Capítulo VII: Las discusiones sobre la táctica en la Internacional entre el III Congreso y Marzo 1922


Índice


La crisis del Partido comunista alemán tras el III Congreso de la Internacional

1.- El Partido comunista alemán había llegado al III Congreso en medio de una profunda crisis política consecutiva a la Acción de Marzo, crisis que conllevó la pérdida de dos tercios de sus afiliados [§VI-16]. Este Congreso permitió encuzar las discusiones sobre bases marxistas. Para ello debió previamente dirigir sus baterías contra los partidarios de la “teoría de la ofensiva”, y desmentir la pretensión de Paul Leví y de sus partidarios de identificar las acciones de masas durante la Acción de Marzo como expresiones de tendencias “putschistas”. Las Tesis aprobadas en el III Congreso hubieran debido sellar un “acuerdo de paz” entre tendencias bajo la autoridad del CEIC y presidir la acción política del VKPD. Sin embargo, la crisis del movimiento comunista alemán se agudizará en los meses sucesivos. En primer lugar, el KAPD (Partido teóricamente “simpatizante” de la Comintern) rechazó el ultimátum del Congreso de proceder a la fusión con el VKPD y se alejó definitivamente de la Internacional1. Por otra parte, Paul Leví acentuó su acción fraccionista sobre el Partido y sus ataques contra la Comintern2.

Enviando el 14-8-1921 una carta a los comunistas alemanes, Lenin esperaba circunscribir el trabajo del próximo Congreso de Iena del VKPD en torno de los ejes definidos por el III Congreso y acallar sus disputas internas, a la vez que indicaba todo el ingente camino por recorrer para hacer del VKPD un partido a la altura de sus tareas históricas. El 17-8 el CEIC hizo llegar al Congreso una carta con el mismo propósito. Refiriéndose a las tareas del VKPD en lo inmediato, el documento del CEIC hizo hincapié en una serie de las más variadas consignas que el Partido debería levantar: contra la carestía de la vida; por que las indemnizaciones de guerra del Tratado de Versalles recayeran sobre los capitalistas alemanes, y no sobre las espaldas de las clases trabajadoras; por el control obrero de la producción; por la confiscación de los inmuebles de la burguesía; por el desarme de las milicias burguesas; por la creación de consejos obreros3. Y llamó la atención del Partido sobre la aspiración a la unidad del proletariado alemán, viendo un síntoma de ese anhelo en las tratativas del SPD y del USPD con miras a la unificación. Según el Ejecutivo, el Partido hubiera debido hacer palanca en ese afán de unidad para levantar las bandera de lucha de todo el proletariado por las consignas arriba mencionadas4.

El Congreso de Iena se terminó con un compromiso inestable entre las diferentes corrientes, con la excepción de la extrema izquierda berlinesa (encabezada por Ruth Fisher y Arkadi Maslow) que fue duramente criticada en las cartas de Lenin y del Ejecutivo. Como presidente del Partido fue nombrado Ernest Meyer, y como secretario general Ernest Friesland (proveniente del ala izquierda). Después de varias peripecias que se prolongaron hasta inicios de 1922, un sector de los partidarios de Paul Leví rompió con el Partido para asociarse con él (en particular Däumig, varios diputados, y finalmente Ernest Friesland mismo, expulsado en enero de 1922). Sectores importantes de la organización compartían las orientaciones de Paul Leví y su histórica aversión hacia la ultra izquierda, y reclamaban un ajuste de cuentas y la delimitación de responsabilidades por la Acción de Marzo. Si estos sectores permanecieron en el Partido, fue por no romper con la Internacional, y no por condenar las posiciones conciliadoras de Leví para con la socialdemocracia y contra la centralización de la Comintern. Sin embargo, la crisis en curso conllevó la ruptura definitiva con muchos de los cuadros provenientes de la izquierda de los Independientes ganados en el Congreso de Halle, quienes terminarán por retornar en las filas de la socialdemocracia.5

2.- El movimiento pendular del comunismo alemán entre, por una parte, la atracción por la unidad de acción con (y eventual apoyo a gobiernos de) los partidos de la socialdemocracia en nombre de la unidad de todo el proletariado y, por otra, un extremismo veleidoso (“teoría de la ofensiva”), políticas que en ocasiones estuvieron personificadas por los mismos cuadros dirigentes (Brandler, Thalheimer, Frölich, Meyer, Friesland, Pieck, Heckert), acentuaba cada vez más su curso en ausencia de una clara visión revolucionaria y de una sólida brújula táctica. Broué describe el contexto psicológico de la dirigencia del VKPD en 1921:

“En los cuadros del Partido alemán subsiste una tendencia “de derecha” con profundas raíces que ninguna exclusión pudo extirpar y que los acontecimientos de 1921 han indudablemente reforzado. Numerosos son los militantes que no han querido condenar en Leví y luego en Friesland ideas que les eran propias, sino sólo actos de indisciplina, iniciativas que dividen al movimiento comunista y afectan a la solidaridad con el Partido ruso. La presión del CEIC había podido empujarlos en el mes de marzo hacia la izquierda. Para muchos de ellos, sea que hayan más o menos resistido a esta influencia, como Brandler, o que como Frölich se hayan zambullido de lleno en la ofensiva, la derrota, y luego las reprimendas recibidas en Moscú, representaron verdaderas conmociones. Militantes como Brandler, Thalheimer, Walcher, Ernest Meyer, que durante los años del KPD(S) habían combatido con todas sus fueras al “izquierdismo”, pudieron entonces apreciar la gravedad de la recaída en esta “enfermedad infantil” y evaluar su costo. Desde entonces serán resueltamente “de derecha”, sistemáticamente obstinados en una actitud de prudencia, llenos de precauciones contra la tentación putschista, e incluso contra el simple reflejo izquierdista”.6

Frente a esta tendencia de derecha se erguía la izquierda del VKPD, con Ruth Fisher, Arkadi Maslow y Arthur Rosenberg como sus cabezas más visibles, y con una fuerte influencia en los medios obreros y en las bases militantes del distrito de Berlín-Brandeburgo. Lenin veía en esta corriente la expresión de la impaciencia y de la inexperiencia revolucionarias.7

El Congreso de Iena levantó las consignas de la confiscación de las propiedades de la monarquía, el control obrero de la producción y la transferencia de la carga de las indemnizaciones de guerra sobre la clase capitalista. La reorientación política hizo que, ya a fines de agosto, la Dirección del VKPD puso a gusto del día la táctica del frente único con los partidos socialdemócratas y el apoyo a sus “gobiernos obreros”. Ambas tácticas ya habían sido preconizadas en marzo 1920 en ocasión del Putsch de Kapp [§IV-27] y en enero de 1921 en ocasión de la “Carta Abierta” al SPD, al USPD y a las direcciones sindicales controladas por ellos [§VI-15].

Desde 1920 la actitud del Partido alemán había sido extremadamente confusa frente a la problemática del apoyo a gobiernos socialdemócratas.

“Ya en noviembre de 1920, los electores de Sajonia habían enviado una mayoría “obrera” al Landtag: 49 diputados obreros, de los cuales 27 eran mayoritarios, 13 independientes y 9 comunistas, frente a 47 diputados de los partidos burgueses. Los socialdemócratas de izquierda habían propuesto entonces la formación de un gobierno de coalición de los tres partidos obreros, pero el KPD había rehusado en base a la experiencia que, según él, le había enseñado desde 1918 que un « supuesto gobierno obrero no podía ser más que el gerente de los intereses de la clase capitalista ». Pero preocupado por no aparecer como el responsable de un retorno de los partidos burgueses en el Gobierno del Land, había hecho votar a sus diputados por un ministro-presidente socialista. La situación era tanto más inconfortable cuanto que el gobierno socialdemócrata de Sajonia había afirmado netamente su rechazo de las medidas de «política obrera» reclamadas por el KPD, quien con conocimiento de causa había dado así sus votos a un adversario del programa de frente único.

“La cuestión se volvió a plantear de manera mucho más aguda en junio de 1921, cuando el KPD se encontró ante la alternativa de votar medidas económicas propuestas por el gobierno socialdemócrata que él mismo desaprobaba, a fin de mantener a los socialdemócratas en el poder, o bien voltear a su gobierno y abrir así la vía a la constitución de un gobierno del Landtag cuya política sería todavía más reaccionaria. La Zentrale y el Comité Central se dividieron sin llegar a una decisión (…). Fueron finalmente los diputados comunistas del Landtag de Sajonia quienes resolvieron la cuestión salvando al gobierno socialdemócrata.

“En septiembre de 1921 las elecciones en el Landtag de Turingia plantearon el problema en los mismos términos que en Sajonia, dando la mayoría absoluta a los tres partidos obreros. Los Independientes propusieron la formación de un gobierno obrero. El Politburó decidió que los diputados comunistas votasen por un ministro-presidente socialdemócrata o independiente, y que ellos apoyarían a todo «gobierno obrero que lleve a cabo una política obrera consecuente». La Zentrale, y más tarde el Comité Central, aprobaron esta decisión, pero tendrán que mantener este punto de vista contra la resistencia encarnizada de los responsables del distrito de Turingia que rehusaron respaldar la política de sus adversarios socialdemócratas contribuyendo a darles el gobierno. Esta política generó la firme oposición de la izquierda (del Partido), para la cual ella representaba un primer paso hacia un nuevo revisionismo, una recaída en la concepción oportunista de las vías parlamentarias al socialismo”8.

La Dirección del VKPD va a ir cada vez más lejos en la vía del apoyo (más o menos “crítico”) a los gobiernos socialdemócratas. El 16-10-1921 el CC del VKPD adoptó (por 24 votos a favor y 23 en contra de la extrema izquierda) el Proyecto de Programa redactado por una comisión compuesta por Brandler, Clara Zetkin, Thalheimer, Ludwig y Kœnen. El documento presentó un programa con consignas o medidas transitorias para una etapa de alza de la lucha de masas no dispuestas aún a salirse del marco de la democracia parlamentaria. En esta etapa política, las consignas hubieran debido ser: la confiscación de bonos, acciones y cuentas bancarias de la burguesía; la participación mayoritaria del Estado en todas las empresas; la cartelización de las empresas bajo el control obrero ejercido por los comités de empresa; la eliminación del secreto bancario, del secreto de la fabricación y del secreto comercial; el establecimiento bajo control obrero del monopolio estatal del comercio exterior y de los bancos.

La implementación de este programa de reformas en el marco de la democracia parlamentaria debía ser vehiculada por un “gobierno obrero” que constituiría una etapa de transición entre el Estado burgués y la dictadura del proletariado:

“En el curso de esta lucha, para poder mantenerse, el gobierno obrero estará obligado a superar su propia dualidad contradictoria, a romper efectivamente la máquina del Estado burgués y hacer de los consejos obreros los detentores de todo el poder estatal”9.

Simultáneamente, el 10-10-1921 el CC del VKPD recibió una misiva del CEIC que iba en la misma dirección, y planteaba la necesidad de una campaña política por la constitución de un “gobierno obrero” con representantes de los partidos socialdemócratas y de los sindicatos, y el apoyo del Partido a tal gobierno si éste se comprometiese a desarmar a los grupos contrarrevolucionarios y a reorganizar el Ejército bajo el control de los sindicatos (cuya dirección estaba en manos de la socialdemocracia contrarrevolucionaria).10

En ocasión de la crisis ministerial consecutiva a la dimisión del canciller Wirth (25-10-1921), el VKPD lanzó un Manifiesto con un programa de lucha que incluía la confiscación de acciones, bonos y cuentas bancarias, la defensa de la jornada de 8 horas, el derecho de huelga y de asociación, el desarme y la disolución de los grupos armados contrarrevolucionarios, la formación de grupos de autodefensa obrera, la depuración de la administración, de la Policía, de la Justicia y del Ejército de todos los elementos monárquicos y contrarrevolucionarios.

Sintiendo confusamente estar teórica y políticamente parado sobre arenas movedizas, el Manifiesto añadía que dicho programa no podía ser realizado por un gobierno que resultase exclusivamente de combinaciones parlamentarias, sino que debería apoyarse “en la potencia extraparlamentaria del proletariado”. El SPD y el USPD pusieron al VKPD entre las cuerdas preguntándole si estaría dispuesto a entrar en un gobierno formado por partidos socialistas. Tras un rechazo inicial, el editorial de Die Rote Fahne del 25-10-1921 precisó que los comunistas podrían pasar de una “oposición leal” a una participación gubernamental en el caso de que el gobierno socialista “emprendiese seriamente la lucha contra la burguesía”.11

Las oscilaciones de la Dirección del VKPD ante la participación a un “gobierno obrero” socialdemócrata continuaron. Las Tesis presentadas por la Zentrale ante su Comité Central dieron marcha atrás y excluyeron la participación de los comunistas en un gobierno “puramente socialista”, atribuyéndose a sí mismo el papel de aguijón revolucionario:

“En la medida en que dependa de los comunistas que sea elegido un gobierno puramente burgués, un gobierno de coalición [burgués-socialista, ndr.], o un “gobierno puramente socialista”, ellos facilitarán la elección de un “gobierno puramente socialista”. Ellos tendrán el deber de apoyarlo en todas las medidas que tome en provecho de la clase obrera”12.

El VKPD estaba entre el yunque y el martillo. Por una parte, consideraba (a justo título) que la influencia socialdemócrata sobre amplias masas obreras, así como las ilusiones democrático-burguesas vehiculadas por aquélla, eran un obstáculo para el emprendimiento de la lucha por la dictadura del proletariado; y que la formación de un gobierno “puramente socialista”, en una situación tan crítica como era la de la clase obrera alemana, podía llegar a derrumbar las esperanzas de las masas puestas en la socialdemocracia. Por otra, al postular la posibilidad de un gobierno socialdemócrata de tipo parlamentario (con o sin participación comunista), con un programa de medidas transitorias más o menos radicales, como una etapa intermedia entre la dictadura de la burguesía ejercida por el Estado burgués y la dictadura del proletariado basada en los soviets, y al proclamar su “oposición leal” y su apoyo a dicho gobierno contra las maniobras de las fuerzas abiertamente burguesas, el VKPD no podía no terminar por beber el cáliz hasta las heces, y terminar por admitir la posibilidad de entrar en un gobierno “exclusivamente obrero” surgido de combinaciones parlamentarias con los partidos socialdemócratas en un eventual “proceso de radicalización”. Una vez que se admitía la posibilidad de que la socialdemocracia pudiese cumplir un papel anticapitalista, la puerta estaba abierta a todas las formas de acuerdos políticos con ella, yendo hasta la colaboración gubernamental.

Por si la Dirección del VKPD hubiera tenido aún necesidad de superar sus últimas reticencias en esa dirección, el impulso le vino de Radek (principal interlocutor del CEIC ante el Partido alemán), quien en una carta publicada en Die Rote Fahne del 7-11-1921 sostuvo sin tapujos:

“El Partido comunista puede formar parte de cualquier [!] gobierno dispuesto [?] a luchar contra el capitalismo (…). El Partido no se opone por principio a la participación en dicho gobierno. Él se declara favorable a un gobierno de los consejos, pero eso no determina la vía por la cual la clase obrera va hacia el gobierno de los consejos. (…) La participación del Partido comunista en tal gobierno depende de la situación concreta”.

Radek invitó a la Dirección del Partido alemán a redactar Tesis sobre la cuestión sin “repetir viejos principios [¡como si los principios pudieran cambiarse como las camisetas!, ndr.] y viejas consideraciones”, y a “ir para adelante”:

“Esto sólo puede ser realizado si la masa ve que nosotros queremos cambiar las cosas de la manera que hoy es posible hacerlo (…) por medio de la realización y la profundización de lo que las masas consideran como una posible salida a esta situación”13.

En otras palabras: si las masas atrasadas aspiran a la “unidad” de los partidos obreros, hay que darles el gusto, yendo hasta aliarse en el gobierno con partidos que hicieron la prueba de su naturaleza contrarrevolucionaria. No se trataba ya de estar un paso delante de las masas, sino dos detrás de ellas.

Haciendo suyas las indicaciones de Radek, quien extraía las consecuencias extremas ya ínsitas en los planteos previos del VKPD, su CC publicó un documento que será desde entonces rector para la propaganda y la agitación del Partido hasta Octubre 1923:

“El impulso del frente único debe encontrar su desemboque político en un gobierno obrero socialista que debe sustituir al gobierno de coalición [burgués-socialista, ndr.] (…) El VKPD debe decir a los trabajadores que él está listo para llamar a la formación de un gobierno obrero socialista por medio de todos los medios parlamentarios y extraparlamentarios, que también está listo para entrar en dicho gobierno si tuviese la garantía de que representa los intereses y las reivindicaciones de la clase obrera contra la burguesía, que expropiará los valores bursátiles, perseguirá a los kappistas, y liberará de prisión a los obreros revolucionarios, etc. [¡sic!]” 14.

El confusionismo político y de principios estaba cada vez más exacerbado. La puerta estaba abierta para el apoyo del VKPD a la socialdemocracia en el poder en todas las eventualidades, con o sin “la potencia extraparlamentaria del proletariado”, con o sin participación comunista. La cuestión del “gobierno obrero” se volvía una feria en la que cada cual podía ir a proveerse a piacere.

Paralelamente a estos intentos de acercamiento a la socialdemocracia, el 21-12-1921 la Zentrale propuso al CEIC la iniciativa de un llamamiento a la II Internacional, a la Internacional II½ y a la Internacional Sindical de Ámsterdam, con el propósito de llevar a cabo acciones internacionales comunes a favor de la anulación de las indemnizaciones de guerra, contra los actos de violencia del imperialismo francés (ocupación del Ruhr), para el reconocimiento de la Rusia Soviética y la concesión a esta última de créditos para luchar contra el hambre y la reconstrucción económica, y por la generalización mundial de la jornada de 8 horas.


La propuesta de apoyo (bajo condiciones más o menos ilusorias, más o menos radicales, más o menos aceptadas) a un “gobierno obrero” socialdemócrata, supuesta etapa de transición entre la dictadura de la burguesía y la del proletariado, constituía implícitamente una revisión de la teoría marxista del Estado, la revisión de la apreciación de la función contrarrevolucionaria de los partidos socialdemócratas, y una inversión radical de estrategia y de táctica. Peor aún, la perspectiva asumida de la entrada de representantes comunistas en gobiernos con participación socialdemócrata representaba una forma de “posibilismo comunista” (con la hipótesis de la participación en un gobierno de tipo parlamentario, sin destrucción previa del Estado burgués) y una ruptura tajante con los principios de la III Internacional proclamados en sus tres primeros Congresos.

Lo más dramático fue que el CEIC, lejos de elevarse contra dichas desviaciones de signo oportunista, se hará el promotor oficial de las mismas a partir de diciembre 1921.

El PCdI y la consigna del “frente único sindical»

3.- La consigna que el III Congreso de la Internacional dio de luchar por la conquista de las masas obreras en detrimento de las direcciones socialdemócratas, y de hacer de las organizaciones sindicales el terreno privilegiado de este combate, fue concretada por la Dirección del PCdI con la táctica del “frente único sindical”.

En una situación de ofensiva patronal generalizada contra las condiciones de vida y de trabajo de las grandes masas trabajadoras, y de represión estatal y fascista contra las organizaciones políticas y sindicales del proletariado, la Dirección del PCdI veía en la propuesta de frente único en el terreno sindical, por objetivos inmediatos de carácter económico y político (la libertad de asociación), una manera de responder a la aspiración de unidad de la clase obrera y movilizarla con el propósito de contrarrestar la ofensiva de la burguesía italiana. Esta propuesta estuvo dirigida a las direcciones de las diferentes organizaciones sindicales. Las reivindicaciones levantadas por el PCdI respondían a necesidades vitales de las más amplias masas, y el Ejecutivo italiano consideraba que la concreción de este frente único podía llegar a ser el vector privilegiado del reforzamiento del movimiento obrero, una etapa en el camino de la unidad sindical, un terreno de elección para lograr incrementar y extender la influencia comunista en el seno de las masas en la medida en que las propuestas y la participación de los comunistas expresaran mejor y más eficazmente las exigencias y necesidades de esta lucha, y la “vía maestra” del alineamiento de las masas tras el programa revolucionario del Partido comunista.

La propuesta de frente único sindical podía apoyarse en una vivaz tradición de clase del proletariado italiano, quien tenía en los sindicatos, y sobre todo en las Camere del Lavoro, verdaderos centros de organización y de movilización. Máxime cuando el Partido comunista tenía una influencia importante en estos últimos [§VI-7].

El llamamiento por un frente único sindical fue publicado el 19-8-1921 por el Comité Sindical del PCdI15. No estaba dirigido a los partidos políticos, sino a las direcciones de las diferentes organizaciones sindicales16, y precedía de tres meses la consigna homónima de la Internacional Comunista. En nombre de los obreros y simpatizantes comunistas que militaban en las organizaciones sindicales, contenía una propuesta de acción clasista de todo el proletariado organizado sindicalmente para enfrentar la situación crítica en la que estaba inmerso. Afirmando que “las acciones de los grupos proletarios aislados están destinados a la derrota”, sostenía la necesidad de “elevar la lucha por encima de las categorías profesionales individuales y de las asociaciones locales”, y proponía “que las grandes organizaciones proletarias que se sitúan en el terreno de la lucha de clase configuren una gran batalla proletaria” en torno a las cuestiones que “hoy interesan en su generalidad a todas las categorías de los trabajadores”, rechazando “toda concesión, incluso limitada” en tales objetivos.

Los objetivos de ese frente único debían ser • la jornada de 8 horas; • la defensa de los acuerdos vigentes y del valor de los salarios; • el respeto de los contratos agrícolas que concernían a los pequeños agricultores; • el seguro de desempleo proporcional al costo de vida y al número de personas del grupo familiar, el cual debía estar a cargo de la patronal industrial y del Estado; y • la vigencia del derecho de asociación.

El documento proponía declarar “la huelga general nacional de todas las categorías organizadas de los obreros y campesinos en cuanto en un frente cualquiera de las organizaciones clasistas, cualquiera sea la categoría o la región, las clases patronales menoscaben las posiciones alcanzadas por los trabajadores en los puntos mencionados”.

4.- En un artículo del 28-10-1921, Bordiga desarrolló las razones, los fundamentos y los objetivos de dicha propuesta17. Para Bordiga esa proposición respondía tanto a una necesidad colectiva del proletariado como a una exigencia de la lucha revolucionaria.

