Capítulo V


Índice


PRIMERA PARTE

La Internacional comunista, el centrismo alemán y el partido socialista italiano en vísperas del II Congreso (Agosto 1919 – Julio 1920)

El Congreso de Leipzig del USPD (Diciembre 1919)

1.- La fundación del USPD en enero de 1916 fue el resultado de la expulsión de los Centristas (Independientes) y Espartakistas del SPD (abiertamente comprometido en el esfuerzo bélico alemán) [§III-3]. Los centristas (que hasta entonces habían apoyado la política de guerra del imperialismo alemán) se dividieron ulteriormente en dos corrientes: la Derecha (Kautsky, Hilferding, Hasse, Bernstein) que deseaba volver a la situación del SPD previa a 1914 y promover una nueva Internacional a partir de una amnistía recíproca entre todos los partidos socialistas, y una izquierda que, sin romper con la Derecha (y capitulando reiteradamente ante ella), participó en las luchas obreras y terminará más tarde por ser atraída (por una parte de ella) por la III Internacional.

La derecha de los Independientes integró el primer gobierno de la República de Weimar surgido del derrumbe alemán en noviembre de 1918 [§III-8]. El USPD se volvió una de las piedras angulares del esfuerzo contrarrevolucionario para tratar de mantener al movimiento obrero dentro de los límites de la democracia burguesa [§III-11]. Los dirigentes de la izquierda Independiente (Ledebour, antibolchevique visceral; Däumig; Richard Müller), sensibles a la radicalización de las masas, recurrieron a una cierta retórica revolucionaria, reconociendo verbalmente la necesidad de la República de los consejos a la salsa centrista, y oscilaron continua y prácticamente entre las masas en lucha y la capitulación ante la política de colaboración y compromiso con los Mayoritarios llevada a cabo por la derecha de los Independientes.

Como consecuencia de la política abiertamente contrarrevolucionaria del SPD, amplios sectores de militantes desertaron a este Partido, se alejaron de sus dirigencias políticas y sindicales, y se orientaron masivamente hacia el USPD1 (Partido que actuaba con toda legalidad), gracias a la atracción que ejerció sobre ellas la izquierda de los Independientes, y por el rechazo entre estas masas a las tendencias anti-sindicato y anti-partido de la corriente de ultra izquierda del KPD(S) (Partido que estaba prácticamente en la clandestinidad, con sus militantes a menudo expulsados de los sindicatos, cuando no se excluían ellos mismos por razones de principio, y sacudido por conflictos internos entre su Dirección y la ultra izquierda acusada de putschismo y aventurerismo)2.

Recién en marzo 1919 (en el II Congreso del USPD) los Independientes de izquierda (Däumig, Richard Müller) constituyeron una corriente favorable al “sistema de los consejos”, previniendo que, si el USPD no se pronunciaba por los Soviets, el Partido comunista se desarrollaría a su izquierda3. Los Independientes de izquierda firmaron entonces una declaración común y de compromiso con la derecha de los independientes completando el viejo Programa de Erfurt [la Biblia de los reformistas] introduciendo el reconocimiento del sistema de los consejos que organizarían a los obreros en las fábricas [es decir que no serían los órganos políticos territoriales del poder revolucionario], y que prepararían “la transformación de la economía”. Aunque en esa declaración se reconocía verbalmente la “dictadura del proletariado”, ésta representaría a la “gran mayoría del pueblo” [un régimen interclasista, en suma]; y, al tiempo que no excluía ningún medio de lucha política [¡desgastada letanía reformista!], condenaba “las violencias irrazonables”. Y sellaron el compromiso entre ambas tendencias enarbolando un programa de reformas, ante todo “la incorporación del sistema de los consejos en la constitución alemana y la participación determinante de los consejos en la legislación, la administración estatal y municipal, y el funcionamiento de las empresas” [es decir, la incorporación de los consejos obreros en el Estado democrático burgués]4/5. Por otra parte, ambas tendencias se pusieron de acuerdo para proponer la reconstrucción de una Internacional obrera sur la base de una amnistía recíproca entre los partidos socialistas6. La derecha y la izquierda de los Independientes acordaron continuar en el mismo Partido, dejando las manos libres a la Derecha en la Dirección del mismo para seguir con su práctica banalmente parlamentaria7.

Pero el prestigio de la Revolución de Octubre entre los militantes obreros y la fundación de la Internacional Comunista en marzo 1919 generó en el USPD una creciente corriente favorable a Moscú. Eso se tradujo en el auge de los Independientes de izquierda dentro del USPD. La Derecha no pensaba ni por asomo adherir a la III Internacional y preconizó una nueva Internacional (denostada por los comunistas como “Internacional II½”). Los Independientes de izquierda se vieron impelidos por sus bases y expresaron la intención de adherir a la Internacional Comunista. El clásico compromiso entre ambas tendencias se concretó en la Conferencia de Iena de septiembre 1919, cuya Resolución preveía negociaciones iniciales con partidos socialistas de izquierda para luego buscar un acuerdo con la III Internacional.8

En el Congreso de Leipzig de diciembre 1919 los Independientes en su conjunto emitieron reticencias sobre el régimen soviético en Rusia y condenaron el terror revolucionario. Un nuevo compromiso netamente centrista fue firmado entre ambas corrientes con la afirmación de que el poder proletario (sin llegar a mencionar la dictadura del proletariado ni la exclusión de la burguesía de todo derecho político) debía basarse en el sistema de los consejos obreros, y dejaron en el limbo la cuestión de las vías de esa conquista, sin cerrar la puerta a una vía parlamentaria y añadiendo vagamente que la acción parlamentaria debía estar subordinada a las exigencias de la acción de masas (de la que ya habían excluido la violencia revolucionaria)9.

La actualización del compromiso de Iena consistió en afirmar (falsamente) que existía un acuerdo entre el USPD y la Internacional Comunista sobre los problemas de la Revolución y el socialismo, y lanzó un llamado a la formación de una internacional que reuniese a los partidos “socialistas revolucionarios” (léase centristas) de los otros países y a la III Internacional; y sólo consideraba la posibilidad de iniciar negociaciones para su adhesión a la Comintern en caso de que los otros partidos “socialistas revolucionarios” rechazaran esa propuesta10.

Al igual que los maximalistas italianos, los Independientes de izquierda no eran partidarios de una escisión con la Derecha para “no debilitar” al USPD, y esperaban que algunos reformistas declarados (Kautsky y Cía.) se fuesen yendo… por sí solos. No menos cruciales fueron sus reservas para con la concepción de la III Internacional acerca de la centralización internacional del movimiento comunista, y del querer hacer de los sindicatos correas de trasmisión del partido revolucionario (la independencia de los sindicatos respecto del partido siempre había sido una vieja reivindicación del reformismo).

En su “Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes” del 10-10-1919, Lenin escribió:

“[La] masa [obrera] abandona a los scheidemanianos [SPD] y pasa a los kauskistas [USPD] gracias a su ala izquierda (uno puede convencerse de ello consultando cualquier informe de reunión de masas); ahora bien, este ala izquierda [de los Independientes] aúna sin tener en cuenta los principios, miedosamente, los viejos prejuicios de la pequeña burguesía sobre la democracia parlamentaria al reconocimiento comunista de la revolución proletaria, de la dictadura del proletariado, del poder de los Soviets”.

Lenin en su “Proyecto de respuesta a una carta del USPD”, y el Ejecutivo de la III Internacional en su “Llamado a todos los obreros alemanes, al Comité Central del KPD(S) y al Presídium del USPD” del 5-2-192011, efectuaron una demolición sistemática de las conclusiones programáticas del Congreso de Leipzig12.

Ante la resolución del Congreso de entablar discusiones para la constitución de una nueva Internacional, el Llamado del Ejecutivo rechazó de plano la fundación de otra Internacional afirmando que las fuerzas verdaderamente revolucionarias ya se congregaban en la Internacional Comunista; invitó al USPD y a otros partidos que rompieran con la II Internacional a enviar delegados a Moscú para iniciar conversaciones (excluyendo taxativamente a reformistas e Independientes de derecha). Y terminó por afirmar:

“Nosotros estamos absolutamente listos para ampliar las filas de la III Internacional, a tomar en consideración la experiencia del movimiento proletario en todos los países, a corregir y completar el Programa de la III Internacional sobre la base de la teoría marxista y de la experiencia de la lucha revolucionaria en el mundo entero. (…) El Comité Ejecutivo, acogiendo favorablemente la deliberación del Congreso de Leipzig en lo relativo a la fractura con la II Internacional, y al invitar a la delegación del USPD a entablar negociaciones, expresa la firme convicción de que las filas de la dirigencia del USPD deben ser depuradas gracias a la creciente conciencia de la masa proletaria, auspicia que el Partido sea unificado con el KPD(S), y que finalmente sus mejores elementos se organicen bajo la bandera común de la Internacional Comunista. (…) El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista propone a los obreros avanzados de Alemania a discutir (esta) respuesta en asambleas verdaderamente proletarias y a exigir de los dirigentes del USPD respuestas claras y precisas sobre las cuestiones abordadas (en este documento)”.

En Alemania, el contenido del documento no fue dado a conocer públicamente (ni por los Independientes de derecha ni por los de izquierda). Recién cinco meses después su Dirección envió a Moscú una respuesta con la firma de representantes de estas dos corrientes. La misiva fue llevada por los delegados del Partido ante el II Congreso de la Comintern13. En esta ocasión los delegados del USPD experimentarán en carne propia lo que para los bolcheviques significaba “negociar” con los centristas, y tomarán conocimiento de las condiciones que permitirían la unificación del KPD con que lo quedase del USPD luego de esa “depuración”.

2.- Un eje suplementario de animosidad y desconfianza de la izquierda Independiente, esta vez respecto del KPD(S), estaba constituido por las imputadas “tendencias putschistas” de este último [personalizadas en su participación activa en movimientos de masas no “perfectamente” encuadrados por las organizaciones obreras bien establecidas (sindicatos y partidos)]. Recordemos que Ledebour, Däumig y Richard Müller habían ya planteado en enero de 1919 el abandono de la acción directa (manifestaciones, concentraciones, agitaciones que habían acompañado a las luchas obreras contra la democracia burguesa y la socialdemocracia en el poder durante todo el período precedente, y en las cuales los Espartakistas habían participado activamente) como una de las condiciones de su unificación con el KPD(S), acusando de “putschismo” la acción de Espartaco desde noviembre de 1918 [§III-20]14.

La posición de todos los Independientes contra el “putschismo”, identificado en la participación a las luchas de las capas más radicalizadas del proletariado, es de la misma esencia de la todos los que se imaginan una revolución “como se debe”, lo que era característico de la socialdemocracia europea, para la cual la luchas sociales eran válida siempre y cuando encajasen perfectamente en sus moldes teóricos, programáticos y tácticos establecidos previamente. Fue Lenin quien, con una fuerza devastadora, se desencadenó contra el oportunismo centrista en este tema, dando en su artículo “Los héroes de la Internacional de Berna” (28-05-1919) una lección revolucionaria de altísimo voltaje:

« Al acusar a los comunistas de “putschismo”, el señor Däumig no hace más que demostrar (…) su servilismo frente a los prejuicios filisteos de la pequeña burguesía.

« (…) La potente ola del movimiento huelguístico espontáneo se expande por Alemania. La lucha proletaria toma un auge increíble (…) Hablar de “explosiones provocadas” a la vista de semejante movimiento es lo propio de un espíritu irremediablemente limitado, un lacayo de los prejuicios filisteos.

« Los señores filisteos, Däumig en primer lugar, sueñan probablemente con una revolución (suponiendo que tengan en mente una mínima idea de la revolución) donde las masas se levantarían de un solo golpe y de manera perfectamente organizada.

« Semejantes revoluciones no existen ni pueden existir. El capitalismo no sería el capitalismo si no mantuviera a las innumerables masas de trabajadores, a su inmensa mayoría, en la opresión, el embrutecimiento, la miseria y la ignorancia. El capitalismo sólo puede derrumbarse por medio de una revolución que, en el curso de la lucha, propulse a las masas hasta entonces inactivas. Cuando la revolución está en ascenso, las explosiones espontáneas son inevitables. Nunca ha habido, ni puede haber, una sola revolución sin que eso ocurra.

« Es una mentira del señor Däumig que los comunistas favorezcan el movimiento espontáneo (…). Los comunistas no favorecen el movimiento espontáneo, no son partidarios de explosiones dispersas. Los comunistas educan a las masas para acciones organizadas, coherentes, unánimes, oportunas, maduradas. (…) Pero los filisteos son incapaces de comprender que los comunistas consideran como su deber (y tienen totalmente razón en ello) estar con las masas combatientes oprimidas y no con los héroes de la pequeña burguesía que se mantienen apartados en una expectativa cobarde. Cuando las masas luchan, los errores son inevitables: los comunistas, al ver esos errores, al explicárselos a las masas, al tratar de rectificarlos, al luchar sin descanso por la victoria de la conciencia sobre la espontaneidad, permanecen junto a las masas. Más vale estar con las masas combatientes que en el curso de la lucha se emancipan progresivamente de los errores que con la raza de los intelectuales, los filisteos y los kautskistas que esperan al costado la “victoria completa”: tal es la verdad que no está al alcance de los señores Däumig poder comprender.

« Tanto peor para ellos. Ellos ya entraron en la historia de la revolución proletaria mundial como pequeño burgueses cobardes, quejumbrosos reaccionarios, habiendo sido ayer servidores de los Scheidemann, hoy apóstoles de la “paz social”, poco importa si su predicación se disimula bajo la consigna de la Constituyente y de los Soviets, o bajo la condena sentenciosa del “putschismo” ».

Las relaciones entre la Internacional Comunista y los Independientes

3.- El problema que entonces se planteaba a la Internacional con los partidos centristas era la táctica a adoptar para atraerse a los sectores militantes radicalizados de estos partidos que, aunque confusos (como era el caso de muchos de los partidarios de la izquierda Independiente en el USPD), estaban sinceramente animados por un espíritu revolucionario y atraídos por la III Internacional, la Revolución de Octubre y la República de los Consejos Obreros; y que, al mismo tiempo, le permitiera desembarazarse (y desembarazar a esos sectores) de sus direcciones centristas (o abiertamente reformistas) y de las inercias en su práctica política entroncadas con las tradiciones heredadas de su pasado reformista y electoralista.

Cabe precisar aquí, una vez más, que para Lenin la política y la praxis del oportunismo centrista no era la expresión ni el resultado principal de la voluntad consciente de sus dirigentes con el propósito de engañar a las masas en beneficio de la conservación burguesa. Es indudable que algunos de los dirigentes centristas cumplieron esa función de manera bien consciente (como Kautsky cuando participó desde 1915 en la “oposición leal” a la dirección abiertamente colaboracionista del SPD con el propósito de crear una cortina de humo entre los Espartakistas y las masas), pero esto no es siempre ni prioritariamente el caso. El oportunismo centrista es un fenómeno político, social e histórico objetivo que expresa (consciente o inconscientemente) la influencia de la ideología y de los intereses de clase de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera, y que se expresan en particular en el intento de no cortar los puentes entre la democracia burguesa y la Revolución comunista. Aquellos que son los portavoces de la ideología y la política centristas – ya sean los dirigentes o los militantes obreros que adhieren a estas corrientes oportunistas – pueden estar subjetivamente convencidos de obrar sinceramente por la Revolución proletaria, sin dejar por ello de cumplir el rol objetivo de obstáculo al armamento revolucionario del proletariado.

Frente a los partidos y corrientes centristas, la táctica adoptada por la Dirección de la Internacional fue, en primer lugar, delimitar y enunciar clara, tajante y rigurosamente, sin concesión alguna y sin importar las consecuencias numéricas en términos de adhesiones potenciales, en un conjunto de Tesis ad hoc, los principios, el programa y la táctica de la Internacional en cuestiones esenciales (y así lo hará en su II Congreso), y establecer precisamente, además de la aceptación incondicional de un conjunto de Tesis y de la centralización de la Comintern (lo que implicaba la supeditación de las secciones nacionales a la dirección del Ejecutivo y de las decisiones de los Congresos mundiales), el compromiso con (y el respeto de) las condiciones estrictas que deberían satisfacer los partidos y las corrientes que quisieran adherir a la III Internacional (las que serán codificadas en las 21 Condiciones de Adhesión).

Esto implicaba, en particular, que las corrientes y los jefes abiertamente reformistas, y todas las tendencias y dirigentes centristas que expresaran su oposición sobre cualquiera de los puntos arriba enunciados, deberían ser expulsados de los partidos socialistas cuando la corriente en regla con la Internacional lograse obtener la mayoría (y su unificación ulterior con los partidos comunistas presentes en el país cuando éstos ya existían), o la escisión cuando la corriente comunista fuese minoritaria en los partidos socialistas (como en Italia en enero 1921).

La táctica de los bolcheviques estaba basada en la idea de que la relación de fuerzas en el movimiento obrero revolucionario, dada por el inmenso prestigio de la Revolución de Octubre y de sus dirigentes, hubiese debido permitir a la Dirección de la Internacional imponer sus propias orientaciones a las secciones nacionales, y eliminar las tendencias centristas que hubieran podido subsistir en ellas tras las fusiones o la expulsión de la derecha reformista. Este era un ejemplo de los compromisos aceptables por parte del movimiento comunista de los que habla Lenin en «El “extremismo” …».

En Italia, la Internacional exigirá la expulsión del PSI de Turati y Cía.; en Alemania, la de los centristas tipo Kautsky e Hilferding del USPD, y la fusión ulterior de los Independientes de izquierda con el KPD(S) en un nuevo partido.

Lenin, Serrati y el Congreso de Boloña

4.- La actitud de los bolcheviques hacia el PSI estaba forzosamente influenciada por la no adhesión del PSI a la guerra imperialista; por la alineación (puramente nominal) de Serrati, el Director del Avanti!, con la izquierda de Zimmerwald; por la adhesión (nominal) del PSI a la III Internacional, y su confirmación en el Congreso de Boloña; y por su adopción de un Programa netamente comunista.

Ahora bien, en medio de la guerra civil, de las invasiones de los ejércitos imperialistas y del bloqueo de sus fronteras, los dirigentes bolcheviques estaban escasos de información sobre el movimiento comunista de Occidente en general, y sobre las luchas sociales y políticas en Italia en particular. De allí la dificultad que tuvo el Ejecutivo para en un primer momento hacerse una opinión objetiva de la naturaleza centrista de la mayoría maximalista y de la impotencia revolucionaria del PSI15.

En la “Carta al camarada Serrati y a todos los comunistas italianos” (del 28-10-1919), Lenin afirmó que eran muy escasas las noticias que recibían de Italia (y sólo por la prensa extranjera) y saludó la “brillante victoria del comunismo” en el Congreso de Boloña; aplaudió la decisión de participar en las elecciones; puso en guardia contra “los oportunistas del Partido (que son tan numerosos entre los parlamentarios del PSI) que tratarán de eludir e invalidar las resoluciones del Congreso”, y que “la lucha contra estas tendencias está lejos de haber terminado”; afirmó la necesidad de evitar insurrecciones prematuras y la de ganarse “a todo el proletariado industrial y a todo el proletariado rural, más el pequeño campesinado”, todo ello como garantía de que “el triunfo del proletariado en Italia (sea) sólido”.

Si bien la carta de Lenin desautorizaba el abstencionismo táctico de Il Soviet (y Serrati no se privó de señalarlo), ella era implícita y simultáneamente una desautorización completa de la política de la Dirección maximalista para con el reformismo y de su acérrima negativa a expulsarlo del Partido, amén de su pasividad ante las luchas del proletariado (tanto industrial como agrícola) y de su política de total indiferencia hacia el pequeño campesinado. Recién a partir del segundo semestre de 1920 los bolcheviques se concientizaron de la negativa del unitarismo de Serrati a romper con el reformismo y de la naturaleza no revolucionaria de la Dirección maximalista16, lo que culminará en enero 1921 en la ruptura definitiva entre la corriente de Serrati y el comunismo internacional.

SEGUNDA PARTE

El II Congreso de la Internacional comunista (19 Julio – 7 agosto 1920)

5.- En una situación de crisis general del capitalismo y de auge de masas, el I Congreso de la IC de marzo 1919 había sido un congreso de propaganda, un llamamiento concreto a la constitución de la nueva Internacional en torno de la reivindicación de puntos programáticos esenciales del marxismo revolucionario. El II Congreso estuvo a su vez marcado por el sentimiento general de la inminencia de la Revolución en Europa y de la urgencia de la forja del Partido Mundial a la altura de esta tarea histórica, y el contexto en el cual tuvo lugar estuvo influenciado por factores internacionales altamente complejos.

En Rusia misma, la Revolución de Octubre estaba aún embarcada en la guerra que la había llevado a enfrentar a los ataques conjugados de los Ejércitos blancos de Denikin, Kolciak, Judenic y Wrangel, y a las intervenciones directas e indirectas de los imperialismos alemán, inglés, francés y japonés. En ese mismo momento debía repeler el ataque del Ejército polaco. En el territorio bajo el poder soviético, sumergido en el régimen de “comunismo de guerra”, la tensión social era extrema.

En el plano internacional, el inmenso prestigio de la Revolución de Octubre y de los bolcheviques, y la agudización de la lucha de clases como consecuencia directa de la guerra, creaba en las masas obreras y militantes proletarios una corriente irresistiblemente atraída por la III Internacional. Esta situación favorecía la reconstitución internacional del movimiento comunista, pero debía enfrentar dos dificultades mayores17.

Las Tesis sobre “Las Tareas Fundamentales de la Internacional Comunista”, redactadas por Lenin, afirmaron que el primero de los peligros que corría la Internacional era que las corrientes centristas (y no sólo las de derecha representadas por los Crispien, Dittmann y consortes en Alemania, y las intervencionistas durante la guerra, como la de Cachin y Frossard en Francia, para no mencionar más que a las de estos dos países, pero que pertenecen a una larga lista de tendencias en los diferentes partidos socialistas, sino también las “de izquierda”, como los maximalistas italianos tipo Serrati, que podían llegar a reclamarse de la Revolución Rusa y de la dictadura del proletariado18) lograsen surfear sobre esta ola y hacerse ungir por Moscú como “revolucionarias” y, lo que sería aún más catastrófico, que fueran integrados tales cuales en los futuros partidos comunistas19. Los bolcheviques, a la vez que denunciaban el “efecto de moda” de la Revolución de Octubre, estaban resueltos a elevar un cordón sanitario en torno de la nueva Internacional, para inmunizarla contra toda clase de oportunismo, verdadera “enfermedad senil” del movimiento proletario20. Se trataba de ganar para la nueva Internacional a las bases proletarias y militantes de estas corrientes que – como los “delegados revolucionarios” alemanes – estaban profundamente arraigadas en las masas trabajadoras y sinceramente polarizadas por la Revolución de Octubre, liberándolas de sus dirigentes oportunistas y de todo resto de tradiciones centristas, encuadrándolas en el terreno ideológico, programático, táctico y organizativo gracias a la dirección de los Bolcheviques y a su inmensa autoridad y prestigio21.

La segunda dificultad que enfrentaba la Internacional estaba representada por la posibilidad de integrar a corrientes no marxistas que, sin embargo, constituían genuinos intentos del proletariado por liberarse del reformismo y del oportunismo socialdemócratas [como era el caso del sindicalismo revolucionario en Francia y sus congéneres en los USA y en Gran Bretaña (los International World Workers y Shop Stewards, respectivamente), o bien los “Tribunistas” holandeses y los radicales de izquierda alemanes que habían fundado el KAPD en abril de 1920 (estos dos últimos eran encarnaciones de esa “enfermedad infantil del comunismo” combatida por Lenin en «El “extremismo” …»). Estas tendencias, que poseían un espontáneo y generoso ímpetu revolucionario, pero tenían “una apreciación errónea del papel y de la misión del Partido en relación a la clase obrera y a la masa, y de la obligación para los revolucionarios comunistas de militar en los parlamentos y en los sindicatos reaccionarios”, debían poder ser integradas en la III Internacional y obrar útilmente para la Revolución a condición de adherir a los objetivos, los principios y la táctica de un verdadero Partido comunista, desembarazándose para ello de sus propios postulados de tipo anarco-sindicalista y anti-partido22.

En este II Congreso los bolcheviques obraron de manera intransigente para dividir aguas entre los comunistas y las dirigencias centristas y reformistas (a las que debía cerrarse con doble candado la entrada en la nueva Internacional); y haciendo prueba de paciencia, y sin dejar sin embargo de combatir irreductiblemente las tendencias “infantiles”, trataron de integrarlas en la lucha comunista23. Es un mérito indeleble de los bolcheviques, en medio de una situación de tensión social y militar extrema, haber mantenido sólidamente el rumbo y la brújula de la Revolución Mundial, defendiendo contra vientos y mareas principios y objetivos del comunismo revolucionario24.

Tesis sobre Las Tareas Fundamentales de la Internacional Comunista25

6.- En ellas se reafirman puntos teóricos fundamentales como condiciones de la destrucción del modo de producción capitalista y de las transformaciones socialistas:

  • necesidad del derrocamiento violento del poder burgués, de la instauración de la dictadura del proletariado y del terror revolucionario (con “la destrucción de su mecanismo de Estado, parlamentario, judicial, militar, burocrático, administrativo, municipal, etc. hasta el exilio y/o la internación de todos los explotadores más peligrosos y obstinados, sin excepción, el ejercicio de una estricta vigilancia para reprimir los intentos de restauración” burguesa);
  • reivindicación del papel dirigente de la lucha revolucionaria por parte del Partido comunista [pues si, como lo afirma el “Manifiesto Comunista” de 1848, los comunistas constituyen la vanguardia del proletariado en la lucha de clases, con la transformación de ésta última en guerra civil abierta, esta vanguardia deberá volverse el Estado Mayor de las masas insurgentes y de la dictadura proletaria];
  • necesidad de la conquista de una influencia decisiva del Partido comunista en el proletariado26 y las masas trabajadoras explotadas por el Capital;
  • necesidad de neutralizar o reducir a la impotencia las inevitables vacilaciones de la pequeña burguesía (pequeños propietarios, intelectuales, empleados) entre el proletariado y la burguesía, entre el poder de los Soviets y la democracia burguesa;
  • oposición de principio entre el Estado de la dictadura del proletariado (bajo la forma del sistema de los Soviets) y de toda forma de democracia burguesa.

Las Tesis afirman que, en la situación histórica de la inmediata posguerra, la preparación revolucionaria del proletariado requiere como condición previa la formación en cada país de un único Partido comunista (o el fortalecimiento y la renovación de los partidos ya existentes), en cuanto destacamento de un Partido Mundial único, homogéneo y centralizado, poniendo en guardia contra el hecho de que muchas veces la adhesión de antiguos partidos socialistas o fracciones de éstos a las posiciones de la Internacional Comunista era puramente formal [tal como era, en realidad, el caso del Partido italiano]27. Los 19 capítulos de las Tesis fundamentan además algunas de las “21 Condiciones de Admisión” impuestas a todos los partidos y corrientes que querrían adherir a la Internacional [§V-12].

Abordando la situación de los partidos socialistas que querían adherir a la Internacional (o que habían solicitado “entrar en negociaciones” para tal fin), y de aquellos que ya habían adherido espontáneamente a ella, las Tesis imponen toda una serie de condiciones previas ineludibles, y en particular que “los miembros del Partido que rechacen las condiciones y tesis establecidas por la Internacional Comunista deben ser excluidos”.

Sin dejar de relevar las divergencias existentes acerca de la relación del Partido con las masas proletarias, de la cuestión parlamentaria y de la sindical con el KAPD, parcialmente con el Partido comunista suizo, con algunos comunistas holandeses, con ciertas organizaciones comunistas de Inglaterra, con los IWW americanos y los Shop Stewards británicos, así como de la naturaleza revolucionaria de esos movimientos proletarios, las Tesis solicitan “a todas lasorganizaciones y a todos los grupos comunistas de los países anglosajones laprosecución, aún en el caso de que los IWW y los Shop StewardCommittees no se unan inmediatamente a la III Internacional, de unapolítica de relaciones muy amistosas con esas organizaciones, deacercamiento a ellas y a las masas que simpatizan con ellas, haciéndolescomprender amigablemente, desde el punto de vista de la experiencia detodas las revoluciones rusas del siglo XX, el carácter erróneo de susconcepciones, y reiterando los intentos de fusión con esas organizaciones enun Partido comunista único”. Las Tesis concluyen afirmando la necesidad de una política similar hacia las bases proletarias del anarquismo.

Tesis sobre el papel del Partido Comunista en la Revolución Proletaria28

7.- Contra el reformismo (que pretendía hacer un fetiche de la opinión democráticamente expresada por las “grandes mayorías”, aunque sólo fuesen obreras) como contra el anarquismo, el anarco-sindicalismo y sus variantes “consejistas” (que delegaban en las organizaciones inmediatas de masas el rol de dirección efectiva de la lucha de clase29), las Tesis reivindican alta y claramente para el Partido – antes, durante y después de la conquista del poder – el papel de vanguardia, de órgano dirigente, de Estado Mayor, gracias al cual la clase obrera puede combatir por sus objetivos históricos, aunque el Partido sólo constituya una minoría (o fracción) de la misma30. Una minoría que no se adapte a los prejuicios de las capas atrasadas de las masas explotadas, “sino [que se esfuerza] en elevar a toda la clase obrera al nivel de la vanguardia comunista”, y que “[defiende] en todo momento, no los intereses de algunos grupos o profesiones, sino los de toda la clase”. Un Partido que, “en circunstancias favorables, puede ejercer una influencia ideológica y política incuestionable en todos los sectores proletarios y semiproletarios de la población”. Las Tesis fijan a los partidos comunistas el objetivo de conquistar la dirección de todas las organizaciones de masas – soviets, sindicatos, etc. – que se da el proletariado en el curso de su combate contra el capitalismo.

