Capítulo VIII


Índice


PRIMERA PARTE

Italia 1922 – La constitución de la Alleanza del Lavoro y la ofensiva fascista

Hacia la constitución de la Alleanza del Lavoro
(Octubre 1921 – Febrero 1922)

1.- Claudio Natoli describe bien la evolución de la situación político-social italiana a inicios de 1922.

“La primera mitad de 1922 marcó en Italia una fase de exacerbación de la crisis de la sociedad en su conjunto. Mientras la crisis a nivel político se iba gangrenando con la caída de Bonomi y con el Gobierno Facta I, el proceso de desintegración de la vieja clase dominante adquirió una dimensión imparable; y esto en particular en el caso de las fuerzas de orientación demo-liberal, cada vez más ideológica y políticamente subordinadas a la extrema derecha, y ya orientadas hacia la “colaboración” con el fascismo, yendo hasta identificarse completamente con él a nivel periférico. (….) En esa situación, el Partido Fascista (PNF) (…), habiendo completado un profundo proceso de reorganización y “militarización” interna, (…) logró desencadenar, sin encontrar ningún obstáculo por parte del Gobierno y de la autoridad del Estado, una nueva ofensiva muy violenta, con el objetivo de la ocupación y conquista definitiva de nuevas áreas. La nueva fase de la ofensiva fascista, que se desarrolló sobre todo a partir de mayo, se diferenció de la de los primeros meses de 1921 por una serie de elementos nuevos.

“[Se trataba] más bien de consolidar a todos los niveles la posición del PNF en el país, fortaleciendo sus vínculos con las clases dominantes, acelerando por todos los medios (desde el acuerdo local hasta la violencia directa) la desintegración de los otros partidos e instituciones liberales, construyendo relaciones cada vez más estrechas con las autoridades del Estado (policía, poder judicial, ejército, burocracia), para llevar al fascismo a la conquista del poder. Al mismo tiempo (…) también las formas de la ofensiva fascista cambiaron sustancialmente: las acciones llevadas a cabo por destacamentos relativamente pequeños de los primeros meses de 1921 fueron reemplazadas por grandes concentraciones de masas militarmente encuadradas, por imponentes manifestaciones destinadas a cosechar el consenso entre las capas pequeño-burguesas, por iniciativas demagógicas tendientes a movilizar estratos sociales desclasados (…) [En el intervalo] de pocos meses, el fascismo logró “conquistar” (con la excepción de la parte más alta) casi todas las provincias agrícolas del Valle del Pó (además de la Toscana, Umbría y Puglia), llegando a bordear y amenazar directamente a las grandes ciudades industriales del norte. Se delineaba (así) una maniobra de “cercamiento”, realizada sobre la base de una planificación sistemática, que anunciaba un choque frontal y definitivo con el proletariado del triángulo industrial [del Norte de Italia].

“Tal era la situación política, y no menos grave era la del conjunto de las relaciones sociales. La crisis económica en Italia alcanzó su punto más álgido a principios de 1922. La disminución de la producción en todas las ramas industriales, las bancarrotas financieras, el cierre de numerosas empresas, el intento de reducir los costos de producción (y de “normalizar” las relaciones laborales en las fábricas) con una drástica reducción de la mano de obra, agravaron el desempleo masivo (…) [También] en 1922, la ofensiva de la patronal industrial, que ya estaba en curso en 1921, continuó sin pausa (…). A pesar de la extrema gravedad de la situación política, en la primera mitad de 1922 se registraron huelgas y conflictos de considerable magnitud y duración en la industria que afectaron a las categorías obreras más importantes”1.

“Si tal era el panorama general de la industria, más grave aún era la situación en la agricultura, donde desde los primeros meses de 1922 se desató un ataque violento de los agrarios contra las organizaciones clasistas de los trabajadores de la tierra. Como en 1921, la reacción agraria estaba inextricablemente ligada a la ofensiva del fascismo, y fue de la mano con la ocupación fascista de las provincias agrícolas del Valle del Pó. Las tácticas eran las mismas en todas partes: al principio los agrarios cancelaban unilateralmente o se negaban a renovar los pactos agrícolas, aplicaban el cierre patronal y proclamaban que ya no querían tratar con las organizaciones “rojas”, sino sólo con los fascistas. Después, eran estos últimos los que aparecían abiertamente en el terreno, ejerciendo todas las formas de violencia contra las organizaciones clasistas, abriendo camino al trabajo de mano de obra importada de otras provincias ya “conquistadas” y encuadradas en los “sindicatos económicos” (fascistas). El caso más espectacular fue la ocupación de Bolonia por miles de fascistas (…) Pero situaciones similares ocurrieron en muchas otras provincias, de Brescia a Cremona, de Mantova a Milán, de Pavía a Novara, de Padova a Vicenza.

“(…) Y, sin embargo, a pesar de esta situación cada vez más grave, las masas trabajadoras demostraron mantener una considerable capacidad de resistencia. Mientras que en el campo sindical, a pesar del resultado desfavorable de las movilizaciones de 1921, del desempleo masivo y de los ataques fascistas, no dejaron de ocurrir episodios significativos de lucha que culminaron con la huelga general de los metalúrgicos, y también en el terreno de la lucha antifascista se asistía en varios lugares a la emergencia espontánea de organizaciones unitarias promovidas por los militantes de los partidos proletarios y abiertas a los trabajadores de todas las tendencias políticas. Así, junto a los núcleos supervivientes de Arditi del Popolo que sobrevivieron a la muy dura represión policial (Parma, Bari, Civitavecchia), se produjo una importante recuperación de los Comités de Defensa Proletaria (Cremona, Sassari, Roma, Sestri Ponente). Fue en esta atmósfera de persistente combatividad del proletariado por el mantenimiento de sus propias conquistas y de iniciativa autónoma de los trabajadores por una resistencia unitaria contra la ofensiva capitalista y la reacción, que nació la Alleanza del Lavoro”.2

En su trabajo “El PCdI frente a la ofensiva fascista”3, Bruno Maffi da informaciones suplementarias sobre los enfrentamientos en este período:

«La patronal, que durante un año había estado a la defensiva, dejando a las bandas de aporreadores fascistas a cargo del ataque, pasó entonces a la ofensiva a escala nacional procediendo a despidos y a reducciones de salarios. [Ya] en octubre [1921] la FIOM había tolerado que la huelga de los metalúrgicos lombardos se agotase en el aislamiento, había “aceptado” discutir reducciones de salarios y, colmo de la infamia, se había entendido con los industriales para aplazar para dos meses más tarde (es decir, al 1º de enero de 1922) el examen paralelo de las reducciones de salarios y de la “situación de las empresas”, estudiando todos los casos uno tras otro. (…). Ahora bien, a principios de noviembre, los industriales de la Liguria, envalentonados por el fin de las huelgas en Lombardía, apretaron a su vez los tornillos: la agitación, completamente aislada, duró hasta el 17 (…) Las fábricas, la patronal y la CGdL le pusieron fin de peor manera que en la Lombardía (…). El “precedente” fue explotado inmediatamente por los industriales de Venecia Julia, lo que empujó a los metalúrgicos de esta provincia a una huelga gigantesca que duró desde el 18 al 28 de noviembre, pero que quedó también aislada y estuvo marcada por violencias, asesinatos y detenciones, mientras que los ferroviarios de la región de Nápoles sufrieron las sanciones disciplinarias del gobierno Bonomi a causa de su huelga de solidaridad con los de Roma (…). El día 29 los tipógrafos de Trieste pararon a su vez para protestar contra el asesinato de dos de los suyos: el sindicato declaró la huelga general, pero de un día solamente. El 8 de diciembre todo el proletariado de Turín abandonó el trabajo para protestar contra las condenas feroces pronunciadas por los tribunales contra los supuestos asesinos de un guardia reggia; los socialdemócratas dieron entonces una demostración pública de su “sentido cívico” absteniéndose de unirse a esta huelga».

«Al día siguiente [de la demisión del gobierno de Bonomi, ocurrida el 2-2-1922], el Grupo parlamentario socialista y la Dirección [maximalista] del PSI se reunieron y formularon votos por “un gobierno de libertad y de imparcialidad administrativa en el interior; de paz, de desarme y colaboración europea en el exterior”».

«El “intransigente” Serrati en persona escribía poco después en su revista “Comunismo”: “Cualquiera que sea el desenlace que deba encontrar la situación embrollada de hoy, el grupo Parlamentario no podrá atenuar su oposición, a menos que suba al poder un hombre nuevo, que de serias garantías de restauración de las libertades y decidido a proteger la vida y los derechos elementales de los ciudadanos así como a practicar una política contraria a todos los imperialismos”.

«Serrati se remitía, pues, no sólo al Parlamento, sino a un eventual “hombre nuevo”, para la solución de todos los problemas, los cuales, para él, se reducían a la “libertad”, al “derecho” e incluso a la “vida” de la persona humana, ¡mientras se preparaba la segunda oleada de la ofensiva fascista! Este episodio se acabó a finales de mes con la formación de un gobierno dirigido por el giolittiano Facta».

La constitución de la Alleanza del Lavoro
(20 de Febrero 1922)

2.- Haciendo un eco tardío a la iniciativa del PCdI por el frente único sindical [§VII-3] (iniciativa apoyada por una significativa minoría que respaldaba la orientación de la fracción comunista en los sindicatos y en las Camere del Lavoro [§VI-7]4), y respondiendo a las necesidades fuertemente sentidas por las masas de oponer una resistencia unitaria a los ataques convergentes de la burguesía italiana y de las escuadras fascistas, el Sindicato Ferroviario italiano (de fuertes raíces anarco-sindicalistas) tomó la iniciativa inédita de la formación de un frente de organizaciones sindicales. Su invitación a una reunión preliminar para el 2-2-1922 fue dirigida a las Confederaciones sindicales, al Partido socialista, al Partido comunista, al Partido republicano y a la Unión anarquista.

Acorde con su política de rechazo de todo contacto con otros partidos políticos, la Dirección del PCdI declinó la invitación; pero – en sintonía con su propuesta de frente único sindical – declaró que los comunistas estaban “dispuestos a consagrar todas sus fuerzas en una acción unitaria del proletariado italiano” y “estarán con todos los medios al lado y a disposición de las masas”.

Finalmente, el 20-2, la CGdL, la Unione Sindacale Italiana (USI), la Unione Sindacale del Lavoro (USL), el Sindicato Ferroviario y la Federazione Italiana del Mare publicaron el Manifiesto de constitución de la Alianza del Trabajo5.

La Alianza del Trabajo respondía al impulso y a la necesidad de defensa por parte de las masas trabajadoras, pero era innegable que tanto sus objetivos como sus métodos no eran para nada precisos. La Alianza apuntaba genéricamente a “la restauración del libre ejercicio de sus funciones sindicales y políticas”, y en el terreno económico a “la defensa de las conquistas de carácter general de las clases obreras”. Su enunciado de obrar a “la restauración de las libertades públicas y del derecho común” (es decir, por el retorno a la vida democrática “normal”) era la expresión de la influencia política dominante del reformismo sindical (quien esperaba a término hacer de la Alianza un instrumento de apoyo (“colaboracionista” se decía entonces) y de negociación para la formación de un gobierno de coalición de la “izquierda” burguesa, supuestamente antifascista).

Este frente sindical, políticamente heterogéneo, estaba dirigido por socialistas reformistas, republicanos, sindicalistas y anarquistas. La constitución del Comité Nacional de la Alianza dio la mayoría a los reformistas6. Los delegados eran nombrados por las direcciones de esas organizaciones de masas, y sus afiliados no tenían la posibilidad de influenciar directamente la política del Comité Nacional. Se trataba de una alianza entre cúpulas sindicales. Para ser imperativas, las resoluciones de la Alianza debían ser adoptadas por unanimidad.

La posibilidad de hacer de ella una herramienta efectiva de lucha de clase (y no un mera baza en manos del reformismo socialdemócrata) debía resultar forzosamente de la confrontación y del combate político-sindical entre las diferentes corrientes del movimiento obrero en el seno de los sindicatos y de las Camere del Lavoro. La Alianza podía llegar a constituir un marco formal para la organización de las masas: ir más allá de ese formalismo debía resultar de la actividad de éstas últimas, y allí los militantes y las organizaciones comunistas tenían un papel fundamental que desempeñar.

El hecho de que el Partido socialista estuviese en plena crisis abría espacios nada desdeñables a posibles desarrollos de la Alianza (y sobre todo de sus organizaciones locales) en un sentido revolucionario. La formación del primer gobierno Facta había echado por tierra la esperanza de la derecha socialista de participar en un gobierno de “restauración democrática”. Por otra parte, la estéril reafirmación maximalista de la “intransigencia” parlamentaria (que rechazaba toda coalición con sectores parlamentarios burgueses, sin extraer las necesarias conclusiones de la preparación activa a la guerra de clase), dejaba al Partido socialista sin objetivos políticos visibles y creíbles. Mientras la derecha socialista veía derrumbarse su “solución” milagrosa contra la violencia fascista, el maximalismo quedó sin tener qué ofrecer como perspectiva política (ni siquiera a remolque del reformismo, tal como lo había hecho anteriormente).

El PCdI y la Alleanza del Lavoro

3.- El Ejecutivo del PCdI proclamó inmediatamente su apoyo a la iniciativa de la Alianza, señalando la necesidad de que las diferentes corrientes políticas sindicales estuviesen representadas en ella y el peligro de hacer de ella un peón en manos del reformismo.

A pesar de todas las críticas que la Dirección comunista no dejará de emitir en su dirección, su apoyo a la Alianza resultaba de dos objetivos para ella convergentes: la búsqueda de la unidad de las confederaciones sindicales en cuanto factor favorable (afirmado abusivamente como condición necesaria] de la lucha revolucionaria, y efectuar “un primer paso” hacia el frente único sindical [§VII-4].

La fracción sindical comunista pidió estar representada en el Consejo Nacional de la Alianza junto a las otras minorías sindicales, lo que equivalía en realidad a reclamar su participación en un frente único político en el ámbito sindical, dado que los delegados en el Consejo no resultaban ni resultarían entonces de una elección democrática piramidal “de abajo hacia arriba” [como representantes de los futuros órganos locales y regionales de la Alianza], sino de la elección decidida “desde arriba” por las tendencias sindicales fuertemente vinculadas a los movimientos políticos italianos.

La falta de claridad inicial de la posición de la Dirección del Partido comunista ante la Alianza se constata en el hecho de que su pedido de participación en ese frente de organizaciones sindicales fue emitido sin que previa y detalladamente estuviesen precisados sus objetivos (contrariamente al frente único político preconizado por la Internacional, el cual que suponía la fijación explícita de sus reivindicaciones).

Aún en el caso de que el Comité Nacional de la Alianza continuase estando constituido exclusivamente por los delegados de las cúpulas de las organizaciones sindicales, de manera sorprendente el PCdI se comprometía a respetar una “disciplina sindical incondicional” a sus decisiones7. Esta incondicionalidad será reafirmada en el Manifiesto del Partido “Por el frente único proletario”8 donde se comprometía a “seguir disciplinadamente las disposiciones que el Comité de la Alianza comunicará a todos los sindicatos italianos”. Esto equivalía a atarse las manos ante las decisiones de la Dirección nacional de ese frente sindical en el cual la derecha reformista tenía la voz cantante.

Paralelamente, el Partido comunista reclamaba que la acción de la Alianza estuviese basada en principios y objetivos clasistas: “(…) que el frente único sea efectivo y esté fundado en la acción masiva de todo el proletariado, que la defensa del nivel de vida de los obreros cuente entre sus objetivos y que sus medios de acción sean los medios de acción sindicales, incluida la huelga general”. Y precisaba más lejos, poniendo en guardia contra todo intento oportunista: “(…) [la Alianza] puede contar con la adhesión de las fuerzas comunistas que, además de esta tarea, vigilarán para que el esfuerzo del proletariado no sea utilizado con fines engañosos, y para que la acción de clase no degenere en colaboración con la burguesía y no sirva como un elemento de la competencia parlamentaria que se hacen los diversos grupos en lucha para formar el gobierno”9.

En su número del 22-2-1922, una nota de Il Comunista insistía en la necesidad de dar a la Alianza un sustento organizativo local con la participación de las masas:

“(…) [El] acuerdo entre jefes (…) no puede ser más que el inicio, el primer paso de la actividad organizativa que deberá tener como coronamiento la constitución del frente único proletario. Al acuerdo entre los jefes debe suceder el acuerdo de las masas: lo que aconteció en las esferas dirigentes debe reproducirse en la base en el seno del proletariado, en todos los centros donde la clase obrera y campesina lucha por su existencia y su libertad.

“El Comité nacional de la Alianza del Trabajo, si quiere vivir y desarrollarse, debe buscar su base orgánica en un sistema de Comités locales electos directamente por las masas organizadas en las distintas centrales sindicales. Sólo la formación de este nuevo sistema organizativo, en el cual todas las tendencias ideológicas que viven en [el seno de] las masas trabajadoras podrán encontrar un eco y una representación, constituirá la base histórica del frente único proletario”.

Esta posición será precisada en el Manifiesto del partido del 12-3-192210 y en una moción ad-hoc del Congreso de Roma.

En la nota mencionada del 22-2-1922 se reiteró la visión falsamente extremista que acompañaba la propuesta comunista de frente único sindical, la que hacía de la huelga general su único instrumento de lucha:

“En la propuesta de frente único de los comunistas, e incluso, según parece, en los criterios directivos expuestos por los representantes de la Unión Sindical [anarquista, ndr.], la huelga general nacional estaba claramente indicada como arma única [!!!] que el proletariado puede oponer a la ofensiva que la clase patronal conduce contra él. Sólo en la propaganda y en la preparación de la huelga general la lucha por el frente único puede volverse algo concreto (…).”

Esto era como afirmar que, en el curso de una guerra, el Estado Mayor sólo puede plantearse como método de acción una ofensiva general contra el enemigo.

Más aún, el Manifiesto del Partido del 12-3-1922 afirmaba que esta ofensiva general debería dar lugar a una única batalla:

“Entre los sindicatos de todas las categorías y entre las organizaciones locales del proletariado de todas las ciudades y provincias de Italia, debe forjarse una alianza tal que permita al frente único maniobrar a todas las fuerzas de la clase trabajadora en una sola batalla [subrayado nuestro, ed.]”.

Y es de señalar que a esta “única batalla”, en la que se jugaría la suerte del proletariado italiano, no se le fijaba ningún desemboque político.

Los partidarios alemanes de la “teoría de la ofensiva” hacían de la ofensiva a toda costa la piedra angular de su actividad política y el método “por fin hallado” para arrastrar a las masas a la lucha revolucionaria. Por su parte, la Dirección del PCdI hacía del Frente único Sindical (del cual la Alianza del Trabajo sería una primera etapa) y de la preparación de la huelga general de todo el proletariado el arma exclusiva de ese frente y el eje central de su acción. Aunque disímiles en sus propuestas, ambos planteamientos “extremistas” expresaban una visión reductora de los problemas tácticos y de la acción del Partido.

Un frente de organizaciones sindicales puede llegar a ser un factor favorable para la organización y la lucha de las masas, así como la huelga general puede volverse inevitable o necesaria en distintos momentos de la guerra de clases según las vicisitudes de la misma. Pero hacer de la Alianza del Travajo la piedra angular de la organización de las masas, y de la huelga general su método único de acción, expresaban – respectivamente – un formalismo organizativo y una entronización de un método de lucha ajenos al marxismo11.

Las organizaciones de masas del proletariado son los instrumentos que éste se da para llevar a cabo su lucha (y guerra) de clase, con sus avances y sus retrocesos, con sus victorias y sus derrotas, que en el curso de la misma le permiten aguerrirse, organizarse, lograr experiencia y posiciones de fuerza, y posibilitarle, cuando las condiciones generales y las relaciones de fuerzas entre las clases (y en el seno del proletariado mismo) lo permitan, pasar a la ofensiva y, en ciertos momentos excepcionales de la Historia, lanzarse a la conquista del poder. Si todas esas condiciones están dadas, el Partido comunista podrá hacer de ellas sus correas de transmisión para ese objetivo supremo. Pero eso no se obtiene gracias a un método de acción único (la huelga general), gracias a un único tipo de organización (un frente de organizaciones sindicales) y gracias a una única (!!!) batalla. Toda la crítica marxista del sindicalismo revolucionario (teorizador de “la huelga general expropiadora”) está allí para atestarlo.

4.- El II Congreso del PCdI tuvo lugar después de la constitución de la Alianza del Trabajo. Las Tesis sobre la cuestión sindical incluyen tres párrafos (#20-22) que explicitan la visión de la Dirección sobre la Alianza como primer paso hacia la unidad organizativa y de acción de la clase obrera italiana. La tarea de los comunistas sería la de transformar la unidad burocrática de la Alianza en un verdadero frente único sindical basado en la organización de las masas, no excluyendo que esta organización pudiese llegar a transformarse en los embriones de los Consejos obreros (Soviets)12.

El Congreso de Roma votó la moción sobre los “criterios prácticos para la aplicación de las tesis sindicales”, en particular las referidas a la Alianza13. El zarandeo prodigado a los delegados italianos en el I Ejecutivo Ampliado [§VII-13] y la necesidad de dar respuestas precisas a problemas precisos dio lugar a una Moción ad hoc que afirmó la no contradicción entre las luchas locales y la huelga general (corrigiendo así la posición extremista inicial de la propuesta del frente único del PCdI y la intervención de Terracini en el I Ejecutivo Ampliado [§VII-13]). La huelga general se volvía entonces un objetivo preciso (un “norte”) que, sin embargo, no excluía las movilizaciones locales o regionales. La Moción puso el acento en el frente único “por abajo” a través de las Camere del Lavoro, y la necesidad de integrar a los obreros parados en las organizaciones locales de la Alianza.

La trayectoria del fascismo y de la ofensiva burguesa

5.- El “Pacto de Pacificación” de julio 1921 [§VI-3] dio lugar a una crisis interna del fascismo y a un enfrentamiento entre su estratega político (Mussolini) y los jefes de sus grupos de choque nacionales y regionales (Farinacci, Balbo, Grandi, etc.). Estos últimos tenían decidido no dar ningún respiro a la ofensiva contra el movimiento obrero y sus organizaciones. Tras un corto período de fricciones internas, el acuerdo entre ambas partes se tradujo en noviembre 1921 en la formación del Partido Nacional Fascista, la organización política de las escuadras de camisas negras.

Entre abril y mayo 1922, la masa de afiliados del PNF pasó de 220.200 a 322.300, y sus seccionales de 1.381 a 2.124. El PNF organizó entonces sus propios sindicatos (que en ese período contaban ya con 500.000 afiliados), obligando a decenas de miles de trabajadores agrícolas a adherir a ellos como único modo de conseguir trabajo en las zonas agrarias devastadas por la violencia contrarrevolucionaria. El fascismo tenía el viento en popa y a partir de allí comenzó a plantearse la conquista del poder.

En mayo 1922 el fascismo volvió a lanzar una nueva ofensiva en Ferrara y Boloña para tratar de terminar con la resistencia obrera de la región14 e imponer la contratación de rompehuelgas, y se atrevió a incursionar en Roma donde en medio de una huelga general proclamada localmente por la Alianza del Trabajo, se vio oponer una heroica resistencia con la participación de los Comités de defensa proletaria y de las formaciones comunistas.15

Habiendo ya devastado el entramado de las organizaciones obreras en las regiones agrícolas del Valle del Pó (Ferrara, Venecia Giulia, Boloña, Módena, Mantova, Piacenza, Rovigo, Pavía, Vicenza, Padova, Belluno, Udine) y de la Toscana (Florencia, Pisa, Siena), el fascismo debía aún imponerse en las grandes regiones industriales (Turín, Milán, Génova) y en la capital (Roma). Para llegar al poder, tenía aún que vencer la resistencia del movimiento obrero en las ciudades con mayor concentración proletaria, donde hasta entonces los camisas negras no habían osado aventurarse, o habían sido rechazados por la resistencia de las masas trabajadoras.

