAPD y la corriente “unionista” de Otto Rühle tendrá lugar en 1921, provocando simultáneamente la escisión de la AAU (ligada estrechamente al KAPD) y la AAUE (que rechazaba este vínculo). A partir de la su ruptura con la III Internacional (a la que adhería teóricamente en calidad de partido “simpatizante”), la decadencia organizativa del KAPD será inexorable.
313 Cf. Gilles Dauvé & Denis Authier, “The Communist Left in Germany 1918-1921” [https://libcom.org/files/Dauve-Authier-Communist%20left%20in%20Germany.A4.pdf]; Philippe Bourrinet, “La Gauche communiste germano-hollandaise, des origines à 19681” [https://bataillesocialiste.files.wordpress.com/2015/01/gch-bourrinet-rev-2sansremerciements.pdf]
314 Una excelente información este tema se encuentra en el trabajo de Albert Schreiner de 1929, “Le Putsch de Kapp”, publicado en Paul Frölich & al., “Révolution et Contre-Révolution en Allemagne, 1918-1920”, 2013, Ed. Science Marxiste, §4, pp.335-426.
315 La pérdida de sus colonias; la amputación de la octava parte de su territorio y de la décima parte de su población; la ocupación militar extranjera de la Renania; la confiscación de sus capitales en el exterior y de una parte de su flota; la imposición de reparaciones de guerra; el reclamo del enjuiciamiento por tribunales extranjeros de 900 oficiales del Ejército acusados de crímenes de guerra (reclamo que finalmente fue desechado por la imposibilidad gubernamental de efectivizarlo).
316 Von Lüttwitz había sido en 1919 el Jefe de los Freikorps de la región de Berlín que había reprimido el levantamiento de los Espartaquistas, y hasta hacía muy poco tiempo Comandante en Jefe del Ejército alemán en caso de “situación de emergencia”.
317 El Gobierno Kapp promulgó dos decretos asegurando la impunidad de las tropas militares y paramilitares que cometieran los peores “excesos” y exigió “intervenir con una severidad implacable” contra cualquier “desorden”.
318 Las razias de las tropas de ocupación de Berlín contra los trabajadores y los barrios obreros provocaron numerosos muertos y heridos, y se prolongaron durante días, y debieron enfrentarse con la resistencia de los trabajadores. [Schreiner, op.cit., pp.368-373]
319 Extremadamente caótica, la dirección del putsch logró inicialmente la adhesión o la neutralidad expectante de buena parte del establishment económico-político-militar. [Schreiner, op.cit., pp.352-357]
320 Legien mismo era un viejo reformista y adversario acérrimo de larga data de la huelga general como instrumento de lucha del proletariado por objetivos revolucionarios. El proletariado no estaba autorizado por los socialdemócratas a luchar con sus armas de clase por la Revolución comunista, pero sí por la democracia burguesa.
321 Schreiner (op.cit., pp.368-418) da una descripción detallada del desarrollo de los acontecimientos en Berlín, el Ruhr, la Silesia, la Prusia Oriental y Occidental, Kiel, Hamburgo, Bremen, la Baviera y Bade-Wutemberg, Turingia, Alemania Central (Halle), Sajonia (Leipzig, Chemnitz).
322 En el Ruhr, el Comité de acción revolucionario de Hagen disponía de un centenar de miles de obreros armados que el 18-3 pasaron a la ofensiva provocando la retirada de la Reichwehr. Las milicias de Dusseldorf se apoderaron de 4 mil fusiles, mil ametralladoras, cañones, morteros y municiones. [Broué, op.cit., §XVIII, p.359]
323 El Putsch de Kapp dio lugar a una situación muy similar a la del Putsch de Kornilov de agosto 1917 en Rusia (durante el cual las bases de las organizaciones obreras y los Soviets se movilizaron masiva y conjuntamente para aplastarlo).
324 Broué, op.cit., §XVIII, pp.342-347
325 Ibidem, p.343.
326 El llamado de la Dirección decía así: “En todas partes, la primera cosa a hacer [¡en medio de un golpe de Estado!] es organizar nuevas elecciones de los Consejos obreros en todas las fábricas; reunir a los consejos en asamblea plenaria para asumir la dirección de la lucha y decidir las medidas inmediatas que deben ser tomadas; y convocar un Congreso nacional de los consejos. Los comunistas lucharán en los consejos por la dictadura del proletariado, por la República de los consejos”. Tampoco indicaba la necesidad de armarse contra la reacción. [Schreiner, op.cit., p.360]
327 Ibidem, p.361.
328 Ibidem, pp.363-364.
329 El Feikorps de Hermann Ehrhardt fue inmediatamente integrado en el Reichswehr y reforzado con otro regimiento del Báltico. Von Lüttwitz recibió hasta su muerte una jubilación de 18.000 marcos. Ehrhardt recibió el mismo trato. Sólo uno de los 540 oficiales procesados fue condenado, y gran número de ellos fueron promovidos a altas funciones en el Ejército de tierra y en la Marina.
