Capítulo VI


Índice


PRIMERA PARTE

El PCdI hasta el III Congreso de la Internacional

1.- La fundación de las secciones nacionales de la Internacional Comunista suministraron la materia prima y la masa crítica de militantes para la formación de los partidos que debían capacitarse para la lucha y alzarse a la altura de sus tareas revolucionarias. Se trataba de una condión necesaria, pero no aún suficiente de esa transformación.

Hemos abordado anteriormente las oscilaciones políticas del KPD(S) desde su inicio, y en los capítulos siguientes veremos la trayectoria, las dificultades crecientes del Partido comunista alemán Unificado (VKPD) que culminarán en la catástrofe de Octubre 1923. En cuanto al recién fundado Partido Comunista de Italia, retrazaremos sucintamente el ingente trabajo de su Dirección de izquierda de los años 1921-1922 para tratar de forjar un partido revolucionario. La Dirección del nuevo Partido (cuyo Comité Ejecutivo [CE] estaba compuesto por Bordiga, Grieco, Terracini, Repossi y Fortichiari1), encaró inmediatamente el trabajo de orientación política, de organización fuertemente centralizada, de propaganda y agitación vigorosas, y de participación activísima en las luchas tanto en el terreno sindical como en el de la resistencia armada contra la ofensiva fascista. En el término de pocos meses, el Partido surgido de Livorno poseía un perfil nítido en ruptura con las prácticas rutinarias y legalistas, propias del reformismo y del centrismo socialdemócratas. Compuesto por más de 95% de obreros, estaba abocado de lleno a las tareas impuestas por una situación de guerra civil. La Dirección del PCdI tenía una clara conciencia de que se trataba de conformar un partido de combate2.

“Porque los acontecimientos urgen y nuestra preparación debe acelerarse – escribió Bordiga3 –, no es admisible que los comunistas pierdan un solo minuto en la obra de consolidación de sus propias filas. Queremos tener la seguridad de que ninguno faltará al deber que le incumbe en el caso de que el Partido exija sacrificios. Los elementos que componen nuestras filas, que en un noventa por ciento son obreros, confortan nuestra esperanza de que el Partido comunista dará al proletariado la sensación de ser el verdadero y único partido de la clase trabajadora. Los compañeros y especialmente los jefes deben meditar sobre la enorme responsabilidad que asumen en esta hora, y que no pueden ni deben eludir. Estamos en una guerra activa, e incluso para nosotros y para nuestro militantes rige un código de guerra”.4

De lo que se trataba era de la forja y la capacidad de los partidos comunistas para llevar a cabo sus tareas revolucionarias. La selección de las fuerzas y militantes del Partido era y debía ser la cristalización organizativa de la vanguardia en lucha por sus objetivos programáticos, sus principios fundamentales, siguiendo la estrategia y los lineamientos tácticos fundamentales de la Internacional Comunista.

Nada diverso sostendrá Lenin en sus “Notas de un publicista” de febrero 1922: “La transformación de un partido europeo del viejo tipo, parlamentario, reformista en los hechos y apenas tinturado de color revolucionario, en partido de nuevo tipo, es algo extremadamente arduo. El ejemplo de Francia es sin duda el que demuestra más netamente esta dificultad. Renovar en la vida cotidiana el estilo del trabajo del partido, metamorfosear la cotidianidad grisácea, lograr que el partido se convierta en la vanguardia del proletariado revolucionario, sin alejarse de las masas, sino acercándose a él cada vez más, elevándolas a la conciencia y a la lucha revolucionaria: he aquí la tarea más difícil, pero también la más importante. Si los comunistas europeos no utilizan, en vistas de esta transformación interna, profunda, radical, de toda la estructura y de toda la actividad de sus partidos, el intervalo de tiempo, muy corto sin duda, entre dos períodos en los que se acentuaron particularmente las batallas revolucionarias que numerosos países capitalistas de Europa y de América han vivido en 1921 y a inicios de 1922, esto sería de su parte un crimen”.

La situación creada por la ofensiva fascista exigía del Partido naciente esta transformación radical. Y Lenin añadía a la intención de los comunistas italianos: “[Educar] a las masas sin descanso en el espíritu de la concepción del mundo y la acción revolucionarias, sacar provecho práctico de las lecciones concretas del fascismo, prácticamente excelentes (aunque cuesten caro), es así como la victoria podrá ser asegurada al communismo italiano”.

La posición del PCdI contra la ofensiva fascista

2.- Otoño de 1920. Tras el reflujo proletario consecutivo a las ocupaciones de fábrica del mes de septiembre, el movimiento fascista y sus escuadras desencadenaron una ofensiva en regla contra la clase obrera. Esta ofensiva vino a reforzar la acción antiproletaria del Estado democrático que en el bienio anterior armó hasta los dientes sus estructuras represivas (Carabineros, Guardia Reggia, Guardia de Finanza, Servicios de Investigaciones, con la incorporación de decenas de miles de reclutas) y reprimió sin miramientos las luchas y los sobresaltos obreros, sin lograr quebrar sin embargo su capacidad de combate (a pesar de la acción desmoralizadora de los bonzos sindicales y de los dirigentes reformistas, y de la dirección confusionista paralizante del maximalismo).

La burguesía italiana tuvo la certera intuición de que era hora de pasar a la ofensiva luego del punto de inflexión representado por las ocupaciones de fábricas que dejaron a la clase obrera sin perspectivas inmediatas y sin dirección efectiva. Esta ofensiva se dio tanto en el terreno económico5 como en el político-militar. Paralelamente a la acción represiva “legal”, directa y abierta del Estado democrático y de sus instituciones, las bandas blancas “ilegales” representadas por las escuadras fascistas constituyeron un pilar esencial de su estrategia antiobrera, con la complicidad y el apoyo abierto o enmascarado de ese mismo Estado democrático6.

Esta doble vertiente de la ofensiva burguesa tenía la enorme ventaja de mantener abiertos los canales participativos de la socialdemocracia en las redes institucionales del Estado (y con ella las ilusiones democrático-reformistas en vastos sectores de la clase obrera, en particular la ilusión del recurso a los mecanismos democráticos para contrarrestar la acción de las bandas fascistas), a la vez que daba libre curso a la violencia antiproletaria irrestricta.

El Partido fascista (fundado en noviembre 1921) se volverá tendencialmente el partido único y centralizado de la burguesía italiana. Pero, en sus inicios, las escuadras fascistas fueron exclusivamente grupos paramilitares antiproletarios (apoyados y financiados por la banca, la Cofindustria y los grandes capitalistas agrarios) que movilizaron e integraron amplios sectores burgueses, grandes fracciones de la pequeña burguesía inmersa en la crisis de la posguerra (comerciantes, pequeños patronos industriales y agrícolas, intelectuales, profesionales, funcionarios y estudiantes) y a sectores desclasados de lumpenproletarios.

La ofensiva fascista contra las organizaciones obreras (Camere del Lavoro, sindicatos, cooperativas, periódicos socialistas y comunistas, sedes de los partidos con base obrera, y municipios controlados por los socialistas) evitó cuidadosamente en sus inicios a las grandes concentraciones industriales de Milán, Turín, Génova y Roma (ciudades donde los primeros intentos de los escuaderistas fueron rechazados por la resistencia proletaria). La ofensiva tomó su impulso en las ciudades medias y pequeñas del norte de Italia, y se extendió primero por las regiones agrícolas de explotación intensiva y plenamente capitalistas del Valle Bajo del Pó, la Emilia y la Romaña, donde existía una larga y fuerte tradición de lucha y resistencia proletarias, es decir, allí donde precisamente la dispersión geográfica de los asalariados agrícolas constituía un factor que dificultaba la autodefensa y los volvía vulnerables a las incursiones puntuales, imprevistas y centralizadas de los camisas negras. En el verano de 1921 todas las organizaciones obreras de las zonas agrícolas ya estarán destruidas7.

El avance fascista efectuó estratégicamente un movimiento envolvente apuntando a sus centros más vulnerables y evitando las grandes aglomeraciones y concentraciones proletarias. Los fascistas atacaron en Boloña en noviembre 1920 dejando 9 muertos y un centenar de heridos; en Ferrara, el 20 de diciembre los choques violentos con los obreros dejajron 3 muertos entre los camisas negras, quienes provocaron la destrucción de los locales de las organizaciones obreras. En el curso de 1921, la ofensiva se extendió por las regiones agrícolas de Reggio, Parma, Piacenza, Montova, Cremona, Pavía y el Véneto; llegó a Módena el 24 de enero 1921, a Trieste el 8 de febrero, a Bari a finales del mismo mes, a Empoli el 1 de marzo. En la Toscana, se abatió sobre Siena el 4 de marzo; en Prato el 12 de abril; en Pisa el 2 de mayo. Para llegar a vencer al proletariado de los grandes centros industriales del norte de Italia el fascismo requerirá aún dos años de intensos combates, y lo logrará no por mérito propio y exclusivo, sino gracias a la intervención y apoyo del Estado8/9.

La resistencia obrera tuvo episodios constantes y reiterados de intensa combatividad y heroísmo. En Florencia, en febrero de 1921, luego de tres días de combates violentos, fueron las divisiones blindadas del Ejército y de los carabineros, quienes acudieron en auxilio de los escuadristas, los que lograron aplastar la resistencia de los trabajadores. En Empoli y Prato los camisas negras se cobijaron en los cuarteles, mientras que en Pisa fue el Ejército quien a cañonazos demolió la puerta de la Camera del Lavoro. La guerra civil hacía estragos. Sólo en el primer semestre de 1921 fueron destruidos 17 periódicos obreros, 59 Casas del Pueblo socialistas, 119 Cameras del Lavoro, 83 sedes de Ligas Campesinas y 141 sedes de partidos obreros10.

3.- En esta situación de guerra guerragiata y de contrarrevolución preventiva (tanto más urgente para las clases dominantes cuanto que un verdadero partido revolucionario acababa de hacer su aparición tras la escisión de Livorno), la socialdemocracia italiana en su conjunto, en su ala abiertamente reformista como en la mayoritaria del maximalismo centrista, desarrolló una acción desmoralizadora y saboteadora de la autodefensa obrera. Los reformistas a la manera de Turati (parlamentarios y bonzos sindicales) predicaron el retorno a la paz social y a los métodos políticos “civililzados” característicos de la vida parlamentaria de antaño, y reivindicaron su papel de “pacificadores” en dirección de la clase obrera. Frente a la violencia fascista, renunciaron a – y denunciaron – la violencia proletaria, incluso defensiva, requiriendo del Estado – y atribuyéndoseloel monopolio de la violencia, en particular (pero no sólo) contra las escuadras fascistas.

El reformismo socialdemócrata cumplió así un papel abiertamente derrotista al preconizar que la defensa del proletariado fuese de la incumbencia exclusiva del Estado burgués (quien había desencadenado la represión constante de las luchas obreras de la posguerra y apañaba la ofensiva fascista).

La dirección maximalista del PSI, quien en el pasado reconocía de manera puramente verbal la necesidad de la violencia revolucionaria, pero que la condicionaba “a la preparación previa, metódica y adecuada” (que nunca intentó ni mínimamente poner en marcha), se declaró opuesta a “las reacciones aisladas, caóticas e individuales” de los proletarios asediados por las bandas blancas. Según sus representantes, las masas proletarias hubiran debido evitar “toda provocación” y los enfrentamientos que no fuesen “fuertes y decisivos”. Sin la mínima vergüenza, impelido por una situación para la cual no estaba preparado ni ideológica, ni política, ni prácticamente, el maximalismo terminó por alinearse abiertamente sobre las posiciones del ala abiertamente reformista del PSI, predicando en el Avanti! el retorno al Orden, la “normalización” de la vida política y social, la renuncia a la lucha violenta, en el preciso momento en que la clase obrera resistía con un arrojo admirable, aún en inferioridad de condiciones, a los asaltos de las bandas fascistas (abiertamente apoyadas por – o con la neutralidad benévola de – las fuerzas estatales)11. En medio de la guerra de clases abierta y sin tregua, cuando el Gobierno convocó a elecciones en mayo 192112 (lo que constituía un excelente medio para mantener o atraer las masas agredidas al terreno de la legalidad), el maximalismo terminó patéticamente por hacer alarde del más puro y banal cretinismo parlamentario, oponiendo a la violencia fascista… el sufragio universal. El Manifiesto del PSI del 12 de abril proclamaba que “Si nosotros adoptamos hoy el voto legal para responder a la ilegalidad de los partidos del Orden, esto significa aproximar el momento en el cual la ley estará representada por nosotros, nosotros que somos los tutores del nuevo orden social, contra los últimos, cobardes conatos de una era muerta y superada. (…) ¡A la violencia enemiga los proletarios deben oponer la fuerza del voto!”13.

En esas condiciones, no fue una sorpresa que, a inicios de julio 1921, representantes del fascismo y de la socialdemocracia entablaran negociaciones con miras a la restauración de la “paz social”, y que el 3-8 el PSI, la CGdL y los fascistas firmasen un Pacto de Pacificación14, comprometiéndose a cesar en el acto toda violencia, y condenaron y deploraron por adelantado toda acción o comportamiento que constituyese una violación del acuerdo. Si por parte de la socialdemocracia (maximalista o reformista), esto era coherente con su trayectoria y ADN no revolucionario (y confirmaba toda la demagogia y vacuidad verbal del centrismo serratiano), para Mussolini ello correspondía a un estratagema para provocar la desmovilización y la desmoralización en las filas obreras, y a la prospección de la posibilidad de acceder al Gobierno compartiendo responsabilidades con el Partido Popular y un sector de las socialdemocracia reformista15. Tras la firma del Pacto, las escuadras fascistas reanudaron sus incursiones en el mes de agosto, y a principios de septiembre desencadenaron una ofensiva en gran escala. El 10 de septiembre 3.000 camisas negras invadieron Ravenna (la que tardará 10 meses en quedar definitivamente en manos de los fascistas) y asolaron la campaña de la Romaña, en tanto que el PSI rehúsaba toda movilización nacional a fin de evitar “protestas que serían la ocasión de nuevas violencias”. Y esto ocurría al mismo tiempo que el Gobierno ordenaba el envío de 60.000 oficiales en curso de desmovilización con la obligación de inscribirse en los grupos de choque fascistas.

El PCdI denunció el Pacto de Pacificación como una renuncia explícita a toda lucha revolucionaria por parte del PSI, su deserción de la lucha contra la reacción fascista, y su alineamiento político abiertamente anticomunista16.

4.- Antes de la escisión de Livorno, la Fracción Comunista había sostenido que la unidad dentro del PSI no era un factor de victoria contra los ataques fascistas; sino, por el contrario, un factor de parálisis e impotencia, y que se requería la escisión y la fundación del Partido comunista “homogéneo y compacto, capaz de acciones violentas a la vez ofensivas y defensivas, y capaz de preparar moral y materialmente estas acciones”, como condición sine qua non para poder defenderse y pasar, en el futuro, a la ofensiva revolucionaria17. Desde el momento mismo de la fundación del PCdI, su Dirección dio al proletariado no sólo una clara orientación de combate contra el fascismo, sino que tomó medidas decididas para su participación activa y directa en él.

Las posiciones defendidas por la dirección del PCdI respondían a una una orientación claramente revolucionaria: • contra la ofensiva de los camisas negras, el proletariado debía situarse en el mismo terreno de guerra escogido por el enemigo; y, como todo Ejército en lucha, debía prepararse, organizarse y disciplinarse para poder oponer eficazmente la fuerza a la fuerza y las armas a las armas; • la situación de inferioridad en la que se encuentraba el proletariado en esta guerra civil resultaba de la ausencia de preparación política y organizativa previas, cuya responsabilidad incumbía a la acción pasada y presente de la socialdemocracia y a las ilusiones democráticas que generaban derrotismo en las filas obreras y alentaban al enemigo; • pero, pese a esta situación de inferioridad en la que se encuentraba, la capacidad de lucha, de defensa y de reacción del proletariado debía ser favorecida y alentada, potenciada y vuelta más eficaz y sistemática, dando la consigna de resistir por doquier y en todos los frentes a los ataques fascistas, siendo esto un requisito para capacitar al proletariado para pasar en el futuro a la ofensiva revolucionaria contra el Orden burgués18.

Simultáneamente a su intensa actividad de constitución y organización de la red ilegal del Partido; de propaganda antipacifista y antirreformista; de propaganda y agitación a favor de la autodefensa obrera en el terreno de la acción directa (favoreciendo y alentando las iniciativas espontáneas contra los ataques de las escuadras negras); de acción antimilitarista en las Ligas obreras de veteranos desmovilizados, y para hacer frente a las exigencias inmediatas del combate contra la ofensiva burguesa, el PCdI puso en marcha la organización de su aparato (y grupos) de acción directa. En lo inmediato se trataba de crear las condiciones del encuadramiento, centralización y disciplinamiento de las reacciones espontáneas de militantes y obreros contra las bandas negras, enmarcados dentro de las orientaciones y directivas políticas del movimiento comunista.

En un primer momento, la Federación Juvenil comunista fue la encargada de organizar y centralizar a los primeros núcleos paramilitares del Partido, quienes lanzaron un llamamiento a los trabajadores dispuestos a la lucha – o ya en lucha – a reagruparse en torno suyo19. Ulteriormente el Partido anunció la decisión de formar en todas las secciones grupos de acción conformados por todos los camaradas, adultos y jóvenes, físicamente aptos para cumplir esta función, tanto candidatos como militantes inscriptos, así como los simpatizantes no inscriptos en otros partidos políticos y que hubiesen probado su fidelidad al Partido comunista, y asumido el compromiso formal de observar la disciplina más estricta20. Desde un inicio, las directivas de la Dirección del PCdI fueron tajantes en el sentido de defender por principio que los militantes y candidatos al partido sólo podían integrar estructuras de lucha armada subordinadas directamente al Partido mismo. Ello excluía la posibilidad para los militantes y simpatizantes de participar en organizaciones que no respondiesen a sus propias jerarquías militares (como será el caso de los Arditi del Popolo [§VI-10]). En julio 1921 las directivas del Partido autorizaban integrar en ellos a elementos anarquistas y sindicalistas (quiendes no podrían ser nombrados comandantes) siempre y cuando aceptasen la disciplina comunista “sin ninguna posibilidad de crítica o de recriminaciones21.

Pero si bien existió una identidad de miras entre la dirección del PCdI y la de la Internacional sobre la necesidad de una lucha armada contra el fascismo, no lo fue así en la cuestión de las relaciones entre los grupos armados comunistas y otros grupos de choque antifascistas (los Arditi del Popolo), lo que dió lugar a una fuerte divergencia entre la dirección del PCdI y el Comité Ejecutivo de la Internacional (CEIC) [§VI-14].

El PCdI y su caracterización del fascismo

5.- En cuanto organización, el fascismo italiano surgió el 21-3-1919 formando escuadras de choque contra el movimiento obrero. Esas formaciones paramilitares atacaban todas las bases de sustentación (políticas y económicas) de la clase obrera. El movimiento fascista no cuestionó en una primera etapa el régimen parlamentario. Más aún, en las elecciones de mayo 1921, los candidatos fascistas integraron el “Bloque Nacional” compuesto también por los liberales de Giovanni Giolitti y los nacionalistas de Corradini. Recién el 12-11-1921 el movimiento fascista se transformó en partido político autónomo. En noviembre 1922, tras la conquista del poder por parte del Partido fascista y el suicidio programado del régimen democrático-liberal al haber éste atribuido los plenos poderes al Gobierno de Mussolini, el fascismo puso en marcha la progresiva liquidación del régimen parlamentario. Esta transformación culminará en el Biennio 1925-1926 con la instauración del régimen fascista de partido único, la liquidación de las organizaciones del sindicalismo de clase, y la puesta fuera de la ley de todas las organizaciones políticas que no estuviesen en la órbita fascista.

El análisis del fascismo efectuado por Bordiga en representación de la Dirección del PCdI durante los años 1921-1922 sigue de cerca esta evolución. En abril 1921 la Dirección del PCdI equiparó el movimiento fascista con las “bandas blancas” contrarrevolucionarias de la Alemania de 1919 cuyo objetivo directo era la defensa del régimen democrático-burgués contra el asalto proletario, y no vio ninguna oposición entre el movimiento fascista y el régimen parlamentario (lo que en ese momento era cierto en Italia), y ni siquiera una incompatibilidad substancial entre el fascismo y la socialdemocracia (lo que no fue cierto ni en Italia, ni en Alemania, ni ulteriormente en España)22.

Esta primera equiparación del movimiento fascista a los cuerpos francos de la Alemania 1919 no tenía en cuenta el hecho de que estas últimas estuvieron a las órdenes de un socialdemócrata (Noske) en defensa de un régimen parlamentario gobernado por la socialdemocracia alemana (Ebert, Scheidemann) y apoyada por las organizaciones de masa de la clase obrera (Centrales sindicales y la mayoría de los Consejos obreros). La situación italiana era muy diferente. En Italia la socialdemocracia no estaba en el gobierno, y las organizaciones de masa que ella dirigía (en particular los Sindicatos y las Camere del Lavoro) constituían un terreno fértil para el trabajo de preparación revolucionaria por parte del Partido comunista. Atacando al PSI y a las organizaciones sindicales, el movimiento fascista mataba dos pájaros de un tiro: por una lado, empujaba a la socialdemocracia italiana (incapaz de luchar revolucionariamente) a cobijarse bajo el ala del Estado; y, por otra, buscaba desorganizar a las organizaciones obreras de resistencia que eran susceptibles de transformarse en correas de transmisión del movimiento comunista.

La previsión de Bordiga según la cual la situación italiana se dirigía hacia un escenario similar al alemán de 191923 (donde se dio la colusión entre un gobierno socialdemócrata y las guardias blancas contra un proletariado en plena ofensiva anticapitalista, y con la burguesía a la defensiva), no se verificó porque la burguesía italiana no tuvo necesidad de la socialdemocracia en el poder (ésta le era mucho más funcional en la oposición, mientras el proletariado no tenía la fuerza para poner al régimen en peligro inminente), en tanto que el proletariado (tras dos años de luchas incesantes) ya estaba en retirada ante una contraofensiva burguesa en pleno auge (tanto en el terreno político como en el económico)24.

La alianza política entre la socialdemocracia y el fascismo prevista por Bordiga no se dio en ninguna parte. El fascismo, en cuanto vector de un régimen político propio, requerirá por doquier la eliminación de las organizaciones obreras de clase, sin las cuales la socialdemocracia, en cuanto expresión de las tendencias reformistas del movimiento obrero, no puede tener existencia propia.

En el artículo citado del 29-5-1921, reduciendo el movimiento fascista a sus estructuras paramilitares, Bordiga le negaba la posibilidad de que se pudiese llegar a transformar en partido político (transformación que, sin embargo, tendrá lugar cinco meses más tarde)25.

Inmediatamente después de la fundación del Partido Fascista (7-11-1921), Bordiga analizó una vez más la significación histórica del movimiento fascista como apuntalamiento civil del Estado burgués (lo que era bien cierto), reafirmando al mismo tiempo la perspectiva de la simultaneidad del método fascista y del método socialdemócrata de defensa del Orden burgués (lo que no fue cierto en Italia)26.

Fue en noviembre de 1922, en ocasión de la presentación del “Informe del PCdI sobre el fascismo” en el IV Congreso de la Internacional Comunista, que Bordiga dio por primera vez la caracterización del fenómeno fascista como partido tendencialmente unitario y centralizado de la burguesía italiana, y describió el proceso por el cual, con la complicidad del Estado democrático-burgués, el fascismo logró movilizar contra el proletariado y encuadrar organizativamente a las clases medias al servicio de la gran burguesía. Este Informe reflejó la evolución de la situación italiana que llevó el fascismo al poder en octubre 1922, apoyado por una amplio espectro político de la burguesía y que culminó con el voto parlamentario masivo que le otorgó los plenos poderes al gobierno de Mussolini:

“La realidad es que el movimiento fascista es un gran movimiento unitario de la clase dominante, capaz de poner a su servicio, utilizando y explotando todos los medios, todos los intereses parciales y locales de grupos de empresarios agrícolas e industriales. El proletariado no supo agruparse en una organización unitaria con el fin de luchar por la conquista del poder y sacrificar para ello los intereses inmediatos de grupos y pequeños grupos; no pudo resolver este problema en el momento favorable. La burguesía italiana aprovechó esta circunstancia para hacer su propio intento. La clase dominante creó una organización para la defensa del poder que estaba en sus manos y siguió un plan unitario de ofensiva antiproletaria y capitalista. (…) La génesis del fascismo debe atribuirse, en nuestra opinión, a tres factores principales: el Estado, la gran burguesía y las clases medias. El principal de estos factores es el Estado. (…) Durante la inmediata posguerra, el aparato estatal atravesó más bien una crisis cuya causa manifiesta fue la desmovilización; todos los elementos que hasta entonces habían participado en la guerra fueron lanzados abruptamente al mercado laboral, y en este momento crítico la maquinaria estatal que hasta entonces había sido responsable de procurar todo tipo de medios auxiliares contra el enemigo externo tuvo que transformarse en un aparato de defensa del poder contra la revolución interna. Este era un problema gigantesco para la burguesía. No podía resolverlo ni desde el punto de vista técnico ni del militar a través de una lucha abierta contra el proletariado; tenía que resolverlo políticamente. (…) El segundo factor es, como ya se ha dicho, la gran burguesía. Los capitalistas de las industrias, los bancos, el comercio y los grandes terratenientes tienen un interés natural en el establecimiento de una organización de combate que apoye su ofensiva contra los trabajadores. Pero el tercer factor no juega un papel menos importante en la génesis del poder fascista. Para crear una organización reaccionaria ilegal junto al Estado, era necesario reclutar elementos diferentes a los que la clase alta dominante pudiera proporcionar de sus filas. Esto se logró recurriendo a las capas de la clase media que ya hemos mencionado, atrayéndolas con la defensa de sus intereses. Esto es lo que el fascismo intentó hacer y que, debemos admitir, ha conseguido. Ha conseguido partidarios en los estratos más cercanos al proletariado, como entre los insatisfechos de la guerra, entre todos los pequeños burgueses, semiburgueses, tenderos y comerciantes y, sobre todo, entre los elementos intelectuales de la juventud burguesa (…) Estos elementos aportaron un número considerable de secuaces al fascismo y le permitieron organizarse militarmente. Estos son los tres factores que permitieron que nuestros adversarios nos enfrentaran con un movimiento que no tiene igual en rudeza y brutalidad, pero que, hay que reconocerlo, tiene una organización sólida y líderes de gran habilidad política. (…) En nuestra opinión, el fascismo es un instrumento que fortalece el poder con todos los medios a disposición de la clase dominante, no sin aprovechar las enseñanzas de la primera Revolución proletaria victoriosa, la Revolución rusa. Ante una grave crisis económica, el Estado ya no es suficiente para mantener el poder. Es necesario un partido unitario, una organización contrarrevolucionaria centralizada. Por sus vínculos con toda la clase burguesa, el Partido fascista es, en cierto sentido, lo que en Rusia, por sus vínculos con el proletariado, es el Partido comunista, es decir, un órgano de dirección y control de todo el aparato estatal, bien organizado y disciplinado. En Italia el Partido fascista ha ocupado casi todos los puestos importantes de la maquinaria estatal: es el órgano burgués que dirige el Estado en el período de colapso del imperialismo».27

Este análisis del fascismo fue desarrollado en enero de 1923:

“Sin embargo, reconocemos que el fascismo ha aportado un nuevo elemento a la política gubernamental que no se encuentra en los programas de la izquierda burguesa reformista, como por otra parte no se encuentra en los programas de los partidos tradicionales de derecha. (…) En Rusia, la maquinaria estatal está dirigida por un partido que representa a una clase, la clase proletaria, en su unidad. El Partido comunista resuelve el problema de su fuerza revolucionaria al lograr ser el Partido de la clase trabajadora, en cuya centralización se realiza la unidad de acción de todos los grupos del proletariado y también del semiproletariado. En estas clases hay categorías, grupos sociales y locales cuyos intereses no coinciden. El Partido de clase resuelve el problema de unificar los esfuerzos que surgen de esos intereses en una sola dirección, silenciando, en el interés general y en el del éxito final, los apetitos contrastantes de carácter secundario. El Partido entonces dirige la maquinaria estatal en esta dirección y logra la máxima fuerza de la clase que representa en la lucha contra los enemigos externos e internos. Es ésta, en la doctrina y en la primera realización rusa, la función política del Partido comunista. La tarea de la organización fascista puede ser considerada análoga en relación a la clase burguesa y a las diversas capas semiburguesas. Entre los intereses de éstas y de todas las fracciones de la burguesía hay innumerables conflictos que ponen en serio riesgo el éxito de la defensa contra la Revolución proletaria. Con una organización unitaria de partido gubernamental, el fascismo interviene centuplicando la fuerza de resistencia contrarrevolucionaria. El Partido fascista, a la cabeza del Estado burgués, reemplaza a los viejos grupos de políticos con una síntesis unitaria de las fuerzas sociales que, en el caos de la desorganización política burguesa, estaban detrás de ellos”.28

Mussolini mismo había proclamado abiertamente ese propósito central del fascismo:

“Nosotros [los fascistas], como vosotros [los comunistas] afirmamos la necesidad de un Estado centralizador y unitario que imponga a todos los individuos una férrea disciplina, con la diferencia de que vosotros llegáis a esta conclusión a través del concepto de clase, mientras que nosotros llegamos a ella a través del concepto de Nación”.29

En los análisis iniciales de la Dirección del PCdI, el fascismo representaba sólo a las fuerzas de choque represivas que podrían completar, llegado el momento, el papel contrarrevolucionario de la socialdemocracia llegada al gobierno como último recurso del Orden burgués. Pero con la evolución de la situación política y la llegada al poder del Partido fascista, Bordiga emitió el pronóstico (errado) de que la socialdemocracia reformista terminaría encuadrada por el fascismo en la defensa del Orden democrático-burgués30. Se trataba de algo así como de la atribución a la socialdemocracia de un “social-fascismo” tendencial31. Esta misma visión será reafirmada en su “Informe sobre el fascismo” en el V Congreso de la Internacional (2-7-1924)32.

La posición del PCdI frente a la socialdemocracia italiana

6.- En un artículo polémico de febrero 1921, claramente enfrentado con la táctica de “oposición leal” a un gobierno socialdemócrata promocionada por la Dirección del KPD en marzo 1920 [§IV-27], Bordiga precisó su análisis de la función de la socialdemocracia en el período histórico abierto con la Primera Guerra Mundial, y fijó la posición de principio y de táctica del PCdI ante la posibilidad de un gobierno con participación socialdemócrata33.

El artículo comienza negando que el “experimento” de gobierno socialdemócrata sea, tal como lo había afirmado la Dirección del KPD(S), una necesidad histórica. Bordiga reconoce que un régimen democrático-burgués con un gobierno socialdemócrata puede cumplir un papel histórico progresista en sociedades donde existan aún formas políticas y sociales pre-capitalistas o arcaicas, y recuerda la posición del marxismo, proclamada por Marx y Engels en el “El Manifiesto” y en el “Mensaje a la Liga de los Comunistas” de 1850, y por Lenin y los bolcheviques en la Revolución Rusa. Pero niega (a justo título) que en el Occidente plenamente capitalista y burgués un gobierno socialdemócrata pueda constituir una etapa histórica de transición entre la dominación de la burguesía y la dictadura del proletariado. En este contexto histórico, el papel que podría llegar a cumplir un gobierno socialdemócrata no podía ser otro que el de último baluarte de la defensa del Orden burgués, como fue el caso en Alemania en 1918-191934. Más aún, Bordiga emitió entonces la hipótesis de que la última línea de defensa del Orden burgués sería probablemente un gobierno socialdemócrata.