Para poder llevar a cabo las tareas que le incumben antes, durante y después de la conquista del poder, y como condición sine qua non de la victoria revolucionaria, las Tesis reivindican para el Partido el principio de centralización y la necesidad de una disciplina inquebrantables. Dicha disciplina debiera resultar de la confianza de los adherentes respecto a su núcleo dirigente. El mecanismo del “centralismo democrático” era el que debía presidir organizativamente dicha centralización.

Cualquiera sea el régimen burgués, los partidos comunistas debían yuxtaponer sistemáticamente la acción legal y la acción clandestina, debiendo esta última controlar siempre a la primera.

Los grupos parlamentarios comunistas, al igual que las fracciones comunistas que operasen en el seno de las diversas instituciones estatales, tanto centrales como locales, debían estar totalmente subordinados al Partido, cualquiera fuere su situación, legal o ilegal.

La organización comunista es el único camino que permite a la vanguardia del proletariado arrastrar tras de sí a la clase obrera”. La célula es la piedra angular de la organización comunista (tanto en el Partido como en todas las organizaciones donde haya proletarios o semiproletarios: soviets, sindicatos, cooperativas, talleres, comités de inquilinos, …). “Todas las células comunistas que actúan en las organizaciones políticamente neutrales (deben estar) absolutamente subordinadas al Partido en su conjunto, sea a la acción del Partido legal o a la ilegal.”

Tesis sobre el movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresas31

8.- Redactadas por Radek, y con algunas enmiendas decididas en Comisión, las Tesis enuncian las posiciones clásicas del marxismo respecto a las organizaciones de masas que surgen de la lucha de los obreros en defensa de sus condiciones de vida y de trabajo; son una declaración de guerra contra la política de las burocracias reformistas de la Internacional Sindical de Ámsterdam ligada a la II Internacional; y fijan posiciones y perspectivas frente a las nuevas organizaciones obreras que emergían espontáneamente al margen – y en ciertos casos en contra – de los grandes sindicatos socialdemócratas.

Las Tesis

  • denuncian el papel contrarrevolucionario y de colaboración abierta de los sindicatos con la burguesía y el Estado capitalista durante la guerra, contra los intereses inmediatos de la gran masa de los trabajadores que hubieran debido defender (I – #1);
  • constatan que la crisis de la posguerra había provocado un prodigioso crecimiento de los sindicatos como resultado del intento de las grandes masas (y no sólo de la aristocracia obrera) por hacer de éstos organizaciones de combate en defensa de sus condiciones materiales de vida y de trabajo (I – #2), pero que estos intentos estaban contrarrestados por las direcciones sindicales y la burocracia profesional que trataban “por todos los medios de lograr que los sindicatos conserven su carácter de organizaciones de la aristocracia obrera, (y) mantener en vigor las reglas que imposibilitan la entrada (en ellos) de las masas obreras mal pagas″, esforzándose por obstaculizar con la ayuda del Estado capitalista los movimientos huelguísticos y su generalización, implementando una política legalista de colaboración de clases (I – #3);
  • dan a los comunistas la consigna de crear fracciones comunistas dentro de los sindicatos con el propósito de conquistar su dirección y convertirlos en órganos de la lucha revolucionaria por el triunfo del comunismo [tendiendo a hacer de ellos verdaderas correas de transmisión del Partido en el seno de las masas sindicalizadas (I – #7)], y crear sindicatos allí donde no existiesen; rechazan toda deserción voluntaria de los sindicatos y todo intento de « creación artificial de sindicatos que no esté determinado por las violencias excesivas de la burocracia profesional (disolución de las filiales locales revolucionarias sindicales por los centros oportunistas) o por su estrecha política aristocrática que cierra a las grandes masas de trabajadores poco calificados la entrada en los organismos sindicales » (I – #4);
  • establecen un nexo estrecho entre la posibilidad de superar la dependencia de las masas respecto a las direcciones sindicales y su educación anticapitalista de la participación activa de los trabajadores comunistas en las luchas sindicales, no sólo en cuanto propagandistas, sino como partícipes, dirigentes y organizadores resueltos de las mismas (I – #4);
  • afirman que los comunistas “de no deben vacilar ante las escisiones que puedan producirse en el seno de las organizaciones sindicales si [y solamente si, ndr.], para evitarlas, debieran abandonar el trabajo revolucionario en los sindicatos, renunciar al intento de hacer de ellos instrumentos de la lucha revolucionaria, (o) a renunciar a la organización de los sectores más explotados del proletariado”, pero añaden inmediatamente después que, “si una escisión se impone como una necesidad absoluta, sólo se recurrirá a ella si se tiene la seguridad de que los comunistas han logrado, con su participación en los problemas económicos, convencer a las amplias masas obreras que la escisión se justifica no por consideraciones dictadas por un objetivo revolucionario aún muy lejano y vago, sino por los intereses concretos inmediatos de la clase obrera que se corresponden con las necesidades de la acción económica” (I – #5);
  • asignan a los comunistas la tarea de prestar su ayuda “con toda la energía posible” a los sindicatos – u otras organizaciones inmediatas de carácter económico, como los consejos de fábrica – con tendencias revolucionarias (Shop Stewards ingleses o IWW americanos, por ejemplo32), pero sin dejar de trabajar en los sindicatos dirigidos por los oportunistas (I – #6).

Abordando la cuestión de los consejos de fábrica o de empresa, las Tesis

  • observan que ellos nacían de los intentos de los trabajadores por ejercer un control sobre la producción y el funcionamiento de las fábricas como consecuencia de la desorganización económica de la posguerra; del callejón sin salida en esas condiciones del combate económico del proletariado por el alza de los salarios y por el mejoramiento general de las condiciones de vida de las masas; de la lucha contra la burocracia reaccionaria; de la fatiga causada por las derrotas sufridas por los sindicatos; de las tendencias a la creación de organizaciones que abarquen a todos los trabajadores (II – #1);
  • afirman que los comunistas deben “inculcarles la necesidad de combatir por la dictadura del proletariado ampliando la idea de la lucha por el control obrero”, y que “una organización económica que responda a los intereses de las masas obreras sólo es posible si el Estado es gobernado por la clase obrera y si la mano firme de la dictadura proletaria se encarga de suprimir el capitalismo y de realizar la nueva organización socialista”33 (II – #2);
  • sostienen que, en medio de la crisis y “decadencia irresistible del régimen capitalista” de la posguerra, en la que la burguesía recurría al arma del sabotaje y del lockout para tratar de plegar a las masas trabajadoras a su diktats, “losintentos de los obreros de ejercer su control no solamente sobre elaprovisionamiento de las fábricas y de las empresas en materias primas,sino también sobre las operaciones financieras de las empresasindustriales, provocarán, por parte de la burguesía y delgobierno capitalista, medidas de rigor contra la clase obrera, lo que transformará la lucha obrera por el control de la industria en una lucha porla conquista del poder por parte de la clase obrera34 (II – #3);
  • señalan que “los consejos de fábrica no pueden remplazar a los sindicatos” y que “el reparto de todaslas tareas de la clase obrera entre los comités de fábrica y lossindicatos es el resultado del desarrollo histórico de la revolución social”; que “los sindicatos han organizado a las masas obreras con el objetivo de unalucha por el alza de los salarios y por la reducción de la jornada de trabajo a escala nacional”, en tanto que “los consejos obreros de fábrica se organizanpara el control obrero de la industria y la lucha contra la desorganizacióneconómica, abarcan a todos los obreros de fábrica y oficinas, pero su lucha no puede revestir sino gradualmente un carácter políticogeneral”; y que “sólo en la medida en que los sindicatos lleguen a superar lastendencias contrarrevolucionarias de sus burocracias y se conviertan enórganos conscientes de la revolución, los comunistas tendrán el deber deapoyar la tendencia a transformar los consejos de fábrica en secciones de los sindicatos en las fábricas” (II – #5);
  • fijan la misión de hacer de los consejos de fábrica, al igual que de los sindicatos, correas de transmisión del Partido comunista (II – #6); y
  • terminan este capítulo indicando que a los sindicatos y a los consejos de fábrica les tocará desempeñar un gran papel “cuando se establezca la dictadura del proletariado”.

Las Tesis concluyen con un llamamiento a la adhesión a la Internacional Comunista a través del Buró Sindical – que luego se transformará en la Internacional Sindical Roja (ISR) – de los sindicatos ganados a la lucha por la Revolución comunista, desertando así la Internacional Sindical de Ámsterdam.


En las reuniones del el Comité ad hoc y en las sesiones plenarias tuvieron lugar fuertes enfrentamientos polémicos entre el Ejecutivo (Radek y Zinóviev) y delegados comunistas de los EE.UU. (John Reed), de la IWW y de los Shop Stewards británicos (Tanner, Gallacher).

Tanner se opuso a la formación de la ISR y a dar como consigna la no deserción de los viejos sindicatos. Gallacher35 sostuvo la tesis de la imposibilidad de ganar para el comunismo a los viejos sindicatos dominados por las burocracias reformistas, y que “hablar de ganar a los sindicatos desde adentro es tan ridículo como hablar de ganar desde adentro al Estado capitalista”.

Las Tesis presentadas por John Reed en Comisión afirmaban que “la certeza de la necesidad de destruir los aparatos de los sindicatos (no revolucionarios, ndr.) es tanta como la certeza de que nosotros debemos destruir al Estado burgués”.

Por su parte, el maximalista Bombacci rechazó las Tesis del Ejecutivo negando “que los sindicatos tengan (en EE.UU. y Europa occidental) alguna función revolucionaria”; más aún, para Bombacci los sindicatos “no están calificados para tareas revolucionarias” y “son incapaces de jugar rol político alguno”, por lo que “los sindicatos no son revolucionarios y nunca lo serán36.

Serrati, por su parte, dijo votar a favor de las Tesis aunque emitió desacuerdos sobre la posibilidad de cambiar la naturaleza de la AFL, y también respecto a la ISR, pues “en mi opinión, esta organización no debe depender de la III Internacional, sino que debe ser una organización autónoma y fraterna” con ella (lo que significaba proponer que entre la organización política revolucionaria y las sindicales existiese el equivalente del “Pacto de buena conducta” CGdL-PSI).

El Informe de Radek en sesión plenaria fue un buen ejemplo de la manera bolchevique de establecer orientaciones estratégicas y tácticas que respondían a los principios comunistas teniendo concretamente en cuenta todos los parámetros de las situaciones (o, para retomar la clásica expresión de Lenin, “el análisis concreto de una realidad concreta”).

Radek pasó revista a las situaciones en Alemania, Francia, Gran Bretaña y EE.UU., y enfatizó que debido a la sindicalización masiva de los trabajadores en algunos de estos esos países37 (en particular en Alemania, donde los sindicatos organizaban a más de la mitad del proletariado nacional), los sindicatos habían dejado de organizar únicamente a las aristocracias obreras para pasar a ser organizaciones de masas mucho más amplias, lo que abría nuevas posibilidades a la acción revolucionaria38. En otros, como en los EE.UU., donde sobre un total de 80 millones de trabajadores sólo cuatro millones estaban organizados en sindicatos de oficios, sus adherentes conformaban las aristocracias obreras, lo que plantearía, en el caso de que esta situación perdurase, la posibilidad – e incluso la necesidad – de formar nuevos sindicatos para organizar a los trabajadores no especializados (tal como ya lo estaban haciendo los IWW), sin por ello abandonar el trabajo de los comunistas en la American Federation of Labor (AFL), donde se detectaban signos iniciales de un cambio tras la duplicación de su número de afiliados. Aunque no cerraba ninguna alternativa para el futuro, y afirmando que no podía extrapolarse la situación de una época no revolucionaria a la nueva, Radek no dejó de rebatir el argumento de los delegados americanos que negaban la posibilidad de efectuar en la AFL un trabajo revolucionario y de defensa de los más amplios sectores obreros no especializados.

Radek insistió en el hecho de que las grandes masas de trabajadores no estaban organizadas en el terreno sindical; que los comunistas debían dirigir sus esfuerzos organizativos en llegar a esas masas; y que la conquista de éstas a los ideales comunistas no iba a insumir menos tiempo que el de su conquista en el terreno sindical. Y dirigiéndose a los comunistas alemanes, les endilgó que no habían dado aún ni siquiera los primeros pasos dirigidos a desplazar a los burócratas reformistas; y a los delegados del USPD los acusó de tener por único objetivo reemplazar en sus puestos a los burócratas actuales. Resumiendo el punto de vista del Ejecutivo, Radek añadió:

“Nosotros vamos a tratar de convertir a los sindicatos en organizaciones de lucha. Si la resistencia de la burocracia demuestra ser más fuerte de lo que pensamos, no tendremos miedo en quebrarlos, porque sabemos que lo más importante no es la forma, sino la capacidad de los trabajadores para organizarse y su deseo de organizar la lucha revolucionaria. Iremos a los sindicatos y trataremos con toda nuestras fuerzas de ganarlos sin atarnos las manos. No dejaremos que las burocracias sindicales nos aten las manos y los pies, y si ellas tratan de restringir nuestras posibilidades para la lucha revolucionaria, nosotros conduciremos a las masas fuera de los sindicatos. Nosotros no vamos a los sindicatos para preservarlos, sino para promover la solidaridad de la clase trabajadora (…). Es esencial combinar dos cosas: estar con las masas y avanzar con ellas, y no quedarse rezagados detrás de ellas. Esta es la dirección de la política comunista en los sindicatos. Nosotros vemos en los consejos (de fábrica) organizaciones espontáneas del proletariado, y mientras los sindicatos fracasen en servir a la Revolución, mientras las burocracias sindicales continúen siendo bastiones de la contrarrevolución, nosotros mantendremos a los consejos (de fábrica) separados y los apoyaremos, de manera que con ellos podamos conducir las masas a la lucha”.

A propósito de la organización internacional de los sindicatos que apoyaban a la Internacional Comunista, Zinóviev precisó que, en el momento de su fundación (el 15-7-1920), ésta contaba con la adhesión de un total de más de 8 millones de trabajadores [una minoría de sindicatos franceses, la totalidad de los sindicatos rusos, la CGdL italiana, los búlgaros, etc.].

Tesis sobre la cuestión nacional y colonial39

9.- Aprobadas en el II Congreso, estas Tesis constituyeron un hito en la historia del movimiento comunista y un cuestionamiento radical de la manera que tuvieron los partidos de la II Internacional de plantear la cuestión nacional y colonial. Redactadas por Lenin, completadas con las Tesis (debidamente retocadas por la Comisión ad hoc) del representante de las Indias Británicas (y revolucionario del Partido comunista mejicano) M.N.Roy, ellas representan la puesta en práctica a escala internacional de los principios fundamentales del marxismo en una situación dominada por el auge revolucionario del proletariado en los centros neurálgicos del imperialismo, y por la dominación del colonialismo sobre áreas geo-históricas inmensas (Asia, África y América Latina), en vísperas – o en el curso – del despertar de insurrecciones y revueltas antiimperialistas, anticoloniales y antifeudales (India, China, Persia, etc.) que se prolongarán con un ímpetu creciente hasta después de la II Guerra mundial (China, Indochina, Magreb, África Negra, América Latina).

En 1848, la ola revolucionaria en Europa concernía, por una parte, a Alemania, Europa Central, España y Portugal, área geográfica cuyo horizonte inmediato era democrático-burgués, con objetivos de sistematización nacional y de destrucción de estructuras (o supervivencias) feudales; y, por otra, Francia e Inglaterra, que ya habían realizado sus revoluciones antifeudales, y en las cuales el proletariado podía aspirar a la conquista del poder. El Mensaje del Comité Central de la Liga de los Comunistas de 1850, escrito por Marx y Engels, vinculaba estrechamente la lucha del proletariado alemán en el marco de la revolución democrático-burguesa al triunfo directo de la clase obrera en Francia40, planteando así la perspectiva de la Revolución Permanente en el área europea.

Desde el inicio, la perspectiva leninista del proletariado a la cabeza de la revolución antifeudal en Rusia fue inseparable de la revolución socialista en Europa, viendo en aquélla el detonante de esta última, y en esta última el baluarte y la garantía contra una Restauración zarista o burguesa41. La victoria de Octubre fue, a la vez, una victoria antifeudal (no sólo contra los intentos de restauración monárquica, sino también por la destrucción de todo el sistema feudal en la agricultura rusa); y también una victoria antiburguesa, al negar a la clase capitalista todo derecho político y de participación en el Estado soviético, al liquidar la guerra imperialista, y al convocar al proletariado internacional a una lucha a muerte contra el imperialismo y la burguesía internacionales. La victoria del proletariado en el Occidente europeo hubiese permitido quemar las etapas de las transformaciones sociales en la agricultura rusa, socializando el trabajo agrícola gracias a la puesta a disposición del poder soviético de las inmensas riquezas acumuladas por el capitalismo en Occidente.

En 1920 la situación internacional estaba caracterizada por la victoria del proletariado en Rusia y el ascenso revolucionario en Europa. La gran fuerza de resistencia del imperialismo, pilar de la reacción mundial, estaba basada en su alianza estratégica con el reformismo y el socialimperialismo que poseían una gran influencia en las filas obreras por intermedio de los partidos socialdemócratas, las burocracias sindicales y la aristocracia obrera, corrompidas gracias a las ganancias extraordinarias que el imperialismo extraía de sus posesiones coloniales y semicoloniales de Asia (el llamado “Oriente”), África y América Latina.

El auge antiimperialista en las áreas coloniales y semicoloniales poseía entonces un doble alcance. Por una parte, la revolución anticolonial y de sistematización nacional de las áreas coloniales (que las Tesis describirán como “nacional-revolucionaria”) señalaba la entrada de estos pueblos en la Historia moderna; y, por otra, debilitaba y socavaba los pilares de la reacción mundial (el imperialismo, el colonialismo y el socialimperialismo). La revolución en las áreas coloniales y semicoloniales no sólo significaba la incorporación de dos tercios de la humanidad en la lucha de clases que Europa había conocido en los siglos pasados, y abría la vía a la incorporación de sus pueblos al trabajo asociado moderno (haciendo girar hacia adelante la rueda de la Historia), sino que también podían contribuir poderosamente en dicho contexto al abatimiento del imperialismo.

En muchos países, principalmente en Asia (China e India principalmente), la revolución antifeudal estaba directamente vinculada a la lucha antiimperialista. En estos países, las actividades financieras y comerciales del capital internacional usufructuaban y coexistían con la explotación de las inmensas masas campesinas y trabajadoras en general. El capital financiero y comercial no sólo favorecía la disolución de las viejas estructuras campesinas, sino que también perpetuaba su existencia en una agonía signada por la usura y la miseria creciente del campesinado y de las masas proletarizadas de las ciudades y del campo.

La confluencia victoriosa de la revolución proletaria en Occidente y de la nacional revolucionaria en Oriente hubiera dado a los pueblos de Oriente la posibilidad de quemar a su vez las etapas de las transformaciones en la vía del socialismo. Para ello hubiera sido necesario que se crease una situación “a la rusa”: la conquista por parte del proletariado oriental e internacional de la dirección del movimiento anticolonial y de las masas trabajadoras, y en primer lugar el del campesinado que luchaba contra el feudalismo y las estructuras de producción arcaicas (campesinado que constituía de lejos la clase más numerosa de estas sociedades), y la derrota del imperialismo en las metrópolis imperiales. La perspectiva europea de Marx y Engels en 1850 para el binomio Alemania-Francia, y la de Lenin a comienzos del Siglo XX para el binomio Rusia-Europa Occidental, fue ampliada en 1920 al mundo entero para el binomio Oriente-Occidente.42


En el Informe de la Comisión presentado por Lenin, el gran revolucionario hizo hincapié en los puntos cardinales que presidieron la redacción de las Tesis: (a) la diferenciación precisa entre naciones oprimidas y naciones opresoras, señalando que las primeras constituían un gran número de naciones, mientras que el número de las segundas era insignificante; y que sobre una población mundial de aproximadamente 1750 millones el 70% pertenecía a las naciones oprimidas; (b) la necesidad de plantear las cuestiones nacionales y coloniales en el marco de la lucha internacional entre el imperialismo y el “movimiento soviético” mundial (es decir, la lucha internacional entre el proletariado revolucionario y el Orden imperialista); (c) la necesidad de hacer una distinción clara en las colonias entre los movimientos democráticos burgueses (meramente reformistas) y los nacionales revolucionarios43/44; (d) la necesidad de obrar para la constitución de los soviets de campesinos y explotados no sólo en los países capitalistas, sino también en las colonias y en los países atrasados; (e) la posibilidad para los países coloniales y atrasados, gracias a la ayuda del proletariado internacional victorioso, de saltar la etapa del desarrollo capitalista para pasar, “a través de determinadas etapas”, al comunismo; (f) el deber imprescriptible, enfrentando las tendencias jingoístas45 y chovinistas que existían en el seno mismo del proletariado de las naciones imperialistas, “del trabajo revolucionario de los partidos comunistas, no sólo en su respectivos países, sino también en los países coloniales, y sobre todo entre las tropas que utilizan las naciones explotadoras para mantener sometidos a los pueblos de sus colonias”.

Las Tesis aprobadas esbozaron las líneas directrices de la estrategia mundial y de la táctica de la Internacional, sin entrar en detalles de su aplicación concreta en los distintos países coloniales y semicoloniales, en particular en relación con la caracterización de los movimientos anticoloniales existentes y la forma que debía asumir localmente el apoyo a los movimientos nacionales revolucionarios (cosa que la Internacional recién intentará precisar en su Congreso de 1922)46.


Las Tesis mencionadas resaltan, en particular, los puntos siguientes: • la “igualdad de las naciones” es una mistificación burguesa [y] es imposible en un mundo dominado por el capitalismo y el imperialismo;la obligación de todos los partidos comunistas de ayudar a los movimientos nacionales y anticoloniales revolucionarios, haciendo hincapié en el deber de prestar la ayuda más activa a los obreros del país del cual, en un sentido colonial o financiero, depende la nación atrasada; así como también en la “necesidad de apoyar especialmente el movimiento campesino en los países atrasados contra los terratenientes, contra la gran propiedad territorial, contra toda clase de manifestaciones o resabios del feudalismo, para realizar una alianza estrecha entre el proletariado comunista de Europa Occidental y el movimiento revolucionario de los campesinos de Oriente, de los países coloniales y de los países atrasados en general”.

Simultáneamente, las Tesis señalaron también: • la exigencia de que la Internacional Comunista apoyase a los movimientos revolucionarios en los países coloniales y atrasados sólo a la condición de que los elementos de los futuros partidos proletarios comunistas no fusionaran con los movimientos democrático-burgueses y mantuviesen incondicionalmente la independencia del movimiento proletario, incluso en sus formas más embrionarias47; • la necesidad de denunciar la maniobras de las potencias coloniales para crear en las regiones atrasadas Estados vasallos formalmente independientes48; • “la necesidad de luchar contra el clero y los demás elementos reaccionarios y medievales que ejercen una influencia en los países atrasados”, y, en particular, “la necesidad de luchar contra el panislamismo y otras corrientes de esta índole que tratan de combinar el movimiento de liberación contra el imperialismo europeo y norteamericano con el fortalecimiento de las posiciones de los khanes, de los terratenientes, de los molás, etc.”.49


Las intervenciones de los norteamericanos John Reed y Louis Fraina aportaron importantes informaciones y planteamientos acerca de la situación y la lucha contra la terrible opresión racial que pesaba sobre los 10 millones de afro-americanos de los EE.UU.50, la opresión social sobre los trabajadores inmigrantes, y la opresión nacional y colonial ejercida por el imperialismo americano en Latinoamérica. Fraina tuvo el mérito de plantear no sólo el problema de la opresión colonial y semicolonial ejercida por los EE.UU. sobre Latinoamérica (opresión denunciada como basamento del imperialismo americano), sino también el de afirmar que “[El] movimiento (revolucionario) en los EE.UU. y en Latinoamérica debe ser visto como un movimiento único. Nuestra estrategia y tácticas deben resultar de la perspectiva que la revolución americana abarca al continente americano en su totalidad51.

Retomando la clásica posición de Marx y Engels respecto a Irlanda, y extendiéndola a escala de todo el Imperio Británico, Radek condujo un violentísimo ataque contra los socialdemócratas (como Ledebour) que protestaban contra la política colonial de las grandes potencias y “reconocían” la independencia de los pueblos coloniales, pero que no llevaban a cabo un trabajo motor y de apoyo concreto a las luchas en las colonias52.

No nos detendremos en las opiniones unilaterales y desmedidas de Roy, para quien “estos nacionalismos revolucionarios conducirán al derrumbe de los imperialismos europeos” (tesis desmentida por los hechos tras la descolonización en la segunda posguerra), y que el destino mundial del comunismo dependía de la victoria de la revolución social en Oriente53 (estas posiciones fueron rebatidas por Lenin54 y por el comunista iraní Ahmed Sultanzadeh55).


Pasamos a analizar las diferentes oposiciones a las Tesis de Lenin-Roy provenientes de distintas corrientes56.

Las oposiciones socialdemócratas estuvieron representadas por los italianos Graziadei y Serrati. Las Tesis propuestas estaban en total contradicción con la tradición histórica del socialismo italiano, no por el hecho de declararse a favor de la independencia de los países coloniales (ya que prácticamente todas las tendencias socialistas se habían opuesto a las aventuras coloniales del Estado italiano), sino por reivindicar el papel históricamente progresista, revolucionario y antiimperialista de los movimientos nacionales revolucionarios de Oriente, y la proclamación del apoyo efectivo que el proletariado mundial debía suministrarles.

No atreviéndose a oponerse frontalmente a las Tesis (yendo hasta declararse en general de acuerdo con ellas), Graziadei puso en guardia de manera sibilina contra “una cierta clase de oportunismo de izquierda [?]” al que podría conllevar “el trabajo de nuestros camarada rusos que están cumpliendo con tanto heroísmo y habilidad [?] contra tantos enemigos”, peligro de oportunismo que estaría provocado “bajo la presión de las circunstancias, y contra su propia voluntad”. Para “evitar” que ese misterioso peligro oportunista de izquierda contaminase a la IC, Graziadei propuso reemplazar en las Tesis las expresiones: “[Los partidos comunistas] deben apoyar [a los movimientos nacionales revolucionarios]” por la expresión “deben mostrar un interés activo [en ellos]”; “deber de apoyarlos” por “deber de interesarse en ellos”; “deben establecer alianzas temporales” por “deben mantener relaciones [?] temporales”. Sin afirmarlo abiertamente, la propuesta de Graziadei equivalía a desnaturalizar toda la impostación general de las Tesis y hubieran validado la clásica posición de indiferencia práctica de la II Internacional ante la cuestión colonial.

Por su parte, en nombre de la siempre mentada “intransigencia”, desechando todo planteo histórico y geo-político de la cuestión, Serrati atacó el contenido de las Tesis, denunciando en ellas, sin el mínimo intento de justificación o precisión, “un peligro particularmente grave para la posición del proletariado comunista en los países avanzados” de Occidente, y la caracterización de los “países atrasados” como “muy vaga e imprecisa, susceptible de interpretaciones chovinistas”. Para rematar su carga de caballería, y haciendo alarde de un “extremismo de izquierda” hueco y pueril, añadió:

“En general, las campañas de los grupos democrático-burgueses para la liberación nacional no son revolucionarias, incluso cuando recurren a métodos insurreccionales. Ellos se ponen al servicio de un naciente imperialismo nacional, o sirven a los intereses de algún competidor del imperialismo que los gobernaba. Una campaña de liberación nacional jamás puede conllevar resultados revolucionarios a menos que la clase trabajadora permanezca claramente separada [mantenga sus propias líneas de clase, según la traducción inglesa, ndr.]. Incluso en los llamados países atrasados la lucha de clase sólo puede avanzar preservando la independencia absoluta del proletariado para con todos sus explotadores, incluso los burgueses demócratas llamados “nacionalistas revolucionarios”. La verdadera liberación de los pueblos oprimidos sólo puede lograrse gracias a la revolución proletaria y al Orden soviético, no por medio de la asistencia – aún indirecta – prestada por los comunistas por medio de alianzas temporales con los partidos burgueses llamados “nacionalistas revolucionarios”. Estas alianzas pueden constituir una deformación de la conciencia de clase del proletariado, especialmente en los países menos educados en la lucha contra el capitalismo”.