En el primer orden de ideas, Bordiga sostuvo • la necesidad de la “unidad proletaria” y del “frente único” contra la ofensiva económica y política de la clase capitalista; • que esa necesidad era independiente de la visión general de la lucha proletaria que pueda tener individualmente cada trabajador; • que por ello los comunistas “trabajan por la unificación de las organizaciones sindicales hoy divididas, y tienden a tener en cada país una única central sindical nacional” pues “están convencidos que es en el seno de un organismo sindical único donde se realizará, con la mayor rapidez y éxito, el trabajo de orientación del proletariado hacia el programa político de la Internacional Comunista”.

Bordiga preveía que, a partir del frente único sindical, las masas comprenderían la justeza de las posiciones generales de la III Internacional, tanto para la lucha de defensa contra la ofensiva burguesa como para la lucha revolucionaria para la conquista del poder. La “vía maestra de la revolución” hubiera debido pasar necesariamente por el frente único sindical18.


Está claro que la consigna de frente único sindical de agosto 1921, aunque fue lanzada con mucho retraso respecto a la necesidad de dar una respuesta de masas a la ofensiva burguesa y a la ofensiva fascista, respondía a la exigencia de una movilización del conjunto del proletariado italiano. Pero, tal como fue promovido por el PCdI, su planteamiento adolecía de debilidades y lagunas de apreciación política, de táctica y de instrumentación.

En primer lugar, debilidad de apreciación y planteamiento políticos, porque la ofensiva burguesa contra el proletariado italiano era una blitzkrieg global, y se desenvolvía tanto en el terreno económico como en el político. La situación en Italia era de guerra abierta entre las clases. La clase obrera se oponía entonces a la burguesía italiana no sólo en cuanto patronos compradores de fuerza de trabajo, sino también a su Estado y a los grupos de choque fascistas. Pretender acotar los objetivos de la lucha obrera en límites estrictamente sindicales (aún cuando la propuesta incluía la defensa de las organizaciones sindicales, reivindicación de neto corte político) era muy reductor. Más aún cuando el frente único sindical promovido por el PCdI sostenía, como único y exclusivo método de lucha, “la huelga general nacional de todas las categorías organizadas de los obreros y de los campesinos”. En la situación italiana de entonces, las huelgas generales nacionales no podían dejar de plantear la cuestión de sus desemboques políticos.

Ahora bien, la propuesta del frente único sindical del PCdI no fijaba ningún objetivo político a la huelga general promocionada. Cuando finalmente el 20-2-1922 nacerá la Alleanza del Lavoro con la participación de las grandes organizaciones sindicales, será el reformismo quien la utilizará como medio de presión para la formación de un gobierno con ministros socialistas (intento que fracasó porque la burguesía italiana se había decidido por la alternativa fascista).

En segundo término, lagunas tácticas, puesto que la propuesta del PCdI no estaba enmarcada en una visión estratégica de la lucha de clases, con sus avances y retrocesos, con su acumulación de fuerzas y conquista de posiciones (en la cual la huelga general a escala nacional podía llegar a constituir uno de sus métodos de lucha, pero no el exclusivo).

Fijando de manera rígida los dos términos de la ecuación (las consignas económicas y la huelga general cómo único medio de acción, de ataque y de defensa), esta propuesta y su planteamiento se inscribía en la visión mecanicista de la preparación revolucionaria de la Izquierda Comunista italiana ya enunciada en el pasado19.

Al hacer de la huelga nacional general (en oposición a los enfrentamientos parciales, locales, regionales o de categoría) el método exclusivo de la lucha de masas, el Ejecutivo del PCdI demostraba inexperiencia y no haber asimilado las lecciones de las polémicas del III Congreso entre los bolcheviques y los partidarios de la “teoría de la ofensiva”, ni las lecciones de estrategia y de táctica que Trotsky prodigó a propósito de la Acción de Marzo [§VI-16]).

En tercer lugar, debilidades de instrumentación, porque la propuesta inicial del frente único sindical sólo estaba dirigida a las cúpulas sindicales, sin hacer referencia a las fracciones sindicales de las corrientes políticas que atravesaban a la clase obrera (reformistas, maximalistas, anarco-sindicalistas, republicanos), e incluso a los trabajadores sin afiliación política o sindical, y a los obreros en paro.

Sin embargo, un frente único “desde abajo” era en aquel momento una alternativa posible y potencialmente fecunda. Las Camere del Lavoro locales (y su estructuración a escala regional y nacional) hubieran podido constituir, facilitar y transformarse en los vectores de dicho frente, materializar los baluartes organizativos que lo vivificasen, contrarrestando los intentos de las direcciones sindicales reformistas para hacer de él una simple moneda de cambio en las transacciones políticas entre el reformismo y las corrientes burguesas tildadas “de izquierda”, y – en función de las posibilidades abiertas por la dinámica de la lucha de clases – no era de excluir que pudieran volverse los embriones de los consejos obreros, generando así la posibilidad de un desemboque político revolucionario. Esta alternativa táctica podía apoyarse en la corriente obrera que apoyaba a la fracción comunista en los sindicatos y en las Camere del Lavoro [§VI-7]20.

5.- La ausencia de experiencia revolucionaria del movimiento comunista occidental se expresó también en la dificultad de la Izquierda Comunista italiana en visualizar la complejidad de la lucha revolucionaria, de los factores que la suscitan y de sus vicisitudes. Es de señalar que, en su discurso en el Congreso de Marsella (diciembre de 1921)21, Bordiga sostuvo que “la lucha política nace del terreno económico, en los pequeños episodios de la vida proletaria, y que es por medio de la síntesis de estos fenómenos particulares que se puede llegar a la acción revolucionaria general del proletariado” 22.

Si bien era cierto que, en la situación de entonces, en numerosos países de la Europa de la posguerra, y muy especialmente en Italia y Alemania, en su movilización por la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo, las masas proletarias debían enfrentar no sólo a las corporaciones patronales, sino también a los Estados y a las bandas blancas contrarrevolucionarias, lo que implicaba “automáticamente” enfrentamientos políticos de gran envergadura, es decir, una politización inmediata del combate sindical, el marxismo jamás hizo de la lucha política la simple prolongación o generalización de las luchas económicas, ni de la lucha revolucionaria la síntesis (o la “integral” matemática) de los movimientos obreros de defensa de carácter económico [Lenin, “¿Qué Hacer?”]. Este planteamiento de la cuestión era demasiado restrictivo.

En su Prólogo a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” de 1859, Marx escribió:

“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. (…) Al llegar a una fase determinada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.”

El conflicto al que se refiere Marx entre las fuerzas productivas (siendo la clase asalariada la primera de ellas) con las relaciones de producción capitalistas tiene en la lucha sindical una de sus expresiones, pero no la única. Las guerras imperialistas, las crisis recurrentes del capitalismo, la opresión de los proletarios obligados a sufrir el arbitrio militar en tiempo de “paz” como en tiempo de guerra, la contaminación ambiental generalizada provocada por el desarrollo capitalista y su influencia devastadora sobre la salud de las poblaciones, la destrucción masiva de los recursos naturales y del equilibrio entre las sociedades humanas y la Naturaleza son otras tantas – pero no las únicas – expresiones del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción burguesas.

La acción revolucionaria del proletariado ruso en 1917 tuvo como vector principal la liquidación de la guerra imperialista, expresión suprema de ese conflicto que implicaba la destrucción masiva de fuerzas productivas (capital por un lado, fuerza de trabajo representada por los obreros y campesinos en uniforme, por el otro), y como fundamental herramienta organizativa de masas a los consejos de obreros, de soldados y de campesinos (soviets). Está claro que las masas obreras que sufrían una explotación decuplada en las empresas capitalistas por el esfuerzo de guerra y por la escasez y carestía de suministros fueron protagonistas de primer orden de la Revolución rusa y de la formación de los soviets, y otro tanto lo fueron los proletarios en uniforme que lucharon para poner fin a la masacre imperialista. Claro está que los sindicatos y consejos de fábrica tuvieron en la Revolución rusa un papel nada desdeñable, pero no fueron sus protagonistas únicos ni decisivos. Las causas directas de una revolución pueden ser múltiples. A modo de ejemplo, refiriéndose a Inglaterra, Lenin escribió en «El “extremismo”, enfermedad infantil del comunismo»:

« No podemos saber – ni nadie se halla en estado de determinarlo por anticipado – cuándo estallará allí la verdadera revolución proletaria y cuál será el motivo principal que despertará, inflamará, lanzará a la lucha a las grandes masas, hoy aún adormecidas. Tenemos el deber, por consiguiente, de realizar todo nuestro trabajo preparatorio teniendo herradas las cuatro patas (…). Quizá sea una crisis parlamentaria la que «abra el paso», la que «rompa el hielo»; acaso una crisis que derive de las contradicciones coloniales e imperialistas irremediablemente complicadas, cada vez más inextricables y exasperadas; son posibles otras causas. No hablamos del género de lucha que decidirá la suerte de la revolución proletaria en Inglaterra (esta cuestión no sugiere duda alguna para ningún comunista, pues para todos nosotros está firmemente resuelta), pero sí del motivo que despertará a las masas proletarias adormecidas hoy todavía, las pondrá en movimiento y las conducirá a la revolución ».

Las causas de las luchas de las masas que concernirán a millones y decenas de millones de proletarios y explotados por el capitalismo, y que los arrastrarán en el torbellino revolucionario, podrán ser múltiples, como múltiples serán las formas que las masas mismas crearán para responder a las necesidades de sus luchas.

Las Tesis del III Congreso de la Internacional Comunista habían señalado a la actividad sindical como un terreno privilegiado de la intervención de los partidos comunistas con el propósito de “conquistar a las masas” proletarias. Meses más tarde, las “Tesis por la unidad del frente proletario”del CEIC volvieron a hacerlo, poniendo de relieve y aprovechando la aspiración de las masas obreras a la “unidad”. Para el CEIC se trataba de una gran ocasión para atraer a la lucha a grandes sectores obreros influenciados por el reformismo (y para minar su influencia sindical y política, extendiendo al mismo tiempo la del movimiento comunista). Pero en ninguno de los dos casos se planteó que la lucha por la dictadura del proletariado sería necesariamente la “integral” y el resultado de los conflictos por enfrentamientos sindicales. Esto no quita, sin embargo, que las organizaciones sindicales y sus medios de lucha (como las huelgas generales) puedan llegar a convertirse en una de las herramientas de la lucha por la conquista del poder.

Para el marxismo, la lucha sindical es ante todo una escuela de guerra del comunismo. En ciertos momentos históricos puede contribuir o converger de manera muy significativa, e incluso decisiva, a la formación del torrente revolucionario. Pero es reductor (y por ende falso) sostener que la Revolución surgirá necesariamente como prolongación y síntesis de las movilizaciones por objetivos de carácter sindical.

El giro táctico de la Internacional Comunista y la consigna del frente único (FU)

6.- El III Congreso de la Internacional había fijado como prioridad de los partidos comunistas la conquista de “la mayoría de la clase obrera”, y había delineado las orientaciones generales para lograrla.

Cinco meses más tarde, el 18-12-1921, el CEIC fue mucho más allá, y – teniendo como mira la preconizada conquista de las masas – publicó las “Tesis por la unidad del frente proletario23, haciendo suyas las orientaciones tácticas del Partido alemán [sin llegar hasta el extremo de preconizar la entrada de ministros comunistas en los gobiernos socialdemócratas (lo que hará inmediatamente después y terminará formalizándolo en las Tesis del IV Congreso de noviembre 1922)].

Pasamos ahora a detallar estas Tesis que constituyen un giro fundamental en la acción y orientación táctica de la Comintern.

Las Tesis comienzan esbozando dos grandes tendencias de la situación de entonces, a saber, una ofensiva burguesa internacional sistemática contra las condiciones de vida y de trabajo de las grandes masas obreras (alimentada por la crisis mundial que se agudizaba)24, y la aspiración de estas masas a la unidad de las organizaciones políticas y sindicales obreras para poder contrarrestarla en condiciones más favorables. El CEIC veía en esta situación la posibilidad de incrementar la influencia del movimiento comunista en el seno de las masas25. Es fundamental señalar que las Tesis y sus orientaciones se plantean en el terreno de la defensa de la clase obrera ante una ofensiva capitalista internacional.

Las Tesis continúan reivindicando la escisión de los partidos socialistas y la fundación de los partidos comunistas como condición sine qua non de la lucha contra la traición socialdemócrata. En aquella situación, la invocación a la unidad por parte de los dirigentes socialdemócratas había sido claramente contrarrevolucionaria. Tras la constitución de los partidos comunistas, la unidad de acción de las masas se volvía un factor fundamental de la lucha de clases que los jefes socialdemócratas trataban de sabotear a pesar de reivindicarla verbalmente. En este contexto, los partidos comunistas debían levantar la consigna de la unidad del frente proletario.

Las Tesis detallan luego la situación en un cierto número de países y consideran todo un abanico de situaciones, desde el establecimiento de acuerdos con otras fuerzas políticas al apoyo a gobiernos socialdemócratas. Nos detendremos particularmente en los casos de Alemania, Suecia, Italia y Francia.

Refiriéndose a Alemania, las Tesis aprueban sin reserva no sólo la táctica de FU promocionada por el VKPD (táctica que ya estaba contenida en su “Carta Abierta”), sino también el apoyo a un “gobierno obrero unitario [SPD – USPD, ndr.] que estaría dispuesto a combatir seriamente el poder capitalista”26.

Las Tesis no descartaban pues que un “gobierno obrero unitario” SPD-USPD pudiese estar dispuesto a combatir seriamente el poder capitalista, y también sostenían que el apoyo del Partido comunista alemán a un gobierno socialdemócrata de esta naturaleza sería coherente con su lucha pasada de denuncia de “la inutilidad absoluta de los remedios reformistas en una situación que únicamente la revolución proletaria puede resolver”.

Tales afirmaciones estaban en total contradicción con la caracterización del papel de la socialdemocracia por parte de la Internacional en sus tres primeros congresos. Recordemos una vez más que, en su libro sobre el «El “extremismo”, …», a propósito de la declaración del KPD(S), tras el Putsch de Kapp de apoyo a un “gobierno obrero” exclusivamente socialdemócrata, Lenin escribió:

«[Los] jefes pequeños burgueses, los Henderson alemanes (los Scheidemann) y los Snowden alemanes (los Crispien) no salen y no pueden salirse del marco de la democracia burguesa, la cual a su vez no puede ser más que una dictadura del capital», y que «no se puede llamar “socialista” (en una declaración oficial del Partido comunista) a un gobierno de social-traidores, y no se puede hablar de exclusión de los “partidos capitalistas, burgueses”, puesto que los partidos de los Scheidemann y de los Sres. Kautsky-Crispien son partidos demócratas pequeños burgueses».

Por otra parte, la propuesta de apoyo eventual a un gobierno socialdemócrata, lejos de facilitar el acercamiento al Partido comunista de los elementos anarquizantes y sindicalistas que orbitaban en torno del KAPD, no podía más que provocar su más decidido rechazo.

La justificación del apoyo parlamentario a un gobierno socialdemócrata SPD-USPD nada tenía en común con la posición de Lenin en «El “extremismo”, …», cuando escribió que los comunistas ingleses deberían apoyar en el Parlamento la formación de un gobierno de los Henderson, MacDonald y Snowden del Labour Party (partido que gozaba de la confianza de la gran masa de la clase obrera inglesa), ya que Lenin jamás sostuvo que este tipo de gobierno pudiese estar dispuesto a combatir seriamente el poder capitalista. Al contrario, Lenin escribió que “[es] cierto que los Henderson, Clynes, MacDonald, Snowcden son unos reaccionarios incurables. Y no lo es menos que (…) una vez en el poder, se conducirán inevitablemente como Scheidemann y Noske”.

Al aconsejar a los comunistas ingleses facilitar la subida al poder de la socialdemocracia inglesa (sin dejar en ningún momento de denunciarlos por lo que eran realmente), para Lenin se trataba de “ayudar a la mayoría de la clase obrera a convencerse por experiencia propia de la razón que nos asiste, es decir, de la incapacidad completa de los Henderson y Snowden, de su naturaleza pequeño- burguesa y traidora, de la inevitabilidad de su bancarrota”.

Lejos de la posición leninista, el CEIC hizo suya la posición de Radek, según la cual: • el problema del pago de las colosales indemnizaciones de guerra por parte de Alemania implicaba una feroz explotación del proletariado alemán; • las masas obreras (incluidas aquellas bajo influencia reformista) hacían propia la reivindicación de que sea la burguesía quien cargase con las costas de las indemnizaciones; • si un “gobierno obrero” socialdemócrata hiciese suya dicha consigna, ello implicaría mecánicamente la lucha final entre ambas clases; • el Partido comunista tenía el máximo interés en apoyar la subida al poder de la socialdemocracia si ésta hiciese suya esa reivindicación, pues ello plantearía el problema de la guerra civil; y • habría que quitarle a la socialdemocracia el argumento que era la falta de apoyo parlamentario por parte del Partido comunista lo que impedía la formación del “gobierno obrero”, lo que la obligaba a aliarse con los partidos burgueses.27

Al pretender utilizar al Estado parlamentario y a la socialdemocracia a favor de la revolución (posición jamás defendida por la Internacional hasta ese momento), las Tesis implicaban un desliz de la Comintern hacia el terreno propio del centrismo. La diferencia entre el centrismo socialdemócrata y esta primera desviación comunista respecto de sus ejes fundacionales residía en que el primero intentaba castrar la lucha de masas a fin de impedirle desembocar en la destrucción del Estado capitalista (obrando por la integración de los Soviets en el ordenamiento institucional de la democracia burguesa), mientras que las Tesis del Ejecutivo apuntaban, a partir de una situación caracterizada como aún no revolucionaria, a radicalizarla y llevarla hasta la victoria. Las Tesis tenían como punto de mira final a la dictadura del proletariado y no a la democracia burguesa (pero es bien sabido que el camino del infierno está empedrado con buenas intenciones)28.

Esta táctica de apoyo a “gobiernos obreros” socialdemócratas fue también ilustrada con el caso de Suecia, y esta vez sin justificación alguna. Se trataba de la posibilidad de dar un apoyo parlamentario a la formación de un “gobierno obrero” dirigido por Branting, descrito además como “uno de los líderes más eminentes de la II Internacional”, y a la vez presidente del Consejo de Ministros del Estado sueco.

Respecto a Italia, las Tesis hacen referencia al frente único sindical propuesto por el PCdI en agosto 1921. Vimos más arriba que el frente auspiciado por el Partido italiano debía estar formado por los sindicatos considerados clasistas (la CGdL, la USI y el Sindicato Ferroviario). Al insistir en que el PCdI debía desarrollar aún más esta táctica, el CEIC pedía extender este frente al Partido comunista y al Partido socialista, “sin descuidar ningún detalle de su tarea de ganar para la acción común a los elementos revolucionarios del anarquismo y del sindicalismo”.

El tratamiento de las Tesis del caso italiano sorprende por su superficialidad e insuficiencia, pues la dimensión política de la guerra civil en curso, así como la actitud pacifista y desmovilizadora del PSI y de la CGdL, no estaban consideradas en ellas.

Abordando el caso de Francia, las Tesis afirmaron que, a pesar de que “el Partido comunista engloba a la mayoría de los trabajadores políticamente organizados”, la táctica del FU permitiría desarticular las maniobras de los reformistas y de los centristas que amenazaban la unidad del movimiento sindical, y conquistar a las masas obreras no politizadas.

Según las Tesis, la participación de los partidos comunistas en el FU junto a los partidos socialdemócratas, así como la aceptación de la “disciplina en la acción”, no debían mellar su capacidad de crítica respecto a la acción de los otros partidos y organizaciones que participasen en esos frentes. La consigna para los partidos comunistas debería ser: “unidad de acción, libertad de crítica”.

Las Tesis también afirmaban que la táctica del FU debía englobar a los obreros y tendencias anarquistas y anarco-sindicalistas.

7.- En sus notas sobre el FU redactadas en marzo 1922 como preparación a su intervención en el I Ejecutivo Ampliado, Trotsky detalló su análisis del caso francés29. A pesar de la preponderancia política del Partido comunista sobre el reformista, el comunismo francés debía enfrentar dos poderosas fuerzas dentro del movimiento obrero: el sindicalismo revolucionario30 y el socialismo reformista (SFIO) que podía apoyarse en el ala escindida de la Confederación General del Trabajo (CGT) y en los sectores atrasados de la clase obrera. Defendiendo las Tesis de CEIC, y para intentar reforzar al movimiento comunista en Francia, Trotsky justificó tanto el frente único sindical (como parte de la lucha por la unidad del sindicalismo francés y de las movilizaciones económicas) como el frente único político con el Partido socialista. En este último terreno, Trotsky escribió:

“Cuando consideramos que el Partido comunista cuenta con 130.000 miembros mientras que los socialistas tienen 30.000, los éxitos enormes de la idea comunista en Francia se hacen evidentes. En cambio, si tomamos en cuenta la relación entre esas cifras y la fuerza numérica del proletariado en su conjunto y la existencia de sindicatos reformistas, amén de la presencia de tendencias anticomunistas en los sindicatos revolucionarios, entonces la cuestión de la hegemonía del Partido comunista en el movimiento obrero se nos presentará como una tarea muy difícil, aun lejos de resolverse con nuestra preponderancia numérica frente a los disidentes. (…) [La] gran reserva de elementos pasivos y desorientados [entre los obreros] puede, en determinadas circunstancias, ser utilizada por los divisionistas en contra nuestro”.

En el terreno político, Trotsky planteó la cuestión de cortar las alas a la posibilidad de que las capas obreras atrasadas fuesen conquistadas por “el bloque de izquierda” electoral conformado por el reformismo y un sector de izquierda de la burguesía. Para ello, el Partido comunista hubiera debido “insistir resuelta y persistentemente en la idea de un bloque formado por todos los sectores del proletariado contra el conjunto de la burguesía”.