La ofensiva armada del fascismo iba a la par de la ofensiva patronal. Mientras las corporaciones agrarias rompían unilateralmente los acuerdos previos con las ligas y cooperativas campesinas, la patronal industrial prosiguió el ataque iniciado el año anterior. Los meses de mayo y junio 1922 fueron el teatro del desencadenamiento de los conflictos en la siderurgia. Transcribimos a continuación algunos pasajes de Claudio Natoli16.

«[En el período junio-julio 1922, las] luchas obreras tuvieron un momento de gran intensidad con el largo conflicto de los metalúrgicos, originado en el intento de la patronal de reducir aún más los salarios y atacar el principio mismo del convenio colectivo. […] En primer lugar, el 16 de mayo, las Comisiones Internas de Fiat decidieron rechazar las exigencias de la empresa […] y unos días después la organización piamontesa de la FIOM rechazó “cualquier propuesta de reducción salarial” e invitó a la AdL a promover “rápidamente una acción general y simultánea de todo el proletariado italiano”. En los días siguientes, los metalúrgicos lombardos también se pronunciaron en su casi totalidad en contra de cualquier reducción salarial y respondieron al intento de las empresas de cambiar las condiciones de trabajo “empresa por empresa” iniciando la huelga en todas las fábricas de la región y pidiendo la extensión “a todas las categorías metalúrgicas de Italia”. Finalmente, también los delegados y las Comisiones Internas metalúrgicas de Venecia Julia, tras recibir la rescisión de los acuerdos, decidieron “rechazar (…) cualquier propuesta de reducción salarial”. En estrecha relación con estos hechos, el PCdI relanzó enérgicamente la agitación por la huelga general nacional. […]

«Los órganos dirigentes de la FIOM se vieron obligados a convocar el Consejo Nacional en Génova los días 16 y 17 de junio para decidir sobre la generalización de la lucha iniciada en Lombardía. Sobre este punto, sin embargo, se mostraron extremadamente reacios, y Buozzi afirmó […] que “en tiempos de crisis es imperativo aceptar reducciones salariales, so pena de la ruina de la industria y los consiguientes mayores problemas para los trabajadores”. A pesar de oposición del Comité Central de FIOM a una acción general, el paro nacional fue impuesto por el fuerte empuje de la base y la propaganda enérgica de los comunistas […]. El momento no parecía desfavorable, ya que -además de la ofensiva de los agrarios contra las conquistas de los trabajadores- había otros muchos conflictos relacionados con la construcción, los químicos, los obreros madereros, los textiles y otras categorías menores. La huelga de los metalúrgicos, a pesar de la amenaza de despidos masivos por parte de la patronal y de la intervención fascista para proteger la “libertad del trabajo”, tuvo total éxito no sólo en los centros industriales del Norte, sino también en el Centro-Sur de Italia, incluyendo las áreas “ocupadas” por el fascismo. Pero esa movilización fue dirigida por FIOM con poca determinación, se llevó a cabo en un aislamiento sustancial, y terminó con la aceptación de reducciones salariales justo por debajo de las exigidas por la patronal […]. Además, la FIOM aceptó para Lombardía una fragmentación extrema de las condiciones salariales en función de las condiciones de las distintas empresas, y en el litigio con la FIAT firmó las condiciones ya propuestas por la empresa sin “ningún plazo de duración”. […] Finalmente, numerosos conflictos provinciales quedaron abiertos (Terni, Padova, Nápoles, Florencia, Livorno, Roma), donde los propietarios hicieron de un mayor endurecimiento de las condiciones de trabajo una condición para la reapertura de las plantas.

«La huelga de los metalúrgicos había terminado con un grave fracaso. Pero, por el contexto general en el que se insertó, el alcance de la derrota fue mucho más allá del episodio: y esto en el contexto de una situación política y social cada vez más grave, debido a la nueva ola de la ofensiva fascista que precisamente parecía alcanzar su punto álgido en julio, invadiendo el Centro-Sur de las Marche, el Lazio, la Puglia, y en el Norte la Luningina, la Liguria, Novara, Cremona y la Romaña, en un intento por cercar y aislar a las principales ciudades industriales. Se trataba de operaciones militares en gran estilo, con un vasto despliegue de hombres y escuadras, en un ambiente de verdadera guerra civil. En todas partes las autoridades del Estado favorecían el éxito de estas operaciones, […] proporcionando a los fascistas el material o la cobertura necesarios, o incluso interviniendo en apoyo de sus movilizaciones. Estas operaciones, a diferencia de los meses anteriores, chocaron sin embargo (especialmente en el Norte) con una fuerte resistencia popular».

Confusionismo político en torno de la Alleanza del Lavoro

6.- La perspectiva de la dirección reformista de la Alianza era pesar sobre el entramado político parlamentario, supuesta vía de salida a la situación de guerra civil. De allí su pasividad ante los hechos de violencia fascista y su falta de apoyo a los conflictos sindicales de ese período, dejando aisladas a las organizaciones locales de la Alianza y sin promover iniciativas de lucha. Esto ocurrió durante la ocupación de Boloña por los fascistas, así como en los conflictos en Piamonte, Lombardía y en otras regiones, interviniendo sólo para llamar a la vuelta al trabajo. La óptica del reformismo estuvo descrita en el artículo “Salvare la Nazione della guerra civile” publicado en “La Giustizia” (órgano de la corriente reformista del PSI):

“Hoy la huelga general… debe ser concebida e implementada sólo como un llamado al Estado para que se convierta en un restaurador de la ley, una propuesta de ayuda para incitar a los partidos políticos de la democracia para que sepan que si quieren abordar el problema de la salvación de Italia, pueden contar con la clase trabajadora. Cualquier otro objetivo anti-estatal y anti-legalista sólo podría hacer el juego de la reacción y soldar en un bloque enemigo contra nosotros a los hombres y los partidos que hoy están divididos y la mayoría de los cuales se inclinan hacia nosotros y pueden ser buenos aliados nuestros”17.

Los dirigentes de la CGdL le hacían eco esperando que un sector de la burguesía fuese favorable a una experiencia de participación gubernamental de los socialistas (aunque esto implicase una escisión en el PSI entre la derecha reformista y el maximalismo, y la ruptura del pacto CGdL-PSI), abriendo así la vía a un partido de tipo laborista basado en los sindicatos. Pero esta propuesta no era realista, ya que el proletariado, en plena retirada, había dejado de constituir una amenaza revolucionaria directa, y la alternativa fascista daba a la burguesía italiana la garantía de una “paz social” a largo plazo.

Tras la formación del primer gobierno Facta, que dejó al reformismo sindical sin perspectiva política visible, y ante la evidente impotencia (y mala voluntad) de la Dirección nacional de la Alianza del Trabajo para hacer frente a la ofensiva burguesa18, los impulsos provenientes de la clase obrera presionaron fuertemente para concretar una respuesta unitaria de las direcciones políticas y sindicales.

El 20 y 21 de mayo tuvo lugar en Roma una reunión convocada por la Dirección de la Alianza, con la participación de delegados socialistas maximalistas, anarquistas, republicanos y comunistas19, con el propósito de ver el modo de superar la ineficiencia de la Alianza para responder a los ataques fascistas.

Recordemos, antes de proseguir, que en ese momento • las masas estaban claramente en retirada, tratando por todos los medios de detener la ofensiva burguesa, y buscaban generar una línea de defensa sostenible; • la Dirección ultra reformista de la CGdL venía de sabotear sistemáticamente todo intento de resistencia obrera consecuente (a la espera de poder generar y apoyar una alternativa gubernamental “de izquierda”); • durante todo el tiempo transcurrido desde su constitución (febrero 1922), la Dirección de la Alianza no había sido capaz (ni había tenido la voluntad) de respaldar y ponerse de manera consecuente a la cabeza de las numerosas acciones de autodefensa de los trabajadores; • los intentos del PCdI para tratar dar a la Alianza una amplia base de masas en torno de las Camere del Lavoro no habían dado aún los resultados esperados; y • las tendencias anarquista, sindicalista y republicana de la Dirección Nacional de la Alianza, en minoría respecto a la reformista, habían sido impotentes (o no habían tenido la voluntad suficiente) para cambiarle el rumbo. En esas condiciones, según Spriano20,

  • los representantes del maximalismo (mayoritario en el PSI), quien delegaba desde hacía años la dirección de las masas en el reformismo), afirmaron estar a favor de “un pacto de alianza serio” entre partidos obreros con el propósito de un vago “cambio de las organizaciones políticas del Estado” (fórmula que el reformismo abiertamente contrarrevolucionario podía aplaudir con las dos manos), pero podían sin embargo contentarse con ciertos resultados que no significasen el derrocamiento del régimen político vigente, aclarando además que, a pesar de su buena voluntad personal y como resultado de las disensiones internas en el Partido socialista, no podían comprometerse en nombre de todo el Partido;
  • los delgados del Partido Republicano se declararon favorables “a llevar el movimiento obrero al terreno de la lucha revolucionaria” (lo que para ellos significaba la lucha por la República, lo que en ese momento no hubiera modificado en nada las relaciones de fuerza entre las clases);
  • los anarquistas, coherentes con sus principios, eran partidarios de la preparación de una huelga general de corte insurreccional capaz de derrocar al poder burgués (junto a los reformistas, los maximalistas, los republicanos y los comunistas, algo así como un Frente Popular español de 1936 avant la lettre), sin dejar de aclarar que no podían considerarse “obligados por una disciplina de acción y actuarían como lo considerarían útil y necesario según las circunstancias”21; y
  • los delegados comunistas sostuvieron que toda acción de masas debía estar dirigida por esa misma Alianza (entente entre las cúpulas sindicales en la que el reformismo jugaba un papel primordial) que había sido tan criticada hasta ese momento, afirmando simultáneamente la necesidad de un acuerdo de corresponsabilidad entre los partidos hasta el fin de la huelga general y ¡la conquista del poder!

Todas estas tomas de posiciones eran incoherentes entre sí (tanto por sus métodos como por sus objetivos), y coherentes con la trayectoria de las distintas corrientes políticas, excepto la de los delegados comunistas (cuyo planteamiento general representaba una ruptura radical con el conjunto de sus posiciones tácticas y de principio).

La aceptación de la perspectiva de la conquista insurreccional del poder como resultado de una huelga general no se condecía para nada con un análisis mínimamente serio de la situación.

La propuesta de delegar en la cúpula dirigente de la Alianza (claramente no revolucionaria) la dirección de la lucha, no sólo de la huelga general por objetivos sindicales (lo que podía ser comprensible), sino también por la conquista revolucionaria del poder (que la Izquierda Comunista italiana siempre reivindicó para el Partido comunista), no tenía ni pies ni cabeza.

Plantear la necesidad de un acuerdo de corresponsabilidad entre las “organizaciones aliadas” (es decir, entre el PSI, el Partido Republicano, los anarquistas y el Partido comunista) hasta el logro de los objetivos revolucionarios (que dicho sea de paso no eran los mismos para los diferentes participantes) implicaba adoptar la táctica del Frente Único político sin objetivos precisos.

La versión oficial ulterior acerca de esa toma de posiciones fue que la propuesta de Grieco y Terracini habría sido una mera maniobra maquiavélica para evitar que el Partido comunista fuese culpado de obstruccionismo por la Dirección reformista de la Alianza22.

La intervención comunista en la reunión de la Alianza del 21 y 22 mayo estuvo completada con la afirmación de “que una huelga general nacional de todas las categorías no podía estar exenta de enfrentamientos entre el proletariado y las fuerzas adversarias y que para el mejor éxito de tales choques era necesario tener una organización que el Alianza del Trabajo no tenía. El PC había declarado previamente que aceptaba la formación de un comité común de técnicos de confianza a disposición de la Alianza, con las siguientes condiciones: que todas las organizaciones involucradas cesen inmediatamente toda forma de propaganda contra estos dos criterios: a) la necesidad de una guerrilla armada y de equipamiento adecuado; y b) la necesidad de que la victoria proletaria se consolide con un encuadramiento de fuerzas armadas23. Naturalmente, esta propuesta cayó en saco roto, y la reunión terminó con la decisión de constituir un Comité técnico, con la participación de cada una de las partes, para analizar la cuestión (lo que es la maniobra habitual en los casos en que los interesados desean desembarazarse de un problema molesto).

El hecho de que todos los participantes en la reunión convocada por la Alianza hayan hecho referencia (más o menos vaga, más o menos precisa) a un necesario desemboque político (más o menos revolucionario, más o menos reformista) del frente único representado por la Alianza, era la prueba de que la guerra de clases en curso sólo podía resolverse en el terreno político. Ahora bien, la solución reformista estaba prácticamente obstaculizada por el rechazo de los partidos burgueses a una alianza gubernamental con el socialismo reformista y con la CGdL (lo que estaba imposibilitado además por la política “intransigente” del maximalismo y por el Pacto PSI-CGdL). La alternativa revolucionaria no había aún madurado, pues la Alianza no había logrado transformarse en una organización de combate a la cabeza de las masas, ni la huelga general preconizada era la culminación de un proceso de alza revolucionaria, ni el Partido comunista había aún conseguido conquistar a sus posiciones a la gran mayoría de la clase obrera.

Mientras que la intención del reformismo y de los republicanos era hacer de la Alianza una baza del juego parlamentario, en tanto que la el anarquismo apuntaba a una intentona insurreccional (sin que estuviesen presentes las condiciones mínimas de la victoria), y que la del maximalismo era (oficialmente) indefinida, el Partido comunista no ofrecía ninguna perspectiva política propia, salvo la huelga general sin desemboque preciso.

En realidad, en aquel momento, la enorme influencia que ejercía el reformismo de la CGdL sobre las masas obreras resultaba del hecho de que su propuesta de apoyo a un gobierno de izquierda era la única visible a sus ojos en cuanto intento (falaz) para detener la ofensiva fascista. En su primer año de existencia, el Partido comunista no había logrado elaborar una alternativa creíble y realista.

El informe del PCdI al II Ejecutivo Ampliado de junio 1922 precisó una vez más cuál había sido y cuál era entonces la perspectiva de la Dirección del Partido: [En] realidad nosotros estamos a favor de la huelga sindical, a partir de la cual se desarrolla la lucha política, (…) pero en un proceso mucho más largo, y en la cual debemos insertar, para que el éxito sea posible, nuestro trabajo de reemplazar con nuestra influencia la de los socialistas y los anarquistas”. Este párrafo era muy significativo de la perspectiva que la Dirección del PCdI tenía de la lucha política (lo que explica los errores que había cometido).

Ahora bien, la Revolución no es el resultado ineluctable, mecánico, de un (único) método de lucha, de una forma de organización (única), de un (único) terreno elegido para dar batalla, o de un encadenamiento “ineluctable” de vicisitudes previstas por una vanguardia preclara y decidida. Como en toda guerra, y para que las masas vean la lucha por la conquista del poder como una posibilidad tangible, se precisa que hayan conseguido alcanzar un alto grado de organización, ganar posiciones sólidas, afirmarse en todos los terrenos de batalla, percibir la debilidad del enemigo, el resquebrajamiento de sus fortificaciones, y confiar en la clarividencia de su dirección para poder elegir la mejor estrategia y el momento de la ofensiva final.

Pero desde hacía 18 meses el proletariado había sufrido derrota tras derrota. No sólo en el terreno de las luchas sindicales, sino también en el terreno del enfrentamiento armado con el fascismo, el que destruía sistemáticamente sus organizaciones de masas (sindicatos, ligas agrarias, Camere del Lavoro), asesinaba o desterraba a sus dirigentes, expulsaba de las municipalidades a sus representantes políticos, destruía sus sedes partidarias y sus órganos de prensa, y gozaba de una impunidad casi total con la complicidad y el apoyo de los órganos estatales.

El estado de inferioridad de las masas obreras ante el ataque fascista resultaba ciertamente de las políticas desmovilizadoras, pacifistas y derrotistas de las corrientes mayoritarias del Partido socialista (maximalismo y reformismo), y de la cúpula dirigente de la CGdL ultra-reformista (quienes habían llegado al extremo de firmar el Pacto de Pacificación con el fascismo y desautorizado toda autodefensa proletaria en el terreno de la lucha armada). A ello se añadía el estado previo de desmoralización resultante de la impotencia y ausencia de voluntad del PSI para transformar en victoria revolucionaria a las grandes movilizaciones de masas durante del Bienio Rojo.

Para ese estado de inferioridad también había contribuido la dificultad de poner en pie milicias obreras contra el fascismo. El PSI tuvo una responsabilidad directa en ese resultado al preconizar una actitud pacifista ante la violencia fascista y al despegarse tajantemente de toda responsabilidad en la acción de los Arditi del Popolo.

Si bien la Dirección del PCdI llamó a situar la respuesta antifascista de las masas en el terreno de la organización, de la fuerza y de las armas, y para ello organizó militarmente a sus propios militantes y simpatizantes, su política de rechazo de toda participación en los intentos espontáneos de organización militar antifascista [§VI-4]), y la prohibición decretada de todo frente único antifascista con militantes políticos de otras organizaciones que se habían movilizado espontáneamente en defensa de las Camere del Lavoro y de las organizaciones obreras, contribuyeron a dificultar y a trabar los impulsos de autodefensa de las masas.

Por otra parte, la promoción del frente único sindical fue iniciada tardíamente, y de manera insatisfactoria, en agosto de 1921, ocho meses después de la fundación del Partido y en pleno auge de la ofensiva patronal, pues el llamamiento estaba exclusivamente dirigido a las cúpulas dirigentes de los sindicatos, mientras que la consigna de basar el frente único en la representación nacional de las organizaciones locales de las Camere del Lavoro recién fue lanzada en febrero de 1922.

Para las grandes masas trabajadoras, el PCdI no ofrecía para la lucha inmediata ni un desemboque político visible ni los medios para lograr una real acumulación de fuerzas. Aquéllas tenían entonces la necesidad imperiosa y urgente de batirse en un doble frente: el de la lucha armada contra el fascismo y el de la lucha sindical contra las patronales. Las Camere del Lavoro hubieran debido transformarse en los vectores organizativos de las masas, y el frente único (¡sin adjetivo!) en el instrumento local y regional (y, a término, nacional) de movilización de los grupos obreros y militantes dispuestos a entablar (independientemente de su afiliación o ideología política) una lucha decidida contra la reacción. Sólo así las Camere del Lavoro hubieran podido tener chances de volverse los embriones de los consejos obreros previstos por las Tesis Sindicales del Congreso de Roma [§VIII-4]24.

Con o sin el aval de la Alianza, lo indispensable en aquel momento de guerra de clases abierta era la puesta en pie de un frente de los sectores y grupos obreros y campesinos dispuestos a dar batalla al fascismo y a la burguesía en el terreno de la acción directa, cualquiera haya sido su filiación o tendencia política. La muy significativa (aunque minoritaria) fracción comunista en los sindicatos y en las Camere del Lavoro podría haber sido un factor catalizador de un frente de masas.

Por los errores tácticos de su Dirección (los que eran la expresión de su visión fundamentalmente sesgada de la lucha revolucionaria), en el curso de un año y medio el PCdI no había podido ofrecer una perspectiva política susceptible de aglutinar en torno suyo a masas cada vez más numerosas de trabajadores, ni podido trastocar las relaciones de fuerza en el seno del movimiento obrero.

En ese momento crítico, el Partido comunista seguía aferrado a su posicionamiento frente a la Alianza del Trabajo (que hacía de ella el embrión del frente único sindical reclamado), a su propuesta de huelga general nacional, y a su visión política que hacía de la socialdemocracia italiana el enemigo a destruir (y no a vaciar de sus bases obreras) para despejar la vía de la Revolución.

Por otra parte, aunque el Partido comunista haya llamado desde sus inicios a “responder a la preparación con la preparación, a la organización con la organización, a la disciplina con la disciplina, a la fuerza con la fuerza y a las armas con las armas” [§VI-4], y a pesar de su participación activa en los enfrentamientos con los camisas negras, en todo el período que siguió a la constitución de la Alianza, no desarrolló una campaña central y continua a favor de la formación de milicias obreras, indispensables para echar las bases de una defensa eficaz y de una salida revolucionaria.

Una vez más sobre la táctica del PCdI en vísperas de la conquista fascista del poder

7.- Es indudable que la Dirección del PCdI tuvo muy en claro la necesidad de una lucha frontal y sin cuartel contra la ofensiva fascista que gozaba del espaldarazo del Estado democrático burgués, así como de la urgencia del combate político contra la socialdemocracia que paralizaba al proletariado y saboteaba sus luchas. Pero esa misma Dirección no tuvo la claridad suficiente para vislumbrar ya entonces la posibilidad de – y el salto cualitativo que significaría – la subida al poder del fascismo, ni pudo extraer de ese peligro las conclusiones políticas que se imponían25.

La clave de ese déficit político está puesta en evidencia en dos artículos de Bordiga: “Difesa proletaria26 y “Il regime alla deriva27/28. En este último, Bordiga escribió:

¿Los fascistas quieren derribar el circo parlamentario? Pero nosotros estaríamos encantadísimos. ¿Los colaboracionistas quieren la huelga general – a la que siempre se han opuesto y saboteado (cuando era) para la defensa directa y efectiva de los trabajadores – si ésta fuese necesaria para las maniobras de la crisis [parlamentaria, ndr.]? Muy bien. El mayor peligro es todavía y siempre que todo ellos se pongan de acuerdo en no agitar las aguas en busca de una solución parlamentaria y legal. Pero si hay quienes quieren dar otras sacudidas al edificio del régimen, ciertamente no seremos nosotros los que nos lamentaremos”.

Bordiga era coherente con su visión de la conquista de las masas como resultado del desenvolvimiento de las situaciones que, de por sí, pondrían a la orden del día las soluciones “ya previstas” y pregonadas por el Partido. La desaparición de las formas democráticas, que eran la condición sine qua non de la política reformista, hubiese debido aportar entonces agua al molino del comunismo. Pero Bordiga no veía ni ponía en evidencia que la conquista del poder por parte del fascismo (que conllevaría la destrucción de las organizaciones obreras, incluidas las que estaban en manos reformistas) no podía ser más que la resultante de una derrota decisiva del movimiento obrero, y dejaba de lado el hecho que, a partir de ese momento, el fascismo tendría en sus manos todos los resortes del poder (y no solamente la complicidad del Estado).

Así como una crisis económica no empuja necesariamente el proletariado a la lucha (pues ello depende del desenvolvimiento de las situaciones históricas precedentes en toda su complejidad), la liquidación de la democracia no tenía por qué abrir necesariamente la vía de la Revolución comunista.

Conceptualmente, Bordiga ponía sobre un mismo plano la imprescindible lucha a muerte contra el fascismo en plena ofensiva con la necesaria lucha política contra la socialdemocracia italiana:

Estamos a favor de la lucha del proletariado en ambos frentes y contra estas dos clases de enemigos. Los socialdemócratas nos dicen: la dictadura fascista será vuestra ruina; nosotros respondemos: es porque ustedes han boicoteado la acción de las masas. Los fascistas nos advierten que si los reformistas llegan al poder, también habrá «tortazos» para nosotros, a lo que señalamos que en este caso es más que probable que utilicen el servicio de las bandas fascistas. El camino del proletariado sólo puede ser contra uno como contra el otro, en el terreno del uso de las propias fuerzas fuera y contra las instituciones; no por la legalidad, la constitucionalidad y la autoridad del Estado, defendido por el oportunismo de los socialdemócratas y por el terror reaccionario de los fascistas, sino contra ellos para construir sobre sus ruinas la fuerza, la ley, la autoridad, el gobierno de los trabajadores”29.

Bordiga confundía entonces los tiempos políticos. Es indudable que la victoria revolucionaria del proletariado deberá pasar por sobre el cadáver político de toda forma de reformismo, e incluso es probable que, para poder vencer, en ciertas configuraciones históricas, se enfrentará a gobiernos de tipo socialdemócrata que constituirán el último dique de contención de la defensa del Orden burgués (Alemania 1919). Pero en la Italia de aquel momento quien estaba al frente de la contrarrevolución en marcha era el fascismo apoyado por las estructuras del Estado burgués y usufructuaba la complicidad política de los partidos burgueses democráticos, en tanto que todas las organizaciones obreras, las socialdemócratas incluidas, eran sus víctimas.