“(…) [La] clase trabajadora no puede apoyar a la clase burguesa, incluso en los países atrasados. En caso contrario corre el riesgo de perder su posición de clase y su orientación de clase”.57/58/59

Más tarde afirmó: “Yo quiero proponer la resolución siguiente [cuya vaguedad era sólo la expresión de “buenos sentimientos” y de la voluntad de no comprometerse para nada con las luchas de las áreas oprimidas contra el imperialismo, ndr.]:

“El Congreso hace llegar su más cálidos saludos fraternos a todos los pueblos atormentados por la opresión de los estados imperialistas, y expresa su concreta [¿cómo, ¿de qué manera?] y activa simpatía [¿qué es eso?] a todos los pueblos oprimidos y explotados en su lucha contra sus explotadores. El Congreso declara que la clase proletaria [¿de las colonias?, ¿de las metrópolis?], en su lucha contra la opresión capitalista tiene el derecho de aprovechar los levantamientos nacionales con el propósito de dirigirlos hacia la revolución social”.

Desde otro ángulo, la segunda oposición apuntaba a reducir el alcance del apoyo comunista a los movimientos nacional revolucionarios. Así, David Wijnkoop60 dijo acordar con el contenido de las Tesis en la medida en que el apoyo de los comunistas a los movimientos nacional-revolucionarios en las colonias pasase exclusivamente a través de los partidos comunistas locales, y a condición de que existiese la posibilidad de evitar que esos países transitasen la vía del capitalismo. Ahora bien, esto hubiera sido materialmente imposible en países como China e India, donde la economía doméstica había sido destruida por la competencia de la industria de los países imperialistas.

Tesis sobre la cuestión agraria61

10.- El proyecto inicial fue redactado por Lenin y se inscribe en las clásicas posiciones de Marx y Engels respecto al vasto problema de las relaciones del proletariado con el campesinado, por una parte, y de la revolución proletaria con las transformaciones socialistas en la agricultura, por otra62/63.

Las Tesis indican la necesidad:

  • de que el Partido comunista extienda la lucha de clases al campo “para liberar las masas trabajadoras rurales del yugo del capital y de la gran propiedad agraria de los terratenientes”;
  • de conducir a la lucha (o ganar a su causa)
    • al “proletariado agrícola y a los obreros asalariados (contratados por año, por temporada, por jornada) que ganan su sustento trabajando a jornal en empresas capitalistas agrícolas”, señalando que “la tarea fundamental de los partidos comunistas de todos los países consiste en organizar esta clase independientemente de los demás grupos de la población rural (en el terreno político, militar, sindical, cooperativo, cultural, etc.)”;
    • a “los semiproletarios o campesinos parcelarios, es decir, los que ganan su sustento, en parte mediante el trabajo asalariado en empresas capitalistas agrícolas e industriales, y en parte trabajando en la parcela propia o tomada en arriendo, lo que les suministra sólo cierta parte de los productos necesarios para la subsistencia de sus familias”;
    • a “los pequeños campesinos, es decir, los pequeños labradores que poseen, ya sea como propiedad o tomada en arriendo, una parcela de tierra tan reducida que, al cubrir las necesidades de sus familias y de su hacienda, no precisan contratar jornaleros”; a ellosla dictadura del proletariado le otorgará “la supresión de los arrendamientos o la exención de la entrega de una parte de la cosecha (…) a los grandes propietarios agrarios; la supresión de las hipotecas; la supresión de las múltiples formas de opresión y dependencia de los grandes propietarios agrarios; (…) la ayuda inmediata a sus haciendas por parte del poder estatal proletario (…); la trasformación inmediata por el poder estatal proletario de las cooperativas y asociaciones agrícolas, que ante todo servían bajo el capitalismo a los campesinos ricos y medios, en organizaciones destinadas a ayudar, en primer término, a los campesinos pobres, es decir, a los proletarios, semiproletarios y pequeños campesinos, etc.)”.

Las Tesis:

  • No dejan de poner en guardia contra las inevitables oscilaciones del pequeño campesinado entre la revolución proletaria y la reacción burguesa, oscilaciones resultantes de su naturaleza y hábitos de propietario, de vendedor de mercancías y de especulación (mercado negro), y afirman que estas oscilaciones podrán ser contrarrestadas gracias a la política y al ejercicio de la fuerza dictatorial del poder proletario, y a la neutralización del campesinado rico y de los terratenientes.
  • Afirman que “las tres categorías arriba señaladas, embrutecidas hasta el extremo, desperdigadas, oprimidas, condenadas en todos los países, incluso en los más avanzados, a vegetar en condiciones de vida semibárbara, interesada desde el punto de vista económico, social y cultural en el triunfo del socialismo, es capaz de apoyar enérgicamente al proletariado revolucionario únicamente después de que éste conquiste el poder político, sólo después de que ajuste terminantemente las cuentas a los grandes terratenientes y a los capitalistas, sólo después de que estos hombres oprimidos vean en la práctica que tienen un jefe y un defensor organizado, lo bastante poderoso y decidido para ayudar y dirigir, para señalar el camino acertado”.64
  • Definen como campesino medio a los pequeños agricultores que cultivan pequeñas parcelas de tierra (en propiedad o arriendo) y cuyo rendimiento, aunque modesto, le da la posibilidad de obtener cierto excedente que puede, por lo menos en los mejores años, convertirse en capital, y que le permite recurrir en ciertos casos al empleo de mano de obra asalariada. Y afirman que “el proletariado revolucionario no puede acometer (por lo menos, en un porvenir inmediato y en los primeros tiempos del período de la dictadura del proletariado) la empresa de atraerse a esta capa (social). Tiene que limitarse a la tarea de neutralizarla, es decir, de hacer que sea neutral en la lucha entre el proletariado y la burguesía. Las vacilaciones de este sector entre estas dos fuerzas son inevitables, y al comienzo de la nueva época su tendencia predominante, en los países capitalistas desarrollados, será favorable a la burguesía. Porque aquí prevalecen la mentalidad y el espíritu de propietarios; el interés por la especulación, por la “libertad” de comercio y de propiedad es inmediato; el antagonismo con los obreros asalariados es directo. El proletariado triunfante mejoraría inmediatamente la situación de este sector, suprimiendo los arriendos y las hipotecas. En la mayoría de los estados capitalistas el poder proletario no debe en manera alguna suprimir inmediata y completamente la propiedad privada; en todo caso, no sólo garantiza a los campesinos pequeños y medios la conservación de sus parcelas de tierra, sino que las aumenta hasta las proporciones de la superficie que ellos arriendan comúnmente (supresión de los arrendamientos)”.
  • Recuerdan la posición marxista según la cual “el paso a la agricultura colectiva debe ser llevado a cabo por el poder estatal proletario únicamente con las mayores precauciones y de un modo gradual, sirviéndose del ejemplo, sin ejercer coacción alguna sobre los campesinos medios.”

También afirman que:

  • Los campesinos ricos representan a los patronos capitalistas en la agricultura, y aunque por el modo de vida están próximos al campesinado en general y ellos mismos participan del trabajo manual en la hacienda, ellos “constituyen el sector más numeroso entre las capas burguesas, enemigas directas y decididas del proletariado revolucionario. (…) Después del triunfo del proletariado en la ciudad será completamente inevitable que surjan toda clase de manifestaciones de resistencia, de sabotaje y acciones armadas directas de carácter contrarrevolucionario por parte de este sector. Por esta razón el proletariado revolucionario debe iniciar inmediatamente la preparación ideológica y orgánica de las fuerzas necesarias para el desarme total de este sector y, simultáneamente con el derrocamiento de los capitalistas en la industria, descargarle, en la primera manifestación de resistencia, el golpe más decisivo, implacable, aniquilador, armando para tal objeto al proletariado rural y organizando en el campo soviets en los cuales no se debe permitir que figuren los explotadores y debe asegurarse el predominio de los proletarios y semiproletarios.”
  • Las transformaciones socialista en el campo serán el resultado de un largo proceso: “[La] expropiación incluso de los campesinos ricos no debe ser en manera alguna la tarea inmediata del proletariado victorioso, pues no existen aún condiciones materiales, en particular técnicas, como tampoco sociales, para colectivizar estas haciendas. (…) Como regla general, el poder estatal proletario debe dejar sus tierras a los campesinos ricos, confiscándolas sólo si oponen resistencia al poder de los trabajadores y explotados.
  • Por el contrario, “El proletariado revolucionario debe proceder a la confiscación inmediata y absoluta de todas las tierras de los terratenientes y grandes latifundistas, es decir, de quienes en los países capitalistas explotan de un modo sistemático, ya directamente o por medio de sus arrendatarios, a los obreros asalariados y a los pequeños campesinos (y a veces incluso a los campesinos medios) de los alrededores”.
  • Las Tesis sostienen que la posibilidad de transformar a las grandes haciendas capitalistas confiscadas en grandes explotaciones administradas por el Estado supone la existencia de un proletariado agrícola técnica y políticamente avanzado; y que, en caso de necesidad, el proletariado no debe rehusar la entrega “de una parte de la tierra de los expropiadores expropiados a los pequeños campesinos y a veces hasta a los campesinos medios de la región” en aras de la victoria revolucionaria y de la conquista de los campesinos pobres, e incluso de la neutralización de los campesinos medios.

En presencia de formas semifeudales o arcaicas (aparcería, medianería, etc.), el Estado proletario “tiene el deber de entregar las tierras en usufructo gratuito a los pequeños campesinos que las arrendaban, porque no existe otra base económica y técnica, ni hay posibilidad de crearla de golpe.”

En cuanto al material de las grandes explotaciones, éste “debe ser obligatoriamente confiscado y convertido en patrimonio del Estado, con la condición expresa que, después de que las grandes haciendas del Estado hayan sido provistas del material necesario, los pequeños campesinos de los alrededores podrán utilizarlos en forma gratuita y en las condiciones que fije el Estado proletario”.65

Las Tesis reafirman que “La victoria del socialismo sobre el capitalismo y el afianzamiento del primero no podrán ser considerados como seguros hasta que el poder estatal proletario, una vez aplastada definitivamente toda resistencia de los explotadores, garantizada la absoluta estabilidad y la subordinación completa a su régimen, reorganice toda la industria sobre la base de la gran producción colectiva y de la técnica más moderna (basada en la electrificación de toda la economía66). Esto es lo único que permitirá a la ciudad prestar a la aldea atrasada y dispersa una ayuda técnica y social decisiva, con miras a crear la base material para elevar en vasta escala la productividad del cultivo de la tierra y de la actividad agrícola en general, estimulando así, con el ejemplo, a los pequeños labradores a pasar en su propio beneficio a la gran agricultura colectiva y mecanizada”.


Las Tesis sobre la cuestión agraria fueron votadas por unanimidad por los delegados al Congreso, con la excepción de Serrati que se abstuvo. Las Tesis no podían dejar de escandalizar a los socialdemócratas de la II Internacional que consideraban que el programa socialista significaba mecánicamente la socialización de todos los medios de producción, y que los intereses del pequeño campesino estaban intrínsecamente en contradicción con los del proletariado.

Serrati sostuvo que “[las] tesis sobre la cuestión agraria, así como las tesis sobre la cuestión nacional y colonial, no tienen en cuenta que las concesiones hechas a ciertas capas sociales para tratar de influenciarlas en nuestro favor, o por lo menos para neutralizarlas en el curso de la lucha revolucionaria, pueden ser muy peligrosas para el proletariado y (significan) emprender el camino de crecientes concesiones oportunistas. (…) Pero en especial antes de la revolución, los comunistas tienen el deber particular de no hacer concesiones a la pequeña burguesía para no perjudicar los intereses de las masas proletarias67. Con este alarde de supuesta “ortodoxia” marxista, Serrati pretendía justificar la indiferencia del Partido socialista italiano frente a las luchas revolucionarias del campesinado en los años 1919-1920. Este supuesto oportunismo será agitado por toda la socialdemocracia internacional contra la III Internacional.

Si bien es cierto que el proletariado debe combatir las tendencias reaccionarias de la pequeña burguesía, así como las ilusiones del pequeño productor de poder escapar indefinidamente, bajo el régimen capitalista, a su pauperización y expropiación, no es menos cierto: (a) que mientras un sector de la pequeña burguesía agraria logra enriquecerse gracias a circunstancias excepcionales, la inmensa mayoría de la misma es o será tendencialmente víctima de su proletarización creciente; (b) que la “colectivización forzada” de la pequeña producción agrícola68 es incompatible con el programa socialista; (c) que, bajo el capitalismo, el movimiento proletario debe defender a la persona (y no a la propiedad o a la explotación) del pequeño productor contra los abusos y la opresión de los terratenientes, de las burguesías agraria, comercial y financiera; y (d) que la neutralización del pequeño campesino podrá ser lograda gracias a las concesiones que, sin afectar los intereses generales de la clase obrera, estarán al alcance del poder proletario.

Tesis sobre el Partido Comunista y el Parlamentarismo69

11.- Redactadas por Trotsky, Bujarin y Zinóviev70, y con algunas modificaciones realizadas en Comisión71, estas Tesis están claramente inspiradas en principios marxistas, antiparlamentarios, antirreformistas, contra la democracia burguesa. La discusión del problema táctico de la participación o del abstencionismo electoral dio lugar a una polémica entre la Dirección de la Internacional con el representante en el Congreso de la Fracción Abstencionista del Partido socialista italiano, Amadeo Bordiga.

La dirección de la Internacional debía enfrentar dos peligros asimétricos: el de la penetración en el Partido Mundial de la revolución en vías de formación de las inercias y tradiciones electoralistas (imbuidas de cretinismo y fetichismo parlamentarios) de los partidos socialistas, acarreadas por las corrientes centristas que intentaban colarse en él, y el de las reacciones generosas pero infantiles a esta degeneración socialdemócrata, reacciones que se nutrían ideológicamente de corrientes extrañas al marxismo o que constituían desviaciones de este último (IWW, Shops Stewards, KAPD, Tribunistas holandeses, provenientes del anarco-sindicalismo y del consejismo elevado a nivel de principios), las que negaban o degradaban la función política del partido político.

Las Tesis adoptadas constatan que, en la época imperialista, la política de reformas parlamentarias (que terminó siendo la razón de ser de la política socialdemócrata), perdió “toda importancia práctica para las masas trabajadoras” y que “el parlamento se ha convertido en un instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la destrucción, de los actos de bandolerismo”, transformándose en el terreno del “arribismo parlamentario, la corrupción, la traición abierta o solapada de los intereses primordiales de la clase obrera”. Por ello, “para los comunistas, el parlamento no puede ser actualmente, en ningún caso, el teatro de una lucha por reformas y por el mejoramiento de la situación de la clase obrera, como sucedió en ciertos momentos en la época anterior. El centro de gravedad de la vida política actual está definitivamente fuera del marco del parlamento. (…) El deber histórico inmediato de la clase obrera consiste en arrancar esos aparatos a las clases dirigentes, en romperlos, destruirlos y sustituirlos por los nuevos órganos del poder proletario”.

Las Tesis afirman que

  • El parlamentarismo [en cuanto forma de gobierno] se ha convertido en la forma “democrática” de la dominación de la burguesía, a la que le es necesaria, en un momento dado de su desarrollo, una ficción de representación popular que exprese en apariencia la «voluntad del pueblo» y no la de las clases, pero en realidad constituye en manos del capital reinante un instrumento de coerción y opresión”.
  • El parlamentarismo es una forma determinada del Estado. Por eso no es conveniente de ninguna manera para la sociedad comunista, que no conoce ni clases, ni lucha de clases, ni poder gubernamental de ningún tipo. El parlamentarismo tampoco puede ser la forma de gobierno “proletario” en el período de transición de la dictadura de la burguesía a la dictadura del proletariado. En el momento más grave de la lucha de clases, cuando ésta se transforma en guerra civil, el proletariado debe construir inevitablemente su propia organización gubernamental, considerada como una organización de combate en la cual los representantes de las antiguas clases dominantes no serán admitidos. Toda ficción de voluntad popular en el transcurso de este estadio es perjudicial para el proletariado. Este no tiene ninguna necesidad de la separación parlamentaria de los poderes que inevitablemente le sería nefasta. La República de los Soviets es la forma de la dictadura del proletariado”.
  • Los parlamentos burgueses, que constituyen uno de los principales aparatos de la maquinaria gubernamental de la burguesía, no pueden ser conquistados por el proletariado en mayor medida que el Estado burgués en general. La tarea del proletariado consiste en romper la maquinaria gubernamental de la burguesía, en destruirla, incluidas las instituciones parlamentarias, ya sea las de las repúblicas o las de las monarquías constitucionales”; y que “lo mismo ocurre con las instituciones municipales o comunales de la burguesía, a las que es teóricamente falso oponer a los organismos gubernamentales. En realidad también forman parte del mecanismo gubernamental de la burguesía. Deben ser destruidas por el proletariado revolucionario y remplazadas por los soviets de diputados obreros”.
  • Por consiguiente, “El comunismo se niega a considerar al parlamentarismo como una de las formas de la sociedad futura; se niega a considerarla como la forma de la dictadura de clase del proletariado, rechaza la posibilidad de una conquista permanente de los parlamentos, se da como objetivo la abolición del parlamentarismo. Por ello, sólo debe utilizarse a las instituciones gubernamentales burguesas a los fines de su destrucción. En ese sentido, y únicamente en ese sentido, debe ser planteada la cuestión”.

Habiendo enunciado estas posiciones de principio, las Tesis:

  • Preconizan la táctica del parlamentarismo revolucionario, es decir, la utilización de la tribuna del parlamento burgués “con fines de agitación revolucionaria, para denunciar las maniobras del adversario, para agrupar alrededor de ciertas ideas a las masas que, sobre todo en los países atrasados, consideran a la tribuna parlamentaria con grandes ilusiones democráticas”; es decir, “para sabotear desde adentro la maquinaria gubernamental y el parlamento”. Esta táctica debería estar “totalmente subordinada a los objetivos y a las tareas de la lucha extraparlamentaria de las masas”.
  • Contra el cretinismo electoral socialdemócrata y centrista, las Tesis afirman que toda “campaña electoral debe ser llevada a cabo no en el sentido de la obtención del máximo de mandatos parlamentarios, sino en el de la movilización de las masas bajo las consignas de la revolución proletaria”.
  • No hacen de la participación en las contiendas electorales (parlamento, municipalidades, etc.) un método táctico permanente. La participación electoral o la salida del parlamento depende del contexto de la lucha de clases, “según el caso concreto, inspirándose en las particularidades específicas de la situación. El boicot de las elecciones o del parlamento, así como el alejamiento del parlamento, son sobre todo admisibles en presencia de condiciones que permitan el pasaje inmediato a la lucha armada para la conquista del poder”.
  • Ponen en guardia contra escisiones en los partidos comunistas motivadas por diferencias tácticas frente al parlamentarismo, e insisten en que “es indispensable considerar siempre el carácter relativamente secundario de este problema. Al estar el centro de gravedad en la lucha extraparlamentaria por el poder político, es evidente que el problema general de la dictadura del proletariado y de la lucha de las masas por esa dictadura no puede compararse con el problema particular de la utilización del parlamentarismo”, y que “por eso la Internacional Comunista afirma de la manera más categórica que considera como una falta grave para con el movimiento obrero toda escisión o tentativa de escisión provocada en el seno del partido comunista únicamente a raíz de esta cuestión. El congreso invita a todos los partidarios de la lucha de masas por la dictadura del proletariado, bajo la dirección de un partido que centralice a todas las organizaciones de la clase obrera, a realizar la unidad total de los elementos comunistas, pese a las posibles divergencias de opiniones respecto a la utilización de los parlamentos burgueses”.
  • Queriendo prevenir las recaídas en las tradiciones de autonomía del grupo parlamentario y de actividad banalmente reformista y electoralista de los diputados socialdemócratas, terminan dando indicaciones prácticas que conciernen la relación entre el Partido y el grupo parlamentario, como también sobre la selección y actividad parlamentaria de los diputados comunistas.

A las Tesis del Ejecutivo les fueron contrapuestas por Bordiga las “Tesis sobre el parlamentarismo” que retomaban las posiciones defendidas desde hacía 18 meses en Il Soviet72 (y que ya hemos analizado anteriormente [§IV-5])73.

Reafirmando un conjunto de caracterizaciones históricas, puntos programáticos y principios comunistas también presentes en las Tesis del Ejecutivo (#1, #2, #3, #4, #5), y reconociendo la validez de la táctica de la participación en las luchas electorales y parlamentarias en otras fases históricas del mundo burgués (#6), sostienen que, a partir del período abierto por la Revolución de Octubre y la constitución de la IC, “en los países en los que el régimen democrático ha completado su formación desde hace tiempo no existe (…) ninguna posibilidad de utilizar la tribuna parlamentaria para la labor revolucionaria de los comunistas, y tanto la claridad en la propaganda como la eficacia en la preparación para la lucha final por la dictadura del proletariado exigen que los comunistas movilicen a los trabajadores para el boicot a las elecciones” (#7)74.

En la polémica en torno de estos dos Proyectos participaron, entre otros, Bujarin, Lenin y Bordiga. En su intervención75, Bujarin diferenció la posición anarco-sindicalista tipo IWW (abstencionista por principio) de la Fracción Abstencionista. A la primera la acusó de incomprensión general de la naturaleza de la lucha política. Queriendo rebatir la argumentación abstencionista, se limitó muy superficialmente a refutar la supuesta imposibilidad de llevar adelante una actividad revolucionaria en las elecciones y en el parlamento, y para ello no le fue difícil dar los ejemplos de la participación de los diputados bolcheviques en las Dumas, la de Karl Liebknecht contra los créditos de guerra, la del sueco Zeth Höglund contra la guerra, y la de los revolucionarios búlgaros contra las Guerras Balcánicas y la entrada del país en la Primera Guerra (y cuya acción revolucionaria habría continuado bajo la bandera del comunismo). Pero no abordó las otras cuestiones planteadas en el documento de la FCA.76

En su primera intervención77, Bordiga puso de manifiesto la identidad programática y de principios antiparlamentarios de sus Tesis con las del Ejecutivo, insistiendo en que sólo divergían en torno de sus respectivas propuestas tácticas; expuso y desarrolló en detalle el contenido de sus Tesis abstencionistas (a las que dio un alcance internacional), así como sus justificaciones basadas en la crítica de la democracia burguesa, en la necesidad en Occidente de “salir de (sus) limites (…), [y portar] la lucha sobre un nuevo terreno: el de la acción directa, revolucionaria, para la conquista del poder”; en la necesidad de una “nueva organización del Partido” enteramente dedicada a la preparación y acción revolucionarias, y que debía proponerse la destrucción prioritaria del Parlamento; en la necesidad de romper con la propaganda democrática y la práctica de la socialdemocracia, y para dar la mayor claridad y coherencia a la propaganda comunista. Bordiga hizo hincapié en que la participación en las lides electorales y en las instituciones representativas de la democracia burguesa era un gran peligro en los partidos socialistas que querían adherir a la III Internacional.

Sin querer profundizar la cuestión en ese momento, Bordiga puso de relieve la diferencia histórica entre la situación en Occidente (con una larga tradición de democracia parlamentaria) y la de la Revolución rusa (que en un lapso de 8 meses quemó las etapas que van de la revolución democrático-burguesa antifeudal a la revolución antiburguesa y proletaria, no dando la posibilidad a que las tradiciones democrático-parlamentarias se afirmasen entre las masas explotadas rusas, lo que había permitido que el Partido bolchevique aceptase la convocación de la Asamblea Constituyente para disolverla inmediatamente después). Esta diferencia histórica, según Bordiga, era la que justificaba que “la experiencia táctica de la Revolución rusa no pueda ser transportada integralmente en los otros países”.

Tras una serie de consideraciones secundarias sobre la posibilidad o no de hacer “parlamentarismo revolucionario” (calificado de “utópico”) y de su interés eventual comparado con otros métodos de propaganda alternativos, Bordiga intentó despegarse públicamente de toda amalgama con el comunismo infantil del KAPD y de los Tribunistas holandeses78 que no sólo preconizaban la abstención electoral, sino también la deserción de los sindicatos dirigidos por la socialdemocracia y la formación de nuevos sindicatos revolucionarios. Bordiga reivindicó el trabajo en los sindicatos reformistas, reafirmando que su abstencionismo estaba fundado sobre bases marxistas y no de tipo sindicalista revolucionario, y concluyó su intervención, al igual que Bujarin, afirmando que la cuestión parlamentaria no podía ni debía dar lugar a una escisión del movimiento comunista.

Fue Lenin quien, en una corta intervención, reflejando la experiencia del Partido bolchevique, desarrolló la argumentación más aguda y sólida contra las posiciones de Bordiga, argumentación que iba mucho más allá de la cuestión de la táctica parlamentaria79. Sus principales argumentos consistieron en afirmar: (a) que la revolución exige la conquista de las grandes masas explotadas que aún mantienen su confianza e ilusiones en el parlamentarismo (obreros atrasados, pequeña burguesía proletarizada, pequeños campesinos); (b) que la teoría no tiene ninguna influencia sobre las masas atrasadas, y que éstas necesitan experiencia concreta, lo que en su momento justificó la convocación de la Asamblea Constituyente en Rusia para demostrarles que, mediante esa institución, nada iban a obtener, y que los Soviets eran la única solución; (c) que para eliminar al Parlamento hay que ser previamente lo suficientemente fuerte como para disolverlo; (d) que la pretensión de liquidar la participación electoral con el propósito de terminar con la incapacidad de los partidos socialistas para disciplinar a sus diputados, y para poder forjar un Partido comunista que fuera capaz de luchar y ejercer la dictadura del proletariado, implicaba el reconocimiento de una debilidad tal que alejaría a la clase obrera de esa vanguardia comunista por dar ésta una prueba concreta de su incapacidad para llevarlos a la victoria.

Lenin concluyó su intervención de manera lapidaria: “[Hay que] preparar desde ahora al proletariado para que tome su propio camino. No (se) encontrará ninguna excepción a esta regla en ninguna esfera del trabajo estatal. Al día siguiente de la Revolución, (se) verá en todas partes a los abogados del oportunismo que se titulan comunistas, a los pequeños burgueses que no aceptan la disciplina del Partido comunista ni la del Estado proletario. Jamás prepararéis la dictadura del proletariado si no preparáis a los obreros para crear un Partido verdaderamente disciplinado que obligue a todos sus miembros a someterse a su disciplina. Creo que por eso no queréis reconocer que precisamente la debilidad de muchísimos partidos comunistas nuevos es lo que les obliga a negar la labor parlamentaria”. Lenin sintetizó así lo que ya había afirmado en los párrafos finales de «El “extremismo”»…”.

En otras palabras, no era recurriendo al abstencionismo que se podía llegar a forjar un Partido comunista capaz de cumplir con sus tareas históricas.

Las condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista

12.- Al describir los objetivos de la Internacional y la situación general en el movimiento obrero, Zinóviev afirmó:

“[La Internacional Comunista] debe ser un instrumento de lucha – en tiempos de paz, durante una insurrección, y antes y después de la insurrección. Nosotros queremos construir una Internacional de acción. Debe ser un punto de encuentro, una organización de combate para ese sector de la internacional del proletariado que tiene conciencia de su objetivo y quiere luchar por él. (…) En cada país existe la misma división tripartita del movimiento (obrero): (1) una Derecha abiertamente oportunista, que ahora es el más importante sostén de la burguesía; (2) un Centro más o menos declarado (la ciénaga), que también es un sostén de la burguesía; y (3) una Izquierda que es más o menos claramente comunista o que, por lo menos, se inclina hacia el comunismo”80.

En su Informe sobre las 21 Condiciones de Admisión, Zinóviev volvió a señalar la mayor amenaza que corría la Internacional al afirmar que “es realmente cierto que la Internacional Comunista está en peligro de quedar diluida por partidos que hasta hace poco tiempo pertenecían a la II Internacional, pero vienen a nosotros por la presión de las masas (…). Incluso si lo quieren, no pueden fácilmente despojarse de su naturaleza pequeño burguesa y burguesa. (…) Hoy los viejos partidos quieren integrarse en la Internacional Comunista. En la medida que las masas de trabajadores han sido atraídas por el comunismo, debemos admitirlos. Pero no debemos olvidar que ellos vienen hacia nosotros con toda la vieja gentuza, con la vieja dirección que durante y después de la guerra llevaron a cabo una lucha obstinada contra el comunismo81.

Fuertes discusiones tuvieron lugar en torno de las vías para la constitución de los partidos comunistas; de la posibilidad de negociar la participación en ella de los partidos centristas que se habían separado de la II Internacional; de la función que habrían de tener las Condiciones de Adhesión votadas en el Congreso tanto para la fundación de los partidos comunistas como para su depuración de las tendencias oportunistas en los ya existentes.

Tras recordar las lecciones desastrosas de la alianza entre los comunistas y los socialdemócratas durante la Revolución Húngara de 1919, Zinóviev pasó revista a la situación de los partidos socialdemócratas europeos que habían expresado interés en entablar contactos con la Internacional (como el USPD y el Partido socialista francés)82, o que ya habían declarado adherir a ella (como el PSI), describiendo cómo en ellos el reformismo podía continuar su acción y propaganda contrarrevolucionarias gracias a su alianza de hecho con los respectivos centrismos83. Para los Bolcheviques, la escisión organizativa para con todas las corrientes reformistas era el papel de tornasol que ponía en evidencia la presencia o la ausencia de voluntad para situarse en el terreno revolucionario84.