« La lógica de nuestra conducta impecable y sumamente persuasiva en la agitación – continúa Trotsky – es la siguiente: “Ustedes, los reformistas del sindicalismo y del socialismo”, les decimos ante las masas, “han dividido a los sindicatos y al Partido mediante ideas y métodos que consideramos equivocados y criminales. Les exigimos que, por lo menos, se abstengan de poner obstáculos a las tareas del proletariado, y que hagan posible la unidad de acción. En la situación concreta dada, proponemos tal y tal programa de lucha”. En forma similar, el método indicado podría ser empleado con éxito en actividades municipales y parlamentarias. Decimos a las masas: “Los disidentes, debido a que no quieren la revolución, han dividido a los obreros. Estaríamos locos si confiásemos con su ayuda para la revolución proletaria. Pero estamos dispuestos, dentro y fuera del parlamento, a entrar en ciertos acuerdos prácticos con ellos en todas las ocasiones que, estando obligados a elegir entre los intereses particulares de la burguesía y las reivindicaciones del proletariado, nos darán garantías positivas de optar por estos últimos en la acción. Los divisionistas sólo pueden ser capaces de tales acciones si renuncian a sus vínculos con los partidos de la burguesía, o sea, el bloque de izquierda y la disciplina burguesa”. (…) Si los divisionistas fuesen capaces de aceptar estas condiciones, entonces los obreros que los siguen serían rápidamente absorbidos por el Partido comunista. Pero precisamente debido a esto, los divisionistas no aceptarán estas condiciones. En otras palabras, ante la clara y precisa cuestión de elegir un bloque con la burguesía o un bloque con el proletariado —en las condiciones concretas y específicas de la lucha de clases— se verán obligados a declarar que prefieren un bloque con la burguesía. Semejante respuesta no dejará de tener importantes consecuencias en el seno de las masas proletarias con las cuales cuentan los reformistas».

Para Trotsky, pues, en aquel momento en Francia, el frente único político tenía un único interés: desenmascarar en la práctica, por medio de una propaganda adecuada, la alianza del reformismo con un sector de la burguesía francesa en contra la unidad de la clase obrera a la que aspiraban las grandes masas proletarias. En otras palabras, lo que se negaba como posibilidad real en Francia se reconocía como posible en Alemania (país donde no se excluía que la socialdemocracia en el gobierno adoptase reivindicaciones transitorias capaces de llevar a un enfrentamiento general con la burguesía).

Bajo una forma u otra, la táctica del frente único, a la que se le atribuía validez internacional, aunque su aplicación dependiese de las condiciones propias de cada país, se volvía el alfa y el omega de la acción de todos los partidos comunistas, y la clave, urbi et orbi, de la conquista de las masas.

La consigna del FU, como la del gobierno obrero, se declinará en un abanico de posibilidades que daba para todos los gustos. Las más diversas tendencias del movimiento comunista podrán reivindicarla dándole los más diversos contenidos y situándola en las más diversas perspectivas estratégicas.

8.- Las Tesis del CEIC pretendían justificar la táctica de FU en el Occidente plenamente capitalista recurriendo a la experiencia del Partido bolchevique31.

Ahora bien, el recurso a la experiencia del Partido bolchevique como justificación de la nueva táctica era en gran medida abusiva. Tras una primera escisión entre bolcheviques y mencheviques ocurrida a comienzos de 1905, un nuevo Congreso selló en abril 1906 la reunificación de ambas tendencias en un mismo partido. No se trató en dicha ocasión de un frente único, sino de la unificación de varias tendencias y organizaciones en el Partido socialdemócrata ruso (unificación que el frente único preconizado por el Ejecutivo de la Comintern no pretendía en absoluto)32. La permanencia de las corrientes bolchevique y menchevique en un mismo Partido fue confirmada en mayo 1907 por el Congreso de Londres del Partido Socialdemócrata ruso. La escisión definitiva entre bolcheviques y mencheviques tuvo lugar en 1912.

La coexistencia de diferentes tendencias socialistas (bolchevique, menchevique, Bund, etc.) en un mismo partido socialdemócrata resultaba, por un lado, del carácter socialista de todas estas tendencias que formaban parte de la II Internacional; y, por otro, de la naturaleza revolucionaria de todas ellas de cara a la revolución antifeudal que estaba al orden del día en el imperio zarista. Nadie ponía en duda la voluntad revolucionaria de las diferentes corrientes de la socialdemocracia rusa. En aquel entonces, las divergencias entre bolcheviques y mencheviques concernían fundamentalmente la estrategia y los objetivos del proletariado en la revolución antifeudal.

Nada de ello podía decirse de las distintas corrientes socialdemócratas de la II Internacional y de la Internacional II½ respecto a la revolución proletaria en el Occidente plenamente capitalista. Los partidos que habían permanecido en ellas ya habían demostrado en los hechos su función de diques de contención y de defensa del Orden burgués. Por eso mismo era abusivo reivindicar la experiencia bolchevique en relación al menchevismo durante el período 1903-1912 como referencia para justificar en Occidente el frente único político.

Tras la escisión de 1912, los bolcheviques practicaron sí la táctica del frente único con el partido menchevique, táctica que se traducía por “la unidad en la base”, sinónimo de “unidad de las masas obreras en la acción revolucionaria contra la burguesía”33. Zinóviev mismo lo precisará ulteriormente:

«[Los bolcheviques reclamaban] la unidad de las masas obreras mismas en la lucha práctica por las reivindicaciones verdaderamente revolucionarias dirigidas contra los capitalistas. Llamamos a las masas obreras a unirse por encima de sus jefes, mencheviques moderados. (…) Después de la revolución de marzo 1917, los mencheviques intentaron nuevamente explotar la consigna de la unidad. Propusieron un plan de congreso unificado de todos los socialdemócratas, bolcheviques y mencheviques. (…) Nosotros, los bolcheviques, no aceptamos esta unión. Y así, los mencheviques no lograron domesticarnos. Al mismo tiempo, sin embargo, continuamos propagando sistemática y obstinadamente la idea de la unión de los trabajadores desde abajo, en el marco de los soviets, en el terreno de la lucha por el poder soviético, en el terreno de la organización de las huelgas políticas y económicas de masas, en el terreno del armamento de los trabajadores, del desarme de la Guardia Blanca, etc. [subrayado nuestro, ndr]”34.

Todos los ejemplos suministrados por Zinóviev para ilustrar la táctica bolchevique del frente único “desde abajo” en la revolución rusa conciernen la lucha de masas en el terreno revolucionario, terreno que la socialdemocracia europea había desertado desde el momento de su traición generalizada en agosto 1914. Y no es superfluo señalar aquí que, en sus observaciones relativas a las Tesis mencionadas, Lenin se refiere a “acciones comunes con los obreros [no con sus dirigentes, ndr.] de la II Internacional35.

La equiparación de dicha táctica con la del frente único “desde arriba” como era el del apoyo a la formación y a la acción de gobiernos socialdemócratas, como en el caso de Turingia y Sajonia en Alemania, implicaba un salto que la experiencia bolchevique estaba lejos de justificar.

9.- Las Tesis proclamaron a continuación la necesidad de que la formación del frente único fuera más allá de los marcos nacionales. El CEIC lanzó un llamado a la formación del frente único con la participación de la II Internacional, de la Internacional II½ y de la Internacional Sindical de Ámsterdam.

“Si nuestras propuestas de acción común son rechazadas – continúan las Tesis – habrá que informar de ello al mundo obrero para que sepa cuáles son los reales destructores de la unidad del frente proletario. Si nuestras propuestas son aceptadas, nuestro deber consistirá en acentuar y profundizar las luchas emprendidas”.

Los intentos en ese sentido concernieron en un primer momento las propuestas a favor de los necesitados de Rusia36, contra el terror blanco en España y Yugoslavia (9-10-1921)37, y en torno a la Conferencia de Washington con la participación de las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial38.

Si en el pasado la consigna central de la Internacional Comunista en el terreno sindical había sido luchar dentro de los sindicatos para erradicar la influencia de sus direcciones reformistas y ganarlos para la política revolucionaria, y para que adhieran a la Internacional Sindical Roja (desafiliándolos de la Internacional amarilla de Ámsterdam, denunciada como agente de la burguesía entre las masas sindicalizadas), a partir de ese momento se consideró a la Internacional de Ámsterdam como un partner posible para el frente único proletario.

10.- El CEIC era consciente de los riesgos que la táctica de FU hacía correr a los partidos comunistas por el hecho de que podía llegar a potenciar las tendencias oportunistas presentes en el seno de los partidos comunistas recientemente escindidos de los partidos socialistas, máxime cuando la Internacional había aceptado en su seno a corrientes con tradiciones centristas. El peligro era que estas tendencias viesen en la nueva táctica una reevaluación de la socialdemocracia.

En su discurso de presentación de las Tesis en la reunión del CEIC del 4-12-1921, Zinóviev afirmó sin medias tintas:

“Uno no puede dejar de reconocer los grandes peligros de este camino. Provienen principalmente del hecho que nuestras organizaciones aún no son completamente comunistas. Todavía no han roto suficientemente con el centrismo. (…) [Para] maniobrar se necesita una mente lúcida y un terreno firme; en una palabra, necesitamos partidos verdaderamente comunistas. Cuanto mejores sean, más podremos aventurarnos en el camino del frente único. En apariencia, y solamente en apariencia, podremos entonces hacer concesiones. Sin duda, será peligroso en los países donde nuestros partidos aún son relativamente débiles. No nos lo ocultamos. Pero como no se trata de un juego de ajedrez entre dos intelectuales, sino de la emanación de un gran movimiento de masas, todo lo que queda para decir es: «Si algunos partidos no tienen experiencia necesaria, que la adquieran» – y llamar su atención sobre los peligros previstos”39.

Y Zinóviev precisará más tarde:

“En algunos partidos [comunistas] habrá «líderes» que descubrirán en nuestras tácticas el pretexto tan esperado para girar el timón hacia la derecha y comenzar a renegar las posiciones ideológicas del comunismo. Para estos líderes, la consigna del frente unido será un objetivo en sí mismo y no un medio para conquistar nuevas masas para la causa del comunismo. Esta interpretación errónea de nuestra táctica nos daría en realidad no el único frente único revolucionario de los obreros contra los capitalistas, sino el único frente de los centristas con los malos «comunistas» contra la revolución proletaria”.40

Para el CEIC, la táctica del frente único no podía más que beneficiar al movimiento revolucionario y comunista, pues en el caso de la aceptación de las propuestas comunistas por las otras corrientes del movimiento obrero debía conllevar el reforzamiento del movimiento de masas anticapitalista; y, en caso de rechazo, el desenmascaramiento de las mismas41. La Historia se encargará de desmentir esta visión optimista y voluntarista del Ejecutivo.

La posición oficial de PCdI frente a la táctica del frente único del CEIC

11.- El CEIC había decidido convocar a corto plazo un Ejecutivo Ampliado con representantes de todas las secciones nacionales con el propósito de aprobar oficialmente y precisar la aplicación de la táctica del FU. Con la presencia de 105 delegados, esta reunión internacional tuvo lugar entre el 24 de febrero y el 4 de marzo 1922.

Para preparar la participación de su delegación, y tras la discusión del tema en el CE del PCdI, Bordiga publicó un largo artículo fijando la posición oficial del Partido italiano42. La trayectoria política de la Izquierda Comunista Italiana (ICI) estaba en abierta contradicción con las Tesis sobre el FU del CEIC. Hasta ese momento, para la ICI la táctica resultaba directamente de los principios y del programa comunistas, y se declinaba en particular en el “principio de intransigencia”, en el rechazo de todo acuerdo, coyuntural o permanente, con partidos que no compartiesen la integralidad del programa y de los principios, pues eso significaría – según la ICI – recaer en el oportunismo43.

En su fundamentación de la oposición del CE a las Tesis sobre el FU del CEIC, Bordiga no recurrió a esas posiciones clásicas de la ICI, y justificó su oposición con otros argumentos, lo que fue un índice de las dificultades de esta corriente en contacto (y ya entonces en oposición dialéctica) con la Dirección de la Internacional.

El artículo comienza señalando que las Tesis no contradecían la plataforma fundamental de la Internacional, pues reivindicaban • la necesidad de un Partido comunista centralizado y homogéneo (e incluso la posibilidad de nuevas escisiones para conseguirlo); • la lucha armada y la dictadura proletaria; y • la total independencia política de los partidos comunistas. Luego pone en guardia contra la “enfermedad infantil” que consistiría en rechazar un método táctico cuando éste no fuese la consecuencia directa de los esquemas programáticos44. Pero ello no implicaba como conclusión que todo método táctico sería admisible con tal de que las intenciones subjetivas de sus promotores correspondiesen a los objetivos comunistas.

Al afirmar que, al evaluar el interés de una táctica, uno de los parámetros a tener en cuenta es la importancia del riesgo que se corre en relación a los beneficios esperados, Bordiga se desmarcaba por primera vez de su “intransigencia por principio” en el planteamiento de los problemas de táctica. El artículo señala que las Tesis no implicaban el sacrificio de los objetivos programáticos de los comunistas, aunque no se podía descartar dicho peligro en la eventualidad de un frente único “fuera del terreno de la acción directa y de las organizaciones sindicales, y que invada el terreno parlamentario y gubernamental” (en cuyo caso ese peligro se volvería preponderante).

Defendiendo su planteo del frente único sindical (previamente expuesto en otras ocasiones [§VII-3]), Bordiga sostiene que, en aquel momento en Italia, el combate por objetivos inmediatos que interesaban a toda la clase obrera no podía dejar de valorizar las soluciones revolucionarias avanzadas por el Partido comunista. Veremos más adelante que Bordiga se hacía ilusiones al sostener que el recurso a los métodos revolucionarios resultaría de la “simple aceptación de defender los modestos objetivos de las reivindicaciones del frente único” sindical. El reformismo sindical saboteó todo intento de organizar sistemáticamente (y más aún el de radicalizar) el combate por estos objetivos, y el frente único sindical tal como fue preconizado en un inicio por el PCdI se deshizo sin desarrollarse de manera consecuente en la dirección esperada por su Dirección.

Refiriéndose al “principio de intransigencia” que había sido la brújula táctica de la Izquierda del PSI, Bordiga escribió que no se trataba de renegarla, pero que no se podía asimilar sin más un partido con bases obreras (el PSI) a un partido abiertamente burgués, que las Tesis no implicaban renunciar a los postulados comunistas ni ilusionarse con un papel revolucionario de la socialdemocracia, y que lo que se requería era definir claramente los términos de la táctica del frente único para lograr los resultados esperados.

La última parte del artículo desarrolló la posición defendida por la Dirección del PCdI. Para ello comenzó por detallar lo que la ICI consideraba los términos de la preparación revolucionaria, a saber: • el vínculo fundamental entre la agitación y la preparación revolucionaria con las luchas del proletariado por reivindicaciones económicas; • la necesidad de proponer un conjunto de reivindicaciones económicas concretas; • la movilización, en el terreno de la acción directa, del conjunto del proletariado dirigido por los sindicatos; • la unidad sindical; y • la independencia política del Partido comunista de todo oportunismo.

El documento continúa negando que el reforzamiento de la preparación revolucionaria pudiese resultar de la táctica preconizada por Radek y por la Dirección del VKPD. Para ello comenzó detallando la situación en Alemania y las motivaciones de la táctica defendidas por ellos.

“Tenemos el proletariado que ve que la patronal intensifica al máximo su explotación como resultado de la influencia irresistible y la presión que la situación general ejerce sobre su acción. (…) [Las] masas, por su limitada conciencia política y por su estado de ánimo todavía influenciado por los líderes socialdemócratas, no ven [el violento derrocamiento del poder burgués] como una salida inmediata y no se lanzan por esta vía revolucionaria, aunque el Partido comunista quiera darles un ejemplo. Las masas sienten y creen que una acción determinada de los poderes estatales puede resolver el acuciante problema económico, y por lo tanto quieren un gobierno que, por ejemplo, en Alemania, decida que la carga de los pagos de las reparaciones deba recaer en la clase de los grandes industriales y propietarios, o esperan del Estado una ley sobre la jornada laboral, el desempleo, el control obrero. Como en el caso de las reivindicaciones a obtener con la acción sindical, el Partido comunista debería [según Radek] hacer suya esta actitud inicial y el empuje de las masas, unirse a las otras fuerzas obreras que se proponen o dicen proponerse ese programa de beneficios por medio de la conquista pacífica del gobierno parlamentario, y poner en marcha al proletariado por el camino de este experimento para aprovechar su inevitable fracaso con el propósito de provocar la lucha de todo el proletariado para el derrocamiento del poder burgués y la conquista de la dictadura”.

Según Bordiga, esa táctica comprometería la preparación revolucionaria del Partido comunista y de las masas influenciadas por él, y puso desde entonces en guardia contra los efectos de una táctica que conducirá al fracaso del movimiento comunista alemán en Octubre 1923.

“Creemos que semejante plan se basa en una contradicción y contiene prácticamente los elementos de un fracaso inevitable. No hay duda de que el Partido comunista debe proponerse utilizar incluso los movimientos inconscientes de las grandes masas y no puede entregarse a una predicación negativa puramente teórica cuando se encuentra en presencia de tendencias generales y otras formas de acción que no son las propias de su doctrina y de su praxis. Pero esta utilización puede ser benéfica si al colocarse en el terreno sobre el que se mueven las grandes masas y trabajar así en uno de los factores esenciales del éxito revolucionario, se está seguro de no comprometer al otro que no es menos indispensable, a saber, la existencia y el fortalecimiento progresivo del Partido y de ese encuadramiento de una parte del proletariado que ya ha sido llevado al terreno de las consignas del Partido. Al juzgar si existe o no este peligro, hay que tener en cuenta que, como desgraciadamente nos confirma una larga y dolorosa experiencia, el Partido como organismo y su grado de su influencia política no son resultados intangibles, sino que están sujetos a todas las influencias del desarrollo de los acontecimientos. Si un día, después de un período más o menos largo de acontecimientos y de luchas, la masa obrera se encontrara finalmente ante la vaga constatación de que cualquier intento de recuperación es inútil si no se atacara la máquina misma del aparato estatal burgués, pero si en las fases anteriores se hubiera comprometido seriamente la organización del Partido comunista y la de los movimientos que lo flanquean (como el encuadramiento sindical y el militar), el proletariado se encontraría privado de las armas mismas de su lucha, de la contribución indispensable de aquella minoría que tiene la visión clara de las tareas que hay que afrontar y que, por haberla poseído y tenido en vista durante mucho tiempo, se ha entrenado y armado, en el sentido amplio de la palabra, (como condición) indispensable para la victoria de la gran masa. Creemos que así ocurriría si (…) el Partido comunista adoptara predominante y clamorosamente actitudes políticas que anularan o socavaran su naturaleza intangible de partido de oposición al Estado y a los otros partidos políticos”.

La experiencia de un gobierno socialdemócrata – continúa Bordiga – podría llegar a ser útil para la educación del proletariado en la medida en que el Partido comunista lo haya combatido sin descanso, delimitando claramente las responsabilidades políticas.

[Por el contrario], “un Partido comunista confundido con un Partido de la socialdemocracia pacifista y legalista en una campaña política electoral parlamentaria o de gobierno no cumple más la tarea del Partido comunista. Al final de semejante paréntesis, las condiciones objetivas plantearán el dilema fatal de la guerra revolucionaria, el imperativo de asaltar y destruir la máquina del Estado capitalista. El proletariado estará subjetivamente desilusionado del recurso a los métodos incruentos y legales, pero faltará el elemento de síntesis de las condiciones objetivas y subjetivas que es la preparación independiente del Partido comunista y de la minoría que él ha sabido aglutinar en torno suyo desde hacía mucho”.

En conclusión,

“[Nuestro] Partido sostiene que no se debe hablar de alianzas en el terreno político con otros Partidos, incluso si se dicen «proletarios», ni tampoco de la suscripción de programas que impliquen la participación del Partido comunista en la conquista democrática del Estado”.

12.- Los términos de la oposición señalada por Bordiga entre el “frente único sindical” y el “frente único político” (o “alianzas entre partidos políticos”) eran artificiales y difícilmente defendibles.

Las organizaciones sindicales eran el teatro de luchas políticas entre las diferentes tendencias (o fracciones) que militaban en ellas [reformista, maximalista, “terzini”, comunista, sindicalista, anarquista, republicana]. Y esto era un fenómeno internacional. El apolitismo de los sindicatos siempre ha sido ilusorio. De hecho, la propuesta de un frente único entre los sindicatos de clase implicaba el acuerdo político entre la fracción reformista, la sindicalista, la anarquista y la republicana que los dirigían. Tras la traición de la dirección reformista de la futura Alleanza del Lavoro en agosto de 1922, la propuesta comunista de reconstitución de esta Alianza, dirigida a las fracciones sindicales maximalista, sindicalista, anarquista y “terzini”, era de por sí la propuesta de una corriente política a otras corrientes políticas. El hecho de militar en los sindicatos no cambiaba la naturaleza política de estas fracciones ni de los acuerdos que pudiesen resultar de ese frente.

El marxismo no excluye por principio las alianzas políticas del Partido del proletariado revolucionario con otros partidos y fuerzas sociales. A modo de ejemplo, no tendría por qué existir alguna oposición de principio para establecer acuerdos contingentes en los consejos obreros con tendencias políticas decididas a enfrentar a las fuerzas contrarrevolucionarias, tal como lo propusieron los bolcheviques a los mencheviques durante el intento de Kornilov. Lo mismo podría decirse de los acuerdos que en aquel momento se concretaron en las bases de los partidos políticos en torno de los Arditi del Popolo, o por objetivos comunes en los consejos de fábrica, o de los acuerdos que podrían en un futuro llegar a establecerse en las organizaciones barriales de las favelas de los grandes centros urbanos, o en organizaciones por la defensa de los presos y perseguidos políticos, o por reformas que pudiesen interesar a las masas proletarias, siempre y cuando esas otras fuerzas políticas tuviesen la voluntad y la capacidad de movilizarse por esos objetivos compartidos. Y esto se refiere tanto a acuerdos “por arriba” como “por abajo”, según las circunstancias.

El problema con el planteamiento del VKPD y de Radek, y que luego el CEIC hará suyo, residía en el hecho de que esa propuesta concernía directamente eventuales alianzas gubernamentales y estaba dirigida a cúpulas político-sindicales reformistas y centristas que desde hacía años saboteaban decididamente las luchas proletarias.

El problema con el planteamiento de frente único de la Izquierda Comunista italiana consistía, por un lado, en que su propuesta era demasiado restrictiva, al hacer del terreno sindical el único ámbito posible para los acuerdos entre tendencias políticas (del mismo modo que hacía de la lucha por objetivos económicos la vía maestra de la Revolución); y, por otro, en atarse las manos prometiendo una disciplina total a las decisiones decididas por cúpulas sindicales sobre las cuales el Partido comunista no tenía ningún control.

La polémica entre la Izquierda Comunista italiana y el CEIC se verá parasitada por las debilidades, lagunas y deformaciones presentes en la exposición de los problemas de táctica del primero (resultados de su visión sui generis de la lucha de clases y de la función política del Partido), aunque aquél haya tenido razón en señalar los peligros y desviaciones ínsitos en las soluciones tácticas del frente único del CEIC.