Para poder establecer una táctica eficaz es fundamental no confundir los tiempos y las situaciones históricas (Trotsky dixit). En 1922 era absurdo equiparar la acción del socialismo italiano con la de la socialdemocracia a la cabeza de la contrarrevolución en la Alemania de 1919.

La táctica misma del PCdI, quien promovía el frente único sindical, y quien reconocía en la Alianza del Trabajo, controlada por los reformistas, una organización obrera a defender y potenciar, y hacia la cual prometía una disciplina total, era la prueba del absurdo de querer equiparar la socialdemocracia con el fascismo.

Ese mismo déficit de visión dialéctica de las tareas políticas necesarias para revertir el estado de inferioridad en la que se hallaba el proletariado italiano se encuentra en el artículo citado sobre la autodefensa obrera. Bordiga planteaba en él claramente la disyuntiva: victoria de la contrarrevolución en marcha o victoria revolucionaria del proletariado. De allí extraía la conclusión (correcta) de que el proletariado debía darse una organización de combate de tipo paramilitar (milicias obreras de autodefensa) capaz de enfrentar al fascismo y a las fuerzas represivas del Estado burgués. Pero luego añade sorpresivamente que esta organización de combate debía constituir necesariamente la base de la organización militar del futuro Estado proletario30.

El argumento de la continuidad – supuestamente necesaria – entre las organizaciones obreras de autodefensa y la futura organización militar del Estado obrero era insólito. Porque en aquel entonces hubiera sido imposible prever el proceso de generación de las fuerzas armadas de un futuro Estado proletario. A modo de ejemplo, el abanico de posibilidades no podría excluir su formación a través de la desagregación del Ejército burgués y el paso de importantes contingentes de soldados y suboficiales a las filas de la Revolución.

Bordiga reconocía (con toda razón) que la lucha contra el fascismo, contra las fuerzas estatales y por la formación de las futuras fuerzas armadas del Estado proletario debía arrastrar necesariamente a grandes masas obreras que aún no estaban bajo la influencia política del Partido comunista, y afirmaba que la tarea de éste último era asegurar el éxito de esa “sucesión inevitable” de acontecimientos. De allí deducía “lógicamente” el rechazo de todo acuerdo político y organizativo entre el Partido comunista y otras fuerzas políticas que no adhiriesen al conjunto de sus objetivos programáticos.

Para justificar el “espléndido aislamiento” del Partido comunista, Bordiga hizo una vez más referencia, a la naturaleza no revolucionaria de la política de otras corrientes políticas obreras (como la socialista o la republicana), como también a la incompatibilidad programática con el anarquismo y el anarco-sindicalismo31.

Bordiga rechazaba decididamente tanto la puesta en pie de una organización de lucha armada única reconocida por el conjunto de las organizaciones políticas antifascistas (algo así como una Alleanza del Lavoro de tipo militar32) como también la constitución de comités locales (¿y por qué no regionales?) por la autodefensa obrera (fuera del control directo del Partido comunista).

Es notable cómo, a partir del rechazo (totalmente normal para un revolucionario marxista) del sometimiento disciplinado del Partido comunista a una superestructura militar unitaria resultante de acuerdos con otros partidos (más aún si éstos son no revolucionarios), Bordiga desechaba simultáneamente todo tipo de acuerdo para la formación de milicias armadas contra el fascismo.

En la situación italiana de entonces, la tarea inmediata del Partido comunista debía haber sido llamar a todo el proletariado a armarse y organizarse para poder hacer frente — y contrarrestar de manera masiva y eficaz — a la violencia fascista, y en la medida de sus fuerzas participar en esa lucha, penetrar en las organizaciones obreras de combate e intentar tomar su dirección. Cuando un grupo de personas es atacado por asesinos con peligro de muerte, es inconcebible que la organización de la defensa tenga como presupuesto compartir un proyecto de vida.

La posibilidad de influenciar a militantes obreros y grupos socialistas, anarquistas, sindicalistas, e incluso republicanos, y ganarlos a la causa de la lucha antifascista consecuente, dependía en gran medida de llegar a potenciar y capitalizar sus empujes espontáneos al combate decidido, cualquiera que puedan haber sido sus ilusiones e ideologías. En la medida en que las políticas de las direcciones de sus respectivos partidos entrasen en contradicción con su voluntad de lucha, el Partido comunista podía llegar a ganarlos a sus propias orientaciones.

Pero, además, la posibilidad de ganar a sectores obreros que seguían al Partido socialista para la batalla unitaria contra el fascismo estaba dificultada por la propaganda comunista basada en la visión de la convergencia del PSI y del fascismo en defensa de Orden burgués. La propaganda comunista tenía pocas posibilidades de conquistar a los proletarios socialistas que veían frente a ellos al fascismo en armas, y no una (futura) participación de sus dirigentes en la represión del movimiento obrero (prevista por la Dirección del PCdI). El intento comunista de plantear la lucha en términos estrictamente sindicales para lograr la conquista de las masas era demasiado restrictiva y sesgada como para alcanzar ese objetivo.

No deja de sorprender que Bordiga haya podido teorizar que la lucha por las reivindicaciones económicas y el frente único sindical contra la ofensiva capitalista hubieran debido abrir las puertas al desplazamiento de las masas obreras bajo influencia socialdemócrata hacia la política revolucionaria, y que lo haya negado para la lucha armada contra el fascismo.

Es igualmente insólito que Bordiga haya rechazado (con razón) la posibilidad de que el Partido comunista aceptase incondicionalmente las decisiones de una organización militar supra-partidaria, y que sí la haya aceptado de manera incondicional hacia la Dirección nacional de la Alianza del Trabajo,netamente reformista.

De manera sorprendente, al precisar la orientación táctica de la Dirección del PCdI ante la necesidad de la defensa proletaria, Bordiga no hizo referencia explícita a la lucha armada contra el fascismo, sino que volvió a reiterar la propuesta de frente único sindical y la huelga nacional general por motivos salariales como “única forma de reconquista efectiva de las masas que podrían ser decididamente impulsadas en la vía revolucionaria: la huelga general contra las reducciones de salarios”, como si de ésta surgiría, como por arte de magia, la vía de la victoria. Estamos claramente aquí en presencia de una desviación política sui géneris.

SEGUNDA PARTE

La discusión sobre la táctica en el II Ejecutivo Ampliado de la internacional comunista
(7-11 de junio 1922)

8.- Luego del II Congreso del PCdI (marzo 1922), el II Ejecutivo Ampliado fue la ocasión de un nuevo y fuerte enfrentamiento político entre la Dirección bolchevique y la del Partido italiano33. El Ejecutivo del PCdI preparó su participación habiendo previamente confeccionado un informe que abordó frontalmente las posiciones y las divergencias entre ambos Ejecutivos34. Salvo en matices de detalle, la Dirección del PCdI seguía enrocada en sus clásicas posiciones (pero esta vez no justificadas con argumentos generales de principio, sino en base a consideraciones sobre la política italiana del momento)35. En su parte final, el Informe detalló las propuestas de la Dirección, que significarían no sólo el rechazo de todo frente único con otros partidos “obreros”, sino también el rechazo de propuesta de “gobierno obrero” con participación comunista36.

La reacción del CEIC al Informe del PCdI fue tajantemente negativa37.

En su discurso en la primera reunión plenaria, Zinóviev se explayó sobre la aplicación internacional de la táctica del frente único (FU)38. En primer lugar, constató que la táctica del FU ya había tenido un primer resultado positivo: contrarrestar a los ojos de las masas obreras la argumentación socialdemócrata de que los comunistas eran los responsables de la debilidad del proletariado ante las ofensivas burguesas por haber provocado las escisiones de los partidos socialistas. Luego reafirmó la perspectiva política que hacía de la consigna del “gobierno obrero” el “puente” entre la lucha por las reivindicaciones inmediatas (las “pequeñas reivindicaciones parciales”) y la dictadura del proletariado39.

Zinóviev continuó afirmando que los meses transcurridos entre la aprobación de las Tesis del FU de febrero-marzo 1922 hasta ese momento habían demostrado que la Internacional no era aún un Partido mundial centralizado y disciplinado debido al rechazo de un cierto número de partidos (de Francia, Italia y Noruega) a poner en práctica la táctica del FU decidida centralmente y de validez internacional (en particular por el hecho de que la Internacional Comunista había lanzado esa misma consigna a la Internacional Socialista y a la Internacional II½40).

Tras referirse a los casos de Noruega y Francia, Zinóviev se refirió a la táctica adoptada por el PCdI:

«Ahora vengo a hablar de Italia (…). ¿Qué nos muestra la situación italiana? Existe la así llamada Alianza del Trabajo. A la hora de crearla, el Partido Italiano dijo: “No participaremos a su fundación porque eso significaría que queremos el frente único en el campo político”. Hoy la Alianza existe. Los reformistas quieren reducirla a nada. En cambio, las masas obreras quieren encontrar en ella un punto para congregarse. Lo primero que necesitan es poder escuchar nuestra voz en la Alianza. Ahora bien, nuestro Partido italiano, aunque lo sigan 500.000 miembros en los sindicatos, no puede hacer oír su voz en la Alianza porque en el momento oportuno se hizo a un lado. Hoy en día, en Italia debemos luchar por la representación en la Alianza de los sindicatos comunistas. Los reformistas, por supuesto, no querrán darla, y por eso debemos luchar para conseguir lo que se podría haber conseguido al principio sin lucha. Fuimos invitados como partido político. Se respondió: “Como partido político, no”. Esto ya es teóricamente ridículo en sí mismo e imposible de defender. ¿Cómo puede un marxista decir que la lucha económica que está teniendo lugar no concierne a los partidos políticos? ¿Qué tipo de partido político es? En primer lugar, para un marxista (eso) no tiene sentido desde el ángulo teórico, y tampoco desde el punto de vista político (…). Ahora, como resultado de esta estrategia equivocada, nos encontramos en la situación de que no hay ningún representante nuestro en la Alianza. ¿Y por qué esto? Precisamente porque nuestros compañeros no han visto claramente la táctica del frente único. No la entendieron en el momento oportuno y, además, nuestros amigos italianos también demostraron falta de disciplina».

La justificación del Ejecutivo italiano por haber declinado la invitación del Sindicato Ferroviario era políticamente insostenible. Según la Dirección del Partido,

“La iniciativa [de la formación de la Alianza del Trabajo] fue tomada en febrero por el Sindicato Ferroviario, que antes de convocar a los sindicatos quería convocar a los partidos con el único propósito de informar sobre la alianza de sindicatos propuesta. Nosotros nos negamos a ir a esta reunión. La razón es simple y concreta: nuestra intervención habría conducido a un contraste de opiniones irremediable (a menos de hacer por nuestra parte concesiones de principio muy serias), y la Alianza del Trabajo no habría surgido, perdiendo así la plataforma que buscábamos para el mejor contacto con las masas. De hecho, no podríamos haber firmado el equívoco y pacifista comunicado emitido por la reunión de los partidos. Simplemente enviamos una carta a los ferroviarios diciendo que éramos nosotros los iniciadores de la Alianza sindical, y que ésta podía contar con la disciplina de los comunistas”.

Ahora bien, y en primer lugar, el PCdI no sabía con anterioridad a la reunión cuál sería la base de un acuerdo final para la concreción de la Alianza. En segundo lugar, nada le hubiera impedido emitir públicamente sus reservas o divergencias acerca de ciertos términos del acuerdo final (como la lucha por el retorno a una democracia “normal”). Dado que la Alianza era un resultado considerado como útil para el desarrollo de la lucha de clases, ¿por qué no haber participado en la reunión de su fundación (por la que el PCdI hacía campaña desde el mes de agosto 1921), sin dejar de lado la posibilidad de proclamar públicamente sus diferencias programáticas?; ¿y por qué sí haber rechazado la participación a su fundación y, al mismo tiempo, haberle prometido una “disciplina incondicional” (a pesar de que proclamaba un objetivo político no compartido de retorno a una “paz democrática”)? Para las masas, ello no habría creado ninguna confusión. La crítica de Zinóviev estaba plenamente justificada.

Sin embargo, Zinóviev se equivocaba al afirmar que esa participación le hubiese asegurado el PCdI una representación permanente en la Alianza. Esta última sólo estaba compuesta por delegados de las cúpulas sindicales, sin la participación directa de partidos políticos. Al convocar a los partidos a su reunión constitutiva, el Sindicato Ferroviario sólo esperaba obtener el apoyo de los partidos obreros a esta iniciativa.

Zinóviev prosiguió anunciando que la táctica del FU (a nivel nacional e internacional) tendría validez hasta que los partidos comunistas y la Internacional obtuviesen el apoyo de la mayoría de las clases obreras; y que esta táctica podía asumir diferentes modalidades. Una vez que las Internacionales socialdemócratas dieron la prueba de no querer la unidad del proletariado (y que eran ellos los divisores de las masas), la voz comunista por la unidad del proletariado en defensa de intereses inmediatos tendría una mejor recepción entre los trabajadores41.

El tratamiento de la cuestión italiana tuvo lugar en Comisión los días 9 y 11 de junio con la participación de los delegados italianos, de Zinóviev, Radek, Souvarine (del partido francés), Jordanof (del búlgaro) y Kreibic (del checoslovaco). Según el Informe publicado en “L’Ordine Nuovo” del 1-7-1922, la intervención de los delegados italianos demostró que no había habido en el pasado ningún conflicto disciplinario con la Internacional en torno de la cuestión del FU: por una parte, porque el objetivo de la reunión de la Alleanza del Lavoro no era el de formar una coalición entre los sindicatos y los partidos obreros, sino asegurarse del apoyo de éstos a la iniciativa de unidad de acción sindical42; y, en segundo lugar, porque la adopción de las Tesis sobre el FU fue posterior a la reunión fundacional de la Alianza.

La delegación aseguró que, en caso de divergencias futuras entre ambos Ejecutivos, el PCdI se plegaría a las decisiones de la Internacional. La cuestión de principio de la disciplina interna en el seno de la Comintern estaba (aparentemente) a salvo.

9.- Después de abordar las cuestiones relativas al Partido italiano, el CEIC envió dos documentos al PCdI. Uno público y otro reservado. El documento público sólo se refirió a las críticas del CEIC a las Tesis de Roma, reconociéndoles su carácter de contribución a la discusión internacional, e indicando la necesidad de que el próximo Congreso del Partido redactase Tesis acordes con las resoluciones de la Comintern.

Redactado por Zinóviev, el documento reservado, fue categórico43. En su párrafo #1 exigía la puesta en marcha de la táctica del FU según las Tesis adoptadas por la Internacional. En su párrafo #2 reclamaba, “en el lapso de tiempo más corto posible”, el lanzamiento de la consigna del Gobierno Obrero, consigna que sería de actualidad como resultado de la situación de crisis política gubernamental y parlamentaria, de la crisis interna del Partido socialista, de la violencia fascista, de la ofensiva patronal, y de la necesidad de dar un desemboque político a las masas obreras. Y añadía que “esta idea del gobierno obrero no debe ser considerada de ninguna manera como una combinación parlamentaria, sino como la movilización revolucionaria de todos los obreros para el derrocamiento de la dominación burguesa[subrayado nuestro, ndr.].

En la situación italiana de entonces, la consigna de “Gobierno Obrero” promocionada por el CEIC no hubiese podido de ninguna manera ser planteado como resultado de “combinaciones parlamentarias”. En efecto, el reclamo para la formación del mismo hubiera debido ser lanzado en dirección del Partido socialista, mientras que el conjunto de representantes de los bloques de diputados socialistas y comunistas era minoritario en el parlamento (amén del hecho que el ala reformista del socialismo, abiertamente contrarrevolucionaria, sólo deseaba participar en un gobierno de coalición con partidos burgueses).

El reclamo de Zinóviev para que la consigna del Gobierno Obrero fuera lanzada inmediatamente, implicaba que los comunistas debían tratar ya de canalizar las luchas del proletariado italiano bajo la dirección efectiva de la Alianza del Trabajo hacia el objetivo del derrocamiento de la dominación burguesa. Semejante perspectiva era totalmente irrealista. El proletariado estaba en plena defensiva (y en desbandada en grandes regiones de Italia), con su organización de frente único en manos del reformismo, y sin grandes organizaciones de masas que lo vivificasen. Así como abrir un paraguas no provoca la lluvia, el lanzamiento de la consigna del Gobierno Obrero no podía suscitar de por sí un auge revolucionario.

El párrafo #3 de la misiva expresaba una real y efectiva necesidad imperiosa para el proletariado italiano: el “frente único por abajo” contra el fascismo. Para ello, el Partido comunista debía “hacer con audacia y categóricamente la propuesta para que se creen localmente en toda Italia comités obreros de todos los partidos y sin partido”.

Por su parte, los delegados del Comité Central del Partido italiano firmaron una declaración defendiendo tanto su accionar pasado como sus propias posiciones políticas relativas al FU y a su futura aplicación en Italia44, y puso en guardia contra una visión demasiado optimista de la situación de crisis de la dominación burguesa. Del mismo modo, planteó ciertas condiciones al lanzamiento inmediato de la consigna del “gobierno obrero”: “Dada la situación actual en Italia, es evidente que el momento en que se deberá lanzar la consigna del Gobierno Obrero (…) debe corresponder a un cambio concreto de la situación. Este cambio podría consistir en la realización de la huelga general provocada por un episodio clamoroso de la ofensiva burguesa, o en la convocatoria de un Congreso Nacional de la Alianza del Trabajo como resultado de la campaña llevada a cabo desde mucho tiempo por el Partido comunista”.

El párrafo precedente es sorprendente por considerar la posibilidad de lanzar la consigna del “Gobierno Obrero” como resultado natural de una huelga general contra la ofensiva burguesa. Desde el punto de vista de las Tesis de la Internacional, siempre y cuando estuviesen presentes las condiciones de una crisis revolucionaria, más sentido tenía la segunda hipótesis considerada como consecuencia de un pujante movimiento de masas canalizado a través de la organización nacional de la Alianza. Pero esas salvedades no estaban precisadas en la Declaración de la delegación italiana. Está claro que la intención de los firmantes era bajar los decibeles de las diferencias entre ambos Ejecutivos.

La Declaración afirma luego que los comités locales antifascistas, con la participación de obreros de otros partidos o sin partido, reclamados por la Internacional, ya existían. Aunque era cierto que los comités locales de la Alianza eran antifascistas, también lo era que sus objetivos eran fundamentalmente sindicales (incluso en su proyección política, como el derecho de organización y de reunión), sin ningún alcance político-militar, mientras que la necesidad de combatir a las escuadras fascistas iba más allá de ese marco (como la imperiosa necesidad de la formación de milicias obreras).

En cuanto a la fecha del lanzamiento de la consigna del Gobierno Obrero (fijada por la Internacional al 15 de julio 1922), la delegación italiana se reservaba la posibilidad de modificarla.

En una carta al Ejecutivo italiano (con fecha del 13-6-1922), Bordiga precisó su apreciación de las consecuencias de las resoluciones del II Ejecutivo Ampliado: “Tal como es, la Resolución pública no implica revuelos. Dice implícitamente que no hubo otro contraste más que el de la votación de las tesis […]. La Resolución privada contiene afirmaciones que no tienen aplicación práctica en el punto 1. En el punto 2 habla de la consigna del Gobierno Obrero, del que finalmente da una definición que nos parece aceptable. En su discurso, Zinóviev dijo que es sólo un seudónimo de la dictadura (del proletariado)45. El punto 3 ha caído al reconocer que los comités de los que habla ya existen. (…) No existe ningún otro compromiso imperativo en el desarrollo de la táctica a los efectos de las conocidas prácticas con la Alianza y las partes”.46

Esta carta expresa nítidamente la decisión de Bordiga de no dar curso a las Resoluciones internacionales de la Comintern sobre el FU. Al declarar que el punto #1 de la Resolución no tenía consecuencias prácticas, Bordiga excluía que el Partido comunista propusiese al Partido socialista (o a los anarquistas) alguna forma de acción común.

Al señalar que el enunciado del punto #2 daba a entender que la consigna del “gobierno obrero” equivalía a la fórmula de “dictadura del proletariado”, Bordiga trató de evitar un conflicto abierto con la Internacional, esquivó una discusión de fondo sobre el tema (aferrándose para ello a una simple frase de Zinóviev que sólo era un índice de la confusión e indeterminación existente sobre esta cuestión en los círculos dirigentes de la Internacional), y escamoteó la problemática política que implicaba lanzar esa consigna a corto plazo en Italia.

Afirmando que lo reclamado en el punto #3 no tendría razón de ser porque los comités locales de obreros de todos los partidos y sin partido contra el fascismo ya existían, Bordiga pretendía excluir otras formas de organización de base antifascistas (con la participación de militantes y secciones de distintos partidos políticos obreros) que no fuesen los comités locales de la Alianza (presentes en ciertas localidades). Y al haber introducido en ese párrafo una referencia exclusiva a los grupos de choque del Partido comunista, sin señalar la posibilidad (y la necesidad) de promover la formación de milicias obreras con la participación de combatientes antifascistas de todo origen político, e incluso sin partido, y por ende formalmente independientes del Partido comunista, Bordiga pretendía validar la orientación del PCdI en la cuestión de la lucha armada47.

A pesar de que la Declaración de la delegación italiana no adhería ni al espíritu ni a la letra de las Tesis sobre el FU de la Internacional, el CEIC se dio por satisfecho con las explicaciones suministradas y con las incesantes declaraciones de disciplina de la Dirección italiana a las decisiones internacionales. Y la “cuestión italiana” no fue debatida en sesión plenaria del Ejecutivo. Ello constituyó implícitamente un pacto temporario de no agresión ente la Dirección italiana y el CEIC.

La actitud conciliatoria del Ejecutivo de Moscú puede explicarse por la situación de la Internacional. Por una parte, los conflictos agudos con el Partido francés habían monopolizado buena parte de las sesiones, lo que era el índice de la grave crisis que lo sacudía (cuyo casus belli era precisamente la táctica del FU). Por otra, el Partido alemán continuaba sacudido por sus conflictos internos crónicos. En ese momento, un conflicto abierto con el Partido italiano hubiese generado tres frentes de tormenta en los tres partidos más importantes del Occidente europeo. Máxime cuando no existía dentro del PCdI una alternativa mínimamente creíble a la dirección “bordiguista” (que contaba con la aplastante mayoría de la organización). Gramsci y los dirigentes cercanos a él (como era el caso de Togliatti, director de Il Comunista), habían votado las Tesis de Roma sobre la táctica y también rechazaban vigorosamente toda alianza con el PSI. Las declaraciones “tranquilizadoras” de la delegación italiana dieron un corto respiro al conflicto entre ambos Ejecutivos.

TERCERA PARTE

Hacia la Huelga General Nacional de agosto 1922 y el Caporetto del movimiento obrero italiano

Las corrientes políticas obreras y la Alleanza del lavoro

10.- Tras el Congreso de Roma, la acción del PCdI tuvo como uno de sus ejes centrales • el intento por transformar la Alianza del Trabajo, contra la pasividad de sus dirigentes nacionales, en una verdadera organización de lucha; y • darle una efectiva base de masas, apuntando a la formación de los Comités locales en torno de las Camere del Lavoro, preconizando además un Congreso Nacional representativo de las organizaciones adherentes48.

Desde la fundación de la Alianza, sus periódicos (Il Comunista e Il Sindicato Rosso en particular) denunciaron continuamente su carácter burocrático y su pasividad ante la ofensiva burguesa y el fascismo49, así como su voluntad de que las masas no desbordasen el marco institucional de la misma50.