La función de la socialdemocracia en la visión de Bordiga concordaba con la apreciación de Engels sobre el rol contrarrevolucionario último que la “democracia pura” podría llegar a cumplir en la segunda mitad del Siglo XIX (“democracia pura” a la cual la socialdemocracia pretendió dar un “contenido social”)35.

La hipótesis de un gobierno socialdemócrata como último baluarte de la defensa del poder burgués también se verificó con la burguesía a la defensiva en la España republicana del bienio 1936-1937. En su momento, Engels no podía imaginar que la “democracia pura” en Europa Occidental en torno de la cual se aglutinarían todas las fuerzas de la conservación social sería el reformismo socialdemócrata que se puso, tanto en Alemania como en España, al frente de la contrarrevolución (y en este último país con el apoyo del estalinismo). Los Noske, Scheidemann y otros Ebert, arrastrando consigo a los burócratas políticos y sindicales del Partido socialista, y a la gran mayoría de sus parlamentarios y representantes en los engranajes del Estado, no solamente sabotearon las movilizaciones revolucionarias de la clase obrera, sino que organizaron la represión generalizada de los proletarios insurgentes.

La socialdemocracia italiana no fue empujada hasta la defensa armada del Orden burgués. Por una parte, el proletariado después de septiembre 1920 no tuvo la fuerza de pasar a la ofensiva y poner en peligro la continuidad del régimen parlamentario; y, por otra, porque ello hubiese requerido una escisión previa del remanente Partido socialista entre la derecha colaboracionista de los Turati y los “intransigentes” de Serrati (cosa que recién sucedió en octubre 1922, con el propósito de impedir la subida al poder del fascismo, en un intento desesperado para hacer viable la participación gubernamental de la corriente abiertamente reformista).

En Italia, usufructuando el reflujo de las luchas sociales luego del auge de los años 1919-1920, la burguesía delegó en el Partido fascista la ofensiva contrarrevolucionaria, y la lanzó preventivamente, antes de que pudiesen fructificar los efectos de la aparición en escena de un Partido comunista dispuesto al combate decidido.

Abordando la cuestión de la táctica del Partido comunista frente a la posibilidad de una fase gubernamental con la socialdemocracia en el poder, Bordiga rechazó facilitar esa eventualidad, afirmando la necesidad de combatirla por todos los medios, incluso antes de su concreción36.

Al final de su vida, Amadeo Bordiga declaró: «Siempre hemos considerado a los otros partidos que salieron de las fracturas, primero de Livorno [entre comunistas, por un lado, y centristas junto a los reformistas, por el otro, ndr] y luego de Milán [en octubre de 1922 entre la corriente centrista de Serrati y la derecha de Turati, ndr.], como los enemigos más peligrosos a combatir, porque su influencia residual se oponía abiertamente a cualquier preparación revolucionaria37.

En plena ofensiva fascista, con el proletariado luchando en condiciones de inferioridad, la Izquierda Comunista consideraba al Partido socialista, sobre el cual también se abatía el terror fascista, como el más peligroso enemigo a combatir.

Era mil veces cierto que la influencia sobre las masas obreras de la socialdemocracia (la que arrastraba consigo a la mayoría del proletariado italiano) era un obstáculo a superar para poder oponerle al fascismo una resistencia eficaz, y para preparar – en cuanto se pudiese – la ofensiva contra el Orden burgués. Y no menos cierto era que en el futuro el proletariado revolucionario tendría que combatirla abiertamente con armas en mano para conquistar el poder y conservarlo. Pero en la situación de entonces, con el fascismo a la ofensiva y la socialdemocracia (PSI y CGdL) en pánico, esta última abogando por la protección del Estado burgués y el retorno a la “normalidad democrática”, la cuestión que debía resolver la vanguardia revolucionaria era cómo plantear el problema de la táctica que le permitiese arrastrar a la lucha contra el fascismo a las masas influenciadas por estas organizaciones; es decir, qué táctica desplegar para avanzar en esa dirección y para ganar una influencia creciente en detrimento de las direcciones reformistas y centristas. Recién en el segundo semestre de 1921 esta cuestión tomará gran relevancia en el seno de la Internacional.

La relación de fuerzas en el movimiento obrero y la (ausencia de) táctica del PCdI frente a la socialdemocracia, a los sindicalistas y a los anarquistas

7.- La derrota del movimiento de ocupaciones de fábrica; las repercusiones políticas e inevitablemente sindicales de la escisión de Livorno; y, finalmente, el auge de la ofensiva fascista, todo ello no podía menos que generar interrogantes en el seno de las masas trabajadoras fabriles que habían luchado denodadamente durante el Bienio Rojo, y que a inicios de 1921 se encontraban en franca defensiva. No fue nada menos que comprensible que, en los meses sucesivos, estas masas se dieran una pausa para evaluar y extraer lecciones de aquellos dramáticos acontecimientos. Un índice certero de ese reflujo fue la fuerte caída del número de huelguistas que pasó de 494 mil en 1920 a 149 mil en 1921, y del número de jornadas de huelga que bajó de 6,26 millones a 1,64 millones38.

Fue en esas condiciones desfavorables que el PCdI debió iniciar su trabajo de organización y su lucha para penetrar como Partido en las masas. El carácter minoritario de la escisión comunista se vio reflejada en su influencia minoritaria en las organizaciones sindicales. Los comunistas sólo tenían el control de unas pocas federaciones y sindicatos menores (como la de los trabajadores de la madera), pero todas las organizaciones sindicales de mayor peso permanecieron en manos de la socialdemocracia.

El Congreso de Livorno de la CGdL del 24-2-1921 fue la ocasión de evaluar su influencia en este ámbito. La Fracción Comunista de la Confederación presentó una moción de fuerte contenido político y programático, afirmando la necesidad de hacer de los sindicatos las correas de transmisión de la Internacional Comunista con el objetivo de confluir en la lucha por la Revolución proletaria39. El voto de los delegados fue elocuente de la presencia muy minoritaria de los comunistas en las federaciones sindicales (su moción obtuvo 139 mil votos contra los 837 mil de los socialdemócratas). Pero a nivel de las Camere del Lavoro, las que reflejaban la implantación local y regional de cada una de las tendencias, la moción comunista obtuvo una significativa minoría de 293 mil votos contra los 599 mil en apoyo de la moción reformista. A nivel de Confederación, los comunistas obtuvieron pues un total nada desdeñable de 433 mil votos contra 1,4 millones del reformismo. Entre los trabajadores agrícolas los comunistas obtuvieron 140 mil votos contra los 640 de los reformistas40.

El 7-8-1921 ll Comunista publicó un documento delineando las “Directivas de la acción sindical del Partido41. Inspiradas en la necesidad de la preparación revolucionaria a partir de las acuciantes exigencias de la defensa de sus condiciones de vida contra la ofensiva fascista-patronal, ellas concernían: • la acción con miras a la ruptura de la CGdL con la reformista Internacional Sindical de Ámsterdam y por la adhesión a la Internacional Sindical Roja (ISR); • el esfuerzo por contrarrestar los intentos de los bonzos sindicales tendientes a expulsar a los comunistas de la CGdL; • la lucha por oponerse al Pacto de Pacificación firmado por la CGdL, el PSI y el movimiento fascista; • la actividad de los comunistas para hacer frente a las consecuencias de la desocupación y de la crisis económica; y • la táctica de los comunistas en las agitaciones económicas.42

8.- Para la dirección del PCdI, la extensión de la influencia del Partido entre las masas sólo podía resultar del cumplimiento de sus tareas permanentes, sin plantearse una acción específica en dirección de los militantes y simpatizantes de los otros partidos obreros. Por otra parte, los militantes socialistas – que tras la escisión de Livorno permanecían en el PSI – eran genéricamente tildados por la Dirección del PCdI de oportunistas por electoralismo, o elementos bajo la influencia de prejuicios burgueses o pequeño-burgueses43.

Aunque el 3-2-1921 la Dirección del Partido autorizó los acuerdos con “partidos afines” en torno de objetivos comunes a todo el proletariado (especialmente mítines y demostraciones pro detenidos políticos, la carestía de la vida, la desocupación, la propaganda revolucionaria contra la reacción que golpeaba a militantes y trabajadores, etc.), el 20-3 la Dirección dio bruscamente un giro de 180° prohibiendo de manera taxativa todo acuerdo (permanente o momentáneo) entre las secciones y federaciones provinciales del Partido con otros partidos y corrientes políticas (republicanos, socialistas, sindicalistas, anarquistas), excluyendo nominalmente todos aquellos ítems que un mes y medio antes había autorizado expresamente44.

El PCdI no se planteó inicialmente el problema específico de la táctica a emplear para trabajar con (e influenciar a) los sectores del proletariado influenciados por el PSI, el anarquismo y el sindicalismo. Esta conquista le parecía resultar del ejemplo que la acción propia del Partido comunista irradiaba en el terreno de la propaganda, de la agitación, de la organización en el ámbito sindical, y de su lucha paramilitar contra el fascismo.

El CE del PCdI recién abordará esta cuestión crucial tras el III Congreso de la Internacional (junio-julio 1921), cuando la Comintern lanzará la consigna de la “conquista de las masas” y, meses más tarde, la del “frente único”. Será entonces que el CE levantará en agosto 1921 – tardíamente, si se tiene en cuenta la urgencia de una lucha generalizada de autodefensa obrera contra le ofensiva burguesa que ya estaba en marcha desde fines de 1920 – la consigna de “frente único”, y exclusivamente en el terreno sindical.

Los Arditi de Italia y la “epopeya” de Fiume

9.- A partir de julio 1921 la ofensiva del fascismo contra el movimiento obrero dio lugar a una tardía pero impetuosa reacción armada del proletariado que se cristalizó en torno de los Arditi del Popolo. Los promotores de los Arditi del Popolo resultaron de un largo y complejo proceso iniciado durante la guerra.

Para tratar de paliar el desgano, la oposición sorda a la guerra y la falta de homogeneidad geográfica, social y política de las masas campesinas incorporadas preferentemente en la infantería, el Comando Supremo Militar decidió en junio 1917 la formación de batallones de asalto especiales compuestos, por una parte de ellos, por voluntarios; y, por otra, por “indeseables” provenientes de diferentes cuerpos del Ejército. Estas “tropas de élite”, imbuidas de un fuerte sentimiento de superioridad, gozaban de numerosos privilegios en relación a los soldados rasos (como lo era la exención de estar permanentemente en las trincheras), y llegaron a integrar unos 30 a 35 mil hombres a quienes les fueron atribuidas operaciones de comando45. Aunque de composición heterogénea46, la cohesión de estas fuerzas de choque estaba basada en la adhesión entusiasta a la guerra y a la ideología patriótica. Su extendida aversión al movimiento obrero resultó del rechazo de este último a comprometerse en el esfuerzo bélico47. En la posguerra, las autoridades civiles y militares apuntaron al pronto desmantelamiento de este Cuerpo cuyos miembros eran reticentes a la autoridad constituida y al Orden político vigente. La desmovilización de esta “mano de obra” desempleada y disponible, compuesta en gran parte por aventureros ávidos de “hazañas” y de violencia48, frustrada en sus expectativas de “gloria”, creó las condiciones de su empleo en la “gesta” patriótica de la conquista de Fiume para Italia y en las movilizaciones antiproletarias y contrarrevolucionarias del fascismo49. La atracción que el fascismo ejerció sobre gran parte de los Arditi resultaba de su nacionalismo a ultranza, de su oposición al socialismo y de su demagogia verbal contra el Orden establecido.

Con el fin de la guerra surgieron reclamos y múltiples organizaciones de los militares desmovilizados, entre las cuales estaban: • la mayoritaria Associazione Nationale dei Combattenti (supuestamente “apolítica”); • la Lega Proletaria fra mutilati, invalidi, feriti e reduci di guerra (asociación promovida por los socialistas y vinculada a la CGdL, a la cual adhirieron no pocos anarquistas y sindicalistas revolucionarios, y que tuvo participación activa en las luchas agrarias del Mezzogiorno)50; • la Associazione Nazionale Mutilati e Invalidi di guerra (antimilitarista, antinacionalista, no revolucionaria, pero con un posicionamiento cercano a la Lega Proletaria); • la Unione Nazionale dei reduci di guerra (de inspiración católica); y • las derechistas Unione Nazionel Ufficiali e Soldati, Associacione Nazionale Volontari di guerra y Associazione Nazionale Reduci Zona Operante51. Esta tendencia general a la organización también se dio entre los Arditi.

En enero 1919 se constituyó la Asociación de los Arditi d’Italia (en un primer momento en Roma, Nápoles, Ancona, Génova, Florencia y Palermo, e inmediatamente después en Turín y Milán)52, quien enarboló un anti-socialismo y un anti-bolchevismo furiosos. En pleno Bienio Rojo, cuando eran las masas proletarias quienes rompían la sacrosanta “unidad nacional”, fue espontáneamente que se dio la convergencia entre los Arditi, por una parte, y Mussolini y los Fasci di combatimento, por otra, al punto que la sección de Milán fue trasvasada por la organización fascista53/54. La primera acción “heroica” de este” frente único” contrarrevolucionario fue la destrucción de la sede del Avanti! el 15-4-191955. La Asociación fue financiada por la burguesía agraria, industrial y bancaria, y durante todo el 1919 cumplieron el papel de milicias de defensa de la patronal italiana56. Al margen de su filo-fascismo dominante, no faltaron en ella otras sensibilidades minoritarias. Mientras que en enero de 1920 la sección de Milán, vaciada por el traspaso de sus afiliados al fascismo, sólo contaba con 14 inscriptos, se creaba una Fratellanza fra gli Arditi d’Italia de tendencia republicana57. Más tarde, en 1921, ya en plena ofensivaantiproletaria del fascismo, un sector de los Arditi rehusó la alianza con éste (abiertamente embarcado a fondo en la defensa del Orden burgués que los haba dejado en la vera del camino), y se propuso organizar la resistencia de las masas trabajadoras.

Mientras tanto, en septiembre 1919, un sector de los Arditi adhirió a la “epopeya” irredentista de la conquista de Fiume dirigida por Gabriele D’Annunzio a la cabeza de sus legionarios. La ciudad, de 50 a 60 mil habitantes en 191958, había sido el principal puerto de Hungría. A pesar de que le había sido prometida a Italia por los acuerdos secretos de 1915 entre las potencias de la Entente, le será negada después de la guerra. La ocupación de la ciudad y el retiro de las tropas aliadas dio lugar a la proclamación de su anexión a Italia y a la autoproclamación de D’Annunzio como Regente (Jefe del Gobierno local). La “experiencia fiumana” durará 16 meses y tendrá como consecuencia la ruptura entre un sector del arditismo y el fascismo. Luego de la firma del Tratado de Rapallo que instauraba el Estado Libre de Fiume, la “epopeya de Fiume” terminó en diciembre 1920 con la ocupación de la ciudad por las tropas regulares italianas y la expulsión de D’Annunzio y de sus legionarios.

Durante esos 16 meses, Fiume suscitará y será el objeto de todo tipo de fantasías político-ideológicas que iban de la reivindicación del nacionalismo italiano59 a la propuesta de un Estado con una fuerte impronta social, pasando por el sueño subversivo de una “marcha revolucionaria sobre Roma” para proclamar la República60/61. La “experiencia” de Fiume contó con el apoyo activo del anarco-sindicalismo intervencionista (como fue el caso de la Federación Italiana de los Trabajadores del Mar). La ruptura de D’Annunzio con Mussolini fue la consecuencia de la negativa de este último a apoyar la “epopeya” de Fiume62.

Dada su trayectoria anti-nacionalista, el Partido socialista rehusará participar en estos acontecimientos63. Abandonado por el fascismo, por la socialdemocracia, y por todas las fuerzas monárquicas, a D’Annunzio no le quedó más alternativa que apoyarse en el sindicalismo revolucionario intervencionista, y terminó nombrando a Alceste De Ambris (figura del UIL de Parma) para el cargo de Jefe de Gabinete. Esa particular coyuntura histórica dio como resultado la promulgación de la Carta (constitucional) de Carnaro (redactada originariamente por De Ambris y reescrita por D’Annunzio).

La Carta de Carnaro era la expresión de lo que podría llamarse una “democracia social avanzada” en el marco del capitalismo (éste era el ideal de la socialdemocracia y del sindicalismo reformista). La Carta atribuía a los sindicatos y a todas las corporaciones de productores (burguesía incluida) un papel fundamental en la organización y el funcionamiento del Estado, integrándolos en sus redes institucionales; y otorgaba derechos políticos “a todos los ciudadanos sin distinción de sexo, de raza, de lengua, de clase o de religión”; apuntaba a “la armónica convivencia de los elementos que componen el Estado”; garantizaba un “salario mínimo vital”, el seguro de invalidez, de enfermedad y de paro; la laicidad del Estado y la libertad de prensa, de reunión y de asociación; el sufragio universal (sin por ello excluir la posibilidad de la instauración de una Dictadura); la instrucción popular y laica; la revocación y responsabilidad de los funcionarios; la estatización de los puertos y ferrocarriles; la conciliación obligatoria entre patronos y obreros; y la función social de la propiedad64/65.

La ruptura entre D’Annunzio y Mussolini, la adhesión de un sector de los Arditi a la “epopeya de Fiume”, mientras que otro sector seguirá alineado con el movimiento fascista, abrirá entre ellos una brecha que se profundizará cada vez más. La primera hará suya la Carta de Carnaro, reconocerá a D’Annunzio como su Jefe y decretará la incompatibilidad entre la adhesión a esa corriente y la pertenencia a los Fasci di Combattimento66. Todo ello terminó creando las condiciones para que un sector romano de los Arditi que había participado del “clima euforizante” de Fiume se propusiera contrarrestar militarmente la ofensiva fascista y diese inicio a la constitución de los Arditi del Popolo.67

Los Arditi del Popolo (AdP)68

10.- A mediados de 1921, la necesidad de la autodefensa armada era una evidencia para amplios sectores proletarios. Dando un gran paso adelante, ésta se concretó en Roma a fines de junio e inicios de julio 1921 en torno de una fracción local de los Arditi que se auto tituló Arditi del Popolo. En un momento en que lo que estaba en juego era la organización de la lucha defensiva contra el fascismo, la iniciativa de los AdP no podía sino favorecer la organización paramilitar de vanguardias obreras dispuestas al combate. El hecho de que un sector de los Arditi declarase estar decidido a luchar con las armas en defensa de las organizaciones obreras69 suscitó inmediatamente la posibilidad de que significativas fuerzas proletarias provenientes de diferentes organizaciones y horizontes políticos tendiesen a agruparse70. La aureola militar de los Arditi fue un factor favorable para ello. La ausencia de reivindicación política de quienes tomaron esta iniciativa fue un elemento propicio para que proletarios de todas las tendencias la hiciesen suya. Y los hechos confirmaron esas esperanzas71.

Inmediatamente después del 27-6, a los AdP de Roma adhirieron elementos anarquistas, republicanos y comunistas, obreros en su mayoría, así como grupos de trabajadores de correos y telecomunicaciones y panaderos. El 2-7, la asamblea de los AdP de Roma superaba los 300 miembros. El 6-7, en ocasión de la concentración antifascista convocada por el Comité de Defensa Proletaria en el Jardín Botánico con la participación de decenas de miles de obreros, entre 2 y 3 mil AdP hicieron su primera aparición marcial en medio del entusiasmo exultante de los participantes72.

En esta gran concentración unitaria intervinieron con discursos representantes de ambas Camera del Lavoro, además de un republicano, un socialista, un anarquista y Bombacci por el Partido comunista73.

El pujante impulso nacional de la formación inicial de las secciones de los AdP fue incuestionable. Según Francescangeli,

“[De] Trento a Palermo, de Génova a Taranto, los AdP hacen su aparición en tiempos y maneras diferentes. (…) La expansión de la milicia antifascista se desarrolla sobre todo a lo largo de dos directrices estratégicas que, siguiendo las líneas viales y ferroviarias, de Roma conducen a Ancona y a Génova. Incluso en muchos otras zonas fuera de estas dos vías de comunicación los AdP logran constituirse en grupos numéricamente importantes. A lo largo del primer eje de desarrollo, fuera de Roma y Castello, los AdP crean núcleos verdaderamente consistentes y combativos en Orte (donde los ferroviarios organizan a centenares de jóvenes), Terni, Foligno, Gualdo Tadino, Urbino, Ancona (organizados por anarquistas y comunistas). Mientras que a lo largo del litoral tirreno se cuentan secciones de la asociación en Civitavecchia (…), Orbetello, Grosseto, Piombino (con más de 600), Livorno, Pisa (cerca de 500 en la ciudad solamente), Sarzana, La Spezia y Génova (con tres centurias y varios cientos de jóvenes militantes obreros). Secciones importantes se constituyen incluso (…) en las regiones mayormente golpeadas por la violencia escuadrista (Emilia Romaña, Lombardía, Piamonte y Puglia) y en las principales ciudades de Italia. De cierta consistencias son al respecto las de Parma, Piacenza, Brescia, Bérgamo (aquí son encuadrados incluso los trabajadores de las organizaciones católicas), del Pavese, de Vercelli, Alessandria, Torino, Florencia, Catania, Taranto y muchos otros centros de la Puglia. Pero incluso fuera de las “zonas álgidas” afectadas por el escuadrismo, o en algunos centros menores, los AdP logran organizarse eficazmente. Hay destacamentos de la asociación en casi toda la Campania (sobre todo en la provincia de Caserta), en el Triveneto (donde sobresale la de Schio), en algunas localidades de Abruzzo, Cosenza, Sicilia, y hasta Sardeña. (…) En la provincia de Pisa de entonces fueron fundadas secciones, no sólo en la ciudad de Pisa y en Piombino, sino también en Cascina, Pontedera, Riparbella y Campigli Marittima, y los ejemplos podrían continuar”74.

El cuadro siguiente da una estimación del número de secciones y de adherentes por región en el verano de 192175:

RegiónSeccionesAdherentesRegiónSeccionesAdherentes
Piamonte81.262Marche12990
Lombardía172.130Lazio123.340
Liguria41.080Abruzzo1180
Trento1200Campania7536
Véneto121.463Puglia6530
Trieste2540Calabria1165
Emilia181.415Sicilia7630
Toscana183.056Sardeña2150
Umbría161.900Total14419.567

De los datos precedentes resulta claro que el más importante desarrollo de los AdP tuvo lugar en el norte y el centro de Italia, en los grandes bastiones del proletariado industrial y agrícola del país.

La consistencia numérica de los AdP no era para nada desdeñable en la perspectiva de una autodefensa armada76, pues detrás de estas formaciones paramilitares se hallaban las masas proletarias dispuestas a la lucha. Al mismo tiempo, con el proletariado en plena defensiva y retroceso, hubiera sido ilusorio verlos en aquel momento como órganos de la lucha insurreccional por la conquista del poder.

En el terreno paramilitar, las secciones locales de los AdP fueron en su inicio la expresión de lo que más tarde se llamará el “frente único por abajo”, es decir, la unidad combatiente de los trabajadores independientemente de sus tendencias políticas77/78.

Este frente único se concretará inmediatamente después en los acontecimientos de Viterbo y Sarzana79.

11.- La convocatoria antifascista de un sector de los Arditi de Roma fue concomitante con la incipiente iniciativa de las organizaciones obreras de la capital con miras a la constitución de un amplio frente de lucha para resistir a la ofensiva fascista. En un primer momento, la convergencia de ambas iniciativas puso a los ADPen el centro de la escena. Estos últimos (entre los cuales se destacaba Argo Secondari) aportaron consigo las tradiciones exteriores, la liturgia y la ideología del arditismo de guerra. Los tres primeros manifiestos de los Arditi romanos, a la vez que anunciaban su voluntad de enfrentar con las armas a las escuadras fascistas y llamaban a los trabajadores a luchar contra “la burguesía capitalista explotadora”, “mandataria y partidaria de movimientos reaccionarios y conservadores”, hicieron alarde de toda la simbología del arditismo y de la ideología dannunziana (valor, ideal, coraje, subversión, resurrección, martirio, desprecio de la muerte, apolitismo, concordia nacional, lucha contra quienes trataban de aportar el caos en el organismo social)80. De esta mezcolanza inédita e insólita de tradiciones de distinto origen, los sectores obreros rescatarán la voluntad de lucha contra el fascismo.

La ideología de los Arditi que tomaron la iniciativa de la fundación de los AdP fue resumida en una entrevista otorgada por Argo Secondari a L’Ordine Nuovo del 12-7-1921. Luego de reivindicar el papel del arditismo en las victorias del Ejército italiano, Secondari proclamó que “nosotros apuntamos sustancialmente a lograr la paz interna”, y por ello reconoció que, “en un primer momento, incluso a nosotros el fascismo nos parecía inspirado por el patriotismo (y por la necesidad de) combatir la así llamada violencia roja” (durante el Bienio Rojo, ndr.), pero constató que “hoy ya no es el caso de hablar de violencia roja”, y que “el triste monopolio del bandidaje político está ejercido por los fascistas”. Secondari continuó explicando que la ruptura entre el arditismo y el fascismo resultó de la toma de conciencia de que el patriotismo fascista era un engaño como resultado de su indiferencia ante el destino de Fiume y por haber dejado a D’Annunzio librado a su suerte. Y terminó afirmando su convencimiento de que todos los Arditi adherirían a los AdP81, y de que también podrían gozar de la simpatía de los Guardias Reggias y de los Carabineros (porque muchos de ellos habían sido Arditi de guerra)82.

Plantándose en el terreno de “paz interna”, y considerando a la lucha armada contra el fascismo como el único medio idóneo para conseguirla, en el Primer Congreso Nacional de los AdP (24-6) Secondari reafirmó que los AdP “no tenían la intención de hacer política”, y proclamó su autonomía en relación a cualquier partido político, y la obligación de los inscriptos, en cuanto miembros de una organización de carácter militar, de mantener la disciplina y obedecer solamente a las ordenes del Directorio General83. Esto equivalía a querer erradicar toda actividad política en el interior de la Asociación, querer independizar la actividad militar de la actividad política, y afirmar la autonomía de la esfera militar de la esfera política84. Esto era obviamente una ilusión y un despropósito85.

Frente a las tensiones internas resultantes de las oposiciones políticas en el seno de la Asociación, en el Directorio nacional elegido el 29-7 Secondari será relegado a la sola responsabilidad técnico-militar, mientras que la responsabilidad política le fue atribuida a un activo dirigente y diputado socialista (Giuseppe Mingrino), en tanto que la administrativa recayó en un republicano (Vincenzo Baldazzi)86. Había una coherencia en la nominación de ese Directorio nacional, ya que los objetivos político-estratégicos de los tres directores apuntaban al restablecimiento de la coexistencia democrática y a la paz social. Dada la autonomía de las secciones locales de los AdP, toda responsabilidad concreta de Secondari se esfumó, lo que dio inicio a su alejamiento de la Asociación. La ruptura entre Mingrino y Baldezzi, por un lado, y Secondari, por otro, actuada en septiembre 1921, fue la consecuencia de la voluntad de los primeros de hacer de los AdP el brazo armado de organizaciones obreras (como los Comités de Defensa Proletaria)87.

12.- Aunque los promotores iniciales de los AdP pensaban existir fuera de las políticas de los “partidos subversivos”, la fuerza avasalladora de la política se les impondrá inmediatamente.

En medio del auge inicial de los AdP, el Pacto de Pacificación firmado el 3-8 por el PSI, la CGdL y los fascistas [§VI-3] significó concretamente que la socialdemocracia italiana condenaba explícitamente todo intento de organizar militarmente la autodefensa de los trabajadores, atribuyendo al Estado el monopolio de la violencia, y haciendo suya la ilusión de la neutralidad del Estado en la lucha de clases entre el proletariado salvajemente atacado y las milicias fascistas, entre los intereses de la clase obrera y los de la burguesía. Uno de los objetivos centrales del Pacto fue impedir precisamente la posibilidad de que la socialdemocracia apoyase a los AdP 88/89.

Por su parte, la dirigencia del Partido Republicano intentó mantenerse al margen del enfrentamiento entre el fascismo y el movimiento obrero. El 18-3, su Junta Ejecutiva publicó una circular afirmando que “el Partido debe mantenerse rigurosamente extranjero a la lucha entre socialistas y fascistas”, debiendo concentrarse en sus propios objetivos específicos90. Pero como las agresiones fascistas también afectaron a las bases republicanas, y ante el espontáneo surgimiento en la Romaña de escuadras auto tituladas “Vanguardias republicanas”, el 24-7, envió una circular a sus Federaciones y Secciones prospectando la posibilidad de la puesta en pie de formaciones de defensa ligadas al Partido, rechazando toda idea de frente único contra el fascismo, toda participación en los AdP (aunque no excluía acuerdos coyunturales en defensa de las organizaciones obreras de carácter económico)91. Todo ello significaba que el Partido Republicano libraba los AdP a su suerte. Ello no impidió que, desobedeciendo las directivas centrales, elementos y grupos republicanos participasen en la formación de algunas secciones de los AdP.

El Partido comunista asumió hacia los AdP exactamente la misma actitud que el Partido Republicano. Sus directivas de encuadramiento paramilitar excluyeron toda participación de los militantes y simpatizantes comunistas en estas organizaciones [§VI-4]92. Pero las directivas de la Dirección comunista iban a contramano del impulso y de la acción espontánea de sus propias bases.

“En muchísimas zonas del país los AdP surgieron precisamente por iniciativa de los militantes del joven partido revolucionario. En Piamonte la contribución de los comunistas es notable: en Turín, en Novara, en Vercelli y en Biela [y también en Alessandria, ndr.] los comunistas constituyen la estructura principal de la organización antifascista; en Lombardía dirigentes y militantes del PCdI participan en los AdP en las regiones de Cremona, de Mantova y de Pavía; en Liguria los activistas comunistas son parte integrante del arditismo popular en Génova, Savona, La Spezia y Sarzana. Una actitud análoga se verifica por doquier el Partido tiene una cierta consistencia (de algunas ciudades del Trivento a la Emilia-Romaña, de la Toscana a las Marche, de la Umbría a algunas zonas del Mezzogiorno)”.93

Las insistentes y reiteradas directivas centrales del Partido en sentido contrario emitidas en los meses de julio y agosto – e incluso noviembre – de 1921 no impidieron que, en un ciertas localidades, los militantes comunistas, desobedeciendo las directivas de la Dirección, continuasen participando en la organización y las acciones de los AdP. Este fue el caso en Parma, Ancona, Livorno y Pavía, entre otros94.

La única apertura oficial del Partido hacia los AdP se resumió a la posibilidad de pasar con ellos acuerdos contingentes, con la consigna de “golpear juntos, marchar separadamente” 95. Y las ocasiones no faltaron para ello. Pero la actitud de la Dirección del PCdI menoscabó significativamente el potencial de desarrollo de los AdP.