La polémica sobre el frente único en el I Ejecutivo Ampliado de la Internacional

13.- Durante el I Ejecutivo Ampliado consagrado a la definición de la táctica del FU, las Tesis sobre la unidad del frente proletario fueron cuestionadas por las delegaciones francesa e italiana45. Nos detendremos aquí en los puntos sobresalientes de la polémica entre la delegación italiana y los miembros de la delegación bolchevique46.

En la presentación de las Tesis, Zinóviev negó que éstas hayan estado influenciadas por las dificultades de la Revolución rusa, y sostuvo que tanto la NEP como la táctica del FU eran las consecuencias del retroceso de la ola revolucionaria internacional. Zinóviev continuó justificando la nueva táctica con argumentos esgrimidos por Lenin en «El “extremismo”, …»:

«[Del] hecho que la mayoría de los obreros en Inglaterra siga todavía a los Kerenski o Scheidemann ingleses, de que no haya pasado todavía por la experiencia de un gobierno formado por esos hombres, experiencia que ha sido necesaria tanto en Rusia como en Alemania para que los obreros pasaran en masa al comunismo, se deduce de un modo indudable que los comunistas ingleses deben participar en el parlamentarismo, deben desde el interior del parlamento ayudar a la masa obrera a ver en la práctica los resultados del gobierno de los Henderson y los Snowden, deben ayudar a los Henderson y a los Snowden a vencer a la coalición de los Lloyd George y Churchill».

La argumentación de Zinóviev estaba fuera de lugar, puesto que Lenin, si bien propuso facilitar la subida al poder de la socialdemocracia inglesa, jamás consideró la posibilidad de compartir con ella las responsabilidades gubernamentales, como tampoco la eventualidad de proponerle un programa con medidas transitorias cuya aceptación abriría una etapa de colaboración política entre los partidos comunistas y los socialdemócratas. Ayudar a alguien a abrir la puerta que lo precipitará al vacío no es lo mismo que atravesarla con él del brazo.

Zinóviev continuó reafirmando • que el mantenimiento de la influencia de la socialdemocracia sobre las masas trabajadoras era la consecuencia del cansancio y de la necesidad de respiro de éstas luego de los grandes combates de la inmediata posguerra (lo que explicaría su sorda animosidad hacia los comunistas); • que la ofensiva burguesa contra las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera creaba entre las masas la conciencia de la necesidad de la resistencia y una desconfianza sorda hacia las direcciones reformistas cuyas promesas no se habían visto realizadas; • que las masas obreras aspiraban a la unidad del frente proletario para poder librar el combate de resistencia con probabilidades de éxito; • que la reunificación organizativa con la socialdemocracia estaba descartada; • que la unidad deseable era la de un frente único que agrupase al Partido comunista, a los partidos de las dos Internacionales socialistas, a los anarquistas, a los sindicalistas, a los obreros sin partido y a los obreros cristianos; • que la propaganda por el frente proletario impedía presentar a los comunistas como factor de división de las filas obreras (acusación socialdemócrata consecutiva a las escisiones 1920-1921 de los partidos socialistas, acusación que tuvo eco en las masas obreras atrasadas); • que un nuevo auge de luchas económicas estaba al orden del día, auge que podría tener un desemboque político; y • que la táctica del frente único presentaba grandes peligros que sólo partidos comunistas serios podían poner en práctica.

Luego de distinguir las oposiciones a la táctica del frente único en el Partido francés [dividiendo aguas entre las reacciones oportunistas (arraigadas en su Dirección misma) de las reacciones sanas representadas por la de los obreros del Partido y sinceramente revolucionarios asqueados del reformismo], y de mostrar su necesidad para ganar a las masas que seguían a los sindicalistas revolucionarios, Zinóviev se refirió al caso italiano.

Saludando la iniciativa del PCdI de llamar al FU de las organizaciones sindicales, Zinóviev criticó la decisión del Partido italiano de no responder favorablemente a la invitación del Sindicato Ferroviario a participar en la reunión donde se decidió la formación de la Alleanza del Lavoro. Zinóviev calificó de “poco seria” la actitud de estar “por la unidad del frente en los sindicatos, pero jamás en el terreno político”.

Dos delegados italianos respondieron al informe de Zinóviev, Roberto y Terracini. Pasamos a detallar la intervención de Terracini47/48.

Terracini inició su exposición afirmando que: • conquistar a las masas con la táctica propuesta por el Ejecutivo implicaría sacrificar los principios comunistas [sin precisar cuáles de ellos ni el porqué de ello, ndr.]; • la conquista de las masas con dicha táctica provocaría la transformación de los partidos comunistas en partidos parecidos a los antiguos partidos socialistas [sin detallar el porqué de esta afirmación, ndr.]; • en las masas no existía un deseo de “unidad formal” [sin precisar entre quiénes, ndr.], mientras que una “acción general” sería acogida calurosamente; • la “experiencia ha convencido a los obreros que éstos no deben (…) emprender acciones parciales (pues hoy es simplemente imposible luchar contra las reducciones de salarios, mañana contra las ataques a la jornada de 8 horas, y pasado mañana por la libertad de asociación), sino que hay que librar un combate que nos conducirá a una victoria sobre toda la línea o a una derrota decisiva”; • “[hay que evitar] esas luchas cotidianas que no aportan ninguna solución, sino que por el contrario se vuelven peligrosas para el proletariado”; • “el PC se da perfectamente cuenta de que se trata de aunar (…) a todo el proletariado de una nación en torno de una consigna de lucha general”; • que “la consigna que el Partido italiano ha lanzado en los últimos meses, en toda ocasión y cualquiera sea el propósito”, ha sido “[siempre] la misma, a saber, que no hay que librar combates parciales, sino que es necesario conducir al proletariado a una acción general”; • “cada vez que los jefes socialdemócratas se han esforzado por emprender una acción parcial sobre un punto en particular, nosotros nos hemos opuesto y les hemos recordado la necesidad de plantear la cuestión en forma general”.

Esta oposición “extremista” entre “luchas parciales” y “lucha general” era la expresión de la falta de visión clara de la complejidad de la guerra de clases, de estrategia y táctica revolucionarias, y era una versión sui generis de la “teoría de la ofensiva”. Su versión alemana consistía en desencadenar la lucha (sin evaluar sus consecuencias ni tener en cuenta las condiciones de contorno), la que crearía de por sí y de manera inexorable las condiciones subjetivas de la Revolución. Su versión italiana (o al menos la expresada por Terracini) consistía en generar las condiciones de la huelga general, lo cual conduciría (sin que se sepa cómo) “a una victoria en toda la línea”.

Con la perspectiva de la huelga general preconizada como método de lucha del frente único sindical, para Terracini el problema era saber “[de] qué manera organizar una acción general del proletariado”, negando que partidos políticos con diferentes programas pudiesen luchar por objetivos comunes con métodos comunes49. Lo que justificaba su oposición a los frentes únicos resultantes de acuerdos entre partidos políticos.

Terracini afirmó luego que el Ejecutivo Ampliado debía definir con precisión los límites dentro de los cuales deberían llevarse a cabo las tratativas entre partidos. Más tarde enunció la solución táctica preconizada por la delegación del PCdI: “Cada partido debe establecer una serie de cuestiones que puedan interesar directamente a todos los obreros y que estén relacionadas con la situación económica y la reacción política y militar. Las propuestas deben estar dirigidas únicamente a los sindicatos nacionales, y no a los partidos políticos, y si fuese posible no por el Partido comunista, sino por el comité central de cada agrupación sindical. A continuación deben darse a conocer a un comité que será nombrado en las reuniones extraordinarias de las organizaciones sindicales. El Partido [Comunista] se compromete a poner a la disposición de ese comité todas sus fuerzas organizadas para las acciones que llevará a cabo. Los otros partidos deben proceder de la misma manera”.

Después de afirmar que los dirigentes socialdemócratas no aceptarían jamás acuerdos con los comunistas ni reivindicaciones propuestas por éstos (como la consigna sobre las indemnizaciones de guerra en Alemania), Terracini señaló la confusión generada en las secciones del Partido italiano por la táctica del frente único propuesta por el CEIC.

A continuación, Terracini criticó por motivos de distinta índole la táctica de la Carta Abierta, del apoyo parlamentario a gobiernos socialdemócratas y la del “gobierno obrero”; a saber, por ir en contra de la función específica del Partido comunista de oposición a toda fuerza al servicio de la burguesía; por la imposibilidad de que la socialdemocracia aceptase las propuestas provenientes de los partidos comunistas; y por la ausencia de ventajas que el proletariado podría extraer de esta política50. Y concluyó su discurso afirmando la oposición del PCdI a la preconizada reunión de las tres Internacionales (la que no podría terminarse más que con una ruptura, tal como ocurrirá efectivamente) y la imposibilidad práctica de aplicar en los ámbitos nacionales las directivas de las Tesis sobre el frente único (afirmación que será desmentida ulteriormente en Alemania).

La intervención de Lunatcharsky (delegado del partido ruso) criticó con razón la visión “extremista” expuesta por Terracini: “[El camarada Terracini] afirma: No debemos dispersar nuestras fuerzas en combates locales y parciales, sino reunirlas en el tiempo y en el espacio en un único intento, para el Juicio Final. Esta teoría es muy peligrosa y contraria a la táctica del III Congreso. Es en una serie de combates pequeños, medianos y grandes que adiestraremos a nuestras tropas, incrementaremos nuestras fuerzas y ganaremos su confianza”.

Lunatcharsky y Radek defendieron la táctica de entablar negociaciones con los partidos socialdemócratas por objetivos que pudiesen interesar a las grandes masas con el ya clásico argumento de que la eventual negativa de estos últimos permitiría desenmascararlos y minar la confianza que las masas depositaban en ellos.

Thalheimer recordó la larga práctica del Partido alemán en la materia. Son de señalar las dos condiciones avanzadas por Thalheimer para la táctica del FU “a la alemana”: “La primera reconoce que masas obreras considerables se encuentran todavía bajo la influencia de los Mayoritarios, de los Independientes y de los sindicatos. La segunda reconoce que en Alemania no nos encontramos aún directamente frente a la lucha por el poder51.

La intervención de Trotsky, fundamentalmente centrada en rebatir las posiciones de la delegación francesa, siguió en sus líneas generales su documento preparatorio [§VII-7]. Trotsky reiteró que la consigna de los frentes políticos con los partidos socialdemócratas estaba basada en la necesidad de poner en evidencia la falta de voluntad de éstos para luchar unitariamente por objetivos que concernían a las grandes masas trabajadoras. Refiriéndose a la intervención de Terracini, Trotsky reconoció en ella una nueva versión de la “teoría de la ofensiva”.

En su segunda y última intervención, Terracini • sostuvo la necesidad de “una acción general del proletariado” contra la ofensiva general del capitalismo, gracias a la cual “el conjunto de la clase obrera obtendría la victoria”, y que “en el caso contrario sería derrotada en cuanto clase en su totalidad”, reafirmando así su visión esquemática, “ofensivista” e infantil de la lucha de clases; • afirmó la oposición más intransigente a la participación de los partidos comunistas a un “gobierno obrero” en régimen burgués (cuya posibilidad fue evocada por Radek); y • pronosticó que las Tesis del Ejecutivo eran “una puerta abierta a la colaboración ministerial” en un gobierno socialdemócrata, previsión que se verificará en septiembre 1923 en Alemania (luego de que las Tesis del IV Congreso de la IC de noviembre 1922 admitan esa posibilidad).

La intervención final de Zinóviev estuvo dirigida, en primer lugar, contra los cuestionamientos de la delegación francesa (calificados de expresión del oportunismo existente dentro de ese partido), para luego dirigir sus baterías contra la posición de la delegación italiana. Zinóviev no dejó de señalar una de las debilidades del planteo del PCdI, a saber, sostener que los acuerdos asumidos por las distintas fracciones políticas sindicales no serían acuerdos entre partidos52. Esta crítica tenía su razón de ser, pues la propuesta de frente único de agosto 1921 fue enviada por la Central Sindical del PCdI a las cúpulas de las grandes organizaciones sindicales dirigidas por las corrientes políticas reformista y anarco-sindicalista, y más tarde el PCdI reclamará que la Alleanza del Lavoro tenga una representación proporcional de las distintas corrientes políticas en los sindicatos.

Zinóviev reafirmó la necesidad de que los diputados comunistas apoyasen la formación de gobiernos socialdemócratas53. Y en sustento de su argumentación sobre el FU invocó una vez más a Lenin y a la experiencia del Partido bolchevique [§VII-14].

14.- Las discusiones en el I Ejecutivo Ampliado giraban en torno de dos cuestiones centrales: (1) ¿Qué condiciones se requieren para ganar las grandes masas obreras a la política revolucionaria? (2) ¿Son admisibles los acuerdos políticos entre el Partido comunista y otros partidos políticos?

A la primera cuestión, en su intervención en el III Congreso de la Internacional, Lenin había afirmado que para crear las condiciones subjetivas indispensables de la Revolución se requería en primer lugar ganar a la vanguardia revolucionaria y constituirla en Partido, para luego conquistar la simpatía no sólo del proletariado industrial, sino también la del proletariado y semiproletariado agrícolas, y había señalado al trabajo en los sindicatos y en las luchas sindicales como terrenos de elección para ganar influencia política sobre las masas obreras.

Lenin sostuvo que la propaganda y el proselitismo no bastan para arrancar las masas a la influencia socialdemócrata, y que la experiencia práctica de los partidos socialistas en el gobierno era un factor decisivo para que las masas perdiesen sus ilusiones pacifistas y reformistas54. Engels había afirmado la misma idea en la Europa de la segunda mitad del Siglo XIX55.

Sin ambigüedad alguna, el marxismo da una respuesta afirmativa a la segunda pregunta, tal como Engels se lo aclaró a G. Trier en su carta del 18-12-1889 y tal como Lenin – citado por Zinóviev – lo afirmó en «El “extremismo”, …”. Pero ello no significa que sea admisible cualquier tipo de acuerdo con otras fuerzas políticas. Para que un acuerdo de esta naturaleza sea aceptable, se requieren condiciones históricas, políticas y sociales bien definidas.

En la Alemania de 1889 Engels sostuvo que dichos acuerdos y acciones comunes con partidos burgueses “por objetivos definidos” eran admisibles, siempre y cuando “fueren directamente ventajosos para el proletariado”, o “representen un paso adelante hacia el proceso económico y la libertad política” [§I-7]. En la Alemania de aquellos años, con importantes remanentes políticos y sociales de carácter feudal a pesar del pujante desarrollo capitalista industrial y comercial, obligado a una actividad semi clandestina, y en ausencia de una perspectiva revolucionaria a corto plazo, el movimiento socialista estaba directamente interesado en reformas políticas, jurídicas, económicas y sociales que despejasen el terreno al libre desarrollo de la lucha de clases. En ese marco, Engels no excluía acciones comunes con otras fuerzas políticas que bogasen decididamente por las medidas enunciadas más arriba, manteniendo claramente el carácter clasista y revolucionario del partido obrero.

Por su parte, Lenin, y con él el Partido bolchevique, en un contexto de lucha por la revolución democrático-burguesa contra el absolutismo zarista y el feudalismo agrario, pasaron acuerdos políticos con fuerzas no proletarias, principalmente con el Partido socialista-revolucionario (s-r), representante del campesinado revolucionario, y coyunturalmente favorecieron la elección a la Duma (Parlamento ruso sin poder alguno) de representantes de partidos burgueses contra las fuerzas abiertamente favorables al absolutismo feudal (lo que tenía además el interés de permitir a la burguesía reformista demostrar en la Duma, a la luz del día, su carácter de clase y su impotencia)56.

Una vez descartada como no marxista la oposición de principio a todo acuerdo con otras fuerzas políticas, quedaba abierta una cuestión que se planteaba por primera vez en los países de Europa Occidental (donde el capitalismo y la sociedad burguesa estaban plenamente desarrollados), y en medio de un ciclo histórico considerado como revolucionario: ¿por qué objetivos y en qué condiciones era admisible pasar acuerdos entre el Partido comunista y los partidos socialdemócratas (quienes en numerosos países casos poseían una importante base obrera, y una muy significativa influencia sindical y electoral)?

En 1920 Lenin aconsejaba a los comunistas británicos proponer un acuerdo electoral a los socialdemócratas ingleses y ayudarlos a vencer la coalición burguesa como manera de “ayudar a la masa obrera a ver en la práctica los resultados del gobierno” socialdemócrata.

“Hablaré de un modo más concreto –escribió Lenin–. (…) El Partido comunista propone a los Henderson y Snowden un «compromiso», una alianza electoral: marchemos juntos contra la coalición de Lloyd George y los conservadores, repartámonos los puestos en el parlamento en proporción al número de votos dados por los trabajadores al Partido Laborista o a los comunistas (no en las elecciones generales, sino en una votación especial), conservemos la libertad más completa de agitación, de propaganda, de acción política. Sin esta última condición, naturalmente, es imposible hacer el bloque, pues sería una traición: los comunistas ingleses deben reivindicar para ellos y conservar una libertad completa para desenmascarar a los Henderson y los Snowden, de un modo tan absoluto como lo hicieron (durante 15 años, de 1903 a 1917) los bolcheviques rusos con respecto a los Henderson y Snowden de Rusia, esto es, los mencheviques. Si los Henderson y Snowden aceptan el bloque en estas condiciones, habremos ganado (…). Habremos ganado porque llevaremos nuestra agitación a las masas en el momento en que las habrá «irritado» Lloyd George en persona y no sólo contribuiremos a que el Partido Laborista forme más de prisa su gobierno, sino que ayudaremos a las masas a comprender mejor toda nuestra propaganda comunista, que realizaremos contra los Henderson sin ninguna limitación, sin silenciar nada. Si los Henderson y los Snowden rechazan el bloque con nosotros en estas condiciones, habremos ganado todavía más, pues habremos mostrado de un solo golpe a las masas (tened en cuenta que aún en el interior del Partido Obrero Independiente, puramente menchevique, completamente oportunista, las masas son partidarias de los Soviets) que los Henderson prefieren su intimidad con los capitalistas, a la unión de todos los trabajadores. (…) Hay que advertir que en Rusia, después de la revolución del 27 de febrero de 1917, el éxito de la propaganda de los bolcheviques contra los mencheviques y social-revolucionarios (es decir, los Henderson y Snowden rusos) se debió precisamente a las mismas circunstancias. Nosotros decíamos a los mencheviques y a los social-revolucionarios: tomad todo el Poder sin la burguesía, puesto que tenéis la mayoría en los Soviets (en el I Congreso de los Soviets de toda Rusia, celebrado en junio de 1917, los bolcheviques no tenían más que el 13 por ciento de los votos). Pero los Henderson y Snowden rusos tenían miedo de tomar el Poder sin la burguesía (…). En caso de que los Henderson y Snowden se negaran a formar un bloque con los comunistas, éstos saldrían ganando desde el punto de vista de la conquista de la simpatía de las masas y el descrédito de los Henderson y Snowden. (…) Realizaríamos nuestra campaña electoral distribuyendo hojas en favor del comunismo e invitando en todos los distritos en que no presentáramos candidato a que se votase por el laborista contra el burgués. Se equivocan los camaradas Sylvia Pankhurst y Gallacher si ven en esto una traición al comunismo o una renunciación a la lucha contra los socialtraidores. Al contrario, es indudable que la causa del comunismo saldría ganando con ello. A los comunistas ingleses les es hoy frecuentemente muy difícil incluso acercarse a las masas, hacer que éstas los escuchen. Pero si yo me presento como comunista, y al mismo tiempo invito a que se vote por Henderson contra Lloyd George, seguramente se me escuchará. Y podré explicar de modo accesible a todos, no sólo por qué los soviets son mejores que el parlamento y la dictadura del proletariado mejor que la dictadura de Churchill (cubierta por el pabellón de la «democracia» burguesa), sino también que yo querría apoyar a Henderson con mi voto del mismo modo que la soga sostiene al ahorcado; que la aproximación de los Henderson a los puestos de su propio gobierno justificará mis ideas, atraerá a las masas a mi lado, acelerará la muerte política de los Henderson y Snowden, tal como sucedió con sus correligionarios en Rusia y en Alemania”57.

La propuesta táctica de Lenin estaba basada en la necesidad de desenmascarar prácticamente a la socialdemocracia como fuerza proburguesa en el momento histórico en que una gran masa de los trabajadores ingleses estaba fuertemente atraída por la política soviética.

Nada en esta propuesta contradecía el programa o los principios comunistas. Lo único eventualmente discutible era su eficacia desde el punto de la preparación subjetiva de la revolución, a saber, su influencia (positiva o negativa) sobre el Partido mismo y los sectores del proletariado directamente influenciado por éste, y sobre la posibilidad real de lograr los beneficios descontados (reproduciendo en Europa los resultados de la experiencia rusa del Partido bolchevique). Sólo la experiencia extraída de la aplicación de esta táctica podía validar o no su pertinencia.

Obsérvese que la sugerencia de Lenin de realizar un acuerdo electoral entre los comunistas británicos y los dirigentes del Labour Party no concernía para nada objetivos económicos o políticos comunes; y, por consiguiente, no podía calificarse de frente único entre los comunistas y los socialdemócratas británicos. Menos aún estaba fundada en la hipótesis absurda de que la socialdemocracia inglesa pudiese jugar un papel revolucionario haciendo suya un conjunto de medidas transitorias (a la base de la consigna del VKPD del gobierno obrero socialdemócrata que sería digno de ser apoyado por el Partido comunista).

Por todo ello, la pretensión de Zinóviev de recurrir a los párrafos citados de Lenin para justificar la táctica de un frente político con la socialdemocracia por objetivos revolucionarios comunes estaba fuera de lugar. Como máximo, Zinóviev podía justificar con ellos el apoyo comunista en el terreno electoral o parlamentario a la formación de un gobierno socialdemócrata, sin compartir con éste la mínima responsabilidad política; más aún, hubiera debido denunciarlo desde el inicio por lo que era realmente, un instrumento de la conservación del Orden burgués.

Finalmente, las Tesis sobre el FU fueron aprobadas con el voto favorable de 19 delegaciones, y el voto opositor de las delegaciones italiana, francesa y española.