La táctica que apuntaba hacer de la Alianza y de las coordinaciones locales de las organizaciones sindicales el vector de la organización nacional de las masas tuvo algunos resultados tangibles51. La propuesta de huelga general nacional recibió apoyo de las Camere del Lavoro de Turín, Novara, Savona, Pistoia, Verona, Vicenza, Alessandria, Boloña, Nápoles, Imola, Vigevano, de comités locales de la Alianza y de sindicatos provinciales52. Por el contrario, en Milán (centro industrial de primera importancia), si bien la Camera del Lavoro, dirigida por los reformistas, adhirió a la Alianza, también rechazó el 10-6-1922 la invitación de esta última para que organice una manifestación de solidaridad con la huelga de los metalúrgicos, lo cual era la evidencia de que esa adhesión era meramente formal y que su alcance dependía de factores coyunturales53.

Los intentos de la consistente minoría sindical comunista para canalizar los impulsos obreros en una lucha contra la ofensiva burguesa chocaban con la política del reformismo y del nulismo del maximalismo socialista. El ejemplo de la Camera del Lavoro de Milán es muy elocuente. En el referéndum del 28-6-1922 sobre la orientación de la Camera de la región de Milán en torno de la cuestión de la eventual colaboración gubernamental con las fuerzas burguesas caracterizadas como favorables a la clase obrera, mientras la corriente reformista defendía “la valorización de las fuerzas parlamentarias” en la lucha contra el fascismo, la maximalista sostuvo enérgicamente el Pacto CGdL-PSI. Dejando de lado que, gracias a maniobras burocráticas, la representación comunista estaba subestimada, la moción reformista obtuvo 72.500 votos, la maximalista 69.500, la comunista 22.500, la de izquierda 9.500 y la “terzini” 6.000. El recuento de los votos de la ciudad de Milán dio, respectivamente, 29.093 a la maximalista, 23.810 a la reformista, 8.211 a la comunista, 3.238 a la de izquierda, y 2.490 a la “terzini”. Por consiguiente, la corriente reformista controlaba la Camera del Lavoro de Milán gracias al apoyo del maximalismo.

Ello no obsta que la oposición de principio del PCdI a todo acuerdo con otras fuerzas políticas fue una traba real a la organización de una oposición de masas eficaz contra el fascismo. Si bien cualquier acuerdo no tenía por qué ser forzosamente aceptable, acuerdos políticos y sindicales precisos para la movilización de fuerzas en el terreno del enfrentamiento político-militar con las bandas hubieran sido perfectamente válidos y efectivos. Contrariamente a esta posición, a fines de mayo el Comité Ejecutivo del PCdI publicó un comunicado recordando que la Alianza “se constituye nacional y localmente entre órganos sindicales únicamente”, y que “los comunistas no deben pues ni reclamar ni aceptar participar como delegados del Partido en reuniones de comités y de encuentros de la Alianza”. Esta posición excluía toda posibilidad de hacer de la Alianza y de sus organizaciones locales el marco de acuerdos que fueran más allá de su horizonte sindical.

Esta declaración fue provocada por la presencia de representantes de la sección comunista de Novara en una reunión convocada con la participación de las secciones de la Alianza de diversas ciudades del Piamonte, de Lombardía y de Liguria, y de delegados de la dirección del PSI y de las federaciones provinciales socialistas. Lo mismo sucedió a inicios de junio cuando la Federación Comunista de Forlí lanzó la propuesta de frente único contra el fascismo y la reacción agraria, y a mediados de ese mes en ocasión de la participación de la Juventud Comunista de Turín en una manifestación antifascista de la juventud obrera de toda tendencia política, como también cuando los comunistas de Turín participaron junto a socialistas y anarquistas en las reuniones de la Alianza local en ocasión de la huelga general en la provincia de Novara54.

11.- El período que va de junio a inicios de agosto 1922 fue crucial en la historia del movimiento obrero italiano. La prueba de fuego decisiva, y la bancarrota final de la Alianza del Trabajo, será la huelga general nacional de agosto 1922, cuyo desenlace le abrió al fascismo el acceso al poder.

Durante la ofensiva fascista contra los bastiones obreros del norte de Italia, la CGdL convocó un Consejo Nacional (que tuvo lugar en Génova del 3 al 6 de julio) con la intención de apoyar y hacer aprobar los intentos estériles e ilusorios del grupo parlamentario socialista para encontrar una salida gubernamental que le quitaría al fascismo el apoyo estatal, amenazando con la ruptura del Pacto CGdL-PSI en caso de no obtener el acuerdo del Partido socialista. La moción confederal se declaró de acuerdo con la línea política del bloque parlamentario socialista de apoyo a una salida gubernamental “favorable a la clase obrera”, convencida de la existencia de corrientes burguesas opuestas al fascismo. Su portavoz más representativo, D’Aragona (diputado socialista y dirigente confederal), en ningún momento habló de organización ni de defensa de las masas trabajadoras, sino de supuestas soluciones parlamentarias opuestas a la destrucción sistemática de las organizaciones obreras de clase. D’Aragona reconoció que si se llamase al proletariado a una huelga general, éste respondería presente ya mismo, pero que la Dirección de la CGdL sólo lo haría en apoyo de una solución parlamentaria favorable al proletariado.

La moción maximalista reafirmó la política de “intransigencia” parlamentaria, y llamó a “organizar la resistencia ofensiva y defensiva de la clase trabajadora” por la “defensa de las conquistas obreras: por las 8 horas, los contratos de trabajo, la libertad política y sindical”, sin dejar de poner en guardia contra “las acciones individuales o autonomistas que, si siempre son peligrosas, incluso en períodos normales de la lucha de clase, son extremadamente dañosas en los períodos reaccionarios, en los cuales la lucha se agudiza hasta asumir la forma de la guerra civil”. El maximalismo desautorizaba una vez más a los movimientos espontáneos de las masas contra el fascismo y la patronal, y podría aceptar movimientos de las masas siempre y cuando estuviesen perfectamente orquestados por la CGdL y el PSI, los que nunca habían movido ni un solo dedo para organizarlas.

En cuanto a la política sindical de la Confederación, el maximalismo sólo hizo referencia a “una excesiva transigencia en aceptar las reducciones salariales” exigidas por la patronal, sin hacer la mínima crítica a su pasividad y al sabotaje de las grandes movilizaciones obreras durante los meses precedentes. Más aún, la corriente maximalista, también por boca de Serrati, dio a la Dirección confederal entera libertad para maniobrar a piacere la Alianza del Trabajo al rehusar otorgar representación en el Comité Nacional de la Alianza a las minorías confederales (comunista, “terzini”, e incluso maximalista), declarando además que “El Partido socialista asume la responsabilidad de las acciones de los dirigentes confederales de la Alianza del Trabajo, mientras que éstos no declaren que se oponen a las directivas del Partido”.55

La crítica de Serrati a la corriente “colaboracionista” de la CGdL se situaba exclusivamente en el terreno de la política parlamentaria: “[De] los camaradas de la derecha nos dividiremos solamente el día en que, participando en el Gobierno, demuestren que ya no están en el terreno de la lucha de clases”. Para Serrati, que los reformistas a la cabeza de la CGdL no sólo no organizasen la defensa proletaria, sino que la saboteasen, era una cuestión secundaria (el maximalismo mismo era incapaz de organizarlas): lo fundamental era salvar “el honor intransigente del socialismo” impotente.

La moción maximalista propuso que la CGdL promueva “todos los acuerdos con los partidos subversivos anti-legalistas que participen en la constitución del frente único con todos los medios que serán considerados necesarios en cada ocasión”. El maximalismo preconizaba de este modo un frente político-sindical en torno de la Alianza del Trabajo, al mismo tiempo que cedía al ala reformista la dirección de la misma56.

La moción comunista57 retomó las posiciones y propuestas ya agitadas por el Partido en el pasado, con la novedad de la consigna del Gobierno Obrero y Campesino. Levantando por primera esta consigna, junto a la propuesta de huelga general nacional de todas las categorías y sindicatos, el PCdI se plegaba al diktat del Ejecutivo de la Internacional.

La moción comunista proponía que dicho Gobierno resultase de una movilización dirigida por la Dirección Nacional de la Alianza del Trabajo (donde estarían representadas todas las corrientes sindicales), con el apoyo disciplinado del conjunto de los partidos obreros (socialista, comunista, republicano y anarquista). Esta era la propuesta (actualizada) de Grieco y Terracini emitida en la reunión de la Alianza del 20-21 de mayo precedente.

La hipotética victoria de la moción comunista, la aún más hipotética e irrealista conformación de una dirección de la CGdL que pusiese en práctica dicha orientación, y el todavía más hipotético desenlace victorioso de una huelga general que diese lugar a la formación de un “gobierno obrero y campesino” con la participación de delegados de la Alianza y de los partidos políticos que la apoyasen, hubiera configurado una situación catastrófica no demasiado diferente a la Comuna de Budapest o al de España de mayo 1936. En este caso se trataba de un escenario de política-ficción que no tenía ninguna chance de concreción.

La corriente de los “terzini” anunció estar globalmente de acuerdo con la moción comunista. Por su parte, la “unitaria” no era sino una variante del reformismo confederal.

Los resultados oficiales de la votación fueron los siguientes.

MociónCamere del LavoroFederaciones sindicalesTotal
Confederal204,869332,482537,351
Comunista152,08197,438249,519
Maximalista145,490104,982250,472
«Terzini»23,33411,45034,784
Unitaria22,66020,87343,533
Abstenciones33412,66913,003

Los resultados del voto estuvieron afectados por numerosos fraudes perpetrados por la Dirección Confederal (no sólo en aquellas Camere del Lavoro donde los comunistas eran minoritarios, sino también en las Federaciones sindicales, donde los confederales gozaban de un poder muy arbitrario). Pero aún así las cifras indicaban una presencia sindical significativa, aunque minoritaria, de la corriente comunista. Por otra parte, los números demostraban, sin lugar a dudas, que si la corriente confederal podía controlar a la CGdL (y a través de ella a la Alianza), y llevar a cabo su política contrarrevolucionaria, ello era posible gracias a la voluntad del maximalismo y al pacto “de no agresión” entre la Dirección Confederal y el PSI (pues un “frente único” entre maximalistas, comunistas y “terzini” hubiera tenido chances de arrebatarle a la corriente reformista la dirección de la Confederación).

La guerra civil en los bastiones industriales del norte de Italia (junio-julio 1922)

12.- Spriano describió la crítica situación política del mes de julio, en un momento en que el proletariado se batía como un león contra la ofensiva fascista en el triángulo que era el baluarte central de la clase obrera industrial (las provincias de Milán, Turín y Génova). La Dirección Confederal y la Alianza no solamente no apoyaron la reacción obrera, lanzando un llamamiento a amplificarla y extenderla al resto del proletariado italiano, sino que la traicionaron llamando a la desmovilización. El maximalismo permaneció aferrado a sus grandes declaraciones de principio, y dudó a la manera de Hamlet de la posibilidad de una huelga general… cuando las masas obreras combatían con unenorme coraje en toda la región. Los anarquistas y sindicalistas reclamaron de la Alianza la declaración de la huelga general, que la CGdL acordó “para un futuro próximo”:

«El fascismo desencadenó su gran ofensiva del verano 1922, mientras que la inercia, y a veces la flagrante capitulación de los organismos del Estado se hizo innegable. Basta recordar el caso de Boloña que sigue a la ocupación de Ferrara por las escuadras de Italo Balbo (…). En Boloña, a finales de mayo, Bianchi, el secretario del Partido fascista, ordenó la movilización general de los fascistas de la provincia (…). El fascismo agrario «pasa» por todas partes. En julio, las expediciones de Rimini se extendieron a las Marche, al Lazio y a la Puglia. Estas son verdaderas operaciones de guerra: Andria, Pesaro, Iesi, Tolentino, Viterbo «caen» a su vez. Ahora los fascistas presionan directamente hacia Milán, Turín, Génova. Por doquier se incendia y se mata. En Liguria, mientras el 9 de julio los escuadristas asaltan la ciudad de Sestri Ponente, se intensifica la acción contra La Spezia con la complicidad del comandante de Marina, y en la región de Carrara, donde estaba apostado un verdadero cuerpo de ejército fascista aprovisionado por los fabricantes de mármol.

«En Cremona, la casa del Honorable Miglioli es devastada, y el hecho tiene un eco tan fuerte en el Parlamento que provoca la crisis del Gobierno Facta I. Está probado, entre otras cosas, que las procesiones fascistas en Cremona que terminaron en el incendio de la Camera del Lavoro y de varias cooperativas fueron escoltadas por los carabineros que les hicieron de escolta. En Novara la guerra civil asumió una forma extremadamente dura. Las violencias fascistas provocaron una respuesta armada de las masas obreras (aquí los comunistas fueron el alma de la resistencia) y en los diversos conflictos armados hubo 3 muertos y 25 heridos. La movilidad de las escuadras fascistas era impresionante y fue uno de los principales factores de su éxito. En Novara llegaron camiones de la Lomellina de la región de Boloña, e incluso de la Toscana, mientras que el batallón del teniente desmovilizado Giovanni Passerone se dirigía hacia el lago Mayor, destruyendo la Camera del Lavoro de Trecate forzando con camiones las columnas que sostenían las arcadas y volando el resto con minas58. Mussolini no disimula su alegría, en una prosa que anuncia “el colapso inminente de los últimos bastiones rojos”.

La mayor confusión -añadió Mussolini el 15 de julio- reina en el campo enemigo. Uno invoca la ayuda del gobierno, otro amenaza con una huelga general, y otro recomienda la espera y la paciencia. No hay una consigna. No hay ningún plan… Siempre y repetidamente nos llaman bandidos, canallas, bárbaros, esclavistas, ladrones, vendidos. Eso no nos importa. Están imprimiendo palabras injuriosas inútiles, caballeros. Les respondemos rompiéndoles los huesos en el terreno político y sindical. Con una cirugía inexorable”.

«Mussolini no se equivocó. La confusión “en el campo enemigo” está en su apogeo. Cuando se leen durante esos días los titulares que cubren toda una página de los periódicos proletarios, se diría que están actuando al unísono para exigir una respuesta adecuada. “El proletariado no puede tolerar un régimen de terror”, tituló el Avanti! del día 15. “El proletariado opone un bloque a todas las fuerzas de la reacción”, repite al día siguiente. “Turín, Milán, Génova deben ser capaces de resistir al fascismo”, “Contra la movilización fascista, la movilización del proletariado es urgente” insiste en las mismas fechas L’Ordine Nuovo. El periódico comunista de Turín subraya la urgencia de una respuesta obrera en el triángulo industrial. En efecto, la huelga general en el Piamonte fue declarada el 18 de julio, en la Lombardía el 19 de julio, la que se desarrolló de manera compacta; pero en Génova los “socialistas autónomos” de la extrema derecha del movimiento bloquearon la adhesión de la Liguria. Y aquí también vemos una analogía con septiembre de 1920. La única señal de vida que dio el Comité Nacional de la Alianza fue ordenar, el 20 de junio, “la inmediata reanudación del trabajo del proletariado en huelga” de las dos regiones del Norte y de las Marche. El contragolpe en la vanguardia obrera fue grave y se gritó que hubo traición.

En lugar de integrar inmediatamente la huelga general revolucionaria en las manifestaciones espontáneas de las provincias devastadas durante la contraofensiva de los obreros y campesinos, que adquirió proporciones satisfactorias y en la que los fascistas estaban plenamente comprometidos, la Confederación abandonó las provincias rebeldes a su propia suerte”.

«Esto fue lo que escribió Armando Borghi, y su juicio estará confirmado por las observaciones de los historiadores. Por el momento, la incertidumbre era general. El 19 de julio cayó el gobierno de Facta.

«(…) La CGdL sigue desempeñando su función tradicional, típica del comienzo de la posguerra: una función de freno. En la reunión del Comité Nacional de la Alianza de los días 19 y 20 de julio la insistencia de los representantes de la SFI y de la USI apenas consiguió asegurar el compromiso de un futuro “movimiento global”. Los maximalistas, que por boca de Serrati no ocultaron su escepticismo sobre la posibilidad de una huelga general, se mantienen fieles a la línea del “frente único proletario”, [y] están aferrados, incluso metafísicamente, al rechazo de cualquier “colaboracionismo” (…).

«Durante estos días, son los comunistas los que luchan en todas las Camere del Lavoro por una huelga nacional: una presión que se vuelve de hora en hora más insistente y eficaz, pero que no encuentra la manera de expresarse directamente desde abajo. Los comités elegidos de la Alianza del Trabajo no existen».59

La acción del PCdI en vísperas de la huelga de Agosto 1922

13.- En su número del 18 de julio 1922, Il Comunista dio indicaciones precisas de acción a todo el Partido. Bajo el título “De la crisis del Estado a la lucha por el Gobierno Obrero: ¡Obreros, campesinos, soldados, estad listos a coger las armas!”, el periódico comunista escribió:

“[El ataque] antiproletario de los fascistas se desarrolla según un plan general, ordenado y preparado para el logro consciente de un objetivo. Hay que combatirlo poniéndose sobre el mismo terreno, es decir, sobre el terreno de la organización de acciones contraofensivas que también formen parte de un plan general de recuperación proletaria. Cada región, cada ciudad, cada provincia, conserva un cierto número de energías que deben ser utilizadas al máximo y sólo pueden serlo si en el momento oportuno son arrojadas al brasero ardiente de la lucha armada. Por eso, la primera lucha a librar sigue siendo la que debe conducir a la unificación de todas las fuerzas y de todas las capacidades de dirección existentes en las filas del proletariado. El llamamiento a los Comités locales de la Alianza del Trabajo, la invitación a la constitución de organismos interregionales, los reclamo al Comité Central de la Alianza misma deben ser continuos, insistentes. En ausencia de la dirección de los órganos centrales que todavía tienen la responsabilidad de dirigir a todo el movimiento proletario, dondequiera que sea posible, dondequiera que la terrible escuela de los hechos esté dando lecciones cien veces más valiosas que cualquier controversia, en todas partes el frente único del proletariado debe ser erigido desde abajo, permitiéndole de un momento a otro lanzarse a la acción. (…) Con las armas porque se trata de defender la vida y la libertad de todos los proletarios de un ataque supremo, y con las mentes porque habrá que estar dispuesto a no permitir que la sangre de los proletarios, los campesinos y los soldados sea derramada en vano. Puede ser que en este momento alguien piense en utilizar la revuelta de los trabajadores para abrirse el camino al poder y a un escaño ministerial. Ante esta posibilidad, la palabra del Partido comunista es muy clara:

Obreros, campesinos, soldados, estén dispuestos a luchar hasta el extremo por vuestra liberación, pero recuerden que vuestra lucha y vuestro sacrificio deben ser hechos con un objetivo que les garantice sólidamente el futuro, no por la equívoca y traicionera socialdemocracia, que mañana les disparará, sino por la creación de un Gobierno de obreros, campesinos y soldados, que sea capaz de conducir hasta el final la lucha armada contra la reacción.

“En la espera de que la situación política se desarrolle de tal manera que determine la entrada en la lucha de las grandes masas trabajadoras, los comunistas saben cuál es su deber. Ellos deben saber ser una vanguardia audaz y, cuando sea necesario, una vanguardia desesperada. (…) La consigna es provocar el mayor daño y perturbación posible al ejército enemigo y a su plan de ataque. Que los compañeros de las zonas donde se lucha sepan recogerla, sepan entenderla en toda su extensión, sepan aplicarla con audacia, con valentía y con el sacrificio de sus intereses y de su persona.”

La consigna de lucha decidida ya – y llegado el caso, a muerte – contra el fascismo, lanzada a todo el proletariado y a todo el Partido, fue tajante e indiscutible. No lo fue menos el llamamiento a la formación de comités locales y regionales de frente único en las Camere del Lavoro, y en todos los lugares donde ello fuese posible.

Por primera vez, la dura fuerza de los hechos hizo que el PCdI haya tenido que plantear en ese momento la urgencia y la necesidad del frente único a secas para enfrentar la ofensiva fascista, y si fuese necesario al margen y por encima del “frente único sindical” que había sido el norte exclusivo de la acción del Partido desde hacía casi un año60. Ello era la prueba incontestable del fracaso de su impostación táctica hasta ese momento. La consigna del frente único (sin adjetivo, y desde abajo) había terminado por abrirse camino en el Partido italiano, pero ello ocurrió demasiado tarde (cuando hubiera debido ser lanzada desde el inicio de los ataques fascistas contra el movimiento obrero).

Dicho eso, y como efecto residual de su fobia al planteo del frente único como una alianza con otras fuerzas políticas, el llamamiento del partido cometió el impar de no mencionar explícitamente a los militantes anarquistas, sindicalistas y socialistas, y a sus simpatizantes, para participar activa y concretamente junto a los militantes comunistas en la formación de los organismos de lucha antifascista (en las Camere del Lavoro , en los organismos de base de la Alianza del Trabajo, o fuera de ellos, según las posibilidades locales y regionales). En las movilizaciones contra el fascismo, los militantes y simpatizantes comunistas se batían junto a los militantes y simpatizantes de las otras organizaciones políticas obreras (cualquiera hayan sido las posiciones y decisiones asumidas por sus dirigentes).

Por otra parte, el llamamiento puso lúcidamente en guardia al proletariado contra los intentos de transformar su lucha de defensa en un banal comodín de las maniobras parlamentarias reformistas [al día siguiente caerá el primer gobierno Facta], y le opuso como alternativa política la formación de un gobierno de obreros, campesinos y soldados.

El lanzamiento de esta consigna en ese momento preciso no fue solamente un acto de disciplina hacia el Ejecutivo de la Internacional. La lucha contra el fascismo y la trayectoria cada vez más totalitaria del Estado italiano sólo podía resolverse en el terreno político, y el Partido comunista no poseía otra alternativa para ofrecer más que la consigna meramente propagandística de un “gobierno obrero” que, dada las relaciones de fuerza entre las clases y en el movimiento obrero mismo, no tenía entonces ninguna probabilidad de concretarse.

El Partido comunista estaba inmerso en una situación histórica dramática que fue la consecuencia del retraso de la forja de una alternativa revolucionaria a la crisis de la posguerra. El PCdI se había constituido muy tardíamente por las razones que hemos evocado en capítulos precedentes de este trabajo. Como resultado de la política centrista, confusionista, impotente y antirrevolucionaria del maximalismo, la energía generada por el auge proletario de la posguerra se había disipado sin ser canalizada hacia la conquista revolucionaria del poder. La formación del Partido comunista coincidió con el desencadenamiento de la ofensiva burguesa contra un proletariado que, luego de dos años de combates incesantes, necesitaba rehacer sus fuerzas y reevaluar sus alternativas a partir de las lecciones de sus derrotas y de la crisis del movimiento obrero tras la escisión del Partido socialista. La situación de debilidad de las fuerzas proletarias era la consecuencia de esa trayectoria histórica y no podía ser imputada a la escisión de Livorno ni al Partido comunista. Pero los errores tácticos del Partido (el rechazo de milicias obreras no dependientes de él y la negativa a todo contacto y acuerdo con otras fuerzas políticas), así como también su visión distorsionada de la posible evolución política y del papel de la socialdemocracia y del fascismo italianos en ellas, no favorecieron más tarde la concentración de las energías de las que aún disponían las masas obreras (que en 1921, y los primeros meses de 1922, no podía ser considerado aún como definitivamente derrotado).

14.- El 19 de julio, el Ejecutivo del PCdI lanzó en Il Comunista un “Llamamiento a los trabajadores de Italia”, respondiendo a la ofensiva fascista que se desarrollaba en Ancona y Novara (inmersa en el triángulo industrial formado por Turín, Milán y Génova, y ocupada por las escuadras de camisas negras contra la cual el proletariado local había declarado la huelga general). El llamado reclamó que la Alianza se pusiese a la cabeza del movimiento de resistencia en curso y que declarase la huelga general nacional, no ya por reivindicaciones económicas, sino para detener el ataque generalizado del fascismo contra los bastiones de la clase obrera italiana.