330 En su discurso del 3-4 ante la prensa, el socialdemócrata Severing afirmó que, a partir del 20-3, “El gobierno a hecho todo lo posible para acelerar el transporte de tropas, y para ello yo me esforcé, día y noche, a fin de ayudar a la administración militar”.
331 En su libro “Im Wetter und Watterwinkel”, Severing (quien no podía dejar de minimizar el número real) calculó en un millar el total de muertes provocadas por los enfrentamientos del Ruhr, expresando al mismo tiempo su “satisfacción secreta de que los pozos de las minas y las instalaciones industriales quedaron intactos después de la lucha” [Schreiner, op.cit., p.417].
332 Los puntos sobresalientes de este Programa fueron los siguientes: (1) Reconocimiento institucional del papel de las organizaciones sindicales en la reconstrucción económica y social del país; (3) Depuración de los “contrarrevolucionarios” del Estado y aministía sindical; (4) Reforma democrática del Estado con la colaboración de los sindicatos; (5) Aplicación integral de las leyes sociales en vigor y la adopción de nuevas leyes más progresistas; (8) Formación de ligas de defensa con la participación de las organizaciones sindicales, sin afectar a las unidades del Reichswehr y de la policía que no habían adherido al Putsch de Kapp. [Ibidem, pp.365-366]
333 En el Ruhr, los obreros comenzaron a armarse y a formar milicias rojas a partir del 15-3. Durante días se sucedieron enfrentamientos sangrientos con las tropas militares y los Freikorps.
334 Retiro de las tropas de Berlín, levantamiento del Estado de sitio reforzado, compromiso de no tomar medidas represivas contra los trabajadores armados, enrolamiento en Prusia de trabajadores en “grupos de seguridad” controlados por los sindicatos.
335 Schreiner, op.cit., pp.349-358.
336 Ibidem, pp.359-366. Tras los llamados de las direcciones políticas y sindicales a terminar con las movilizaciones obreras, los acontecimientos del Ruhr expresaron toda la complejidad y confusionismo presentes en el movimiento obrero, atacado violentamente por las fuerzas represivas del Estado respaldadas políticamente por el Gobierno socialdemócrata, así como las divisiones que lo atravesaban entre las corrientes socialdemócrata, independiente, comunistas, ultra izquierda y anarquistas. [Ibidem]
337 Reunida en la mañana del 23-3, la Zentrale del KPD(S) incitó a los obreros a continuar la huelga en pos del desarme de los cuerpos francos, de las organizaciones paramilitares contrarrevolucionarias y de la Reichwehr, y por el armamento del proletariado, la liberación de los prisioneros políticos y por el poder de los consejos obreros (que sólo existían en el Ruhr y en Chemniz). Esto significaba nada menos que proponer el ojetivo inmediato la lucha directa por el poder.
338 Schreiner, op.cit., pp.356-357.
339 Ibidem, p.357.
340 Broué, op.cit., §XIX, pp.369-378. Refiriéndose a los “graves errores organizativos y a algunos errores políticos serios cometidos” por el Buró Central del KPD(S), el Ejecutivo de la Internacional en su II Congreso hizo referencia a la “línea política del Buró Central durante el Putsch de Kapp” acerca de “la famosa declaración sobre un gobierno «puramente obrero», (sobre) «la oposición leal» y así sucesivamente”. El Informe mencionado hizo referencia a un llamado que el Ejecutivo de la Internacional tuvo intención de enviar a los comunistas alemanes (lo que finalmente no se concretó por temor a no disponer de todos los elementos de información), llamado que contenía las siguientes consignas: (1) “¡Armamento del proletariado!”; (2) “¡Reactivación de los Soviets!”; (3) “¡Hacer todo por la huelga general!”; (4) “¡Empujad a los Independientes hacia la izquierda!”; y (5) “¡Llamad a las masas al combate!” [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, vol.1, editado por John Riddell, ed. Pathfinder, 1991, pp.112-113].
341 En su libro sobre el «El “extremismo”, enfermedad infantil del comunismo», a propósito de la declaración del KPD(S) de apoyo a un “gobierno obrero” socialdemócrata, Lenin escribirá que «los jefes pequeño-burgueses, los Henderson alemanes (los Scheidemann) y los Snowden alemanes (los Crispien) no salen y no pueden salirse del marco de la democracia burguesa, la cual a su vez no puede ser más que una dictadura del capital», y que «no se puede llamar “socialista” (en una declaración oficial del Partido comunista) a un gobierno de social-traidores, y no se puede hablar de exclusión de los “partidos capitalistas, burgueses”, puesto que los partidos de los Scheidemann y de los Sres. Kautsky-Crispien son partidos demócratas pequeño-burgueses».