El II Congreso del Partido comunista de Italia (Roma, marzo 1922)

15.- Las Tesis sobre la táctica. El II Congreso del PCdI tuvo lugar en Roma entre los días 20-24 de marzo de 1922. El Congreso hubiera debido establecer un programa de acción preciso, integral e integrado para hacer frente a la ofensiva contrarrevolucionaria de la burguesía italiana contra las masas obreras y campesinas, desencadenada desde fines de 1920 por el fascismo, las patronales y el Estado. Sin embargo, dicho programa no resultará de este Congreso, y será muy tardíamente, en ocasión del IV Congreso de la Internacional de noviembre 1922, simultáneamente con la victoria del fascismo y su subida al poder, que la Dirección del PCdI hará un intento en ese sentido58.

El II Congreso estuvo fundamentalmente abocado al tratamiento de las cuestiones generales de teoría y de táctica (es decir, del modo de intervención del partido en las luchas de clases) que el Partido alemán y el CEIC habían puesto al orden del día luego del III Congreso de la Internacional y en el I Ejecutivo Ampliado.

Las Tesis sobre la táctica (o Tesis de Roma)59, aprobadas por el Ejecutivo del PCdI en su sesión del 19-20/12/1921, fueron redactadas por Bordiga y Terraccini y publicadas en “L’Ordine Nuovo” del 30-1-1922. Ellas estuvieron inspiradas en los planteamientos teóricos y políticos de Bordiga ya enunciados en documentos precedentes. En aquel momento fueron compartidas por la aplastante mayoría del Partido italiano (Gramsci incluido)60.

Las Tesis de Roma estaban en abierta contradicción con las “Tesis sobre la unidad del frente proletario” del CEIC. Por esta razón, su aprobación por el Congreso sólo lo fue a título de “contribución” a la elaboración internacional de la táctica comunista, contribución que, según la moción votada por unanimidad, “no podía perjudicar en modo alguno la disciplina internacional61.

Desde su inicio, el documento reafirma la posición restrictiva de corte economicista de Bordiga sobre los motivos que impulsan los adherentes a militar en el Partido comunista62 (#1) [§VII-5].

Tras abordar el “Proceso del desarrollo del Partido comunista” (#5-#9), sintetiza las posiciones propias de Bordiga expuestas con anterioridad en sus artículos “Partido y Clase” y “Partido y Acción de clase” sobre el origen de la degeneración de los partidos socialistas, así como sobre la necesidad de dar por finalizado el proceso de formación de los partidos comunistas (rechazando implícitamente los intentos del CEIC para fusionar el PCdI con el PSI en el caso de que éste se decidiese a expulsar finalmente a su ala abiertamente reformista63).

Al describir las relaciones que debieran existir entre el Partido y la clase obrera (#10-#16), las Tesis reafirman las orientaciones sindicales de los Congresos de la Internacional, pero acotan la participación de los comunistas a “todas las formas de organización económica del proletariado”, reducción que era la consecuencia de la visión reductora del proceso de toma de conciencia y de organización revolucionarias de las masas. Pero aún así, las Tesis no hacen hincapié en dos de los resultados fundamentales de la lucha por objetivos contingentes y parciales de carácter económico, como son la organización de las masas y su reforzamiento en la lucha de clases, reduciendo el interés de aquélla a terreno fértil para la extensión de la influencia política del Partido64.

Con un enunciado negativo muy confuso, y similar a cierto pasaje de la intervención de Terraccini en el III Congreso, las Tesis critican – sin nombrarla – la idea defendida por Lenin según la cual, para encarar con posibilidades de éxito acciones ofensivas, el Partido debería haber ganado previamente una influencia decisiva sobre “la mayoría del proletariado” (#16)65. La Dirección del PCdI demostraba así no haber sacado aún las consecuencias del zarandeo político que Lenin había prodigado a Terraccini.

16.- Dado que para la ICI el éxito mismo de la Revolución estaría dado por el alineamiento de las masas sobre las soluciones previstas con anterioridad por el Partido, éste último podría y debía prever un abanico de situaciones y desarrollos de la lucha de clases que la Historia sería susceptible de poner al orden del día, y a partir de allí establecer un abanico de soluciones tácticas:

El programa del Partido comunista contiene una perspectiva de acciones sucesivas relacionadas con sucesivas situaciones, según el proceso de desarrollo que generalmente se les atribuye. Existe pues una estrecha conexión entre las directivas programáticas y las reglas tácticas. Por consiguiente, el estudio de la situación aparece como un elemento complementario para la resolución de los problemas tácticos, dado que el Partido había previsto ya en su conciencia y experiencia crítica un cierto desenvolvimiento de las situaciones y, por tanto, ya había delimitado las posibilidades tácticas correspondientes a la acción a desarrollar en las distintas fases [subrayado nuestro, ndr.]” (#24).

La redacción del pasaje es extremadamente sorprendente, confusa y oscura, dado que el Programa del PCdI no contenía ninguna “perspectiva de acciones sucesivas relacionadas con sucesivas situaciones”, lo que vuelve aún más incomprensible aún el intento de establecer una “estrecha conexión entre las directivas programáticas y las reglas tácticas66.

Las Tesis insisten en esa necesaria capacidad de “previsión” del Partido y en el requisito de sistematizar el “abanico de posibilidades tácticas” claramente definidas como garantía de su continuidad histórica y de la Internacional, así como de su centralización y disciplina interna67/68.

Esta posición inspirará la crítica que la Izquierda Comunista italiana dirigirá a la política oscilante y empíricamente voluntarista del Ejecutivo de Moscú de 1922 a 1926.

17.- Antes de abordar las “soluciones” concretas de los problemas de táctica en las diferentes situaciones previstas por las Tesis, es importante volver sobre la visión de la lucha revolucionaria que está en la base de las mismas. En él está una vez más afirmada la concepción de Bordiga que hemos señalado en otras ocasiones, a saber, la visión lineal de un Partido que tiene desde bien antes sus objetivos bien definidos (insurrección y dictadura), y que la realidad empujará necesariamente al proletariado a hacer suyas sus propuestas programáticas y políticas69. En ese mismo documento, Bordiga – y con él la dirección del PCdI – individualiza en el frente único sindical la “vía maestra” que llevará a las masas a comprender la justeza de las propuestas últimas del Partido. De allí la necesidad de que el Partido comunista, en cuanto “entidad”, no participe directamente en transacciones con otros partidos, dejando en manos de la fracción comunista sindical (obreros entre los obreros) los necesarios contactos para encauzar los combates inmediatos en la vía prevista por el Partido.

18.- Las Tesis plantean luego un “abanico” de situaciones y proponen para cada una de ellas una solución táctica.

La primera respondía al contexto histórico de la sociedad capitalista bajo un poder burgués democrático, signada por la división parlamentaria entre una derecha burguesa liberal y una izquierda que incluía a la socialdemocracia, estando excluía la posibilidad inmediata del asalto insurreccional al poder70. Esta era la situación típica de Francia en presencia del “cartel de izquierdas”.

En primer lugar, las Tesis rechazan toda política de reformas en el marco del Estado burgués, política que era lo propio de los bloques de la izquierda parlamentaria (#32)71. Luego tratan de la eventualidad de un gobierno socialdemócrata. Contrariamente a la posición de Lenin y del I Ejecutivo Ampliado [§VII-7]), ellas rechazan toda hipótesis de apoyo electoral o parlamentario a su formación (#33), como también todo bloque político con la socialdemocracia y la izquierda burguesa (#34).

En esta cuestión política, la preocupación central de la Izquierda Comunista era preservar al Partido y a las masas ya ganadas por el comunismo de toda ilusión en la socialdemocracia, y constituir una referencia opositora constante al oportunismo socialista; la de Lenin era influir directamente en el curso de los acontecimientos para acelerar la maduración política de las masas no ganadas aún por el comunismo72.

Las Tesis no rehúsan la lucha por objetivos avanzados por los gobiernos de la izquierda parlamentaria y que puedan interesar al proletariado, manteniendo siempre su independencia política frente a ellos (#35-#36), y avanzan a continuación su propuesta de frente único sindical (#36).73

El documento pretende luego prefijar la actitud del Partido ante tres situaciones caracterizadas por la existencia de un gobierno socialdemócrata.

Sin nombrarla explícitamente, la primera de ellas concierne al Putsch de Kapp, es decir, la “de un asalto de la derecha burguesa contra un gobierno demócrata o socialdemócrata” (#37). Al no proponer “solución” positiva alguna, las Tesis expresan una actitud de completa indiferencia, a imagen de la posición inicial de KPD(S) frente al intento de Golpe de Estado de marzo 192074. Esta posición indiferentista expresaba la incapacidad de ver la verdadera dinámica de la lucha de clases detrás de dicho conflicto, a saber, que el Putsch de Kapp (como el de Kornilov en agosto 1917 contra el gobierno de Kerenski) era un “tiro por elevación” contra el movimiento obrero alemán y su potencial revolucionario, que hasta ese momento no había podido sacudirse de sus espaldas a la socialdemocracia. Por no haber sido prescindentes ante el Putsch de Kornilov, sin declarar para nada una solidaridad con el gobierno de Kerenski, los bolcheviques (y con él los soviets rusos), pudieron derrotar no sólo ese intento contrarrevolucionario, sino también derrocar dos meses después al gobierno socialista y conquistar el poder.

La segunda de esas situaciones se refiere al caso de Alemania bajo los gobiernos socialdemócratas de Ebert, Scheidemann y Noske, en un contexto en que “el gobierno de izquierda deje a organizaciones de derecha, a bandas blancas burguesas, llevar a cabo sus hazañas contra el proletariado y sus instituciones” (#38)75. Lo sorprendente de dicho párrafo es que, ante este contexto, no menciona la consigna comunista de autodefensa obrera (cuando el Partido mismo desenvolvía en ese preciso momento una lucha abierta y armada contra las bandas fascistas), y sólo hace referencia a un necesario trabajo de propaganda afirmando que “los comunistas demostrarán [que se trata] de una complicidad efectiva (y) de una división de funciones entre el gobierno liberal y las fuerzas regulares reaccionarias”.

La tercera de las situaciones contempladas es la de un enfrentamiento armado entre la derecha y la izquierda burguesas (encarnada por la socialdemocracia o una coalición entre partidos burgueses de izquierda y el Partido socialista), como será el caso de España tras el levantamiento franquista de julio 1936 (#39). Frente a esta coyuntura, las Tesis anticipan y ponen en guardia contra lo que será la catástrofe y la tragedia de la Revolución española (ahogada en sangre por la coalición republicana-socialista-estalinista, incluso antes de que el Ejército franquista termine por pisotear los restos ya inermes del proletariado y del campesinado españoles). Las Tesis afirman que, en esa situación, “el Partido comunista (proclamará] que las armas en las manos de los proletarios equivale al advenimiento del poder y del Estado proletarios, y la destrucción de la máquina tradicional, burocrática y militar del Estado (…), dado que sólo la dictadura proletaria podría dar estabilidad a una victoria sobre las bandas blancas”; y que, “por consiguiente, no deberá proclamarse ni practicarse ninguna «lealtad» hacia un (gobierno burgués de izquierda) y, por sobre todo, se deberá indicar a las masas el peligro de que la consolidación de su poder frente al levantamiento de la derecha o a la tentativa de golpe de Estado signifique la consolidación del organismo que se opondrá al avance revolucionario del proletariado (…) si el control de la organización armada estatal permaneciese en manos de los partidos gubernamentales democráticos, es decir, si el proletariado hubiese depuesto las armas sin haberlas empleado en derrocar las actuales formas políticas y estatales, contra todas las fuerzas de la clase burguesa”.

19.- Los párrafos relativos a la “Acción táctica «directa» del Partido comunista” se refieren, en primer lugar, a una situación en la que el Partido tuviese una real capacidad de iniciativa para movilizar a las masas, sin aún poder plantearse inmediatamente la cuestión del asalto al poder. Una vez más, y como única opción, las Tesis avanzan la consigna del frente único sindical (#40).

A este frente único se le podía dirigir la misma crítica que la Izquierda Comunista italiana dirigía al FU con la socialdemocracia: el estar basado en acuerdos con y entre las cúpulas de las confederaciones sindicales, dominadas por el reformismo sindical, no menos saboteador de las luchas de las masas que el reformismo político. Además, ni siquiera se referieron en Italia a las Camere del Lavoro en cuanto organizaciones territoriales de las grandes masas obreras (aunque esta laguna será reparada con una moción ad hoc del Congreso mismo, no integrada en estas Tesis).

Las Tesis abordan luego la táctica del Partido en “una situación que le incite a tomar de manera independiente la iniciativa de un ataque al poder burgués, para abatirlo o para asestarle un golpe que lo debilite gravemente” (#41). Ésta será la situación en la Alemania de 1923. El “script” correspondiente dice que para encarar la lucha por la conquista del poder habría que contar con un partido disciplinado, con una fuerte influencia sindical, con un aparato militar de “cierta” eficacia, y hasta con la seguridad de poder replegarse en buen orden en caso “de ser puesto fuera de la ley”76.

En el párrafo siguiente, las Tesis dan una versión ad hoc de la “teoría de la ofensiva”, ya que el Partido podría desencadenar una acción ofensiva esperando que “su influencia entre las masas y la amplitud de la participación del proletariado en el movimiento irán creciendo progresivamente en el curso de la acción” (#41). Lo que hace suponer que se podrían desencadenar acciones ofensivas sin que el Partido disponga previamente del apoyo de la “mayoría del proletariado” involucrado77. Veremos más adelante que la acción del Partido en relación al frente único sindical y a la Alleanza del Lavoro responderá a este planteamiento “ofensivista”.

A continuación, las Tesis sostienen que, “salvo caso excepcional”, el asalto final contra el poder burgués puede ser planteado como lucha a favor de consignas transitorias (¿cuáles, en el caso de Italia?). Teniendo claramente en vista el “frente único sindical”, ellas afirman que “la consigna de entablar la lucha podrá referirse a objetivos fundamentales que no son todavía la conquista del poder proletario, pero que en parte (?) son realizables sólo a través de esta victoria suprema, aunque las masas sólo las vean como exigencias inmediatas y vitales, y parcialmente limitadas. En la medida en que estas consignas sean realizadas por un gobierno que no sea todavía el de la dictadura proletaria, ellas dejan la posibilidad de detener la acción en un cierto punto que conserve intacto el grado de organización y de combatividad de las masas, cuando aparezca imposible continuar la lucha hasta la meta sin comprometer con su desenlace las condiciones de reemprenderla eficazmente en situaciones ulteriores” (#42).

En el marco de la “acción directa”, las Tesis se refieren a la posibilidad de ir avanzando gradualmente objetivos de luchas “de modo que la conquista de cada uno de ellos constituya una base que permita un fortalecimiento para las luchas posteriores, evitando al máximo la táctica desesperada de lanzarse a la lucha en condiciones tales que sólo el triunfo supremo de la revolución constituya la probabilidad favorable”(#43).

Todo lo anterior podría ser resumido así en términos militares: para desencadenar ofensivas se requiere un Ejército disciplinado, con un “cierto” grado de eficiencia, con buenos medios de comunicación, prefijarse objetivos concretos cuya conquista permita el desenvolvimiento del plan general, y contar con la posiblidad de repliegues eventuales en caso de necesidad. Hay que reconocer que estas “orientaciones de estrategia y tácticas militares”, meramente abstractas, no permitirían avanzar mucho en el arte de la guerra y en la capacitación de los Estados Mayores.


Refiriéndose implícitamente a la situación italiana, en la cual el proletariado a la defensiva sufría los asaltos conjugados de las escuadras fascistas y de los organismos represivos del Estado, las Tesis sostienen la necesidad de la autodefensa obrera dirigida por el Partido, sin hacer referencia a la necesidad de las milicias obreras o a la coordinación de sus propias organizaciones de combate con las de otras corrientes antifascistas (#45-#46).

Las Tesis consideran a continuación la táctica del Partido en el momento crucial de la lucha insurreccional por la conquista del poder. Por primera y única vez en toda su historia política (y claramente condicionado por las polémicas en el seno de la Internacional sobre el FU), ellas consideran la posibilidad de pasar acuerdos contingentes con otras fuerzas que llegasen a situarse en el terreno insurreccional (anarquistas y/o sindicalistas), a condición de estar “bien seguro de conquistar el control del movimiento” y “sin hacer de tales alianzas un objeto de propaganda ni una consigna del Partido para las masas” (#47)78. En otras palabras, en una situación propicia para un intento insurreccional, el Partido podría pasar acuerdos ventajosos con otras fuerzas insurgentes a condición de estar previamente seguro de ser quien controlará toda la situación. Las Tesis sólo consideran pues un único “script” aceptable para esta eventualidad: el que le garantizaría a priori los “laureles” de la victoria. Quedaría por preguntar qué haría el Partido comunista en el caso de que las masas se lanzasen espontáneamente en una insurrección con grandes probabilidades de victoria sin que el Partido estuviese previamente seguro de que el poder “cayese en sus manos”: ¿en esas condiciones, el Partido estaría autorizado a pasar acuerdos con otras fuerzas insurreccionales?

20.- En su capítulo final (probablemente redactado por Terracini), las Tesis tratan de la acción del Partido comunista “en el momento actual”79. El documento da como orientación general la penetración de los grupos comunistas en el seno de las organizaciones obreras de masas (sindicatos, cooperativas, mutuales, comités de asistencia a favor de las víctimas políticas, etc.), rechazando al mismo tiempo la “constitución de relaciones durables con otros partidos políticos, incluso subversivos” (#49)80.

Insistiendo en la lucha política contra toda corriente no comunista en el seno del proletariado, las Tesis continúan: “Los socialistas y libertarios obran hoy en Italia por el debilitamiento de la clase proletaria de dos formas diferentes: unos con su táctica de sumisión y desarme ante el ataque del capitalismo; los otros con su lucha contra la República de los Soviets y el principio de la dictadura del proletariado a la que contraponen la apoteosis vacía y teórica de una libertad abstracta (#50).

Si bien era cierto que el Partido socialista como institución (pero no necesariamente el conjunto de sus bases obreras) era un obstáculo para la defensa proletaria contra la ofensiva contrarrevolucionaria de la burguesía italiana como resultado de su prédica pacifista y desmovilizadora a favor del retorno a una situación democrática “normal”, era estéril y sectario acusar a los anarquistas (quienes participaron activamente en la lucha armada contra el fascismo) por debilitar al proletariado por no hacer suyo el principio de la dictadura del proletariado, en otras palabras, por no adherir al programa integral del comunismo marxista. Aquí se confundían gravemente dos funciones diferentes y necesarias de la vanguardia comunista: la crítica programática de las otras corrientes obreras, y la apreciación de la función real de las fuerzas políticas y sociales en un momento dado con el propósito de evaluar la posibilidad de influenciar las relaciones de fuerzas en la lucha de clases. Como lo recordó Lenin, siguiendo los pasos de Marx y Engels: “El marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción”, y “la esencia misma, el alma viva del marxismo (es) el análisis concreto de una situación concreta81.

Las Tesis caracterizan la situación de guerra de clases en Italia (con la aparición del fascismo en cuanto vector político de la contrarrevolución en marcha) como “un estado natural y previsible del desarrollo del régimen capitalista” y “una manifestación específica de la función y de los objetivos del Estado democrático” (#50) [lo que implicaba reducir erróneamente el fascismo a simple anexo de la democracia parlamentaria].

No pudiendo ignorar lo específico de la situación política italiana (con el sistema parlamentario en crisis, en tanto que la violencia extraparlamentaria del fascismo y sus escuadristas no podían más que acentuarla), el documento teoriza de manera sorprendente una supuesta “involución” (?) y “disolución” (?) del Estado en el sentido de una desagregación de los poderes estatales (#51).

Aún reconociendo la existencia de condiciones favorables a un golpe de Estado, el documento señala el interés de la burguesía en combinar la violencia fascista con el ordenamiento institucional de la democracia parlamentaria y, a término, su preferencia por un gobierno socialdemócrata (lo que excluía un golpe de Estado fascista) (#52).

Sin descartar totalmente la concreción de un bloque gubernamental del Partido socialista con la izquierda burguesa con el objetivo de poner un freno a la violencia fascista, el documento afirma que dicha posibilidad será tanto más factible cuanto mayor sea la oposición del Partido comunista a esa eventualidad (#53).

Esta evaluación de la posibilidad en Italia de un gobierno socialdemócrata a corto plazo estaba históricamente sesgada. En aquellos años, la participación gubernamental de la socialdemocracia constituía una barrera de contención en un contexto de alza de la lucha revolucionaria (Alemania), mientras que en Italia el proletariado estaba claramente a la defensiva.

Ya sobre el final, las Tesis dedican un párrafo al fascismo, indicando la necesidad de combatirlo, sin ilusionarse con que su derrota sería la derrota del capitalismo (#54). S bien era cierto que la derrota del fascismo no hubiese implicado de por sí el derrocamiento de la burguesía, era muy reductor hacer del fascismo “una consecuencia ineluctable del desarrollo del régimen”, sin enmarcarlo en las vicisitudes de la lucha de clases en cuanto contrarrevolución preventiva como consecuencia de la ola revolucionaria inconclusa de la posguerra. Es por ello sorprendente que, en medio de la ofensiva fascista, las Tesis afirmen que no debe excluirse “la posibilidad (…) de una acción violenta de una parte de la burguesía” (lo que ilustra bien que, en ese momento, las perspectiva de la Dirección del PCdI estaba centrada en la hipótesis de un gobierno burgués con participación socialdemócrata).

21.- El Informe presentado por Bordiga como introducción al debate sobre la táctica en el Congreso de Roma fue una síntesis de la posiciones de la Izquierda Comunista82.

La oposición interna contra las Tesis de Roma estuvo representada por los comunistas de derecha: Bombacci, por una parte, y Gradziadei y Tasca, por otra. Todos ellos admitían el frente único con la participación de partidos políticos, aunque los dos últimos con reservas para Italia.

Por su parte, el delegado de la Internacional, Vassil Kolarov, intervino para exponer el punto de vista del CEIC, señalando la necesidad de • facilitar el reclutamiento de militantes y grupos del PSI creando grupos comunistas en el Partido socialista; • extender la política del FU haciendo participar al PSI; • extender el FU a la consigna del “gobierno obrero”; y • sostuvo que la posición del PCdI sobre el FU, al circunscribirlo al ámbito sindical, implicaba caer en una desviación de tipo sindicalista.

La respuesta de Bordiga en el Congreso a las críticas elevadas contra las Tesis de Roma83 pusieron de relieve o reiteraron: • la intención de dar a las Tesis un alcance internacional; • el rechazo de la adhesión de fracciones de otros partidos (como era el caso de la fracción “terzini” del PSI dirigida por Fabrizio Maffi), oponiéndole la adhesión individual de sus miembros; • el rechazo de todo FU político con la socialdemocracia84.