Este planteamiento de la Dirección comunista estuvo regido por el clásico “principio de intransigencia” de la Izquierda Comunista Italiana (ICI) [§IV-6]. Una vez más, ésta hacía derivar “lógicamente” las orientaciones tácticas de estrictas consideraciones programáticas y de principio, independientemente de todo análisis de situaciones. Dado que la conquista revolucionaria del poder suponía que la lucha armada insurreccional esté organizada y dirigida por el Partido, “entonces” los militantes comunistas sólo podrían participar en estructuras de tipo militar directamente controladas por él. El hecho de que grandes masas proletarias tratasen de organizar unitariamente su defensa armada contra la ofensiva fascista no era para la Dirección un argumento suficiente para aceptar que los comunistas participasen en ese frente único de lucha armada.

Por una parte, la Dirección comunista confundía gravemente los tiempos y las situaciones al confundir la necesidad de poner en pie una autodefensa de masas con la preparación del asalto insurreccional para la conquista del poder96. Por otra, ninguna revolución proletaria sería posible sin la tendencia espontánea de las más amplias masas obreras a organizarse y a armarse contra la burguesía, su Estado y sus esbirros, y es aún más inimaginable que desde el vamos ese impulso espontáneo esté circunscripto en el marco estrecho de un partido político97. La conquista de una influencia decisiva sobre las milicias obreras que deben necesariamente surgir a partir de las fábricas, de los sindicatos, de los barrios y de las organizaciones de masas (soviets, etc.), no puede ser más que el resultado de la participación de los comunistas en esas movilizaciones. En cuanto al problema de saber si las milicias de partido pueden llegar a cumplir el protagonismo exclusivo de la lucha insurreccional, eso es algo que sólo el contexto histórico puede determinar en función de un gran número de parámetros.

Aunque con reticencias de tipo programático, el anarquismo y el anarco-sindicalismo fueron las únicas corrientes políticas que tuvieron una actitud favorable hacia los AdP; y, sin que sus organizaciones diesen una consigna en ese sentido, sus militantes participaron individualmente, de manera activa y con continuidad, en su organización y sus combates98.

Pero aunque en ciertas localidades, por iniciativa propia, militantes socialistas, republicanos y comunistas aportaron una contribución activa, la deserción y la oposición a la lucha armada por parte de la socialdemocracia, y el boicot del Partido Republicano y del PCdI, constituyeron obstáculos mayores a la extensión y reforzamiento de los AdP. Amén de la represión estatal que se abatirá inmediatamente sobre ellos, todos esos factores harán que su auge inicial se verá troncado, que pierdan consistencia numérica, e incluso que tiendan rápidamente a desaparecer en numerosas regiones, y sólo podrán contribuir local y puntualmente a la resistencia contra el fascismo99.

Los factores mencionados fueron la expresión de las imposibilidad objetiva que tuvo esta organización para expresar – tal como lo pretendió en su momento Argo Secondari – la lucha armada unitaria de todo el proletariado contra el fascismo.

Al ser la guerra civil la manifestación suprema de la lucha política de sus protagonistas, la fragmentación del proletariado italiano entre sus diferentes organizaciones y tendencias100 sólo permitía la unidad en el terreno de la acción directa de partidos susceptibles de pasar acuerdos de “frente único” de carácter político-sindical. Los hechos demostraron fehacientemente que los Estados Mayores de la socialdemocracia, de los republicanos y de los populares se negaron a que el proletariado empuñase las armas. La unidad de acción en la lucha armada se dio concretamente como resultado del empuje de las masas mismas en el marco de situaciones locales. Los AdP no pudieron superar esos límites. En cuanto al PCdI, dada su oposición de principio a los “frentes únicos” con fuerzas que no luchasen por los objetivos últimos del comunismo, sus innegables y meritorios esfuerzos para participar activamente en la lucha armada no podía contribuir a poner en pie una fuerza unitaria capaz de enfrentar a la ofensiva antiproletaria.

Frente a la contrarrevolución en marcha que podía contar con dos Estados Mayores (el de la burguesía en el poder y el del fascismo), con un objetivo contrarrevolucionario común y con estrategias convergentes, el proletariado no pudo oponerle más que heroicas resistencias aisladas. Mientras que el fascismo fue capaz de organizar acciones ofensivas de gran envergadura en un punto dado concentrando fuerzas no solo locales, sino también de regiones y provincias enteras, el movimiento obrero, siempre a la defensiva y jamás a la ofensiva, fue incapaz de superar los límites de la ciudad o de la aldea, incapaz de coordinar fuerzas consistentes para partir al ataque del enemigo. Las organizaciones políticas y sindicales que controlaban a las grandes masas trabajadoras estaban empecinadas en impedir que las resistencias que emergieron localmente pudiesen participar y converger en una estrategia común.

La posibilidad de concretar con posibilidades de éxito la lucha armada contra el fascismo era un problema eminentemente político. Ella requería simultáneamente combatir contra las fuerzas represivas del Estado que participaban de manera recurrente en aquellas situaciones en que la resistencia obrera no pudo ser vencida por las escuadras fascistas. La lucha defensiva de la clase obrera tenía claramente una dimensión militar, pero ésta no podía ser más que una de las componentes de un frente de lucha que movilizase a las grandes masas proletarias, semi-proletarias y campesinas avasalladas por la ofensiva burguesa. Era irrealista pensar que el combate contra el fascismo era un “simple” problema de lucha armada.

Se ha hablado de la ofensiva fascista como de una “contrarrevolución preventiva”. El epíteto es pertinente, pues la posibilidad de enfrentarla exitosamente tenía como condición previa la conquista de las masas más amplias (la “mayoría del proletariado”, Lenin dixit) para una estrategia capaz de oponerse revolucionariamente al frente único de la democracia burguesa y del fascismo101. Lo que no llegó a ocurrir.

13.- Consciente del peligro que representaban, el Estado desató sin tardar la represión contra los AdP (lo que no había hecho ni hará con las escuadras fascistas)102. Y a pesar de todos los factores que obstaculizaron su accionar y desarrollo, y pese a la fuerte disminución de sus efectivos, en los meses sucesivos el potencial local de lucha de los AdP pudo manifestarse de manera significativa.

En Ravenna, el 11-9-1921, los AdP impidieron que 3 mil camisas negras en proveniencia de Boloña y Ferrara invadiesen la ciudad. En Roma, a inicios de noviembre, en ocasión de la convocación de su III Congreso Nacional, el fascismo movilizó 35 mil escuadristas provenientes de Toscana y de Emilia-Romaña. Ante semejante demostración de fuerza, del 9 al 13-11, en medio de la huelga general proclamada por las dos Camere del Lavoro (la confederal controlada por comunistas y anarquistas, y la sindicalista USI), y por el Comité de Defensa Proletaria, los enfrentamientos armados entre los AdP (secundados por socialistas, comunistas y obreros sin partido) y los fascistas terminaron con la derrota y retirada de estos últimos103. En Civitacecchia, durante los meses de agosto, septiembre y octubre 1921, 800 AdP impidieron la entrada en la ciudad de las escuadras fascistas. El 4-8-1922 la resistencia organizada por los AdP, los trabajadores portuarios y los habitantes de los barrios populares, a pesar de los intentos de las fuerzas represivas para desarmarlos, obligaron a 400 fascistas a retirarse. En Piombino, el 24-4-1922 una columna de escuadristas fue enfrentada y obligada a retirarse por los AdP (cuya organización incluía 500 miembros, y que con el apoyo de los veteranos de guerra de la Lega Proletaria habían impedido por largo tiempo el ingreso de los camisas negras)104. En Bari, a inicios de agosto 1922, los trabajadores que adherían a las dos Camere del Lavoro, armados y encuadrados por los AdP, y con el apoyo de mujeres, niños y Legionarios fiumanos, resistieron durante 5 días los ataques de los fascistas y de la fuerza pública, y los fascistas estuvieron obligados a retirarse105. Génova contaba en 1921-1922 con la presencia de unos 800 AdP y con fuertes grupos paramilitares del PCdI. El 31-7-1922 unos 50 mil camisas negras afluyeron a la ciudad para ocuparla. Durante varios días las fuerzas antifascistas impidieron su entrada en los barios populares y en el puerto. Sólo a partir del 4-8, con la ayuda de la fuerza pública que intervino con autos blindados y ametralladoras, los fascistas lograron apoderarse de la ciudad. Una situación similar se dio en Ancona a inicios de agosto 1922: después de 4 días de enfrentamientos durísimos contra las hordas fascistas provenientes de las Marche, de la Umbría y de la Romaña, sólo la intervención militar directa con autos blindados y ametralladoras logró quebrar la resistencia obrera.106

Una situación emblemática se dio en Parma en ocasión de la huelga general de agosto 1922. Parma era una ciudad con una larga trayectoria “subversiva”, con una fuerte presencia del sindicalismo revolucionario y del anarquismo. Con la participación activa de un militante que podía calificarse de “electrón libre” dentro del PSI, Guido Picelli107, en Parma se concretó la creación de un amplio frente de combate antifascista con la formación de un Comité de Defensa Proletaria que integró a las organizaciones obreras locales (a las tres Camere del Lavoro108 y a las organizaciones políticas socialista, anarquista y comunista109, amén de contar con el apoyo de los AdP, e incluso de la Legión Filippo Corradoni ligada a la “epopeya fiumana”). En previsión de la huelga general de agosto 1922, habiendo hecho confluir aproximativamente 15 mil escuadristas provenientes de Cremona, del Véneto, de la Toscana y de las Marche110, el fascismo intentó apoderarse de la ciudad en la noche del 1 al 2 de agosto. La movilización, la combatividad y la efectividad de la resistencia popular fue tal que, luego de 5 días de lucha, los camisas negras no pudieron más que retirarse con un saldo de 39 muertos y 150 heridos (en tanto que el de la resistencia proletaria fue de 5 muertos y 30 heridos). Es de señalar que el Ejército no pudo intervenir contra la población insurgente a causa de la fraternización que se dio entre ella y la tropa.111

La polémica entre la Internacional y el PCdI en torno de los Arditi del Popolo

14.- Hemos visto más arriba [§VI-12] que el boicot de los AdP decretado por la Dirección del PCdI fue fundamentado por Bordiga en base al criterio de rechazar todo trabajo organizativo común con fuerzas que no se prefijaran luchar por la conquista revolucionaria del poder y la dictadura proletaria. Esto excluía desde el vamos integrar organizaciones comunes con fuerzas socialistas, anarquistas, anarco-sindicalistas, republicanas, y por ende formar parte de los AdP, incluso si todas ellas debían hacer frente a un enemigo común.

El 7-11-1921, cuatro meses después del surgimiento de los AdP, la Dirección del PCdI (con la firma de Ruggero Grieco) se sintió en la obligación de justificar ante el CEIC el boicot de estas organizaciones112, lo que dio lugar a una enérgica respuesta del CEIC (sin fecha y probablemente redactada por Bujarin).

El documento de Grieco enumeró una serie de argumentos: • que los AdP eran el resultado de una maniobra burguesa (digitada por Nitti y allegados) para provocar un cambio de Gabinete113; • que Argo Secondari era un espía de la policía; • que el programa de los AdP era puramente pacifista.114

Estos tres argumentos fueron descartados sin más por el CEIC. Tomando como ciertas las afirmaciones del documento, y tras relevar que el mismo señalaba que “el proletariado de toda Italia se unía en torno a los AdP”, añadió: “El PCdI debía penetrar rápida y enérgicamente en el movimiento de los Arditi, reunir a su alrededor a los obreros, convertir a los elementos pequeño-burgueses en simpatizantes (suyos), denunciar a los aventureros y eliminarlos de los puestos de dirección, y poner elementos (dignos) de confianza a la cabeza del movimiento. (…) [Para] el Partido no existe movimiento alguno en el que participen masas de obreros que sea demasiado bajo o demasiado impuro. (…) Debemos aceptar a las masas obreras con todos sus prejuicios pequeño-burgueses (…); en caso contrario no lograremos conquistarlas. (…) Penetrad vigorosamente pues en este movimiento y derrotad a vuestros enemigos sobre el terreno en el que creen ser fuertes. La masa obrera es nuestro elemento y en ninguna circunstancia debemos cederla a nadie”.

Podemos añadir que, incluso admitiendo hipotéticamente (sin por ello considerar como cierto) que la intención de la primera dirigencia nacional de los AdP fue apoyar las maniobras parlamentarias de un sector de la burguesía italiana, la dinámica misma de la guerra civil y del desarrollo de estas organizaciones, y la ausencia en su seno de toda centralización y disciplina a nivel nacional, harían que ese argumento careciese de relevancia.

En cuanto a la afirmación de que Argo Secondari fuese un espía de la policía (cosa que nadie pudo probar jamás), el CEIC no dejó de recordar que la socialdemocracia rusa había penetrado en las organizaciones (de tipo sindical) de Zubatov promocionadas por el zarismo con la intención de desenmascarar a sus agentes, y que la Revolución de 1905 fue iniciada por una manifestación dirigida por el pope Gapón.

Por otra parte, si bien era cierto que los dirigentes nacionales de los AdP (Secondari, Mingrino y Baldazzi) apuntaban al restablecimiento de la “paz civil”, la guerra civil impulsada por el fascismo era la razón de ser de los AdP y los situaba necesariamente en el terreno de la lucha armada. Además, la total autonomía local de los AdP hacía que la influencia política, organizativa y militar de su Dirección nacional fuese prácticamente inexistente.

• El cuarto argumento del documento de la Dirección italiana era que la disciplina militar de los AdP podría llegar a entrar en contradicción con la disciplina del Partido.

El CEIC replicó que “Si el Partido hubiese tomado el control del movimiento no hubiese sido posible una contradicción semejante. Pero incluso en el caso de que los inscriptos al Partido hubiesen formado parte del movimiento, no sería previsible una contradicción seria. Los Arditi se plantean objetivos puramente técnicos [la defensa de las organizaciones obreras, ndr.], muy limitados, que apenas pueden rozar una línea del programa del Partido. Pero en el caso de que los Arditi llegaran a plantease otros o ulteriores objetivos irreconciliables con los deberes del Partido, los comunistas tendrían siempre la posibilidad de abandonar las filas de los Arditi. La disciplina de partido es el deber más alto de todo comunista, y cualquier contradicción con la disciplina debe siempre ser decidida a su favor”.115

• El último de los argumentos esgrimidos era que el PCdI tenía ya con anterioridad sus propias formaciones de lucha armada que “han alcanzado un alto y comprobado grado de eficacia”.

En su respuesta, el CEIC declaró que éste era “un paso justo por el cual tenía plena simpatía” pues “el PCdI [tenía] necesidad de una buena organización militar”, y vio en la existencia previa de las formaciones paramilitares comunistas, y en su adhesión a los AdP, la posibilidad de “volverse el elemento dominante” de esta organización, sin dejar de “continuar, como en el pasado, (la organización militar del PCdI)”, añadiendo que “consideramos favorablemente vuestra tendencia a constituir una fuerte organización miliar que pueda servir vuestros objetivos no sólo contra el fascismo, sino también en otros casos. (…) [Uno] de los objetivos más grandes para vosotros (…) [es] intervenir en el movimiento espontáneo de autodefensa, organizar a los cuadros obreros y campesinos bajo la dirección de los comunistas, y esto no sólo en la [lucha de] defensa contra los fascistas, sino incluso para eventuales luchas por intereses políticos y económicos comunes”.116

Lo que se constató en julio-agosto de 1921 y en los sobresaltos que jalonarán los 12 meses siguientes, cuando sectores significativos de la clase obrera se aglutinaron militarmente en torno de los AdP y, al mismo tiempo, en numerosas ciudades se forjaron frente únicos “por abajo”117, conformados por las Camere del Lavoro, por ciertos sectores del socialismo, del republicanismo y del Partido comunista (todos ellos en ruptura con las instrucciones de sus Direcciones nacionales), y con la participación activa de los anarquistas, es que franjas considerables de las masas explotadas y avasalladas estaban dispuestas a unirse en el terreno de la acción directa.

En su carta al CE del PCdI, el CEIC puso el acento en la consigna de participar activamente en ese frente único y tratar de tomar la cabeza118. Esa era la posibilidad de que el joven Partido comunista pudiese conquistar una influencia decisiva en el seno de un proletariado aún mayoritariamente influenciado por otras direcciones no revolucionarias119, y hacer que ese sobresalto fuese un primer paso del camino a recorrer hasta poder llegar a derrotar a la contrarrevolución en marcha. Pero los errores de planteamiento táctico de la Dirección del Partido (que a su vez eran la manifestación de una visión deformada y restrictiva de la función de la vanguardia comunista) le impedirán hacerlo.

SEGUNDA PARTE

El Partido Alemán hasta el III Congreso de la Internacional

La crisis del VKPD a inicios de 1921

15.- En marzo 1921 el Partido comunista alemán estaba en medio de la crisis que había estallado como consecuencia de la actuación de Paul Leví durante y después de la escisión de Livorno, y tras su evaluación por parte de la Dirección del VKPD [§VI-12].

A su retorno de Italia, Paul Leví hizo público su análisis crítico de la escisión, afirmando que lo mejor del proletariado italiano partidario de la III Internacional no se encuentraba en el PCdI. Ello provocó una polémica con Radek, quien negó las afirmaciones de Leví120. El enfrentamiento se envenenó con la participación de los dos delegados del CEIC en el Congreso, Rakosi y Kabaktchiev, quienes responsabilizaron parcialmente a Leví de que Serrati se haya negado a romper con los reformistas. Rakosi fue hasta acusar a Leví de maniobrar con otros dirigentes europeos para apoyar a Serrati contra el CEIC121. El contenido del conflicto se extendió al cuestionamiento de la naturaleza y la calidad de las relaciones entre las secciones nacionales y los representantes del CEIC (y en filigrana al CEIC mismo)122. La situación se extendió a la esfera dirigente del VKPD y se tendió a un punto tal que el CC del Partido terminó aceptando una moción (presentada por Thalheimer y Stoecker) que justificaba los términos de la escisión y la lucha contra Serrati por no querer romper con los reformistas y por las posiciones defendidas por el maximalismo en las cuestiones nacional, agraria y sindical (mientras que la Zentrale había previamente rechazado por amplia mayoría esta misma moción). En esta ocasión Rakosi afirmó que la escisión de Livorno debía “servir de ejemplo”, y que en caso de necesidad, en aras de la claridad política, habría que provocar nuevas escisiones “en Italia o en Alemania”, y que el Partido francés debía ser seriamente depurado. Considerando que todo ello era un desmentido opuesto por el CEIC a la línea política defendida por la Dirección precedente del VKPD, Paul Leví, Ernest Däumig, Clara Zetkin, Otto Brass y Adolf Hoffmann demisionaron de la Zentrale. Brandler (veterano del espartaquismo) y Stoecker (dirigente proveniente de los Independientes de izquierda) fueron nombrados co-presidentes del Partido en reemplazo de Leví y Däumig, en tanto que Ernest Meyer, Paul Frölich, Paul Wegmann, Hugo Eberlein y Max Sievers entraron en la Zentrale en reemplazo de los dimisionarios. La nueva dirigencia del Partido declaró no tener con la precedente ninguna divergencia de principios, y expresó su intención y el deseo de establecer una cooperación leal con el CEIC123.

Pero la situación de crisis en la que estaba inmerso el VKPD precedía el conflicto desatado por la escisión de Livorno. Luego del Congreso de Halle de octubre 1920 y de la unificación organizativa de diciembre 1920, el nuevo Partido parecía estar empantanado en la vieja praxis socialdemócrata centrada en la rutina de la propaganda, del proselitismo genérico y de la actividad sindical habitual de sus militantes. En otras palabras, con sus cientos de miles de adherentes (mayoritariamente ex­Independientes), el VKPD estaba sin brújula, sin esquemas tácticos, sin plan de acción124.

La Dirección de la Internacional desconfiaba ya antes de la Dirección alemana y de Paul Leví en particular, recelando una tendencia oportunista detrás de la parálisis del Partido. Durante el Congreso del KPD que precedió la unificación, Radek acusó a Leví de no querer hacer “otra cosa que formar comunistas hasta que el Partido tuviese una cabellera blanca”, y en el Congreso de unificación hizo aprobar un texto afirmando que “si la audiencia de un partido está reducida a algunas decenas de miles de hombres, éste recruta sus adherentes sobre todo por medio de la propaganda, (mientras que) un partido cuya organización reagrupa centenares de miles y tiene una audiencia de millones debe recrutar ante todo gracias a la acción. El VKPD tiene suficiente fuerza para pasar por sí solo a la acción allí donde los acontecimientos lo permitan y lo exijan125. En la reunión del CEIC del 22-2-1921 que se ocupó de la “Carta Abierta”, denostando un artículo de Paul Leví en el que habría “cantidad de disparates”, Bujarin lo criticó por afirmar que el Partido alemán no podía adoptar una “táctica ofensiva” por el hecho de que los comunistas alemanes eran una minoría del proletariado126.

En estas condiciones de vacío político, Radek y Béla Kun (recién llegado de Moscú) trataron sin objetivos claros de “activar revolucionariamente” a la Dirección y al Partido127.

En una carta del 14-3-1920 dirigida a miembros de la Zentrale, Radek escribió: “Uds. deben hacer todo lo posible para movilizar al Partido. (…) Si en este momento no hacen todo lo posible – por medio de una presión incesante con miras a la acción – para dar a la masa comunista el sentimiento de que se tiene necesidad de ella, Uds. fracasarán nuevamente en el momento decisivo. En el momento en que hay que tomar decisiones políticas, hay que pensar menos en la fórmula «radical» que en la acción y en poner a las masas en movimiento”. Béla Kun defendió por su parte la idea de que hay que “forzar el desarrollo de la revolución”, esforzándose en despertar a una clase obrera provisoriamente adormecida128.

El Comité Central del VKPD estuvo dividido frente a estos discursos voluntaristas e improvisados, pero una mayoría se delineó a favor de “forzar la lucha revolucionaria” a toda costa y “romper el muro de la pasividad de las masas trabajadoras”, sin tener en cuenta la relación de fuerzas entre las clases y las fuerzas políticas en presencia (como si la mera voluntad de “pasar a la acción” y los llamamientos verbales tuviesen la virtud mágica de modificarla radicalmente). Los acontecimientos de Marzo 1921 encontraron a la dirección del VKPD con este estado de ánimo y dieron la ocasión de poner en práctica lo que se dará por llamar ulteriormente la “teoría de la ofensiva”129.

Ya antes de los acontecimientos de Marzo 1921, a partir del 18-3 y a instigación de Béla Kun, Brandler había redactado y hecho publicar en Die Rote Fahne durante cuatro días consecutivos, fuera de todo contexto político evidente, es decir, en frío, un llamamiento al armamento de los trabajadores (justificándolo con el rechazo del gobierno de Baviera de desarmar a organizaciones terroristas contrarrevolucionarias). Pero la ocasión de poner en práctica la propuesta táctica de “forzar el desarrollo de la revolución” fue la decisión gubernamental de enviar fuerzas policiales a ocupar distintas regiones industriales de la Alemania Central130.

La Acción de Marzo 1921 en Alemania

16.- Marzo 1921. Tras casi tres años de luchas gigantescas, de raras victorias y de numerosas derrotas sangrientas, el proletariado de los centros neurálgicos del país, en particular en Berlín y Sajonia, parecía aquejado por una cierta apatía y estar en situación de repliegue.

Nada era más comprensible que las masas, luego de años de intensos combates, con sus direcciones políticas divididas en múltiples partidos (SPD, USPD, VKPD, KAPD), y con sus direcciones sindicales mayoritariamente al servicio del poder burgués, esas masas, pues, hayan hecho una pausa para rehacer fuerzas, aclarar ideas, extraer lecciones y buscar orientación. “La clase obrera alemana en su conjunto, escribía Trotsky, siente instintivamente que no podrá dar cuenta de semejante enemigo con las manos desarmadas, que no basta el entusiasmo, sino que se necesita del cálculo frío, de la clara visión de las cosas, de una preparación seria”131. Y, podemos añadir, de una dirección política esclarecida, férrea, fogueada y preparada para conducirla en las luchas revolucionarias. El Partido comunista alemán, recientemente unificado con los Independientes mayoritarios, debía aún demostrar prácticamente su aptitud para afrontarlas.

Si las masas proletarias alemanas con mayor experiencia y tradición clasista habían efectuado una pausa tras la victoria sobre el Putsch de Kapp, el proletariado siderúrgico y minero de la región de Mansfield, en Westfalia (Alemania Central), y amplias masas de desocupados no encuadrados (y más bien despreciados como “lumpenproletariado”) por los partidos socialdemócratas y las organizaciones sindicales reformistas, había despertado a la lucha de clase arrancándose vigorosamente de una antigua tradición conservadora.

“Durante una época revolucionaria [escribió Trotsky] ocurre más de una vez que una parte, la más oprimida y retrasada de la clase obrera, despierta por primera vez al estruendo de los acontecimientos y aporta a la lucha la mayor energía y está dispuesta a combatir sin condiciones y, a menudo, sin contar con las circunstancias ni con las posibilidades de vencer, es decir, con las exigencias de la estrategia revolucionaria. Así, mientras los obreros de Berlín y Sajonia, por ejemplo, después de la experiencia de los años 1919-1920, se han vuelto más circunspectos, lo que aúna ventajas e inconvenientes, los obreros de Alemania Central en cambio continúan manifestándose enérgicamente, realizando huelgas y tumultos, sacando a los capataces de los talleres en carretillas, organizando reuniones durante las horas de trabajo, etc. Es evidente que tal género de acción es incompatible con las tareas sagradas de la República de Ebert. Nada asombroso fue que esta república conservadora y policíaca, en la persona de su agente de policía, el socialdemócrata Hörsing, haya decidido realizar una cierta «depuración», es decir, echar a los elementos más revolucionarios, detener a ciertos comunistas, etc.”.132

Siguiendo su estrategia sistemática de infligir derrotas regionales a las masas trabajadoras, el ministro socialdemócrata Hörsing decidió enviar a las fuerzas policiales para ocupar distintas regiones industriales, y en particular el sector minero de Mansfeld, donde existía una gran concentración obrera (la fábrica de Leuna en Bitterfeld contaba por sí sola con más de 12.000 trabajadores), con el propósito declarado de impedir las reuniones en horas de trabajo y considerar la propiedad de las fábricas como intangible, pero con el objetivo embozado de aplastar y desarmar a los obreros que se habían pertrechado durante el Putsch de Kapp, y golpear de paso a un fuerte bastión comunista (el VKPD contaba con más de 60.000 adherentes en la región)133.

Se trataba de una ofensiva regional contra un sector del proletariado muy combativo, en un momento de reflujo general de las luchas obreras en los centros neurálgicos del país. Era la burguesía con sus agentes socialdemócratas quienes estaban a la ofensiva. Pero en vez de plantear la situación en esos términos, en lugar de llamar a la clase obrera a defenderse y a centrar su acción en la organización de esta defensa, tanto la dirección del VKPD como la del KAPD hicieron de ella la ocasión de un llamamiento al proletariado a pasar a la ofensiva, sin evaluar fría y objetivamente las relaciones de fuerzas (no para prosternarse ante ellas como algo definitivo, sino para concebir la manera de secuenciar las luchas para crear las condiciones de su trastocamiento). El papel del Partido en esta visión “ofensivista” ya no era el de dirección y organización de las masas, la de un verdadero Estado Mayor de la clase, sino el de “aguijoneador de las masas” y el de “hacedor de revoluciones”.

La Dirección del VKPD dio desde el inicio la consigna de huelga general y de resistencia armada ante el primer intento de ocupación de fábricas por parte de la policía. El 19 de marzo las tropas policiales dieron comienzo a las perquisiciones de los domicilios obreros134.

El día 20, Die Rote Fahne lanzó un llamamiento a los obreros alemanes para venir en ayuda de los trabajadores de Alemania Central y dio un ultimátum a los obreros no comunistas: “¡Quien no está con nosotros, está contra nosotros!”135.

El 21 de marzo se iniciaron los paros obreros en los distritos ocupados por la policía, y fue entonces que la dirección del VKPD local decidió el llamado regional a la huelga general con la participación de los obreros de Leuna. Sin embargo, el 22 de marzo la huelga no llegó a generalizarse. Ese mismo día, el delegado de la Zentrale, Eberlein, explicaba a la dirección local que había que provocar sin más un levantamiento proletario en Alemania Central que sería la primera etapa de la Revolución alemana, y buscar a toda costa arrancar los obreros de la pasividad.

Con la llegada de Max Hoelz (figura de la lucha armada contra el Putsch de Kapp) y de Karl Plättner, ambos hombres de acción muy cercanos al KAPD, dio comienzo el reclutamiento de milicias obreras (pertrechadas con lo obtenido en el asalto a un depósito de armas y con el desarme de policías), quienes a partir del 23 de marzo iniciaron acciones de guerrilla para obstaculizar los movimientos de las tropas gubernamentales (pero sin obtener ni del VKPD ni del KAPD una orientación ni una dirección enmarcadas en una estrategia clara y realista al alcance de los trabajadores en lucha, es decir, una estrategia de autodefensa proletaria). Por el contrario, las direcciones de ambos partidos se hicieron entonces los portavoces de una agitación “ofensivista”.

Los militantes del VKPD y del KAPD se esforzaron con poco éxito en movilizar al proletariado de las otras regiones alemanas. La manifestación en Berlín fue poco numerosa. En Hamburgo, el 23 de marzo, una manifestación de desempleados ocupó las dársenas. Atentados a la dinamita ocurrieron en distintas ciudades (Drede, Freiberg, Leipzig). El 24 de marzo ambos partidos lanzaron la consigna de huelga general nacional y trataron por todos los medios, incluso por la fuerza, de obligar a los obreros a adherir a la huelga. Destacamentos de militantes intentaron ocupar por sorpresa las fábricas e impedir la entrada a la gran masa de trabajadores no comunistas. En otros lugares, grupos de desocupados enfrentaron a los obreros en las fábricas. Las estimaciones del número de huelguistas en todo el país (pero sobre todo en Alemania Central) van de 200.000 a 500.000 participantes. En Berlín, donde la huelga fue casi inexistente, la participación a la manifestación convocada por los dos partidos comunistas no llegó a 4.000 personas. Los obreros de la región de Mansfeld quedaron aislados.

El enfrentamiento estuvo circunscripto fundamentalmente en Alemania Central, donde los obreros hicieron frente a 17.000 soldados y policías. El Gobierno dio la orden de no negociar con los trabajadores en armas ni retroceder ante ningún medio para restablecer el Orden.

La represión burguesa provocó espontáneamente la resistencia armada de los obreros, y los diferentes grupos de combate de la región (mal armados y mal preparados) lucharon vigorosamente, pero aisladamente, sin coordinación entre ellos. Un destacamento numeroso de milicias obreras no logró efectuar su emplame con los trabajadores de Leuna sitiados por las tropas. Tras varios días de combate, el 29 de marzo la policía logró ocupar las fábricas Leuna (bombardeadas previamente por la aviación), donde había 2.000 obreros en armas. Tras la caída del bastión de Leuna, el 1 de abril el VKPD retiró su llamado a la huelga general, y los últimos grupos obreros armados de la Alemania Central se disolvieron.