Algunos términos del Manifiesto no dejan de sorprender. En su llamamiento precedente del 18 de julio, el PCdI llamaba a forjar el frente único desde abajo (cualquiera que haya podido ser la decisión del Comité Nacional de la Alianza). La disciplina del Partido hubiera debido naturalmente ir hacia los acuerdos surgidos en el fuego de la acción, en el seno de las Camere del Lavoro, de los comités locales de la Alianza, de las organizaciones resultantes de acuerdos entre las distintas fuerzas partidarias. Además, era totalmente lógico exigir de la Comisión Nacional de la Alianza (simple representación de las cúpulas sindicales), tal como lo hace el Manifiesto, que declare la huelga nacional general de todas las categorías. Pero el Manifiesto iba más allá, al asegurar ponerse disciplinadamente a la órdenes de las decisiones de la Alianza en caso de declaración de la huelga general.

Ese mismo día, el editorial de Il Comunista reafirmó la orientación de frente único desde abajo dada el 18 de julio. La consigna propuesta era correcta, aunque hubiera debido añadir explícitamente que ese frente único debía ser realizado con las fuerzas combatientes de todo signo político que se situasen sobre ese mismo terreno y esa misma orientación61.

La participación comunista en el movimiento de resistencia antifascista fue intensa. Allí donde los comunistas tenían una fuerte influencia o controlaban los comités locales o provinciales de la Alianza o de las Camere del Lavoro (como en Turín), declararon la huelga general y participaron activamente en los enfrentamientos armados. Con motivo de los acontecimientos de Novara, sectores del proletariado de Milán entraron espontáneamente en movimiento, y el 19 de julio la Camera del Lavoro, controlada por los reformistas, proclamó la huelga general a partir del día 2062.

15.- Durante los enfrentamientos armados en Novara y Ancona, y las fuertes movilizaciones en Turín y Milán, el 21 de julio el Comité Central de la Alianza (que no había jugado ningún papel en el desencadenamiento de las acciones del proletariado) lanzó un comunicado ordenando la detención de las acciones en curso63.

El 23 de julio, Il Comunista publicó un editorial con el título: “No ha sido el terror fascista sino la vileza de los líderes lo que ha truncado la acción del proletariado. ¡Honor a los comunistas de Novara que están luchando solos, con las armas en las manos!”. El periódico dio el informe completo de la traición reformista que dejó sin ningún apoyo al proletariado en lucha de Novara y Ancona, y que detuvo el impulso de las masas de Turín y Milán para contrarrestar el avance del fascismo en el triángulo industrial más importante de Italia.

Cuando la huelga general fue decidida el día 19 en la Camera del Lavoro de Milán (después de que sectores enteros de la clase obrera se habían declarado espontáneamente en huelga), se nombró un Comité secreto (Comitato d’agitazione) para asegurar su dirección. El representante comunista requirió que los “colaboracionistas” fuesen excluidos del mismo, encontrando la oposición de los propios reformistas y de los maximalistas.

Los delegados comunistas plantearon las condiciones de su participación en la Comité de agitación, condiciones que los reformistas se comprometieron a respetar: 1) ningún encuentro para negociar con los fascistas; 2) continuación de la huelga general hasta la efectiva evacuación de la región de Novara; 3) la huelga debería terminarse con una reunión pública; 4) los servicios públicos deberían participar en la huelga; 5) ninguna represalia para ninguno de los huelguistas; 6) acuerdo inmediato con las otras fracciones sindicales ajenas a la Camera del Lavoro, es decir, los sindicatos de los ferroviarios y los anarquistas.

El Comité de agitación estaba compuesto por dos representantes de la Camera del Lavoro (reformistas), dos del Partido socialista y uno del Partido comunista. La huelga se proponía “como objetivo el restablecimiento de las libertades políticas y sindicales” [cuando hubiera debido precisar claramenteque su objetivo era la retirada de las bandas fascistas de Novara]. Pero las modalidades de la huelga fueron acordadas de común acuerdo entre el Partido socialista y las autoridades estatales64. Por decisión del Comité de agitación, la huelga concernió directamente a los trabajadores de la industria y del transporte urbano, pero fueron excluidos de participar en ella a los enfermeros, bomberos, electricistas, gasistas y trabajadores de aguas corrientes, obreros en empresas de procesos continuos, periodistas y tipógrafos. El Partido fascista lanzó un ultimátum amenazando con invadir la ciudad con 30.000 milicianos si la huelga no cesaba en 24 horas.

Asociándose a la orden del Comité Nacional de la Alianza de acabar con la huelga general, y contra la posición del delegado comunista que sostenía la necesidad de no capitular ante el ultimátum fascista, la mayoría del Comité de agitación emitió un comunicado decretando el fin del movimiento para la mañana del sábado 22-7.

Al día siguiente tuvo lugar una reunión en la CGdL con la participación de representantes de las Camere del Lavoro de Milán, Gallarate, Monza, Bérgamo, Como, Varese, Vigevano, Turín, Novara e Intra, con la presencia del Comité de agitación de Milán. Por mayoría, contra los representantes comunistas, el encuentro regional del Piamonte y de la Lombardía emitió un comunicado ordenando el fin de los movimientos huelguísticos. Para no quedar aislado, al proletariado de Turín no le quedaba otra alternativa que una retirada ordenada. La Alianza del Trabajo provincial de Turín dio más tarde un comunicando llamando a terminar la huelga de manera disciplinada.

16.- Es de señalar que tanto en Milán como en Turín y en la Liguria (Génova, Savona, Sesto Ponente, la Spezia), las secciones locales y regionales del Partido comunista practicaron el frente único político-sindical, yendo hasta compartir responsabilidades ejecutivas con los reformistas y los maximalistas. En Milán, un representante del Partido formó parte del Comité de agitación junto a representantes reformistas de la Camera del Lavoro y del Partido socialista (para luego ser fregado por ellos [§VIII-15]). En Turín, representantes del Partido comunista participaron junto a delegados socialistas y anarquistas en reuniones convocadas por el Comité local de la Alianza en apoyo del movimiento huelguístico en curso65. En Liguria, la Federación Comunista provincial rubricó una declaración pública firmada por gran número de organizaciones sindicales y por la Federación provincial socialista66.

La separación reivindicada por las Tesis de Roma entre los acuerdos entre partidos políticos (a proscribir absolutamente) y los acuerdos entre corrientes políticas dentro de los sindicatos o de la Alianza (frente único sindical, a promover constantemente) no resistió la primera prueba de fuego representada por la movilización de masas del Piamonte y Lombardía.

No obstante ello, días más tarde, el 25 de julio, Il Comunista publicó un Comunicado del Ejecutivo del Partido dando marcha atrás hacia el planteo escuetamente sindicalista del frente único67.

Maniobras parlamentarias y sabotaje reformista

17.- El sabotaje reformista de la movilización de los trabajadores de Lombardía y Piamonte contra la invasión fascista de la provincia de Novara (sabotaje que fue refrendado por el maximalismo al apoyar la orden del Comité Central de la Alianza), era la consecuencia directa de las maniobras parlamentarias consecutivas a la caída del Gobierno Facta I ocurrida el 19 de julio, como así también de las posiciones políticas y principios generales del reformismo.

El derrocamiento parlamentario Gobierno Facta (con los votos de los diputados socialistas, comunistas y fascistas) fue la resultante de la ofensiva de los camisas negras desencadenada en el verano 1922 contra Ferrara, Boloña, Cremona, Ancona y Novara. Esta ofensiva demostraba abierta y simultáneamente la complicidad de las estructuras del Estado con la violencia extralegal del fascismo y la hipocresía de la fraseología democrático-liberal de los partidos parlamentarios burgueses. Los comunistas votaron en contra por razones obvias; los socialistas para prospectar concretamente la posibilidad de una “alianza parlamentaria antifascista”; y los fascistas para tratar de institucionalizar su creciente influencia política.

La caída del Gobierno Facta (del que ya formaban parte dos ministros filo-fascistas) dio lugar a una comedia de enredos con la participación del conjunto de los partidos parlamentarios que iban del fascista al grupo de diputados socialistas, pasando por el insumergible Giolitti del partido liberal (que en mayo de 1921 había integrado a los candidatos fascistas en el Bloque Nacional), el no menos insumergible Nitti (del partido Radical), y el Partido Popular (cristiano, con arraigo en las zonas agrarias). Spriano dio un resumen de esta comedia parlamentaria.

“La crisis política y parlamentaria del 19 de julio (…) vio materializarse una tras otra las diversas «imposibilidades» antifascistas que facilitan el camino al fascismo. El choque entre Giolitti y Struzo [jefe del Partido Popular católico, ndr.] es tal que la democracia giolittiana se opone a un acuerdo entre socialistas y populistas para que los fascistas integren la mayoría gubernamental [tal como Orlando (del Partido Liberal, ndr.) también lo piensa]. El PPI mantiene su prejudicial antifascista, pero dentro de él la hostilidad a una coalición con los socialistas también es fuerte y probablemente proviene directamente del Vaticano. Es la quiebra, una tras otra, de los intentos de Orlando, Bonomi (a quien la derecha y los giolittianos son hostiles, y que quiere, por parte de los socialistas, un compromiso para entrar en el gobierno directamente, y que el grupo parlamentario (socialista) no puede asumir por no querer provocar una escisión inmediata del Partido), y del populista Meda que declina el cargo el 27 de julio.

“Es entonces cuando la hipótesis presentada por muchos para lanzar una coalición que va de los socialistas a los fascistas se vuelve insistente. La crisis también tiene este aspecto. Mussolini parece dispuesto a preferir esta solución. ¿No suena eso como una confirmación de lo que dicen los comunistas? Esto es lo que Togliatti proclama el mismo día68: «El tirano sucio contra el que debemos levantar todas las energías que aún viven en las masas tendrá un solo aspecto y un solo nombre: se llamará Turati – Don Struzo – Mussolini».

“Parece que fue el 28 de julio cuando el grupo parlamentario socialista “colaboracionista” decidió hacer caso omiso (de la “intransigencia”, ndr.) para encontrar una solución a la crisis: lograr una “colaboración directa” y unirse al gobierno que proponga la legalidad y la defensa de las organizaciones libres. (…) Pero la situación ya está comprometida: uno antes y otro después, los giolittianos y los populistas han bloqueado una coalición de centro-izquierda. Si fue Giolitti quien lo bloqueó en julio, si fue Bonomi quien no pudo contar los días 26 y 27 con un gobierno con participación socialista, ahora son los populistas quienes retiran su decisión prejudicial contra la derecha. Así, en su entrevista con el rey, Turati está mucho más prudente que lo que podía hacer suponer la resolución del grupo de diputados socialista. Y mientras los comunistas y los maximalistas gritan contra (ese) escándalo, Turati le dice al rey que está convencido de la necesidad de formar un gobierno sin la derecha y sin los socialistas”.69

La resolución provisoria de esta crisis tuvo lugar el 2 de agosto con la formación del segundo gobierno Facta, del cual participaron el Partido Liberal, el Popular, el Demócrata Social, el Socialista Reformista y el Radical. Esta salida gubernamental fue meramente circunstancial. La burguesía italiana debía todavía terminar por decidirse por una solución a largo plazo de esa situación de crisis parlamentaria permanente. Será el fascismo quien se la dará aportando su potente aparato político capaz de disciplinar a gran parte de las fuerzas que representaban a distintos sectores de la burguesía y de la pequeña burguesía italiana.

18.- Hemos visto en los párrafos precedentes que, a mediados de julio, la eclosión espontánea de las movilizaciones obreras en la región de Novara y Ancona, a la que siguieron las del Piamonte y la Lombardía, coincidieron con la caída del primer gobierno Facta (19 de julio). Para el reformismo socialista, la CGdL y el Consejo Nacional de la Alianza del Trabajo, era de la mayor importancia impedir que esas movilizaciones llegasen a trabar las maniobras del bloque parlamentario socialista (para no “espantar” a las fuerzas burguesas susceptibles de pasar acuerdos con los socialistas).

Ya hemos tenido la ocasión de citar el artículo de La Giustizia (cotidiano del reformismo socialista) “Salvare la Nazione della guerra civile” del 18 de julio 1922, donde se afirmaba que las luchas obreras sólo podían estar al servicio del reclamo de que el “el Estado se convierta en un restaurador de la ley” y sólo podían ser consideradas “como una oferta de ayuda y una incitación a los partidos políticos de la democracia” y que “cualquier otro objetivo anti-estatal y fuera de la ley no puede más que servir a la reacción y soldar contra nosotros en un bloque enemigo a hombres y partidos que ahora están divididos, la mayoría de los cuales se inclinan hacia nosotros y pueden ser buenos aliados nuestros”.70 En otras palabras, para que el Estado y el fascismo no necesitasen reprimir al proletariado (que trataba justamente de defenderse contra los ataques convergentes del fascismo y del Estado), el proletariado no debía defenderse, y como máximo debía dirigirse al Estado y a (supuestos) partidos burgueses que aceptaran el retorno a un mundo idílico de paz social para restaurar una convivencia democrático-liberal que la historia había hecho estallar ineluctablemente como consecuencia de la guerra y de la posguerra.

El 20 de julio, cuando la región de Novara ardía por los enfrentamientos entre proletarios y fascistas, y la extensión de las movilizaciones antifascistas a la Lombardía y al Piamonte estaba en pleno auge con el reclamo preciso del retiro de los escuadristas, La Giustizia volvió a insistir en el tema71. Ese mismo día, Il Comunista del 20 de julio reportaba la respuesta dada por D’Aragona sobre la actitud de la Alianza en relación con los eventos en curso: ¡“La Alianza del Trabajo examinará la situación. Por ahora estamos demasiado ocupados por la crisis [parlamentaria]”!

19.- Para el maximalismo, el problema se planteaba en términos diferentes (aunque convergentes). Continuador de la tradición parlamentaria “intransigente” del PSI, el maximalismo denunciaba todo “colaboracionismo”, todo apoyo o participación a un gobierno no “puramente” socialista. A pesar de su fraseología seudo-revolucionaria durante el Bienio Rojo y su adhesión puramente formal a la III Internacional, el maximalismo había desertado la lucha revolucionaria y, finalmente en enero de 1921, prefirió romper con la Internacional y con la minoría comunista para mantener su pacto histórico con la corriente reformista.

La clave de esa evolución residía en la pretensión de realizar una síntesis “armoniosa” del parlamentarismo con la conquista revolucionaria del poder; de la penetración socialista de las estructuras municipales con la formación de un poder revolucionario; de la defensa de los intereses de las grandes masas proletarias con el sindicalismo reformista (representante de los intereses de la aristocracia obrera); de la Reforma con la Revolución.

El maximalismo tenía un ADN intrínsecamente no revolucionario. Jamás se había planteado mínimamente el problema de la preparación de las condiciones subjetivas y objetivas de la revolución proletaria. Para tener un viso de actividad política, debía remitirse a la actividad parlamentaria y a la acción sindical (ambas en manos de la corriente reformista). Aunque minoritaria en el PSI, la corriente reformista le daba maximalismo una apariencia de existencia política propia, cuando en realidad su propia existencia no era más que el reflejo deformado de reformismo. Es por eso que, a pesar de las tensiones entre ambas corrientes (todas suscitadas por las veleidades de los representantes reformistas de infringir la línea de la “intransigencia”), el maximalismo nunca había roto con la corriente reformista, a pesar de todas las traiciones y capitulaciones de esta última. Por su parte, el reformismo obtenía de su alianza con el maximalismo una caución de clasismo.

Esto ocurrió por enésima vez durante el mes de julio 1922. En el Congreso de Génova de la CGdL, el maximalismo aportó sus votos para que el reformismo conservase su control sobre la Confederación y sobre la Alianza del Trabajo, y dos semanas después llamó en todas partes a acatar disciplinadamente la orden del Comité Central de la Alianza a favor de la interrupción de la huelga general en Lombardía y el Piamonte.

Su argumentación para justificar este último llamado fue altamente elocuente de la convergencia objetiva de los esfuerzos del reformismo y del maximalismo para desarmar la capacidad de lucha del proletariado italiano. Que en el caso del reformismo se tratase de una voluntad consciente, mientras que en el del maximalismo era la consecuencia mecánica de sus posiciones políticas (independientemente de la conciencia que podía tener de sí mismo), eso no cambiaba para nada el resultado. Tras haber maniobrado junto a la Camera del Lavoro de Milán para controlar y dar por terminada la huelga general, el PSI publicó en el Avanti! un editorial que expresaba todo el vacío de su verbalismo impotente: “Los trabajadores que regresaron a los talleres no sólo recuperaron sus puestos de trabajo, sino también sus puestos de combate. Los fascistas saben ahora que la Milán trabajadora ha demostrado estar dispuesta a actuar y defenderse. Sólo que nuestra acción y nuestra defensa deben ser realizadas – señores fascistas – de la manera y en el momento que querramos elegir”.

Mientras los reformistas llamaron a las masas a volver al trabajo para no dificultar las tratativas parlamentarias, los maximalistas se plegaron a ello porque no tenían políticamente ninguna alternativa propia, ninguna fuerza propia, ninguna perspectiva propia.

Reformistas y maximalistas prometían hacer sonar el escarmiento “cuando ellos lo decidiesen, y del modo que lo decidiesen”. Los primeros en el caso de que el Estado no hiciese lugar al reclamo de paz social del Partido socialista. Los segundos, ¡vaya uno a saber en qué ocasión!, luego de haber soportado (y llamado al proletariado a soportar) estoica y pacíficamente durante dos años los ataques fascistas contra las Camere del Lavoro, los sindicatos, las cooperativas, las secciones del Partido, sus periódicos y sus representantes municipales.

Trotsky escribió que las promesas de una lucha sin cuartel “en el caso de que el enemigo osase”, no valen un bledo: ”No se puede adormecer cotidianamente a las masas con la verborrea de la transición pacífica, indolora, legal, parlamentaria, democrática, al socialismo, y después llamarlas a la resistencia armada al primer papirotazo serio. Esta es la mejor manera de facilitar a la reacción la derrota del proletariado. Para mostrarse capaz de una resistencia revolucionaria, las masas deben estar preparadas materialmente, así como en el terreno de las ideas y de la organización. Ellas deben comprender la ineluctabilidad de la agravación de la lucha de clases y su transformación en guerra civil en una fase dada. Es necesario combatir cotidianamente las ilusiones conciliadoras”72. Toda otra actitud genera el desarme de las masas y el derrotismo.

Hacia la Huelga General de agosto 1922

20.- Por orden del Comité Nacional de la Alianza, el 23 de julio cesaron los movimientos de huelga contra la invasión fascista de Novara. La movilización obrera había sido sacrificada porque el reformismo tenía aún la esperanza de que la crisis parlamentaria se resolviese de alguna manera, con o sin participación socialista, con la elección de un gobierno que pusiese coto a las exacciones del fascismo. El 28 de julio Turati se dio cuenta de que los intentos del bloque parlamentario socialista no tenían ninguna chance de influenciar el resultado de la crisis gubernamental, y es entonces cuando el reformismo decidió recurrir a la Alianza del Trabajo para que declare una huelga general con la intención de pesar sobre el desenlace parlamentario de la crisis. Para el reformismo, la huelga general era una herramienta inadecuada para el reforzamiento del movimiento obrero en lucha abierta contra el fascismo, pero sí lo era para sus propios tejes y manejes parlamentarios (supuestos factores esenciales de la marcha hacia adelante del socialismo). Spriano suministra datos elocuentes de esas vicisitudes.

“En cualquier caso, está claro (…) que el origen inmediato de la huelga general fue una decisión tomada por la mayoría reformista de la CGdL que superó su anterior reticencia en base a consideraciones relacionadas con los últimos acontecimientos políticos de la penosa crisis gubernamental. Ahora podemos añadir que fue Turati quien superó las últimas vacilaciones y eligió la presión de las masas para empujar hacia la izquierda una situación que, en el terreno de las negociaciones entre los grupos (parlamentarios), se le había ido de las manos. De hecho, lo que arroja nueva luz sobre las intenciones de Turati en cuanto a la exactitud de esta hipótesis es un documento que marca un cambio de opinión, ocurrido el 31 de julio, relatando la comunicación telefónica con el sindicalista Storti de la Camera del Lavoro de Milán73. El corresponsal de Turati pidió aclaraciones sobre el carácter y el significado político de la proclamación de la huelga general.

“STORTI: Nuestra opinión, para decirlo sin rodeos, es la siguiente: consideramos que se trata de un trámite extremadamente arriesgado y muy discutible.

“TURATI: ¿Pero por qué?… No es nada sorprendente que los trabajadores se levanten en un movimiento general, expresando su pesar y desprecio por medio de una revuelta a favor de la restauración de la ley, de la libertad y de la autoridad [del Estado, ndr.] (…) En las huelgas siempre existe un cierto riesgo de que se produzcan acontecimientos imprevistos, pero no sería serio quedarse atrapado por el miedo (…) Debemos dar una advertencia al Gobierno y al Parlamento para que ambos dejen de hacerse los estúpidos, debemos hacerlo con la convicción de que es algo útil (…) Vemos la huelga con buenos ojos (…) Es una fuerza que va en nuestra dirección para volver a poner (el aparato) del Estado en el camino correcto (…) En resumen, nosotros [los diputados parlamentarios, ndr] empujemos desde adentro y ellos [los obreros, ndr.] desde afuera, ¿entiendes? Debes tener en cuenta que nuestra condición es también terrible [¡los pobres sacrificados!, ndr.] (…); y también nuestra honestidad, nuestra sincera oferta de colaboración [con los partidos burgueses, ndr.] que ha sido recibida [por parte de los otros partidos, ndr.] cubriéndose de ridículo (…) Cualquier empujón desde afuera, con tal que se mantenga dentro de ciertos límites, me parece útil y digno de aprobación”.74

Los trabajadores debían sacrificarse para dar mayor peso a los argumentos de los “sufrientes” y “humillados” diputados socialistas, siempre y cuando se mantuviesen tranquilos en los límites de la legalidad más estricta (que la burguesía, el Estado, los sucesivos gobiernos y el fascismo violaban impunemente). Es en ese contexto, y con ese motivo inconfeso, que el 29 de julio el Comité secreto de la Alianza decidió por unanimidad una huelga nacional general que debía iniciarse a las 0 hora del 1 de agosto teniendo como objetivo “la defensa de las libertades políticas y sindicales” [lo que justificó su apodo de Huelga Legalista acuñada por Turati], suficientemente vago como para poder terminarla rápidamente según la evolución de las transacciones parlamentarias. La comunicación de esta decisión tenía que ser transmitida a las organizaciones obreras sólo horas antes de su inicio. Los mismos que días antes habían cercenado el impulso espontáneo de las masas contra la ofensiva fascista en Novara, ahora las llamaban a movilizarse, sin mínimamente haberlas preparado política y organizativamente, sin objetivos precisos, reduciéndola a un acto de protesta.

21.- La crisis gubernamental, que para el reformismo justificaba la decisión tomada, coincidió con la ofensiva fascista contra Ravenna, la única ciudad de la Emilia-Romaña aún no conquistada por los camisas negras, y con el ultimátum que las dos Camere del Lavoro de Roma (la confederal y la sindicalista revolucionaria) lanzaron al Comité Central de la Alianza con motivo de estos acontecimientos: o declaraba sin más hesitaciones la huelga general nacional a muy breve plazo, o las organizaciones de defensa proletaria de Roma declararían caduco el poder central de la Alianza del Trabajo.

El confusionismo político detrás del llamamiento a la huelga general fue el resultado de la heterogeneidad de los objetivos de quienes la apoyaban. La preparación de una eventual huelga general había sido discutida previamente en Roma entre el 25 y el 31 de julio por un Comité técnico compuesto por dos comunistas (Grieco y probablemente Fortichiari), dos maximalistas (Fioritto y Vernocchi), tres anarquistas (Malatesta, Sbrana y Forbicini), un republicano (Schiavetti) y otro anarquista en representación de la Alianza (Giusti, del Sindicato Ferroviario). Las seis reuniones “técnicas” reprodujeron los términos de la reunión del 20 y 21 de mayo [§VIII-6]. Los dos delegados anarquistas y el delegado republicano propusieron, contra la opinión de los delegados comunistas, una lucha de tipo insurreccional. Los maximalistas fueron muy cautos porque no podían hacer abstracción de las tratativas parlamentarias de los diputados socialistas. Pero esas reuniones “técnicas” no tuvieron ninguna incidencia en el desenvolvimiento de la huelga, totalmente improvisada y sin ninguna preparación previa.