El problema que se planteaba inmediatamente a la Internacional era el de ayudar a madurar aceleradamente e integrar en sus propias filas a las fuerzas que tendían raudamente hacia el comunismo, eliminando la influencia nefasta que sobre ellas aún ejercían las direcciones y corrientes centristas (tanto “de izquierda” como “de derecha”). El ejemplo más acabado de esta situación era la contradicción existente en el USPD entre sus bases obreras combativas (de los cuales los “hombres de confianza” eran una expresión elocuente) y sus direcciones oficiales (los Crispien y Dittmann por un lado, y los Däumig y afines por el otro). Para los Bolcheviques, cerrar la puerta a todo contacto con esas organizaciones y sus direcciones, en el preciso momento en que ellas estaban obligadas por sus bases obreras a entablar “conversaciones” con la Internacional con miras a una eventual integración, hubiese aparecido a los ojos de las masas como una negativa rotunda dirigida a ellas mismas. Para el Ejecutivo, la aceptación del inicio de las conversaciones solicitadas era una de las maneras de poder demostrar a las masas embaucadas en esos partidos la falta de voluntad o inconsecuencia revolucionarias de sus direcciones oficiales, favoreciendo así la emergencia y maduración de fracciones bien decididas a romper con ellas85.

Por un lado se manifestaron una serie de delegados que rechazaron la posibilidad misma de discutir con los oportunistas y centristas en torno de las condiciones que la Internacional impondría a la integración de esos partidos86. Los argumentos avanzados por todos ellos giraban en torno del terrible (y real) peligro que para la preparación revolucionaria y para la Revolución misma representaban todos los dirigentes de las corrientes reformistas y centristas (convicción que para todos los comunistas estaba fuera de discusión), apoyando sus afirmaciones con ejemplos de las actuaciones de estas corrientes y en su ausencia de intenciones de ruptura con el reformismo. Para conquistar a las bases obreras de partidos como el USPD y la SFIO, la propuesta exclusiva que todos ellos avanzaron era que la Internacional se apoyase en las tendencias realmente comunistas ya existentes, y que se dirigiera a las masas por encima sus direcciones oportunistas (lo que no estaba para nada en contradicción con el constante accionar del Ejecutivo con sus cartas abiertas al proletariado alemán, francés e italiano).

A todos los delegados que expresaron su oposición a mantener tratativas con el USPD, la SFIO y otros partidos centristas, Zinóviev les respondió: “Yo pregunto al Congreso, ¿hemos perdido algo intercambiando a fondo y claramente con esos representantes? ¿Estará mal que las actas de ayer y de hoy sean publicadas y que los trabajadores las lean? Por el contrario, está bien que estas opiniones estén claras para el mundo entero. (…) Nosotros no estamos proponiendo que esas fuerzas sean admitidas en la Internacional Comunistas. (…) No tenemos nada que temer del kautskismo de Crispien. No proponemos al Congreso que la Internacional Comunista admita a estos elementos (…). No admitiremos al USPD y al Partido socialista francés tales como son. Nosotros exigimos la depuración de esos partidos y la transformación completa de sus políticas. Un paso adelante será dado cuando nuestras tesis sean leídas por doquier en las fábricas y en las asambleas. Dejad que los centristas establezcan sus contra tesis y las presenten ante las masas87.

La posición defendida por Amadeo Bordiga no fue rehusar todo contacto con esos partidos, sino exigir que todos aquellos afiliados que rechazaran un futuro Programa común a establecer para toda la Internacional fuesen excluidos ipso facto de los partidos comunistas. Finalmente, el Congreso retomó la propuesta de Bordiga bajo la forma de la Condición #21 que impuso la aceptación integral de las 21 Condiciones y de las Tesis votadas por la Internacional.

Otra posición fue la de Paul Leví, quien se declaró “escéptico” sobre la formulación de una lista de condiciones de admisión, afirmando que lo que un partido como el USPD necesitaba era precisar claramente su programa político para poder entonces discutir con él sobre bases bien definidas a fin de permitir el esclarecimiento de la masas alemanas88.


La autodefensa de la derecha independiente del USPD fue asumida por Crispien y Dittmann89, y la de la izquierda independiente por Däumig y Stoecker; la del centrismo francés por Cachin y Frossard, y la del PSI por Serrati.

Frente a marxistas y revolucionarios confirmados y aguerridos, Crispsien esparció un conjunto de falsedades que hubieran debido justificar las “negociaciones” en curso con la Internacional: una supuesta participación del USPD en la lucha revolucionaria contra la guerra desde su inicio90; una supuesta (e inexistente) aceptación histórica de la dictadura del proletariado por parte de la socialdemocracia alemana a partir del Programa de Erfurt; y atribuyó falsamente al USPD la escisión con el SPD [§III-3]. En cuanto a los reproches dirigidos constantemente por los comunistas a la Dirección del USPD, Crispien replicó que el KPD(S) no era menos criticable por sus oscilaciones políticas (como si ambos partidos hubiesen estado en la misma trinchera de la lucha revolucionaria durante los años 1918-1919), y sostuvo que tanto la política del USPD como sus dirigentes eran la expresión de la voluntad de las grandes masas con conciencia socialista que seguían a este Partido. Afirmó además que el USPD rechazaba la Liga de las Naciones (lo que no era cierto); defendió la aprobación de la firma del Tratado de Versalles por la necesidad de elevar el standing de vida del proletariado como condición previa a su lucha revolucionaria; reafirmó la demarcación típicamente centrista y escolástica que hubiera debido existir entre la “dictadura del proletariado” y el “terror revolucionario”; revindicó una solidaridad constante con los bolcheviques91; y reafirmó las críticas del centrismo dirigidas a la política agraria preconizada por la Internacional. Crispien justificó la opinión de que la fundación de la Comintern había sido prematura con el argumento de que el Informe de Zinóviev había criticado sin piedad a los partidos comunistas existentes (sin relevar que las críticas de Zinóviev estaban basadas fundamentalmente en las tendencias centristas que aún permanecían en sus filas); así como su oposición precedente a adherir a la Internacional por la proclamada intención por parte de los comunistas “de destruir al USPD”; y reivindicó la voluntad del USPD de establecer un “frente proletario único internacional” con la Comintern92.

Däumig, que junto con Stoecker fue cosignatario de la carta de respuesta de la Dirección del USPD al Ejecutivo de la Internacional, afirmó lírica y despectivamente que las discusiones en el Congreso podían abonar la tesis de Kautsky de que la Comintern era y continuaría siendo “una Internacional de sectas y grupos, una Internacional de asociaciones de propaganda93, y sostuvo con suficiencia que para superar ese estado de cosas la Internacional debería aceptar que otros grandes partidos (como el USPD) con una historia de décadas de experiencia política se involucren en la Comintern, a pesar de todos sus “puntos débiles y criticables” (que necesariamente estaban ausentes en “partidos que nunca han tenido que nadar en la corriente de la vida política real”). A continuación, toda su intervención estuvo dirigida a poner de relieve la oposición política e ideológica existente entre las alas derecha e izquierda del USPD94, y a congratularse a sí mismo por la supuesta coherencia y continuidad de la “acción revolucionaria” de la izquierda independiente a partir de 191895, por su influencia creciente en el Partido y por el paso adelante dado en el terreno programático en el Congreso de Leipzig [§V-1]. En su alegato por la acción pasada de la izquierda independiente fue hasta justificar como válida su negativa a constituir junto a los Espartaquistas el KPD en enero 1919 (aceptando permanecer así en el mismo Partido con la derecha Independiente), y reiteró vagamente las mismas críticas a los Espartaquistas que los Independientes de izquierda habían hecho en aquel momento96 [§III-20]. Däumig se declaró convencido que, en pocos meses más, “la organización y las acciones del USPD se transformarán de acuerdo con el espíritu de las demandas de esta Internacional”; que “el USPD tiene la intención de continuar trabajando y esforzándose para volverse un válido componente de la Internacional Comunista”; y aseguró que trabajaría para que “nuestro partido en su totalidad (!) adhiera a la III Internacional”.

Al igual que Däumig, el Independiente de izquierda Walter Stoecker, en presencia de los mejores representantes del proletariado revolucionario mundial, en lugar de “ir a Canossa” y hacer la autocrítica del papel contrarrevolucionario que la dirigencia del USPD había cumplido en los años 1918-1919, tuvo la osadía de levantar un acta de acusación contra los Espartaquistas y contra la fundación del KPD(S) en enero 1919, y en su alegato pro domo fue hasta hacer una acérrima defensa del mantenimiento de la unidad del USPD97. El desparpajo de Stoecker fue hasta atribuir al USPD (a su Dirección y a sus bases, sin distinciones) nada menos que la entera responsabilidad de toda las acciones revolucionarias de las masas alemanas desde enero 1919, y llegó a afirmar que en ese momento (julio 1920), y dado que “los comunistas han adoptado finalmente (¡sic!) claros fundamentos marxistas” [que por supuesto el USPD ya habría tenido desde hacía mucho …], nadie podía hallar diferencias entre los Independientes y los Comunistas. Stoecker reafirmó su oposición a confundir la dictadura del proletariado y el recurso a la fuerza, por un lado, y la apología del terror revolucionario, por otro; hizo hincapié en las diferencias de situaciones históricas, económicas y sociales entre la Rusia atrasada y la Alemania “tan adelantada”, rechazando todo intento de aplicar tales cuales los métodos bolcheviques (la dictadura y el terror revolucionarios) en los países de Occidente; y en Comisión se sorprendió que se hablase de “oportunistas” en lugar de “reformistas” (ignorando así las características propias de su propia corriente política). Y terminó su disertación de neto corte centrista culpando al KPD(S) del retraso del USPD en adherir a la Internacional como consecuencia de la opinión (negativa) que las masas alemanas tendrían de la política del Partido comunista98.


En Sesión plenaria, los dos representantes del centrismo francés, Cachin y Frossard, sólo atinaron a leer una larga declaración personal99 afirmando la decisión de ambos de romper con sus propios pasados (de intervencionistas y de colaboración de clase durante la guerra); reivindicaron la acción que el Partido francés había desarrollado desde hacía algo más de dos años100; declararon estar de acuerdo con las Condiciones de Admisión; y prometieron obrar para la adhesión de la SFIO a la III Internacional. En Comisión, Cachin expresó el convencimiento de la necesidad de una ruptura radical con el pasado político de la SFIO.

Serrati ocupó toda su intervención en justificar el cerrado rechazo de la Dirección del PSI y del maximalismo mayoritario a expulsar la corriente reformista (los Turati, Modigliani, Treves y congéneres). Serrati negó que la Internacional tuviese suficiente información sobre las individuos como para exigir centralmente sus expulsiones101; se pronunció por la aceptación en la Internacional “de todos los partidos que pueden hacer la revolución con nosotros, la discusión vendrá más tarde”; justificó el comportamiento no revolucionario de los partidos oportunistas (citó el caso de la SFIO) porque la situación en sus países respectivos no era revolucionaria. Luego de afirmar que la situación en Italia sí lo era, atribuyó generosamente al PSI una entusiasta agitación revolucionaria nacional (agitación que de hecho se resumía a una propaganda vacía y sin consecuencias concretas); negó que el reformismo turatiano tuviese el mínimo rol en el Partido102 y que sus líderes sólo tenían “un valor puramente decorativo” (lo que era una falsedad patente por la influencia determinante que esta corriente tenía en la CGdL, en el Grupo parlamentario, en la organización nacional de los delegados comunales, en las cooperativas obreras, etc.); defendió a rajatabla la persona de Turati, afirmando que Turati “nos es útil”103/104; cuestionó la necesidad de una escisión inmediata; reclamó para cada Partido la elección del momento para efectuar una eventual purga interna; y afirmó que si los reformistas debían finalmente partir, ello no debía ser el resultado de una expulsión.


La ofensiva contra los delegados del USPD y contra Serrati, estuvo a cargo de Zinóviev, Radek y Lenin105.

A todos los delegados del USPD, Zinóviev les refregó en la cara que la carta firmada por todos ellos en respuesta al “Llamado del Ejecutivo de la Internacional a la Dirección central del USPD”, respuesta que copiaba “cada una de las banalidades, cada una de las estupideces y disparates contrarrevolucionarias escritas alguna vez por Kautsky”, estaba enteramente impregnada de ese “espíritu de Kautsky” que ellos sostenían que ya no existía en el USPD, pero que inspiraba a dirigentes del Partido que pertenecían a su Dirección nacional; señaló que Crispien mismo pertenecía a esa tendencia de derecha, tendencia que saboteaba la lucha revolucionaria y que hasta entonces había dado los mejores servicios a la burguesía, y contra la cual chocaban los trabajadores del USPD que luchaban seriamente; les reprochó que tras las experiencias de las luchas revolucionarias en la Alemania de 1919, de las guerras civiles en Rusia, Hungría, Georgia y Finlandia, todos ellos pudiesen establecer distinciones entre “fuerza” y “terror”, y que semejante distinción estaba dictada por ideologías pequeño burguesas y respondía a los intereses a largo plazo de la burguesía106.

Dirigiéndose a su vez a los Independientes de izquierda, Zinóviev les espetó no saber qué querían y no poder liberarse del abrazo de la derecha independiente.

A Serrati le reprochó que el reformismo italiano estaba llevando a cabo una propaganda contrarrevolucionaria, y que en esas condiciones no se podía decir que el PSI era un Partido serio, porque “si lo fuese tendría mejores cosas para hacer que tomar medidas disciplinarias contra gente que, por ser reformistas coherentes, han estado diciendo las mismas cosas durante 30 años”, añadiendo que “nosotros tenemos demasiados enemigos declarados como para cargar con enemigos escondidos dentro de nuestras filas107. Y luego dio más detalles sobre las carencias de la lucha contra la influencia de reformismo108/109.

Radek comentó en Sesión plenaria que, “después de la reunión de la Comisión que discutió acerca de las condiciones de admisión a la Internacional Comunista, después que los camaradas franceses y alemanes dieran su acuerdo, la mayoría de nosotros recordaron lo que Béla Kun dijo después de la unificación del Partido comunista con la socialdemocracia húngara. El dijo de que tenía la impresión que había sido demasiado fácil. En este momento nosotros tenemos la misma impresión; ninguno de nosotros puede quitársela. (…) Un partido no puede cambiar repentinamente sus características por el hecho de firmar un pedazo de papel, suscribiendo a (ciertas) condiciones”.

Radek (al igual que Zinóviev) tuvo el mayor cuidado en distinguir a los trabajadores Independientes que en los meses de enero a marzo de 1919 fueron hasta luchar con las armas en mano para enfrentar la contrarrevolución (y de los cuales 10 mil estaban aún encarcelados), de la mayoría de la dirigencia del USPD que no sólo no impulsaron esa lucha, sino que fueron un factor de confusión y de freno; y en dirección de los delegados del USPD que sostenían que había que dejar en las manos del Partido la “limpieza” de sus filas, afirmó que no se trataba de “barrer con una escoba, sino de recurrir a hierro calentado al rojo”, que no era “solamente cuestión de expulsar a Hilferding, sino de expulsar la pusilanimidad y la falta de voluntad revolucionaria. Si el USPD no hace esto, su adhesión (a la Internacional) no será más que una pura formalidad. Nosotros no habremos ganado nada, sólo almas muertas para la Internacional Comunista”. Haciendo un acto de fe, afirmó: “Yo tengo la firme convicción que la izquierda Independiente y los trabajadores del USPD procederán de otra manera que en el pasado. (…) Hasta ahora la izquierda Independiente ha evitado luchar abiertamente contra la derecha110 (…). Vosotros debéis luchar hombro con hombro con los comunistas contra el pasado del USPD”. Y en Comisión dijo una verdad que no será tenida en cuenta más tarde por la dirigencia de la izquierda independiente (ni tampoco le será impuesta por el Ejecutivo, lo que pesará gravemente en el futuro): “Ningún partido puede superar su pasado sin reconocer sus errores. Y el Partido independiente ha cometido muchos errores”.111

En su discurso sobre las condiciones de admisión112, Lenin sostuvo que, desde el principio hasta el final, el discurso de Crispien estaba impregnado de las ideas de Kautsky; caracterizó como enteramente kautskista hacer pasar “la conquista del poder político” (al que se refería el Programa de Erfurt) como equivalente a la instauración de la dictadura del proletariado; denunció su justificación de la presencia de los reformistas en el USPD por ser “líderes elegidos por las masas”, pasando por alto las luchas de tendencias en el USPD y su significación social real, a saber, el enfrentamiento entre los representantes de la aristocracia obrera y los nuevos obreros revolucionarios; vilipendió como kautskista su actitud sobre las escisiones presentadas como una “amarga necesidad”, y afirmó que la separación para con el SPD había sido demasiado tardía; tildó de contrarrevolucionaria su afirmación de que “sólo se puede hacer la revolución en el caso de que la misma no empeore «demasiado» la situación de los obreros113; reafirmó que la distinción hecha entre terror y violencia correspondía al espíritu contrarrevolucionario de Kautsky y de Ledebour114, y que “está claro que un partido que se contenta con tales ideas no puede participar de la dictadura”; demolió las críticas a la política agraria de los bolcheviques por las concesiones hechas a la pequeña burguesía campesina (críticas que eran características de toda la socialdemocracia contrarrevolucionaria y del centrismo); y negó categóricamente que Crispien y sus congéneres tuviesen convicciones revolucionarias115.

Luego fue el turno del vapuleo de Lenin a Serrati, cuyo discurso fue calificado de “típico de la II Internacional”. Rebatiendo la afirmación de que la actividad revolucionaria de un partido sería el resultado de una situación revolucionaria, Lenin le respondió que “incluso en una situación no revolucionaria se puede y se debe realizar la propaganda revolucionaria”, y que “toda la historia del Partido bolchevique lo ha demostrado. En eso consiste la diferencia entre los socialistas y los comunistas”; negó que la orientación de la mayoría de los dirigentes del Partido socialista italiano y de su grupo parlamentario correspondiesen a la orientación de la III Internacional, y completó su ataque afirmando que “no basta con decir querer defender al proletariado de la reacción para ser admitido en la Internacional Comunista”.


Conscientes de que la aceptación formal y meramente verbal del conjunto de Tesis aprobadas por el Congreso no constituía ninguna garantía de que llegaran a marchar por la vía realmente revolucionaria los viejos partidos (o fracciones de los partidos) socialistas que solicitaban o pretendían negociar la adhesión a la Internacional Comunista (como era el caso de la SFIO francesa y del USPD alemán), o aquellos que ya habían adherido (como el PSI italiano), la Dirección de la Internacional hizo votar las “Condiciones de Admisión de los Partidos en la Internacional Comunista”116. Tal como lo expresó Zinóviev, los oportunistas eran capaces de “aceptar 18 mil condiciones de admisión y seguir siendo kautskistas. (…) Nosotros establecemos estas condiciones de admisión para tener una referencia, un criterio objetivo para [que el Ejecutivo pueda] apreciar si la voluntad de (este) Congreso es cumplida” por los partidos que pretendían adherir a la Internacional117.

Las Condiciones de Adhesión imponen la lucha sin cuartel contra los reformistas y centristas, tanto dentro como fuera de los partidos comunistas (#1 y #2); que todo partido comunista posea no solamente una organización legal, sino también una clandestina, de manera de poder desarrollar en paralelo la acción legal y la ilegal (#3); “llevar a cabo una propaganda y una agitación sistemática y perseverante en las tropas” (#4); una acción sistemática entre los trabajadores del campo (jornaleros agrícolas y campesinos pobres) (#5); “demostrar sistemáticamente a los trabajadores que, sin la liquidación revolucionaria del capitalismo, ningún tribunal de arbitraje internacional, ningún debate sobre la reducción de armamentos, ninguna reorganización “democrática” de la Liga de las Naciones pueden preservar la humanidad de las guerras imperialistas” (#6); que los partidos deseosos de adherir a la Internacional lleven a cabo, en el menor plazo posible, la “ruptura total y definitiva con el reformismo y la política centrista, y preconizar esta ruptura entre los miembros de las organizaciones” (#7); los partidos comunistas de los países imperialistas deben desarrollar una vigorosa acción anticolonialista (#8)118; una acción “perseverante y sistemática en los sindicatos, cooperativas y otras organizaciones obreras de masas” (#9); la lucha contra la Internacional Sindical de Ámsterdam y el apoyo a la unión internacional de los sindicatos rojos adherida a la Internacional Comunista (#10); la absoluta subordinación las fracciones parlamentarias al Comité Central del Partido y la total supeditación de la actividad de todo diputado comunista a la propaganda y agitación revolucionarias (#11); regir la organización de los partidos comunistas sobre el principio del centralismo democrático (#12); “los partidos comunistas de los países donde los comunistas militan legalmente deben proceder a depuraciones periódicas de sus organizaciones con el objetivo de separar a los elementos interesados o pequeños burgueses” (#13); el apoyo “sin reservas a todas las repúblicas soviéticas en sus luchas con la contrarrevolución” (#14); la elaboración inmediata de un “nuevo programa comunista adaptado a las condiciones especiales de su país y concebido de acuerdo con el espíritu de la Internacional Comunista”; estos programas debían “ser confirmados por el Congreso internacional y por el Comité Ejecutivo” (#15); que “todas las decisiones de los Congresos de la Internacional Comunista, así como las del Comité Ejecutivo, son obligatorias para todos los partidos afiliados a la Internacional Comunista” (#16); que todos los partidos adherentes cambien su nombre, debiendo llamarse: Partido comunista de… (sección de la Internacional Comunista) (#17); que “todos los órganos dirigentes de la prensa de los partidos de todos los países están obligados a imprimir los documentos oficiales importantes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista” (#18); que “todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista o que soliciten su adhesión están obligados a convocar, lo más rápidamente posible, a más tardar en un plazo de cuatro meses a partir del II Congreso de la Internacional Comunista, un Congreso extraordinario a fin de pronunciarse sobre estas condiciones” (#19); la #20, propuesta por Lenin, establece que “los partidos que deseen mantener su adhesión a la III Internacional pero que aún no han modificado radicalmente su antigua táctica, deben previamente controlar que los 2/3 de los miembros de su Comité Central y de las Instituciones centrales más importantes estén compuestos por camaradas que ya antes del II Congreso se pronunciaron abiertamente por la adhesión del partido a la III Internacional”; y la #21 – propuesta por Bordiga – establece que “los afiliados al Partido que rechacen las condiciones y las tesis establecidas por la Internacional Comunista deben ser excluidos del Partido”.

El problema que quedaba abierto era de cómo se podría sortear el peligro de que corrientes centristas dispuestas en ese momento a aceptar verbalmente “18 mil condiciones” con tal de no quedar a la vera de la radicalización de las masas obreras, pudiesen influenciar de manera significativa la acción política de los partidos comunistas. Los bolcheviques pensaron que asegurando a los comunistas el 2/3 de los puestos de la órganos centrales de los nuevos partidos, y la rígida centralización internacional bajo la dirección bolchevique, tendría mayores posibilidades de contrarrestar posibles derivas oportunistas de las secciones nacionales119. De allí también la imposición de la centralización y concentración de todas las atribuciones y decisiones políticas fundamentales en manos de los Congresos internacionales y del Ejecutivo de la Comintern (CEIC). Pero más allá de estas exigencias de tipo político-organizativas, la posibilidad real de lograrlo dependía de la presencia en el seno de los futuros partidos comunistas de sólidas tendencias marxistas que adhirieran a la Internacional sobre sus mismas bases fundacionales120.

Los estatutos de la Internacional Comunista

13.- Los Estatutos adoptados en el Congreso121 prevén una organización fuertemente centralizada ya que “el Congreso mundial sanciona los programas de los diferentes partidos” y “examina y resuelve los problemas esenciales programáticos y tácticos relativos a la actividad de la IC”. El Comité Ejecutivo de la IC (CEIC), elegido por los Congresos Internacionales, era la instancia suprema de la Comintern durante los intervalos entre dos Congresos sucesivos, y las relaciones entre las secciones nacionales debían pasar por él en todo lo relacionado con cuestiones importantes.

El Congreso decidió la constitución bajo el control del CEIC de una Sección Sindical de la IC con todos los sindicatos que optasen por el comunismo, como así también una Unión Internacional de la Juventud Comunista (estableciendo además que “las relaciones mutuas existentes entre la Unión de la juventud y el Partido comunista, en cuanto organizaciones, en cada país, están basadas en el mismo principio”), amén de prever la organización de una Sección de Mujeres Comunistas de la Internacional.122

La Izquierda Comunista Italiana ante las resoluciones y tesis del II Congreso

14.- La trayectoria pasada de la Izquierda Comunista italiana explica por qué la convergencia de ésta con las Tesis y Resoluciones del II Congreso fue completa en casi todas las cuestiones de principio y de programa: • sobre la necesidad de la insurrección violenta y la dictadura del proletariado; • sobre el papel central y dirigente del Partido comunista tanto en el período de la preparación revolucionaria como en la insurrección y la dirección del nuevo Estado proletario; • sobre la antinomia fundamental entre el Estado proletario y la democracia burguesa; • sobre las condiciones de admisión a la Internacional; • sobre la necesidad de tener partidos comunistas centralizados y disciplinados (en base a posiciones programáticas y estratégicas precisas y obligatorias internacionalmente para todos sus miembros); • sobre la lucha sin cuartel contra el reformismo y su necesaria exclusión de las secciones nacionales de la IC.

Esa identidad programática y de principios se dio también sobre las condiciones de constitución de los Consejos obreros y contra toda visión gradualista y periférica de la Revolución.

Dicha convergencia también se dio en la cuestión sindical, salvo en dos aspectos que no hacen a la orientación general de las mismas. Reafirmando la necesidad de trabajar en los sindicatos reformistas para ganarlos a la causa de la Revolución (sea en el período de la preparación revolucionaria, sea como necesidad del encuadramiento industrial de las masas bajo el Estado proletario), Bordiga era más cauto que ciertas formulaciones de las Tesis que le parecían atribuir a los sindicatos un valor revolucionario excesivo123. Por otra parte, Bordiga era reticente en relación a la lucha por el “control obrero” de las empresas antes de la victoria revolucionaria, tal como están enunciadas en los párrafos 3 y 4 de las Tesis de la Comintern, donde se dice que “la tarea de los partidos comunistas consiste en luchar por el control de la industria aprovechando todas las circunstancias actuales”. Bordiga no descartaba que la burguesía misma pudiese – con objetivos contrarrevolucionarios – conferir a los consejos de fábrica y a los sindicatos por industria ciertas modalidades de control, y afirmó que «(el) control obrero de la producción no es de por sí una conquista revolucionaria. Lo que es revolucionaria es la lucha – dirigida por el Partido – por conseguirla, pero sólo en la medida en que esta lucha no se detenga antes de la conquista del poder» (lo que equivalía a “validar” una lucha obrera según su objetivo y su resultado final)124.

Sin embargo, la visión principista y programática de la Izquierda en las cuestiones de táctica no le permitieron en ningún momento considerar la posibilidad que, como fue el caso durante el verano de 1923 en Alemania y en 1917 en Rusia125, los consejos de fábrica pudiesen llegar a canalizar la lucha por objetivos políticos mucho más amplios que los del control de la producción y expresar eficazmente el impulso de las masas (contrarrestado por los sindicatos controlados por los reformistas), ni la posibilidad de que los soviets (órganos territoriales de poder) pudiesen surgir como prolongación y superación de ese impulso inicial de las masas obreras, posibilidad que Trotsky no descartará en la Alemania de 1932126.

• Ciertas cuestiones tácticas aprobadas por el II Congreso generaron en un primer momento reticencias por parte de Bordiga. A su regreso de Moscú, en ocasión de una crítica a las posiciones centristas de Serrati, Bordiga escribió que las objeciones de Serrati “a ciertas resoluciones del [II Congreso de la Internacional] sólo pueden entenderse a partir de las premisas de un método exactamente opuesto al invocado por Serrati en las polémicas con nosotros, método que quiere dar al movimiento comunista límites precisos, homogeneidad absoluta, intransigencia táctica contra todos. Sólo sobre este terreno se pueden basar las observaciones, como las de Serrati, contra demasiadas alianzas, contra acuerdos con movimientos nacionalistas revolucionarios, con ciertos sectores de la población agraria, con sindicalistas y anarquistas, con ciertos elementos de derecha del movimiento francés, inglés y americano (y tal vez, por qué no, alemán)127.

• Fue en la cuestión nacional y colonial en Oriente, en la época de la revolución proletaria internacionalmente al orden del día en el Occidente plenamente burgués, donde las Tesis del II Congreso representaron una profunda ruptura respecto de la tradición de la izquierda marxista europea en general, e italiana en particular. Ya durante la primera guerra mundial, la “cuestión nacional en la época del imperialismo” había sido un tema polémico entre Lenin, por un lado, y Rosa Luxemburgo, Bujarin, Radek y tantos otros militantes revolucionarios marxistas que negaban a los pueblos oprimidos “el derecho a la autodeterminación”, por otro128.