Las consecuencias directas de esta derrota fueron dramáticas. El terror blanco y las ejecuciones sumarias se abatieron sobre los trabajadores y los militantes comunistas; cientos (si no miles) de obreros fueron encarcelados y condenados a largos años de prisón; decenas de miles de huelguistas fueron despedidos. Brandler mismo fue condenado a 5 años de prisión por “alta traición”. El VKPD quedó profundamente dividido, sacudido y resquebrajado por el el accionar de la Dirección, y en pocas semanas 200.000 afiliados abandonaron la organización. De 350.000 adherentes a inicios de marzo sólo quedaban 150.000 en agosto de 1921136.

Dando una lección magistral de estrategia revolucionaria, Trotsky demolió minuciosamente esa visión simplista, meramente voluntarista, infantil y finalmente catastrófica de la lucha de clase:

“El Partido alemán, según recordaréis, había sido creado un poco antes por la unión de las antiguas agrupaciones espartaquistas y de la mayoría de los Independientes, y, por lo mismo, ha tenido que resolver prácticamente el problema de la acción de masas. La idea de que había que realizar una política más activa era perfectamente justa. Pero, ¿cómo había que llevarla a la práctica? Al mismo tiempo que se publicaba la orden del policía socialdemócrata Hörsing (…) el Comité Central del Partido comunista lanzó un llamamiento a la huelga general para sostener a los obreros del centro de Alemania. Una huelga general no es cosa que la clase obrera emprende a la ligera, a la primera indicación del Partido, sobre todo cuando ha sufrido anteriormente una serie de derrotas y tanto más en un país donde hay, junto al Partido comunista, otros dos partidos socialdemócratas, y donde la organización sindical está en contra nuestra. (…) Una acción de masas seria hubiera debido estar precedida evidentemente de una agitación enérgica y generalizada, con consignas definidas hacia el mismo fin; tal agitación hubiese podido dar lugar a llamamientos definitivos para la acción sólo en el caso en que se hubiera podido averiguar hasta qué grado estaban preparadas y dispuestas las masas para avanzar por el camino de la revolución. Tal es el principio elemental de toda estrategia revolucionaria, y es precisamente ese el principio el que fue tomado en cuenta durante los acontecimientos de marzo. (…) Ya dije que los obreros del centro de Alemania estaban dispuestos a una lucha inmediata, y que la indicación del comité fue seguida. Pero las cosas no pasaron de la misma manera en el resto del país. La situación de Alemania, tanto en el interior como en el exterior, no favorecía el paso brusco a la acción. Las masas, sencillamente no comprendieron el llamamiento.

“Sin embargo, ciertos teóricos muy influyentes del Partido comunista alemán, en lugar de reconocer que el llamamiento era un error, han emitido, para explicarlo, la teoría según la cual debiéramos, durante la época revolucionaria, hacer exclusivamente una política ofensiva, esto es, de ataque revolucionario. De esa manera se presenta a las masas la Acción de Marzo como una ofensiva. Tratad de apreciar la situación en su conjunto. En realidad, el primer asalto fue dado por el policía socialdemócrata Hörsing. Había que aprovechar para reunir a todos los obreros para la defensa, para la resistencia, para el contraataque más restringido. Si son propicias las condiciones, si la propaganda encuentra eco favorable, puede pasarse a una huelga general. Si los acontecimientos se desarrollan de más en más, si las masas se sublevan, si la unión entre los trabajadores se reafirma y crece su moral, mientras que en el campo de los adversarios aparecen la falta de decisión y el desorden, entonces se puede ordenar el pasar a la ofensiva. Por el contrario, si la decisión no es favorable, si las condiciones y el moral de las masas no se prestan a obedecer, hay que llamar a la retirada, a replegarse en lo posible ordenadamente hacia las posiciones anteriores, obteniendo así la ventaja de haber sondeado a la masa obrera, reforzado su unión anterior y, lo que es más importante, haber aumentado la autoridad del Partido, que se habrá revelado como un jefe juicioso en todas las situaciones.

“Pero ¿qué hace el centro dirigente del Partido alemán? Parece aprovechar la primera ocasión y, antes que ella sea comprendida por los obreros, el Comité Central llama a la huelga general. Aún antes de que el Partido haya acertado a sublevar a los obreros de Berlín, Dresde, Munich, para sostener a los del centro de Alemania (lo que hubiera podido lograrse en el espacio de unos días, si las masas hubiesen sido conducidas con energía según un plan bien concebido y sin saltarse los acontecimientos), antes que el Partido haya cumplido ese trabajo, se proclama nuestra acción como una ofensiva… Ello equivale a arruinarlo todo y a paralizar por adelantado al movimiento. Es evidente que en este período de lucha, la iniciativa del movimiento estaba en las manos del enemigo. Era preciso explotar el elemento moral de la defensa y llamar al proletariado del país entero al socorro de los obreros del centro de Alemania. Las formas de este socorro podían al principio ser variadas antes de que el Partido pudiera lanzar directivas más amplias. La tarea de la agitación consistía en sublevar a las masas, concentrar su atención sobre los acontecimientos de Alemania Central, romper políticamente la resistencia de la burocracia obrera y asegurar, de este modo, el carácter general de la huelga, como base posible para el desarrollo ulterior de la lucha revolucionaria. Y, ¿qué tenemos, en cambio? Una minoría revolucionaria y activa del proletariado se ha opuesto en la acción a la mayoría, antes de que esta mayoría pudiera enterarse del sentido de los acontecimientos. El Partido resolvió por ella, ante la pasividad e irresolución de la clase obrera. Los elementos impacientes ensayaron, aquí y allá, no por medio de la propaganda, sino por procedimientos mecánicos, echar a la calle a la mayor parte de los obreros. Verdad es que si la mayoría de los obreros se pronuncian a favor de la huelga, pueden forzar a la minoría y cerrar fábricas para llevar a cabo la huelga general. Más de una vez ha ocurrido así, y así será siempre, y sólo los imbéciles pueden protestar contra tales procedimientos. Pero la aplastante mayoría de la clase obrera no se da cuenta exacta del movimiento o no simpatiza con él; o no cree en su eficacia; la minoría, al revés, se decide a avanzar y ensayar, por procedimientos mecánicos, a incitar a los obreros a la huelga. Esta minoría impaciente, representada por el Partido, puede decidirse a actuar frente a la hostilidad de la clase obrera y romperse así la cabeza”.137

17.- La Acción de Marzo fue criticada abiertamente por un sector de la dirigencia del Partido alemán, con Paul Leví a la cabeza, quien el 12 de abril publicó el opúsculo Unser WegWider den Putschismus138, escrito en plena represión, con un ataque político y organizativo a la Dirección del VKPD y a la Internacional misma, responsabilizándolas de la derrota.

Recurriendo a un escrito de Lenin139, la primera parte de su opúsculo se emplea en demostrar que no existían en Alemania las condiciones para la conquista revolucionaria del poder (tesis que, por otra parte, no estaba cuestionada por nadie). En la segunda parte del documento Leví calificó a la Acción de Marzo de “putsch bakuninista más grande de la Historia”. Tras efectuar un ataque en regla contra la impostación política y táctica de la Acción de Marzo, haciéndolas derivar de tendencias anarquizantes, Leví imputó a los representantes de la Internacional (Radek y Béla Kun) buena parte de la responsabilidad de las iniciativas decididas en esta ocasión; y de paso aprovechó la ocasión para arreglar cuentas con Radek y hacer un proceso general a la Dirección de la Internacional por las relaciones que ésta mantenía con las secciones nacionales de los partidos comunistas por intermedio de delegados que actuarían a espaldas de sus propias direcciones140.

Acusándolo de deserción, indisciplina y ataques políticos contra el Partido y la Internacional en un momento en que los combates continuaban y la represión se abatía sobre los militantes comunistas, el 15 de abril la Dirección del VKPD expulsó a Paul Leví. Un grupo de dirigentes y responsables se solidarizaron con él, abriendo así una crisis política que se ventilará en junio 1921 en el III Congreso de la Internacional. El 26 de abril, el CEIC publicó una declaración con las firmas de Lenin, Zinóviev, Trotsky y Bujarin, confirmando la exclusión por traición de Paul Leví del Partido y de la Comintern141.

No sin dejar de reconocer que ciertas críticas de Leví a la Zentrale estaban justificadas, Lenin mismo descalificará la afirmación de Paul Leví según la cual la Acción de Marzo fue “el putsch bakuninista más grande de la historia”, ya que no se puede tildar de putsch a las movilizaciones de autodefensa de cientos de miles de trabajadores (por más que la Dirección del VKPD haya querido darles un carácter “ofensivista”)142.

La Dirección del VKPD reaccionó a las críticas de Paul Leví y de quienes compartían sus puntos de vista (en especial, Clara Zetkin y Däumig), teorizando la “teoría de la ofensiva”. Uno de sus teóricos, Arkadi Maslow143, declaró a posteriori:

“Acerca de los principios que inspiraron la Acción [de Marzo] no hay mucho para decir. Grosso modo, la situación era la siguiente: nuestro Partido estaba a la defensiva y perdía así su razón de ser en cuanto Partido comunista. Un partido a la defensiva es un Partido socialdemócrata. Si quiere volverse un Partido comunista, tiene que estar a la ofensiva. (…) Ante la pregunta de qué había de específicamente novedoso en la Acción de Marzo, hay que responder precisamente lo que nuestros adversarios nos reprochan, a saber, que el Partido se lanzó al combate sin querer saber cuáles serían las consecuencias”.144

En su reunión del 7 y 8 de abril, el CC votó unas Tesis sobre la Acción de Marzo (redactadas por Thalheimer) reafirmando y teorizando la necesidad de una táctica ofensiva permanente:

“[En aquellas circunstancias y] en función de sus propias fuerzas, el Partido tuvo que intentar arrastrar a las masas, incluso con el riesgo de que en un principio sólo (pudiese) arrastrar en la lucha a un reducido sector de la clase trabajadora. (…) En las épocas de profunda tensión política, estas acciones [ofensivas, ndr.], incluso si desembocan en derrotas provisorias, constituyen las condiciones previas de las victorias futuras. Para un partido revolucionario, ellas representan la única manera posible para ganarse a las masas y para un combate revolucionario victorioso, y para que las masas apáticas puedan tomar conciencia de la situación política objetiva. (…) Más aún, la acción es también, por sí misma, un factor del despertar en las masas del estado de ánimo revolucionario. (…) Sólo a través de una poderosa ofensiva global la clase trabajadora puede llevar a cabo una lucha decisiva por el poder. Esta ofensiva unitaria sólo puede desplegarse si la clase trabajadora, bajo la dirección comunista, aprende a llevar a cabo luchas parciales y limitadas de una manera ofensiva”.145

Era como sostener que, para ganar la guerra, en cada batalla un ejército sólo podría adoptar estrategias y tácticas ofensivas, cualquiera fuesen las circunstancias, el terreno, el armamento, las relaciones de fuerzas en presencia.

El error mayúsculo de los delegados de la Internacional (Radek y Béla Kun) había sido querer “activar” al VKPD sin un plan de acción claro, sin objetivos precisos y acordes con la situación general. Por su parte, y ante la ofensiva burguesa de marzo 1921, el error de la Zentrale fue lanzar llamamientos y fijar objetivos sin tener mínimamente en cuenta las relaciones de fuerza, sin una visión de cómo actuar para llegar a trastocarlas.

La entronización a posteriori de la “teoría de la ofensiva” como principio de la estrategia y de la táctica de todo Partido comunista fue la expresión de la carencia de brújula política y de madurez del VKPD, y un verdadero peligro para el Partido y para todos aquellos que la adoptasen. En el III Congreso de la Internacional, Lenin y Trotsky conducirán un ataque en regla contra los partidarios de estas teorizaciones que sólo traducían la falta de experiencia e ideas claras de sus promotores.

Hacia el III Congreso de la Internacional Comunista

18.- En los meses previos al III Congreso de la Comintern (junio – julio 1921), el movimiento comunista estuvo atravesado por enfrentamientos resultantes de la escisión de Livorno, de la polémica en el Partido alemán, e incluso en el círculo dirigente de la Internacional en torno de la Acción de Marzo y la “teoría de la ofensiva”.

La polémica sobre la escisión de Livorno puso nuevamente sobre el tapete la cuestión del perímetro político a partir del cual se debía excluir o integrar en los nuevos partidos a los militantes y corrientes adherentes a los partidos socialistas, y los criterios que se debía utilizar para ello. Las discusiones sobre la Acción de Marzo pusieron de manera urgente al orden del día el problema de la relación entre el Partido y las masas, y la cuestión de los principios generales de la táctica.

Para Paul Leví y sus partidarios, el desarrollo de la escisión de Livorno había sido un error político gravísimo porque había dejado fuera del PCdI a la mayoría maximalista unitaria (la cual, incluso luego de la escisión, se declaraba partidaria de la III Internacional y había elevado al CEIC una protesta por su exclusión).

Para el CEIC, la escisión de Livorno había sido una necesidad impostergable y había apoyado la acción de la Fracción Comunista tendiente a la fundación del PCdI. La exclusión de la corriente mayoritaria de Serrati resultaba para ella de la aplicación estricta de las 21 Condiciones de Admisión. Los bolcheviques no tenían ninguna ilusión sobre Serrati y otros dirigentes de su fracción; pero, si la expulsión de las corrientes reformistas del PSI hubiera terminado siendo aceptada por el maximalismo (como fue el caso de la expulsión de los Independientes de derecha en el Congreso de Halle, la que posibilitó la fusión del ala izquierda del USPD con el KPD), ellos esperaban recuperar en un nuevo partido “unificado” a las bases maximalistas atraídas por Moscú y lograr – gracias a la centralización internacional– la eliminación de la influencia centrista de sus dirigentes. Esta visión del CEIC la llevará a entablar nuevas tratativas con el PSI para lograr la expulsión ulterior de Turati y Cía.

Para la Dirección del PCdI en general, y para Bordiga en particular, la aceptación incondicional de las 21 Condiciones de Admisión era la prueba de fuego que debía permitir la selección de las verdaderas fuerzas revolucionarias dentro del PSI. Además, para Bordiga, la constitución del nuevo partido se inscribía plenamente en la evolución histórica del PSI. Para él, la dirección de la corriente serratiana había demostrado ya en el pasado (en el curso de la guerra y en el Bienio Rojo) su naturaleza centrista y veleidosa. La conquista de sus bases militantes con potencial revolucionario hubiera debido resultar entonces de la acción exclusiva del Partido comunista ya constituido.

A partir del III Congreso, estas dos ópticas diferentes a la base de las intervenciones convergentes de la Fracción Comunista y del CEIC en Livorno dieron lugar a lo que se llamará “la cuestión italiana”. Este conflicto entre el CEIC y la Dirección del PCdI fue generado por los intentos del primero por lograr la incorporación en el PCdI de las corrientes del PSI que seguían reclamándose del comunismo; y más tarde, tras la escisión entre la corriente maximalista y la reformista del PSI en octubre de 1922, la fusión del PSI con el Partido comunista. Como veremos más adelante, los resultados concretos de ese esfuerzo del CEIC fueron tanto estériles como irrisorios.


En dos artículos de abril y mayo 1921, “Partido y clase”146 y “Partido y acción de clase”147, Bordiga explicitó algunas de sus posiciones, y abordó al mismo tiempo un conjunto de cuestiones que estaban al orden del día del III Congreso.

Bordiga comienza exponiendo su visión de la función del Partido y sus relaciones con la clase obrera, y afirma el papel del Partido como órgano central y dirigente de la acción revolucionaria del proletariado con miras al parto de una nueva sociedad. En su segundo artículo, tras referirse al proceso de degeneración de los partidos socialistas, Bordiga se refiere a la formación de los partidos comunistas y polemiza contra la pretensión de querer establecer un valor numérico entre el Partido y las masas, o querer tener, en todas partes, partidos comunistas pletóricos, independientemente de toda otra consideración política e histórica. Adelantándose a los intentos de querer superar con maniobras diplomáticas escuetas la situación minoritaria del Partido italiano (que fue lo que Paul Leví había tratado de hacer durante el Congreso de Livorno), Bordiga pone en guardia contra la idea de querer sortear situaciones aparentemente desfavorables gracias a decisiones que cuestionen la continuidad política y organizativa del movimiento comunista:

“Una vez que los partidos comunistas están basados sólidamente sobre los resultados de la doctrina y de la experiencia histórica acerca de los caracteres precisos del proceso revolucionario – resultados que sólo pueden ser internacionales, y dar lugar pues a normas internacionales -, su fisonomía organizativa debe considerarse como definida, y debe admitirse que su facultad de atraer y de potenciar a las masas dependerá de su fidelidad a una estricta disciplina programática y organizativa”.148

Aunque Bordiga tendrá toda la razón en cuestionar los intentos del CEIC por lograr en los años siguientes la fusión del PCdI y del PSI (ya escindido de la corriente abiertamente anticomunista), sin tener en cuenta la desastrosa trayectoria política del maximalismo serratiano, era totalmente reductor querer evaluar la eficacia de la acción de los partidos comunistas haciendo abstracción de la táctica y de su aplicación en la guerra de clases.

Refiriéndose implícitamente al PSI que cuestionaba ante el CEIC su exclusión tras la escisión de Livorno, Bordiga continuaba:

“[La] Internacional Comunista debería considerar con la mayor desconfianza a todos los elementos y grupos que se le arriman con reservas teóricas y tácticas. (…) Estas adquisiciones no serían adquisiciones de fuerzas positivas; en lugar de aportarnos nuevas masas, nos harían correr el riesgo de comprometer aquel claro proceso de conquista de las masas, que debemos desear sea el más rápido posible, pero sin hacer jugar incautamente tal deseo en un sentido que puede, en vez, diferir el éxito sólido y definitivo”.

En la parte final de su artículo, Bordiga se desmarca de la caricatural “teoría de la ofensiva” en boga en el Partido alemán149.

El conflicto en el partido ruso en torno de la cuestión alemana

19.- Tras la constitución de los partidos comunistas en Occidente, las cuestiones de táctica en las condiciones de la posguerra no eran sólo una novedad para ellos, sino también para los bolcheviques.

La “Carta Abierta” ya había provocado un enfrentamiento en el CEIC entre Zinóviev, Bujarin y Radek. Mientras que Radek la había aprobado de manera entusiasta, en febrero 1921 Zinóviev y Bujarin la habían denostado por diferentes motivos. Más tarde, en abril 1921, Lenin la aprobará decididamente como “política enteramente correcta”150, y contra los partidarios de la “teoría de la ofensiva”, en su discurso en defensa de las Tesis sobre la táctica del III Congreso de la Internacional, la calificará de “paso político ejemplar” [§VI-18].

Radek justificó la Carta Abierta afirmando que:

“Los obreros socialdemócratas están llenos de ilusiones democráticas, esperan aún poder mejorar su situación en el marco de la sociedad capitalista y consideran (…) que si los comunistas no hubiesen organizado la escisión de la clase obrera, y si el proletariado hubiera permanecido unido, se tendría la mayoría en el Reichstag y todo andaría bien. (…) Diez millones de obreros son miembros de los sindicatos y tienen los ojos fijados en sus jefes y esperan consignas. (…) La estrategia comunista debe consistir en convencer a estas amplias masas de trabajadores que la burocracia sindical y el Partido socialdemócrata no solamente se niegan a luchar por una dictadura obrera, sino también que no luchan por los intereses cotidianos más fundamentales de la clase obrera”.151

Sin negar la posibilidad de entrar en negociaciones con los partidos socialdemócratas, para Zinóviev la iniciativa de la Carta Abierta era “bastante artificial”, una “fantasía literaria”, no le veía ninguna posibilidad de éxito y no creía que las masas alemanas estuviesen en línea con esa propuesta152.

Bujarin se opuso a la Carta Abierta con argumentos típicos de un extremismo infantil: que el Partido comunista era un partido revolucionario, mientras que los otros “partidos obreros” no lo eran; que la Carta Abierta ponía el énfasis en reivindicaciones parciales y no en la necesidad de la lucha revolucionaria por la dictadura proletaria; que sus consignas no estaban clara y directamente inscriptas en la lucha por la conquista revolucionaria del poder; y no dejó de señalar la contradicción que existía en el hecho que en su propaganda el VKPD afirmase que los partidos socialdemócratas eran agentes de la burguesía y que la Carta Abierta diese por sentado que tanto el SPD como el USPD reconocían como justificadas las consignas avanzadas153.

Lenin y Trotsky recién pudieron ponerse al tanto de la situación en Alemania e intervenir en esta polémica luego de la Acción de Marzo, cuando la situación interna del Partido estaba que ardía y ya había dado lugar a la expulsión de Paul Leví154/155.

En las esferas dirigentes del Partido bolchevique se dio una fractura entre quienes tendían a apoyar a la Dirección alemana (Zinóviev, Bujarin y Radek) y quienes se opusieron decididamente a su política “ofensivista” (Lenin, Trotsky, Kámenev)156. En esas condiciones, la posición de Lenin y Trotsky obtuvo la mayoría en el Buró Político y se impondrá en la orientación general de la delegación rusa al III Congreso.

En una reunión de la delegación rusa del 21-6-1921, Radek explicitó las posiciones asumidas por Zinóviev, Bujarin y él mismo: “[Nosotros] propusimos un proyecto de tesis con la siguiente introducción: La revolución no está en descenso; por el contrario, va hacia luchas crecientes. Pero en ninguna parte tenemos el apoyo de la mayoría del movimiento obrero. Ganar esta mayoría es nuestra tarea más importante. Esta tarea está en primer lugar obstaculizada por fuerzas oportunistas en el interior de la Internacional Comunista, quienes no han sido capaces de atraer a las masas, (ni reforzar) las fuerzas con capacidad organizativa que tienen los revolucionarios que están vinculados a las masas, (ni) articular fuertemente sus demandas”. Radek sostuvo que las “debilidades de la Izquierda comunista (alemana) son mucho menos serias y peligrosas que las de la Derecha”, que la tendencia centrista en el VKPD [Paul Leví y Cía, ndr.], a pesar de su retórica refinada y disimuladamente comunista, conducía la misma política que el SPD, el USPD y las burocracias sindicales. Radek continuó afirmando que, tras convencer a la delegación del VKPD de retirar sus propias tesis, Zinóviev Bujarin y él mismo expresaron el temor de que Lenin y Trotsky vapuleasen a los defensores de la “teoría de la ofensiva” de “modo tal de desacreditar a un grupo de camaradas revolucionarios con los que (ellos) estaban vinculados”, lo que los llevó a hacer concesiones (a Lenin y a Trotsky), y para ello aceptaron “corrigir errores evidentes” (sic). Estas afirmaciones de Radek confirman que, para evitar una batalla pública entre los mismos bolcheviques, Zinóviev, Bujarin y Radek debieron plegarse (más mal que bien) al compromiso que consistió en atacar de frente a los partidarios de la “teoría de la ofensiva” a toda costa, y, al mismo tiempo, confirmar la expulsión de Paul Leví157.

Para Lenin y Trotsky, la demolición de la “teoría de la ofensiva” era una condición sine qua non de la supervivencia de la Internacional, mientras que la expulsión de Leví era una medida de salubridad político-organizativa.

TERCERA PARTE

El III Congreso de la Internacional Comunista
(22 junio – 12 julio 1921)

20.- El III Congreso de la Comintern se reunió en un marco de condiciones internacionales objetivas y subjetivas muy difíciles para el movimiento comunista. En Rusia, el poder soviético enfrentaba una situación social y económica gravísima. Tras la finalización de la guerra civil, el suministro de productos alimencicios de las poblaciones urbanas estaba totalmente desorganizado, y la economía estaba por debajo de los niveles de la preguerra. Esto había llevado a una grave crisis social y política, con el levantamiento antibolchevique y la represión de los marinos de Cronstadt. Para superar esta situación, reactivar la producción, la circulación de mercancías y el suministro urbano, el poder soviético inauguró en marzo 1921 la política de la NEP [que implicaba en la agricultura – a cambio de un impuesto en especies – la liberalización de los intercambios de mercancías, ponendo así un término a la política del “comunismo de guerra” (basado en las requisiciones de productos agrícolas), el auge del capitalismo agrario y concesiones al campesinado medio y rico (kulaks)].

En el plano internacional, la burguesía internacional había logrado enfrentar o sobrellevar con éxito la primera gran marejada revolucionaria de la posguerra. Los auges revolucionarios en Alemania e Italia habían terminado con una serie de derrotas, y la burguesía había pasado decididamente al contraataque.

En Hungría esta ola había sido reprimida violentamente en 1919; en Alemania en 1919, 1920 (luego del Putsch de Kapp) y 1921 (durante la Acción de Marzo). En Italia, tras el Bienio Rojo que culminó con la revuelta de Ancona y las ocupaciones de fábricas, la clase obrera estaba a la defensiva frente a una “blitzkrieg” desencadenada por el Estado democrático, la patronal y el escuadrismo fascista.158

Trotsky dirá ante el Congreso: «Hoy en día, por primera vez, vemos y sentimos que no estamos tan cerca del objetivo, la conquista del poder, la revolución mundial. En 1919 decíamos: “Es una cuestión de meses”. Hoy decimos: “Es quizás una cuestión de años”».159

El resultado más importante de estas grandes batallas del proletariado europeo fue la fundación de la Internacional Comunista y la constitución de sus secciones nacionales (la alemana y la francesa en diciembre 1920; la italiana en enero 1921; la checa en mayo 1921; …).

La política seguida por el CEIC dio lugar, en ciertos casos, al nacimiento de partidos “pletóricos” [como el VKPD (con 380 a 480 mil adherentes), el francés (con 110.000), el checo (que junto al de la Bohemia alemana sumaban unos 400.000 afiliados)], habiendo arrastrado en las escisiones respectivas a las mayorías de adherentes de los antiguos partidos socialistas o centristas. También dio lugar a partidos con un número de militantes mucho más restringido, como el italiano (con 58.000 adherentes en el momento de su fundación).

Pero una cosa había sido efectuar la selección de corrientes y militantes que aceptaran (en muchos casos de manera meramente formal) las 21 Condiciones de Adhesión, y otra muy distinta era hacer de esos partidos, atravesados por tendencias y tradiciones resultantes de trayectorias complejas, partidos de combate homogéneos, sólidamente aferrados a los objetivos, a los principios y a las tácticas preconizadas por la Internacional, y definitivamente liberados de toda influencia socialdemócrata o centrista. Esta tarea se presentaba mucho más difícil que la que llevó a la constitución de estos partidos por la ausencia en Occidente de una trayectoria y experiencia revolucionarias como la del Partido bolchevique, forjado en una larga lucha y con sólidos lineamientos estratégicos generales160. En Occidente, esta dificultad era tanto más grande cuanto que la Internacional aún debía definir la táctica para lograr influenciar y conquistar a las grandes masas obreras que seguían estando bajo la influencia de los partidos socialdemócratas y de las direcciones sindicales reformistas. El II Congreso de la Comintern había sido su verdadero congreso fundacional y había establecido sus bases fundamentales de carácter programático, de principio y de organización. El III Congreso debió comenzar a precisar concretamente la táctica de los partidos comunistas en el contexto planteado por la situación internacional y por la existencia de otros partidos “obreros”, como así también la necesidad de su adaptación organizativa para hacer frente a sus tareas generales.

La transformación revolucionaria de los recién surgidos partidos comunistas suponía la adopción de orientaciones tácticas que debían aún demostrar en los hechos su pertinencia. Más aún, la Acción de Marzo y la “teoría de la ofensiva” plantearon crudamente la necesidad de abordar problemas de estrategia revolucionaria. Con su III Congreso, la Comintern debía comenzar a escribir un nuevo capítulo de su existencia.

Las tesis sobre la táctica aprobadas por el III Congreso

21.- Las Tesis sobre la táctica fueron presentadas por la delegación del Partido comunista ruso (Lenin, Trotsky, Kámenev, Zinóviev, Bujarin y Radek). En una situación histórica internacional dominada aún por la profunda crisis económica, social y política resultante de la Primera Guerra Mundial161, así como también por el carácter minoritario del movimiento comunista, las Tesis redactadas en primera instancia por Radek (pero enmendadas radicalmente en sus ejes principales en función de las posiciones defendidas por Lenin) entran en el detalle de lo que hubiera debido ser la actividad de los partidos comunistas con el propósito de ganar influencia entre las masas, en lo que hubiera debido ser la preparación revolucionaria del proletariado, y están fundamentalmente dirigidas contra los partidarios de la “teoría de la ofensiva” (la que será defendida en el Congreso por las delegaciones alemana, italiana, austríaca, húngara, polaca y búlgara), y cuya aceptación – según Lenin y Trotsky – haría correr un enorme peligro a la Internacional.

Ya hemos presentado la visión y la crítica de Trotsky sobre la Acción de Marzo y la actuación del VKPD, y no volveremos sobre ellas. El planteamiento de la lucha de las masas alemanas como formando parte de una ofensiva revolucionaria, sin tener en cuenta las consecuencias de las consignas lanzadas por el Partido, era claramente catastrófico. Contra esta teoría descabellada, las Tesis del III Congreso hacen hincapié en lo que para todo marxista debería ser una condición necesaria de todo combate ofensivo decidido por el Partido, a saber, el contar con una influencia decisiva sobre las masas obreras, lo que las Tesis denominarán “sobre la mayoría del proletariado”.

Durante la discusión y defensa de las Tesis, Lenin explicó lo que representa concretamente el concepto variable de “masas”:

“El concepto de «masas» es variable, según cambie el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pueda hablar de masas. Si el Partido, además de llevar a la lucha a sus militantes, consigue poner en pie a los sin partido, eso es ya el comienzo de la conquista de las masas. Durante nuestras revoluciones hubo casos en que unos cuantos miles de obreros representaban la masa. En la historia de nuestro movimiento (…) encontraréis muchos ejemplos en que bastaban en una ciudad unos miles de obreros para hacer evidente el carácter masivo del movimiento. Si unos miles de obreros sin partido que habitualmente llevan una vida apolítica y arrastran una existencia lamentable, que nunca han oído hablar de política, comienzan a actuar revolucionariamente, ya tenéis ante vosotros a la masa. Si el movimiento se extiende y se intensifica, paulatinamente va transformándose en una verdadera revolución. Esto lo vimos en 1905 y en 1917, durante las tres revoluciones (…). Cuando la revolución está ya suficientemente preparada, el concepto de «masas» ya es otro: unos cuantos miles de obreros no constituye ya la masa. Esta palabra comienza a significar otra cosa distinta. El concepto de masas cambia en el sentido de que por él se entiende una mayoría, y además no sólo una simple mayoría de obreros, sino la mayoría de todos los explotados. Para un revolucionario es inadmisible otro modo de concebir esto; cualquier otro sentido de esta palabra sería incomprensible. Es posible que también un pequeño partido, el inglés o el norteamericano, por ejemplo, después de estudiar bien la marcha del desarrollo político y de conocer la vida y los hábitos de las masas sin partido, suscite en un momento favorable un movimiento revolucionario (…). Si un partido así presenta en semejante momento sus propias consignas y logra que le sigan millones de obreros, ante vosotros tendréis un movimiento de masas. Yo no excluyo de ningún modo que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es preciso conocer los métodos para ganarse a las masas. Para ello es necesario preparar a fondo la revolución. Pero vemos que hay camaradas que afirman: Hace falta renunciar inmediatamente a la exigencia de conquistar «grandes» masas. Es necesario luchar contra estos camaradas. En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo. Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones. Pero para la victoria es preciso contar con las simpatías de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; pero para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera – empleo aquí el término «clase obrera» en el sentido europeo-occidental, es decir, en el sentido de proletariado industrial –, sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora”.162

Es con esta visión no estadística de la conquista de las masas (o de la “mayoría del proletariado”) que deben ser leídas las Tesis mencionadas. Cuando las Tesis hablan de “partidos comunistas de masas” no hacen referencia a “partidos pletóricos”, sino a partidos comunistas que han logrado conquistar una gran influencia sobre grandes masas del proletariado.