Justo antes de su inicio, el Partido comunista lanzó una advertencia y una consigna: “Estar preparados a todo”75, donde expuso la necesidad de detener el avance de las escuadras fascistas en el triángulo industrial del norte, en la región la Romaña y en las Marche; puso en guardia contra las maniobras parlamentarias del reformismo y la pasividad del Comité Central de la Alianza; y previno que si la clase obrera fuese llamada a la lucha como consecuencia del fracaso de las tratativas parlamentarias, debía tener presente “Que la esclavitud [el fascismo] será jaqueado y detenido en su avance sólo cuando a través de un poderoso impulso hacia el frente único, ciudad por ciudad, aldea por aldea, taller por taller, campo por campo, los trabajadores se hayan fortalecido y armado para defenderse y hacerse respetar por sí mismos”.

El Comité Central de la Alianza delegó en un Comité de Acción Secreto la dirección efectiva del movimiento. Este último lanzó una proclama llamando al proletariado italiano a la huelga general de todas las categorías (sin fijarle duración alguna) para exigir del próximo gobierno la defensa de las libertades políticas y sindicales, y el fin de las violencias fascistas. El llamado exigía del proletariado la abstención de todo acto de violencia (salvo en caso de “legítima defensa”)76. Los términos escuetamente democrático-liberales de la proclama, así como su propósito implícito (aunque claramente enunciado) de incidir en la formación del próximo gobierno, no disminuía en nada la importancia del primer intento objetivo de poner en movimiento a todo el proletariado italiano contra la violencia fascista.

El Partido comunista publicó ese 1° de agosto la siguiente proclama: “Este es el momento de la acción. Por lo tanto, no discutamos ahora el planteamiento de la huelga de los dirigentes de la lucha. (…) La disciplina hacia los órganos de la Alleanza del Lavoro que representa al frente único de los trabajadores de todos los partidos debe ser absoluta. Los comunistas deben dar ejemplo, junto al ejemplo de decisión y sacrificio. La lucha que comienza debe llevar al proletariado a posiciones de fuerza frente y contra la clase burguesa y sus instrumentos de reacción. No se debe renunciar a asestar ningún golpe al enemigo. Hay que considerar como infamia y ruptura del frente único proletario llegar a acuerdos con él.

El llamado a generar posiciones de defensa y de fuerza contra los ataques fascistas, y a recurrir a la violencia necesaria fue claramente pertinente. Sorprende, una vez más, que el Partido comunista no se haya reservado públicamente la posibilidad de ir más allá de los límites fijados por la Alianza en función de las vicisitudes del enfrentamiento previsible y en el caso de que la lucha de las masas lo requiriese. Eso no quita que la Dirección del Partido se haya guardado previsora e internamente un margen de maniobra. Según el informe de Fortichiari sobre la Huelga de Agosto, “nuestras instrucciones invitaban a respetar la disciplina hacia los órganos competentes (…) pero disponían que nuestros militantes ayudaran y apoyaran enérgicamente a las masas en las zonas en las que no querían o no podían detener la huelga general77. Esta última previsión fue muy oportuna dado el desarrollo ulterior de los acontecimientos.

La Huelga General y el Caporetto del movimiento obrero italiano

22.- Recurriremos aquí a diversas fuentes para relatar las vicisitudes de la Huelga de Agosto y sus consecuencias inmediatas.

“A pesar del secreto necesario, la noticia de la proclamación de la huelga fue hecha pública en la mañana del 30 de julio por Le Travail de Génova, cuyo editor mantuvo una larga conversación durante la noche con el líder reformista de la Alianza del Trabajo, el vicesecretario de la CGdL, Azimonti, quien le entregó el texto de la convocatoria. (…) La convocatoria no establece una fecha límite para la huelga (…). Mientras que el lunes 31 de julio las distintas Camere del Lavoro se informan febrilmente de la fecha prevista para su inicio, la movilización más importante es la de los adversarios. Los fascistas, ya informados, amenazaron inmediatamente con feroces represalias si la huelga no terminaba en 48 horas. Los populistas [del partido católico PPI] critican la proclamación de la huelga y la CIL [la confederación sindical católica] se abstiene. El rey, preocupado, llamó a Facta el 30 de julio y lo reconfirmó en su puesto. El nuevo gobierno, similar al anterior y aún más débil, con la participación de ministros populistas y derechistas pro-fascistas, se formó en un día (…).

“El 1 de agosto, el conflicto desde su inicio tomó la forma de una batalla obrera decisiva en el punto culminante de una guerra civil: las fuerzas fascistas contra las fuerzas obreras. En todas partes, la actitud de las fuerzas del gobierno es, en esencia, utilizar el aporte fascista, tratando directamente con sus líderes para romper la huelga, con el objetivo de que la amenaza de tomar medidas sea suficiente para que las organizaciones de las Camere locales proclamen el fin de la huelga.

“(…) El marco general de la resistencia obrera, que, hay que reiterar, no está coordinado centralmente ni propulsada hacia un objetivo específico, es el de una manifestación ya cansada, condenada a la derrota, pero aquí y allí comprometida en combates encarnizados, en los casos donde todavía existe una organización armada y donde los dirigentes son capaces de utilizarla. En general, la clase obrera del Norte sólo responde parcialmente a la convocatoria de la Alianza: las derrotas de las semanas anteriores pesan mucho. El fenómeno se nota más en el primer día, sobre todo en Turín, pero también en Milán, Trieste y Boloña, tanto en el primer como en el segundo día. Pero el número de huelguistas, cuyo número es muy heterogéneo, especialmente apoyado por el fuerte espíritu de lucha en los ferrocarriles, fue trastocado, a partir del 3 de agosto por la ofensiva militar fascista que se desencadenó en muchas provincias, justo cuando la Alianza del Trabajo se encontraba en plena crisis de desintegración a nivel central y decidió poner fin a la huelga el mismo día al mediodía.78

“Ante la rendición oficial de su enemigo, la ofensiva escuadrista, protegida por las autoridades y las fuerzas de seguridad, se enardeció.

“Nunca como hasta entonces, los fascistas asumen la apariencia y la verdadera función del «brazo armado» del Estado, mientras que toda la opinión burguesa y pequeño-burguesa se pone de su lado. Dictan la ley e imponen realmente las duras represalias que habían anunciado.

“La «cola» de la huelga se convierte así en un estallido de desesperada resistencia local que parte de ciertos centros y barrios obreros donde las fuerzas populares siguen luchando y donde las devastaciones fascistas son las más graves: Ancona, Brescia, Milán, Bari, Génova, Livorno y especialmente Parma. La huelga que terminó mal fue transformada por los ataques fascistas en una verdadera derrota. No es casualidad que será tildada de Caporetto. La lista de devastaciones de los círculos de organizaciones y administraciones populares cubre toda la península.

“(…) Cuando se hace el balance de la «huelga legal», lo que resulta evidente es sobre todo la ineficacia [¡más bien traición!, ndr.] de la Alianza del Trabajo. La presión del gobierno fue suficiente para que los líderes, debido al resultado del primer día de la huelga, pudieran rendirse, no sólo a nivel central, sino también en algunas Camere del Lavoro, como Milán y Boloña.

“(…) La huelga del 1 al 3 de agosto, derrotada, asfixiada, reprimida, es el último destello de resistencia al fascismo. Mussolini, que festeja el triunfo con el creciente acuerdo de las clases medias y de sectores crecientes del aparato del Estado, ahora tiene realmente el camino despejado hacia el poder. El ilegalismo fascista ha recibido un tipo de reconocimiento oficial del Estado, de sus poderes civiles y militares, y de los órganos de prensa conservadores”.79

“Debido al caos causado por la repentina proclamación de la huelga, en el primer día los paros laborales fueron en casi todas partes insatisfactorios, pero más tarde tomó decididamente fuerza, especialmente en el centro-norte, a pesar de las derrotas anteriores, de la violencia fascista, de la mala dirección de la lucha. Pero fue en este punto que la Alianza del Trabajo decidió el fin de la huelga, capitulando de hecho al chantaje fascista, disgregando al máximo el frente de lucha, y abandonando los trabajadores zona por zona a la represión conjunta del fascismo y el Estado. Habiendo cesado la huelga nacional, los fascistas fueron capaces de concentrar sus fuerzas para ocupar las regiones aún no conquistadas (las Marche) y especialmente las grandes ciudades del norte, cuya escalada había sido muy difícil y para nada indolora. Todos los centros obreros de Lombardía y Liguria cayeron, en primer lugar Milán (donde el Avanti! fue destruido y el Palazzo Marino ocupado), y Génova, donde la ocupación fascista condujo al desmantelamiento de la organización de las cooperativas portuarias de trabajadores. Todo esto ocurrió con la connivencia absoluta y a menudo con el apoyo directo de las autoridades civiles y militares del Estado, que en parte dejaron el terreno libre para la destrucción sistemática de todas las formas de organización de clase (CdL., cooperativas, sedes políticas, periódicos), y en parte colaboraron activamente con los fascistas en la represión de la huelga y en los rastrilleos en los barrios obreros”.

“[El] movimiento obrero salió de la huelga prácticamente destruido. En muchas regiones las masas trabajadoras habían luchado valientemente (Milán, Génova, Ancona, Livorno) pero se habían visto abrumadas por la superioridad aplastante de los adversarios. Dado que en todas partes los fascistas habían chocado con una fuerte resistencia, la tarea de la represión había sido asumida directamente por la policía y las unidades del ejército, quienes habían procedido a la ocupación de numerosas Camere del Lavoro y al arresto de los obreros que las defendían, y al rastrillaje masivo en los barrios populares. En la lucha común contra la «subversión» se había logrado substancialmente una verdadera y propia división del trabajo entre las fuerzas del orden y los fascistas”.

“Las únicas excepciones a este panorama general de derrota, además de Turín y Roma, donde el fascismo nunca había conseguido un apoyo sustancial, fueron sólo algunos centros menores, donde la resistencia armada se había unido a la lucha de todo el pueblo (Parma, Bari, Civitavecchia). Pero se trataba de episodios aislados en un contexto general plagado de ruinas; y, después de todo, ya era demasiado tarde para recoger la preciosa enseñanza que se desprendía de estos brillantes ejemplos de resistencia popular al fascismo”.80

23.- Salvo casos aislados, la participación comunista durante la Huelga de Agosto fue indefectible. En primer lugar, fue gracias al aparato ilegal del Partido comunista que la orden de huelga general pudo ser transmitida a todas las organizaciones obreras (la Alianza no disponía de una infraestructura suficiente para ello). En segundo lugar, la intervención de los grupos de choque comunistas permitió en numerosas localidades una resistencia mínimamente estructurada contra las fuerzas regulares e irregulares del enemigo.

“Los militantes comunistas estuvieron (…) activamente presentes en la lucha en numerosas regiones de Italia, en particular en las provincias de Alessandria y Cuneo, en Varese, Livorno, Milán y la Romaña. (…) Satisfactoria fue también la movilización [comunista] en Liguria, en las Marche y en Roma, mientras que bastante más débil lo fue en las ciudades de Alessandria, Vicenza, Boloña y Florencia. En Turín hubo un grave desacuerdo sobre el desarrollo de la huelga entre la Sección del PCdI y el Buró Central ilegal”.81

“Los fascistas en los barrios proletarios de Milán (…) no pudieron avanzar, aunque, como ocurrió, contaban con el apoyo de la policía. Hubo auténticas batallas en todos los barrios populares, especialmente en Ticinese, Canonica, Cenisio, Génova, Greco. En todas estas batallas los guardias reggias y los carabineros apoyaron a los fascistas. (…) El resultado de cada uno de estos enfrentamientos fue siempre la retirada de las escuadras fascistas hacia el centro. Nuestros hombres, (…) aunque no numerosos, se distribuyeron en grupos bien encuadrados y bien dirigidos en todos los distritos proletarios (…) Fuera de nuestras escuadras (…) ninguna otra formación regular de combatientes estuvo en la lucha. Los Arditi del Popolo no existían como organización (…) Unos cuantos de ellos se habían encuadrado espontáneamente en nuestras filas. (…) En algunos lugares los dirigentes socialistas de las cooperativas nos cedieron la defensa de sus posiciones (…) Ravenna y Forlí -especialmente esta ciudad- respondieron muy bien a la orden de huelga general (…) Durante la huelga, nuestra acción contra los fascistas fue vigorosa e incesante. Se hicieron represalias en gran escala sobre las cosas y las personas. Nuestros escuadras han trabajado de manera óptima, absorbiendo en algunas partes incluso a los obreros y campesinos republicanos y socialistas (…) Durante la huelga, los nuestros obligaron a los fascistas a abandonar Rimini (…) En Forlí los fascistas fueron derrotados por los nuestros”.82

Angelo Tasca, comunista de derecha y opositor a la línea de la Dirección del PCdI, debió reconocerlo en el III Ejecutivo Ampliado de la Comintern (junio 1923): “Si nos fijamos en los acontecimientos italianos de 1921 y 1922, en lo que se refiere a la lucha contra el fascismo, podemos observar que todos los comunistas, individualmente, han cumplido con su deber de militantes. Esta es una de las grandes cosas a poner al crédito de nuestros camaradas del Ejecutivo, es decir, haber sabido dar a los miembros del Partido una conciencia muy alta de los deberes de los comunistas en la lucha”.83

24.- Al reformismo, el tiro le salió por la culata, y la maniobra “genial” de Turati en pos de un gobierno apoyado por la izquierda parlamentaria se concluyó con la mayor derrota del proletariado italiano. La burguesía decidió estrechar filas en torno al fascismo (que de pilar auxiliar del Orden burgués se convirtió en un pilar central del mismo) marginando definitivamente a la socialdemocracia que había “osado” declarar la huelga general. El fin de la huelga decretada de toda urgencia por la Alianza fue el resultado de la formación del segundo gobierno Facta (la que le quitaba todo objetivo parlamentario) y del ultimátum fascista.

El reformismo fue víctima de sus estúpidas ilusiones sobre la neutralidad del Estado y la supuesta existencia de una burguesía intrínsecamente democrática y antifascista, y nunca terminó por entender que la burguesía sólo tiene por principio – no la democracia, sino – la defensa de sus intereses permanentes, es decir, de su dominación de clase, del Orden burgués, del aplastamiento de todo intento de la clase explotada para organizarse con el objetivo de combatirla revolucionariamente. Los instrumentos políticos e institucionales de la burguesía son elegidos según las circunstancias históricas. El susto de la burguesía italiana en la posguerra, y particularmente durante las ocupaciones de fábrica de setiembre 1920, junto a su escepticismo en cuanto acerca de la posibilidad de que el reformismo socialdemócrata pudiese llegar a cumplir el mismo papel contrarrevolucionario que el alemán, amén del peligro representado por la presencia de un Partido comunista decidido, empujó al conjunto de las fuerzas abiertamente burguesas en los brazos del fascismo.

Por su parte, con la Huelga de Agosto el maximalismo sufrió un naufragio en pareja no menos definitivo. No sólo y no tanto por no haber creado una fuerza autónoma capaz de aportar un coeficiente de eficiencia a la lucha contra la represión burguesa y el fascismo, sino – y sobre todo – por haber constantemente hecho lo necesario para asegurarle al reformismo el control de sus plazas fuertes (CGdL, Alianza del Trabajo, …) gracias al Pacto CGdL-PSI. Hasta último momento, el maximalismo le aportó al reformismo el cachet de la independencia de clase, cediéndole en realidad, en toda circunstancia, la dirección efectiva de las grandes masas obreras.

El PCdI ante la derrota de agosto 1922

25.- En un editorial de Il Comunista del 4-8, mientras los enfrentamientos aún continuaban en numerosas ciudades (la orden de desmovilización de las escuadras fascistas fue dada recién el día 8) la Dirección del Partido comenzó a extraer sus lecciones de aquellos acontecimientos. En ella se hacían algunos pronósticos optimistas y se sacaban conclusiones acerca del desencadenamiento y el desarrollo de la huelga. El editorial afirmaba que: • el fascismo no tardaría en desinflarse; • la huelga no había sido un fracaso porque el proletariado había respondido en todas las ciudades y en todas las categorías, y que, si no había sido así desde el inicio, ello era la consecuencia de la forma en que había sido proclamada; • se hubiese asistido a una contraofensiva proletaria si las fuerzas de la clase trabajadora hubieran estado mejor dirigidas y utilizadas; • la huelga había sido mal preparada a causa de la constante propaganda previa de la CGdL y de la Alianza en contra de la huelga general nacional, y porque no coincidió con algún acontecimiento de gran resonancia nacional que hubiera podido justificar el cambio de actitud de los dirigentes de la Alianza (como hubiese sido el caso de la huelga de los metalúrgicos, del Piamonte y de la Lombardía, y por los hechos de la Romaña que en su momento habían quedado sin respuesta; por el contrario, la huelga había sido declarada “en frío” y en secreto); • la huelga carecía de directivas claras en cuanto a sus objetivos y a sus medios de lucha (la Alianza habiendo promocionado un espíritu pacifista); • la huelga había sido quebrada por su propia dirección, quien se plegó al ultimátum fascista; y • concluyó afirmando que “[a] pesar de la bravata fascista y la cobardía socialista, el proletariado está en pie; el proletariado no está derrotado”.

Al día siguiente, 5 de agosto, Il Comunista volvió sobre el tema, considerando que • la huelga había sido útil al proletariado por haber tenido éxito y “haber demostrado la intensa combatividad proletaria, y porque su experiencia servirá para evitar en el futuro los gravísimos errores cometidos por sus dirigentes”; • su preparación hubiese necesitado una semana previa de intensa “propaganda pública, abierta y decidida; • planteaba la oposición irreconciliable entre el colaboracionismo parlamentario y la acción de masas; y • terminaba por con la afirmación de que “las masas tienen hoy los elementos para decidir” entre estas dos alternativas.

El Partido lanzó 6-8 un Manifiesto al proletariado italiano, declarando que las jornadas de lucha demostraban que el proletariado había expresado una combatividad formidable, que “la estrategia de la huelga nacional [había probado] ser una plataforma de batalla óptima contra la reacción [fascista, ndr.]”, y que sólo se necesitaba que a la cabeza de las masas estuviesen partidos y hombres revolucionarios que no las desviasen hacia el colaboracionismo y el respeto de la legalidad. El Manifiesto levantó una vez más la consigna del Partido comunista “que debe ser en este período y en esta situación una táctica permanente del proletariado: armas contra armas, violencia contra violencia”; y enarboló nuevamente la consigna del frente único en torno de la Alianza del Trabajoy de la convocación de “una conferencia de delegados de todas las Alianzas provinciales para examinar la situación y prepararse para una nueva ola de acción proletaria”.

Días más tarde, el 13-8, Il Comunista publicó un nuevo Manifiesto con el propósito de imputarle al reformismo todas las culpas de la derrota, desligándose de toda responsabilidad en ella, y reafirmando al mismo tiempo la supuesta validez de las propuestas comunistas, a saber: el frente único sindical como basamento imprescindible de la acción de las masas; la huelga nacional general como método de lucha privilegiado; la conformación de la Alianza a través los comités locales que debieran culminar organizativamente en un Congreso Nacional y en un Comité supremo electivo; y el desplazamiento de las direcciones reformistas de la Alianza como condición necesaria de un combate exitoso.

26.- La Dirección del PCdI emergía de semejante derrota sin cuestionarse en lo más mínimo, sin siquiera preguntarse si su planteamiento táctico no adolecía de debilidades y carencias, ni las razones por las cuales la acción del Partido, durante los 18 meses transcurridos desde su fundación, no había logrado apuntalar significativamente la acción de masas, hecho vacilar la supremacía del reformismo, ni haber logrado constituir en torno suyo, o con su apoyo, un amplio círculo de falanges obreras combatientes contra la violencia conjugada del fascismo y del Estado democrático. En vez de ello, la Dirección esperaba de una derrota aplastante que las masas extrajeran la confirmación de la validez de sus posiciones tácticas.

Esta era un modo naíf de plantear la cuestión y de extraer conclusiones. Durante todo un año, el Partido comunista había centrado todo su trabajo de masas en el intento por estructurar el “verdadero” frente único sindical, encolumnándose – críticamente por cierto – detrás la Alianza del Trabajo dirigida por el reformismo, haciendo de ella el único vector posible de la resistencia obrera, y de la huelga general el único norte de lucha. La capacidad de iniciativa del Partido (potencialmente nada desdeñable teniendo en cuenta su influencia en las Camere del Lavoro), se traducía en el intento de obtener una “representación proporcional” en los órganos dirigentes de la Alianza, esta última transformándose así en su único horizonte de masas, un marco que, por el férreo control del reformismo sobre el movimiento sindical, constituía un entorno esterilizador de las iniciativas comunistas. Y todo ello en el momento preciso en que el fascismo creaba las condiciones de su asalto al poder.

La ingenuidad de esta manera de abordar las lecciones de la derrota está resumida en la afirmación ilusoria de que el ataque fascista hubiese sido derrotado si las fuerzas del Estado no hubiesen intervenido en su defensa84. El Partido no podía ignorar que el reformismo sabotearía la lucha de masas (como lo venía haciendo desde finales de la guerra); tampoco podía ignorar que el Estado intervendría abiertamente contra la huelga general y a favor de los camisas negras. Al reducir su horizonte político a la Alianza del Trabajo, por más que los grupos comunistas luchasen denodadamente contra los ataques fascistas, el Partido comunista no había creado una alternativa viable a la política derrotista del reformismo y del maximalismo.

Dada la influencia minoritaria del Partido comunista entre las masas, el FU era una necesidad imprescindible, y hubiera debido ser promocionada “desde abajo”, sin sectarismos, a partir de las fuerzas políticas, sindicales u otras, realmente dispuestas a llevar adelante un combate decidido, en todos los terrenos de la lucha de clase, y por todos los medios, contra el fascismo, contra la ofensiva patronal y contra la represión estatal. En esas condiciones, como fue el caso de la Revolución rusa de 1905, una derrota podía haber dejado un bagaje de experiencias positivo.

Por el contrario, la Huelga Legalista de Agosto 1922 no fue solamente la prueba de la bancarrota y traición del reformismo, así como de la esterilidad intrínseca del maximalismo, sino que también fue la prueba de la incapacidad de las orientaciones tácticas preconizadas por el Partido comunista para superar el hándicap resultante de su influencia minoritaria, y para pesar decididamente en la forja de un frente único con posibilidades de oponerse eficazmente a la contrarrevolución en marcha.

Nada se oponía a trabajar a favor de un frente único sindical a partir (o en el seno) de las Camere del Lavoro locales (e incluso intentar darles una representación nacional, como lo proponía el Partido comunista) y, al mismo tiempo, tratar de articular a las fuerzas militantes provenientes de todo horizonte político (e incluso sin partido) dispuestos a llevar a cabo una lucha consecuente contra la reacción burguesa.

Más allá de algunas similitudes entre las izquierdas alemanas e italiana (como era el rechazo de todo contacto con otras fuerzas políticas, sobre todo socialdemócratas), existía una diferencia notable entre ellas. Las posiciones políticas de la Izquierda alemana se traducían en acciones “voluntaristas” (luego justificadas con la « teoría de la ofensiva »). En ese sentido, su accionar “extremista” – tal como lo caracterizó Lenin – podía ser considerado como lo propio de una juventud inexperimentada e impaciente por « hacer la Revolución ». Ahora bien, y salvo casos excepcionales (Terracini durante el III Congreso de la Internacional), esa nunca fue la actitud de la Izquierda italiana, quien no cayó, ni teórica ni prácticamente, en un activismo descabellado.