Desde la época de Andrea Costa, el movimiento socialista italiano poseía una sólida tradición de propaganda y movilización anticolonialistas [§I-16]. Ello no obsta que, hasta el II Congreso, nadie en el socialismo italiano poseía una visión internacional de la Revolución que integrase la lucha de los pueblos coloniales a la lucha puramente proletaria en las metrópolis contra el imperialismo. Así, por ejemplo, el párrafo II.6 de las “Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista” de 1920 se limita a afirmar que “(…) las cuestiones nacionales serán resueltas sólo cuando el régimen capitalista haya sido sustituido por la república internacional comunista”, dejando entre paréntesis el problema nacional, así como el problema colonial y semicolonial en Oriente, a la vigilia del despertar antiimperialista y antifeudal de estas regiones del planeta.

En relación a la cuestión nacional y colonial, por una parte, y agraria, por otra, Bordiga precisó que las Tesis adoptadas “marcan una nueva orientación en la táctica de la Internacional” y representan “sin ninguna duda una rectificación en el método de clase intransigente, tal cual ha sido aceptada hasta hoy por la izquierda marxista”129, y admitió que “sería prematuro comprometer [sobre estas cuestiones, ndr.] la opinión de todos los camaradas que siguen nuestra orientación”. Esta afirmación traducía el hecho que estas cuestiones no sólo no habían constituido hasta ese momento temas centrales y distintivos de esta corriente, sino que tampoco habían sido debatidas por ella.

Posteriormente, en 1921, y ya en la dirección del futuro PC de Italia, Bordiga afirmará – enmarcándola en la visión general de las transformaciones revolucionarias luego de la victoria insurreccional – su aceptación de las Tesis sobre la cuestión agraria. Basándose en la formidable tradición de lucha clasista del proletariado agrícola, la única precisión o reserva que entonces Bordiga emitirá respecto de las Tesis de Lenin fue afirmar que no se puede excluir que la conquista de las masas asalariadas del campo pueda lograrse aún antes de la conquista del poder (y no solamente después,como lo dicen las Tesis del II Congreso en su párrafo 3 basándose en la experiencia rusa)130.

La posición marginal de Italia en el tablero imperialista (contrariamente a Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda y los EEUU), hizo que en aquel entonces la cuestión nacional y colonial no llegase a ser un eje central de la acción del movimiento obrero italiano y del futuro Partido Comunista de Italia. Bordiga volvió en los años 1924 y 1926 sobre este tema, saludando la potente visión leninista del proceso revolucionario defendida por las Tesis de Lenin, en la cual el proletariado, ya a la vanguardia de la lucha contra el imperialismo, estaba en el centro de la estrategia que preveía la convergencia de la ola anticolonial en el abatimiento del sistema imperialista131.

• Hemos visto más arriba [§V-11] que, en la cuestión parlamentaria, las posiciones de la Fracción Comunista Abstencionista estaban en total diapasón con las Tesis del II Congreso en todo lo referente a las cuestiones programáticas, pero diferían en sus conclusiones tácticas (abstencionista para todo el período histórico actual para la primera; parlamentarismo revolucionario para la Internacional). La Izquierda no cuestionará ulteriormente las Tesis aprobadas y, una vez fundado el Partido comunista italiano, pondrá en práctica la táctica del parlamentarismo revolucionario.

El Ordine Nuovo y las tesis del II Congreso

15.- Los ordinovistas no extrajeron de las Tesis del II Congreso ningún desmentido explícito de su visión gradualista de la Revolución basada en el consejismo de empresa. Pero L’Ordine Nuovo sí hizo hincapié en el apoyo dado por el II Congreso al documento “Per un rinnovamento del Partito Socialista” presentado por la Sección Socialista de Turín y la Federación provincial en la Conferencia Nacional de Milán de abril 1920 [§IV-21], como si tal apoyo hubiese sido extensivo al ordinovismo (lo que no era el caso)132/133.

Ya hemos visto en el capítulo precedente que dicho documento, el cual se situaba confusamente en una real perspectiva revolucionaria, había sido el resultado de un compromiso entre los ordinovistas y los comunistas abstencionistas de la provincia (los cuales tenían un peso importante en el Piamonte, al punto que Boero era el secretario de la Sección de Turín), y aún se ubicaba (al igual que el II Congreso) en la perspectiva de la “renovación revolucionaria” del PSI gracias a la expulsión de la corriente reformista. Pero pocos meses más tarde, el Ejecutivo de Moscú, como también los ordinovistas al adherir a la Fracción Comunista [§V-18], se rendirán ante la evidencia de que el surgimiento de un verdadero Partido comunista exigía el corte radical con el maximalismo serratiano.

No está de más señalar que dicho documento no dio lugar al mínimo inicio de concreción por parte de la Sección de Turín ni de L’Ordine Nuovo. Luego del II Congreso, los ordinovistas terminaron por converger – junto a la corriente de Il Soviet y de los maximalistas de izquierda – en la Fracción Comunista, y la temática propia del ordinovismo prácticamente desapareció de las columnas de su órgano de prensa, no cumpliendo ulteriormente ningún rol en la formación de la Fracción ni en el futuro Partido comunista.

La oposición de Serrati a las decisiones del II Congreso

16.- La ruptura del maximalismo con la Internacional estaba ya cantada durante el II Congreso. Los ataques violentos contra la Dirección del PSI por su negativa a romper con el reformismo, ataques que estuvieron a cargo de Zinóviev (en su reseña de los partidos adherentes a la IC), Lenin (en su intervención contra Serrati) y Bujarin (en su discurso de presentación de las Tesis sobre el parlamentarismo); las 21 Condiciones de Adhesión exigiendo la expulsión de los reformistas del PSI; y para coronar todo ello, la desautorización explícita de la Dirección y de la dirección del Avanti! que resultaba del apoyo explícito al documento de la Sección de Turín evocado en el párrafo anterior, y la ulterior “Carta Abierta del Ejecutivo a la Dirección del Partido italiano, a todos los miembros del Partido y a todo el proletariado revolucionario” [§IV-18, nota 250]; todo ello terminó por hacer que Serrati, ya de regreso en Italia, aferrado a toda la trayectoria del centrismo maximalista, confirmase y endureciese su oposición, frontal y abierta, a las Tesis y Resoluciones del II Congreso.

Serrati publicó un artículo negando al II Congreso “el carácter decisivo y tajante que los dirigentes (de la IC) han querido autoritariamente atribuirle”; consideró que debían ser “revisadas (en base) a un conocimiento detallado de las cosas y de los hechos”; exigió la concesión de un período más largo para efectuar la depuración de los viejos partidos socialistas, a la espera de encontrar los cuadros administrativos y técnicos que pudiesen dirigir las organizaciones proletarias, las municipalidades y las provincias administradas por socialistas134. Mientras que los comunistas se situaban en el terreno de la preparación del proletariado a la guerra civil que tendía a acelerarse, Serrati se planteaba en el terreno administrativo-burocrático de la democracia burguesa. En el artículo titulado “Polemichette” publicado en el Avanti! del 21-9-1920, Serrati volvió a detallar el conjunto de sus críticas ya avanzadas durante el Congreso: • “oportunismo de izquierda” en las cuestiones nacional y colonial y agraria; • “inaplicabilidad” de las Tesis agrarias a la situación italiana; • “insuficiente conocimiento de la situación europea e italiana”; • la preconización de la adhesión del Partido comunista inglés al Labour Party; • la exigencia de rescindir el Pacto PSI-CGdL; y • el reclamo de la expulsión inmediata de los dirigentes reformistas. Inmediatamente después, Serrati constituyó su “Fracción Comunista Unitaria” que rehusaba la escisión del PSI.

El contrataque de la Internacional vino de la mano del representante del Ejecutivo en Italia (Niccolini), de Zinóviev y de Lenin. En un artículo en dos partes135, Niccolini demolió punto por punto las afirmaciones de Serrati a propósito del supuesto “oportunismo de izquierda”, de la pretendida “inaplicabilidad” de las Tesis agrarias en Italia y del “insuficiente conocimiento” del Ejecutivo acerca de las cuestiones italianas; denunció que todo ese alarde de supuesto “marxismo ortodoxo” de Serrati no era más que la hoja de parra que encubría su defensa acérrima del reformismo italiano y del centrismo alemán, y que su oposición a las Tesis en la cuestión nacional y colonial no era más que la negación más elemental del marxismo revolucionario; y concluyó calificando a Serrati de ser un representante más de la cohorte del centrismo europeo representado por los Crispien y Dittmann en Alemania, los Longuet, Paul Faure y otros “reconstructores” en Francia, y los Mac Donald en Inglaterra136.

Tras la constitución a mediados de octubre de la Fracción Comunista (conformada por los comunistas (ex)abstencionistas, los ordinovistas y los maximalistas de izquierda (Fortichiari, Repossi), Zinóviev le hizo llegar inmediatamente un mensaje donde emitió implícitamente la hipótesis de la ruptura con el maximalismo “unitario” al afirmar, en nombre del CEIC y del C.C. del Partido Comunista ruso, que la Fracción Comunista era “el único punto de apoyo serio de la Internacional Comunista en Italia137. Esta hipótesis fue explicitada abiertamente por Lenin el 4-11 al dar su evaluación de la situación en el Partido italiano138, y el Mensaje de Adhesión de la IC al Congreso de Livorno (firmada por Lenin, Trotsky, Zinóviev, Bujarín, …) denunció abiertamente como centrista a la corriente “comunista unitaria”.

TERCERA PARTE

Hacia la fundación del Partido Comunista de Italia y del Partido Comunista unificado de Alemania

La constitución de la Fracción Comunista y la preparación de la escisión de Livorno139

17.- En La Conferencia de Milán del 15 o 16 de octubre de 1920, la Fracción Comunista Abstencionista, los ordinovistas y el ala izquierda de los maximalistas electoralistas se unificaron para fundar la Fracción Comunista (FC) con miras al próximo Congreso del PSI. En ella convergieron también representantes de la Juventud Socialista y difusos sectores de oposición a la dirección maximalista (Bombacci y Misiano, entre otros). En esa ocasión la Fracción publicó su Manifiesto-Programa140 con las firmas de Bombacci, Bordiga, Fortichiari, Gramsci, Misiano, Polano y Terracini.

Como consecuencia de las Tesis y Resoluciones del II Congreso, la Fracción Comunista Abstencionista había renunciado al abstencionismo, en tanto que los ordinovistas tuvieron que renunciar a su visión consejista de empresa de la Revolución. La extrema izquierda del maximalismo (Repossi, Fortichiari), que poseía una vigorosa trayectoria antirreformista y un fuerte arraigo obrero en el norte de Italia, y actuaba desde hacía tiempo de manera convergente con la FCA y con el delegado de la Internacional (Ljubarskij – Niccolini), confirmó su alineación con las posiciones del II Congreso. El Comité Ejecutivo de la FC estuvo constituido por Bordiga, Bombacci y Fortichiari.

Solo la FCA poseía en ese entonces una no numerosa pero sí sólida organización a escala nacional, principalmente arraigada en el norte industrial, luego en la zona central, y finalmente en el Mezzogiorno. Es interesante señalar que mientras que la FCA contaba a la vigilia de Livorno un número de militantes no superior a 5.000, y que los maximalistas de izquierda aportarán 40.000 militantes sobre el total de 59.000 del nuevo partido (el aporte ordinovista nunca pudo ser evaluado), fue la corriente de “Il Soviet” la que jugará el papel fundamental de dirección y orientación de las fuerzas que prepararon la escisión y configuraron el embrión del Partido comunista141.

La Fracción Comunista (FC) no preparó el Congreso de Livorno ni fue a él con el mero propósito de someter sus posiciones al voto de los delegados, ni para hacer depender su futuro de esa consulta142, ni para entablar negociaciones con otras corrientes del PSI. Ya fuese mayoría o minoría, la FC estaba decidida a fundar el Partido comunista; y era ya, desde octubre 1920, el embrión del mismo. La FC estuvo firmemente decidida a no negociar una iota de las posiciones adoptadas por la Fracción. Estas posiciones – en total acuerdo con las Resoluciones del II Congreso – estuvieron enunciadas en la Moción votada por unanimidad en la Conferencia de ímola del 28 y 29-11-1920143, la que debía ser presentada en el próximo Congreso del PSI.

Esta Moción, que junto con el Informe constituyó la verdadera piedra fundacional del Partido Comunista de Italia, tuvo la impronta que la Izquierda Comunista defenderá en los años sucesivos144. Su idea de base era impedir que todo resabio reformista y la infección centrista integrasen el Partido que surgirá de Livorno.

La Primera Parte de la Moción reafirma la adhesión total e incondicional a las 21 Condiciones de Adhesión a la IC y detalla punto por punto su aceptación de cada una de ellas. A continuación, explicitó sintéticamente el Programa (enunciado de principios, es decir, de líneas rectoras y de objetivos) del Partido comunista que emergerá en Livorno.

El extenso Informe, a cargo de Bordiga y Terracini, presentado en nombre del Comité Central de la Fracción, estuvo dividido en nueve capítulos.

El Capítulo 1 (“Partido y revolución en la doctrina marxista”) • hace une crítica radical de la ideología democrática; • fundamenta la necesidad del partido político, quien encarna la conciencia, la voluntad y la preparación revolucionarias del proletariado para poder alcanzar los objetivos históricos del comunismo; • detalla las necesarias etapas de la destrucción violenta del Estado burgués y su reemplazo por el Estado proletario, la intervención en las relaciones de producción para la realización del socialismo, con la desaparición de las clases y de todo aparato estatal; • establece el vínculo marxista clásico entre el combate por el programa histórico del Partido y su participación en las luchas contingentes de la clase trabajadora.

El Capítulo 2 (“La II Internacional y la gran guerra mundial”) recapitula la involución revisionista de la II Internacional, y concluyó afirmando que la adhesión de la mayoría de los partidos socialistas al esfuerzo bélico fue el desenlace lógico de su reformismo y gradualismo.

El Capítulo 3 (“Las enseñanzas de la Revolución Rusa”) ve en la Revolución de Octubre • la confirmación del marxismo y del método revolucionario marxista; • la prueba de que la revolución proletaria era la única solución histórica al problema de la liquidación de la crisis mundial desencadenada por la guerra imperialista; • la universalidad de sus enseñanzas (la destrucción de toda forma de democracia burguesa y de alianza con partidos burgueses; los soviets como base organizativa del Estado proletario); • la prueba del papel contrarrevolucionario de los partidos y tendencias socialistas que negaban el método revolucionario marxista y la dictadura proletaria (incluso cuando se trataba de partidos que no habían apoyado a la guerra imperialista, lo que era una clara referencia a la socialdemocracia italiana en su vertiente reformista); y • ve en la fundación de la Internacional Comunista la unión internacional de todos aquellos que de la guerra misma han extraído la conclusión irrevocable de la necesidad del derrocamiento violento del poder burgués y la instauración de la dictadura del proletariado.

El Capítulo 4 (“La situación internacional posbélica y el Congreso de Moscú”) • muestra cómo los desarrollos de la crisis en Europa y las vicisitudes del movimiento revolucionario en Alemania y Hungría confirman la necesidad de la escisión entre el movimiento comunista, por una parte, y la socialdemocracia y el centrismo (hasta en sus exponentes de izquierda), por otra; • denuncia el papel de los partidos socialistas “de izquierda” que, como era el caso del PSI, reivindicaban formalmente los principios de la III Internacional (al mismo tiempo que cuestionaban sus directivas), pero que adherían en realidad a las concepciones y a la práctica electoralista y sindicalista de la II Internacional; • reivindica toda la obra realizada por el II Congreso para delimitar las fuerzas que realmente se situaban en el terreno del comunismo de aquellas enranciadas en la trayectoria de la socialdemocracia (ya sea la abiertamente reformista o su vertiente centrista, “llamados a pasar a los rangos infames de los agentes de la burguesía”); • reivindica las 21 Condiciones de Admisión, de las cuales se afirma su carácter general por encima de toda consideración nacional; y • ve en la resistencia general e internacional del reformismo y del oportunismo centrista contra las 21 Condiciones la prueba de su necesidad práctica y de su validez universal para permitir aquella “separación de aguas” como condición sine qua non de la resolución de todos los otros arduos problemas de la revolución.

El Capítulo 5 (“La experiencia histórica de la lucha de clase en Italia”) extrae de la experiencia – y de una síntesis histórica – del movimiento obrero italiano de la década 1910-1920 la confirmación de la esterilidad no revolucionaria del Partido socialista como consecuencia del seguidismo crónico de sus direcciones históricas respecto del reformismo (quien fijaba y animaba los ejes fundamentales de su acción)145.

El Capítulo 6 (“La situación política en Italia”) • desenmascara las falaces argumentaciones antirrevolucionarias y la función de la derecha reformista (hoy, de intento de monopolización de la dirección de las masas y de crítica del método revolucionario; mañana, ante las futuras explosiones revolucionaria, de aliados de la contrarrevolución); • identifica en el maximalismo unitario (mayoritario en el PSI) el mayor peligro para la preparación revolucionaria, y demuele sus argumentos en contra de la expulsión del ala abiertamente reformista (la que comprometería las “posiciones” ya conquistadas en los sindicatos, en las cooperativas, en los municipios y en el parlamento) y acerca de los “peligros de la revolución”; y • niega al PSI toda potencialidad revolucionaria y lo acusa – no por no haber “hecho la revolución” (como durante la ocupación de fábricas en setiembre 1920) – sino porque luego de cada vicisitud de la lucha de clase, en vez de elevar la preparación revolucionaria del proletariado, éste se encuentre más desorientado y confuso; y denuncia que, sobre la base de la “actual y equívoca unidad”, no era posible ninguna acción revolucionaria, siendo – por el contrario – la mejor garantía de la conservación burguesa.

El Capítulo 7 (“Las tareas del Congreso Nacional”) • ve en la escisión que debía resultar del futuro Congreso del PSI (y que debía dar lugar a la fundación del PCdI) sólo las premisas de un vasto trabajo ulterior en diapasón con las decisiones del II Congreso de la IC, siendo la aceptación sin reserva alguna de las 21 Condiciones de Adhesión el prolegómeno de una vigorosa acción futura; • considera el Programa a adoptar (cf. la Moción arriba mencionada) como el enunciado de los principios que debían constituir el credo – “categórico y exclusivo” – de los comunistas, y “la línea directriz de su pensamiento político”; • confirma la intención de cambiar el nombre del Partido (por el de Partido Comunista de Italia – sección de la IC); • afirma que el objetivo principal del futuro Congreso debe ser el de la separación definitiva de los comunistas de los reformistas y de todos aquellos que, en las votaciones del Congreso, rechacen los principios y el programa comunista o el compromiso de respetar completamente y aplicar concretamente las Condiciones de Admisión a la IC; y • reafirma que esta línea de acción no es sólo la consecuencia de una disciplina voluntariamente aceptada respecto a la IC, sino que resulta del hecho de situarse “sobre la misma vía y tener las mismas metas” que la Comintern, y “de la libre convicción colectiva que se plasma en nuestro orientación teórica y táctica, e incluso en la contribución que el movimiento comunista italiano puede, debe y quiere aportar a la elaboración de las soluciones de los grandes problemas que la Internacional revolucionaria tiene por delante”.

El Capítulo 8 (“La reorganización interna del Partido”) • a la vez que anuncia una revisión y depuración (completa y periódica) de la nómina de adherentes (a fin de eliminar de la organización a los pasivos, temerosos u oportunistas), prevé el status de “candidato”, el que deberá estar sometido a un período de prueba a fin de demostrar su fidelidad y dedicación a la causa proletaria; • exige de los adherentes (quienes al afiliarse al Partido comunista aceptan por libre elección sus condiciones y sus tesis) la más rígida aceptación de las Resoluciones de la IC, así como la más total disciplina a las decisiones de la mayoría; y • establece el control directo de las Federaciones provinciales, de la Federación Juvenil y de todos los órganos de prensa por parte del Comité Central del Partido (quien nombrará a los directores y redactores de estos últimos).

El Capítulo 9 (“Las tareas tácticas del Partido comunista de Italia”) aborda • el problema de la propaganda (que debe valorizar la táctica y los métodos comunistas, y plantear ante las masas las cuestiones que deberán ser resueltas inmediatamente después de la victoria revolucionaria); • la preparación material de la lucha (que deberá transformarse en guerra civil) y de la victoria, en particular la propaganda revolucionaria en las filas del Ejército; • la cuestión sindical, fijando al Partido las tareas de la conquista de la mayoría de los afiliados y de la dirección de las organizaciones sindicales (lejos de toda visión de “pacto” o “reparto de tareas” entre el Partido y la CGdL), y ve en los “consejos de fábrica un terreno para establecer una relación estrecha con las masas en el combate contra la jerarquía de funcionarios sindicales reformistas”; y, finalmente, • la necesidad de integrar en la CGdL a las organizaciones de masas de carácter sindical que estaban fuera de ella, en particular la Unión Sindical Italiana y el Sindicato Ferroviario (pues “la unidad proletaria constituye una condición del éxito de la lucha revolucionaria”).

El Informe se cierra con el Capítulo 10 (“Programa de acción del Partido comunista luego de la conquista del poder”). Y aunque afirma que este tema deberá estar al orden del día de los próximos Congresos del futuro, sobrevuela un conjunto de problemas que el Partido comunista debería enfrentar tras la conquista del poder, en particular la defensa armada contra los ataques de la burguesía internacional y la cuestión agraria (señalando puntos esenciales de las Tesis del II Congreso de la IC sobre esta cuestión, particularmente importante para Italia, país donde la población agrícola tenía un gran peso social).

La intención y la voluntad revolucionarias de la Fracción Comunista estaba fuera de toda duda. La enérgica acción de la Dirección bolchevique de la IC (que culminó con la adopción de las Tesis y Resoluciones de su II Congreso), y la evidencia de la bancarrota del PSI en el curso del Bienio Rojo, habían hecho que, por primera vez en su historia, sectores muy significativos del Partido socialista (otros que la FCA) dieran un histórico salto cualitativo, inimaginable seis meses atrás, y estrechasen decididamente filas para fundar un verdadero Partido comunista revolucionario.

El Congreso de Livorno y la fundación del Partido Comunista de Italia146

18.- El marco y el telón de fondo del Congreso estuvieron dados por el Mensaje de Adhesión de la IC al Congreso de Livorno (firmado por Lenin, Trotsky, Zinóviev y Bujarín, entre otros), y leído al inicio del mismo:

“Hemos seguido con atención en vuestros periódicos la lucha que se ha desenvuelto durante estos últimos meses entre las distintas tendencias de vuestro Partido. Desgraciadamente, la acción de la fracción de los comunistas unitarios ha sido la concreción de las previsiones más desfavorables, por lo menos en lo que se refiere a los dirigentes. En nombre de la unidad con los reformistas, los dirigentes de los unitarios están de hecho listos para separarse de los comunistas, y por consiguiente incluso de la Internacional Comunista.

“Italia atraviesa actualmente un período revolucionario, y de ello resulta el hecho que los reformistas y centristas de este país parecen ser más de izquierda que los de los otros países. Cada día más nos resulta más claro que la fracción constituida por el compañero Serrati es en realidad una fracción centrista, a la cual sólo las circunstancias generales revolucionarias dan la apariencia de estar más a la izquierda que los centristas de otros países.

“Antes de saber cuál será la mayoría que se formará en vuestro Congreso, el Comité Ejecutivo declara oficialmente al Congreso mismo de manera absolutamente categórica que las decisiones del II Congreso mundial de la Internacional Comunista obligan a cada Partido que ahiere a esta Internacional a la ruptura con los reformistas. Quien rehúse efectuar esta escisión viola una deliberación esencial de la Internacional Comunista y con ese acto se pone fuera de las filas de la Internacional misma. (…) El Partido comunista italiano debe ser creado de todas maneras”.

El delegado de la Internacional (Christo Kabaktchiev) justificó la necesaria expulsión de la corriente reformista del PSI por las tareas correspondientes a la época histórica de la lucha por la Revolución mundial, la que exigía métodos de combate y de organización inspiradas en la tradición revolucionaria del marxismo. El deber de los comunistas era crear ya una organización sólida, centralizada y disciplinada capaz de unificar y coordinar los esfuerzos parciales del proletariado en un gran movimiento revolucionario, y dirigirlo de manera consciente hacia la conquista del poder político y la instauración de la dictadura proletaria, convergiendo con las fuerzas revolucionarias de Europa y del mundo. Sostuvo que “hoy el enemigo más peligroso de la revolución proletaria son los centristas”, y que” “hoy en el movimiento obrero internacional el centro es el principal sostén de la dominación burguesa y de la contrarrevolución mundial”, añadiendo que ello no sólo obstaculizaba la marcha revolucionaria del proletariado, sino que también favorecía en Italia el pasaje de la burguesía “de la defensiva a la ofensiva” para quebrar “las fuerzas del proletariado en los principales centros industriales”, concluyendo que “[no] se debe perder ni un día ni una hora para crear un Partido comunista sólido, bien organizado, centralizado, disciplinado, penetrado de la consciencia de la necesidad de la revolución próxima y preparado para las luchas más grandiosas”, para lo cual era necesario desembarazarse de los reformistas. Por todo ello, los serratianos debían aceptar esta decisión de la Internacional junto a la Fracción Comunista, o “salir de la Internacional Comunista junto con los reformistas” para pasarse “al frente de nuestros enemigos, al frente contrarrevolucionario”.147/148

En un marco de intenso dramatismo, las grandes corrientes del PSI reafirmaron sus posiciones bien conocidas. El enfrentamiento teórico, programático y de principios estuvo representado por la Fracción Comunista y por el reformismo histórico. La clásica intransigencia demostró una vez más su abismal vacío, y el centrismo maximalista su total nulidad, su ausencia de espinazo, de ejes propios y, detrás de su retórica aceptación de las orientaciones generales de la Internacional, su concreto seguidismo respecto del reformismo.

La derecha del PSI (representada por Turati y Baldesi) reivindicó abiertamente la tradición de la II Internacional y de la socialdemocracia italiana, el reformismo gradualista de tipo sindical y parlamentario en el marco de la democracia burguesa, contra la dictadura del proletariado y “el culto de la violencia revolucionaria” (a la que culpó de “generar por contragolpe” la reacción fascista), reconociendo la necesidad eventual de la dictadura (¡incluso sobre el proletariado!) únicamente en los países atrasados como Rusia, y denunció en el bolchevismo un “nacionalismo oriental” (al que opuso la “Internacional de los pueblos más evolucionados en el camino de la historia”).149

Completamente hors jeu, en medio de una polarización extrema (al punto que no presentó moción propia), Lazzari exaltó la reivindicación de la no-violencia inherente a la socialdemocracia italiana; condenó al maximalismo por haber adoptado el Programa de Boloña; reivindicó la tradición del PSI y la intransigencia histórica, la “unidad de todos los socialistas” y la democracia burguesa; y negó que el alejamiento de los reformistas pudiese mejorar en nada la “capacidad revolucionaria” del Partido socialista (la que estaría supuestamente “asegurada” por la victoria intransigente en el Congreso de 1912).

El centrismo italiano (representado por Aldechi Baratono y Serrati) se opuso a capa y espada a la expulsión de la corriente abiertamente reformista y anticomunista150. Para estos auto titulados “comunistas unitarios” no existía divergencia alguna de principios entre ellos y la III Internacional. Las divergencias existentes serían principalmente de apreciación de la situación en Italia: sobre la naturaleza y el peso de la corriente reformista en el PSI (que a su vez sería la consecuencia “mecánica” de la ausencia de condiciones revolucionarias, y de un simple problema de “mentalidad”); sobre las diferencias entre la corriente revolucionaria y el reformismo sindical151; sobre la comprensión de la “psicología” de los obreros italianos (“tan diferente de la oriental” de los proletarios rusos); sobre la necesidad de la inclusión de la dictadura del proletariado ejercida por el Partido en su programa; sobre el tipo de Partido necesario en Italia152; sobre la existencia de una situación revolucionaria durante el Bienio Rojo(cosa que ellos negaban); sobre la posibilidad (a corto o largo plazo) de una insurrección armada en Italia; sobre los riesgos (económicos y militares) que resultarían de la revolución en Italia; sobre el supuesto “oportunismo de izquierda” dentro de la IC (cuestión agraria, cuestión nacional y colonial, adhesión al Labour Party, aceptación en la Internacional de los IWW, de los Shop Stewards y de dirigentes intervencionistas durante la guerra).

El ejercicio de retórica equilibrista de sus representantes en defensa de sus posiciones supuestamente “revolucionarias” podía estar representado por el suplicio de Túpac Amaru: • pretendía conseguir la victoria revolucionaria manteniendo celosamente un pie en la democracia burguesa153; • decía aceptar la dictadura del proletariado rechazando la posibilidad de “instituir más tarde un gobierno del tipo que hoy existe en Rusia”; • decía no rehusar la necesidad de la violencia a condición de que su legitimidad resultase de la victoria de la “Idea” y de la “preparación moral” de las masas, ya que “nosotros no creemos que sólo la preparación material, que sólo la exacerbación del odio, del instinto de las masas baste para formar un ejército revolucionario, (así) se puede formar un ejército insurreccional, pero no un ejército revolucionario”; • decía aceptar en su integralidad las 21 Condiciones de Adhesión y rechazar la convivencia en el Partido de adeptos de escuelas políticas diferentes, y rehusaba la expulsión de todo el reformismo italiano a pesar de que éste seguía proclamando abiertamente sus convicciones antirrevolucionarias; • pretendía imponer “disciplina” (a la derecha reformista, e incluso a la izquierda comunista) en un partido ideológica y políticamente heterogéneo; y • decía estar plenamente de acuerdo con la III Internacional, no cesaba de afirmar su buena voluntad de plegarse a todas sus Resoluciones, y en defensa de sus enemigos se dirigía abiertamente a la ruptura con ella154.