El trasfondo político de la discusión sobre las Tesis sobre la táctica del III Congreso está claramente explicitado por Lenin en su carta a Zinóviev del 10-6-1921163:

«Las tesis de Thalheimer y Béla Kun son fundamentalmente falsas políticamente. Hacen frases y juegan al izquierdismo».

«Para conquistar el poder, es necesario bajo ciertas condiciones (especialmente una vez que la mayoría de la clase obrera ha sido conquistada a los principios del comunismo164) que la mayoría de las fracciones socialmente decisivas de la clase obrera asesten un golpe en el lugar decisivo».

«En ningún lugar los partidos comunistas han conquistado a la mayoría (de la clase obrera) no sólo a seguir una dirección organizada, sino ni siquiera a los principios del comunismo. Esto es la base de todo. Debilitar esto, en el que se basa la única táctica razonable, es de una ligereza (irresponsabilidad) criminal».

«Por consiguiente: explosiones revolucionarias son sin embargo posibles muy pronto, dada la cantidad de materiales inflamables acumulados en Europa; como algo excepcional, una victoria fácil de la clase obrera es incluso posible. Pero es absurdo construir a partir de ahora, en base a esta posibilidad, la táctica de la Internacional Comunista: es absurdo y dañino escribir y pensar que el período de la propaganda ha terminado, y que el período de acción ha comenzado [como lo afirmaban los partidarios de la ofensiva a toda costa, ndr]».

«La Internacional Comunista debe basar su táctica en el siguiente principio: luchar sin pausa y sistemáticamente para conquistar la mayoría de la clase obrera, en primer lugar dentro de los antiguos sindicatos. Entonces tendremos todas las chances de vencer en cualquier giro de los acontecimientos. Pero lograr una «victoria» efímera en circunstancias excepcionalmente favorables, incluso un imbécil puede hacer eso».

Pasamos ahora a la exposición condensada de los temas centrales de las Tesis165 que apuntan a precisar los medios a emplear en la conquista, para los principios del comunismo, de la mayoría de la clase obrera, (…) [y] para organizar los elementos socialmente determinantes del proletariado en la lucha por la realización del comunismo”.

Las Tesis describen a grandes trazos la situación de crisis internacional del capitalismo de la posguerra, las dificultades del combate por el comunismo, y ponen en guardia contra una visión simplista del avance de la revolución, afirmando que “la revolución mundial (…) exigirá un largo período de combates revolucionarios”, que “no es un proceso que avanza en línea recta (…), [sino que] se agudiza de tiempo en tiempo y se concentra en crisis agudas”, y que su curso se había tornado aún más dificultoso por la acción contrarrevolucionaria de los partidos y sindicatos socialdemócratas.

Luego señalan que la conquista de una influencia preponderante sobre las masas no puede resultar exclusivamente del trabajo de propaganda y agitación, sino de la participación activa en las luchas de las masas, insistiendo particularmente en el trabajo de tipo sindical.

Analizan luego la situación de los partidos en la Internacional y mencionan la existencia de tendencias centristas en los partidos adherentes (como había sido el caso del PSI, a propósito del cual denuncian la acción antirrevolucionaria y anticomunista del maximalismo unitario en torno de Serrati166), e incluso en los partidos comunistas recién fundados (como en el caso del partido francés, del checoslovaco y del alemán167).

Teniendo como trasfondo la gravísima crisis económica y social en la que se debatía el capitalismo internacional después de la guerra, y considerando que la situación histórica seguía siendo revolucionaria, precisan el estrecho vínculo que debía existir entre la propaganda y la agitación de los comunistas, y la fijación de objetivos de lucha del proletariado en la sociedad actual, teniendo en cuenta que, en ese momento histórico, “las condiciones de existencia más modestas de las masas obreras son incompatibles con la existencia de la sociedad capitalista, y que por esta razón la propia lucha por las reivindicaciones más modestas adquiere las proporciones de una lucha por el comunismo”.

Rechazando toda distinción entre “programa máximo” y “programa mínimo” (característica de la socialdemocracia reformista), establecen el nexo entre las luchas por intereses inmediatos y las luchas por la conquista del poder:

“[Los] partidos comunistas deben plantear reivindicaciones cuya realización constituya una necesidad inmediata y urgente para la clase obrera, y deben defender esas reivindicaciones en la lucha de masas, sin preocuparse por saber si son compatibles o no con la explotación usuraria de la clase capitalista. (…) En lugar del programa mínimo de los reformistas y centristas, la Internacional comunista plantea la lucha por las necesidades concretas del proletariado (…). En la medida en que la lucha por esas reivindicaciones abarque y movilice a masas cada vez más grandes, en la medida en que esta lucha oponga las necesidades vitales de las masas a las necesidades vitales de la sociedad capitalista, la clase obrera tomará conciencia de que si quiere vivir el capitalismo debe morir. Esta comprobación hará surgir en ella la voluntad de combatir por la dictadura. (…) Al establecer sus reivindicaciones parciales, los partidos comunistas deben vigilar que esas reivindicaciones (…) no se limiten a arrastrar a esas masas a la lucha, sino que por su propia naturaleza puedan organizarlas”.

Tratan luego de la exigencia de integrar a las masas desempleadas en la lucha revolucionaria junto al proletariado con trabajo, haciendo de ellas una palanca por la renovación de los sindicatos contra las burocracias sindicales que sólo representaban intereses de la aristocracia obrera.

Refiriéndose a la preparación de las luchas, señalan la necesidad de hacer de los partidos comunistas partidos de combate, y abordan la difícil cuestión de la movilización del proletariado a través tanto de las luchas defensivas como de las ofensivas. En primer lugar, afirman la exigencia de una transformación radical de la propaganda, la agitación y la organización de los partidos comunistas para poder transformarlos en una vanguardia revolucionaria168.

Allí donde tuviesen una gran fuerza de masas e influencia en los más amplios sectores de trabajadores fuera de sus propias organizaciones, los partidos comunistas tendrían el deber de incitar a las masas trabajadoras al combate para defender sus propios intereses.

En los párrafos siguientes, las Tesis plantean por primera vez en la Internacional la cuestión de un frente único de lucha por los intereses inmediatos del proletariado con todas las organizaciones obreras en los casos en que el Partido comunista esté en la imposibilidad de llamar por sí solo a la movilización de las masas trabajadoras, “usando (para ello) toda su influencia en los sindicatos [y] ejerciendo presión sobre los otros partidos que se apoyan en las masas obreras”.

El rechazo de un frente único por parte de las otras organizaciones políticas y sindicales obreras no debía provocar la parálisis de los partidos comunistas y, en ese caso, tendrían “el deber de tratar de movilizar por sí mismo a grandes sectores de las masas trabajadoras”, sin dejar de lado de que “para que esta política que apunta a movilizar a las masas retrasadas sea coronada por el éxito, los objetivos del combate deben derivar de la situación concreta, ser comprensibles para las masas, y estas masas deben considerar esos objetivos como propios, incluso si todavía no son capaces de combatir por ellos”.

Contra los partidarios de la “teoría de la ofensiva” precisan las condiciones requeridas para pasar a la ofensiva contra el poder burgués; extraen luego las lecciones de la Acción de Marzo y ratifican la exclusión de la Internacional de Paul Leví.

Las Tesis no dudan en detallar un amplísimo abanico de formas y métodos de lucha, y se detienen finalmente en el problema de la lucha armada de autodefensa contra la ofensiva burguesa y el fascismo, atribuyendo al Partido comunista la tarea de poner en pie organizaciones de combate apoyándose en los mejores y más activos elementos en las empresas y los sindicatos, y ponen en guardia contra una lucha armada desconectada de las necesidades de las movilizaciones de masas169.

Tratan luego de la actitud del Partido comunista hacia el pequeño campesinado, los empleados de comercio y de la industria, los funcionarios estatales de rango bajo y los intelectuales, recordando la necesidad de una táctica comunista hacia los sectores sociales que oscilan inevitablemente, según las situaciones y las vicisitudes de la lucha, entre el proletariado y la burguesía, entre la revolución y la contrarrevolución.

Y concluyen refiriéndose concretamente a la dimensión internacional del combate comunista, deteniéndose particularmente en el caso francés (contra la política del Estado en las colonias y la ocupación del Ruhr), en el alemán (rechazando toda política de oposición al Tratado de Versalles en nombre de la defensa de la Nación170), y en el necesario apoyo a la Rusia soviética.

La discusión sobre la táctica entre Terracini y Lenin

22.- Las Tesis presentadas por la delegación bolchevique dio lugar a fuertes enfrentamientos de Lenin y Trotsky con representantes del partido alemán e italiano (y en especial con Terracini). Con el apoyo de delegados de los partidos austríaco, polaco, húngaro, checoslovaco y de la Juventud Internacional, los delegados alemanes e italianos habían presentado cantidad de enmiendas a las Tesis del CEIC171/172. A continuación hacemos referencia a los pasajes centrales del discurso de Terracini173 y a las réplicas frontales de Lenin174.

Terracini sostuvo que la Internacional debía plantearse como primera tarea urgente “no la lucha contra las tendencias radicales” de izquierda de la Comintern, sino el combate contra las tendencias “centristas, semi-centristas y oportunistas” (del tipo de Serrati o Paul Leví) que aún permanecían en sus secciones nacionales.

En su intervención, Lenin le respondió que tras haber consagrado los dos primeros congresos de la Comintern a la lucha contra el centrismo socialdemócrata y a tratar de impedir que sus partidarios adhiriesen a la Internacional, en ese momento la lucha contra los partidarios de la “teoría de la ofensiva” era la primera prioridad (pues los delegados de los partidos más importantes de Europa Occidental se habían presentado en el Congreso defendiendo esta teoría que encerraba grandes peligros para el movimiento comunista).

El CEIC no desconocía el peligro del centrismo en sus propias filas y las Tesis del Congreso no dejaron de referirse a él. Pero en esta ocasión las tendencias centristas de los partidos comunistas no se presentaron en el Congreso con tesis propias, mientras que los delegados de los partidos más importantes de Europa Occidental habían llegado a Moscú defendiendo las Tesis adoptadas el 8 de abril por el Comité Central del VKPD, e hicieron un fuerte lobbing durante el Congreso.

Al abordar las cuestiones de “partidos de masas”, de la “conquista de las masas” y de la “conquista de la mayoría del proletariado”, Terracini hizo gala de un gran confusionismo. En su intervención, el dirigente italiano rechazó tanto la fórmula de “la conquista de la mayoría de la clase obrera a los principios del comunismo” como la de “la conquista de las masas”, oponiéndole “la conquista de la simpatía de la mayoría del proletariado por la lucha revolucionaria”, y negó que la posibilidad de entablar acciones revolucionarias exigiese que el proletariado estuviese organizado e hiciese suyos los principios comunistas (dando como supuesto ejemplo al Partido bolchevique en la vigilia de la Revolución de Octubre). Terracini afirmó que sólo a través la acción el Partido comunista puede atraerse a la clase obrera, y a “la conquista de las masas a los principios comunistas” le opuso “arrastrar a la mayoría del proletariado a la lucha revolucionaria”; y que “lo importante es sólo (!) que los partidos comunistas estén en condiciones de arrastrar tras de sí a las masas en el momento de la lucha”, y concluyó su intervención haciendo una defensa de la “teoría de la ofensiva” a la salsa germánica:

“Cuando se habla de la teoría de la ofensiva nos referimos a una tendencia a ampliar la actividad del Partido comunista. De esta manera se quiere subrayar el hecho que una tendencia dinámica [¡sic!] sustituirá a la estática que hasta ahora había echado raíces en casi todos los partidos comunistas de la III Internacional. Con la fórmula de la teoría de la ofensiva se quiere indicar el pasaje del período de la inactividad al período de la acción”.

Lenin rechazó todas las enmiendas presentadas por los “ofensivistas”.

“[En] lugar de «principios» (según Terracini habría que) poner la palabra «objetivos», y tachar la palabra «mayoría»”.

“En el transcurso de mi vida (…) he conseguido ponerme de acuerdo con (los anarquistas) en cuanto a los objetivos, pero jamás en cuanto a los principios. Los principios no son el objetivo, ni el programa, ni la táctica, ni la teoría. La táctica y la teoría no son los principios. ¿Qué nos diferencia de los anarquistas en el sentido de los principios? Los principios del comunismo consisten en el establecimiento de la dictadura del proletariado y en la aplicación de la coerción por el Estado durante el período de transición. Tales son los principios del comunismo, pero esto no es el objetivo. Y los camaradas que han hecho semejante propuesta han cometido un error.”

Lenin rebatió luego el argumento de Terracini basado en la experiencia del partido bolchevique:

“En Rusia éramos un partido pequeño, pero con nosotros estaba, además, la mayoría de los Soviets de diputados obreros y campesinos de todo el país. ¿Es que vosotros tenéis eso? Con nosotros estaba casi la mitad del ejército que contaba entonces, por lo menos, con 10 millones de hombres. ¿Acaso a vosotros os sigue la mayoría del ejército? ¡Indicadme un solo país! Si estas opiniones del camarada Terracini son compartidas por tres delegaciones más, ¡entonces no todo marcha bien dentro de la Internacional! Entonces debemos decir: ¡Alto! ¡Lucha decidida! De lo contrario perecerá la Internacional Comunista».

Después de negar que la Acción de Marzo haya sido un putsch y de reivindicar la lucha de las masas alemanas contra la provocación socialdemócrata, Lenin continuó exigiendo un preciso análisis de los errores cometidos por el VKPD, sin renegar por ello la necesidad de las ofensivas revolucionarias175. Y a continuación explicó cómo el Partido bolchevique se ganó en Rusia el apoyo de las grandes masas campesinas:

“Vencimos en Rusia, y además con gran facilidad, porque preparamos nuestra revolución durante la guerra imperialista. Esta fue la primera condición. En nuestro país estaban armados diez millones de obreros y campesinos, y nuestra consigna era: paz inmediata a toda costa. Vencimos porque las grandes masas campesinas estaban animadas de un espíritu revolucionario contra los grandes terratenientes. En noviembre de 1917 los socialistas revolucionarios, partidarios de la II Internacional y de la Internacional II½, eran un gran partido campesino. Exigían procedimientos revolucionarios, pero como verdaderos héroes de la II Internacional y de la Internacional II½ no tuvieron la suficiente valentía para actuar revolucionariamente. En agosto y septiembre de 1917 decíamos: «Teóricamente seguimos luchando contra los s-r, pero prácticamente estamos dispuestos a adoptar su programa, porque sólo nosotros podemos aplicarlo». Y como lo dijimos, lo hicimos. A los campesinos que estaban contra nosotros en noviembre de 1917 después de nuestra victoria, y enviaron una mayoría de socialistas revolucionarios a la Asamblea Constituyente, nos los ganamos, si no en unos días – como equivocadamente supuse y predije -, en todo caso en unas semanas. (…) Indicadme un país de Europa donde podéis atraer a vuestro lado a la mayoría de los campesinos en unas cuantas semanas. ¿Acaso en Italia? Si se dice que vencimos en Rusia a pesar de que teníamos un partido pequeño, lo único que se demuestra con eso es que no se ha comprendido la revolución rusa y que no se comprende en absoluto cómo hay que preparar la revolución”.176

Lenin prosiguió afirmando que la segunda fase de la Internacional “consistirá en aprender a preparar la lucha revolucionaria”.

23.- El problema de la “carta abierta”. En su discurso en defensa de las Tesis sobre la táctica, Lenin dedicó un párrafo especial a la enmienda presentada por las delegaciones alemana, austríaca e italiana que tachaba toda referencia a la táctica de la “Carta Abierta” preconizada por el VKPD en enero 1921 [§VI-10]. Lenin califica a esta última de “paso político ejemplar” con miras a la conquista de la mayoría de la clase obrera177.

La defensa de la “teoría de la ofensiva” por Terracini y la posición del PCdI

24.- Se plantea el problema de dilucidar en qué medida la posición defendida por Terracini y la delegación italiana en el III Congreso (compuesta, entre otros, por Gennari y Roberto) representaba la orientación política y táctica de la Dirección del PCdI.

Hemos señalado anteriormente que en las Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista de mayo 1920 [§IV-25] había una clara crítica de los partidarios de la “ofensiva a toda costa”. Y un año más tarde, en “Partido y acción de clase” (mayo 1921), Bordiga se desmarcó de los partidarios alemanes de la “teoría de la ofensiva” [§VI-13].

Cuatro decenios después, Bordiga expuso su punto de vista sobre el enfrentamiento entre la delegación italiana y la delegación rusa en torno de esta cuestión178:

“El día que se cuente documentadamente nuestra lucha con los informes que enviamos a Moscú en el ’21 y ’22, se verá que nos vimos obligados a retroceder, pero lo hicimos en orden, luchando, sin compromisos con la reacción burguesa. (…) [Quisiera] hacer algunos comentarios sobre la chapuza que nuestros camaradas cometieron en el III Congreso del ’21. (…) [Terracini] estaba por el asalto revolucionario sólo porque existía el Partido. Tal asalto fue posible, quizás, en la primera mitad de 1919. (…) Es cierto que entre nosotros de la Izquierda ha habido, no sólo voluntaristas, sino también belicistas, cultores de la solución militar, no puedo negarlo. Entre los generosos proletarios y camaradas había algunos que instintivamente estaban impacientes para llevar a cabo golpes, de acelerar el asalto final. (…) Cuenta la leyenda que Lenin creyó que yo, como buen extremista, lo creía. Pero nunca se me ocurrió. (…) [No] creí en absoluto que, después del Congreso de Livorno, el nuevo partido pudiera establecerse en pocos meses y fortalecerse lo suficiente como para dar el asalto, y lo que pasaba, pasaba. Se daba pelea, sí, pero fue una batalla de retaguardia, como se dice en la jerga militar cuando se lucha sólo para preservar las propias fuerzas para ser más fuerte en el ataque decisivo. (…) Pero Terracini y sus compañeros lo interpretaron de una manera muy diferente. (…) Semejante tontería, en lo que a mí y a muchos otros compañeros se refiere, nunca las he soñado ni las he dicho, ni el Comité Central votó nunca a favor de tesis en este sentido, y ni por asomo lo dicen nuestras tesis de Roma del 22 de marzo (1922), que son posteriores al III Congreso. (…) [No] podíamos por cierto pasar al ataque militar. El mero hecho de liberarnos de los reformistas y maximalistas indecisos había sido una masacre política. No se había formado una corriente revolucionaria entre los soldados derrotistas, (…) [y] a los ex-combatientes los teníamos en contra. Teníamos una organización militar embrionaria, pero su desarrollo habría llevado más tiempo. La situación se volvía crítica cada día más. Mientras tanto, los fascistas se habían organizado poderosamente. El Estado burgués había dejado de actuar su comedia y el juego combinado (del Estado y del fascismo) salía a la luz del día. (…) Ganando tiempo, Giolitti y Nitti permitieron a las escuadras fascistas organizarse y tomar su revancha. (…) Estaba claro que no podíamos lanzar ninguna ofensiva. Sólo teníamos la posibilidad de llevar a cabo una defensa eficaz. (…) No se puede decir: tenemos el Partido y por lo tanto lanzamos la ofensiva. El Partido es una condición necesaria pero no suficiente. Fue fácil para Lenin demostrarlo. (…) Nuestra corriente estuvo mal representada en el Tercer Congreso, y lamentablemente lo que Lenin dijo en contra nuestra fue correcto. (…) Después del Congreso todos estuvimos de acuerdo en que teníamos que enfrentar el problema de la táctica. Hubo una reunión entre julio y agosto de 1921 donde decidimos convocar el II Congreso del Partido para marzo de 1922.”

De la exposición de Bordiga resulta claro que, hasta junio-julio 1921, el PCdI no había aún abordado las cuestiones tácticas y, empujado por la Internacional, la había puesto al orden del día de su próximo Congreso. Fue en esta ocasión que, con las “Tesis de Roma”, la Dirección del Partido fijará y desarrollará un conjunto de posiciones tácticas, dando inicio a divergencias que no harán más que agudizarse en los años venideros. Por consiguiente, en junio-julio 1921 el PCdI no tenía una visión mínimamente homogénea de los problemas de táctica.

Recordemos que la fundación del PCdI resultó de la convergencia de tres corrientes principales: la antigua Fracción Comunista Abstencionista (Il Soviet), la “consejista” de L’Ordine Nuovo y la maximalista de izquierda (Fortichiari, Repossi). Todas ellas aceptaron las Tesis del I y II Congresos de la Internacional, y en particular las 21 Condiciones de Admisión. Estas Tesis definían cuestiones programáticas y de principio fundamentales del movimiento comunista, así como ciertas orientaciones generales de táctica (en la cuestión sindical, en la nacional y colonial y en la agraria), pero aún quedaba por definir en particular las orientaciones tácticas relativas a la acción de los partidos comunistas en un contexto en el cual las masas obreras estaban mayoritariamente bajo la influencia de los partidos socialdemócratas y centristas.

Basta cotejar las “Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista” de mayo 1920 con las “Tesis sobre la Táctica” del III Congreso para constatar que, en el terreno de la preparación revolucionaria, la experiencia de la Izquierda Comunista italiana era extremadamente embrionaria comparada con la de los bolcheviques. Sólo estos últimos podían aportar a los partidos comunistas una experiencia de lucha que faltaba en Occidente, a la condición de no cometer los errores que jalonarán la historia de la Comintern desde 1922 en adelante.

El III Congreso y las “Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los partidos comunistas”

25.- Resultantes de las escisiones de los partidos socialistas, la transformación de los partidos comunistas en partidos capaces de hacer frente a sus tareas revolucionarias exigía una transformación radical de los hábitos organizativos y de funcionamiento heredados del pasado. En su carta del 10-6-1921 a Kuusinen179, Lenin escribió: “Hay que exponer de manera mucho más detallada que, en la mayoría de los partidos legales de Occidente, (…) no hay un trabajo cotidiano de cada miembro del partido. He aquí el mal esencial. La mayor dificultad reside en cambiar esto. Y esto es lo más importante”.180

No nos detendremos en la presentación detallada de estas Tesis (que el lector podrá encontrar en la referencia bibliográfica181). La lectura de las mismas, a pesar de la sucesión de expresiones de deseos, de orientaciones genéricas e indicaciones más o menos precisas, dan la medida de todo lo que quedaba por hacer para que, rompiendo con la vieja tradición rutinaria de la II Internacional, los partidos comunistas de Occidente se transformasen en órganos de combate y dirección de las masas trabajadoras.

El III Congreso y la cuestión sindical

26.- El III Congreso insiste en las cuestiones sindicales ya abordadas en el II Congreso. Las Tesis ad hoc182 comienzan denunciando la posición reaccionaria de quienes reivindican la neutralidad política de las organizaciones sindicales, reivindicación que, por otra parte, es completamente ilusoria e irrealizable en la lucha entre el Capital y el Trabajo (como lo había demostrado la alineación abierta de los burócratas sindicales durante la guerra y en la posguerra en defensa del Orden burgués). El documento continúa denunciando el carácter contrarrevolucionario de la Internacional Sindical de Ámsterdam, alineada con las Internacionales II y II½. Luego pasa a describir qué relación debía existir entre el Partido comunista y las organizaciones sindicales antes, durante y después de la conquista revolucionaria del poder. Las Tesis ponen a continuación en guardia contra toda tentación de desertar los sindicatos o a favor de la constitución de “sindicatos de Partido”, viendo en la influencia del Partido en el seno de los trabajadores sindicalizados “el mejor indicio” de su influencia en las masas. Luego aborda la cuestión de la relación estrecha y la coordinación de la acción que debían existir entre la Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja (ISR o Profintern) conformada por los “sindicatos rojos”. Las Tesis pasan a detallar el Programa de Acción de la ISR183 en un período caracterizado por la crisis aguda de la economía mundial, la impotencia de los antiguos sindicatos obreros para enfrentar la ofensiva internacional de burguesía contra las condiciones de vida y de trabajo de las masas trabajadoras, y por la efervescencia de estas últimas.

La ISR debía hacer de la acción directa de las masas y de sus organizaciones la base de la táctica sindical, entendiendo por acción directa “toda clase de presiones directas ejercidas por los obreros sobre los patronos y sobre el Estado: boicot, huelgas, acciones callejeras, demostraciones, ocupación de fábricas, oposición violenta a la salida de los productos de esas empresas, sublevación armada y otras acciones revolucionarias adecuadas para unir a la clase obrera”, capacitando al mismo tiempo “a las masas obreras para la lucha por la revolución social y la dictadura del proletariado”. Los comunistas debían además tratar de transformar las estructuras sindicales basadas en la actividad profesional en sindicatos organizados por industria184, lo que a su vez hubiese permitido hacer de los comités de fábrica, elegidos por todos los obreros de la empresa, cualquiera que sean las convicciones políticas que profesaran, la base de las estructuras sindicales.

El conjunto de las reivindicaciones de los sindicatos rojos debía tener exclusivamente en cuenta las necesidades de las masas trabajadoras, sin ninguna consideración por las necesidades propias del capitalismo y de las empresas. Así, • en una época en que los obreros despedidos no contaban con ningún seguro de desempleo, se debía exigir el mantenimiento, a cuenta de la empresa, de los obreros despedidos por falta de trabajo (no sin dejar de explicar, al mismo tiempo, que “el problema de la desocupación no puede ser resuelto en el marco capitalista y que el mejor remedio contra el paro es la revolución social y la dictadura del proletariado”); • se debía luchar contra el cierre de las empresas (sin dudar en ocuparlas e incluso continuar la producción contra la voluntad de la patronal); • movilizarse por el aumento de salarios y el mejoramiento de las condiciones de trabajo, independientemente de la competencia que se libraban los capitalistas entre sí.

Sin excluir ninguna forma de lucha (desde las huelgas parciales a las huelga generales en el plano nacional y a las movilizaciones internacionales), se debía tratar de arrastrar en ellas a los obreros de las empresas nacionales de servicios públicos para afectar a los centros neurálgicos de la actividad económica.

Los sindicatos rojos debían tener presente • que los convenios colectivos no son más que un armisticio temporal entre el Capital y el Trabajo cuya estabilidad es sólo función de las relaciones de fuerza entre la patronal y los trabajadores (y que éstos no deben dudar en violar cada vez que les sea ventajoso); • que en toda huelga es necesario organizar escuadras especiales contra los rompehuelgas y las bandas blancas apoyadas por los gobiernos, y para sabotear todos los intentos que apunten a mantener la actividad económica de la empresa.

También debían rechazar implacablemente • todo intento de hacer participar a los trabajadores de los beneficios de las empresas capitalistas (oponiéndole el objetivo de la destrucción del capitalismo mismo); • así como los tribunales de arbitraje y las comisiones de conciliación obligatorias.

Los sindicatos rojos debían ser conscientes de que la lucha sindical por sí misma combate las consecuencias de la explotación capitalista, pero no sus causas. Por ello, “los sindicatos revolucionarios que luchan por mejorar las condiciones de trabajo, elevar el nivel de subsistencia de las masas, establecer el control obrero, deben permanentemente tomar conciencia de que en el marco del capitalismo todos esos problemas no podrán ser resueltos, y mientras arrancan paso a paso concesiones a las clases dominantes, mientras las obligan a aplicar la legislación social, deben enfrentar claramente a las masas con la evidencia de que sólo la derrota del capitalismo y la instauración de la dictadura del proletariado son capaces de resolver el problema social”. Recordando que “toda la lucha económica es una lucha política”, las Tesis concluyen afirmando que “la unidad de acción, la vinculación orgánica entre los partidos comunistas y los sindicatos obreros constituye la condición previa del éxito en la lucha contra el capitalismo”.

El III Congreso y las “Tesis para la propaganda entre las mujeres”

27.- Las Tesis aprobadas por el III Congreso:

  • Parten del principio de que tanto la conquista del poder como las transformaciones comunistas son imposibles sin la participación activa de las masas trabajadoras femeninas, y que las masas femeninas de Oriente y Occidente no integradas en el movimiento revolucionario constituyen un apoyo para las fuerzas reaccionarias de la burguesía, de la Iglesia, etc.
  • Establecen una neta delimitación entre la lucha por la emancipación femenina bajo la bandera del comunismo y el movimiento feminista burgués, recordando • que por sí solo el derecho electoral en régimen capitalista (la reivindicación principal del feminismo burgués de entonces) no suprime la causa primordial de la servidumbre de la mujer en la familia y en la sociedad, y no soluciona el problema de las relaciones entre ambos sexos; • que la liberación de las mujeres de toda forma de explotación secular, de desigualdad entre los sexos y de la esclavitud (tanto doméstica como asalariada) sólo es realizable mediante la victoria del comunismo; y • que, por consiguiente, la lucha por el comunismo por parte de todo el proletariado y la lucha de las mujeres trabajadoras por su emancipación de toda forma de explotación deben ser realizadas conjuntamente. Por ello, las Tesis llaman a las obreras de todos los países a rehusar cualquier tipo de coalición con las feministas burguesas y con los partidos de la II Internacional.
  • Afirman la necesidad de que los partidos comunistas pongan en pie “organismos dedicados al trabajo entre las mujeres (…) que funcionen junto a todos los comités del Partido, comenzando por el Comité Central y hasta en los comités de barrio o de distrito”, y precisan las tareas que debían realizar:
  • “1) Educar a las grandes masas femeninas en el espíritu del comunismo y atraerlas a las filas del Partido. 2) Combatir los prejuicios relativos a las mujeres en las masas del proletariado masculino, fortaleciendo en el espíritu de los obreros y las obreras la idea de la solidaridad de intereses de los proletarios de ambos sexos. 3) Afirmar la voluntad de la obrera haciéndola participar en la guerra civil en todas sus formas y aspectos, movilizarla en las acciones de masas, en la lucha contra la explotación capitalista en los países burgueses (contra la carestía de la vida, la crisis de la vivienda y el paro), en la organización de la economía comunista y en la existencia en general en las repúblicas soviéticas. 4) Poner al orden del día del Partido y de las instituciones legislativas los problemas relativos a la igualdad de la mujer y a su defensa como madre. 5) Luchar sistemáticamente contra la influencia de la tradición, de las costumbres burguesas y de la religión, a fin de preparar el camino para relaciones más sanas y armoniosas entra los sexos y el saneamiento moral y físico de la humanidad trabajadora.”
  • Las comisiones femeninas del Partido debían • trabajar para que las mujeres participen en el combate del proletariado contra la burguesía; • velar “para que las mujeres sean admitidas con los mismos derechos y deberes que los hombres en el Partido, en los sindicatos y en las demás organizaciones obreras de lucha de clases”, y “para que las obreras sean elegidas, en idénticas condiciones que los obreros, en los organismos dirigentes de los sindicatos y de las cooperativas”; • “ayudar a las grandes masas del proletariado femenino y de campesinas a ejercer sus derechos electorales en las elecciones parlamentarias y otras (…) destacando (al mismo tiempo) el escaso valor de esos derechos tanto para la disminución de la explotación capitalista como para la liberación de la mujer”; • “dedicar la mayor atención a la aplicación del principio «a trabajo igual, salario igual»”; • “colaborar en todas las instituciones legislativas, municipales para preconizar en esos organismos la política revolucionaria de su Partido”.
  • Luego tratan el problema en los países económica y socialmente atrasados, y terminan detallando los métodos de agitación y de propaganda entre las mujeres trabajadoras.