En su intervención, el argumento esgrimido por Bordiga a favor de la necesidad de un frente único de las organizaciones sindicales, excluyendo la de los partidos políticos con base obrera, sintetizaba su visión de cómo debía presentarse “necesariamente” una situación revolucionaria:

¿En qué condiciones llega el proletariado a la batalla suprema? Y la respuesta es ésta: en ese momento los sindicatos están unidos en un único bloque, y a la cabeza del movimiento revolucionario está un único partido, el Partido comunista”.

Está claro que este argumento no invalidaba en nada la pertinencia de la consigna de frente único sindical avanzada entonces por el PCdI (sin entrar aquí en los detalles relacionados con su concreción práctica, que en este caso dejaban mucho que desear), pero también está clara la visión normativa, restrictiva y de tipo economicista de la lucha revolucionaria detrás de aquella propuesta85.

Bordiga volvió a rechazar en esta ocasión la consigna de “gobierno obrero” socialdemócrata con participación comunista. Más allá de todas las críticas que pueden hacerse a las Tesis de Roma y a sus fundamentos teóricos, y más allá de sus desviaciones respecto del marxismo, el argumento esgrimido para impugnar esta consigna era pertinete y estaba en línea con la posición de Lenin frente a los gobiernos socialdemócratas [§VII-6]:

“Por sobre todo, preguntamos a nuestros oponentes si lo que se quiere es la alianza con los socialdemócratas para hacer lo que ellos saben, pueden, quieren hacer, o pedirles lo que ellos no saben, no pueden, no quieren hacer. (…) Queremos saber si se pretende che nosotros digamos a los socialdemócratas que estamos listos para colaborar con ellos incluso en el parlamento, incluso en ese gobierno que ha sido definido como obrero. Si es esto lo que se nos pidiese, si se nos pidiese que tracemos en nombre del Partido comunista un proyecto de gobierno obrero al cual deberán participar exclusivamente comunistas y socialistas, si se nos pidiese presentar ante las masas este gobierno como un “gobierno antiburgués”, si fuese esto lo que se nos pidiese, nosotros responderemos, asumiendo toda la responsabilidad de nuestra respuesta, que tal posición se opone claramente a todos los principios fundamentales del comunismo. Porque si aceptásemos esta fórmula política vendríamos a destrozar nuestra bandera en la que está escrito que no existe gobierno proletario que no esté constituido sobre la base de la victoria revolucionaria del proletariado”.

La aprobación de las Tesis de Roma lo fue por muy amplio margen (31.089 votos a favor, 4.151 por la moción crítica de Graziadei y 707 abstenciones).

22.- Las Tesis de Roma aspiraban a ser una contribución del PCdI a la táctica internacional de la Comintern y a tener una validez ilimitada en el tiempo. Pero sus elucubraciones y propuestas tácticas no hubiesen permitido ni siquiera guiar la acción de la vanguardia comunista alemana en la sucesión de eventos que ocurrieron entre octubre 1918 y marzo 1920 frente al surgir espontáneo de los consejos de obreros y soldados, a los intentos insurreccionales de grandes masas proletarias, a las milicias obreras nacidas fuera del control partidario, ni frente al Putsch de Kapp.

Bajo su aspiración a la “exhaustividad”, todos sus desarrollos iban simplemente dirigidos a contrarrestar la táctica de FU y de “gobierno obrero” de la CEIC. En cuanto a las “propuestas tácticas” que hubieran debido “cubrir” el abanico de las situaciones prospectadas teóricamente, ninguna de éstas fue analizada concretamente recurriendo a los contextos reales de los países europeos.

Redactadas a fines de 1921 con el propósito de guiar la acción de la Internacional y del PCdI, en medio de una ofensiva contrarrevolucionaria general de la burguesía italiana, las Tesis de Roma no integran la alternativa fascista como una de las opciones gubernamentales de la burguesía (opción que se concretará 10 meses más tarde con la subida de Mussolini al poder).

Por otra parte, de las deliberaciones y resoluciones del Congreso no resultó un preciso y explícito Programa de acción del Partido comunista para el próximo futuro, ni un conjunto detallado y articulado de consignas que, en medio de la guerra civil en curso, pudiesen orientar la acción de propaganda, de agitación y de organización de sus militantes y de sus organizaciones. El Congreso no suministró una orientación integral e integradora de acción en el terreno político, sindical, agrario y de autodefensa armada, lo que era la expresión tanto de las lagunas generales, conceptuales y políticas de la Dirección del Partido, como del carácter improvisado de las Tesis.86

En este mismo orden de ideas, fue altamente significativa la ausencia de un Manifiesto de Partido en dirección del proletariado italiano como broche conclusivo de su II Congreso.

23.- Antes de abandonar el análisis de las Tesis de Roma, no podemos dejar de resaltar la desmesura del papel que la Dirección del PCdI tenía el propósito de hacerles cumplir, a saber, el de un manual de táctica de los partidos comunistas que hubieran debido pertrecharlos internacionalmente frente a todas las grandes situaciones previsibles en Occidente.

Era como pretender que un Estado Mayor fuese capaz de redactar manuales que permitan prever el conjunto de situaciones en las que los cuerpos y divisiones de un Ejército pudiesen estar involucrados; y, en cada una de ellas, planificar sus respectivos movimientos.

Es muy cierto que, en condiciones históricas bien precisas, y teniendo en cuenta un conjunto de parámetros esenciales relativos a los diversos protagonistas de una guerra (recursos productivos, tecnología, armamento, logística, efectivos, condiciones geográficas, etc.), los Estados Mayores elaboran necesariamente estrategias y planes de guerra. Pero esto es algo que sólo puede hacerse en una situación dada y en sus grandes líneas generales, sabiendo bien que la situación real hará intervenir un sin número de parámetros imposibles de tener en cuenta en los planes iniciales, que no dejarán de condicionar el curso de la guerra y sus resultados, y que requerirán tácticas bélicas que deberán establecerse sobre la marcha para poder hacerles frente.

A modo de ejemplo, consideremos el caso de la revolución rusa. Durante la Revolución de 1905, Lenin escribió un libro describiendo la estrategia y la táctica bolchevique en la revolución en curso87. En esa ocasión, Lenin explicitó los objetivos programáticos, los principios y los ejes centrales de la estrategia del proletariado en la Revolución rusa. Amén de la defensa intransigente de la independencia de clase del proletariado, sus principios generales eran la lucha por la destrucción revolucionaria de todo el régimen feudal (enraizado principalmente en la agricultura) y del régimen político zarista, el que hubiera debido ser reemplazado por la República más democrática posible88. La primera debía abrir la vía al más pujante desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo89 (desarrollando así las futuras bases materiales de la sociedad socialista); la segunda al más libre desarrollo de la lucha de clases de la sociedad moderna.

Las revoluciones del Siglo XIX habían demostrado la inconsecuencia de la burguesía en la prosecución de ambos objetivos (inconsecuencia motivada por sus propios intereses políticos y sociales, y por su temor ante la emergencia de las masas proletarias en cuanto protagonistas de la lucha social), y ello era aún más significativo en el caso ruso, en presencia de un proletariado altamente concentrado en los principales centros urbanos del país. A partir de allí, Lenin pudo afirmar que las dos clases interesadas y capaces de llevar a fondo la revolución antifeudal eran el proletariado y el campesinado, por medio de la lucha insurreccional y la instauración de una República que expresase la dictadura democrática del proletariado y del campesinado revolucionario capaz de aplastar la resistencia y los intentos contrarrevolucionarios de los terratenientes, de la gran burguesía y del zarismo. Y aunque Lenin reconocía que la victoria de la revolución antifeudal no permitiría salir “inmediatamente del marco de las relaciones económico-sociales burguesas”, su victoria daría “la posibilidad de levantar a Europa; y el proletariado socialista europeo, sacudiéndose el yugo de la burguesía, nos ayudará a su vez a realizar la revolución socialista”.

A partir de esos principios generales, de esa estrategia y del análisis de la situación90, los bolcheviques pudieron establecer las consignas de agitación en el curso de la Revolución de 1905 (“consignas estrictamente conformes a los principios”, Lenin dixit): preparación de la insurrección armada; Asamblea Constituyente; realización completa del “programa mínimo” de la socialdemocracia; formación inmediata de comités campesinos revolucionarios y confiscación de las propiedades de los terratenientes.

Doce años más tarde, la segunda revolución rusa se desenvolvió en un contexto que, bajo numerosos aspectos, eran impensables en 1905. En plena guerra mundial, en febrero 19017 la movilización espontánea del proletariado de Petrogrado y Moscú, con el apoyo del campesinado bajo bandera, provocó la caída de la Monarquía zarista. En las ciudades más importantes del país el poder pasó a manos de los soviets de obreros y soldados, pero – influenciados por los mencheviques y socialistas revolucionarios – éstos lo cedieron a un gobierno provisorio enteramente controlado por la burguesía.

Si en 1905 los dos ejes centrales de la lucha de la vanguardia del proletariado habían sido la caída del zarismo y la revolución agraria antifeudal, a partir de marzo 1917 fueron la lucha contra la guerra, por el abatimiento del poder del Gobierno provisional; por que todo el poder pasase a manos de los soviets de obreros y campesinos; por la revolución agraria; por “el pan” y el control obrero de las empresas para hacer frente a una gravísima situación económica y social. De Abril a Octubre 1917, la acción de los bolcheviques se dio en un marco y en medio de una dinámica de fuerzas sociales y políticas imprevisibles e imprevistas en los años precedentes. Fue recién con las Tesis de Abril de Lenin, las que provocaron una enorme conmoción en el Partido bolchevique, que éste logró integrar los nuevos parámetros históricos en su estrategia y táctica y, en los meses siguientes, adaptar su línea de acción a los vaivenes de una situación extremadamente cambiante91.

Es verdad que sin la caracterización de la naturaleza social de la Revolución rusa y sin la perspectiva internacional de la estrategia de la vanguardia socialista, ya presentes en 1905, no hubiera sido posible la victoria de Octubre 1917. Pero sería absurdo pensar que el Partido bolchevique hubiese podido prever por anticipado un “abanico” de tácticas capaz de cubrir todas las situaciones encontradas durante 1917, y llevarlo a la victoria.

El establecimiento de programas, de estrategias y de tácticas “estrictamente conformes a los principios”92 requiere sí una teoría revolucionaria, una experiencia histórica, y también – y esto es esencial – un evaluación precisa de la situación (tanto histórica como contingente). El contexto de 1917-1923 era inimaginable para las vanguardias obreras de la I y de la II Internacional no degenerada. Y ello es tanto más cierto hoy en día cuanto que, tras largos decenios de contrarrevolución y de profundas transformaciones políticas y sociales a escala mundial, es casi imposible vislumbrar los marcos precisos en que se dará la reanudación de un futuro auge revolucionario de la clase obrera.

24.- Las Tesis de Roma fueron rudamente criticadas por el CEIC. En una carta de marzo 1922, redactada por Radek93, el Ejecutivo les recriminó principalmente: • no haber precisado los objetivos inmediatos de lucha del proletariado italiano; • estar en contradicción con las Tesis de III Congreso de la Internacional; • no hacer suya la consigna de la “conquista de la mayoría del proletariado”; • el rechazo de todo FU entre partidos políticos; y • caer en una desviación sindicalista al hacer de los sindicatos el único terreno del FU.

El párrafo 5° de la Carta está centrado en la reivindicación y justificación para Italia de la consigna del “gobierno obrero” promovido por el CEIC y las Tesis del I Ejecutivo Ampliado.

“El frente único obrero en Italia es actualmente más importante que nunca. Los partidos burgueses se muestran cada vez menos capaces de establecer un régimen sólido. El Gobierno atraviesa una crisis permanente. El Partido socialista no tiene ni el coraje de romper con la burguesía y de entablar una lucha abierta contra el Gobierno, ni la audacia de participar abiertamente en este último. En esta situación, el Partido comunista no puede limitarse a lanzar la consigna del “gobierno de los consejos”, ni de denunciar ante las masas al Partido socialista italiano que rehúsa luchar por un gobierno de los consejos. El Partido comunista debe declarar ante las masas: vosotros teméis la lucha por la dictadura, deseáis permanecer en el terreno democrático; pues bien, este terreno no alcanzará ni siquiera para satisfacer las exigencias mínimas de la clase obrera. Estaréis obligados a emprender la lucha que es necesaria para instaurar la dictadura proletaria [¡sic!, ndr]. Pero ved el desorden, el caos completo que reinan en Italia, del cual sois la víctima principal. Si queréis perseverar en el método de la lucha democrática, ¿porqué no utilizar los medios que os da la democracia para intentar por lo menos salir de la anarquía?

“Nosotros lanzamos un llamamiento al Partido (comunista) italiano y le pedimos luchar por la disolución del Parlamento con el propósito de instaurar un gobierno obrero. Los comunistas deben declarar estar listos para formar un bloque con el Partido socialdemócrata para establecer un programa mínimo con las condiciones que deben ser realizadas por este gobierno obrero, y deben declarar estar listos para sostener a este gobierno mientras represente los intereses de la clase obrera. Si el PSI estará de acuerdo, comenzarán la lucha que no se desarrollará únicamente en el terreno parlamentario: de esta manera responderemos a la acusación de que la consigna del gobierno obrero es en el fondo sólo un pretexto para combinaciones meramente parlamentarias. Si el PSI rechaza nuestra propuesta, las masas se darán cuenta que les habíamos indicado un desemboque preciso, mientras que el Partido socialista no sabe lo que quiere. Todos los temores de los camaradas de izquierda de que con esta táctica podríamos borrar las distinciones entre comunistas y partidarios de Serrati son simplemente ridículas”.

Los párrafos precedentes son un florilegio del confusionismo que rodeaba toda la campaña de Moscú a favor del “gobierno obrero”. En Italia, la situación era entonces de ofensiva generalizada en el terreno económico, político y armado contra la clase obrera. Las sucesivas crisis gubernamentales eran la expresión de la dificultad que tenía la burguesía italiana de elegir entre las posibles alternativas de gobierno: un bloque de partidos burgueses tradicionales, una alianza entre la derecha parlamentaria y el fascismo, o una coalición entre partidos burgueses y la derecha socialista de Turati. El “caos” social no era otra cosa que la expresión de la lucha de clases abierta (de “guerra guerregiata”). El Partido socialista tenía como horizonte el retorno a la “normalidad democrática” (de allí su firma del Pacto de Pacificación con el fascismo). Y en lugar de llamar al proletariado a la preparación y profundización de la lucha en el terreno mismo impuesto por el adversario, el “desemboque preciso” para “salir de la anarquía” propuesto por el CEIC era “utilizar los medios que da la democracia” y obrar para llevar al PSI al poder, siempre y cuando éste se comprometiese a “representar los intereses de la clase obrera”.

Levantar la consigna de “salir de la anarquía” provocada por la lucha de clases por los medios parlamentarios y gracias a un gobierno socialista era tan ilusorio como pedirle peras al olmo, y llevaría a un confusionismo y a una crisis en las filas comunistas y en las de sus simpatizantes, y a consolidar en el proletariado influenciado por la socialdemocracia la obra derrotista de esta última.

La posición defendida por el CEIC iba en el sentido de la política de Serrati. El hecho de que en este último existiese una real duplicidad por su colusión con el reformismo de Turati, mientras que en el Ejecutivo de la Internacional existía una verdadera voluntad revolucionaria, no hubiese cambiado para nada el resultado de querer recurrir a los resortes parlamentarios y a fuerzas no revolucionarias para reforzar las posiciones del proletariado en medio de una guerra civil. Que el CEIC haya añadido que el combate por la disolución del Parlamento y la formación del “gobierno obrero” implicaría el recurso a métodos extra parlamentarios no alteraba en absoluto los términos del problema, e incluso los empeoraba, pues entonces se trataría de conciliar la lucha de masas en su propio terreno, y con los métodos que le eran propios, con la acción saboteadora de la socialdemocracia y del parlamentarismo, quienes habían esterilizado el potencial de las luchas durante el Bienio Rojo.

Las posiciones enfrentadas de ambos Ejecutivos eran claramente irreconciliables, tanto en sus planteamientos como en sus consecuencias prácticas. La situación era tanto más complicada e inextricable cuanto que las críticas más que justificadas de la Izquierda fueron hechas a partir de una visión deformada y esquemática de la función del Partido en la lucha de clases. El clash entre ambos centros políticos era inevitable, y la primacía de la centralización internacional terminará por provocar en 1923 el relevo en la Dirección del PCdI con la imposición de Gramsci y de sus partidarios, lo que estuvo facilitado por la detención de Bordiga por el régimen fascista.

25.- tesis sobre el partido comunista y los sindicatos94. Las Tesis sobre la acción del Partido comunista en las luchas económicas fueron redactadas por Antonio Gramsci y Angelo Tasca (ambos de tradición ordinovista)95. El objetivo de estas Tesis era concretar en Italia las orientaciones generales de las tesis sindicales del III Congreso de la Internacional.

No nos detendremos en analizar la introducción teórica del documento (#1-#3), de una gran confusión conceptual y alejada del marxismo (donde se concibe al sindicalismo como expresión de una supuesta “lucha del proletariado por la conquista de la autonomía industrial”, y a la organización sindical como “embrión de un Estado obrero dentro del Estado burgués”), aunque señala lúcidamente los intentos del Estado burgués por corromper e integrar a las organizaciones sindicales en las redes estatales. Seguidamente, el documento describe bien el proceso de burocratización de las estructuras sindicales contrarrevolucionarias, paralelo a la constitución de una aristocracia obrera96.

No nos detendremos tampoco en los confusos párrafos iniciales (#6-#7) sobre las relaciones entre el Partido comunista y los sindicatos, ajenos a la clásica impostación marxista de la cuestión. La actividad comunista dentro de los sindicatos está, en líneas muy generales, correctamente definida (#8)97. Sin embargo, el acento puesto en la propaganda por el control de la producción, en un momento en que éste no era en Italia un tema al orden del día, fue el reflejo de la concepción ordinovista sobre la razón de ser de los consejos de fábrica.

El documento continúa tratando el problema de la unidad sindical italiana (#9-#11), presentada ya no como un factor favorable, sino abusivamente como “la condición previa para una acción simultánea [del conjunto del la clase obrera y campesina]”, y como “el único (!) instrumento capaz aún de ser adoptado con éxito en el terreno de la resistencia corporativa” contra “la ofensiva industrial contra los horarios y los salarios, y la ofensiva militar de las bandas blancas”. Para ello, se identifica a la CGdL, controlada por el reformismo, como “la base para la unidad organizativa de la clase obrera italiana”.

Tras insistir en la necesidad de lograr la adhesión de la CGdL y de las otras grandes organizaciones sindicales a la Internacional Sindical Roja, las Tesis abordan la lucha contra la ofensiva burguesa.

La descripción de la situación de la lucha de clases en Italia que llevó a la ofensiva generalizada de la burguesía desde fines de 1920 es lúcida y eficaz (#15-16). Las Tesis pasan luego a explicitar la táctica del frente único sindical, como también la actitud del partido ante la Alleanza del Lavoro recién fundada, en la cual el Partido veía “un primer paso en la vía de la acción de las masas” (#17-#18). Tras precisar los objetivos específicos de los comunistas en las distintas organizaciones sindicales (unificación sindical y adhesión a la ISR) (#19), las Tesis detallan la visión que la Dirección del PCdI tenía de la Alleanza del Lavoro y de sus posibles desarrollos (#20-#22)98.

Los párrafos siguientes ponen el acento en la lucha contra la burocracia y por la democracia sindicales (#23-24) 99.

Las Tesis fueron completadas con la adopción de una moción que reivindicaba el derecho de representación para las minorías comunistas en todos los organismos sindicales, tanto deliberativos como ejecutivos, e incluso en los consejos de fábrica.

Un largo capítulo está consagrado al “control obrero” (#25-#26), claramente inspirado en la visión ordinovista de los consejos de fábrica como vectores organizativos de la “autonomía industrial” de la clase trabajadora100.

En realidad, los consejos de fábrica (y los comités de base en las empresas) pueden surgir por múltiples razones. Hoy en día nacen espontáneamente en numerosos países como resultado de la necesidad de organización de defensa de los trabajadores fuera de (y contra) las estructuras sindicales burocratizadas, mafiosas y vendidas a la patronal. En la primera posguerra, además de organizarse en los lugares de trabajo para defenderse contra los patronos (y cortocircuitar al mismo tiempo la pasividad y sabotaje del reformismo), en un momento en que la economía estaba desorganizada y en presencia de despidos masivos, el control obrero de la producción aparecía a los trabajadores como uno de los ejes de la autodefensa de clase (este fue el caso en Rusia, como también en Alemania, donde la cuestión concernía igualmente a los trabajadores despedidos). En cuanto organizaciones abiertas a la iniciativa de las masas, los consejos de fábrica podían volverse el vector organizativo de las masas para la conquista del poder. Después de la conquista del poder, los consejos de fábrica se volvieron en Rusia, junto a los sindicatos, y gracias a la acción del Partido bolchevique, correas de transmisión de la organización industrial y de la política económica del Estado proletario101.

Las Tesis se detienen largamente sobre el problema del paro (#27-#31). Tras una introducción general sobre la ineluctabilidad del ejército industrial de reserva bajo el capitalismo, potenciada al máximo en ese momento por la aguda crisis económica internacional, el documento afirma la impotencia de la clásica acción sindical ante esta cuestión que sólo puede encontrar una solución definitiva con la revolución proletaria. De donde se deducía la necesidad para los sindicatos de romper con el accionar meramente asistencial y parlamentario del reformismo, e integrar a los trabajadores desocupados en la lucha general contra el capitalismo.

Luego de afirmar que la burguesía no podría nunca aceptar la reivindicación comunista del salario integral a los desocupados, las Tesis terminan sosteniendo que lo esencial para la acción sindical es la lucha por la defensa material de los desocupados, independientemente de los resultados concretos (monto de los subsidios) obtenidos.

26.- Las tesis sobre la cuestión agraria. La cuestión agraria era particularmente candente en Italia, país en gran parte agrícola, ya que en 1920 la población activa en la agricultura representaba el 56% del total. Las Tesis sobre la Cuestión Agraria102 retomaron las conclusiones del trabajo de Bordiga de 1921103 y estaban en total diapasón con las Tesis del II Congreso de la Internacional [§V-10].