Pero no puede calificarse sino de « ingenua » y de « expectante » la actitud de la Dirección del PCdI que reivindicaba su « espléndido aislamiento » político (exigido a toda la organización, a la cúspide como a los militantes de base), y que esperaba de las situaciones que hubieran debido evolucionar necesariamente según sus previsiones, y con una seguridad inquebrantable, que las masas no comunistas viniesen mecánicamente hacia él [él mismo “limitándose” a cumplir (incluso con un brío indiscutible) tareas permanentes de propaganda, agitación, actividad sindical y preparación organizativa]. Un Partido que cuando la evolución de la situación no respondió a sus esperanzas, extrajo la conclusión de que la responsabilidad de ello recaía forzosamente sobre las otras fuerzas políticas; y que si el frente único personificado por la Alianza había conducido a la derrota, ello se debía a que no representaba al “verdadero” frente único, lo que confirmaba – según él – la validez de su táctica. Se necesitaría pues insistir en los mismos planteamientos tácticos, eliminando previamente del camino al reformismo (lo que sería ya posible por las lecciones que las masas debían extraer de la derrota precedente).85

Al hacer de la unificación de los sindicatos italianos la condición sine qua non y el vector principal (si no único) de la acción revolucionaria del proletariado, y de la huelga general decretada por la Alianza el método privilegiado de lucha de las masas, el PCdI (a pesar de sus críticas feroces del accionar del reformismo) quedó rígidamente embretado y condicionado por la estrategia contrarrevolucionaria del reformismo sindical.

Al limitar el marco del frente único al ámbito sindical (encarnado por la Alianza a la cual se le prometía una total disciplina), el PCdI caía – no en el “ofensivismo” infantil de la Izquierda alemana –, sino en una actitud “expectante” que se expresaba en la espera del “desenmascaramiento ineluctable” de las corrientes socialdemócratas ante los ojos de las masas como resultado de la acción de propaganda del Partido comunista y de la demostración práctica de la incapacidad del reformismo sindical para hacer frente a la dramática situación de los trabajadores italianos. La terrible derrota de agosto 1921 aparecía entonces como el precio a pagar para volver a transitar por la misma senda, esta vez junto a las fuerzas sindicales del maximalismo, del sindicalismo revolucionario y del anarquismo.

La Dirección del PCdI atribuía al desenlace de la Huelga de Agosto 1922 una potencialidad inexistente. Esta derrota no se inscribía en un proceso histórico ascendente de acumulación de energías revolucionarias (como fue el enfrentamiento final de 1905 entre las fuerzas del zarismo y el proletariado ruso), sino en una parábola descendente de derrotas, iniciadas con el fin de las ocupaciones de fábricas de septiembre 1920. Cabría preguntarse, ¿cuántas derrotas sucesivas se necesitarían para terminar por colocar a la fracción comunista a la cabeza de una Alianza del Trabajo “finalmente revolucionaria”?

A pesar de la voluntad revolucionaria que atravesaba al PCdI desde su Dirección hasta sus bases, la independencia política preconizada por la Izquierda Comunista italiana [y de la cual el rechazo a todo nivel de cualquier frente único político (e incluso de todo contacto con otras organizaciones políticas y militares) hubiera debido ser el garante], fue muy relativa e ilusoria.

La independencia política real de un partido revolucionario debe expresarse en su actividad enmarcada en una estrategia propia, con medios de acción a su alcance y con objetivos propios y realistas. Ahora bien, durante todo el año 1922 la actividad del PCdI estuvo condicionada por (y a la rastra de) la estrategia del reformismo sindical. En ese contexto, incluso si el PCdI hizo una crítica permanente del reformismo y de su accionar contrarrevolucionario, no pudo jamás salirse del marco prefijado por aquél a la cabeza de la Alianza del Trabajo. No se puede pues hablar de verdadera independencia política cuando el PCdI no tenía ninguna alternativa para proponer a las masas y a los militantes obreros que se saliese de ese brete impuesto y dominado por el reformismo.

Por ello mismo, la bancarrota de la Alianza del Trabajo fue, al mismo tiempo, el fracaso de la orientación táctica del PCdI.

En el ámbito industrial se dice que un producto (o un proceso de fabricación) es “robusto” cuando su funcionamiento está poco afectado por (o es relativamente insensible a) los factores externos que pueden llegar a perturbarlo. En otras palabras, cuando puede cumplir de manera aceptable su función a pesar de los factores que puedan ejercer sobre él efectos negativos. Está claro que eso no es siempre posible, en particular cuando ciertas condiciones extremas echan por tierra todos los cálculos y previsiones. Pero ello no invalida el hecho de que los ingenieros deban tratar de preverlos y concebir los productos y los procesos teniendo en cuenta las diferentes condiciones de entorno o situaciones que éstos puedan encontrar.

Del mismo modo, en un contexto dado, y en cuanto virtual Estado Mayor de la lucha revolucionaria, todo Partido comunista debería plantear su política en términos “robustos” a fin de crear las mejores condiciones para enfrentar la “paleta de situaciones” a la que tanto el Partido como las masas puedan estar sometidos. Desde este punto de vista, la política del PCdI de febrero a agosto 1922, en plena ofensiva fascista, no fue para nada “robusta”. No sólo no contribuyó a la formación de una fuerza de masas capaz de enfrentar al fascismo, sino que apostó todas sus fichas a trastocar las relaciones de fuerzas políticas en el seno de los sindicatos y de la Alianza del Trabajo, y no previó en ningún momento alternativas de organización y movilización para el caso (totalmente previsible) de la traición abierta del reformismo y su sabotaje de la acción de las masas. Más aún, el PCdI se encontró encolumnado detrás de la Alianza por razones de índole ideológicas (la Alianza hubiera debido ser “el primer paso hacia la unificación sindical italiana”, unificación planteada como una necesidad de la lucha revolucionaria), sin tener la mínima garantía en cuanto a los medios y a los objetivos de semejante “frente único” de cúpulas confederales.

A pesar de todas las críticas que pueden y deben hacerse a la táctica del frente único de la Internacional (dejamos aquí de lado la cuestión del “Gobierno Obrero”), ésta suponía originalmente acuerdos precisos y excluía ponerse a merced de las oscilaciones políticas de la socialdemocracia86.

27.- El intento de acuerdo de las izquierdas sindicales. El 10-9-1922, el Comité Sindical Comunista y el Comité Comunista Ferroviario lanzaron un llamamiento a las izquierdas sindicales (“terzini”, maximalistas, sindicalistas revolucionarios y anarquistas) para obrar por el mantenimiento de la Alianza del Trabajo y troncar las maniobras confederales para despolitizar a los sindicatos (maniobras destinadas a aceptar las exigencias del fascismo, lo que no podía ni siquiera ser aceptado por el maximalismo aferrado al pacto CGdL-PSI).

El 9-10-1922 tuvo lugar la reunión conjunta del ejecutivo sindical comunista, el comité comunista ferroviario, el comité sindical del PSI (compuesto por maximalistas y “terzini”) y la fracción sindicalista revolucionaria de la Unión Sindical italiana, mientras que la Unión Anarquista envió un mensaje de apoyo a la lucha contra el colaboracionismo reformista. Esta reunión dio lugar a un acuerdo sobre la línea sindical a defender y a una moción que debía ser presentada en todas las asambleas sindicales, moción que retomaba todas las reivindicaciones que el PCdI había defendido desde febrero-marzo 192287.

Si bien la aceptación de esta moción por parte de las izquierdas sindicales constituyó una victoria moral de la corriente comunista, ella no tuvo ningún efecto tangible. Como consecuencia de la situación política, en medio de la retirada general y de la desmoralización de las masas trabajadoras resultante de la derrota de la huelga general de agosto, la Alianza se disgregó por voluntad de las confederaciones constitutivas, y el movimiento sindical aceleró su descomposición interna. La presión política del fascismo, y la deserción masiva de sus propios afiliados, precipitaron a la CGdL y a las organizaciones anarco-sindicalistas en un ocaso inexorable.

Un problema histórico

28.- Es lícito plantearse el problema del origen de la orientación táctica del PCdI de agosto 1921 a agosto 1922, y de la casi unanimidad del Partido detrás de ella (salvo raras excepciones de derecha, como la de Bombacci, Tasca y Graziadei). ¿Cómo fue posible que las tres componentes fundacionales del partido italiano, la “bordiguista”, la maximalista de izquierda (Fortichiari, Repossi) y la ordinovista (Gramsci, Togliatti), con diferentes trayectorias y tradiciones, hayan cerrado filas detrás de ella (oponiéndose simultánea y cerradamente a las orientaciones del frente único del CEIC)?

Es evidente que Amadeo Bordiga fue el inspirador y el teórico de la política del frente único sindical. Sin embargo, esta posición jamás había sido promocionada en el pasado, ni por él mismo ni por la corriente del Il Soviet.

Recordemos que lo cuestionable de la táctica del frente único sindical no era su consigna de la unidad de las organizaciones sindicales en defensa de las reivindicaciones políticas, económicas y sociales de la clase obrera, sino el hecho de hacer de ella el único vector organizativo y de movilización de las masas en la necesaria lucha contra la patronal, el fascismo y el Estado burgués (amén de hacer inicialmente de la huelga general el único método de lucha de masas admisible o deseable).

Pero, por otra parte, y hasta el Congreso de Roma de marzo 1922, en ningún momento las cuestiones generales de táctica (exceptuando la cuestión parlamentaria) habían sido abordadas en los documentos fundamentales y fundacionales de esta corriente. A modo de ejemplo, las Tesis de la Fracción Comunista Abstencionista [§IV-25], en pleno Bienio Rojo, se refieren a las tareas permanentes de un Partido comunista, sin abordar mínimamente la acción del Partido en función de las diferentes situaciones (lo que podía llegar a ser comprensible dado que, para poder abordar las cuestiones de táctica, se requiere la existencia previa de fuerzas políticas aunadas por bases programáticas y de principio comunes). Bordiga mismo reconoció que hasta el III Congreso de la Internacional, las cuestiones tácticas no habían sido abordadas por la Dirección del PCdI [§VI-24]. En otras palabras, la ICI no había aún generado las orientaciones de acción para a afrontar la contrarrevolución burguesa en ascenso y, en cierto modo, tuvo que improvisarlas.

Por su parte, la corriente de L’Ordine Nuovo había visto sus tesis consejistas de fábrica y su visión de la lucha revolucionaria desautorizadas por el II Congreso de la Internacional. El desenlace desmoralizador de las ocupaciones de fábrica de setiembre 1920 no hacía de ella un candidato para avanzar soluciones tácticas.

Finalmente, la corriente maximalista de izquierda, con una gran tradición de lucha en el corazón del proletariado industrial del norte de Italia, no había generado un cuerpo teórico y político propios, y reconocía en Bordiga al dirigente indiscutible del comunismo italiano.

Estas tres corrientes provenientes de la “intransigencia socialista” veían en el PSI (y en primer lugar en el maximalismo serratiano) no sólo a un partido en descomposición, sino también al mayor obstáculo a la Revolución en Italia. De allí su rechazo visceral del frente único político preconizado por la Internacional. Por razones ideológicas no necesariamente idénticas, estas tres corrientes se encontraron en una misma línea de oposición a la táctica de la Comintern.

Sin orientaciones tácticas maduradas al calor de la lucha de masas, estas tres corrientes vieron en la táctica del frente único sindical el común denominador que las sacaría de un estado de indefinición. Durante todo un año, la Dirección del PCdI, y la aplastante mayoría del Partido, se aferraron como de a un salvavidas a esta táctica a causa de su ausencia de estrategia integral e integrada en una situación de guerra civil. Cuando, por las múltiples razones ideológicas que hemos analizado anteriormente, no se tiene una perspectiva de acción política que permita tener puntos de anclaje en la realidad, la actividad sindical constituye una “solución” inmediata, abierta a todos, “evidente”, “concreta”, consensual.

La aplastante derrota de agosto 1922, y la incapacidad de la táctica de frente único sindical para evitar o amortiguar los efectos de esa catástrofe político-sindical, no podía dejar de abrir una brecha en la unanimidad en torno de la Dirección del PCdI. Esa fractura dará lugar a corto plazo a una nueva Dirección del partido liderada por Gramsci, favorecida en 1923 por el arresto de Bordiga y el de múltiples comunistas, y por la injerencia directa del Ejecutivo de Moscú. Con algunas reticencias, la nueva Dirección hará suyas las sucesivas orientaciones de la Comintern, por la simple razón de no poseer ninguna orientación propia, y seguirá fielmente la trayectoria declinante de la Internacional Comunista.

Observaciones generales sobre la trayectoria de la ICI de 1914 a 1922

29.- Adelantándonos a algunas de las conclusiones generales a extraer de este extenso trabajo de análisis histórico, es también lícito interrogarse sobre el balance del papel jugado por la Izquierda Comunista italiana (y más precisamente por Amadeo Bordiga) en el período crucial que va de 1914 a 1922, desde el inicio de la Primera Guerra Mundial a la derrota de agosto 1922, derrota que signó en Italia el último evento político-social significativo con la participación directora del primer Ejecutivo del PCdI.

La contribución de la ICI (representada por Il Soviet), y de Bordiga en particular, fue indiscutible y fundamental para llevar a cabo la formación del Partido comunista italiano. A pesar de las influencias políticas que pesaron originalmente en su formación juvenil (fuertemente condicionada por las complejas tendencias no marxistas entonces en boga en el movimiento obrero italiano en general, y en el Partido socialista en especial [§VIII-35]), el combate ejemplar de Bordiga y sus camaradas de tendencia contra la Primera Guerra Mundial creó las condiciones de la convergencia y la adhesión de esta corriente a la Internacional Comunista, reivindicando las posiciones programáticas que constituyeron sus piedras basales.

La fuerza de atracción y de convencimiento del bolchevismo permitió liberar a Bordiga de sus posiciones infantiles más flagrantes (como el sindicalismo “de partido” y la visión de los soviets intrínsecamente vinculados a él [§IV-6]), y su realismo político le hizo renunciar al abstencionismo electoral en aras de su integración en la III Internacional.

La ICI se encaramó de la marejada que la Revolución de Octubre suscitó en amplios sectores de vanguardia del proletariado italiano (y que llevó incluso al PSI a adherir formalmente a la Internacional Comunista), librando una decidida batalla para dividir aguas entre las fuerzas realmente revolucionarias y comunistas, por una parte, y el oportunismo centrista por otra, evitando así el nacimiento de un partido gangrenado desde sus inicios por el oportunismo.

El nacimiento del Partido comunista italiano fue la resultante del accionar de la Internacional que impuso sus 21 Condiciones de Admisión, y de la voluntad convergente las tres corrientes comunistas italianas (Il Soviet, L’Ordine Nuovo y el maximalismo de izquierda). El papel preponderante jugado por Bordiga en el curso del proceso que desembocó en la escisión de Livorno y en el primer Ejecutivo del PCdI iba mucho más allá de la influencia numérica de la corriente abstencionista, relativamente escasa aunque organizativamente bien estructurada. Ese rol determinante fue la resultante de su trayectoria revolucionaria indiscutible contra la guerra, el reformismo y el centrismo maximalista.

Fue bajo la Dirección “bordiguista” que el PCdI se transformó en un verdadero partido revolucionario, rompiendo decididamente con la tradición rutinaria, fundamentalmente parlamentarista y sindicalista, del PSI. La escisión de Livorno permitió la selección de una masa crítica de militantes dispuestos a luchar sobre las bases programáticas, de principio y tácticas del II Congreso de la Internacional88.

Pero este joven Partido no disponía de la experiencia necesaria para hacer frente a una situación de guerra civil, y la Internacional no había aún abordado las cuestiones de táctica en presencia del reflujo de la ola revolucionaria de la posguerra, reflujo que había permitido a la socialdemocracia mantener una influencia decisiva sobre las amplias masas trabajadoras.

Si bien la influencia de los bolcheviques había dado lugar a una inflexión (y revisión) de las posiciones infantiles más características de Bordiga, esa evolución no alteró su manera de ver y de plantear la cuestión de la preparación revolucionaria del Partido y de las masas. La mentada “intransigencia” parlamentaria de antaño (que hubiera debido preservar al Partido y al proletariado socialista de toda influencia burguesa, a la espera de que las situaciones creasen las condiciones de la Revolución), fue aplicada así, sin más, a las relaciones del Partido comunista con las otras corrientes o sectores obreros. En plena guerra civil, la Dirección del PCdI buscó aislar a las fuerzas comunistas (y a su área de influencia) de las otras fuerzas obreras y de toda forma de organización que no dependiese directamente del Partido (con una única excepción: el terreno sindical). En lugar de obrar para aglutinar sin sectarismos a las energías proletarias dispuestas al combate decidido contra todas las formas de la contrarrevolución burguesa, ella se enrocó a la espera de que la evolución de la situación confirmase ante las masas la validez de sus previsiones y propuestas.

Si, en cuanto protagonista de la formación del PCdI, Amadeo Bordiga y su corriente cumplieron un papel fundamental, ejemplar y clarividente, en cuanto Dirección del joven Partido comunista sus planteamientos teóricos y tácticos la condujeron a un callejón sin salida.

En su carta a J.B. Schweitzer del 13-12-1868, Marx afirma que lo que distingue a las tendencias sectarias del movimiento obrero es pretender “tener en el bolsillo una panacea contra el sufrimiento de las masas”, y “en lugar de buscar la base real de su agitación en los verdaderos elementos del movimiento de clase”, lo quieren dirigir “según una receta doctrinaria”. Y Marx añade: “La secta ve su razón de ser y su orgullo no en lo que ella tiene en común con el movimiento de clase, sino en el símbolo particular que lo distingue de él”.

Esa característica distintiva de las tendencias comunistas sectarias es reconocible en el planteo del PCdI del frente único sindical y de la huelga general como panaceas para llegar a enfrentar victoriosamente a la contrarrevolución en marcha, y al espléndido aislamiento del Partido comunista como la manera de distinguirse de todas las otras corrientes del movimiento obrero.

La ausencia de real experiencia revolucionaria de las vanguardias comunistas en la Europa Central y Occidental hacía que, para llenar ese vacío, la Dirección bolchevique de la Internacional fuese la única con un bagaje de experiencias y una autoridad indiscutible susceptible de orientar política y tácticamente a la vanguardia del proletariado internacional. Pero las consignas emanadas de sus instancias centrales, a partir de diciembre 1921, con las Tesis sobre el FU y el Gobierno Obrero, llevarán a su vez a la tragedia del Octubre alemán.

Lenin sostuvo que en caso de victoria de la Revolución en los países europeos desarrollados, la Dirección del movimiento internacional no podía dejar de desplazarse hacia el Oeste. Un fuerte hándicap de la revolución proletaria europea de la primera posguerra residió precisamente en el hecho de que la Dirección bolchevique de la Internacional, que tanto había dado a la Revolución Mundial, no encontró, en todo el Occidente, ni una sólida corriente capaz de ayudarla a precisar eficazmente, sobre bases marxistas, sus orientaciones tácticas en un área geográfica en la que la experiencia del Partido ruso era forzosamente incompleta.

En los años venideros, la Izquierda Comunista italiana hará críticas más que justificadas al accionar de la Internacional. Pero el contexto de sus discusiones con esta última estará minado por la desconfianza suscitada en la Dirección bolchevique por los planteos tácticos de aquélla, y por su accionar al frente del PCdI (accionar íntegramente reivindicado y jamás cuestionado por esta corriente). Los errores de cada uno de ellos no hizo más que reafirmar en el otro sus propias posiciones, desechando las justificadas críticas que pudieron hacerse recíprocamente una y otra de estas direcciones del movimiento comunista. En los años 1922-1926 esta oposición no hará más que agudizarse. Y si la Izquierda Comunista italiana libró un combate admirable contra la trayectoria declinante y finalmente degenerativa de la Internacional, ello fue el resultado de su férrea y jamás renegada adhesión a sus bases programáticas. Pero ella misma no pudo legar al movimiento comunista un bagaje de lecciones, de experiencias y de orientaciones capaces de guiarlo en la lucha de clases.

La escisión del Partido Socialista en octubre 1922

30.- Después del fracaso del intento de la corriente reformista del PSI para lograr un gobierno de coalición con una supuesta izquierda burguesa, de la derrota indiscutible de la Huelga de Agosto 1922 y de la formación del Gobierno Facta II, las corrientes reformista y maximalista se encontraron en una encrucijada decisiva.

Para el reformismo, la causa de esa situación residía en la oposición de principio del maximalismo a toda colaboración gubernamental con los partidos burgueses. La unidad reformismo-maximalismo que había asegurado la continuidad del viejo partido se volvía entonces una traba mayor a todo intento de oponer al fascismo un (hipotético) bloque democrático parlamentario.

El maximalismo, por su parte, estaba ante un callejón sin salida. Como corriente, ésta tenía sus “caballeros de la triste figura” (sus Quijote, sus Serrati) y sus Sancho Panza (dispuestos a todos los compromisos para salvar sus pellejos). Los primeros, enrocados en sus proclamaciones de intransigencia (compatibles con todos los compromisos con el reformismo saboteador de la combatividad proletaria), no tenían ninguna propuesta para hacer frente a la ofensiva burguesa. Los segundos hicieron lo necesario para permitir a la corriente reformista hacer un intento supremo en la vía del colaboracionismo sin infringir el tan mentado “principio de intransigencia”. La solución que satisfacía a todas las corrientes social-democráticas estaba cantada: la escisión, la que tuvo lugar en el Congreso Socialista de octubre 1922. El reformismo quedó con la vía libre para intentar entrar en un gobierno de coalición (todos sabían que el Gobierno Facta II tenía los días contados). Los Quijotes del maximalismo salvaban así la “pureza” estéril de sus almas, y sus Sancho Panza obraban para satisfacer a unos y a otros.

Ya hemos citado [§VI-28] al maximalista Arturo Vella (ex secretario del PSI), quien declaró en 1924: “Nos separamos de los reformistas en Roma porque esperábamos que en octubre [el gabinete] Facta cayese y los reformistas, libres de nosotros, decidieran ir el poder”, en tanto que Domenico Fioritto, Secretario nacional del Partido en el momento de la escisión, afirmó que la política del reformismo hubiera estado justificada siempre y cuando ese intento hubiese tenido éxito89.

El PSI se partió en dos, y quedó finalmente con un total de 25.000 inscriptos (entre maximalistas y “terzini”) y 30 diputados, mientras que los reformistas (quienes obtuvieron 29.119 votos y la adhesión de 60 diputados) fundaron el Partido Socialista Unitario (PSUI), con una fuerte influencia en los sindicatos y las cooperativas. El nuevo Partido adherirá a la II½ Internacional, y junto a ella, en 1923, se integrará en la II Internacional.

La escisión del PSI dará lugar a continuas maniobras del CEIC para lograr la unificación del PSI remanente con el PCdI, objetivo férreamente rechazado por la Dirección italiana, agudizando y encrespando las diferencias entre ambos Ejecutivos.

CUARTA PARTE

El ascenso del fascismo al poder y la Marcha sobre Roma

31.- La derrota de la Huelga de Agosto 1922 le abrió al fascismo de par en par las puertas del poder. El Partido fascista había demostrado en esta ocasión su real capacidad de movilización en defensa del Orden, y ser la única fuerza política que, más allá de su función parlamentaria, era apta para apuntalar al Estado en su función contrarrevolucionaria, amén de competirle a la socialdemocracia (por medio de la violencia desenfrenada) el control de masas trabajadoras (como era ya el caso con la implantación de los sindicatos fascistas en vastas regiones agrícolas del Valle del Pó, tras la destrucción violenta de sus organizaciones de clase). El Partido fascista, consciente de su ventaja en relación a todos los otros partidos burgueses, no dejó de proclamar a los cuatro vientos su voluntad de reclamar el fruto de la victoria, la inutilidad de las fuerzas de la democracia burguesa para resolver con sus métodos tradicionales la cuestión del Orden, y hacerse con el poder.