El III Congreso y el intento del CEIC para lograr la unificación del PCdI con un sector del PSI

28.- En mayo de 1921, el CEIC había enviado a todos los partidos comunistas una Circular detallando el orden del día del III Congreso, incluyendo la llamada “cuestión italiana”185. En esta misma convocación el CEIC denunciaba al maximalismo unitario de Serrati que había preferido desconocer las Resoluciones del II Congreso y romper con los 58.000 comunistas para mantener la unidad con los 14.000 reformistas representados por “los agentes del Capital que son los Turati, Modigliani, D’Aragona, Treves y Cía.”, y reafirmó al mismo tiempo la expulsión del PSI y el reconocimiento del PCdI como único Partido italiano adherente a la Internacional. Pero, frente al reclamo del PSI contra la decisión del CEIC, este último aceptó que la decisión definitiva fuese adoptada por el III Congreso, exigiendo que los delegados del PSI ante esta instancia aportasen una “respuesta definitiva” acerca de la voluntad del maximalismo de expulsar a los dirigentes reformistas.

La Circular daba así una segunda oportunidad a la corriente centrista para incorporarse en la Internacional Comunista y unificarse con el PCdI. El CEIC volvía a hacer de las 21 Condiciones de Admisión la condición necesaria y suficiente para que un partido o una corriente adhiriese a la Internacional. El problema con esta manera de proceder, tras la constitución del PCdI, era que no tenía en cuenta la esencia misma del centrismo italiano, claramente denunciado por el CEIC, e inscripta en el pasado y el presente de la lucha de clases en Italia.

Haciendo alarde de un extremismo de pura pose, verborrágico y estéril, el maximalismo italiano había saboteado las luchas y el potencial revolucionario de las oleadas proletarias y campesinas durante el Bienio Rojo, alineándose sistemáticamente detrás del reformismo. Y casi simultáneamente al III Congreso, a la cabeza del PSI, el maximalismo se disponía a rubricar el “Pacto de pacificación” con el fascismo.

Los bolcheviques tenían desde ya antes una clara visión de la naturaleza de la corriente maximalista. En junio de 1920, Trotsky había escrito en “Terrorismo y Comunismo”:

“El partido (socialista) italiano, que ha adherido a la Tercera Internacional, tampoco está libre del kautskismo. Por lo que toca a sus jefes, muchos de ellos no enarbolan la bandera de la Internacional sino en razón de sus funciones y obligaciones, impuestas por el empujón de las masas. (…) [Después] de ingresar en la Tercera Internacional, el partido italiano [sigue] tolerando en sus filas a Turati y sus adeptos. Este grupo, extremadamente numeroso, (…) representa un oportunismo, sin duda menos pedante, menos dogmático, más declamatorio y lírico, pero que no por eso deja de ser un oportunismo de los más nefastos, un kautskismo romantizado. (…) Los internacionalistas que creen posible colaborar hoy todavía con Kautsky, Longuet, Turati, dirigir con ellos las masas obreras, renuncian de hecho a la preparación ideológica y organizativa de la sublevación revolucionaria del proletariado, lo mismo da si esta sublevación ha de ser dentro de un año o un mes”.

En el II Congreso de la Internacional, al imponer las 21 Condiciones de Admisión, la Internacional estableció la frontera entre el oportunismo en todas sus variantes y el comunismo revolucionario. Aprovechando el empuje irrefrenable de amplias bases obreras socialistas hacia la Internacional, ésta esperaba recuperar las bases militantes del “centrismo” europeo en general y del maximalismo italiano en particular, imponiendo a sus jefes el diktat de Moscú (a la espera de poder eliminar toda su influencia en los partidos comunistas).

Un año más tarde, la situación se presentaba de manera muy diferente. El maximalismo unitario había elegido seis meses antes la alianza con el reformismo antibolchevique contra el movimiento comunista internacional. Las bases sinceramente revolucionarias del Partido socialista italiano ya habían adherido al Partido comunista surgido de la escisión de Livorno. Esta escisión había sido el resultado de años de decantación política, de grandes luchas y lecciones extraídas por las vanguardias proletarias. Pretender “rehacer Livorno” significaba cuestionar concretamente no sólo el proceso que había dado lugar al Partido verdaderamente revolucionario que ya era el PCdI, sino también confundir a las masas respecto a la verdadera naturaleza del maximalismo unitario y a las bases del propio Partido. Se trataba de una maniobra voluntarista a contramano de la dinámica de la lucha de clases y del reforzamiento del Partido comunista. El convencimiento de la justeza de las posiciones comunistas en la conciencia de los militantes socialistas confundidos por el maximalismo sólo podía ser desde entonces el resultado de su participación en la lucha de clases, y no de maniobras diplomáticas. La historia sancionará dicha maniobra con resultados irrisorios, pero dará lugar a un enfrentamiento ríspido entre la Dirección del PCdI y el CEIC.

Habiendo tomado conocimiento de la Circular del CEIC, la Dirección del PCdI avanzó sus argumentos en contra de la pretensión del PSI de reincorporarse en la Internacional186. Tras afirmar que no existía ningún derecho estatutario de la Internacional que diese lugar a semejante reclamo del PSI, el artículo continuaba sosteniendo que el abismo existente entre el maximalismo unitario y la Internacional no concernía sólo su rechazo de la escisión con el reformismo, sino las posiciones ante “todos los problemas programáticos y tácticos del movimiento nacional e internacional”. Recordando las Resoluciones del II Congreso, negaba la pertinencia del reclamo maximalista, añadiendo que el argumento de fondo contra la integración de Serrati y Cía. era el pasado y el presente no comunista y antirrevolucionario de esta corriente.

Las Resoluciones del III Congreso no minimizaron en nada la denuncia del comportamiento del centrismo maximalista, tanto en la lucha de clases en Italia como ante la Internacional187, yendo hasta afirmar que “la política de los grupos centristas, de Serrati y D’Aragona, la política de rechazo de toda lucha, imprimió nuevo ímpetu a la burguesía y le dio la posibilidad, por medio de las bandas blancas de los fascistas, de dominar toda la vida de Italia”188. El III Congreso aprobó la decisión del CEIC de excluir al PSI y reconocer como su único representante en Italia al Partido comunista nacido en Livorno, denunciando de pasada la política del maximalismo antes, durante y después de la escisión189.

Sin embargo, inmediatamente después, el III Congreso volvió a entreabrir las puertas de la Internacional al maximalismo serratiano190. La Dirección del PCdI se opuso inmediata y decididamente a esta decisión. El 24-7-1921, la Dirección publicó en “Il Comunista” el artículo “Il Congresso internazionale decide sulla questione italiana”191. Tras declararse de acuerdo con las afirmaciones del Congreso sobre la trayectoria antirrevolucionaria de Serrati y las decisiones tomadas por el CEIC después de Livorno contra la corriente maximalista, afirma la convicción de que el estado de indecisión consecutivo a esta “apertura” hacia el PSI no dejaría de provocar consecuencias nefastas para la preparación revolucionaria y en las masas. Tampoco dejó de relevar que dicha decisión carecía de verdaderas bases de sustentación: “Ni los dirigentes ni los obreros son revolucionarios en el PSI. Sin embargo, hay que hacer una distinción importante: los dirigentes no pueden volver a ser revolucionarios, sino que irán cada vez más a la derecha; los obreros, si sienten los intereses de su clase, pueden y deben convertirse en revolucionarios dándole la espalda a los primeros, y unirse individualmente a su partido, al Partido comunista, tal como la historia lo ha definido, organizativamente en Livorno, con su separación de los oportunistas”.

Resumimos a continuación las vicisitudes ulteriores del intento de fusión de ambos partidos.

El XVIII Congreso del PSI tendrá lugar en Milán entre el 10 y el 15 de octubre de 1921, sin que el ala reformista fuese expulsada del Partido. La moción maximalista de Serrati obtuvo 47.628 votos, mientras 19.916 fueron a la moción abiertamente reformista, en tanto que 8.080 fueron a otra moción de tipo centrista, y sólo 3.765 a la moción de los “terzini” (Maffi y Lazzari) que propugnaba la exclusión de los reformistas.

Como representantes de la Comintern en el Congreso de Milán estuvieron presentes Clara Zetkin, (partidaria en su momento de Paul Leví y solidaria de su toma de posición contra la escisión de Livorno) y el polaco Walecki. En su Informe al CEIC, Clara Zetkin estuvo obligada de constatar la ausencia de energías revolucionarias en el PSI (coincidiendo así con las afirmaciones de la Dirección del PCdI):

“Mi impresión más fuerte concierne una confusión general dentro de la PSI. Sólo los reformistas de Turati tienen una posición consecuente sobre la situación y saben lo que quieren. Los maximalistas, centristas y unitarios no tienen claridad en lo que ven, ni en cómo lo ven, ni sobre la posición que deben tomar (…). La autoridad de los líderes vive de los recuerdos sentimentales y de las grandezas del pasado, un capital que se consume rápidamente, si el desarrollo objetivo continúa y se agudiza. Dado el carácter del Congreso, soy extremadamente escéptica sobre la posibilidad de renovación y recuperación del partido desde dentro. (…) El centro fundamental de las masas proletarias ya no puede ser visto en el ámbito del PSI. Corresponde al PCdI dedicar todas sus energías a la recolección, la educación política y la movilización de las masas [subrayado nuestro, ndr.]. La situación es favorable”.192

Toda la Dirección del PCdI, y sus representantes ante el CEIC, Gramsci incluido, estaban en contra de la fusión preconizada por el CEIC. Mientras que, para la Dirección del PCdI, el PSI era un partido a combatir y destruir políticamente, para el CEIC era un partido del cual se podían recuperar fuerzas políticamente estructuradas.193

La escisión entre la corriente maximalista de Serrati y la “terzini” (de Maffi), por un lado, y la reformista de Turati y “centrista unitaria” (Baratono y Cazzamalli), por el otro, recién tuvo lugar en el XIX Congreso del PSI en octubre 1922, y estuvo motivada por banales razones de índole parlamentaria. Los maximalistas, quienes rechazaban las 21 Condiciones de Admisión en nombre de la unidad de “todos los socialistas”, se separaron del reformismo, no en nombre del conjunto de los principios y de las tácticas comunistas defendidos por la III Internacional, sino en defensa de la “intransigencia” parlamentaria típica de esta corriente y del ala izquierda de la II Internacional, mientras que los reformistas, que fundaron el Partido Socialista Unitario, aspiraban a realizar alianzas con partidos burgueses “democráticos”. El trasfondo de esta escisión fue explicado por el líder maximalista Arturo Vella, quien declaró en 1924: «Nos separamos de los reformistas en Roma porque esperábamos que en octubre [el gabinete] Facta cayese y los reformistas, libres de nosotros, decidieran ir el poder«. De esta manera, se trató de facilitar (sin “ensuciarse las manos” y sin renegar formalmente los principios de la “intransigencia”) la concreción de la política democrático-reformista de Turati, supuesta barrera de contención contra el fascismo. La ruptura entre ambas corrientes, actuada en muy buenos términos, formaba parte de la política intrínsecamente antirrevolucionaria del maximalismo italiano, así como lo fue la del centrismo alemán representado por los Independientes de derecha.

El PSI proclamó entonces nuevamente su intención de ser reincorporado en la Comintern. Este reclamo sólo aspiraba a dar credibilidad “revolucionaria” a su posicionamiento centrista. Al mismo tiempo, Zinóviev, en nombre del CEIC, emplazó al PSI a emprender la vía de la fusión con el PCdI, y lo invitó a enviar una delegación el IV Congreso de la Internacional (noviembre 1922). Tras su XIX Congreso, el PSI contaba con 25.000 afiliados.

La fusión entre ambos partidos fue trabada tanto por la oposición de la Dirección del PCdI como por las reticencias generalizadas dentro del PSI194. La “cuestión italiana” será nuevamente abordada en el IV Congreso de la Comintern. La oposición de la Dirección del PCdI, con Bordiga a la cabeza, llevará a un enfrentamiento ríspido con el CEIC195.


Notas

1 Bordiga centralizaba la orientación política general, Grieco la organización, Terracini la prensa y la propaganda, Repossi la actividad sindical y Fortichiari el aparato ilegal del Partido.

2 Las Tesis del IV Congreso de la IC de noviembre de 1922 afirmarán que “El Ejecutivo [de la IC] está convencido de que el Partido Comunista de Italia, si da pruebas de suficiente perspicacia, se convertirá para la Internacional Comunista en un modelo de combatividad marxista”.

3 “Il nostro partito”, Il Comunista, 7-IV-1921

4 Para tener una idea del “clima” interno en el que estaba inmerso el Partido comunista italiano en formación, el lector podrá consultar una serie de circulares internas emitidas o publicadas durante 1921 por su Dirección. Cf. http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/1921_23.htm

5 Claudio Natoli (“La Terza Internazionale e il fascismo”, Editori Riuniti, 1982, pp.135-140) da un panorama de la ofensiva general de las patronales italianas que, contando con la pasividad de las Direcciones nacionales de la CGdL y de la FIOM, trataron de deteriorar las condiciones de trabajo y salariales de los trabajadores, y eliminar las conquistas sociales logradas en la inmediata posguerra.

6 Una circular del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra del 20 de octubre 1921 dispuso, a cambio de 4/5 de sus estipendios anteriores, el envío de unos 60.000 oficiales en curso de desmobilización a los más importantes centros urbanos con el propósito de adherir y encuadrar militarmente a las milicias facistas. Por otra parte, no sólo los Tribunales judiciales rehusarán regularmente condenar a los “camisas negras” por actos penados por la ley, sino que a inicios de 1921 el Ministro de la Justicia dio instrucciones para que la Magistratura deje de lado los actos judiciales intentados por hechos criminales contra los escuadristas. Para tener un panorama sintético de la colusión entre las fuerzas democrático-burguesas a la cabeza del Estado y el fascismo, cf. Eros Francescangeli, “Arditi del Popolo”, ed.Odradek, 2008, pp.110-116.

7 Para seguir el avance y despliegue de la ofensiva fascista contra el movimiento obrero, cf. Angelo Tasca, “Nascita e avvento del fascismo”, Pregreco Edizioni, 2012, capítulo VII; Emilio Gentile, “El fascismo y la marcha sobre Roma”, Ed. Edhasa, 2014; Roberto Vivarelli, “Storia delle origini del fascismo”, vol.3. Ed. Il Mulino, 2012; Buno Maffi, “Le Parti Communiste d’Italie face à l’offensive fasciste”, Programme Communiste, n°s 45 al 50 (juillet 1969-mars 1971).

8 Frente a un movimiento obrero que en 1920 organizaba a millones de trabajadores (la CGdL contaba con 2,2 millones, la sindicalista revolucionaria USI con 500 mil y el sindicalismo católico 1,2 millones de adherentes, además de la Federterra, de la FIOM, de los 160 mil miembros del PSI y de las organizaciones anarquistas), se estima que en ese momento el fascismo contaba con sólo 20 mil activistas. Aunque los mismos fascistas afirmaron que en la Marcha sobre Roma de octubre 1922 el número de escuadristas fue de 70 mil, los historiadores lo estimaron en sólo 25 mil. Sin el apoyo y la participación en la represión de las fuerzas estatales (los 65 mil carabineros, los 40 mil agentes de la Guardia Reggia y el Ejército) en los casos en que los camisas negras no pudieron por sí solos quebrar la resistencia de las masas trabajadoras, y sin el papel de bombero social de la socialdemocracia, el fascismo nunca hubiera podido llegar a desarticular al movimiento obrero. [Marco Rossi, “Arditi, non gendarmi! (Dall’arditismo di guerra agli Arditi del Popolo, 1917-1922)”, ed. BFS, 1997, pp.149-151]

9 “Se calcula que, de 1917 a 1922, los fascistas, la Guardia Reggia, los militares y carabineros mataron cerca de 6 mil proletarios, y que los heridos fueron decenas de miles. De los 6 mil asesinados, la mitad fueron víctimas de los fascistas y la otra mitad lo fueron por la represión estatal. En 1920 la fuerza pública sola mató a 2.500 antifascistas, mientras que en 1921 fueron atribuidas al fascismo 2 mil muertes y 40 mil heridos. [Ibidem, p.151]

10 Según Francescangeli, “En los primeros meses de 1921 la escalada de las expediciones punitivas es impresionante: desde los pequeños centros a las grandes ciudades las intimidaciones fascistas conciernen los sindicatos socialistas, los secretarios de secciones o los simples militantes, a los cuales se les entregan los mandamientos de dimisión de los cargos, que en caso de rechazo se transforman en condenas de muerte. Los asesinatos y las lesiones son innumerables. En los primeros seis meses de 1921 fueron destruidas 726 sedes de organismos obreros”. [Op.cit., pp.40-42]

11 El pacifismo del PSI estaba tan arraigado en sus genes que, salvo casos individuales y de grupos locales excepcionales, su ausencia de reacción y cobardía pudieron alcanzar niveles inimaginables. Así, por ejemplo, aunque las 63 comunas de la provincia de Rovigo estaban todas en manos de autoridades socialistas, todas ellas fueron ocupadas, una tras otra, en medio de una violencia inaudita, y las organizaciones obreras destruidas, sin que los socialistas tratasen de oponerse a la ofensiva fascista en la región. Más aún, el diputado Giacomo Matteotti y la Camera del Lavoro local lanzaron la consigna de “No salir de sus casas, no responder a las provocaciones (ya) que incluso el silencio e incluso la cobardía son a veces heroicas”. [Rossi, op.cit., p.152; Tasca, op.cit., p.174]

12 En estas elecciones, representantes del movimiento fascista (no aún constituido en partido político autónomo) integraron las listas de la coalición gubernamental (Bloque Nacional) y obtuvieron 35 diputados (incluido Mussolini) de los 275 de esta coalición.

13 Bordiga, “Un partito in decomposizione”, L’Ordine Nuovo, 10-3-1921; “Serenità mistificatrice”, Il Comunista, 13-3-1921.

14 Este Pacto fue concretado por iniciativa del renegado socialista Ivanoe Bonomi, quien había sido nombrado Presidente del Consejo de Ministros el 4-7-1921.

15 Francescangeli, op.cit., p.81.

16 “Gli interpreti”, Il Comunista, 10-7-1921; “L’assente”, Il Comunista, 14-8-1921. [http://www.international-communist-party.org/Comunism/Comuni72.htm#21Assente]

17 Bordiga, “Gli avvenimenti di Bologna e l’unità del partito”, Il Comunista, 5-12-1920

18 El 6-3-1921 el Partido comunista lanzó a la clase obrera un «Llamamiento a la lucha contra la reacción fascista»: “En numerosas regiones y ciudades de Italia, encuentros sangrientos entre el proletariado y las fuerzas regulares e irregulares de la burguesía se suceden y se multiplican. (…) Los acontecimientos que se precipitan muestran que el proletariado revolucionario de Italia no cede a los golpes de la reacción a la que recurren la burguesía y su gobierno desde hace algunos meses con sus bandas armadas que se la toman con los trabajadores que aspiran a su emancipación de clase. Desde la Pulla roja, desde la Florencia proletaria, desde tantos otros centros, nos llegan noticias que muestran que a pesar de la inferioridad de sus medios y de su organización, el proletariado ha sabido responder a los ataques, defenderse y golpear a los que le golpeaban. La inferioridad del proletariado – que sería inútil disimular – depende de la insuficiencia de su organización; sólo el método comunista puede dársela, y ella pasa por la lucha contra los antiguos jefes y contra sus métodos superados de acción pacífica. Los golpes que la burguesía asesta a las masas deben convencerlas de que es necesario abandonar las peligrosas ilusiones reformistas y desembarazarse de aquellos que predican una paz social que históricamente ya no es posible. Fiel a la doctrina y a la táctica de la Internacional de Moscú, el Partido comunista ha llamado a las fuerzas conscientes del proletariado de Italia a unirse para darse la preparación y la organización que hasta ahora les ha faltado y que no ha existido sino en la demagogia reformista. El no predica el apaciguamiento de los espíritus ni la renuncia a la violencia y dice claramente a los trabajadores que no pueden contentarse con las armas de la propaganda, de la persuasión o de la legalidad democrática, que les hacen falta armas reales y no metafóricas. Proclama con entusiasmo su solidaridad con los obreros que han respondido a la ofensiva de los blancos devolviendo golpe por golpe y les pone en guardia contra los jefes que reculan ante sus responsabilidades y que propagan la estúpida utopía de una lucha social civilizada y caballeresca, sembrando el derrotismo en las masas y alentando a la reacción: son los peores enemigos del proletariado y es a justo título que el adversario se ríe de sus cuentos. La consigna del Partido comunista es aceptar la lucha en el terreno que la burguesía ha escogido y al cual la ha llevado la crisis mortal que la atormenta. Hay que responder a la preparación con la preparación, a la organización con la organización, a la disciplina con la disciplina, a la fuerza con la fuerza y a las armas con las armas. No puede haber mejor preparación para la ofensiva que las fuerzas proletarias deberán lanzar indefectiblemente un día contra el poder burgués y que será el epílogo de las luchas actuales. La acción y la preparación deben hacerse cada vez más eficaces y sistemáticas (…) Hoy, pues, el Partido comunista da a sus militantes la consigna de resistir localmente en todos los frentes a los ataques fascistas, reivindicar los métodos revolucionarios, denunciar el derrotismo de los socialdemócratas (…)». [Il Comunista, 6-3-1921; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/appello_reazione.htm]

19 Entre muchos otros, podemos citar el caso del Sestiere de Cannaregio de Venecia, donde un joven obrero tipográfo de 17 años, Ferruccio Pessotti, junto a otro joven trabajador, Bruno Zecchini, habían organizado un grupo paramilitar de autodefensa con 50 jóvenes del sector, y lo habían pertrechado con algunas armas y municiones recuperadas de la I Guerra (las cuales fueron compradas con sus propios recursos). Este grupo de armas tomar fue contactado por Ottorino Perrone, organizador del Partido en Venecia, para unirse a sus incipientes estructuras paramilitares (propuesta que fue aceptada), y participará en los violentos enfrentamientos locales contra la presencia local de las escuadras fascistas, en defensa de la Camera del Lavoro, de militantes obreros y del Partido.

20 Con la participación de 1.200 de sus miembros, la primera aparición de las formaciones de combate comunistas tuvo lugar en junio 1921 en Milán en ocasión de la manifestación del Partido en repudio al asesinato de un militante perpetrado por los fascistas. [L’Ordine Nuovo del 19-6-1921]. Según Marco Rossi (op.cit., p.143), la presencia de las escuadras comunistas está bien establecida en Turín, Trieste, Milán, Mantova, Boloña, Génova, Cremona, Parma, Piacenza, Alessandria, Ravenna, Forlí, Cesena, Cervia, Cesenatico, Pádova, Pavía, Reggio Emilia, Como, Lecco, Florencia, Roma, Foggia y Caltanissetta.

21 Rossi, op.cit., p.143.

22 «¿Por qué, entonces, nuestros clásicos reformistas están en contra de una reacción violenta al fascismo? Porque saben que el fascismo no es de ninguna manera un movimiento antidemocrático que tienda a suprimir el régimen parlamentario electivo. Porque ellos ven que el objetivo de la violencia fascista no es la supresión de la democracia burguesa ni siquiera el aplastamiento de la socialdemocracia obrera; el fascismo es sólo la organización defensiva del régimen democrático burgués contra el asalto proletario. (…) La burguesía, con los guardias blancos, se organiza para la lucha, no para suprimir la democracia, sino para defenderla de nosotros, los comunistas, que queremos destruirla violentamente». [Bordiga, “I socialdemocratici e la violenza”, Il Comunista, 12-4-1921; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/socialdemocratici_violenza.htm].

Un año más tarde (julio 1922), Bordiga reafirmará su visión de la compatibilidad programática e institucional entre la democracia y el fascismo: “¿Acaso por su intención o por la fuerza de las cosas el fascismo tiende (…) al derrocamiento del régimen parlamentario por medio de una dictadura militar? (…) Mussolini, en su discurso, amenazó con la insurrección fascista. Por supuesto, (sólo) amenazó. Esta es la mejor prueba de que ésta no es una perspectiva programática para él. El malentendido fascista, muy justamente, vale el socialista. Los socialistas, incluso los más evangélicos, gritan que ellos llevarán a cabo la revolución si el Estado se saliese de la legalidad. Los fascistas no dicen nada diferente. Pero al final, si se garantiza la legalidad, ambos abandonan las intenciones de provocar la crisis del régimen. Ambos quieren el restablecimiento de la autoridad del Estado. Se pondrán de acuerdo: he aquí una conclusión lógica, aunque no inmediata. Pero una conclusión inmediata, aunque más modesta, es que ni uno ni otro actuarán para demoler las instituciones.” [Bordiga, “Il regime alla deriva”, L’Ordine Nuovo, 26-7-1922; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/regime_deriva.htm]

23 Atacando a los maximalistas, [el fascismo] no espera destruir inmediatamente lo que hay de verdadero movimiento comunista – hoy organizado en nuestro Partido – sino llevar a la mayor parte del PSI a renegar definitivamente el comunismo y a aliarse con otros defensores de la democracia burguesa. (…) Sin asumir aires de profeta, podemos decir que el segundo período de la acción fascista será la acción directa contra la parte irreductiblemente revolucionaria y comunista del proletariado (…). Pero entonces se habrá atenuado toda distinción entre los diversos enemigos jurados del comunismo y el fascismo ya no se presentará más separado del Estado, y al timón del Estado quizás estará la socialdemocracia”. [Ibidem]

24 En mayo de 1921 Bordiga insistía en esta visión de la convergencia tendencial entre la socialdemocracia italiana y el movimiento fascista: « [El movimiento fascista] (…) es, sin embargo y con certeza, un movimiento de izquierda en el marco de la política burguesa, un movimiento democrático, no un movimiento (…) que tienda a suprimir las garantías constitucionales para proclamar la dictadura burguesa (…). En los programas del fascismo habría que escribir que se trata de un movimiento «tendencialmente socialdemocrático». Las mismas declaraciones de Mussolini (…) lo confirman. La colaboración con los socialistas está prevista (…) si éstos desisten definitivamente de cualquier vestigio de ostentación revolucionaria, y demuestra que el fascismo, en su primera fase de acción, ha alcanzado el objetivo de domesticarlos «a golpes»» [“La fronda fascista”, Il Comunista, 29-5-1921; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/fronda_fascista.htm].

25 «Y el fascismo no es un partido. Este es el punto. El fascismo es, quizás, apenas un método que no tiene nada nuevo y ninguna capacidad renovadora, siendo un vulgar recurso de conservación burguesa (…). Que el fascismo fuese un partido, o que estuviese en vías de convertirse en partido, solo los crédulos pueden creerlo. (…) Por otra parte, el fascismo no necesita ser un partido para cumplir su tarea. Y por eso no puede tener su propio grupo parlamentario. (…) Por lo tanto, no es necesario que el fascismo sea un partido para preparar los días sangrientos de la reacción, y ni siquiera es posible que se convierta en partido. El deseo de serlo es solo la manifestación de una temprana senilidad». [Ibidem].

26 “En correspondencia con el hecho de que el método revolucionario gana a la clase obrera, preparándola a una lucha y a un encuadramiento para la acción militar, una vez que abandona la esperanza de una emancipación a través de los canales legales de esa actividad política que el Estado permite, el partido del orden se organiza y arma para defenderse. El hecho de que al flanco del Estado y bajo la lógica protección este último, aquél se arme «más rápidamente» y «mejor» que el proletariado y sea el primero en tomar la ofensiva contra las posiciones proletarias que el régimen burgués liberal había tolerado, no debe confundirse con el ascenso de un partido que está en contra del Estado en el sentido de tomar posesión de él para darle formas pre-liberales. (…) Es aquí (…) donde vemos la explicación del surgimiento del fascismo. Éste integra y no destruye el liberalismo burgués. Realiza en la organización que está en torno a la maquinaria oficial del Estado la doble función defensiva que conduce la burguesía. Probablemente con la intensificación de la presión revolucionaria del proletariado, la burguesía tenderá a impulsar al máximo los dos métodos defensivos, que no son incompatibles, sino paralelos. Impulsará la política democrática y socialdemócrata más audaz mientras que desencadenará las escuadras de la organización militar blanca para sembrar el terror en las filas del proletariado”. [“Il fascismo”, L’Ordine Nuovo, 17-11-1921; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/fascismo.htm]

27 Informe del PCdI sobre el fascismo presentado en el IV Congreso de la Internacional Comunista, 16-11-1922. [http://www.international-communist-party.org/BasicTexts/Italiano/22Fascis.htm]

28 Bordiga, “Mosca e Roma”, Il Lavoratore di Trieste, 17-1-1923. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/mosca_e_roma.htm]

29 Discurso de Mussolini en la Cámara de Diputados del 1 de diciembre de 1921, citado en A. Tasca, op.cit., p.357.

30La confluencia [del fascismo] con el reformismo es clara. Los comunistas rechazan el reformismo como agente de la causa burguesa en las filas de la clase proletaria. El fascismo pretende rechazarlo como agente de la causa revolucionaria en las instituciones burguesas. Pero, dado que el reformismo es exactamente lo primero, terminará por ser encuadrado en la síntesis fascista de los medios burgueses de defensa antirrevolucionaria (…)”. [Bordiga, “Mosca e Roma”, art.cit.]