Las Tesis del Partido italiano no fueron más allá de consideraciones generales programáticas y de principio, sin referirse explícitamente a la situación de la lucha de clases en las distintas regiones agrícolas de Italia, arrasadas por la primera ola de la ofensiva fascista de 1920-1921, muy particularmente (pero no exclusivamente) en el Valle del Pó, donde fueron masivamente destruidas sus cooperativas de producción y de consumo, sus Camere del Lavoro y sus sedes sindicales. Es además notable que toda referencia al trabajo realizado en dirección del campesinado estará ausente del “Proyecto de programa de acción del PCdI” presentado al IV Congreso de la Internacional (noviembre 1922).


Notas

1 Los representantes del KAPD que participaron en el III Congreso expresaron sus desacuerdos con las Tesis y Resoluciones votadas en el II y III Congreso (en particular sobre las 21 Condiciones de Adhesión, las Tesis sobre el parlamentarismo y la cuestión sindical). Sus diferencias con la Internacional no eran sólo de táctica, sino de principios. El KAPD tenía como objetivo la constitución de una oposición internacional dentro de la Comintern basada en sus propias posiciones [§IV-26]. Al constatar la imposibilidad de hacerlo, la ruptura se volvió inevitable. [Cf. “La Gauche allemande”, La Vieille Taupe, Paris, 1973, pp.79-85] y Philippe Bourrinet, “La Gauche communiste germano-hollandaise, des origines à 19681”. [https://bataillesocialiste.files.wordpress.com/2015/01/gch-bourrinet-rev-2sansremerciements.pdf, pp.171-176]

2 Leví cuestionó la centralización internacional del movimiento comunista y la existencia misma de la Internacional Sindical Roja; sostuvo la necesidad de bajar los decibeles de la critica a la socialdemocracia; objetó toda actitud hacia ella que pudiese generar la división en las filas del proletariado; y defendió la necesidad de la transformación de los partidos comunistas en “partidos de masas”.

3 En una situación considerada como no inmediatamente revolucionaria, esta consigna estaba en flagrante contradicción con las Tesis de la IC sobre la formación de los soviets [§IV-22, nota 285].

4 Cf. Aldo Agosti, “La Terza Internazionale, Storia documentaria”, vol.I, tomo 2, pp.505-511.

5 Pierre Broué, “Révolution en Allemagne (1917-1923)”, 1971, Les Éditions de Minuit, §XXVIII. [https://www.marxists.org/francais/broue/works/1971/00/broue_all.htm]

6 Ibidem, §XXVIII, p.554.

7 Ibidem, p.557.

8 Ibidem, §XXXIII, pp.626-627.

9 Ibidem, p.621.

10 Ibidem.

11 Ibidem, pp.621-622.

12 Ibidem, p.623.

13 Ibidem, p.624.

14 Ibidem, p.625. A esta posición le viene como anillo al dedo la caracterización psicológica y política del oportunismo hecha por Trotsky en su libro “1905”: «Se considerará quizá como una paradoja considerar que lo que caracteriza al oportunismo es que no sabe esperar. Y sin embargo es así. En los períodos en que las fuerzas sociales aliadas y adversarias, por su antagonismo como por sus interacciones, dan lugar a una calma chicha; cuando el trabajo molecular del desarrollo económico, reforzando aún más las contradicciones, en lugar de romper el equilibrio político parece más bien reforzarlo provisoriamente y asegurarle una especie de perennidad, el oportunismo, devorado por la impaciencia, busca a su alrededor “nuevas” vías, “nuevos” medios de acción. Se consume en quejas acerca de la insuficiencia y la incertidumbre de sus propias fuerzas, y busca “aliados”. Se zambulle con avidez en el estiércol del liberalismo [y, podemos añadir, de la socialdemocracia, ndr.]. Lo invoca. Lo llama. Inventa para uso del liberalismo fórmulas especiales de acción. Pero el estiércol no exhala más que el olor de descomposición política. El oportunismo picotea entonces en el estiércol algunas perlas de democracia. Tiene necesidad de aliados. Corre a diestra y siniestra, y en todas las encrucijadas trata de retenerlos por la manga».

15Per la difesa e la riscossa proletaria contro l’offensiva borghese” [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/riscossa_proletaria.htm]

16 La CGdL, la Unión Sindical Italiana y el Sindicato ferroviario italiano. Curiosamente, el llamamiento no fue dirigido a la UIL (s-r intervencionista) ni a los sindicatos católicos.

17 “Il fronte unico”, Il Comunista, 28-10-1921. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/fronte_unico.htm]

18 “Una vez más los comunistas están convencidos de que mostrando a las masas que el objetivo es único y que única debe ser la táctica para poder hacer frente a la amenaza de reducción de los salarios, a la desocupación y a todas las otras manifestaciones de ofensiva antiobrera, se facilitará la tarea de demostrar que el proletariado debe tener un programa único de ofensiva revolucionaria contra el régimen capitalista, y que este programa es el que ha trazado la Internacional Comunista: a saber, la lucha dirigida por el partido político de clase contra el Estado burgués, por la dictadura del proletariado. Del «frente único» del proletariado organizado sindicalmente contra la ofensiva burguesa surgirá el frente único del proletariado sobre el programa político del Partido comunista (…). La unidad sindical y el frente único proletario contra la ofensiva actual de la burguesía son etapas que deberá recorrer el proletariado para entrenarse en la lucha, conforme a las lecciones de la historia, sobre la vía trazada por la vanguardia comunista. (…) Es un burdo error confundir la fórmula de la unificación sindical y del frente único con la de un bloque de partidos obreros, o (…) imaginar que implican una tregua por parte de los comunistas en su polémica contra los socialdemócratas y en su crítica de todo método de acción que haga perder al proletariado la clara visión del proceso revolucionario”. [Ibidem]

19 “Nosotros consideramos que el método maximalista consiste en trazar con absoluta intransigencia un programa completo y una precisa línea de acción; y estamos seguros de que el proletariado responderá a esta invitación poniéndose entusiasta y unánime a disposición del Partido” [§IV-6].

20 Esta última debilidad en el planteamiento inicial del frente único sindical será corregida ulteriormente. Tras la constitución tardía de la Alleanza del Lavoro en febrero 1922, el PCdI reclamará que el Comité Nacional de la Alleanza tenga una representación proporcional de las distintas corrientes sindicales, y promocionará activamente la formación de las articulaciones locales de la Alianza a través de las Camere del Lavoro.

21 https://www.marxists.org/francais/bordiga/works/1921/12/marseille.htm

22 Ese postulado será una vez más afirmado en su artículo “La tattica dell’Internazionale Comunista”: “Desde el momento en que nuestras construcciones tácticas se basan en el método marxista, consideramos como definitivamente aceptada la tesis según la cual la agitación y la preparación revolucionaria comunista se realiza sobre todo en el terreno de las luchas del proletariado por las reivindicaciones económicas”. [Il Comunista, 22-1-1922]

23 https://marxistarkiv.se/espanol/komintern/frente_proletario.pdf

24 Esa ofensiva se daba en una situación de crisis económica generalizada. En 1921, en Francia la producción industrial cayó un 12%, en los USA un 22% y en Inglaterra un 31%. La desocupación entre los obreros sindicalizados en Inglaterra aumentó del 6,9% al 17%, en Suecia del 20,1% al 28,3%, en Noruega del 11,7% al 23,4%. [H.A.Winkler, La Repubblica di Weimar (1918-1933), Donzelli Editore, p.157]. Alemania constituyó un caso aparte, pues en ese momento gozó de una coyuntura económica favorable resultante de la devaluación del marco.

25 “En la situación actual del movimiento obrero, toda acción seria, aún cuando tenga su punto de partida en reivindicaciones parciales, llevará fatalmente a las masas a plantear los problemas fundamentales de la revolución. La vanguardia comunista ganará con la experiencia el apoyo de nuevos sectores obreros que se convencerán por sí mismos de la inutilidad de las ilusiones reformistas y de los efectos deplorables de la política de conciliación”.

26 “En Alemania, el Partido comunista, en la última sesión de su Consejo Nacional, se pronunció por la unidad del Frente Proletario y reconoció la posibilidad de apoyar un “gobierno obrero unitario” que estaría dispuesto a combatir seriamente el poder capitalista. El Ejecutivo de la Internacional Comunista aprueba sin reserva esta decisión, persuadido de que el Partido comunista alemán, salvaguardando su independencia política, podrá de ese modo penetrar en sectores más vastos del proletariado y fortalecer allí la influencia comunista. (…) Perseverando en esta actitud, el Partido alemán no tardará en ganar para sí a todos los elementos anarquistas y sindicalistas que han permanecido hasta ahora al margen de la lucha de masas”.

27 Ulteriormente, en las “Tesis sobre la cuestión de las indemnizaciones” de guerra impuestas a Alemania, el CEIC fijó el programa de ese “gobierno obrero anticapitalista” digno de ser apoyado: la transferencia de la carga de las indemnizaciones de las espaldas de la clase obrera (vía las retenciones salariales) a la de la burguesía (con la confiscación de bonos, acciones, cuentas bancarias, propiedades industriales y comerciales), el control de la industria cartelizada, la confiscación parcial de las grandes fortunas, el control obrero de la producción, todas ellas reivindicaciones transitorias que, al suscitar la resistencia de la burguesía, eran consideradas como susceptibles de provocar la transformación de “la lucha por reivindicaciones parciales (…) en la lucha por el poder”. Estas “Tesis sobre las indemnizaciones” iban más allá, y afirmaban que “El problema de saber si en Alemania los comunistas debían o no entrar en un gobierno obrero no era una cuestión de principio, sino de oportunidad”, y dependería de “la fuerza que la clase obrera tuviese en el momento de la asunción del gobierno y, respectivamente, de la posibilidad que se tendría de aumentar inmediatamente esta fuerza”, y luego añadía que la lucha debería ser dirigida por un frente único, sin distinción de partido, y que “los comunistas no deberán negar a los obreros cristianos organizados una representación en el gobierno obrero”. [Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, vol. IV, Edizioni Il Programma Comunista, 1997, p.251].

La expectativa puesta en la táctica de apoyo o participación de los comunistas en un gobierno de corte parlamentario – no resultante de una insurrección victoriosa y no basado en los consejos obreros (soviets) – junto a representantes de partidos socialdemócratas, estaba basada en la esperanza de vencer al clásico reformismo socialdemócrata apoyándose en las movilizaciones de masas por objetivos que, sin salirse del marco de la sociedad capitalista ni del Orden institucional burgués, eran compartidas por las más amplias masas trabajadoras. Se aspiraba así a crear una situación que, según sus promotores, por su propia dinámica, implicaría mecánicamente la radicalización de la lucha de clases. El CEIC inventaba de esta manera la posibilidad de una revolución con una etapa intermedia: entre la dictadura de la burguesía y la conquista revolucionaria del poder por parte del proletariado podría existir una etapa en la cual, sin destrucción del Estado capitalista, con un “gobierno obrero” socialdemócrata en el poder, con o sin participación comunista, ésta etapa ya no representaría a la dictadura de la burguesía, pero todavía no sería la del proletariado. La consigna de un “gobierno obrero” socialdemócrata – con una eventual participación comunista – que resultase de la lucha del frente único para imponer las consignas transitorias, hipotéticamente aceptadas por los partidos socialistas, era la consecuencia en el plano político del planteamiento inicial del frente único del CEIC, ya que la lucha por los objetivos transitorios no podía más que resolverse en el terreno político, y su auge pondría inmancablemente al orden del día el problema del poder. El CEIC será coherente con este planteo al fijar como meta un gobierno ejercido por los aliados políticos de ese frente único. Observemos que si bien la consigna del frente único promovido por las Tesis estaba justificada por la necesidad de generar las condiciones favorables para la defensa de las masas contra una ofensiva capitalista de gran amplitud, la consigna del “gobierno obrero” estaba esgrimida con la perspectiva de la lucha por la conquista del poder. De enemigo a desenmascarar en el combate contra la ofensiva burguesa, la socialdemocracia se volvía un aliado en el camino de la victoria revolucionaria.

28 Será la Internacional ya estalinizada, con la adopción en 1935 de la táctica de los Frentes Populares, quien hará propio el objetivo programático de la defensa de la democracia parlamentaria.

29 https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1922/03-1922.htm

30 El sindicalismo revolucionario alimentaba las tendencias y prejuicios contra la política y los partidos, a pesar de ser él mismo una tendencia política basada en los sindicatos.

31 “El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista cree útil recordar a todos los partidos hermanos las experiencias de los bolcheviques rusos (…). Durante los quince años transcurridos entre el surgimiento del bolchevismo y su victoria (1903-1917), éste nunca dejó de combatir a los reformistas o, lo que es lo mismo, al menchevismo. Pero durante ese mismo lapso los bolcheviques suscribieron acuerdos en varias oportunidades con los mencheviques. La primera escisión formal tuvo lugar en la primavera de 1905. Pero bajo la influencia irresistible de un movimiento obrero de vasta envergadura, los bolcheviques formaron ese mismo año un frente común con los mencheviques. La segunda escisión formal se produjo en enero de 1912. Pero desde 1905 hasta 1912, la escisión alternó con uniones y acuerdos temporarios (en 1906, 1907 y 1910). Uniones y acuerdos que no se produjeron solamente luego de las peripecias de la lucha entre fracciones, sino sobre todo bajo la presión de las grandes masas obreras iniciadas en la vida política y que querían comprobar por sí mismas si los caminos del menchevismo se apartaban realmente de la revolución”.

32 “[La] reunificación [entre bolcheviques y mencheviques] se decide formalmente [en el Congreso de Estocolmo de abril 1906]: 62 delegados mencheviques que representan a 34.000 militantes y 46 bolcheviques en representación de otros 14.000 deciden reconstruir el partido en cuyo seno admiten al Bund y a los partidos socialdemócratas letón y polaco. El comité central elegido comprende dos polacos, un letón, siete mencheviques y tres bolcheviques: Krasin, Rikov y Desnitsky. Veintiséis delegados de la antigua fracción bolchevique, entre los que se cuenta Lenin, declaran que, a pesar de sus divergencias con la mayoría del Congreso, se oponen a cualquier escisión y que continuarán defendiendo sus puntos de vista con el fin de imponerlos dentro del partido. Posteriormente, la fracción bolchevique será dirigida por un “centro” clandestino respecto al partido.” [Pierre Broué, “El Partido bolchevique”; https://www.marxists.org/espanol/broue/1962/partido_bolchevique.htm]

33 Según las Tesis, “Poco tiempo antes de la guerra imperialista, el nuevo movimiento revolucionario que siguió a la huelga del Lena originó en las masas proletarias una poderosa aspiración a la unidad que los dirigentes del menchevismo se dedicaron a explotar en su provecho, como lo hacen actualmente los líderes de las Internacionales “socialistas” y los de la Internacional de Ámsterdam. En esa época, los bolcheviques no se negaron a constituir el frente único. Lejos de ello, para contrarrestar las maniobras diplomáticas de los jefes mencheviques, [los bolcheviques] adoptaron la consigna de la «unidad en la base», es decir, la unidad de las masas obreras en la acción revolucionaria práctica contra la burguesía [subrayado nuestro, ndr.]. La experiencia demostró que esa era la única táctica verdadera. Modificada según la época y los lugares, esta táctica ganó para el comunismo a la inmensa mayoría de los mejores elementos proletarios mencheviques.”

34 “Anciens buts, nouvelles voies”, Bulletin Communiste, 2-7/2/1921. [https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb34429127h/date&rk=321890;0]

35 Nota a Zinóviev del 1-12-1921.

36 Jane Degras, “Storia dell’Internazionale Comunusta”, vol.I (1919-1922), Feltrinelli Editore, 1975, pp.320-322.

37 Agosti, op.cit., pp.519-520.

38 La Conferencia de Washington (12-11-1921 al 6-2-1922) giraba en torno del desarme naval, y del Extremo Oriente y del Pacífico, cuestiones que eran candentes para las potencias imperialistas.

39 “Pour l’unité du front prolétarien”, Bulletin communiste, 12-1-1922.

40 “Anciens buts, nouvelles voies”, Bulletin Communiste, 2-7/2/1921. En sus notas sobre el frente único, Trotsky también ponía en guardia contra este peligro particularmente (pero no exclusivamente) presente en el Partido comunista francés.

41 Ibidem.

42 “La tattica dell’Internazionale Comunista”, Il Comunista, 11, 15, 17, 22 y 29 de enero de 1922. http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/la_tattica_dell_internazionale_comunista.htm

El CE también redactó un documento (muy probablemente debido a la pluma de Bordiga), “Riassunto del punto di vista del Partito Comunista d’Italia sulla tattica de l’IC nel periodo attuale, da servire di norma alla delegazione nella riunione del CE Internazionale Allargato a Mosca” [en Maffi, op.cit., pp. 294-303].

43 “En conclusión, y para expresar nuestro punto de vista sin restricciones, afirmamos que los comunistas deben excluir cualquier política de coalición, incluso en los momentos de acciones contingentes, contando sólo con las fuerzas que se mueven en el camino de su programa preciso de concretización revolucionaria” [“La Confederazione del Lavoro e il Partito socialista”, Il Soviet, 11-5-1919]. “Las alianzas transitorias facilitan la superación de un período en detrimento de la posibilidad de enfrentar el período sucesivo, en el que la alianza necesariamente tendrá que romperse como consecuencia de las divergencias programáticas iniciales. Y esta será, en toda ocasión, una condición negativa para el movimiento en su conjunto” [“Il programma comunista e le altre tendenze proletarie”, Il Soviet, 10-8-1919].

44 Lo que constituía implícitamente una autocrítica de la manera que la ICI misma había siempre planteado el problema de la “intransigencia”.

45 La delegación italiana estuvo constituida por Umberto Terracini, Riccardo Roberto y Ersiglio Ambrogini.

46 http://archive.org/stream/compterendudelac00comm#page/60/mode/2up

47 El discurso de Terracini fue elocuente de la falta de unidad conceptual en la Dirección colegiada del Partido italiano acerca de los términos precisos de la discusión con la Internacional. Esto era tanto más sorprendente cuanto que ya en ese momento estaban redactadas las Tesis sobre la Táctica que el Ejecutivo del PCdI presentará en el II Congreso del Partido en marzo 1922, y cuyos relatores (y redactores) fueron Bordiga y el mismo Terracini. La argumentación de Terracini contra las Tesis sobre el frente único difiere parcialmente de la de Bordiga (y en algunos aspectos se contrapone a esta última).

48 La intervención de Roberto fue extremadamente confusa, deshilvanada, incoherente, y atribuyó a Zinóviev argumentos e intenciones que no se condecían ni con las Tesis ni con su discurso de introducción. Por esta razón la dejamos de lado.

49 “Para llegar a participar en una acción común, sería necesario que los socialdemócratas abandonen algo de su programa, o que los comunistas renuncien al suyo”.

50 “El Partido comunista (…) constituye una oposición contra toda potencia burguesa. Esta es una de las razones por la cual rechazamos el frente único en el terreno parlamentario. Desde la Carta abierta de los camaradas alemanes hasta la propuesta de formar un gobierno con los Mayoritarios y los Independientes, siempre se han visto oponer un rechazo. Esto demuestra claramente qué destino tendrá toda propuesta de esta naturaleza. Los camaradas de Sajonia y de Turingia no podrán desmentirme aquí. Los camaradas suecos no podrán tampoco probar que el apoyo dado al gobierno de Branting haya aportado ventajas a la causa general del proletariado”. Estos tres últimos argumentos estaban en línea con los de Bordiga.

51 Mientras que, en un inicio, la táctica del FU fue planteada como una necesidad de la defensa obrera contra la ofensiva de la burguesía, 17 meses más tarde el CEIC y el KPD prepararán el asalto al poder llevando la táctica del FU hasta el extremo de concretar la entrada de ministros comunistas en un gobierno de “unidad obrera” junto a la socialdemocracia “de izquierda”.

52 «Toda la filosofía del camarada Terracini se reduce a lo siguiente: ¡con D’Aragona sí, con Turati no! Ustedes admiten una conferencia con la participación de los dirigentes sindicales, pero las tendencias políticas dentro de los sindicatos estarán tomadas en cuenta. (…) Esta distinción entre el terreno sindical y el terreno político es absolutamente insostenible”.

53 “Si los comunistas tienen 5 votos, y si depende de ellos que haya un gobierno obrero (que aunque sea de color socialdemócrata es, sin embargo, un gobierno obrero) o un gobierno burgués, y si los comunistas se pronuncian por un gobierno burgués, ¿qué invocaremos en defensa nuestra delante de los obreros sin partido? (…) [Las] masas están dispersas en las fábricas y en las explotaciones, y algunas porciones de ellas están organizadas en otros partidos políticos. La masa tiene confianza en sus dirigentes semiburgueses. Y no debemos golpear a la masa obrera en la cabeza pronunciándonos, ante la alternativa de un gobierno obrero o uno burgués, por este último. Si hubiésemos aplicado semejante política en Sajonia y en Turingia las masas nos habrían abandonado, y habrían tenido razón en hacerlo.”

54 “Y para que en realidad toda la clase, las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen a ocupar semejante posición [de neutralidad benévola o de apoyo directo a la vanguardia comunista] son insuficientes la propaganda y la agitación solas. Para ello es necesaria la propia experiencia política de estas masas. Tal es la ley fundamental de todas las grandes revoluciones, confirmada hoy, con una fuerza y un relieve sorprendentes, no sólo en Rusia, sino también en Alemania. No sólo las masas incultas de Rusia, frecuentemente analfabetas, sino también las masas muy cultas, sin analfabetos, de Alemania, necesitaron experimentar en su propio pellejo toda la impotencia, toda la falta de carácter, toda la debilidad, todo el servilismo ante la burguesía, toda la infamia del gobierno de los caballeros de la II Internacional, toda la ineluctabilidad de la dictadura de los ultra reaccionarios (Kornilov en Rusia; von Kapp y compañía en Alemania) como única alternativa frente a la dictadura del proletariado, para orientarse decididamente hacia el comunismo”. [Lenin, «El “extremismo”, enfermedad infantil del comunismo»].

55 “Nosotros no podremos separar a las masas de los partidos liberales mientras estos partidos no tengan la ocasión de comprometerse en la práctica, tomando las riendas del poder y mostrando así toda su impotencia [por consiguiente, para lograrlo, no basta con la sola propaganda y el proselitismo del partido de clase, ndr.]. Del mismo modo que en 1848, nosotros permanecemos siempre la oposición del futuro y tenemos necesidad de tener en el poder al más avanzado de esos partidos actuales para poder volvernos frente a él la oposición del presente. La estagnación política, es decir, la lucha actual, inútil y sin sentido de los partidos oficiales, no puede favorecernos mucho tiempo. Es muy distinto el caso de la lucha (…) de esos mismos partidos en el contexto de un desplazamiento constante del centro de gravedad hacia la izquierda. Es lo que ocurre en Francia en este momento, donde la lucha política, como siempre, asume las formas clásicas. Los gobiernos sucesivos evolucionan cada vez más hacia la izquierda (…) y, lo que importa aún más, el campo de batalla queda cada vez más desbrozado para el combate decisivo.” (Carta de Engels a Bebel, 6-6-1884).