Terracini y Bordiga intervinieron en nombre de la Fracción Comunista155. La perspectiva trazada en el II Congreso de la IC era que las escisiones en los partidos socialistas que arrastrasen tras la corriente comunista a un sector del centrismo traerían consigo a las bases militantes obreras de este último, sin perjuicio de eliminar más tarde a los dirigentes de estas corrientes cuyo ADN era ajeno al comunismo revolucionario (sin por ello hacerles concesiones ni sobre las Tesis del II Congreso ni sobre las 21 Condiciones de Admisión). Esta había sido la óptica dominante en el Congreso de Halle del USPD, con la adhesión de los Däumig y otros Richard Müller, quienes arrastraron con ellos a sus importantes bases proletarias [§V-19]. El Mensaje de Adhesión de la IC al Congreso de Livorno denunciando violentamente a Serrati y Cía. demuestra que en el caso del PSI esa esperanza era mucho más tenue. Y aunque la Fracción Comunista tenía muy en claro que el “comunismo unitario”, como corriente, de comunista sólo tenía el nombre156, la intervención de Terracini fue el intento de convencer, a quienes habían apoyado el Programa y las Resoluciones adoptados en el Congreso de Boloña con la esperanza de dar al Partido socialista una orientación realmente comunista revolucionaria, de la naturaleza veleidosa, inconsecuente e inconsistente del “unionismo” serratiano; que la Fracción Comunista era la auténtica expresión de aquella voluntad revolucionaria; que lo que estaba en el centro de la discusión era la formación de un verdadero Partido comunista; y que las discusiones sobre otras cuestiones debían ser postergadas para ser abordadas en el Partido comunista ya constituido. Esperando recuperar sus bases obreras para el Partido comunista, Terracini concluyó su intervención lanzando un llamamiento al maximalismo unitario para que rompiese de una vez por todas con el reformismo157.

La intervención de Amadeo Bordiga158 se inició siguiendo a grandes trazos los temas centrales de los Capítulos §2 (“La Internacional y la guerra”), §3 (“Las enseñanzas de la Revolución rusa”) y §4 (“La situación internacional y el Congreso de Moscú”) del Informe de la Fracción Comunista [§V-18]. En el desarrollo del contenido del Capítulo §5 de este mismo Informe (“La experiencia histórica de la lucha de clase en Italia”), Bordiga • detalló y demolió sistemáticamente los argumentos propios del reformismo italiano – antes, durante y después de concluida la primera guerra mundial – en contra de toda preparación revolucionaria de la clase obrera; • denunció la trayectoria del PSI que, en vez de extraer de la guerra las lecciones revolucionarias de la III Internacional, emergió de ella con la misma praxis reformista y parlamentaria de antaño; • demostró y defendió vigorosamente la validez internacional de las 21 Condiciones y la plena convergencia de la corriente histórica de extrema izquierda del PSI con la IC. Luego • concentró su ataque contra la dirección de la corriente maximalista mayoritaria, cuyas reticencias en lo que hacía a los principios del marxismo revolucionario (violencia y dictadura) correspondían al esfuerzo de esta corriente para no cortar los puentes con el reformismo; y que veía en las cooperativas, en la conquista electoral de municipios y en el Parlamento aparatos de poder en las manos del proletariado, mientras que en manos de la socialdemocracia eran diques de contención contra la revolución; • recordó que las 21 Condiciones exigían la expulsión de los partidos comunistas de todos aquellos que rechazasen las condiciones y las tesis de la IC (y que esto valía para los delegados a ese Congreso), y afirmó claramente que no se trataba sólo de aceptar las 21 Condiciones, sino que éstas debían traducirse en los hechos, y que si la mayoría del PSI no aceptaba la expulsión de la corriente reformista, lo haría la Fracción Comunista constituyéndose en Partido comunista. Bordiga reivindicó la escisión incluso en nombre de la lucha histórica de la Izquierda Intransigente del PSI contra el reformismo socialdemócrata, y desechó las “críticas de detalle”159 a la IC por parte del centrismo a la hora de deber elegir entre la Internacional Comunista (que encarnaba la unión y el ejército del proletariado de todos los países, de todas las razas y de todos los colores, por su revolución y su dictadura) o quedar “afuera de este movimiento de pensamiento, de crítica, de discusión, de acción, de sacrificio y de batalla”. Y concluyó su intervención reivindicando el pensamiento, la doctrina, la táctica, la acción establecidas en las Tesis de la IC, y la disciplina internacional como condición indispensable para el éxito revolucionario160.

Fueron vanos todos los intentos de los delegados de la IC (Rakosi y Kabaktchiev), por una parte, y de Paul Leví (delegado del Partido Comunista Unificado de Alemania que resultó del Congreso de Halle [§V-19]) y de Graziadei, por otra, para lograr que Serrati y el maximalismo unitario votasen la expulsión del ala reformista. Ante esta situación, el Ejecutivo de la Internacional dio su autorización para persistir en la ruptura con el “comunismo unitario”161. El 21 de enero la votación de las mociones dio, aproximadamente, los resultados siguientes: • Moción de Florencia (maximalismo unitario): 95.000 • Moción de ímola (Fracción Comunista): 59.000 • Moción de Reggio Emilia (reformistas): 14.900.

La escisión estaba consumada, y los delegados que votaron la Moción de la Fracción Comunista se retiraron del Congreso socialista para fundar inmediatamente el Partido comunista de Italia. El nuevo Partido atrajo a él a la gran mayoría de la Federación Juvenil Socialista, que en su Congreso del 29-31/01/1921 decidió su adhesión al PCdI (por 47.000 votos de sus 53.300 inscriptos), lo que hizo que 106.000 militantes comunistas adhiriesen a la Internacional.

La fusión del KPD(S) y de los Independientes de izquierda162

19.- Tras el II Congreso de la IC, los Independientes de derecha (quienes controlaban el aparato burocrático y la prensa del Partido, y a la que adhería la gran mayoría de sus representantes parlamentarios, ediles y dirigentes sindicales) se declararon en contra de la adhesión a la IC y de las 21 Condiciones, mientras que la mayoría de los Independientes de izquierda lo hizo a favor de los mismos. La lucha interna fue intensa y la escisión estaba a la vista. El Ejecutivo de la Internacional entró en la batalla sin hacer ninguna concesión al oportunismo. En su Carta Abierta del 29-9-1920 dirigida a todos los militantes del USPD, junto a su voluntad de acelerar la escisión y abrir sus puertas a toda organización revolucionaria proletaria de masas, el CEIC afirmó su decisión de no aceptar en la Comintern a los dirigentes pequeños burgueses, burócratas y oportunistas como Hilferding y Crispien, y reivindicó la necesidad de la centralización internacional del movimiento y de los partidos comunistas capaces de dirigir al proletariado en la guerra civil. La derecha de los Independientes hizo hincapié en el peligro de escisiones sindicales (pero como ya vimos más arriba, la Internacional Comunista no las preconizaba [§V–8]), en la “necesaria” independencia nacional de los partidos socialistas (según la tradición de la II Internacional) y contra “la dictadura de Moscú” y la “barbarie asiática” (expresiones nada sutiles para definirse en contra de la centralización internacional del movimiento comunista, en la cual los bolcheviques tenían una influencia decisiva).

El conflicto era de alcance internacional y de una intensidad extrema. Sin embargo, no existió ninguna discusión seria dentro del USPD por parte de la izquierda de los Independientes con miras al esclarecimiento de los principios y de las bases programáticas y tácticas de la futura unificación. Los ejes centrales de la discusión fueron: “¡Por Moscú!” o “¡contra Moscú!”, y las 21 Condiciones de Admisión (consideradas en sí mismas, casi como medidas meramente organizativas y administrativas), y no sobre las Tesis del II Congreso de la Internacional.

En el Congreso de Halle del USPD (octubre de 1920), convocado para decidir la adhesión a la Internacional Comunista (o su rechazo), la derecha de los Independientes (con la participación de Crispien, Dittmann, Kautsky, Hilferding) se vio apoyada con la participación del menchevique ruso Martov, del centrista francés Longuet, de los socialpatriotas ingleses Henderson y MacDonald, mientras que, para refozar la corriente de izquierda, desembarcaron de Moscú Zinóviev y Lozovsky (quien estaba a cargo de la actividad sindical de la IC). Los delegados de ambas corrientes, que representaban a un total de 800.000 afiliados, estaban prácticamente en igualdad numérica. Las dos intervenciones más importantes en el Congreso fueron las de Zinóviev e Hilferding.

En su largo discurso contra los ataques precedentes de la derecha, Zinóviev abordó puntos fundamentales del programa comunista y del combate contra el oportunismo centrista: defendió la política agraria de los bolcheviques, la política nacional en Oriente, la cuestión sindical, el terror revolucionario y el papel de los Soviets, y acusó a la derecha, a los socialdemócratas y a la Internacional Sindical de Ámsterdam, de apoyar de hecho al imperialismo y a la burguesía mundial. Zinóviev afirmó que la discusión no concernía en realidad las 21 Condiciones de Admisión, sino la revolución mundial, la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, y sostuvo que el único dique de contención que aseguraba la defensa de la burguesía era la aristocracia obrera, con sus jefes sindicales y políticos que paralizaban desde adentro al proletariado; de lo que se trataba era de destruir esa vanguardia del combate burgués para poder el día de mañana vencer a la burguesía, y que la aceptación de las 21 Condiciones era el primer paso hacia la victoria obrera163.

En nombre de la derecha, la respuesta de Hilferding fue una síntesis de todas las posiciones del centrismo socialdemócrata internacional. Reivindicó el “realismo” para defender la política del USPD entre 1918 y 1920 (participación con el SPD en el gobierno de la República de Weimar, defensa de la Constituyente, esterilización de las luchas obreras); hizo pesar sobre las masas “la ausencia de verdadera conciencia y voluntad revolucionarias” [cuando el rol de un partido revolucionario es precisamente el de darle esta conciencia y dirigir su voluntad] por lo cual no habría que pretender acelerar la revolución; rechazó como “aventurera” la política revolucionaria de la Internacional Comunista; tildó de “catástrofes” a las escisiones de los partidos socialistas, y de “utopía peligrosa” a la centralización mundial de la lucha revolucionaria.

En el voto final, la moción a favor de la adhesión a la Internacional Comunista recogió 237 votos, 156 en contra y 2 abstenciones. La escisión estaba consumada.

Pero no se puede pasar por alto las debilidades y lagunas de esta escisión. Ya hemos mencionado el escaso trabajo de esclarecimiento por parte de la izquierda independiente o por el KPD(S) acerca de los principios, el programa y la táctica de la Internacional Comunista, así como de la crítica precisa del pasado de los Independientes, tanto de derecha como de izquierda. Los términos de la moción que preconizó la adhesión del USPD a la III Internacional eran extremadamente elocuentes de esas lagunas. En ellas se habla de la necesaria renuncia a una parte de la autonomía de los partidos miembros en nombre de la centralización internacional y de tratativas para la constitución de una sección alemana de la Internacional Comunista. En primer lugar, la Internacional no reconocía ninguna autonomía a las secciones nacionales (las decisiones fundamentales debían ser decididas en los Congresos, y en los lapsos entre ellos por el Ejecutivo de la Internacional, y las secciones nacionales debían ponerse en diapasón con las mismas). Por otra parte, al reclamar tratativas para la constitución del Partido Comunista (Sección alemana de la IC), los Independientes de izquierda se planteaban como entidad propia que convergían (mediante negociaciones) a la fundación del futuro representante en Alemania de la IC; tratativas pues entre iguales, como si se pudiese situar en el mismo plano, por un lado, a una organización o una corriente con todo un pasado centrista; y, por otro, al KPD(S), cuya trayectoria había mantenido desde su inicio bien en alto la bandera del comunismo revolucionario. Pero esto no puede sorprender por parte de una corriente que adhería a la Internacional Comunista sin haber efectuado una crítica de fondo, sin ningún miramiento, de su pasado oportunista como condición previa de su adhesión. La Internacional no se lo exigió, ni el KPD(S) tampoco. La Dirección de este último (en la que sobresalía Paul Leví), veía en la fusión del KPD(S) y de los Independientes de izquierda la unidad por fin lograda del proletariado revolucionario alemán, impedida por las “tendencias putschistas”, antiparlamentarias y antisindicales de la ultra izquierda, que la Dirección había logrado expulsar previamente como condición sine qua non de esta fusión.

En diciembre 1920 fue realizada la unificación de la corriente mayoritaria del USPD y del KPD, quien ya tiempo atrás había eliminado la “S” de su sigla (su referencia al Espartakismo) para no “herir” la susceptibilidad de los Independientes de izquierda. El Partido unificado nombró dos presidentes en su Dirección: Paul Leví (quien encarnaba la continuidad del comunismo alemán y cuya designación fue exigida por los nuevos llegados) y Ernest Däumig (representante de la tradición de izquierda del centrismo socialdemócrata denunciado anteriormente por Lenin por su “servilidad respecto a los prejuicios filisteos de la pequeña burguesía” y porque su izquierdismo “no valía nada” [§V-2]). La fusión, lejos de menoscabar la influencia personal de los dirigentes oportunistas de los Independientes de izquierda, los encumbró a la cabeza del Partido alemán.

El KPD(S) contaba en ese momento con unos 78.000 miembros. Los Independientes de izquierda aportaron al nuevo partido entre 300.000 y 400.000 (otras evaluaciones hablan de 280.000) adherentes. Nos adelantamos a los acontecimientos diciendo que meses después el nuevo partido estaba ya en plena crisis, y un año más tarde sólo quedaban en él 140.000 afiliados.

El partido que resultó de la fusión contó con una amplia base obrera (no menos del 90% del total de sus miembros) y con un aparato organizativo a la altura de la tradición obrera alemana: 33 diarios, periódicos y revistas especializadas; escuelas de capacitación; importantes y aguerridas escuadras de militantes en los sindicatos; especialistas para la organización del trabajo clandestino y de las cuestiones militares; multitud de “militantes profesionales” a cargo de las imprentas y ediciones del partido, del trabajo administrativo y del aparato clandestino.

A través de las vicisitudes dramáticas que lo marcarán a fuego entre los años 1921 y 1923 (período que pesará gravemente en el curso de la revolución proletaria en Occidente), este Partido navegará entre sus diferentes tendencias y sufrirá incesantes crisis y cambios de rumbos, lo que terminará en Octubre 1923 en el desastre y fracaso de la Revolución alemana.

Por medio de la situación en Alemania, este trabajo abordará aspectos centrales de los problemas planteados a la Revolución en Occidente. Y veremos entonces las divergencias crecientes entre las concepciones, propuestas y soluciones en torno de las cuestiones tácticas que atravesarán a la Internacional Comunista.


Notas

1 En noviembre 1918 el USPD contaba con aproximadamente 100.000 adherentos; en marzo de 1919 esta cifra subió a más de 300.000, y en diciembre de ese mismo año a 750.000.

2 Pierre Broué, “Révolution en Allemagne (1917-1923)”, Les Éditions de minuit, pp.323-325. [https://www.marxists.org/francais/broue/works/1971/00/broue_all.htm]

3 Este razonamiento era idéntico al de Kautsky para justificar en 1915 su distanciamiento de la dirección del SPD [§III-3]. [Ibidem, p.326]

4 Ibidem, p.327.

5 En su artículo “Los héroes de la Internacional de Berna” (28/05/1919), Lenin denunció sarcásticamente el hecho de que «todo el partido [USPD, ndr.] se alineó sobre la posición de la muy moderada combinación de los Soviets y del parlamentarismo burgués». Y atacó despiadadamente a Däumig, jefe de los Independientes de izquierda, denunciando su «servilidad respecto a los prejuicios filisteos de la pequeña burguesía» y afirmó que «el “izquierdismo” de semejante personaje (…) no vale nada». En ese mismo artículo Lenin escribió que «los jefes “independientes” se mostraron como pequeño burgueses lamentables, totalmente sometidos a los prejuicios filisteos de los elementos atrasados del proletariado (…) No se necesitan jefes que son el barómetro del estado de ánimo de los elementos más atrasados del proletariado, que no marchan adelante, sino detrás de la vanguardia (…) Imposible tener confianza en ellos. Ellos serán siempre un peso muerto, un elemento negativo en el movimiento obrero».

6 Broué, op.cit., p.327-328.

7 Los copresidentes elegidos del Partido fueron Haase y Crispien (este último en reemplazo de Däumig, quien no aceptó el puesto).

8 Broué, op.cit., p.329. La intención del acuerdo era múltiple: para la derecha independiente, posponer a las calendas griegas todo acercamiento o tratativa con Moscú, y darle una golosina a la izquierda a la espera de que llegara a concretarse; para la izquierda, el objetivo era trabajar para establecer previamente, frente a Moscú, una relación de fuerzas más favorable al centrismo.

9 Ibidem, p.330.

10 Ibidem, pp.330-331.

11 Aldo Agosti, “La Terza Internazionale – Storia Documentaria (1919-1923)”, vol.I, tomo 1, Editori Riuniti, 1974, pp.159-167.

12 El documento del Ejecutivo afirmó que el USPD entretenía en las masas las ilusiones parlamentarias; que denunciando el terror en la Rusia soviética espantaba al proletariado con la Revolución proletaria; reafirmó que la dictadura del proletariado significaba el derrocamiento de la burguesía por parte de la vanguardia revolucionaria del proletariado, y que repudiaban esta dictadura todos aquellos que exigían que la vanguardia revolucionaria debía obtener previamente el apoyo de la mayoría de la población en elecciones parlamentarias; que la dictadura del proletariado implica el reconocimiento de la necesidad de suprimir por la fuerza la resistencia de los explotadores y tener la decisión, la capacidad y voluntad de hacerlo; que la renuncia a la violencia y al terror significa sembrar la ilusión reaccionaria de los filisteos sobre la paz social; y que lo mismo vale para la guerra civil; que el USPD no efectuaba ningún trabajo revolucionario en el Ejército ni combinaba trabajo legal e ilegal; que el USPD hacía propias las ideas comunistas con demasiada lentitud e incoherencia, sin efectuar pasos concretos, serios y deliberados en dirección de la lucha por la dictadura del proletariado y el poder soviético. En respuesta a la decisión del Congreso de Leipzig de iniciar tratativas con la Internacional Comunista y otras “organizaciones socialista revolucionarias”, consideró la necesidad de que esa propuesta fuese “enfrentada francamente frente a las grandes masas del proletariado internacional” (de allí la razón de ser del documento). En su parte final denunció que la dirigencia del USPD no llevaba a cabo una obra de esclarecimiento de las masas sobre el estrecho vínculo existente entre el imperialismo, la aristocracia obrera, el reformismo, la II Internacional y la ausencia de apoyo incondicional a todos los movimientos anticoloniales; y su participación en las Conferencias de Berna y Lucerna (marzo y julio 1919) con miras a la reconstitución de la Internacional Socialista.

13 Los cuatro delegados invitados como participantes, sin voto y con voz consultativa, fueron Crispien, Dittmann, Däumig y Stoecker.

14 Tras la derrota de la ola revolucionaria de enero – abril 1919, la Dirección del KPD(S) misma, y muy particularmente Paul Leví, enfrentaron a la ultra izquierda del Partido no sólo sobre el terreno de los principios (cuestión sindical, centralización política y organizativa) sino también en nombre de la lucha contra el supuesto “putschismo” de la acción del Partido en el período precedente. Este nuevo peligro que acecharía o contaminaría al Partido comunista constituía para la Dirección una traba mayor al acercamiento y futura fusión con los Independientes de izquierda, representantes para ella del “verdadero” proletariado alemán [Broué, op.cit., pp.395-400]. No entraremos aquí en el detalle de las polémicas suscitadas por esta posición del Comité Central del KPD(S), en la que también participó Radek, representante de la Internacional en Alemania, quien (al mismo tiempo que combatía los principios anti-partido y antisindicales de la ultra izquierda) no dejó de detectar y denunciar un tufo de pasividad y oportunismo en las posiciones de Leví. Refiriéndose a las Comunas de Baviera y Budapest, Radek polemizó con Leví afirmando que “(el) partido comunista no es el partido a la espera del gran trastrocamiento futuro, sino el del refuerzo y la radicalización de las acciones del proletariado”; que “(debemos) estar allí donde la clase obrera lucha, allí donde va al combate, tanto sidebiéramos vencer o soportar una derrota”, y lanzó sus dardos contra los “raciociniadores” “que creen poder emprender la lucha sólo cuando la historia les asegure la victoria con un acto notarial”. [Radek, “Las enseñanzas de la revolución húngara”, Die Internationale, n°21 (en italiano en L’Ordine Nuovo del 21-8-1920)]. Publicada en el número 24 de la misma revista internacional (y en mismo número de la revista italiana), la respuesta de Leví en defensa de las afirmaciones emitidas por él en el momento de la constitución de la República de los Consejos de Hungría en marzo 1920), sostenía: (1) que su derrota era previsible desde su inicio; y (2) que en caso de previsión de una derrota (como fue el de la República de los Consejos de Baviera), el Partido debía decírselo abiertamente a las masas, a costa de paralizar su lucha (como si en Baviera la ofensiva de la contrarrevolución en plena marcha le hubiese dado a la clase obrera la posibilidad de retirarse pacíficamente de la escena …).

15 Refiriéndose explícitamente a Serrati en Italia, a Paul Leví en Alemania y a Frossard en Francia, en 1923 Trotsky escribió sobre las características y las causas históricas del centrismo en general y del centrismo de izquierda en particular: “En los países de viejo capitalismo con antiguas tradiciones socialdemócratas, la formación de un Partido comunista equivale a la ruptura con un largo pasado reformista, nacionalista, parlamentario. Pero los medios socialistas dirigentes, los grandes nombres, las autoridades, pertenecen completamente al pasado. Prisioneros de ese pasado son, en su gran mayoría, incluso los socialistas que, antes de la guerra o durante la guerra, se situaban en la extrema izquierda de sus partidos, es decir, en la oposición a la política socialdemócrata oficial. Su oposición a los Scheidemann y a los Renaudel era oratoria, literaria, formal, verbal, pero no era ni efectiva ni revolucionaria. Cuando la guerra en movimiento arrastró a las masas proletarias a la izquierda, hacia el combate con la burguesía, los elementos socialistas de oposición pensaron que había llegado su hora, que la masa aprobaba sus críticas y se preparaba para seguir sus instrucciones. En realidad, su situación y su política recordaban mucho a las de los liberales moderados en las revoluciones [burguesas]. A los liberales, el primer sobresalto popular siempre les parece que es una prueba de su razón y de su fuerza; pero desde el día siguiente mismo constatan con horror que las masas, al menos las masas revolucionarias, no establecen grandes diferencias entre los dueños de ayer y los adversarios moderados de estos últimos. Entonces los liberales se arrojan en brazos de la reacción. Si los líderes equívocos de la oposición socialdemócrata se encontraron a la cabeza de partidos comunistas fue porque la fracción realmente revolucionaria de la clase obrera no había podido educar y formar a nuevos jefes en algunos pocos meses. Y es necesario reconocer que, en los primeros años de la Internacional Comunista, tuvimos a la cabeza de varios de nuestros partidos tanto a revolucionarios que no siempre poseían suficiente maestría por sí mismos, como a semi revolucionarios siempre inseguros pero que gozaban de cierta autoridad y poseían rutinas políticas. De ahí derivaban, y derivan todavía en parte (aunque la situación ha mejorado sensiblemente) las dificultades internas, los roces y conflictos en el seno de la I.C. Los líderes semicentristas temían ante todo verse empujados fuera del carril de la legalidad (lo que estaba disimulado por un radicalismo aparente). También rechazaban plantear revolucionariamente las cuestiones y aplicar los métodos efectivos de preparación de la insurrección proletaria. Invocaban la “autonomía nacional”. Sin embargo, la analogía cualitativa de la política de Paul Leví, Frosssard y algunos otros muestra que no se trataba de particularidades de las situaciones nacionales (que, naturalmente, debemos tener muy en cuenta) sino de una tendencia perfectamente internacional, de un centrismo de izquierda, completamente dispuestos a asimilar el ritual de la Internacional Comunista y a avalar sin rechistar veintiún condiciones [de adhesión] y más (con la única condición real de que por otra parte nada cambiase).” [Trotsky – “Balance de un período” – 25-3-1923; www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/balanceperio.trotsky-1923.pdf]

16 Cf. el contenido de la Carta del Ejecutivo de la III Internacional al Comité Central y a todos los miembros del PSI firmada por Lenin, Zinóviev y Bujarin con fecha del 27-8-1920, a la que nos hemos referido en el capítulo precedente [§IV-18, nota 250]. [Aldo Agosti, “La Terza Internazionale – Storia documentaria – (1919-1923)”, vol.1, tomo 1, pp.315-320, Editori Riuniti, 1974; www.marxists.org/francais/inter_com/1920/08/italie.htm]

17 El lector encontrara en Bruno Maffi, Storia della Sinistra Comunista (1919-1920), cap.IX, §1 y §2, la descripción del contexto internacional de la convocación de este Congreso, en particular en relación a las corrientes de la socialdemocracia que participaron en él. [www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_2_01.htm (versión italiana); la versión francesa se encuentra en: classiques.uqac.ca/classiques/bordiga_amedeo/histoire_gauche_com_II/HGC_t_II.html]

18 Hasta Crispien mismo, asediado por las críticas que le llovían de todas partes, se declaró partidario de la dictadura del proletariado [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, editado por John Riddell, ed. Pathfinder, 1991, pp.528-529]. Como siempre, eran los reformistas los que hablaban claro. En un discurso en uno de los Plenarios del II Congreso, Zinóviev contó que el archí reformista italiano Modigliani, en una entrevista con el archí centrista francés Longuet, trató de convencerlo de adherir a la Comintern, diciéndole: “Querido Longuet, ¿porqué no deberíamos adherir a la III Internacional? ¿Qué obligaciones puede generarnos? En realidad, todo ello se reducirá a mandar cada 15 días al Comité Ejecutivo de la Internacional una postal ilustrada con un hermoso paisaje” [Ibidem, pp.374-375].

19 https://www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.68-69. La Tesis #14 menciona explícitamente, y como ejemplos, el USPD alemán, el Partido socialista francés, el Partido Obrero Independiente inglés, el Partido socialista de los EE.UU. y el Partido socialista suizo, pero la lista exhaustiva sería mucho más larga.

20 A propósito de la caída de la República Soviética de Hungría y la traición de los socialistas húngaros, Lenin escribió: “[Tal vez el mal más peligroso para el actual movimiento obrero en Occidente] es que los viejos líderes, al darse cuenta de la irresistible simpatía de las masas por el bolchevismo y el poder de los Soviets, buscan (¡y a menudo encuentran!) una salida en el reconocimiento verbal de la dictadura del proletariado y el poder de los Soviets, mientras que de hecho siguen siendo enemigos de esta dictadura, o bien hombres incapaces, o que no están dispuestos a comprender su significado y aplicarlo en la práctica. La caída de la primera República Soviética de Hungría (…) demostró vívidamente la extensión, la inmensidad del peligro que resulta de este mal. (…) No cabe duda de que algunos socialistas húngaros se hayan sinceramente declarados comunistas. Pero la substancia de las cosas no cambia por ello. Quien se declara «sinceramente» comunista y que, en lugar de seguir una política de firmeza despiadada, de resolución inflexible, de devoción a toda prueba, de audacia y heroísmo (pues sólo esta política está en conformidad con el reconocimiento de la dictadura del proletariado), vacila en realidad y demuestra pusilanimidad, y realiza por falta de coraje, por sus oscilaciones y su falta de decisión, la misma traición que el auténtico traidor. A nivel personal, la diferencia entre el traidor por debilidad y el traidor por premeditación y cálculo es muy grande; a nivel político, no hay diferencia entre ellos, porque la política decide el destino de millones de hombres, y este destino no cambia por el hecho de que millones de trabajadores y campesinos pobres sean víctimas de traidores por debilidad o traidores por interés». [Lenin, “Notas de un publicista”, 14-2-1920].”