31 Cosa que no ocurrió, ni siquiera en España. En España, el intento de conquista de poder por parte del fascismo franquista provocó como reacción el levantamiento proletario victorioso en gran parte del país. La socialdemocracia y el estalinismo no se integraron en el movimiento fascista, sino que concentraron todos sus esfuerzos en reconstruir y reforzar al Estado burgués barrido por las masas, para luego liquidar la situación de “doble poder” en defensa de la República burguesa. Más tarde intentaron negociar con el franquismo un retorno a la democracia parlamentaria. Fue el fascismo quien rechazó esa propuesta, y terminó barriendo a todos los partidos de la democracia. [Cf. “La función contrarrevolucionaria de la democracia en España”, El Programa Comunista, n°20, mayo 1976 (traducción francesa: “La fonction contre-révolutionnaire de la démocratie en Espagne”, www.sinistra.net]

32 “Hay que advertir al proletariado que, cuando en Italia a la clase capitalista se le presente como un grave peligro la toma del poder por parte de la clase obrera, todas las fuerzas burguesas y socialdemócratas se unirán al fascismo. Estas son las perspectivas de la lucha para las que debemos prepararnos”. [http://www.quinterna.org/archivio/1924_1926/rapporto_di_bordiga_sul_fascismo.htm]

33 Bordiga, “La funzione della socialdemocrazia in Italia”, Il Comunista, 6-2-1921.

[http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/funzione_socialdemocrazia.htm]

34 “La socialdemocracia tiene pues una función específica en el sentido de que habrá probablemente un período en los países occidentales en el que los partidos socialdemócratas estarán en el gobierno, solos o en colaboración con los partidos burgueses. Pero si el proletariado no tuviese la fuerza para evitarlo, este interludio no será una condición positiva, una condición necesaria para el advenimiento de formas e instituciones revolucionarias, no será una preparación útil para ello, sino un intento desesperado de la burguesía de disminuir y revertir la fuerza de ataque del proletariado, y de vencerlo despiadadamente bajo la reacción blanca si llegase a mantener energía suficiente para atreverse a rebelar contra el legítimo, humanitario y civil gobierno de la socialdemocracia. No es previsible un período de transición cualquiera entre la actual dictadura burguesa y la dictadura proletaria, pero sí es previsible, y debe ser prevista por los comunistas, una última e insidiosa forma de dictadura burguesa que, con la apariencia de algún cambio institucional formal, justificará la entrega de la dirección de todo el actual aparato de defensa del Estado capitalista a la acción cómplice de los socialtraidores”. [Ibidem]

35 En su carta a Bebel del 11-12-1884, Engels había escrito: “Es evidente que en Alemania [la democracia pura] juega un papel mucho más secundario que en los países con un desarrollo industrial más precoz. Lo que no le impidirá adquirir una importancia pasajera en el momento de la Revolución, bajo la forma de un partido burgués más avanzado (…) [quien] se volverá la última tabla de salvación de todo el régimen burgués e incluso feudal. (…) Esto ocurrió siempre en cada revolución: el partido más moderado que de una u otra manera sigue siendo capaz de gobernar llega al poder junto con los demás precisamente porque sólo en este partido ven los derrotados su última posibilidad de salvación. Nosotros no podemos esperar tener con nosotros en el momento de la crisis a la mayoría de los electores, es decir, de la nación. Toda la burguesía y los restos de la clase feudal terrateniente, una parte de la pequeña burguesía y de la población rural se reagruparán entonces en torno del partido burgués más radical que se presentará como partido revolucionario (…). Sea como fuere, nuestro único adversario el día de la crisis y el siguiente, será toda la reacción colectiva, la que se agrupará en torno a la democracia pura, y creo que esto no debe perderse de vista”.

36 Este problema estará en el centro de grandes polémicas en la Internacional a partir de 1922 [§VII-18, §VII-23, §VIII-8].

37 Cf. la entrevista otorgada por Bordiga a Edek Osser en junio de 1970. [http://www.quinterna.org/archivio/1952_1970/intervista_bordiga.htm]

38 Tasca, op.cit., p.151.

39 Il Comunista, 24-2-1921. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/mozione_congresso.htm]

40 L’Ordine Nuovo, 2-3-1921.

41 http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/azione_sindacale.htm

42 Este documento precedió su llamamiento del 14-8-1921 por el Frente Único Sindical, principal eje de la táctica que preconizará el PCdI en dirección de las masas. Esta cuestión táctica será desarrollada ulteriormente [§VII-3] al abordar lo que constituyó una de las divergencias crecientes entre la Dirección del PCdI y el CEIC.

43 En el “Manifiesto a los trabajadores italianos” del 30-1-1921, el CC del PCdI declaró: “Es verdad que permanecen en el viejo partido [PSI, ndr.] algunos de los que fueron extremistas en algún momento, quizás más extremistas que nosotros, pero o bien son representantes del viejo fenómeno de la involución política de los individuos, o bien representan a los maximalistas que se improvisaron a sí mismos como tales por oportunismo electoral; o bien, en la hipótesis más benévola, son individuos que se consideraron comunistas cuando todavía no habían entendido cuáles son las diferencias reales entre el comunismo y los prejuicios burgueses y pequeño-burgueses. (…) La propaganda, el proselitismo, la organización y la preparación revolucionaria de las masas se basarán en la constitución de grupos comunistas (…). Estos grupos o células comunistas actuarán en estrecho contacto con el Partido que asegurará el conjunto de su acción, en todas las circunstancias de la lucha. Con este método, los comunistas avanzarán hacia la conquista de todos los organismos proletarios constituidos con fines económicos y contingentes, como las Ligas, las Cooperativas, las Camere del Lavoro, para convertirlos en instrumentos de la acción revolucionaria dirigida por el partido”.

44 Il Comunista, 20-3-1920. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/rapporti_partiti.htm]

45 Al final de la guerra el número de arditi rondaba los 24 mil. [Luigi Balsamini, “Gli Arditi del Popolo”, ed. Galzerano, 2002, p.20]

46 “La proveniencia social de los Arditi, aunque era generalmente citadina, resultó extremadamente heterogénea, como también su nivel cultural. Entre ellos se codeaban pequeños burgueses y obreros, estudiantes nacionalistas y lumpenproletarios analfabetos, [e] individuos denunciados o condenados por delitos militares”. [Rossi, op.cit., p.14]

47 Francescangeli, op.cit., pp.14-17.

48 Rossi, op.cit., pp.15-17.

49 “La pérdida de estatus como resultado de la desmovilización, el resentimiento hacia una clase obrera que – hostil hacia la guerra mundial – no había ni siquiera combatido por haber estado empleada en la producción bélica, la dificultad de la reinserción en la vida social, unida a la convicción de ser la aristocracia militar que había conducido a la victoria de Italia, orientaron (…) el sentimiento de frustración de los arditi contra los emboscados y la burguesía acaparadora, y frente a quienes durante el conflicto habían mantenido una actitud derrotista, o no en perfecta sintonía con el orgullo nacionalista”. [Francescangeli, op.cit., p.18]

50 En 1920 la Lega Proletaria llegó a tener varios cientos de miles de afiliados y casi 900 secciones. [Rossi, op.cit., p.31]

51 Rossi, op.cit., pp.27-32.

52 Entre los especialistas, la consistencia numérica inicial de los Arditi d’Italia es un tema polémico: las estimaciones van de varias centenas a 10 mil afiliados. [Ibidem, p.34]

53 Renzo de Felice, “Mussolini e il Fascismo – Mussolini il rivoluzionario”, ed. Einaudi, 1995, p.479; Balsamini, op.cit., pp.52-53.

54 Los Fasci di combatimento, fueron los grupos políticos que estuvieron en el origen del movimiento fascista, que adhirieron a la ideología de “Il Popolo de Italia”, mejunje de nacionalismo rabioso, de antisocialismo visceral y de demagogia social.

55 Francescangeli, op.cit., p.29 y Rossi, op.cit., p.37

56 Francescangeli, op.cit., pp.19-20.

57 Ibidem, p.40.

58 En el censo de 1910 Fiume estaba habitada por 24 mil italianos, 15 mil eslavos, 6 mil húngaros y 3 mil de otras nacionalidades. [Fabrice Jesné, “Fiume/Rijeka 1919”, Cahiers de la Méditerranée, n°86, 2013; https://journals.openedition.org/cdlm/6850#text]

59 En el momento de la revuelta de Ancona de junio 1920 [§IV-12], D’Annunzio amenazó con reprimir a los militares italianos que se llegasen a refugiar en Fiume para evitar la orden de partida a Valona. [Rossi, op.cit, p.60]

60 Según D’Annunzio, el Estado Libre de Fiume se proponía ser un “centro espiritual de todas las rebeliones de los pueblos contra la injusticia y de todas las revueltas en aras de la libertad”. [Rossi, op.cit., p.47]

61 Durante esos meses, Fiume fue un polo de atracción para elementos de las más diversas proveniencias. “Durante los meses de la Regencia, entre otros fueron acogidos irredentistas irlandeses, comunistas húngaros que huían el terror blanco de Horthy, croatas de Radic, e incluso nacionalistas hindúes partidarios de Gandhi”. [Ibidem., p.43]

62 Según Marco Rossi, la negativa de Mussolini resultó de la posibilidad de que el realce del prestigio de D’Annunzio en los medios nacionalistas implicase la disminución de la propia, como también por divergencias de posiciones acerca de la Monarquía de Saboya (cuyo apoyo le será necesario al fascismo para conquistar el poder en octubre de 1922). [Op.cit., pp.50-51]

63 Ibidem, p.54.

64 Un análisis y una crítica detallada de la Carta de Carnaro se encuentra en Amadeo Bordiga, “Il movimento dannunziano”, Prometeo, n° 1 y 2 de enero y febrero 1924 [http://www.quinterna.org/archivio/1924_1926/movimento_dannunziano.htm]

65 Un régimen político acorde en sus líneas generales con la Carta de Carnaro fue el instaurado en Argentina durante los dos primeros gobiernos bonapartistas del General Juan Domingo Perón (1945-1956). Ante el pánico de los burgueses argentinos frente a las importantes concesiones hechas a la clase obrera (que retomaban las clásicas reivindicaciones del sindicalismo), Perón les explicó que era necesario “ceder algo para no perderlo todo”. No es superfluo señalar aquí que el régimen peronista, inspirado por el nacionalismo, pudo ser instaurado gracias al apoyo del Ejército y a la fuerte movilización de los sindicatos herederos del sindicalismo revolucionario europeo. El clima de “fervor” social en torno al régimen de Fiume descrito por Marco Rossi es muy similar al que existió en Argentina entre las masas trabajadoras en torno del régimen peronista (quien se decía promotor de una supuesta “Tercera Posición” entre el capitalismo y el socialismo).

66 Rossi, op.cit., pp.71-74.

67 A fines de junio 1921 tuvo lugar el Consejo Nacional de la Asociación Nacional de los Arditi de Italia (29-6 al 3-7-1921). Este reafirmó mayoritariamente: a) su ideal nacionalista; b) su neutralidad política; c) su aceptación de la “guía espiritual” de D’Annunzio; d) la adopción programática de la Carta de Carnaro; y e) su autonomía y equidistancia entre el fascismo y el antifascismo. Este Consejo desautorizó las decisiones en curso de la sección de Roma y denunció a sus promotores como “aventureros de la política”. La ruptura ya era un hecho entre la sección romana dirigida por Argo Secondari y la organización nacional de los Arditi d’Italia. La constitución nacional de los Arditi del Popolo fue la consecuencia inmediata de esa ruptura. [Ibidem, pp.72-73]

68 Un tratamiento marxista profundizado, desde el punto de vista histórico y teórico, de la cuestión de los AdP, de la lucha armada, y de la relación entre el Partido revolucionario y las milicias obreras, basado en las experiencias de las revoluciones rusas de 1905 y 1917, y en la alemana de 1919-1921, se encuentra en el trabajo aún inédito de Alessandro Mantovani, «Gli “Arditi del Popolo”, il Partito Comunista d’Italia e la questione della lotta armata (1921-1922)». Su lectura es una necesidad para tener una visión materialista e histórica de la cuestión.

69 Argo Secondari afirmó: “[Sepan] los mercenarios de la guardia blanca que se terminó para siempre la era de las devastaciones, de los incendios y de las expediciones punitivas. Los Arditi del Popolo lanzan hoy su grito en defensa armada de los trabajadores y de las casas del trabajo. De hoy en adelante todo acto de opresión contra los trabajadores y los subversivos será considerada como una provocación a los Arditi del Popolo, y la reacción será implacable e inmediata”. [Ibidem, p.80]

70 “Desde el inicio de la primavera de 1921 se manifestó la exigencia de enfrentar al escuadrismo (fascista) no sólo en el plano político, sino también en el militar (…). Dejando momentáneamente de lado el fenómeno de los Arditi rojos de Vittorio Ambrosini, (…) las primeras reuniones que plantearon el problema de cómo enfrentar unitariamente al escuadrismo fascista por parte de las organizaciones obreras remontan a abril 1921. Pero desde los primeros meses del año se organizaron aquí y allá escuadras antifascistas armadas. Se trataba empero de organizaciones de defensa popular y proletaria sustancialmente desconectadas entre sí, y cuya eficacia, precisamente por esta misma razón, era bastante limitada. (…) En la generalidad de los casos, estas formaciones convergerán en el verano en (la organización de) los Arditi del Popolo. En Roma, el 12-6, a partir de una iniciativa del Fascio libertario entre los trabajadores de prensa, se congregaron en Plaza Trevi cerca de ochenta representantes de organizaciones proletarias, entre los cuales Olido Vernocchi por los socialistas, Giuseppe D’Amato por los comunistas y Giovanni Masseroni por la Unión Anarquista. Al término del encuentro fue decidida la constitución de un Comité promotor y ejecutivo con el objetivo de extender la iniciativa a todo el territorio nacional”. [Francescangeli, op.cit., p.51-52]

71 Según Rossi (op.cit., p.81), “Si bien es indudable que la Asociación de los Arditi del Popolo nació a partir de la Asociación de los Arditi de la guerra, también es cierto que, sobre todo a nivel local, muchas de sus secciones no se desarrollaron directamente a partir del arditismo, sino más generalmente a partir de la movilización antifascista de la Lega Proletaria o de los diferentes comités de defensa proletaria”. En el Lazio, la sección más numerosa después de Roma fue la de Civitavecchia, conformada en gran parte por adherentes a la Lega Proletaria. Otro ejemplo fue el de la comuna de Genzano de Roma, donde la organización de los AdP resultó de la unificación de los preexistentes grupos armados comunistas, socialistas, anarquistas y republicanos [Francescangeli, op.cit., p.170]. En Livorno resultó de la iniciativa de la Lega Proletaria y de la Camera del Lavoro sindicalista.

72 Según las distintas fuentes, el número de participantes en la concentración fue de 15 mil (cifra avanzada por la policía) a 70 mil [Ibidem, p.84]. L’Ordine Nuovo publicó un informe del acontecimiento. “De acuerdo con las instrucciones impartidas por el Comité de Defensa Proletaria, constituido por representantes de las dos Camere del Lavoro de la capital (la confederal y la sindical), y por representantes de los 4 partidos políticos subversivos (comunista, socialista, republicano y libertario), durante la tarde (del 6-7) toda la masa obrera ha suspendido el trabajo para participar en la manifestación contra la violencia fascista y la reacción estatal. (…) La concentración ha sido imponente, inolvidable: una advertencia verdaderamente solemne al Gobierno y a sus cómplices. (…) De repente estalla un gran aplauso entusiasta con gritos de “¡Viva!”. Son los Arditi del Popolo que llegan a la concentración (…) Es imposible decir cuántos son. Superan ciertamente el millar y su aparición produce no poca impresión. (…) Estos Arditi son hombres de todas las edades, hay jóvenes imberbes y ancianos con cabellos blancos: todos con rostros decididos”.

73 Lenin mismo había relevado la importancia política de la concentración del Jardín Botánico y de la aparición de los Arditi del Popolo: “En Roma se ha celebrado un mitin para organizar la lucha contra los fascistas, al que han asistido 50.000 obreros de todos los partidos: comunistas, socialistas y republicanos. Han acudido a él 5.000 ex combatientes vestidos de uniforme y ni un solo fascista se ha atrevido a aparecer en la calle”. [Lenin, “Discurso en la reunión de los miembros de las delegaciones alemana, polaca checoslovaca, húngara e italiana durante el III Congreso de la IC”, julio 1921].

74 Francescangeli, op.cit., pp.62-64.

75 Francescangeli, op.cit., pp.256-257.

76 En el Primer Congreso Nacional de los AdP, reunido en Roma el 24-7-1921, Argo Secondari declaró que el objetivo de la Asociación “no era la ofensiva, sino la defensiva, una enérgica defensiva a cualquier costo y con cualquier medio”. [Rossi, op.cit., p.87]

77 “Dependiendo de la tradición política de la localidad en la cual están presentes, los animadores de las secciones de los AdP son los militantes de los movimientos y de los partidos políticos de la clase obrera o “subversivos”: anarquistas, socialistas maximalistas [especialmente “terzini” (partidarios de la III Internacional, ndr.)], republicanos, sindicalistas revolucionarios, y, sobre todo comunistas (…)”. [Ibidem, p.65]

78 En el “Programa de Acción” de la organización, el inciso 1 afirmaba que “La Asociación de los AdP nació del instinto de defensa. Ella es la emanación de la necesidad simultáneamente sentida de todos los partidos de vanguardia de oponer un frente único de defensa proletaria contra la violencia de los enemigos comunes”. [Ibidem, p.175]

79 El 11-7, en Viterbo (ciudad situada a 80 km al norte de Roma), tras las agresiones sangrientas del día anterior protagonizadas por los camisas negras, la población trabajadora de la ciudad se preparó masivamente en torno de los AdP para enfrentar una nueva incursión de los fascistas. El 21-7, en Sarzana (provincia de La Spezia, Liguria), ante una expedición de 600 escuadristas de la región decididos a imponer la liberación de 10 fascistas detenidos, se produjo la puesta en pie de guerra de la población, con los AdP a la cabeza. Un puñado de 8 carabineros y 3 militares trataron de disuadir a los fascistas de persistir en su propósito con el argumento de que para ellos el contexto se transformaría en una trampa. Caso excepcional en los dos años de guerra civil, para tratar de avanzar los fascistas abrieron fuego contra los carabineros, quienes respondieron a su vez con las armas. Los escuadristas terminaron huyendo, perseguidos por la población y los AdP. El enfrentamiento concluyó con 18 fascistas muertos y 40 heridos. [Ibidem, p.112]

80 Ferdinando Cordova, “Arditi e legionari dannunziani”, ed. Manifestolibri, 2007, pp.264-269.

81 No existen datos de cuántos Arditi de guerra adhirieron a los AdP.

82 Al plantear la cuestión en términos del “arditismo” y de sus “valores”, Secondari se hacía ilusiones sobre la posibilidad de ganar a sectores importantes de estas fuerzas represivas para la lucha contra el fascismo.

83 Sin embargo, por sus orígenes y las fuerzas y organizaciones que convergieron en su constitución, los AdP conformaron desde el inicio una red laxa de estructuras locales sin mayor centralización nacional y sin una disciplina jerárquica de tipo militar rígida. Su evolución ulterior acentuará aún más esas características iniciales.

84 Secondari logró hacer aprobar la afirmación de principio según la cual “los AdP están por encima de todo los partidos políticos (…) (e) invita a los partidos mismos a no inmiscuirse en la organización técnica y militar del pueblo trabajador” [Rossi, op.cit., p.94]. Una Resolución del Congreso decía textualmente: “El Directorio de los AdP, a la vez que hace un llamado a todos los partidos políticos para que contribuyan moral y materialmente al incremento de la Asociación de los AdP, invita a todos los inscriptos a no crear en el seno de los AdP agrupaciones políticas, lo que desarticularía la disciplina militar” [Balsamini, op.cit., pp.87-88]. Y el inciso 5 del “Programa de Acción” de la Asociación establecía que “Todas las secciones y directores provinciales se mantendrán siempre en contacto con las organizaciones proletarias de todo tipo siempre y cuando sean afines, para recibir ayuda y consejos, sin jamás comprometerse en cualquier acción que no sea de absoluta inminencia, cuando no tengan la debida autorización del Directorio Nacional” [Rossi, op.cit., p.175].

85 Ya Clausewitz había afirmado que la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios. En uno de sus escritos sobre la Guerra de España, Trotsky expuso una idea esencial del marxismo, a saber, que las guerras civiles no pueden ser ganadas por el proletariado apostando exclusivamente a los factores estrictamente bélicos (armamento, estrategia, logística, entrenamiento, …), por más que éstos tengan una relevancia considerable y no deban ser jamás minimizados. Según Trotsky, las guerras civiles son ganadas fundamentalmente gracias a que la clase revolucionaria es capaz de conquistar a las grandes masas explotadas levantando las banderas de la expropiación de la burguesía, de los terratenientes y de sus aliados sociales, de la destrucción de los pilares del Estado burgués y de la satisfacción concreta de sus necesidades acuciantes e históricas. [“Leçons d’Espagne: dernier avertissement”, 17-12-1937; https://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1937/12/lt19371217.htm]. En Italia, ello correspondía a las necesidades del proletariado y de las grandes masas campesinas.

86 Los tres Directores eran ex Arditi de guerra.

87 Balsamini, op.cit., pp.90-93. «La ruptura interna en el vértice de la Asociación se profundizó día a día, hasta el punto de contraponer dos periódicos diferentes que se reivindicaban representantes oficiales de la Asociación. Por una parte, “L’Ardito del Popolo”, dirigido por Mingrino, cuyo primer número fue publicado el 2-9; por otra, “L’Avanguardia sociale”, al que apuesta Secondari» [Ibidem, pp.89-90]. El definitivo alejamiento de Secondari se concretó en octubre de 1921.

88 El inciso 5 del Pacto establecía sin ambigüedad alguna: «Toda acción, actitud o comportamiento que viole este compromiso o acuerdo está desde ya desaprobado y deplorado por las respectivas representaciones. El Partido Socialista declara ser extranjero a la organización y a la actividad de los “Arditi del Popolo”, como por otra parte ya resulta (de las decisiones) del Congreso de este último, al haberse declarado independiente de todo partido». [Rossi, op.cit., pp.173-174]

89 El único sector (extremadamente minoritario) del PSI que apoyó a los AdP fueron los “terzini”, constituidos como fracción en octubre 1921.

90 Balsamini, op.cit., p.259.

91 Ibidem, p.261.

92 “[El] trabajo de entrenamiento de los grupos de acción comunista debe proseguirse en todas partes donde existen y organizarse allí donde no existen conformándose estrictamente al criterio siguiente: el encuadramiento militar del proletariado debe hacerse en una organización de Partido ligada a sus organizaciones políticas. Los comunistas, pues, no pueden ni deben participar en ninguna iniciativa militar que provenga de otros partidos o tomada fuera de su Partido. La preparación y la acción militares exigen una disciplina al menos igual a la disciplina política del Partido comunista. No se puede observar dos disciplinas distintas. Por consiguiente, el comunista y el simpatizante que se siente realmente ligado al Partido (si hace reservas acerca de la cuestión de la disciplina, no merece ya este título) no pueden ni deben pertenecer a ninguna otra organización militar más que las del Partido. (…) [La] consigna del Partido a sus adherentes y a los obreros que le siguen es la siguiente: formación de grupos de acción dirigidos por el Partido comunista para preparar y entrenar al proletariado a la acción militar revolucionaria defensiva y ofensiva”. [“Per l’inquadramento del Partito”, Il Comunista, 14-7-1921; en Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, vol.III, §VII-1, ed. Il Programma Comunista; http://www.quinterna.org/archivio/1952_1970/storia_sinistra_3_07.htm]

93 Francescangeli, op.cit., pp.97-98. “Incluso en la Toscana el PCdI participaba activamente en los AdP de Florencia, Pisa, Massa, Livorno, Piombino, y en numerosos centros menores. No era diversa la situación en las Marche, donde el PCdI adhería en todos los centros más importantes (Pesaro, Ascoli, Ancona, Fano) al frente único proletario y a los AdP. (…) Episodios análogos se dieron en Taranto, Nápoles, Cosenza, Palermo.” [Natoli, op.cit., p.150].

94 Francescangeli, op.cit., p.102.

95 “Cabe señalar que excluir acuerdos organizativos no excluye que se lleven a cabo acciones en las que las fuerzas comunistas puedan actuar en una dirección concomitante con otras fuerzas políticas; pero es necesario mantener el pleno control de nuestras fuerzas para el momento en que las alianzas de un período transitorio puedan y deban descomponerse, cuando el problema revolucionario se plantee en toda su integridad”. [Bordiga, “Il valore dell’isolamento”, Il Comunista, 24-31/7 y 7/8 de 1921; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/valore_isolamento.htm]

96 Esta posición será extensamente desarrollada por Bordiga dos meses más tarde en “Il valore dell’isolamento” (art.cit.): “Nosotros creemos que en la base de nuestra táctica debe estar la siguiente premisa: ningún acuerdo organizativo, es decir, ningún frente único, con aquellos elementos que no se proponen la lucha armada revolucionaria del proletariado contra el Estado constituido, entendida como una ofensiva, una iniciativa revolucionaria; la abolición, a través de esta lucha, de la democracia parlamentaria junto con el mecanismo ejecutivo del Estado actual; la constitución de la dictadura política del proletariado que dejará fuera de la ley revolucionaria a todos los adversarios de la revolución. (…) Es por eso que los comunistas deben negarse a participar en iniciativas de acuerdos políticos de carácter «defensivo» contra los excesos de los blancos (…) Es por eso que estamos en contra de los acuerdos defensivos, sobre todo cuando no se trata de oponerse a la reacción con lamentos liberales, sino de oponerle una acción de fuerza. (…) Una acción de defensa del proletariado contra la reacción sólo puede concebirse como una acción del proletariado para derrocar el régimen”. En este mismo artículo, Bordiga desarrolló su argumentación con el propósito de demostrar que, dadas sus posiciones programáticas y su misma acción, todas las fuerzas políticas no comunistas y declaradamente antifascistas (las dos tendencias de los s-r y los anarquistas, amén de los socialdemócratas, los republicanos, los AdP) conformaban un bloque único contra la Revolución. Bordiga reemplazaba la evaluación materialista de la dinámica de las fuerzas en presencia por razonamientos de tipo escolástico.

97 Alessandro Mantovani (op.cit.) ha ilustrado este fenómeno de masas en las revoluciones rusas de 1905 y 1917, y en la alemana de 1919-1921.

98 Marco Rossi, “Livorno ribelle e sovversiva”, BFS editioni, 2013, pp.56-57. Para una exposición de la relación del anarquismo con el movimiento de los AdP, cf. Balsamini, op.cit., pp.218-221.

99 Se estima que, en el otoño (octubre-diciembre) de 1921, en el norte de Italia sólo quedaban 14 secciones y 1.490 miembros; en el centro 35 secciones y 4.594 miembros; y en las regiones del Mezzogiorno y del sur 5 secciones y 382 miembros. En el verano de 1921 los AdP estaban presentes en 56 provincias (de las 71 que contaba Italia), pero en octubre-noviembre sólo estaban presentes en 17 provincias. [Francescangeli, op.cit., pp.63-64 y 256-257]

100 Socialistas reformistas, maximalistas, “terzini”, comunistas, anarquistas, s-r intervencionistas, s-r no intervencionistas, e incluso republicanos y populares.

101 Aunque las “condiciones de contorno” no serán exactamente las mismas, el problema se volverá a plantear 15 años más tarde en España, cuando en julio de 1936 el proletariado español, habiendo insurreccionalmente aplastado el alzamiento militaro-fascista en los principales centros del país, se verá en la imposibilidad de concretar su victoria inicial. La atomización del movimiento obrero español entre la socialdemocracia, el estalinismo, el centrismo (del POUM) y el anarco-sindicalismo (CNT-AIT), la política contrarrevolucionaria de los dos primeros, y la oportunista e inconsecuente de los dos últimos, harán posible que la alianza socialo-estalinista fogonee en el sector republicano la restauración del Estado democrático-burgués totalmente quebrantado (y del cual se constituyeron en sus pilares fundamentales), la conformación de un nuevo Ejército republicano al servicio de la restauración del Orden burgués, y logre un año más tarde aplastar la resistencia obrera en Cataluña. Fue la democracia burguesa la que logró derrotar al proletariado, y precisamente por ello fue incapaz de derrotar al fascismo.

102 “Las primeras circulares contra la Asociación del 13-8-1921 del Ministerio del Interior (a los Prefectos, al Comando general del arma de los Carabineros y de la Guardia Reggia) y del 5-9 (del Ministro de la Justicia a los Procuradores generales y a los Presidentes de las Cortes de Apelaciones) solicitaban rápidas medidas represivas e indicaban normas punitivas aplicables a los AdP. (…) La connivencia de la magistratura representó (…) la norma, y (…) una circular del Ministerio de la Justicia habría incluso invitado a los magistrados a no perseguir a los fascistas; tal complicidad (…) resulta claramente del hecho que los delitos cometidos por los fascistas en 1921-1922 (…) raramente daban lugar a procesos y a condenas, mientras que los obreros culpables de actos de violencia eran severamente condenados, incluso cuando ellos habían actuado en estado de legítima defensa contra la violencia fascista”. [Rossi, “Arditi, non gendarmi!”, op.cit., pp.108-109]

103 La derrota de noviembre 1921 en Roma fue tildada de “Caporetto fascista”.

104 Recién el 14-6-1922, después de dos días de combates y con la ayuda de las fuerzas represivas y militares, los fascistas lograron controlar la ciudad.

105 Recién en noviembre 1922, con el fascismo ya en el poder, una división de infantería logró ocupar la ciudad recurriendo al fuego de ametralladoras. [Rossi, “Arditi, non gendarmi!”, op.cit., p.112-122]

106 Ibidem, p.112-125. Los acontecimientos de agosto de 1922 se dieron en el marco de la huelga general decretada por la Alleanza del Lavoro. Estos acontecimientos serán tratados ulteriormente en este trabajo.

107 Secretario provincial de la Lega Proletaria (de veteranos de guerra) y secretario de la Camera del Lavoro Confederal en 1919; organizador de una primera Guardia Rossa; intervino en los acontecimientos de Ancona contra la partida de militares a Albania [§IV-12]; adhirió al PSI a fines de 1920 y diputado en 1921; fundador y dirigente de los AdP de la región que involucraron a centenares de participantes. En 1923 adherirá al PCdI.

108 La Confederal, la de los s-r contrarios a la guerra y la de los s-r intervencionistas.

109 En 1922 la Federación Comunista de Parma contaba con 172 inscriptos y su Federación Juvenil con 577 miembros. En desacuerdo con las decisiones de la Dirección del Partido, se integraron con sus propias formaciones de combate en ese frente único. Filippini, el secretario provincial del PCdI, entró a formar parte del Directorio del Comité de Defensa Proletaria y fue el responsable militar de uno de los sectores de la ciudad. [Rossi, op.cit., pp.131-132]

110 Las estimaciones van de 12 a 20 mil camisas negras.

111 Rossi, op.cit. pp.127-136; Francescangeli, op.cit., pp.131-139. No habiendo podido conquistar Parma con las armas, el fascismo firmó un “Pacto de Pacificación” con la Camera del Lavoro Confederal y con la del sindicalismo intervencionista. Este pacto fue repudiado por las fuerzas comunistas, anarquistas, sindicalistas no intervencionistas, por el Comité de Defensa Proletaria y por la Lega Proletaria. “Contra el engaño de la pacificación”, estos últimos invitaron al “proletariado a mantenerse en pie de defensa para rechazar todas las trampas que la reacción prepara en la sombras”. Sólo después de la subida al poder del fascismo Parma caerá en manos de la reacción, y los AdP serán oficialmente disueltos en diciembre de 1922.

112 Antes de desarrollar su argumentación, Grieco se sintió obligado a afirmar que el boicot de los AdP no respondía a “un deseo irrazonable de aislar a los comunistas de un movimiento de masas y, menos aún, del sentimiento infantil de intransigencia apriorística”. Esta última afirmación no correspondía a la verdad.