Substituyendo “partidos liberales” por “partidos socialdemócratas”, “democracia pura” por “socialdemocracia”, se tiene la posición defendida por Lenin en 1920. Pero Engels no hacía de esta eventualidad la única posible, ya que la situación revolucionaria podía presentarse en otros contextos (tal como lo afirma en su carta a Bebel del 11-12-1884): “Es evidente que en Alemania [la democracia pura] juega un papel mucho más secundario que en los países con un desarrollo industrial más precoz. Lo que no le impidirá adquirir una importancia pasajera en el momento de la revolución, bajo la forma de un partido burgués más avanzado (…) [quien] se volverá la última tabla de salvación de todo el régimen burgués e incluso feudal. (…) Esto ocurrió siempre en cada revolución: el partido más moderado que de una u otra manera sigue siendo capaz de gobernar llega al poder junto con los demás precisamente porque sólo en este partido ven los derrotados su última posibilidad de salvación. (…) Toda la burguesía y los restos de la clase feudal terrateniente, una parte de la pequeña burguesía y de la población rural se reagruparán entonces en torno del partido burgués más radical que se presentará como partido revolucionario (…). Por supuesto que la cosa puede tomar ahora un giro distinto en Alemania, y ello por razones militares. (…) Sea como fuere, nuestro único adversario el día de la crisis y el siguiente, será toda la reacción colectiva, la que se agrupará en torno a la democracia pura, y creo que esto no debe perderse de vista”. La situación prevista por Engels se dio en Alemania en 1918-1919.

56 “Antes de la caída del zarismo, los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon frecuentemente la ayuda de los liberales burgueses, es decir, contrajeron con ellos innumerables compromisos prácticos, y en 1901-1902, aún antes del nacimiento del bolchevismo, la antigua redacción de «Iskra» (en la que estábamos Plejánov, Axelrod, Sasúlich, Mártov, Pótresov y yo) concertó (no por mucho tiempo, es verdad) una alianza política formal con Struve, jefe político del liberalismo burgués, sin dejar de sostener al mismo tiempo la lucha ideológica y política más implacable contra el liberalismo burgués y las menores manifestaciones de su influencia en el interior del movimiento obrero. Los bolcheviques siguieron practicando siempre esa misma política. Desde 1905 defendieron sistemáticamente la alianza de la clase obrera con los campesinos, contra la burguesía liberal y el zarismo, no negándose nunca, al mismo tiempo, a apoyar a la burguesía contra el zarismo (en los empates electorales, por ejemplo); y prosiguiendo asimismo la lucha ideológica y política más intransigente contra el partido campesino revolucionario burgués de los «social-revolucionarios», a los cuales denunciaban como demócratas pequeños burgueses que se presentaban como socialistas”.

57 “El ‘extremismo’, enfermedad infantil del comunismo”.

58 “Progetto di programma d’azione”, en “Relazione del PCdI al IV Congresso de l’Internazionale Comunista”, Ed. Iskra, 1976, pp.41-58.

59 http://www.quinterna.org/lingue/espanol/historico_es/tesis_sobre_la_t%C3%A1ctica.htm

60 Las mismas se volverán la referencia absoluta en cuestiones de táctica de la Izquierda Comunista Italiana (ICI), conocida como la corriente “bordiguista”.

61 En los párrafos siguientes sólo abordaremos los aspectos de estas Tesis que incumben directamente la acción del Partido italiano en el período sucesivo y que culminará: (a) con la subida al poder del fascismo (inmediatamente después la huelga general declarada por la Alleanza del Lavoro en agosto 1922); (b) con la renuncia de la primera Dirección del PCdI en 1923; y (c) con las discusiones entre el CEIC y la ICI hasta el V Congreso de la Comintern (junio-julio 1924). Un tratamiento pormenorizado de estas Tesis, y en particular el de toda la fundamentación ideológica que las sustentan, tendría lugar en un estudio ad hoc sobre la ICI en general y Bordiga en particular.

62 “Los estímulos iniciales que conducen los elementos y grupos de esta colectividad a encuadrarse en un organismo de acción unitaria son los intereses inmediatos que las condiciones económicas suscitan en grupos de la clase trabajadora”.

63 Esta posición será explicitada en el párrafo #48.

64 “Es un error banal el considerar contradictoria la participación en luchas por resultados contingentes y limitados con la preparación de la lucha revolucionaria final y general. La existencia misma del organismo unitario del Partido, con las indispensables condiciones de claridad programática y de sólida disciplina organizativa, da la garantía de que jamás se atribuirá a las reivindicaciones parciales el valor de fin en sí mismas, y se considerará la lucha para lograrlas sólo como un medio para adquirir experiencias y entrenamiento para la útil y eficaz preparación revolucionaria [subrayado nuestro, ndr.]”.

65 “Por otra parte, no se puede exigir que a plazo fijo, o en la víspera del inicio de acciones generales, el partido haya llenado el requisito de encuadrar bajo su dirección, o simplemente en sus propias filas, a la mayoría del proletariado. Semejante exigencia no puede ser presentada a priori prescindiendo del real desenvolvimiento dialéctico del proceso de desarrollo del Partido, y no tiene ningún sentido – ni siquiera teórico – confrontar el número de proletarios encuadrados en la organización disciplinada y unitaria del Partido (o bajo su influencia) con el número de proletarios desorganizados y dispersos, o que están a la zaga de organismos corporativos incapaces de cohesión orgánica [subrayado nuestro, ndr.].”

66 Ahora bien, el Programa de todo Partido comunista debería estar constituido por los objetivos que el poder proletario, una vez derribado el Estado burgués, deberá actuar en las esferas política, económica y social. De manera general, dicho Programa tiene que precisar no sólo los objetivos finales de la dictadura proletaria (la socialización total de las relaciones de producción y de intercambio que llevará a la desaparición de la división de la sociedad en clases), sino también las medidas transitorias que el poder revolucionario deberá concretar inmediatamente después de la conquista del poder (como lo fueron la liquidación de la guerra, el control obrero de la producción y la distribución de la tierra en la Revolución de Octubre).

67 “[El Partido] debe esforzarse (…) por prever el desenvolvimiento de (¿todas?, ndr.) las situaciones para desarrollar en ellas ese grado de influencia que le es posible ejercer; pero el esperar las situaciones para dejarse indicar e inspirar eclécticamente y sin continuidad por éstas, es un método característico del oportunismo socialdemócrata” (#24). “[El] partido y la Internacional Comunista no puede limitarse a establecer la máxima libertad y elasticidad de táctica, confiando al juicio de los centros dirigentes, previo examen de las situaciones, la ejecución de la misma. (…) Para dirigir la acción, sólo dicho criterio puede permitir aproximarse cada vez más a la máxima centralización efectiva en los partidos y en la Internacional, de modo que la ejecución de las disposiciones centrales sea aceptada sin resistencias, no sólo en el seno de los partidos comunistas sino también en el movimiento de las masas que ellos han llegado a encuadrar. (…) Por consiguiente, el Partido y la Internacional deben exponer sistemáticamente el conjunto de las normas tácticas generales, para la aplicación de las cuales podrán llamar a la acción y al sacrificio a las formaciones de sus adherentes y a las capas del proletariado que lo entornan, demostrando cómo tales normas y perspectivas de acción constituyen la vía inevitable para alcanzar la victoria” [subrayado nuestro, ndr]” (#29).

68 La cuestión de la capacidad de previsión de las situaciones por parte del Partido, y de la posibilidad de tener “ya prontas las respuestas tácticas a todas las eventualidades”, será el objeto de un tratamiento ulterior [§VII-23].

69 En sus párrafos referidos a la “Utilización de la situación actual para la conquista de las masas”, puede leerse: “Todo el problema debe estar basado en la doble condición revolucionaria que tenemos el deber de defender y realizar cada vez más: la existencia de un fuerte Partido comunista centralizado, y el movimiento de conjunto del mayor número de explotados. Este movimiento debe ser utilizado en el sentido de conducir toda la masa a encuadrarse en torno al Partido comunista, lo que ocurre en la medida en que el único desemboque de la acción se presenta sobre la vía trazada por el Partido, y a cuya exigencia éste se ha preparado: lucha por derrocar al poder burgués con la insurrección armada”.

70 Es importante señalar aquí que aunque las Tesis no hacen referencia explícita al contexto histórico de la época, considerada por toda la Internacional Comunista como revolucionaria en el sentido más amplio del término, sería imposible interpretarlas sin ese telón de fondo.

71 En una situación histórica considerada como globalmente revolucionaria, el descarte de la lucha por reformas políticas del Estado burgués estaba en regla con el marxismo. Entre 1919 y 1921 incluido, la Internacional Comunista no planteó en ningún momento la lucha por reformas. Más aún, las Tesis del III Congreso rechazan explícitamente todo programa mínimo. Ello estaba en diapasón con la posición de Engels que reivindicaba la lucha por ciertas reformas en un período no revolucionario, pero no en uno revolucionario: “[Ante una situación revolucionaria], la burguesía estará siempre dispuesta a conceder toda clase de reformas. Pero en esa situación no tendría ningún sentido querer reformar en el detalle un sistema que habrá sido abatido” (Carta de Engels a Kautsky del 14-10-1891). Las Tesis de Roma corresponden a una situación considerada como históricamente revolucionaria. Por el contrario, en situaciones históricas no revolucionaras, la lucha por ciertas reformas sociales y políticas de la sociedad capitalista y bajo el poder burgués es totalmente válida desde el punto de vista marxista [§I-7].

Ello no quita el hecho de que Bordiga jamás estuvo a favor de reformas del Estado burgués, incluso en situaciones no revolucionarias, y que siempre haya pensado que “[Las] reivindicaciones políticas de la izquierda (…) (sólo) tienden a crear condiciones de mejor funcionamiento y de defensa más eficaz del capitalismo moderno, tanto por su contenido intrínseco como por su tendencia a dar a las masas la ilusión de que las instituciones presentes puedan ser utilizadas para su proceso emancipador. Esto concierne tanto las reivindicaciones de extensión del derecho de voto y de otras garantías y perfeccionamientos del liberalismo, como la lucha anticlerical y todo el conjunto de la política «masónica»” (#32).

72 Las expectativas de la Izquierda Comunista se revelarán vanas, pues su táctica no contribuyó a consolidar y reforzar las posiciones y las organizaciones del proletariado italiano, tanto más cuanto que su acción en torno a cuestiones esenciales (como la del FU, la lucha armada contra el fascismo y la agraria) fueron totalmente inadecuadas o insuficientes. En Occidente, la táctica propuesta por Lenin no fue aplicada por la Internacional, pues la del CEIC de apoyo a los “gobiernos obreros” no respondía ni al espíritu ni a la letra de la posición leninista.

73 Veremos más adelante las vicisitudes y el fiasco de este frente único sindical que se formará entre febrero y agosto de 1922.

74 “[En] este caso, la actitud del Partido comunista no podrá ser la de proclamar su solidaridad con gobiernos semejantes, ya que no se puede presentar al proletariado como una conquista a defender un orden político cuya experiencia ha sido acogida y seguida de modo de acelerar en el proletariado la convicción de que este orden no está hecho a su favor, sino con fines contrarrevolucionarios”.

75 Ella correspondía también a la visión de la Dirección del PCdI de la posibilidad de un gobierno con la participación del ala abiertamente reformista del PSI (Turati) y con la concomitante ofensiva fascista contra las masas trabajadoras.

76 Garantía ésta que sería ilusorio exigir de toda situación revolucionaria.

77 Ha sido Alessandro Mantovani, en su trabajo aún inédito sobre la Izquierda Comunista italiana, quien puso de relieve el nexo existente entre esta manera de plantear el problema y la “teoría de la ofensiva”. Para Lenin, en una situación revolucionaria, la lucha por la conquista del poder exige contar con el apoyo o la simpatía de la “mayoría del proletariado” y de las masas explotadas, y movilizar y golpear al enemigo con fuerzas suficientes en el momento y los lugares oportunos.

78 Esta posición (que fue la de los bolcheviques respecto a los s-r de izquierda, luego de la conquista del poder en Octubre 1917) estaba en ruptura con la defendida por Bordiga hasta ese momento, habiendo siempre considerado como expresión de oportunismo todo acuerdo con partidos políticos que no compartiesen los objetivos programáticos del movimiento comunista.

79 Maffi, op.cit., pp.412-415.

80 La reafirmación del rechazo de las “relaciones durables” (?) con otros partidos políticos, incluso “subversivos”, en ocasión de la consigna de trabajar en el seno de las organizaciones de masas, era – una vez más – la expresión de la posición basal de la ICI de la “intransigencia”, según la cual “¡Quien no está con nosotros, está contra nosotros!”.

81 Lenin, “Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo”, 23-12-1910 y “El comunismo”, 12-6-1920.

82 Maffi, op.cit., pp.435-443. [http://www.international-communist-party.org/Italiano/Document/22RomaRe.htm]

83 Su transcripción estenográfica fue publicada en Il Comunista del 26-3-1922. [Maffi, op.cit., pp.443-451]

84Se nos objeta también que el frente único (político) no excluye la lucha contra los reformistas. Y se añade que si ellos rechazasen participar en el frente único nosotros podremos hacer de este rechazo un arma muy eficaz para combatirlos. (…) [Estas] sutiles distinciones no pueden conmover a los trabajadores, quienes – cuando toman conocimiento de nuestra actitud – no se corren a leer el comentario y las explicaciones que damos de ella en los congresos, en los periódicos, en nuestras revistas, etc. Los trabajadores, ya lo hemos dicho, nos evalúan por lo que hacemos. Y también hemos dicho que hacernos promotores del frente único político significaría desmoralizar a la masa, la cual no podrá ver en nuestro gesto más que un desesperado grito de socorro. Más aún: ¿dónde está en el frente único político la continuidad de la organización del batallón revolucionario en cuanto movimiento homogéneo e independiente? En el frente único político nuestra unidad se deformaría y se desperdigaría con la disciplina organizativa de un organismo heterogéneo en sus componentes. Por ello decimos: frente único sindical, sí; frente único político, no”. En el párrafo precedente, Bordiga se refiere claramente a la vanguardia comunista organizada en el Partido y a la minoría de los trabajadores directamente influenciados por él, quienes podrían desmoralizarse al no comprender el alcance de esta táctica luego de una lucha sin cuartel para separarse de la socialdemocracia. El problema de la conquista de las grandes masas bajo influencia socialdemócrata quedaba abierto, y la táctica del frente único sindical avanzado por el Ejecutivo del PCdI estará lejos de poder resolverlo.

85 No es superfluo señalar que en 1919 Bordiga consideraba que la huelga general era “una medida táctica indispensable para la movilización de las fuerzas revolucionarias con el objetivo (del pasaje violento del poder de la burguesía al proletariado)” [Carta al Avanti! publicada en Il Soviet del 20-7-1919].

86 Ahora bien, según Lenin, “[los] Congresos del Partido deben resolver, no las cuestiones a que se refiere, oportuna o inoportunamente, este u otro escritor, sino las que tienen una importancia política seria en virtud de las condiciones del momento y como consecuencia de la marcha objetiva del desarrollo social”. Para ello, siempre según Lenin, “el Congreso del Partido toma resoluciones tácticas para definir de un modo preciso la conducta política del Partido en su conjunto, en relación con las nuevas tareas o en vista de una nueva situación política” [“Dos tácticas de la socialdemocracia rusa en la revolución democrática”, 1905, §1 y §2]. En marzo de 1922, la función del II Congreso hubiera debido ser dar orientaciones claras y precisas al Partido y al proletariado en medio de la contrarrevolución en marcha y explicitar la táctica del Partido, es decir, “su conducta política, o el carácter, la orientación y los procedimientos de su actuación política” [ibidem]. Pero, en cuanto a su acción política, las directivas del Congreso se resumieron a la reafirmación de la táctica del frente único sindical y a la actuación de los grupos paramilitares del Partido.

87 Ibidem.

88 Para Lenin, “nosotros entendemos por república no sólo y no tanto una forma de gobierno, sino todo un conjunto de reformas democráticas de nuestro programa mínimo” [“La dictadura revolucionaria del proletariado y el campesinado”, abril 1905]. El programa mínimo de la socialdemocracia rusa incluía la República, el armamento del pueblo, la separación de la Iglesia del Estado, las libertades democráticas integrales, reformas económicas y sociales radicales en la agricultura y en las relaciones industriales, etc. [cf. Lenin, “Proyecto de Programa del POSDR”, enero-febrero 1902].

89 El primero de las cuales es el proletariado mismo.

90 Siempre según Lenin, “Los problemas de táctica son los problemas de la línea de acción política del Partido. Se puede y se debe justificar toda línea de acción por la teoría, por la historia, por el análisis de la situación política, etc.”. [¡Discutid de táctica, pero dad consignas claras!”, 13-9-1905]

91 Cf. Trotsky, “Historia de la Revolución Rusa”; Alexander Rabinowitch, “Les bolchéviks prennent le pouvoir (La révolution de 1917 à Petrograd)”, ed. La fabrique, 2016.

92 Lo que no significa “derivados mecánicamente de los principios”.

93 “Contributo del Presidium dell’Esecutivo al progetto di programma del Partito comunista d’Italia”, en Agosti, op.cit., pp.560-564.

94 Il Comunista , 29-1-1922.

95 Estas Tesis nunca formaron parte del acervo histórico reivindicado por la Izquierda Comunista Italiana, pero eso no quita que fue adoptado por el primer Ejecutivo del PCdI y, aunque los diferentes capítulos del documento no fueron elaborados por la Izquierda, su versión final estuvo supervisada y a cargo de Bordiga. [Basile-Leni, Amadeo Bordiga político, Edizioni Colibri, 2014, p.446]

96 “Con la formación de esta superestructura burocrática, que funciona como un partido político, se cierra todo un período histórico del movimiento sindical. La clase obrera, que en décadas y decenas de años había logrado formar un estrato dirigente, fue decapitada por el paso de éste al campo de la democracia burguesa, y la centralización laboriosamente lograda de todas las energías revolucionarias generadas caóticamente por el desarrollo del capitalismo, en lugar de ser un instrumento (…) de la revolución social, se convirtió en el factor decisivo de una desintegración interna y del colapso más completo del entramado clasista”.

97 “Cada fábrica o empresa, cada sindicato, por pequeño que sea, tiene o debería tener su propio grupo comunista (…). En la fábrica, el grupo comunista lleva a cabo su actividad para la conquista de la comisión interna, si existe, o lucha por darla a luz y hacerla reconocer, si aún no existe; además, prepara en este ambiente las asambleas sindicales, discute allí los métodos y tácticas de los reformistas, de los sindicalistas y de los anarquistas, hace allí la propaganda para los consejos y para el control de la producción, a partir no de principios generales, sino de las experiencias concretas de la propia fábrica que son comunes a todos los trabajadores, y de estas experiencias extraen la validez de los principios políticos y del programa del partido. Los grupos sindicales comunistas se reúnen a nivel local y nacional, formando comités para cada Camera del Lavoro y cada Federación Nacional de Industria y de Oficio. Aceptan el principio de la disciplina democrática, es decir, si son minoría, respetan las decisiones de la mayoría, pero no aceptan en ningún caso restricciones a su libertad de propaganda y de crítica escrita y oral. (…) Todos los comités sindicales deben ajustarse a las consignas emanadas del Comité central sindical”.

98 Este punto será tratado en el próximo capítulo de este trabajo.

99 “Para mantener y perpetuar sus posiciones dominantes, la burocracia sindical intenta modificar constantemente la estructura confederal para debilitar cada vez más el control de la masa organizada sobre los sus dirigentes. Los comunistas, porque creen que una organización de obreros es tanto más vigorosa y con mayor capacidad de desarrollo revolucionario cuanto más participan las grandes masas en su administración y en su dirección, quieren que la estructura confederal se simplifique y se acerque más a la intensa vida local de la clase obrera. Para los comunistas, el poder de la burocracia sindical debe reducirse al mínimo y, en cambio, debe maximizarse la voluntad inmediata de las masas. La cuestión de la unidad organizativa de la clase obrera italiana está estrechamente vinculada al problema de mayor democracia en la organización; cuanto más luchen los comunistas en este sentido, más facilitarán el advenimiento de la unidad y tendrán una respuesta en las masas sindicalistas que hoy están fuera de la Confederación. (…) [Los] comunistas deben oponerse con toda sus fuerzas a que la capacidad de lucha de los órganos locales se vea mermada por una centralización, repetimos, de tipo burocrático. Las Camere del Lavoro deben preservar íntegras sus funciones actuales y la relativa autonomía necesaria para responder a las necesidades de la lucha local. El problema de armonizar la autonomía necesaria con la conexión y la disciplina igualmente necesaria no se resuelve mediante una combinación de orden burocrático, sino proponiendo un programa que incluya puntos de interés inmediato y general para la clase trabajadora que inspire uniformemente la acción en todos los centros proletarios”.

100 Esta visión “industrialista” del proceso revolucionario, que poco tiene que ver con el marxismo y mucho con el consejismo espontaneísta, es una prueba de la persistencia de tendencias ideológicas heterogéneas en el PCdI. El haber sido asumidas por el Ejecutivo y votadas por la corriente dominante de la Izquierda Comunista resultó probablemente del hecho de que esa concepción teórica no tenía en ese momento ninguna importancia práctica en la actividad general del Partido y de las masas.

101 La visión de los consejos de fábrica como vectores de la lucha contra el reformismo sindical ya estaba en ciernes en Informe presentado por el Comité Central de la Fracción Comunista en la Conferencia de Imola (28-29/11/1920). En su Capítulo 9 (“Las tareas tácticas del Partido Comunista de Italia”), estaba claramente dicho que los “consejos de fábrica [son] un terreno para establecer una relación estrecha con las masas en el combate contra la jerarquía de funcionarios sindicales reformistas”.

102 Las Tesis agrarias, redactadas por Giovanni Senna y Antonio Graziadei, fueron publicadas en Il Comunista del 4-1-1922.

103 Bordiga, “La questione agraria”, 1921 [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/questione_agraria.htm]. Una traducción en castellano fue publicada en “El Programa Comunista”, n°32 (octubre 1979) y n°33 (enero 1980).


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