21 En su Informe en nombre del Ejecutivo de la IC sobre “La Situación Política Mundial y las Tareas Fundamentales de la IC“, Zinóviev afirmó: “En nuestro Congreso hacen acto de presencia representantes del USPD [todos ellos con voz y sin voto: Crispien y Dittman (Independientes de derecha por la Dirección); Däumig, Schiller y Stoecker (representantes de los Independientes de izquierda; ndr.], el Partido socialista francés y el Partido socialista de los EE.UU., partidos que sólo últimamente dejaron – por fin – los rangos de la II Internacional. Nosotros queremos forjar una alianza comunista con los revolucionarios honestos (presentes) en los rangos de esos partidos. Y para evitar toda esperanza en eventuales componendas (características de la II Internacional), añadió: “Bajo ninguna circunstancia el Congreso Comunista permitirá la mínima concesión en cuestiones de principios. Las cuestiones fundamentales de la Revolución proletaria deben ser tajantemente planteadas. Nosotros necesitamos claridad, claridad, y más claridad. No permitiremos que la IC se vuelva una simple moda. Las cuestiones que están en la agenda interesan a millones de trabajadores. Nosotros presentaremos nuestros puntos de vista sobre todas las cuestiones actualmente candentes frente a los trabajadores alemanes del USPD y a los trabajadores franceses del Partido socialista francés. Esperaremos hasta que la vasta mayoría de los trabajadores franceses y alemanes hayan efectuado la necesaria depuración de sus filas y puedan integrar los rangos de la Internacional Comunista [subrayados nuestros, ndr.]”. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.118-119]

22 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, p.70. En el Informe mencionado en el párrafo anterior, Zinóviev afirmó: “Nosotros hemos invitado al Congreso a algunas pocas organizaciones de trabajadores que aún no pueden ser consideradas completamente comunistas y que todavía están en vías de cristalización. Después de una larga guerra, después de una crisis desesperada, la situación internacional de la clase trabajadora ha llevado a muchas organizaciones de trabajadores a una encrucijada (…) Ellas todavía no han decidido sus tácticas; aún no han elegido definitivamente sus caminos. Hemos instado a trabajar con nosotros a todas las organizaciones de trabajadores que creemos que quieren luchar honestamente contra el capitalismo. (…) Las honestas fuerzas revolucionarias del sindicalismo, del anarquismo, del industrialismo [IWW], de los Shop Stewards vendrán hacia el comunismo, ya lo están haciendo. Nos incumbe a nosotros ayudarlos a hacerlo más rápidamente” [Ibidem, p.137-138]. Además de los IWW americanos y de los Shop Stewards británicos, fueron invitados a participar en el Congreso delegados de los sindicalistas revolucionarios franceses, y anarco-sindicalistas españoles y alemanes.

23 El Informe oral de Zinóviev sobre “El papel del Partido comunista en la revolución proletaria” es un excelente ejemplo de pedagogía comunista hacia proletarios revolucionarios que desconfían de la forma-partido.

24 Es importante señalar que cuando hablamos de “principios y objetivos del marxismo revolucionario” hacemos referencia no sólo a cuestiones centrales ya resaltadas por Marx y Engels, sino también a posiciones cardinales que la vanguardia comunista (que para resumir personificamos principalmente – pero no exclusivamente – en Lenin) extrajeron de las lecciones de la bancarrota de la II Internacional, de la Guerra y de la Revolución rusa.

25 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.66-80.

26 La Tesis #8 habla de “arrastrar tras de sí a una aplastante mayoría obrera”.

27 «Todos los grupos, partidos, militantes del movimiento obrero que adoptan en su totalidad o parcialmente el punto de vista del reformismo, del “centro”, etc., inevitablemente se colocarán, debido a la extrema exacerbación de la lucha, del lado de la burguesía o del lado de los vacilantes, o, lo que es más peligroso, engrosarán las filas de los amigos indeseables del proletariado victorioso. Por eso la preparación de la dictadura del proletariado exige no solamente el fortalecimiento de la lucha contra la tendencia de los reformistas y de los “centristas”, sino también la modificación del carácter de esa lucha. Ésta no puede limitarse a la demostración del carácter erróneo de esas tendencias, sino que también debe desenmascarar incansable y despiadadamente a todo militante del movimiento obrero que manifieste esas tendencias. Sin ello el proletariado no puede saber con quién marcha hacia la lucha final contra la burguesía. Esta lucha es tal que puede cambiar en todo momento y transformar, como ya lo ha demostrado la experiencia, el arma de la crítica por la crítica de las armas. Toda vacilación o debilidad en la lucha contra los que se comportan como reformistas o “centristas” tiene como consecuencia un aumento directo del peligro de derrocamiento del poder proletario por parte de la burguesía, que utilizará en el futuro para los fines de la contrarrevolución lo que a los obtusos les parece sólo un “desacuerdo teórico” del momento». [Tesis #6]

28 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.71-75.

29 La Tesis #5 precisa que “no es mediante la huelga general (…) como la clase obrera puede lograr la victoria sobre la burguesía. El proletariado debe llegar a la insurrección armada”.

30 “Sólo cuando la dictadura proletaria prive a la burguesía de medios de acción tan poderosos como la prensa, la escuela, el parlamento, la iglesia, la administración, etc., cuando la derrota definitiva del régimen burgués sea evidente para todos, entonces [sí] todos los obreros, o al menos la mayoría comenzarán a entrar en las filas del Partido comunista”.

31 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.76-80. Una traducción de mejor calidad, en italiano, se encuentra en Maffi, “Storia …”, op.cit., vol.2, apéndice al cap.IX.

32 Pero no sin dejar de tratar de llevarlas al terreno del comunismo liberándolas de sus tendencias y prejuicios anarco-sindicalistas.

33 Afirmación que estaba en contradicción con las tesis ordinovistas [§IV-7].

34 Esta afirmación parecía dar como cierta la hipótesis de la lucha por la conquista del poder como una consecuencia inevitable de la lucha por el control obrero de las empresas (a su vez resultado del caos y de la postulada decadencia ineluctable del capitalismo). Sin embargo, al rendir cuentas en su Informe sobre las deliberaciones en Comisión, Radek fue mucho más cauto acerca de las posibles evoluciones de los Consejos de fábrica y de los sindicatos revolucionarios, abriendo un abanico de posibilidades que sólo en el futuro se podría llegar a precisar: « Algo tiene que ser dicho aquí (sobre la cuestión de los comités de fábrica, de todas las nuevas organizaciones, los Shop Stewards, y así sucesivamente). No se trata de que la cuestión haya sido insuficientemente clarificada, sino que aún está evolucionando. (…) Debemos sopesar la posibilidad de que en el desarrollo de la Revolución se produzcan al respecto fenómenos enteramente nuevos, y que frente a ellos los comunistas no deban tomar posiciones inflexibles o negativas. Hemos tratado de poner por escrito en las tesis lo que puede ser dicho hasta aquí. Pero todos nosotros sentimos que esto puede no ser la última palabra. Estas organizaciones están desarrollándose, y nos plantearán problemas enteramente nuevos. (…) Nosotros no sabemos aún en qué ser convertirán los Shop Stewards británicos, recién acaban de nacer. Nosotros no sabemos en qué se transformarán los Consejos de fábrica alemanes. Por el momento son aún productos del retroceso de la marea revolucionaria. (…) No sabemos aún qué nueva vida la próxima marea revolucionaria (…) producirá en estas organizaciones. Ni siquiera sabemos aún si estas organizaciones serán una fuerza plenamente revolucionaria en los sindicatos. Pero una cosa puede (ya) ser dicha. Tal como está hoy la situación, es la tarea de los comunistas decirles a los trabajadores: “No debéis abandonar los sindicatos. Ellos son las organizaciones proletarias de masas más grandes” ».

35 Ya criticado por Lenin en «El “extremismo” …» como representante del “comunismo infantil”.

36 Esta “teoría” de Bombacci era la mejor justificación de la pasividad de la Dirección del PSI ante el accionar no revolucionario de la CGdL. Respondiendo a Bombacci, Lozovsky (futuro secretario de la ISR) sostuvo que el corolario lógico de sus afirmaciones sería que la Revolución en esos países sería imposible, pues si no fuese posible conquistar para la Revolución a las masas inmensas de proletarios organizados en los sindicatos, ¿quiénes serían sus protagonistas?

37 En Alemania, entre diciembre 1918 y julio 1920 el número de afiliados pasó de menos de 2 millones a 8 millones; en Francia de 400 mil a 2 millones; en Italia de 450 mil a 2 millones.

38 Esto se verificará en particular en Italia cuando tras la fundación del Partido comunista sus militantes obtendrán el apoyo de una muy significativa minoría en la CGdL.

39 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.97-106.

40 Aunque los obreros alemanes no puedan alcanzar el poder ni ver realizados sus intereses de clase sin haber pasado íntegramente por un prolongado desarrollo revolucionario, pueden por lo menos tener la seguridad de que esta vez el primer acto del drama revolucionario que se avecina coincidirá con el triunfo directo de su propia clase en Francia, lo cual contribuirá a acelerarlo considerablemente”.

41 «El socialdemócrata revolucionario sueña (…) con que, después de la gigantesca experiencia de Europa, después del enorme despliegue de energía de la clase obrera de Rusia, lograremos, como jamás hasta el presente, encender la antorcha de la luz revolucionaria ante la masa ignorante y oprimida (del campesinado), lograremos realizar – gracias al hecho de que tenemos detrás de nosotros toda una serie de generaciones revolucionarias de Europa-, con una plenitud hasta ahora nunca vista, todas las reforma democráticas de nuestro programa mínimo; conseguiremos que la revolución rusa no sea un movimiento de unos cuantos meses, sino un movimiento de muchos años, que no conduzca sólo a alguna concesiones de quienes detentan el poder, sino a su total derrocamiento. Y si esto se consigue … el incendio revolucionario envolverá a Europa; el obrero europeo, aplastado ahora por la reacción burguesa, se rebelará a su vez, y nos enseñará “cómo hay que hacerlo”; y entonces el ascenso revolucionario de Europa se repercutirá sobre Rusia y el período de unos cuantos años de revolución se convertirá en una época de varios decenios revolucionarios». [Lenin, “La socialdemocracia y el gobierno revolucionario provisorio”, §3, abril 1905]

42 No podemos aquí abordar en detalle la cuestión de qué significaba entonces “quemar las etapas” de las transformaciones en la vía del socialismo. En ciertos países de Oriente, como fue el caso de Rusia, y como sería muy probablemente el caso de la India, cuyo campesinado había visto su economía arruinada por la política colonial inglesa, se hubiera tratado de acortar al máximo la etapa de las transformaciones capitalistas ya en curso en la agricultura y en la industria. En otros países (de África en particular), en que el mercantilismo apenas había hecho su aparición forzada por la política colonial del trabajo obligatorio para el mercado impuestas a las colectividades agrícolas, podía concebirse un salto directo y voluntario al trabajo asociado moderno en el mundo agrícola sin pasar por las relaciones capitalistas de producción. Esta perspectiva histórica estuvo planteada por Lenin en su “Informe de la Comisión sobre los problemas nacional y colonial” (sesión del 26-7-1920) [en Lenin, Obras Completas, tomo XXXIII, pp.363-369; www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-33.pdf]

43 Lenin sostuvo que, muy a menudo, la burguesía de los países oprimidos, “aunque apoye a los movimientos nacionales, lucha junto al imperialismo contra los movimientos revolucionarios y contra todas las clases revolucionarias [esto será particularmente cierto en China a través del Kuomintang, ndr.]”, añadiendo que “los comunistas debemos apoyar y apoyaremos los movimientos burgueses de liberación de las colonias sólo cuando estos movimientos sean realmente revolucionarios, cuando sus representantes no nos impidan educar y organizar en el espíritu revolucionario al campesinado y a las grandes masas de explotados”.

44 Ejemplos de los movimientos nacionalistas no revolucionarios han sido el Kuomintang en China, el Partido del Congreso (de Gandhi y Nehru) en India, el APRA (de Haya de la Torre) en Perú. Ejemplos de los movimientos nacionales revolucionarios fueron el Partido comunista chino (durante la guerra contra el imperialismo y el Kuomintang, con Mao-Tse-Tung a la cabeza); el Vietmin y el Vietcong en Vietnam; el FLN en Argelia; el movimiento castrista en Cuba.

45 Jingoísmo: chovinismo exaltado que propugna la agresión contra otras naciones.

46 Dado el escaso conocimiento fehaciente que la Internacional tenía de cada una de las innumerables situaciones concretas y movimientos correspondientes al llamado Oriente, lo que era la consecuencia de la escasa implantación en aquellas regiones de comunistas y marxistas sólidos y experimentados, hubiera sido totalmente ilusorio intentar detallar en ese momento la actitud que los comunistas locales y la Internacional debían adoptar concretamente en cada situación. Un panorama general de la acción inicial de la Revolución rusa y de la Internacional en el Oriente asiático se encuentra en E.H.Carr, “La revolución bolchevique (1917-1923)”, vol.3, §26 (“La revolución en Asia”) y §32 (“La cuestión oriental”), Alianza Editorial, 1973. Tres artículos de John Riddell suministran información sintética sobre esta cuestión: [https://johnriddell.wordpress.com/2018/01/04/toward-a-global-strategic-framework-the-comintern-and-asia-1919-25/]; [https://johnriddell.wordpress.com/2018/01/07/should-communists-ally-with-revolutionary-nationalism/]; [https://johnriddell.wordpress.com/2018/01/15/fruits-and-perils-of-the-bloc-within/]

47 Por el hecho de que la Internacional en vías de degeneración no respetará este principio básico y fundamental del comunismo revolucionario, se iniciará ulteriormente, en los años 1926-1927, la tragedia del proletariado, de las masas campesinas y de la Revolución china.

48Como un ejemplo flagrante de los engaños practicados con la clase trabajadora en los países sometidos por los esfuerzos combinados del imperialismo de los Aliados y de la burguesía de tal o cual nación, podemos citar el caso de los sionistas en Palestina, país en el que so pretexto de crear un Estado judío, allí donde los judíos son una minoría insignificante, el sionismo ha entregado la población autóctona de los trabajadores árabes a la explotación de Inglaterra”. Este también será el caso de la llamada “descolonización” de los países africanos del Imperio francés, situación que continúa aún hoy, 60 años más tarde.

49 En las Tesis suplementarias a la cuestión nacional y colonial se trató de precisar las relaciones entre el movimiento comunista y el movimiento revolucionario de los países coloniales, semicoloniales o dependientes, recalcando la necesidad de la independencia de la organización de clase del proletariado respecto a la democracia burguesa o pequeño burguesa, y poniendo de relieve la necesidad para los partidos comunistas de los países coloniales de organizar a los obreros y a los campesinos y los conduzcan a la revolución y al establecimiento de la república soviética: “De este modo, las masas de los países atrasados, conducidas por el proletariado consciente de los países capitalistas desarrollados, accederán al comunismo sin pasar por los diferentes estadios del desarrollo capitalista.”

50Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.287-292.

51 Ibidem, pp.292-294. Cuatro meses más tarde (noviembre 1920), el Ejecutivo de la Comintern publicará en L’Internationale Communiste un “Llamamiento a la clase obrera de ambas Américas”, retomando y desarrollando el planteo continental de la revolución americana.

52 Por razones geopolíticas precisas, “[para] el proletariado británico es imposible emanciparse del yugo capitalista a menos de hacer palanca en la brecha abierta por el movimiento revolucionario en las colonias. (…) [En] caso de Revolución en Gran Bretaña, su destino dependerá en gran parte de que los campesinos y los trabajadores de Irlanda, India, Egipto, y así sucesivamente, vean a los trabajadores británicos como a sus defensores, o que ellos los vieran como cómplices del imperialismo británico”. Radek atacó también a aquellos comunistas ingleses que no llevaban a cabo una propaganda y una agitación constantes en el seno del proletariado contra la política colonial de la burguesía británica, yendo hasta afirmar que la Internacional juzgaría al comunismo británico, no por los artículos que se publicaran en la prensa, sino por el número de comunistas encarcelados por su agitación en las colonias, por cumplir su “deber de apoyar con todos sus recursos al movimiento nacional irlandés”, por su agitación en dirección de la tropas de ocupación y de los trabajadores ferroviarios para impedir el transporte de tropas en dirección de las colonias. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.295-297]

53 Ibidem, pp.287 y 1080. El párrafo original de la tesis de Roy estaba redactado en los siguientes términos: “El derrocamiento del sistema capitalista en Europa es imposible sin la destrucción del imperio colonial”. Este párrafo fue modificado por la Comisión, dando como resultado: “La destrucción del imperio colonial, junto a la Revolución proletaria en las metrópolis, derrocarán al sistema capitalista en Europa”. Las correcciones introducidas por la Comisión en la redacción original de las Tesis complementarias permiten precisar la visión bolchevique de la lucha internacional contra el imperialismo y el colonialismo [Ibidem, pp.1077-1088].

54 Ibidem, pp.1102-1103.

55 Ibidem, pp.303-306.

56 Un análisis detallado de los tres proyectos de tesis presentados en Comisión por Roy, Sultanzadeh y por el comunista de origen coreano Pak Chin-sun permitiría constatar la variedad de visiones que tenían los delegados de las áreas coloniales sobre la naturaleza de las revoluciones en Oriente y su integración en la Revolución anticapitalista mundial. [Ibidem, pp.1077-1099].

57 Ibidem, pp.351-352 y 356-357.

58 Serrati se negaba a apoyar a los movimientos revolucionarios anticoloniales en nombre de una independencia político-organizativa que las Tesis no sólo no cuestionaban, sino que la consideraban como condición previa a todo apoyo in situ a los movimientos nacional-revolucionarios. Pero Serrati no tenía ningún reparo en convivir con – y defender a ultranza la permanencia de – las corrientes reformistas abiertamente antirrevolucionarias en el mismo Partido de clase de un país de capitalismo avanzado. Serrati equiparaba la situación histórica de un área geo-política (Oriente) en el cual la revolución antifeudal y anticolonial abría la vía a la sociedad burguesa moderna y al pujante desarrollo del proletariado moderno (y por ello mismo caracterizada como nacional-revolucionaria), con la de Occidente, donde la única revolución al orden del día era la socialista, y donde la única clase revolucionaria era el proletariado. No es superfluo señalar que la argumentación de Serrati, en ruptura total con las posiciones de Marx y Engels frente a la ola revolucionaria de 1848-1850 en Europa, y con la de Lenin en el Siglo XX en Rusia, fueron retomadas tal cual por la ultra izquierda pseudo-marxista que negaba el carácter revolucionario de la ola anticolonial de la segunda posguerra.

59 Una posición similar a la de Serrati fue la de Paul Leví, quien estableció un paralelo entre estas Tesis y el “Nacional Bolchevismo” de Laufenberg y Wolffheim (estos últimos reconocían un potencial revolucionario a la oposición de la burguesía alemana contra el Tratado de Versalles, y preconizaban una alianza con ella). [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., p.1287, nota 9]

60 Tribunista holandés representante de la ultra izquierda.

61 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.86-91.

62 Cf. Engels, “El problema campesino en Francia y en Alemania”, noviembre 1894.

63 El Proyecto de Tesis de Lenin estuvo precedido por su aprobación del contenido de un notable artículo de Julian Marchlewski dedicado a la cuestión agraria. Lenin afirmó que ese documento había establecido los fundamentos teóricos del programa agrario de la III Internacional. El artículo de Marchnlewski, titulado “El problema agrario y la revolución mundial”, fue publicado en La Internacional Comunista del 20-7-1920 y está traducido al inglés en “Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.1199-1211.

Marchlewski era un revolucionario internacionalista que había militado en el movimiento socialista de Polonia, en el grupo Espartaco durante la guerra, en el Partido bolchevique en 1918, en el KPD(S) luego de la derrota de 1919. Fue delegado polaco al II Congreso (en el que no pudo participar por haber sido nombrado Presidente del Gobierno revolucionario provisorio polaco durante la guerra ruso-polaca de 1920).

64 La afirmación que sólo después de que el proletariado haya conquistado el poder político las dos primeras categorías de trabajadores agrícolas (proletariado y semiproletariado) serían capaces de apoyar enérgicamente la lucha revolucionaria, era demasiado general y pesimista. En Italia, a modo de ejemplo, en los años 1919-1920 el proletariado y semiproletariado agrícolas condujeron espontáneamente luchas gigantescas contra los grandes terratenientes, la propiedad agraria y el Estado burgués, demostrando una gran capacidad no sólo de lucha, sino también de organización [§IV-3].

65 Respecto al Proyecto de Lenin que constituyó el material de base del trabajo en Comisión, las Tesis aprobadas en el Congreso presentan cambios redaccionales en la Tesis #6 que insisten en la necesidad de mantener, en la medida de lo posible, la integridad de las grandes explotaciones modernas. En su docuento, Lenin había hecho hincapié en la experiencia de la Revolución rusa, en un país donde la proporción de las grandes explotaciones modernas era muy reducida en relación a la de los países capitalistas desarrollados, y donde proletariado agrícola era particularmente atrasado. El Proyecto de Lenin se encuentra en Obras completas, tomo XXXIII, Akal Editor, pp.298-310. [https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-33.pdf]

66 En aquellos años esta electrificación estaba aún en pañales incluso en Europa, en América del Norte, etc. Pero hoy en día ella está ampliamente presente en todas las regiones de capitalismo avanzado.

67Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.841-842. Serrati hacía una referencia implícita a la oposición de la socialdemocracia italiana a la defensa de los derechos de importación de productos de la tierra que encarecían los productos de primera necesidad, en tanto que todo el campesinado les era favorable. La respuesta de Trotsky a Serrati fue feroz, sin concesiones contra su oportunismo centrista. [Ibidem, pp.226-227]

68 Tal como el régimen estalinista en Rusia pretendió hacerlo por la violencia en los años 1930.

69 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.91-97.

70 El borrador de la primera parte de las Tesis fue redactado por Trotsky, la segunda por Bujarin y la tercera por Zinóviev.

71Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.541-543.

72 http://www.international-communist-party.org/BasicTexts/Espanol/20ParlaE.htm

73 En la votación final, las Tesis del Ejecutivo obtuvieron 80 votos y 11 en contra; y tres fueron los favorables a las Tesis de Bordiga (de un delegado suizo, un belga y un dinamarqués).

74 Como fundamentación de la preconizada abstención electoral, las Tesis abstencionistas afirmaron: (1) la necesidad “de consagrar toda la actividad política (del Partido) al objetivo revolucionario directo” con el propósito de “acabar con la mentira burguesa según la cual (…) toda lucha por el poder debe llevarse a cabo en el marco del mecanismo democrático (…); y esto no se podrá conseguir sin romper con el método tradicional de llamar a los obreros a las elecciones (…)” (#8); (2) la necesidad de contrarrestar la influencia del anarquismo y el anarco-sindicalismo (anti-parlamentaristas y anti-estatistas por principio) que se nutren de la sana reacción de las masas hacia la acción parlamentaria y la práctica política de la socialdemocracia; sin ese abandono, “los partidos comunistas no obtendrán nunca un amplio seguimiento divulgando el método revolucionario marxista” (#9); (3) la necesidad de impedir que la actividad electoralista concentre todas las fuerzas y los recursos del Partido; de evitar “reforzar (entre la masas) la impresión de que se trata de la verdadera acción central para conseguir los fines del comunismo”; y de volver imposible el “abandono casi completo del trabajo de organización y preparación revolucionaria, dando a la organización del Partido un carácter técnico que de hecho contrasta con las exigencias del trabajo revolucionario tanto legal como ilegal” (#10); (4) la exigencia de depurar a los partidos que ya han adherido a la III Internacional de las corrientes socialdemócratas que permanecen en ellos (#11). Las Tesis abstencionistas terminan afirmando una supuesta imposibilidad técnica de tipo reglamentario para desarrollar en los parlamentos una actividad revolucionaria.

75Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.529-541.

76 En las otras intervenciones, el representante sindicalista revolucionario de los Shop Stewards británicos (Gallacher) acusó a la IC de estar volviéndose oportunista, y defendió argumentos idénticos a los esgrimidos por las Tesis de Bordiga como prueba de la incompatibilidad práctica de la lucha revolucionaria de masas y la participación electoral (otro Shop Stewards, John T. Murphy, defendió la táctica anti-abstencionista). El comunista suizo Herzog sostuvo las mismas posiciones que Bordiga. A partir de las clásicas posiciones anarco-sindicalistas, haciendo derivar la táctica abstencionista de “conclusiones lógicas” de los postulados programáticos, el alemán Augustin Souchy defendió la deserción de toda actividad electoral y parlamentaria. A todos los argumentos basados en la influencia corruptora que el ambiente parlamentario ejercía sobre los representantes obreros, Bujarin respondió más tarde que las influencias corruptoras burguesas estaban presentes por doquier, y también en los sindicatos.

77 Maffi, “Storia della Sinistra Comunista (1919-1920)”, op.cit., apéndice al cap.IX. También en: http://www.international-communist-party.org/BasicTexts/Italiano/20TeParl.htm

78 Todos ellos, Bordiga incluido, habían sido criticados por Lenin en «El “extremismo” …».

79 http://revolucionrusa.net/index.php/articulos-v-i-lenin/150-discurso-acerca-del-parlamentarismo

80Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.375-376.

81 Ibidem, pp.371-372.

82 El Congreso de Leipzig del USPD decidió como primera alternativa prospectar una unión internacional de “partidos social-revolucionarios”, y en caso de fracaso de este intento el establecimiento de relaciones con la Internacional Comunista. En su Congreso de Estrasburgo de febrero 1920, la SFIO decidió romper con la II Internacional y entablar contactos con un cierto número de partidos socialistas con la intención de reconstruir una nueva organización socialista mundial (y fue con esta intención informativa que los franceses Marcel Cachin y André Frossard estuvieron presentes en el II Congreso de la Comintern). En ambos casos esas decisiones tenían la triple intención de no oponer inmediatamente una rotunda negativa a las expectativas de los sectores obreros radicalizados, la de no quedar aislados en la escena internacional, y para las derechas centristas la de demostrar la “imposibilidad” de una integración en la IC. Jules Humbert-Droz denunció en Comisión que en ese mismo momento delegados de la SFIO y del USPD estaban en tratativas con el Partido suizo para fundar una nueva Internacional Socialista (que más tarde será llamada Internacional II½) con partidos que rompieran con la II Internacional.

83 Zinóviev hizo dramáticas y elocuentes descripciones de la situación en el USPD alemán [cuyo oportunismo, a pesar de la voluntad revolucionaria de amplios sectores de sus bases obreras, era lo propio de toda su dirigencia (Hasse, Kautsky, Hilferding, Crispien, Dittmann), oportunismo que no dejaba de desteñir y contaminar a la Izquierda pro Comintern de los Däumig y Cía.; de la influencia catastrófica del reformismo y del centrismo en el Partido socialista francés (de los cuales Cachin y Frossard eran eximios exponentes); de las no menores influencias del centrismo y del reformismo en los partidos italiano, suizo, sueco, danés y noruego. Descripciones de la situación en el Partido francés también fueron hechas por los comunistas Raymond Lefevre (delegado del Comité francés por la III Internacional), Henri Guilbeaux (revolucionario internacionalista) y Boris Goldenberg (Federación Juvenil Socialista); y en el partido suizo por Jacob Herzog y Jules Humbert-Droz.

84 Zinóviev declaró: “Quiero declarar oficialmente – no como como informante de la Comisión, sino como representante de la delegación rusa – que en nuestro Comité Central hemos tenido una discusión y hemos llegado a la siguiente decisión: si llegase a ocurrir que nuestros camaradas italianos u otros quisieran mantener los vínculos con estos elementos de derecha [Kautsky, Hilferdng, Longuet, nuestro Partido prefiere permanecer completamente solo a establecer vínculos con semejantes elementos”. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., p.378]

85 Cuando Willi Münzenberg (delegado del Comité Ejecutivo de la Juventud Internacional Comunista) reprochó al Ejecutivo sus conversaciones en curso con el USPD, Lenin lo interrumpió con un lacónico: “¿Quién quiere admitir al USPD?” [Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920, op.cit., p.439]. En Comisión, Trotsky dijo a los delegados Independientes: “La convergencia entre (el SPD) y la corriente de derecha del USPD es de dominio público. A ello debe corresponder otra convergencia: entre la corriente de Izquierda del USPD y el KPD. Si el USPD desea integrarse en la III Internacional tiene que tomar enérgicas decisiones y romper con su corriente de derecha”. Las “negociaciones” entabladas en Moscú fueron un ejemplo de esa “capacidad de maniobra” de los Bolcheviques a la que se refería Lenin en «“El “extremismo”… »; en este caso se trató de entablar públicamente “conversaciones” a la vez que hacían votar por la Internacional Tesis y Condiciones de Adhesión absolutamente inaceptables para todo reformista y muy difíciles de “tragar” para todo centrista, aunque muchos de ellos finalmente terminaron aceptándolas con tal de no quedar marginados de sus propias bases. El problema que se le plantreará ulteriormente a los partidos comunistas será qué hacer y cómo lidiar con ellos.

86 Los franceses Raymond Lefebvre, Henri Guilbeaux y Boris Goldenberg; el suizo Jakob Herzog; los italianos Luigi Polano (delegado de la Federación de la Juventud Socialista italiana) y Bombacci (quien en Rusia tuvo un súbito acceso de “extremismo”, y en esta ocasión hizo un público mea culpa por haberse opuesto en el Congreso de Boloña a la propuesta de Bordiga de expulsar a todos los dirigentes reformistas); el húngaro Matías Rakosi; los alemanes Ernest Meyer y Willi Münzenberg; el ruso Lozovsky; el holandés Wijnkoop.

87Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., p.518

88 Semejante propuesta, que no correspondía para nada a los objetivos y necesidades de la forja de partidos revolucionarios, respondía a la preocupación constante de Leví por aplanar las diferencias entre los Independientes de izquierda y los Comunistas, y superar así lo que él consideraba como una catástrofe para el movimiento obrero alemán, a saber, la escisión de los Espartaquistas y la constitución del KPD(S) en enero 1919. [Ibidem, op.cit., p.496]

89 Co-presidente del USPD entre noviembre y enero 1919 y ministro en el Gobierno de Ebert-Hasse de noviembre 1918, respectivamente.