113 Este argumento no se ajustaba a la realidad ni a la trayectoria de su principal promotor, Argo Secondari.

114 Haciendo caso omiso de las críticas del CEIC, en febrero y marzo de 1922 Bordiga volvió a esgrimir y detallar la argumentación del documento de Grieco y de su artículo precedente “Il valore de l’isolamento”. [“La discussione sulla tattica”, L’Ordine Nuovo, 24-2-1922; https://www.marxists.org/italiano/bordiga/1922/2/24-discu.htm; “Difesa proletaria”, Il Comunista, 4-3-1922; https://www.marxists.org/italiano/bordiga/1922/3/8-difesa.htm]

115 El argumento de la CEIC era tanto más válido cuanto que los AdP fueron organizaciones paramilitares sin ninguna sistematización jerárquica a escala nacional ni regional, y permanecieron siendo formaciones de defensa estrechamente ligadas localmente a las organizaciones de masas (Camere del Lavoro, Lega proletaria, …). Ello fue el resultado del proceso heterogéneo de formación de las secciones de los AdP, directamente ligadas a las organizaciones obreras locales.

116 De particular importancia y pertinencia fueron los dos últimos argumentos del CEIC: la necesidad de que el Partido comunista tuviese su propia organización de carácter militar, y la necesidad de participar activamente en milicias obreras cuyos objetivos concretos no entrasen en contradicción con sus propios objetivos generales y no le impidiesen reforzar su preparación revolucionaria. Con la ventaja que procura el análisis del pasado, la complejidad del problema puede ser visualizada en las vicisitudes de la Revolución y la Guerra de España, sobre todo en el período 1936-1937. [Cf. Burnett Bolloten, “La guerre d’Espagne (Révolution et contre-révolution, 1934-1939), Ed. Agone, 2014]

117 Por fuera de las cúpulas políticas y sindicales nacionales, pero expresando la voluntad de bases combatientes.

118 “Vuestro joven Partido debe utilizar todas las posibilidades para mantener un contacto directo con las amplias masas obreras, y para convivir con ellas. Para nuestro movimiento es siempre más ventajoso cometer errores con la masa que mantenerse alejado de ella afirmando nuestra castidad por principio, encerrados en los límites estrechos (establecidos por) los dirigentes del Partido”.

119 Creyendo (erróneamente) que la convocación de la multitudinaria concentración antifascista del Jardín Botánico de Roma en julio 1921 había sido hecha y organizada por el PCdI, en su carta a los comunistas alemanes del 4-8-1922 Lenin escribió que el éxito del evento podía ser dado como ejemplo de “conquista de la mayoría del proletariado” por parte del Partido comunista (a pesar de que sectores de ese proletariado estuviesen encuadrados por otras organizaciones y tendencias políticas).

120 Pierre Broué, Révolution en Allemagne (1917-1923), Les Éditions de Minuit, 1971, §XXIV, p.463. [https://www.marxists.org/francais/broue/works/1971/00/broue_all.htm]

121 Inmediatamente después de Livorno Serrati viajó a Berlín para encontrarse con Leví. Éste le aconsejó dirigirse al CEIC para cuestionar los términos de la escisión. Clara Zetkin se entrevistó con Serrati en Stuttgart y apoyó esa iniciativa que cuestionaba tanto los pasos y decisiones del CEIC como la acción de sus delegados y la de los comunistas italianos. [Ibidem, pp.468-469]

122 Ibidem, pp.464-468.

123 Ibidem, p.470-471.

124 La única iniciativa importante del VKPD tras su Congreso fundacional fue la “Carta Abierta” que la Zentrale envió el 8-1-1921 a todas las Centrales Sindicales alemanas, al SPD, al USPD y al KAPD. Ante la situación general de crisis capitalista y sus repercusiones en las masas trabajadoras, el VKPD les proponía luchar conjuntamente por objetivos que debían ser precisados, en torno de • mayores salarios; • el aumento de las pensiones de guerra; • subvenciones estatales a los desocupados (exclusivamente a cargo de la clase capitalista); • el aprovisionamiento de alimentos a bajo costo; • la expropiación inmediata de viviendas disponibles o sub-ocupadas en beneficio de los sin techo; • medidas que garantizasen el aprovisionamiento de comestibles y otros productos esenciales; • el desarme y disolución de las milicias burguesas (Freikorps) y la formación de organizaciones proletarias de autodefensa en todas las regiones y localidades; • la amnistía y liberación de todos los presos políticos; • la derogación de todas las prohibiciones relativas a las huelgas; • el establecimiento inmediato de relaciones diplomáticas y comerciales con la Rusia Soviética [“To the Masses (Proceedings of the Third Congress of the Communist International; 1921)”; Edited by John Riddell; 2015; Hymarket Books; pp.1061-1063]. La iniciativa de la “Carta Abierta” fue un derivado y la extensión a todos los sindicatos y a los “partidos obreros” de una iniciativa estrictamente limitada al ámbito sindical del Sindicato Metalúrgico de Stuttgart, donde los comunistas tenían una fuerte influencia y estaba dirigido por uno de ellos (Erich Melcher). Haciéndose eco de la voluntad unitaria de sus bases, el sindicato había elevado a las direcciones nacionales del Sindicato Metalúrgico (MDV) y de la Confederación Sindical Nacional socialdemócrata (A.D.G.B.) la propuesta de una movilización en común por reivindicaciones que concernían al conjunto de las masas trabajadoras, a saber: la baja de los precios de los alimentos, el aumento de los subsidios para los desocupados, la disminución de los impuestos sobre los salarios, el control obrero de los suministros, el desarme de las cuerpos armados reaccionarios y el armamento del proletariado. La propuesta de la Zentrale fue directamente rechazada por los dos partidos socialdemócratas y tachada de oportunista y demagógica por el KAPD. La Dirección de la Confederación socialdemócrata amenazó con la exclusión de las organizaciones sindicales que adhiriesen a la proposición comunista. Pero la propuesta recibió una aprobación nada desdeñable en las asambleas obreras convocadas para discutir sobre ella [Broué, op.cit., §XXIII, p.456]. La iniciativa de la Zentrale fue ulteriormente condenada por Zinóviev y Bujarin, pero tuvo la aprobación entusiasta de Radek y de Lenin [§VI-14].

125 Ibidem, p.449.

126 “[El VKPD] tiene más de 500.000 afiliados. Nosotros (en Rusia) sólo ahora tenemos otros tantos, y en el momento de la Revolución de Octubre teníamos muchos menos. El Partido (alemán) fracasa en la lucha real, y fantasiosa y artificialmente trabaja haciendo concesiones a los otros partidos”. [Riddell, op.cit., p.1066]

127 Esa “presión” del CEIC parecía tanto más urgente cuanto que el Partido ruso y el Estado soviético estaban en una situación crítica tras la derrota del Ejército Rojo en Polonia, el levantamiento de Cronstadt y lo que aparecía como una retirada con la implementación de la política de la NEP por el X Congreso del Partido bolchevique (marzo 1921). En esa época, un dirigente como Bujarin defendía la necesidad de “electrizar” a las masas a fin de provocar explosiones revolucionarias en Europa [Broué, op.cit., §XXVII, p.511]. Esa actitud no era compartida ni por Lenin ni por Trotsky, tal como lo demostrarán los acontecimientos sucesivos.

128 Ibidem, §XXV, pp.475 y 477.

129 Esta situación de indeterminación en la praxis del Partido alemán se traducirá en oscilaciones crónicas entre un legalismo rutinario y un voluntarismo “ofensivista”. Esta indeterminación traducía su falta de visión del proceso revolucionario y del papel del Partido, su ausencia de orientación general, de objetivos y de perspectivas, y con ello la carencia de una dirección políticamente firme; en suma, todo lo que se requiere para dar a un Partido comunista su solidez y continuidad de acción, y al proletariado confianza en su papel de vanguardia. Las “Tesis sobre la Táctica” del III Congreso de la Internacional (junio-julio 1921) intentarán subsanar esta situación.

130 Broué, op.cit., §XXV, p.480.

131 Trotsky, “Un escuela de estrategia revolucionaria”, julio de 1921. [http://grupgerminal.org/?q=node/490]

132 Ibidem.

133 En las elecciones de febrero 1921 el VKPD había obtenido 205.000 sufragios en el distrito de Halle-Merseburg, contra 76.000 al USPD y 27.000 al SPD.

134 Una descripción detallada de los acontecimientos de Marzo 1921 se encuentra en Werner T. Angress, “Stillborn Revolution (The Communist bid for power in Germany, 1921-1923)”, Princeton University Press, 1963, pp.105-166.

135 Ibidem. Ese mismo editorial apostrofó así a los obreros no comunistas: “No es sólo sobre la cabeza de vuestros dirigentes, si no también sobre la cabeza de cada uno de vosotros, que reposa la responsabilidad sangrienta cuando toleráis en silencio, o protestáis sin actuar, que los Ebert, Severing, Hörsing abatan el terror y la justicia blancas contra los obreros (…) Vergüenza e ignominia al obrero que permanece al costado, vergüenza e ignominia al obrero que no sabe todavía dónde está su lugar” [Chris Harman, “La révolution perdue”, www.marxists.org/francais/harman/1982/lrp/harmanrevolutionperdue.pdf (p.108-109)]

136 Broué, op.cit., §XXV, p.486.

137 “Una escuela de estrategia revolucionaria”, op.cit.

138 “Nuestra vía — Contra el putschismo”. [https://www.marxists.org/archive/levi-paul/1921/against-putschism.htm]

139 “¿Podrán los bolcheviques retener el poder?”, 1-10-1917.

140 “El Ejecutivo de la Internacional [afirmó Leví] actúa como una cheka (policía política – ndr.) por encima de las fronteras rusas”.

141Incluso si Paul Leví tuviese razón en un 90% a propósito de la ofensiva de marzo, también sería pasible de exclusión del Partido porque, por su accionar en esas circunstancias, él golpeó al Partido por la espalda”. El opúsculo de Paul Leví se iniciaba denunciando el hecho de que “las víctimas mortales de Alemania Central, Hamburgo, la Cuenca del Rhin, Baden, Silesia y Berlín, para no mencionar a los miles de prisioneros” resultantes de los acontecimientos de Marzo, “cayeron víctimas de esta locura bakuninista”, lo que implicaba imputar al Partido la represión y las masacres del proletariado que había sido agredido por las fuerzas gubernamentales. Esta última acusación era una infamia y una contribución objetiva al sabotaje del Partido ya debilitado y sacudido por sus propios errores políticos. La acusación de que Leví había apuñalado al Partido por la espalda estaba plenamente justificada.

142 “¿No ha sido acaso un error comenzar a hablar sobre la teoría de la ofensiva revolucionaria cuando de hecho no estaba preparada ninguna ofensiva real? No obstante el movimiento de marzo es un gran paso adelante, a pesar de los errores de sus dirigentes. Pero esto no importa. Cientos de miles de obreros han luchado con heroísmo. (…) [Debemos] decir lo mismo que dijo el camarada Radek en un artículo en la prensa rusa referente a (Max) Hölz. Si alguien, aunque sea anarquista, lucha heroicamente contra la burguesía, esto, claro está, es una gran cosa; pero si cientos de miles de hombres luchan contra la infame provocación de los socialtraidores y contra la burguesía, esto es un verdadero paso adelante”. [“Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista”, 1-7-1921, Obras Completas, vol. XXXV, pp.378-380; https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-35.pdf]

143 Junto a Ruth Fisher, Maslow era un referente de la “Izquierda alemana”.

144 Broué, op.cit., §XXVII, p.506.

145 “To the Masses (Proceedings of the Third Congress of the Communist International, 1921)”, op.cit., pp.1074-1076.

146 Rassegna Comunista, 15-4-1921. [http://www.quinterna.org/lingue/espanol/historico_es/partido_y_clase.htm]

147 Rassegna Comunista, 31-5-1921. [http://www.quinterna.org/lingue/espanol/historico_es/partido_y_acción_de_clase.htm]

148 Aquí se observa, una vez más, que para Bordiga la capacidad del Partido de atraer y potenciar la lucha de masas depende de factores programáticos y organizativos, y no menciona entre esos factores a la táctica, es decir, el modo de intervención del Partido en la guerra de clases: “Al estar dotado de una conciencia teórica, apoyada en las experiencias internacionales del movimiento, que lo vuelve capaz de afrontar las exigencias de la lucha revolucionaria, el Partido comunista tiene la garantía – aun cuando las masas se alejen parcialmente de su lado en ciertas fases de su vida – de tenerlas en torno suyo cuando se planteen aquellos problemas revolucionarios que sólo admiten como solución aquella que está trazada en sus programas. Cuando las exigencias de la acción mostrarán la necesidad de un aparato dirigente centralizado y disciplinado, el Partido comunista, habiendo inspirado su constitución en tales criterios, vendrá a ponerse a la cabeza de las masas en movimiento”. “De todo ello, queremos sacar la conclusión que los criterios que deben servir para juzgar la eficiencia de los partidos comunistas deben ser bien diferentes del control numérico «a posteriori» de sus fuerzas comparadas con las de los otros partidos que se reivindican del proletariado. Estos criterios sólo pueden consistir en la definición exacta de las bases teóricas del programa del partido y de la rígida disciplina interna de todas sus organizaciones y de sus miembros que asegure la utilización del trabajo de todos para el mejor éxito de la causa revolucionaria. Toda otra forma de intervención en la composición de los partidos que no proceda lógicamente de la aplicación precisa de tales normas, no conduce más que a resultados ilusorios, y despoja al partido de clase de su fuerza revolucionaria más grande, que reside justamente en la continuidad doctrinal y organizativa de toda su predicación y de su obra, en el haber sabido «decir primero» cómo se presentaría el proceso de la lucha final entre las clases, y en el haberse dado aquel tipo de organización que corresponde bien a las exigencias del periodo decisivo”.

En 1921, Bordiga reafirmó su visión ya expuesta en 1917 y 1919 del encuentro entre el Partido y las masas: a saber, la visión reductora de la convergencia de un partido que tiene su objetivos programáticos y una organización bien definidos, y la de un proletariado al cual la realidad empujará necesariamente hacia las soluciones programáticas y políticas defendidas por aquél [§IV-6]. El esquematismo de esta visión del curso de la Historia es tanto más notable cuanto que, en ese mismo artículo, Bordiga afirma que la cuestión de la táctica no había sido resuelta aún por la Internacional: “Sistematizada en los marcos de su doctrina, la nueva Internacional debe trazar todavía un plan general de sus métodos tácticos. En el movimiento comunista de los diversos países surgen una serie de interrogantes; se inscriben las cuestiones tácticas en el orden del día”. En este mismo documento Bordiga reafirmó una vez más el “principio de intransigencia”, en base al cual el PCdI rehusará más tarde la táctica del frente único que la Internacional adoptará en diciembre 1921.

149La acción ofensiva del Partido sólo es concebible cuando las situaciones económicas y sociales reales ponen en movimiento a las masas para solucionar problemas que conciernen directamente su destino, y que las conciernen en su más amplia extensión, creando una profunda agitación cuyo desarrollo en el verdadero sentido revolucionario exige indispensablemente la intervención del Partido para fijarle claramente los objetivos generales, para encuadrarla en una acción racional bien organizada, incluso desde el punto de vista de la técnica militar. Es indudable que, aún en ciertos movimientos parciales de las masas, la preparación revolucionaria del Partido puede comenzar a traducirse en acciones prefijadas; así, un indispensable medio táctico es la represalia frente al terror de los guardias blancos que tiende a dar al proletariado la sensación de ser definitivamente más débil que el adversario, y a hacerlo desistir de la preparación revolucionaria. Pero la creencia de que con el juego de estas fuerzas, aunque estén excelente y ampliamente organizadas, se pueda desplazar las situaciones y provocar, a partir de una situación de estancamiento, la puesta en marcha de la lucha general revolucionaria, es todavía una concepción voluntarista que no puede y no debe encontrar lugar en los métodos de la Internacional marxista.”

150 Carta de Lenin a Clara Zetkin y a Paul Leví del 16-4-1921. [Riddell, op.cit., pp.1086-1087]

151 “Soll die V.K.P.D.”, 1921, citado en Broué, op.cit., §XXIII, p.455.

152 “Debate del Ejecutivo (CEIC) sobre la Carta Abierta”, 22-2-1921 [Riddell, op.cit., p.1064].

153 Ibidem, pp.1064-1066.

154 En la carta citada a Clara Zetkin y a Paul Leví del 16-4-1921, Lenin afirma que hasta ese momento no había leído nada sobre la Acción de Marzo, que la posición de Leví respecto de Serrati era completamente errónea, que era absurda su dimisión de la Zentrale, que era necesario esperar que el III Congreso dirimiese las diferencias en el Partido alemán, y lo ponía en guardia contra la tentación publicar un opúsculo contra la política de la Zentrale (cosa que Leví ya haba hecho), lo que no podía dejar de agravar la crisis del VKPD.

155 En los meses anteriores, toda la actividad de ambos dirigentes bolcheviques estuvo centrada en la gravísima crisis interna de la Rusia Soviética (la revuelta de Cronstadt, las relaciones con el campesinado, el X Congreso del Partido ruso y la adopción de la NEP).

156 Declaración de Trotsky al Buró Político del Partido ruso de 1926. [Broué, op.cit., pp.511-512]

157 “Radek on differences among bolshevik leaders” [Riddell, op.cit., pp.1135-1136]. En su Introducción al III Congreso, Riddell detalló los reflejos en su desarrollo que tuvieron las oposiciones subyacentes en la delegación del Partido ruso y en la Internacional [Ibidem, pp.25-29, 33-35, 37-39].

158 Describiendo el panorama internacional, las “Tesis sobre la situación mundial y la tarea de la Internacional Comunista” (redactadas por Trotsky y Varga) afirmaron: “Durante el año transcurrido entre el II y el III Congreso de la Internacional Comunista fueron parcialmente derrotadas una serie de sublevaciones y de luchas de la clase obrera (avance del Ejército Rojo sobre Varsovia en agosto de 1920, el movimiento del proletariado italiano en septiembre de 1920, la sublevación de los obreros alemanes en marzo de 1921). El primer período del movimiento revolucionario posterior a la guerra, que se caracteriza por su violencia elemental, por la muy significativa imprecisión de los objetivos y de los métodos, y por el gran pánico que se apodera de las clases dirigentes, parece haber en gran medida finalizado. El sentimiento que tiene la burguesía de su poder como clase y la solidez exterior de sus órganos de Estado se han fortalecido indudablemente. El miedo al comunismo se ha debilitado, aunque no haya desaparecido completamente. Los dirigentes de la burguesía alardean del poder de su mecanismo de Estado e incluso toman en todos los países la ofensiva contra las masas obreras, tanto en el frente económico como en el político”. [https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1924/5delacomintern/07.htm#__RefHeading___Toc496992052]. Las versiones en castellano de los documentos del III Congreso fueron cotejadas con las traducciones inglesas publicadas en Riddell, op.cit.

159 Citado en Broué, op.cit., §27, p.516.

160 Tras los pasos de Lenin [§VI-1], Zinóviev había declarado en el X Congreso del Partido bolchevique (marzo de 1921): “Rascad un poco en el comunista occidental, y a menudo encontraréis algo similar a nuestros mencheviques de izquierda” [L’Ordine Nuovo, 16-4-1921]. Cf. también la afirmación de Trotsky de 1923 citada anteriormente: “Si los líderes equívocos de la oposición socialdemócrata se encontraron a la cabeza de partidos comunistas fue porque la fracción realmente revolucionaria de la clase obrera no había podido educar y formar en algunos (pocos) meses a nuevos jefes. Y es necesario reconocer que, en los primeros años de la Internacional Comunista, tuvimos a la cabeza de varios de nuestros partidos tanto a revolucionarios que no siempre poseían suficiente maestría por sí mismos, como a semi revolucionarios siempre inseguros pero que gozaban de cierta autoridad y poseían rutinas políticas”. (“Balance de un período”- 25-3-1923, citado en [§V-4, nota 15])

161 La visión del CEIC acerca de la situación en ese momento estuvo detallada en las “Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista”: “(39) Es absolutamente indiscutible que la lucha revolucionaria del proletariado por el poder evidencia en la actualidad, a escala mundial, una cierta ralentización. (…) El desarrollo político tiene también sus ciclos, sus alzas y sus bajas. El enemigo no es pasivo sino que también combate. Si el ataque del proletariado no se ve coronado por el éxito, la burguesía pasa en la primera ocasión al contraataque. La pérdida por parte del proletariado de algunas posiciones conquistadas sin dificultad provoca una cierta decepción en sus filas. Pero si bien sigue siendo incuestionable que en la época actual la curva de desarrollo del capitalismo es descendente de manera general, con movimientos pasajeros de alza, la curva de la revolución, a pesar de sus fluctuaciones, es ascendente. La restauración del capitalismo implica como condición sine qua non la intensificación de la explotación, la pérdida de millones de vidas humanas, el descenso, para millones de seres humanos, por debajo del nivel mínimo de las condiciones medias de existencia, la inseguridad perpetua del proletariado, lo que constituye un factor constante de huelgas y rebeliones. Bajo la presión de esas causas, y en los combates que originan, crece la voluntad de las masas por acabar con la sociedad capitalista”. El discurso de Trotsky sobre la situación mundial ofrece un análisis extenso de la trayectoria del capitalismo internacional y de las contradicciones de clase desde la preguerra hasta ese momento. [https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1924/5delacomintern/07.htm#ftn65].

162 “Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista”, 1-7-1921, doc.cit.

163 Oeuvres, vol.42, p.329-334.

164 Lenin hace aquí referencia a la conquista revolucionaria del poder y a la dictadura proletaria.

165 Para tener un panorama de los entretelones, peripecias y enfrentamientos que tuvieron lugar durante el Congreso en torno de estas Tesis, y del conflicto agudo existente en el Partido alemán, cf. los documentos suministrados por Riddell, op.cit., pp. 1088-1090, 1106-1180.

166 “Los jefes del partido y de los sindicatos agrupados alrededor de Serrati, en lugar de transformar los movimientos espontáneos de las masas obreras y su creciente actividad en una lucha consciente por el poder, lucha para la cual la situación estaba madura en Italia, dejaron que esos movimientos se diluyeran. (…) Reforzaron de ese modo la influencia de los reformistas como Turati y Treves en el partido, y como D’Aragona en los sindicatos. Como no se distinguían de los reformistas ni por la palabra ni por los actos, tampoco quisieron separarse de ellos. Prefirieron separarse de los comunistas”.

167 Refiriéndose el Partido alemán, las Tesis sostienen que, “aún cuando ya es un gran partido de masas”, todavía no se había mostrado a la altura de su misión, señalando que su prensa y su organización “aún llevan en demasía el sello de asociaciones y no de instrumentos y organizaciones de lucha, y expresan tendencias centristas que no han sido todavía completamente superadas”.

168 “El Partido sólo puede adquirir ese empuje necesario si imprime al conjunto de su propaganda el carácter de un ataque apasionado contra la sociedad capitalista, si sabe, en medio de esta agitación, vincularse con las más amplias masas populares, si sabe hablarles de modo tal que éstas tengan la convicción de hallarse bajo la dirección de una vanguardia que lucha efectivamente por el poder. (…) La acción de los comunistas en los parlamentos no debe tender a discutir con el enemigo o a persuadirlo, sino a (…) movilizar la voluntad de combate de las masas trabajadoras y a atraer a los sectores semiproletarios pequeño-burgueses al proletariado. Nuestro trabajo de organización, tanto en los sindicatos como en los partidos, no debe apuntar a una construcción mecánica, a un aumento numérico de nuestras filas, sino que debe estar compenetrado del espíritu de las luchas futuras. Sólo cuando el Partido, en todas sus manifestaciones y en todas sus formas de organización, sea la voluntad de combate personificada, estará en condiciones de cumplir su misión en los momentos en que estén dadas las condiciones para las más amplias acciones”.

169 “[En] los momentos en que (la lucha del) proletariado recién comienza a tomar forma, cuando se trata de movilizarlo para la agitación por medio de campañas políticas y de huelgas, el uso de las armas y los actos de sabotaje sólo son útiles cuando impiden el transporte de tropas destinadas a luchar contra las masas proletarias combatientes, o cuando tratan de arrancar al adversario una posición estratégica en la lucha directa. Los actos de terrorismo individual pueden representar síntomas de la efervescencia revolucionaria (…). [Pero] no conducen de ninguna manera a elevar el grado de organización y la disposición combativa del proletariado, pues despiertan en las masas la ilusión de que los actos heroicos aislados pueden reemplazar la lucha revolucionaria del proletariado.”

170Por medio de su acción, el Partido comunista alemán debe hacer comprender al proletariado alemán que no es posible ninguna lucha contra su explotación por parte del capital de la Entente sin derrotar al gobierno capitalista alemán. Pese a sus aullidos contra la Entente, el Gobierno alemán se ha convertido en el ordenanza y en el ejecutor del capitalismo de la Entente. El VKPD debe demostrar por medio de una lucha impetuosa e implacable contra el Gobierno alemán que él no busca una salida para el imperialismo alemán en bancarrota, sino que se dedica a despejar el terreno de las ruinas del imperialismo alemán. Esto es un requisito indispensable para incrementar en las masas proletarias de Francia la voluntad de lucha contra el imperialismo francés”.

171 http://www.international-communist-party.org/Italiano/Document/IC3Congr.htm#Emendamenti

172 Ante la firme oposición del Ejecutivo del Partido bolchevique, los delegados alemanes habían renunciado a presentar sus propias tesis y decidieron proponer enmiendas a las tesis redactadas por Radek. En un primer momento, Radek había aceptado modificar la redacción de la primera versión de sus tesis en un sentido “ofensivista”, suscitando la reacción violenta de Lenin en su Carta a Zinóviev del 10-6-1921 en la que exigió rechazar todo compromiso con los “ofensivistas”.

173 http://www.international-communist-party.org/Italiano/Document/IC3Congr.htm#Terracini

174 “Discurso en defensa de la táctica de la Internacional Comunista”, 1-7-1921, doc.cit.

175 “Es muy importante tener una actitud crítica hacia sus propios errores. (…) Si alguien, después de una lucha en la que han participado cientos de miles de personas, se pronuncia contra esta lucha y procede como Leví, es preciso expulsarlo. Y esto es lo que se ha hecho. Pero de aquí debemos sacar esta enseñanza: ¿acaso hemos preparado la ofensiva? (Radek: No hemos preparado ni la defensa). Sí, de la ofensiva se hablaba sólo en artículos de periódicos. Esta teoría, aplicada al movimiento de marzo de 1921 en Alemania, ha sido errónea – debemos reconocerlo -; pero, en general, la teoría de la ofensiva revolucionaria no es falsa, ni mucho menos”.

176 Lenin había tratado en detalle esta cuestión en diciembre 1919 en “Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura el proletariado”.

177 Según Lenin, “La «Carta abierta» es un paso político ejemplar. Así está dicho en nuestras tesis. Y debemos defender sin falta este criterio. Esa carta es ejemplar como primer acto del método práctico para atraer a la mayoría de la clase obrera. Quien no comprenda que en Europa – donde casi todos los proletarios están organizados – debemos conquistar a la mayoría de la clase obrera, está perdido para el movimiento comunista, jamás aprenderá nada si en tres años de una gran revolución aún no ha aprendido esto”. Dejamos para el próximo capítulo la discusión de esta cuestión por estar directamente relacionada con la táctica del frente único que en diciembre de 1921 el CEIC instalará en el centro de la acción de la Internacional.

178 Bordiga, “1919-1926: Rivoluzione e Controrivoluzione in Europa”, [http://www.quinterna.org/pubblicazioni/rivista/32/1919_1926_rivoluzione_e_controrivoluzione.htm]

179 Obras completas, vol.XXXV, pp.362-364. Kuusinen fue el encargado de la redacción de las Tesis mencionadas.

180 Las Tesis tienen como encabezamientos los siguientes temas: • Generalidades • La centralización democrática • El deber de trabajar de los comunistas • Propaganda y agitación • Organización de las luchas políticas • La prensa del partido • La estructura de conjunto del partido • El nexo entre el trabajo legal y el trabajo ilegal. En su Informe presentado un año y medio más tarde en el IV Congreso de la Internacional (13-11-1922), refiriéndose especialmente a estas Tesis del III Congreso, Lenin cuestionó la pertinencia de su redacción, toda impregnada de la experiencia del Partido bolchevique. [Obras completas, vol.XXXVI, pp.426-427; https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/akal/lenin-oc-tomo-36.pdf]

181 https://www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf

182 “La Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja (La lucha contra la internacional amarilla de Ámsterdam)”.

183 El Programa de Acción de la ISR (Profintern) estaba motivado por la crisis capitalista mundial y estaba íntimamente relacionada con la perspectiva de la lucha por la conquista revolucionaria del poder. Sería irrealista considerarlo como un recetario reivindicativo válido en todo tiempo y lugar.

184 La organización de los sindicatos por profesiones hacía que los obreros de una fábrica podían estar divididos en varios sindicatos, y esta era una de las bases más sólidas de las burocracias sindicales.

185 Jane Degras, “The Communist International, 1919-1922”, pp.223-224. https://www.marxists.org/history/international/comintern/documents/volume1-1919-1922.pdf]

186 En particular, en Bordiga, “La questione italiana al III Congresso Comunista Mundiale”, Il Comunista, 2-6-1921.
[http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/quistione_italiana1.htm]

187 Párrafo 4 de las “Tesis sobre la táctica” [§VI-16]

188 Ibidem, párrafo 11.

189 En Italia, la actitud adoptada por el grupo de jefes que rodean a Serrati inmediatamente después del II Congreso mundial demostró que no existía una voluntad seria de realizar las decisiones del Congreso mundial y de la Internacional Comunista. Pero es sobre todo el papel desempeñado por ese grupo dirigente durante las luchas de septiembre, su actitud en Livorno y más aún la política que siguió posteriormente, lo que demostraron claramente que querían servirse del comunismo como de una bandera que ocultase su política oportunista. En esas condiciones, la escisión es inevitable. El Congreso aprueba la intervención decidida y firme del Ejecutivo en este caso, que es para la Internacional Comunista una cuestión de principios”. [“Resolución sobre el Informe del Comité Ejecutivo”]

190 “El III Congreso mundial de la Internacional Comunista está convencido de que [el reclamo del PSI pidiendo permanecer en la Comintern] le ha sido impuesta a los grupos de los jefes que siguen a Serrati por los obreros revolucionarios. El Congreso espera que los elementos revolucionarios y proletarios hagan todo lo posible, después de las decisiones del III Congreso, para ejecutar esas decisiones. El Congreso mundial, en respuesta [a la reclamación del PSI] declara categóricamente que mientras el Partido socialista italiano no haya excluido a los que participaron en la conferencia de Reggio Emilia y a los que los apoyan, el Partido socialista italiano no puede pertenecer a la Internacional Comunista. Si se cumple esta condición previa y terminante, el Congreso mundial encarga al Comité Ejecutivo que para inicie las gestiones necesarias para unir al Partido socialista italiano, purificado de los elementos reformistas, con el Partido comunista italiano en una sección unificada de la Internacional Comunista.”

191 Bordiga, “Scritti 1911-1926”, vol.6, pp.56-59, Fondazione Amadeo Bordiga, 2015.

192 Citada en Paolo Spriano, “Storia del Partito Comunista Italiano, da Bordiga a Gramsci”, Giulio Einaudi editore, 1967, p.160.

193 Spriano, op.cit., pp.218-220.

194 Ibidem, pp.224-228.

195 Estas vicisitudes serán detalladas en los capítulos ulteriores de este trabajo.


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