90 La oposición tardía del USPD a la continuación de la guerra nunca tuvo un carácter revolucionario [§III-3]. En su intervención en sesión plenaria, Leví demolió detalladamente esta pretensión que también lo era de la izquierda Independiente. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.489-490]

91 Lo que Leví se encargó de desmentir [Ibidem, pp. 493-494]. Dittmann, por su parte, descargó sobre los ministros del SPD, así como sobre las necesidades de la Realpolitik, toda responsabilidad del USPD frente a las acusaciones de acciones antisoviéticas del Gobierno de coalición Ebert-Hasse de 1918.

92 En Comisión, Crispien y Dittman cuestionaron conjuntamente la exigencia de que el Partido adoptase el nombre “Comunista”; reclamaron eliminar de las Tesis y Resoluciones todo lo que tuviese que ver con un trabajo o estructuras ilegales y la proclamación pública de un trabajo en el Ejército y por el armamento del proletariado (con la evidente “justificación” de evitar que el Partido fuese puesto fuera de la ley); objetaron la centralización político-organizativa y el control de la prensa partidaria por parte de los órganos centrales (en nombre de la “alergia” de los obreros suscitada por las burocracias socialdemócratas); defendieron a reformistas notorios (Hilferding); negaron que el kautskismo tuviese influencia en el Partido; cuestionaron como “superflua” la consigna de reemplazar sistemáticamente a los líderes reformistas y centristas por comunistas en todos los puestos de cierta responsabilidad en el movimiento obrero (organizaciones de Partido, equipos de prensa, sindicatos, grupos parlamentarios, cooperativas, gobiernos locales), denunciando un peligro de “persecución y de inquisición”, de actuar como en la Iglesia, y de dar rienda suelta a una caza de brujas por “ambiciones personales”; sostuvieron que el USPD ya había roto con los reformistas; se opusieron a que se señalasen nominalmente a los reformistas por no ser éste un procedimiento “elegante” (sic), no dándoles además la “posibilidad estatutaria” de defenderse; cuestionaron la constitución de fracciones comunistas en los sindicatos y en las cooperativas obreras; rechazaron la Condición de Adhesión #20 que aseguraba a los comunistas el 2/3 de los cargos directivos de los Partidos a dirigentes que aún antes del II Congreso se habían declarado por la adhesión a la Internacional Comunista.

93 No sin dejar de conceder que, con seguridad, ésta no era la intención del Partido comunista ruso.

94 Sin detenerse en que, por ejemplo, un Robert Dissmann, presidente del sindicato metalmecánico de Alemania, era un Independiente de izquierda y llevaba a cabo una política perfectamente reformista.

95 Fue hasta declarar en Comisión que, desde enero 1918, el USPD había sido “el instrumento de la Revolución alemana”.

96 A saber: “Influencia dominante de la extrema izquierda” (que luego fundará el KAPD) durante el Congreso de fundación del KPD(S); “falta de claridad táctica”; “ataques ‘injustificados’ (¡sic!) contra el USPD”. Däumig vio en la ulterior expulsión de la extrema izquierda, y el rechazo de la táctica del boicot de las elecciones efectuada por el Congreso de Heidelberg en Octubre 1919 [§IV-26], la confirmación de la justeza de la negativa de la izquierda Independiente a integrar el KPD(S).

97 “En su momento – diciembre 1918 – yo consideré que la escisión entre el Partido comunista y nuestro Partido fue un error desastroso. Nosotros [¿quiénes?] estamos pagando terriblemente las consecuencias de esta separación. Una escisión en el USPD sería en este momento un grave error similar. (…) Si las relaciones entre los comunistas y nosotros han sido ocasionalmente [¡sic!] muy conflictivas durante el último año y medio, eso ha sido debido [no a la política contrarrevolucionaria del USPD, sino] en no menor parte a los muchos errores y confusiones que su Partido, como el nuestro, ha experimentado [las responsabilidades serían pues compartidas …]. (…) No es ningún secreto de que existían fuertes diferencias de opiniones en nuestro Partido. Nosotros tuvimos diferencias de opiniones durante la guerra relacionadas con (sus) declaraciones pacifistas (…) y más tarde en la cuestión de la entrada en el primer Gobierno luego de la revolución, sobre cómo colaborar con la derecha socialista (SPD), como también acerca de algunas (¡sic!) de las medidas gubernamentales. Más tarde tuvieron lugar enfrentamientos sobre si apoyar a la Asamblea Constituyente o al sistema de los consejos, y [¡como si fuese poco!] sobre la democracia o la dictadura del proletariado. Nadie puede negar que en nuestro Partido toda estas cuestiones han sido resueltas en función de los intereses del futuro desarrollo de la revolución (¡resic!). Hoy en día nuestro Partido en su totalidad (¡sic!) apoya la revolución social y la dictadura del proletariado, rechazando la falsa democracia burguesa, aunque no siempre con la necesaria claridad en cuanto al significado y a los métodos de la dictadura proletaria”. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.509-510]

98 “Nosotros no podemos ni debemos ocultar el hecho de que este Partido, con la excepción de su Comité Central, aplicó las políticas de las fuerzas que hoy conforman al KAPD en casi todas las organizaciones locales y regionales”. [Ibidem, p.512]

99 Ambos habían ido a Moscú con el propósito exclusivo de “intercambiar información”. Cachin fue quien en 1915 aportó a Mussolini fondos para lanzar el periódico intervencionista “Popolo d’Italia”.

100 Fue inmediatamente después de la lectura de la Declaración de Cachin y Frossard que los franceses Lefebvre, Guilbeaux y Goldenberg describieron cuál era la verdadera situación en la SFIO (con una dominación compartida entre el centrismo y el reformismo, y la presencia de una minoría favorable a la III Internacional).

101 Serrati afirmó que no existía un “sincerómetro” que midiese la voluntad revolucionaria de los candidatos a la Internacional, a lo que Lenin respondió: “Nosotros no tenemos necesidad de él [pues] ya tenemos un instrumento para caracterizar (a las) tendencias”.

102 Afirmación idéntica a la de los Independientes del USPD.

103 Serrati defendió la acción del diputado Turati contra la guerra (su voto contra los créditos militares durante el conflicto), sin mencionar su defensa pública de “la patria en peligro” en ocasión de la derrota de Caporetto, para no mencionar su constante apoyo solapado a la política gubernamental durante todo el conflicto bélico); sostuvo que Turati había sido toda su vida el enemigo del oportunismo burgués (lo que equivalía a callar su permanente acción política de colusión con los Gobiernos burgueses a partir de inicio del Siglo XX); sostuvo que Turati nunca abriría el fuego contra las multitudes (pero acalló el hecho de que su corriente se opuso a todas las grandes luchas de masas durante los dos primeros decenios del siglo); afirmó que Turati siempre fue fiel a lo prometido (lo que jamás salió del marco del reformismo) y que siempre había respetado la disciplina partidaria (lo que era una total falsedad, tanto en su caso como en la de los sucesivos Grupos parlamentarios socialistas).

104 La afirmación de la “utilidad” de Turati para un Partido dominado por el centrismo maximalista encerraba una gran verdad, extensible a toda la corriente reformista. Existía una simbiosis profunda entre el reformismo y el maximalismo. Los resortes reales de la socialdemocracia italiana para encuadrar a las masas obreras pasaban por las organizaciones sindicales (CGdL y Federterra) y por sus representaciones parlamentarias y comunales, todas ellas mayoritariamente en manos del reformismo. Sin esa “alianza de hierro”, el maximalismo no hubiese dado siquiera la ilusión de representar una gran fuerza social.

105 El análisis de las intervenciones de los bolcheviques acerca de las declaraciones de Cachin y Frossard nos alejaría de los ejes centrales de nuestro trabajo, consagrados principalmente al movimiento obrero de Italia y Alemania.

106Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., pp.381-385.

107 En su primera intervención Zinóviev había declarado: «Hoy los partidos que ya han adherido a la Internacional Comunista contienen aún un elemento extraño que no pertenece a nuestro medio. Me estoy refiriendo a los reformistas. Decimos esto en cada discurso y continuaremos diciéndolo hasta que esto termine. Al comienzo de la guerra imperialista fue acuñada la frase “El enemigo está en nuestro propio país”. Se refería a la burguesía. Mientras continuemos tolerando al ala reformista en un partido que se llama a sí mismo comunista (como en el caso del Partido italiano, por ejemplo), mientras tengamos reformistas en nuestras filas (es decir, ideólogos burgueses), debemos hacer sonar la alarma y decir: “El enemigo está en nuestra propia casa”. Nosotros decimos por consiguiente a nuestros camaradas italianos: “El enemigo está en vuestra casa; debéis expulsarlos”. (…) Hoy la burguesía no podría durar seis meses si no fuera por los gentlemen socialpatriotas, si no fuera por la gente que permanecen en los partidos obreros y en los sindicatos con la intención de sabotear nuestra lucha» [Ibidem, pp.244-245]

108La situación en Italia es intolerable para Internacional Comunista. El movimiento sindical en su totalidad está en manos de los reformistas. El Partido tiene la culpa de ello. Debo informar a los camaradas que los sindicatos italianos no han convocado su Congreso durante los últimos 7 años, y esto es tolerado por un Partido que pertenece a la Internacional Comunista. (…) Semejante concesión es un escándalo. ¿Cómo pueden esperar hacer una revolución proletaria cuando las direcciones de los sindicatos están en manos de reformistas declarados? (…) Si los líderes del Partido italiano continúan tolerándolo, entonces nos dirigiremos a los trabajadores italianos por encima de sus cabezas”. [Ibidem, pp.518-519]

109 Que en otro lugar Zinóviev haya podido afirmar que el Partido italiano era “uno de los mejores que han dejado a la II Internacional” era un índice claro de la gravedad de la situación y de la confusión o mala voluntad que reinaba entre los postulantes a integrar la Internacional Comunista. [Ibidem, pp.385-386]

110 El delegado del KPD(S) Meyer declaró no tener la misma expectativa que Radek, denunciando el hecho que la izquierda Independiente ni había dado a conocer públicamente la Carta Abierta del mes de febrero que el Ejecutivo había mandado a la Dirección del USPD. [Ibidem, p.431]

111 Ibidem, pp.391, 394-395, 1130.

112 www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-33.pdf, pp.369-375.

113 Lenin añadió: «La victoria de los obreros es imposible sin sacrificios, sin que la situación empeore transitoriamente. (…) Quienes quieren preparar a los obreros para la dictadura y hablan de empeoramiento “no demasiado grande”, olvidan lo principal; a saber, que la aristocracia obrera surgió de ayudar a “su” propia burguesía a conquistar y estrangular a todo el mundo con métodos imperialistas, para asegurarse con eso un salario mejor. Y si ahora los obreros alemanes quieren hacer la revolución, deben hacer sacrificios y no asustarse por ello».

114 Y agregó que contra la burguesía contrarrevolucionaria y sus esbirros “estamos obligados a ejercer la violencia y el terror.

115Yo no niego que ustedes quisieran actuar de manera revolucionaria, per sí digo que ustedes no pueden pensar de manera revolucionaria”.

116 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.59-62.

117Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., p.390.

118 «Todo partido perteneciente a la III Internacional tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de “sus” imperialistas en las colonias, de sostener, no con palabras sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópoli, de despertar en el corazón de los trabajadores del país sentimientos verdaderamente fraternales para con la población trabajadora de las colonias y de las nacionalidades oprimidas, y llevar a cabo entre las tropas metropolitanas una continua agitación contra toda opresión de los pueblos coloniales».

119 Este fue, en particular, la posición defendida por el gran revolucionario internacionalista Christian Rakovsky: “Las condiciones para adherir a la Internacional Comunista no nos proveerá de ninguna garantía. Las [21] Condiciones deben ser vistas como un mínimo, y si fuese necesario, [habrá que] hacerlas (aún) más rigurosas. Pero yo creo que la Internacional Comunista deberá darse otra garantía. Sólo la creación de un verdadero Centro para el movimiento internacional, la creación de un verdadero staff de la Revolución que disponga de una autoridad total para dirigir al movimiento por todo el mundo asegurará que las condiciones para la adhesión sean puestas en práctica. Es claramente vital que ese Centro disponga de una autoridad muy amplia”. [“Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920”, op.cit., p.476]

120 Ahora bien, en la mayoría de los partidos candidatos esas tendencias brillaban por su ausencia, o su influencia era marginal; y frente a las problemáticas y dificultades que la Internacional deberá enfrentar en los años sucesivos, los bolcheviques no encontrarán en Occidente fuerzas capaces de contribuir positivamente para superarlos. Cuatro años más tarde, cuando en el V Congreso Zinóviev presentó el Informe del Ejecutivo sobre la situación interna de los partidos comunistas en Europa, la situación general será descrita como catastrófica.

121 www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf, pp.56-59.

122 Otros temas relacionados con el II Congreso, y que lamentablemente no podemos abordar en este trabajo, además de las tesis de Zinóviev sobre la constitución de los Soviets (que fueron mencionadas en [§IV-nota 285]), fueron la adhesión de los comunistas ingleses al Labour Party; las Tesis sobre el Movimiento Comunista de Mujeres; las Tesis sobre el Movimiento de la Juventud, y el Congreso de los Pueblos de Oriente (Bakú, septiembre 1920).

123 Bordiga, “Intorno al congresso internazionale comunista”, Il Soviet, 3-10-1920.

124 Bordiga, “Il cotrollo sindacale”, Il Soviet, 11-11-1920.

125 La situación que suscitó en Rusia el poderoso auge de la lucha proletaria por el control de la producción está descrita en Alexander Rabinowitch, “Les bolcheviks prennent le pouvoir – La révolution de 1917 à Petrograd”, ed. La Fabrique.

126 “[Es] muy difícil predecir las formas transitorias que llevarán a la creación de los Soviets en Alemania. Además, yo planteé la hipótesis de que los Soviets podrían ser la extensión de los comités de fábrica: al decir esto, me basaba esencialmente en la experiencia de 1923. Pero está claro que ésta no es la única posibilidad. Bajo la presión del desempleo y la miseria por un lado, y bajo el impulso fascista por el otro, la necesidad de unidad revolucionaria puede tomar directamente la forma de los Soviets, dejando a un lado los comités de fábrica”. [“La révolution allemande et la bureaucratie stalinienne”, enero 1932] [www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1932/01/320127.htm]

127 Bordiga, “Da Mosca a Firenze”, Il Soviet, 17-10-1920.

128 En su trabajo sobre “La crisis de la socialdemocracia alemana”, Rosa Luxemburgo afirmaba, por ejemplo, que “(en) esta era de imperialismo desatado, ya no puede haber guerras nacionales. Los intereses nacionales sólo sirven de pretexto para poner a las masas trabajadoras populares bajo la dominación de su enemigo mortal, el imperialismo”. La batalla y la victoria de Lenin en el Partido bolchevique en esta cuestión fundamental preludió su planteamiento y la aprobación de las” Tesis sobre la cuestión nacional y colonial” en el II Congreso.

129 Bordiga, “Intorno al congresso internazionale comunista”, art.cit.

130 Cf. Bordiga, “La questione agraria”, 1921 [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/questione_agraria.htm] Una traducción en castellano fue publicada en “El Programa Comunista”, n°32 (octubre 1979) y n°33 (enero 1980).

131 Bordiga, “Il comunismo e la questione nazionale”, Prometeo, 15-4-1924; “Progetto di tesi presentato dalla sinistra per il III Congresso del Partito Comunista d’Italia – Lione 1926”. Pero sin una sólida trayectoria en este difícil terreno, tras la victoria del estalinismo y la catástrofe de la Revolución China de 1926-27, la cuestión nacional y colonial se volverá para la ICI un problema recurrente y conflictivo, particularmente luego de la II Guerra Mundial, en ocasión de la eclosión en Asia, África y América Latina de la ola nacional y anticolonial de los pueblos de color, en una época en que el proletariado había desaparecido a escala internacional como fuerza autónoma y dirigente de la lucha contra el imperialismo. Este aspecto del problema merece ser desarrollado en una presentación general de la trayectoria histórica del “bordiguismo”.

132 La Tesis #17 de las “Tareas fundamentales de la Internacional Comunista” estuvo redactada en los siguientes términos: “En lo relativo al Partido socialista italiano, el II Congreso de la III Internacional,reconociendo que la revisión del programa votado el año pasado por ese Partido en suCongreso de Boloña marca una etapa muy importante en su transformación hacia elcomunismo, y que las proposiciones presentadas por la Sección de Turín al Consejo Generaldel Partido publicadas en el periódico L’Ordine Nuovo del 8 de mayo de 1920 coinciden con todoslos principios fundamentales de la III Internacional, solicita al Partido socialista italiano que examine, en el próximo Congreso que debe ser convocado de acuerdo a los estatutos del Partido y de las disposiciones generales de admisión en la III Internacional, las mencionadasproposiciones y todas las decisiones de los dos Congresos de la Internacional Comunista, particularmente en lo referido a la fracción parlamentaria, a los sindicatos y a los elementosno comunistas del Partido.”

133 “Lenin y Bujarin declararon que no habían tenido la intención de expresar un juicio sobre la orientación de L’Ordine Nuovo, del cual no estaban suficientemente documentados, sino sólo indicar la cita precisa de un documento al cual sólo se refiere su aprobación”. [Bordiga, “Intorno al Congresso internazionale comunista”, art.cit.]

134 Serrati, “Il secondo Congresso della Terza Internazionale. Alcune osservazioni preliminari”, Comunismo, 15-30/9/1920.

135 “L’intransigenza di Serrati (a propósito del II Congresso dell’Internazionale Comunista”), Avanti!, 2-30/10/1920.

136 El notable artículo del bolchevique Niccolini [Nicolaj Ljubarskij] aportó una bocanada de oxígeno en las publicaciones de las corrientes socialistas de la época, y una muestra concreta de la distancia que incluso las vanguardias comunistas europeas debían aún recorrer para ponerse al nivel de la vanguardia rusa. Las respuestas precisas de Niccolini en la cuestión agraria y en la nacional y colonial también eran aplicables a las reservas emitidas por Bordiga.

137 L’Ordine Nuovo, 20-11-1920. La misiva de Zinóviev no cerró las puertas a la unificación de ambas Fracciones que se reclamaban de la Internacional, pero le negó a la de Serrati todo apoyo de la Comintern: “Si Serrati y sus amigos quieren defender la Internacional Comunista, si verdaderamente quieren ayudar a la formación de un verdadero Partido comunista en Italia, ellos deben entrar en vuestra Fracción Comunista. No puede haber decisiones diversas, y el Comité Ejecutivo de la IC no podría ni aceptar ni aprobar otras decisiones”.

138 “Sobre la lucha en el Partido socialista italiano”, 4-11-1920; https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-34.pdf, pp.79-91.

139 El lector podrá encontrar una exposición detallada de los preparativos del Congreso de Livorno por parte del reformismo, del maximalismo centrista en todas sus variantes, y de las corrientes comunistas en Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, op.cit., vol.3, §III y IV.

140 Il Soviet, 17-10-1920; L’Ordine Nuovo, 30-10-1920; Maffi, op.cit., §IV.1.

141 Este es un ejemplo elocuente del papel de las minorías de vanguardia con una fuerte continuidad de combate teórico, político y organizativo en cuanto catalizador y nucleador de las vanguardias militantes en la formación de los partidos revolucionarios.

142 Bordiga, “Verso il partito comunista”, Il Comunista, 19-12-1920

143 En esta Conferencia particiaron las secciones que expresaron su adhesión al Manifiesto-Programa.

144 El lector encontrará reproducidos in extenso estos dos documentos en Maffi, op.cit., §IV.4.

145 Este capítulo del Informe de Bordiga-Terracini cumplió una función indispensablede salubridad política: pasar la historia de la socialdemocracia italiana por un baño de ácido clorhídrico no sólo para denunciar ante el proletariado el peso contrarrevolucionario del reformismo, sino también para señalar sin miramientos las debilidades y falencias de su propia trayectoria. Esta síntesis no estuvo exenta de una visión generosa y optimista del potencial revolucionario de las oposiciones de izquierda durante todo ese período (y en particular durante el Bienio Rojo ante los movimientos contra la carestía de la vida, la cuestión agraria y las ocupaciones de fábrica).

146 “Resoconto stenografico del XVII Congresso Nazionale del Partito Socialista Italiano (Livorno, 15-20/1/1921)”, Ed. Avanti!, 1963. El lector también puede consultar Luigi Cortesi, “Il socialismo italiano tra riforme e rivoluzione – Dibattiti congressuali del PSI (1892-1921)”, Ed. Laterza, 1969, pp.851-958.

147 Para contrarrestar la propaganda reformista y serratiana, Kabaktchiev ocupó gran parte de su intervención en defender las Tesis agrarias y nacional y colonial del II Congreso, para luego pasar a denunciar la política de compromiso con el reformismo y la CGdL, el rechazo de las 21 Condiciones de Adhesión, el reclamo de autonomía política de los Partidos Comunistas nacionales; y acusó a los “comunistas unitarios” de cumplir el mismo papel contrarrevolucionario de los Independientes alemanes en la inmediata posguerra.

148 Al centrar largamente su intervención en la situación italiana de la posguerra (calificada de “crisis revolucionaria permanente”), en la significación revolucionaria de los movimientos contra el costo de la vida, de las ocupaciones de fábrica y de las movilizaciones agrarias, y en las tareas inmediatas de la lucha por el poder en Italia (cosa que, por su parte, la Fracción Comunista no hizo, habiendo impostado su planteo en la necesidad de la ruptura con la tradición histórica dominante de la socialdemocracia italiana), y al afirmar que “hoy la diferencia entre los oportunistas y los comunistas reside en que los primeros no reconocen la situación revolucionaria y no admiten que las condiciones para una revolución proletaria están maduras”, la intervención de Kabaktchiev desplazó el centro de la discusión de las bases doctrinales y programáticas del Partido a la caracterización de la situación italiana (¿revolucionaria o no?, ¿inminente o no?), lo que se repercutirá a su vez en la masa militante para justificar o rechazar los términos de la escisión. Esto no menoscaba para nada el hecho de que su acusación responsabilizando al maximalismo de haber desaprovechado el potencial revolucionario del Bienio Rojo estaba totalmente justificada, como así también su puesta en guardia contra la aceleración de la preparación contrarrevolucionaria de la burguesía italiana y la guerra civil en ciernes (cuestión que el Ejecutivo también había planteado anteriormente).

149 La Moción presentada por esta corriente: (a) reclamó • la permanencia en el Partido de todas las tendencias socialistas (comunistas incluidos); • “la libertad de crítica y la disciplina en la acción”; • la permanencia en la Internacional Comunista y el derecho de interpretar a piacere la aplicación de las 21 Condiciones de Adhesiónsegún las condiciones de cada país”; (b) rechazó la dictadura del proletariado “como obligación programática” para todos los países según el modelo ruso y para los pueblos “democráticamente desarrollados”; (c) rehusó “[requerir] el uso de la violencia y de medios ilegales en la lucha de clase y la conquista del poder público” (a menos que la burguesía misma recurriese a una “resistencia ciega”); (d) negó que la situación pudiese llegar a ser revolucionaria “a corto plazo en los países capitalistas más ricos”; y (e) afirmó que en Italia una revolución “de tipo ruso”, en ausencia de una revolución simultánea “en algún país más rico”, estaría a corto plazo destinada al fracaso.

150 En nombre de la oposición a “portar el malestar, la discusión, el disenso, la diatriba y la división” en las organizaciones sindicales y las cooperativas obreras (necesarias para la obra de reconstrucción socialista), lo que exigiría que la “depuración” de todo reformismo fuese hecha “gradualmente, tranquilamente, de manera serena, para no provocar disensos ni cismas” (Serrati dixit); y en nombre de la supuesta inexistencia de una verdadera fracción opuesta a la orientación revolucionaria del Partido socialista (ya que el viejo reformismo habría cambiado su mentalidad de la preguerra – Baratono dixit). En su intervención, Serrati no abordó ninguna cuestión programática o de principio central y consagró el 9/10 de su tiempo a supuestas incoherencias de la Dirección de la Comintern que no otorgaba al PSI exactamente el mismo trato (o “privilegios”) que sí concedía a otros partidos (como el francés), bien que las “cartas de nobleza” del socialismo italiano eran mucho más meritorias que los de los otros países europeos.

151 Estas diferencias serían solamente “de sentimiento y de hábito mental”, calificando a ambas de “leales y honestas”, y negando que los reformistas fuesen traidores y cómplices de la burguesía (ya que la mentalidad reformista de los dirigentes sindicales sería inherente a su misma función por ser la expresión de la voluntad de los obreros).

152 “Italia no es Rusia y no esperéis formar un Partido selectivo, un Partido conspirativo secreto como era el partido de los revolucionarios rusos antes de la revolución, no esperéis instituir más tarde un gobierno del tipo que hoy existe en Rusia. Lo mismo en la cuestión de la violencia” [Baratono].

153 “Sin abandonar los poderes reales y efectivos que hemos conquistado hasta hoy, sin abandonar nuestras organizaciones, nuestras comunas, nuestra posición en el Parlamento, la autoridad que tenemos por todas partes”.

154 El centrismo era plenamente consciente de que la ruptura con la Internacional era inevitable. Su patético malabarismo retórico sólo apuntaba a arrastrar consigo, no sólo a la pletórica mayoría del aparato partidario (compuesta por representantes parlamentarios y municipales, burócratas sindicales y de las cooperativas, y personal permanente), sino también a importantes bases obreras atraídas por la Internacional, y que por sentimentalismo estaban ligadas al partido que les había dado por primera vez conciencia de sus intereses de clase. La Moción “comunista unitaria” consistió en un conjunto de más que vagas afirmaciones generales, y acentuó toda la ambigüedad del centrismo italiano: • proclamó al más puro estilo socialdemócrata, y sin la más mínima precisión de seguridades y medios, la necesidad de “reforzar la unidad del Partido” y la de una “mayor homogeneidad y centralización”, así como “la subordinación al Partido político de los organismos centrales del movimiento económico y sindical”; • reafirmó “la necesidad de que sea conservada la trabazón unitaria del Partido con el propósito de alcanzar mejor y más rápidamente la conquista de todos los poderes políticos para lo cual cualquier método es aceptable [¡clásicas expresiones reformistas!] dentro de los límites de la absoluta intransigencia de clase”; • volvió a confirmar su adhesión a la III Internacional diciendo aceptar integralmente las 21 Condiciones de Adhesión, pero añadiendo que éstas debían se aplicadas “según las condiciones ambientales e históricas del país”; y • reclamó la posibilidad de mantener “provisoriamente” el nombre de Partido Socialista (para evitar que otros llegasen a usufructuarlo). [Cortesi, op.cit., pp.951-952]

155 No nos detendremos en las intervenciones de los dos secretarios nacionales del Partido que se sucedieron después del Congreso de Boloña (Bombacci, quien participó de la fundación de la Fracción Comunista, y Gennari, quien se declaró favorable a las 21 Condiciones y adherirá al Partido comunista), ni a la del viejo reformista Graziadei que se acercó al comunismo. Bombacci y Graziadei formarán parte de los comunistas de derecha que no tendrán ningún peso en el Partido; Gennari tampoco incidirá significativamente en él. Gramsci no tuvo participación alguna en el Congreso. Tampoco lo tuvo Tasca (ex ordinovista y futuro comunista de derecha).

156 Bordiga, “Gli unitari non sono comunisti”, Il comunista, 26-12-1920

157 La extensa intervención de Terracini está resumida en Cortesi, op.cit., pp.857-858.

158 Disponible en su versión estenográfica, pero con algunos problemas de transcripción que hacen que ciertos párrafos y encadenamientos parezcan confusos. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/discorso_bordigalivorno.htm]

159 Sin precisar que se trataba de la cuestión nacional y colonial, de la agraria, de la adhesión de los comunistas al Labour Party, de la aceptación de corrientes sindicalistas en la Internacional (IWW y Shop Stewards), respecto a las cuales Bordiga mismo había expresado reticencias en el pasado.

160 Bordiga en ningún momento de su intervención abordó la cuestión de la apreciación como revolucionaria de la situación durante el Biennio Rosso, sobre la cual las intervenciones del Ejecutivo y de Kabaktchiev habían hecho hincapié. Ello se debió a que privilegió las cuestiones programáticas y de principio, y al hecho de que su apreciación de la situación de aquel período no coincidía necesariamente con el de la Internacional (dada la ausencia previa de un Partido revolucionario capaz de capitalizarla).

161 Declaración de Rakosi en el III Congreso de la Internacional Comunista. [“Proceedings of the Third Congress of the Communist International, 1921”, editado por John Riddell, Haymarket Books, 2015, pp.324-325]

162 Broué, op.cit., pp.421-429; Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista (settembre 1920 – giugno 1921)”, vol.III, §.1- 1 (pp.4-21), ed. Il programma comunista [http://www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_3_01.htm].

163 L’Ordine Nuovo, 11-18-24/12/1920.


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