Emilio Gentile resumió la situación del momento:

“Ya entonces (agosto de 1922) nada parecía un obstáculo para el ascenso del fascismo al poder: el Partido fascista era el más fuerte en el país, tenía masas de seguidores como ningún otro partido italiano había tenido, lo respaldaban sindicatos que le aseguraban el apoyo de más de medio millón de trabajadores. Frente al fascismo había un gobierno dividido y débil; un Partido socialista lacerado por conflictos internos que preludiaban una nueva escisión; un Partido Popular dividido por corrientes internas y privado del pleno apoyo del Vaticano; un Partido comunista compacto pero aislado, atrincherado en su intransigencia, siempre a la espera de lanzar la revolución proletaria; un Partido Republicano sobre el cual los fascistas ejercían una presión disgregadora; un heteróclito alineamiento de liberales y democráticos, fragmentados en grupos de personalidades rivales; masas proletarias cansadas, deprimidas y resignadas; una burguesía ampliamente propicia al fascismo, los sectores medios, y especialmente nuevos sectores medios, laicos y patrióticos entusiastas del fascismo, al cual aportaban gran parte de sus jefes y militantes. Por último, el fascismo tenía frente a sí prefectos, funcionarios de policía, magistrados y militares no hostiles, si no simpatizantes”.90

En agosto y septiembre de 1922, las movilizaciones fascistas, ya sin oposición alguna, hacían alarde de su fuerza y terminaban por hacerse con regiones que aún no controlaban totalmente: mítines de masas en Udine, Novara, Piacenza (20-9) y Cremona (24-9); ocupaciones de Treviso (26-8), Varezze (29-8), Terni (1-9), Masa (7-9), Civitavechia (9-9), Ancona (14-9), Bolzano (4-10), Trento y Trieste (a inicios de octubre).

Consciente de su fuerza político-social ante una clase política de tipo parlamentario en estado de inestabilidad permanente, el fascismo podía afirmar sin tapujos su voluntad de poder y su programa antiliberal. Máxime cuando la clase política italiana, de buena o mala gana, le daba implícita o explícitamente muestras elocuentes de buena voluntad. Lúcidamente, Mussolini podía afirmar: “Si en Italia hubiese un gobierno digno de ese nombre, hoy mismo debería mandar aquí a sus agentes y carabineros para disolvernos y ocupar nuestras sedes. No es concebible una organización armada con tanto despliegue de cuadros y de reglamento en un Estado que tiene su Ejército y su Policía. (…) Es inútil, forzosamente nosotros tenemos que llegar al poder91.

Además de las fuertes simpatías y apoyo con el que contaba entre las fuerzas armadas (carabineros, guardias reggias, oficialidad del Ejército), amplios sectores de la misma clase política era partidaria de hacer entrar al Partido fascista en un gobierno de coalición, como último intento para conseguir una síntesis entre el fascismo y la democracia burguesa. La última condición del ascenso del fascismo al poder era el visto bueno de la Monarquía. Para el fascismo semejante condición no era más que un detalle nimio, y no tardará en pactar con el Rey.

Con el proletariado en estado de total postración, el mes de octubre fue el teatro de otra comedia de enredos de la cual la clase política italiana tenía el secreto. De esa comediaparticiparon los exponentes más “ilustres” de la democracia italiana: Giovanni Giolitti (exponente histórico de esta misma democracia), Francesco Nitti (radical), Luigi Facta (giolittiano, jefe de los dos últimos gobiernos, los que habían incluido ministros filo-fascistas), Vittorio Emanuele Orlando (liberal), Antonio Salandra (conservador, derecha parlamentaria). Mussolini apuntaba a la Presidencia del Consejo de Ministros y a obtener los ministerios claves. Ello pasaba por su nombramiento por parte del Rey (lo que terminaría por darle las cartas de nobleza ante el Ejército) y por el acuerdo de sus futuros aliados parlamentarios.

El modo de imponerse del fascismo por sobre los posibles aliados, y obtener la nominación del monarca, fue la movilización de las masas fascistas en numerosas localidades (amagando con intentos insurreccionales en el hipotético caso de encontrar una oposición estatal), la ocupación de varias ciudades (comenzando por Nápoles los días 23 y 24 de octubre, siguida por Florencia, Pisa, Cremona y Génova el 27-10, todo ello sin un atisbo de oposición gubernamental), y el simple anuncio de una proyectada “Marcha sobre Roma” de los camisas negras que hubieran debido converger desde numerosas ciudades de Italia (porque Roma misma había demostrado en el pasado ser un fuerte bastión del antifascismo proletario).

La puesta en escena del fascismo dio los resultados previstos por sus dirigentes. El 27-10, una reunión conjunta de Facta con las más altas autoridades responsables del Orden público acordó un plan para la defensa militar de Roma. En las primeras horas del 28-10, el Gobierno decidió decretar el Estado de sitio a partir del mediodía de ese día en todas las provincias (y la noticia fue transmitida a todos los prefectos). El Estado contaba entonces con fuerzas más que suficientes para arrasar con las organizaciones fascistas, tal como Mussolini lo reconoció abiertamente92. Faltaba sólo la firma del Rey para volverlo efectivo.

Ante la negativa del monarca a firmar el decreto, el gobierno Facta concretó su renuncia (ya anunciada con anterioridad), y el Rey terminó el 29-10 una serie de tejes y manejes de conventillo convalidando la nominación de Mussolini como Presidente del Consejo de Ministros. Fue recién entonces que los cortejos de los fascistas hicieron su entrada en la capital italiana.

La oposición del Rey a la proclamación del Estado de sitio se inscribía en toda la trayectoria de la democracia italiana. Los sucesivos gobiernos habían dado carta blanca al fascismo para llevar a cabo sus actos de violencia; hasta último momento los más eminentes representantes del arco burgués parlamentario habían estado negociando con Mussolini la formación del próximo gobierno; el fascismo contaba en las fuerzas armadas con el amplio apoyo de la oficialidad; el mismo gobierno Facta no había movido un dedo para descabezar sus preparativos “insurreccionales” (hubiese bastado para ello dar la orden a los prefectos de detener a sus cuadros militares más importantes, quienes se movían sin reparos a la luz del día), ¿por qué entonces trabar una salida legal y “pacífica” declarando el Estado de sitio? La negativa de la Monarquía a la marginación del fascismo era tanto más lógica cuanto que buena parte del aparato del Estado y los más amplios sectores de la burguesía italiana le eran favorables93. La farsa de la cacareada “insurrección fascista victoriosa” contra el Estado liberal culminó con la llegada de Mussolini a Roma en coche-cama para entrevistarse con el Rey.

El gabinete de Mussolini contó con tres otros ministros fascistas, dos populares (cercanos al Vaticano), dos militares, dos demócratas, un nacionalista, un demócrata social, un liberal y un independiente. El Parlamento (en ausencia de 76 diputados) dio su apoyo a ese gobierno por 306 votos contra 116 y 7 abstenciones, y el Senado por 196 contra 16. Votaron a favor del gobierno de Mussolini los fascistas, los liberales, los democráticos de distintos grupos, los nacionalistas y los populares. Votaron en contra los diputados comunistas, los socialistas de ambos partidos, los republicanos y los del partido regional sardo. Se abstuvieron los diputados de las minorías eslava y alemana. En su aplastante mayoría, la democracia italiana votó para poner al fascismo a la cabeza del Estado, sin preocuparle siquiera su intención abiertamente proclamada de eliminar, a término, la forma liberal del Estado y a todo su personal político.

El Partido Comunista ante la Marcha sobre Roma

32.- Ante la inminencia del intento de golpe de Estado del fascismo y de la abortada proclamación del Estado de sitio por el Gabinete Facta, el PCdI hizo que fuese el Comité Sindical del Partido quien lanzase la propuesta de la reconstitución inmediata de la Alianza delTrabajo con la participación de las minorías sindicales, y la declaración inmediata de una huelga general nacional94.

La deserción de las direcciones de ambos partidos socialistas y de las Confederaciones sindicales, la influencia minoritaria del Partido comunista, la destrucción, la desorganización y la desmoralización de las filas obreras no permitieron la formación de un frente proletario decidido a impedir la conquista del poder por parte del fascismo. Sólo en Roma y Parma grupos de obreros intentaron una resistencia desesperada95.

En el período precedente a la Marcha sobre Roma, el PCdI había presentado la evolución del fascismo bajo la perspectiva de su absorción en la esfera institucional como elemento integrante del juego de las fuerzas políticas tradicionales de la democracia italiana96. Para la Dirección comunista, se trataba del reforzamiento de la democracia italiana gracias al aporte social y militar del fascismo, sin ver que la llegada del fascismo al poder trastocaría de arriba abajo la estructura social y política del Estado italiano, y abriría una larga etapa de contrarrevolución victoriosa. A pesar del desenlace catastrófico de la Huelga de Agosto 1922, en un primer momento el PCdI había señalado los supuestos aspectos positivos de la nueva situación, y con un cierto optimismo había planteado objetivos de lucha a corto o mediano plazo, como si la situación no hubiera cambiado radicalmente, promocionando la reconstitución de la Alianza y la huelga nacional general [§VIII-27].

La reacción casi inmediata del PCdI ante la formación del gobierno de Mussolini estuvo expresada en el Manifiesto del Partido publicado clandestinamente en Il Sindicato Rosso del 11-11-192297. El Manifiesto descartó toda perspectiva de reanudación a corto plazo de un nuevo ascenso de luchas obreras, y con cierta lucidez estableció un paralelo con la derrota de la Revolución rusa de 1905. Sin fijar para nada tiempos previsibles, afirmó que el bloque de clases en torno del fascismo a la cabeza del Estado no podría sino desagregarse con el correr del tiempo como resultado de sus contradicciones internas. El estado de ánimo y la valoración de la situación por parte del Partido sufrió ya entonces un cambio significativo, lo que se reflejará también en el Informe redactado para el IV Congreso de la Comintern.

A partir de ese momento, el objetivo fundamental del Partido comunista fue asegurar la permanencia y continuidad de su propia organización (fuertemente golpeada por la represión estatal-fascista) y la de las organizaciones sindicales de clase (esto último contra el sindicalismo fascista en pleno auge).

QUINTA PARTE

El conflicto previo al IV Congreso entre el Partido Comunista de Italia y el CEIC

33.- Los meses previos a la reunión del IV Congreso de la Internacional Comunista vieron agudizarse los conflictos entre el Ejecutivo del PCdI y el CEIC. La dirección italiana había rehusado aplicar la táctica del FU en la versión preconizada por las Tesis del I Ejecutivo Ampliado, las que incluían los acuerdos entre las cúpulas de los “partidos obreros”. Además, para el CEIC la lucha contra el fascismo exigía un acuerdo entre el PCdI y el PSI, pero la Dirección italiana rehusaba toda perspectiva en ese sentido.

A pesar de la firme oposición de la Dirección italiana, el III congreso había dejado abiertas las puertas de la Internacional a un PSI desembarazado de su ala abiertamente reformista. La escisión de octubre 1922 dio nueva vida a la preconizada fusión del PCdI y del PSI maximalista y agudizó aún más el enfrentamiento entre ambas direcciones, hasta llegar a plantearse la dimisión de la Dirección “bordiguista” del PCdI.

Previamente a la escisión entre maximalistas y reformistas, el CEIC había enviado un mensaje al PSI planteando su necesidad y la perspectiva de la formación de un Partido Comunista unificado98. Simultáneamente, y a espaldas de la Dirección del PCdI, el CEIC maniobraba desde hacía meses apoyando y financiando a los “terzini” (la versión italiana de los independientes de izquierda alemanes) y a su órgano de prensa con el objetivo de reforzar la corriente que preconizaba la escisión del PSI y la unificación de las fuerzas que en Italia se reivindicaban de la Internacional.

La Dirección del PCdI, que rechazaba todo acuerdo de frente político con el PSI, podía aún menos aceptar la fusión organizativa con el maximalismo que había representado, y representaba aún, la personificación del oportunismo centrista más acabado. Esta fusión hubiera significado una ruptura flagrante de la continuidad de la acción del Partido comunista desde su fundación en enero 1921, de su denuncia de la socialdemocracia italiana como fuerzas antirrevolucionarias (sea en su variante reformista, sea en la maximalista). La Dirección del PCdI sólo aceptaba la adhesión individual de los maximalistas y de los “terzini”, y rechazaba toda fusión y toda negociación con ese objetivo.

El enfrentamiento entre ambas Direcciones, alimentado por las divergencias sobre el FU, el Gobierno Obrero, los términos de la lucha contra el fascismo y la política en relación con el PSI, alcanzó entonces un punto de extrema tensión.

“Dada la magnitud del desacuerdo -escribió Bordiga el 25-8-1922 a los representantes del PCdI en Moscú- (…) ya no se trata de maniobrar y negociar acuerdos provisorios (…) Está demostrado que no se entiende nada del problema de la acción comunista en Italia. Después de los acontecimientos de estos días nos reafirmamos cada vez más en el punto de vista táctico de nuestro Congreso de Roma, y vemos cómo cualquier otra actitud llevaría al naufragio (…) En cuanto a la cuestión específica del PS, estamos en contra (…) de cualquier entrismo, incluso no oficial, en el PSI y no trataremos ni con los maffistas [“terzini”] ni con los partidarios de Serrati, en torno del Congreso Socialista y de la fusión con nuestro Partido (…) No renunciaremos a esta posición sin un congreso de nuestro Partido (…) En esta cuestión podremos aceptar la orden de callar y renunciar a defender nuestro punto de vista, (pero) al mismo tiempo renunciaremos definitivamente a permanecer a la cabeza de un partido que no queremos dirigir violando el deber de disciplina, y que no podemos dirigir indefinidamente mientras cada día se generan causas de debilidad para la rectitud continua y lógica de nuestra acción”.99

Con el propósito de allanar el terreno a la unificación del PCdI y del PSI desembarazado de Turati y Cía., el CEIC envió a Mátyás Rakosi a Italia, incluso antes del Congreso del PSI. Tras la escisión, el 6 de octubre, la reunión del Ejecutivo del Partido y del delegado de la Internacional se soldó con la negativa de aquél de participar en reuniones con la Dirección del PSI para establecer las bases de una estrecha colaboración entre ambos partidos, paso previo a la unificación. Y el 12 de octubre Bordiga planteó la posibilidad de la renuncia del conjunto de la Dirección del Partido. En ese momento se insinuaron matices en el seno del Comité Central. Natoli describe el acontecimiento:

«Pero fue en este punto que, ante la perspectiva de una ruptura irreparable con la IC, se produjo una diferenciación sensible en la mayoría del PCdI. Gennari definió la tesis de Bordiga como “demasiado intransigentes” y “peligrosas para el Partido”, y reivindicó para la mayoría “el derecho y el deber de intervenir en todas (las) discusiones para apoyar su punto de vista y evitar cualquier daño importante que pudiera ocasionar al Partido”. Marabini argumentó que era la mayoría la que debía “intervenir en las discusiones sobre las posibles relaciones de fusión, aunque esté por principio en contra de la fusión”. Finalmente, Togliatti fue aún más lejos: rechazando la perspectiva de abandonar las riendas del PCdI en manos de la minoría, (…) descartó la hipótesis de una unificación inmediata entre el PCdI y el PSI, pero dejó entrever la posibilidad de un acuerdo con la IC sobre la base de una fusión escalonada a lo largo del tiempo, después de una fase de acción coordinada entre los dos partidos, y subordinada a una “nueva crisis del grupo maximalista”. La tesis de Bordiga de la “intransigencia absoluta” fue así abandonada, aunque esto no implicó ninguna renuncia por parte del PCdI a defender sus posiciones en el IV Congreso de la IC. Y el CC del PCdI terminó con el voto de una moción, aprobada por unanimidad, que reafirmaba la posición del Partido en todos los temas controvertidos y subordinaba cualquier cambio de línea política a la convocatoria de un Congreso extraordinario»100.

A pesar de la situación de dimisión virtual de la Dirección bordiguista101, la resolución político-organizativa del conflicto fue trasladada al IV Congreso de la Internacional. Pero avanzándonos en el tiempo, y ya con la Dirección de recambio centrista en funciones, la fusión preconizada sólo aportó al movimiento comunista un número escaso de “terzini” y maximalistas. La mayoría del PSI rehusó dar el salto al comunismo.

Los informes elevados por el PCdI al IV Congreso de la Internacional Comunista

34.- Los cuatro Informes preparados por la Dirección de PCdI para el IV Congreso tuvieron la intención de desarrollar en un todo coherente su visión de la situación italiana de la posguerra, del desarrollo de la lucha de clases en este país, de la acción del Partido desde su fundación, su programa de acción con miras al futuro, y de la táctica que lo sustentaba.

El primer documento constituye la propuesta de Tesis sobre la táctica elevadas al IV Congreso102. Se trata de una síntesis general de las posiciones defendidas por la Dirección italiana en el curso de los años 1921-1922, y desarrolladas en las Tesis de Roma.

El segundo Informe, “Relazione del Partito Comunista d’Italia103, está dividido en dos partes. La primera se refiere a la situación social, política y económica (de Italia en general, y del proletariado en particular) desde la inmediata posguerra. Esta primera parte estaba ya retrasada respecto al contexto político en Italia en noviembre de 1922, con el fascismo en el poder. La segunda parte describe la acción del PCdI a partir del III Congreso de la Internacional, deteniéndose muy especialmente en la cuestión de los Arditi del Popolo y en las vicisitudes de la Alianza del Trabajo y de la Huelga de Agosto 1922 (sin cuestionar ni extraer lecciones críticas de la acción del Partido en todo ese período).

El tercer documento es el “Proyecto de Programa de Acción”104. Dicho programa fue redactado antes de la subida al poder del fascismo. En noviembre 1922, su contenido estaba claramente desfasado respecto a la situación de derrota y desorganización generalizada de la clase obrera. El Partido mismo estaba entonces obligado a luchar por su propia existencia en condiciones de repliegue defensivo.

Redactado después del fracaso de la Huelga de Agosto 1922, este documento fue un nuevo intento de explicitar prácticamente las orientaciones tácticas de la Dirección del PCdI; en otras palabras, la puesta en partitura de la acción del Partido en el período 1921-1922. El documento es un listado de tesis políticas adosado a un conjunto de objetivos más o menos precisos. Conjuntamente con los otros objetivos y actividades permanentes de la acción del Partido, el Programa de Acción • expresa la necesidad de la organización de la guerra de guerrilla que el Partido comunista hubiera debido instrumentar contra las fuerzas paramilitares del fascismo y de la reacción burguesas; • sostiene la necesidad de actuar dentro de los sindicatos fascistas allí donde la violencia contrarrevolucionaria destruyó los sindicatos de clase, obligando a amplias masas de trabajadores a adherir a aquéllos; • afirma la necesidad de un trabajo entre los parados en estrecha relación con las organizaciones sindicales; • sostiene que “el Partido debe realizar un trabajo para aproximarse a la fracción de la masa obrera que se encuentra bajo bandera”; • sostiene que, en las condiciones de crisis de entonces, la lucha por las reivindicaciones inmediatas tendría un alcance revolucionario (por los salarios, los horarios, los contratos agrícolas, el aumento de la ayuda a los parados, el derecho de organización y de huelga, etc.), y que esa lucha debería estar estrechamente vinculada a la lucha armada; • rechaza toda consigna de carácter gubernamental como solución a la crisis institucional endémica y a la lucha contra el fascismo que no fuere la dictadura del proletariado; • reafirma su preferencia por que todas las luchas de masas sean dirigidas, no por acuerdos entre partidos políticos, sino por frentes únicos de carácter sindical “o de otras formas de encuadramiento de las masas proletarias”.

• Haciendo una concesión a las Tesis sobre el FU de la internacional, considera la posibilidad de una coalición entre fuerzas políticas, a condición de que sus decisiones fuesen adoptadas por unanimidad.

• No excluye (por primera vez de manera explícita) un acuerdo entre partidos obreros (sin precisar con cuáles) con miras a una colaboración en la lucha armada “en caso de agitación general”, siempre y cuando “los partidos que proponen aliarse para emplear la fuerza de las armas dejen de hacer públicamente propaganda derrotista y pacifista”.

El Proyecto hace depender los acuerdos de tipo militar entre fuerzas políticas de un acuerdo previo entre partidos a nivel nacional. Sólo entonces hubiera sido aceptable “la creación en el plano local – junto a los órganos que representan localmente al órgano de encuadramiento general de toda la masa en el terreno sindical o equivalente – de comités técnicos de los diferentes partidos para la acción armada, comités en los que participará el P.C. manteniendo bien diferenciado su propio encuadramiento militar”. En ausencia de semejante acuerdo a nivel nacional (entre partidos no precisados), no habría “que constituir semejantes comités locales con la participación directa del Partido – no sólo los que tengan un carácter de alianza política, sino tampoco si se trata de un acuerdo militar”.

La justificación de dicho rechazo es elocuente de la manera de cómo la Dirección del PCdI concebía la conquista de las masas. En vez de apoyarse (en el período 1921-1922) en los impulsos espontáneos de los trabajadores – con o sin partido – para hacerlos converger, tanto en el terreno sindical como en el político-militar, en la lucha común contra la reacción burguesa (y esto a pesar de sus propias direcciones políticas), el Partido había excluido esta posibilidad a favor de la acción de propaganda basada en el intento de “arrancar las máscaras” a las otras fuerzas políticas en cuanto fuerzas no revolucionarias o no consecuentes en defensa del proletariado. A la base de esta concepción de la conquista de las masas había una desviación idealista o “iluminista”, ajena al materialismo marxista105.

Es lícito preguntarse entonces con qué otras fuerzas políticas hubiera sido posible establecer acuerdos de tipo militar. No sorprende, pues, que el Proyecto remita la posibilidad concreta de esos acuerdos a los órganos del frente único de tipo sindical106. De allí la razón del rechazo del PCdI del trabajo entre los Arditi del Popolo o en todo otro tipo de comités de auto-defensa obrera. Pero haciendo una concesión (muy relativa) a las críticas recibidas de la Internacional, el Proyecto afirma confusa y contradictoriamente: “[Hay] que precisar que si bien los comunistas jamás tomarán la iniciativa de semejantes improvisaciones [locales], sobre todo donde tengan una fuerza real (…) [si] estos comités, cualesquiera sean, llegaran a formase pese a nuestra oposición [subrayado nuestro], es preciso que los comunistas adhieran a ellos para evitar perder el contacto con las masas y aparecer como extraños a la lucha. Pero en ningún caso los comunistas podrán formar parte de organismos de tipo militar que exijan una disciplina diferente de la de su Partido y de su encuadramiento sindical107.

Describiendo una situación de hecho, el Proyecto ubica la actividad por la Alianza del Trabajo en el centro de toda la acción del PCdI. De lo que se trataría entonces sería de conservarla, mejorando sus características108.

Todos los desarrollos de ciencia-ficción ulteriores se refieren a lo que debería ser idealmente la futura Alianza del Trabajo, concebida como el presupuesto mismo de la lucha revolucionaria del proletariado italiano. El documento se lanza en una minuciosa descripción de tipo estatutario de cómo debería funcionar idealmente la Alianza del Trabajo109.

Cayendo en un formalismo que en ese período de retroceso y de derrota de las masas no tenía ningún viso de realización, el documento ve en una futura Alianza del Trabajo (conformada según las expresiones de deseos comunistas) el embrión de los futuros soviets110.

Es en ese contexto meramente teórico (y sin visos de concreción en un avenir previsible) que el documento plantea de manera sorprendente la actualidad de la consigna del “gobierno de obreros y campesinos” (sinónimo de dictadura del proletariado)111.

• Mientras el documento insiste una vez más en el método de la huelga nacional general como modalidad fundamental de la acción de una futura e hipotética Alianza del Trabajo, vuelve a trazar idealmente los contornos de un proyecto ideal de frente único sindical “finalmente” revolucionario (confundiendo así las que hubieran debido ser las posiciones defendidas por el Partido en el seno de ese frente único, con sus posibilidades reales en un momento dado resultantes de las relaciones de fuerza dentro de ese futuro frente)112.

A la espera del momento en que las masas llegasen a imponer los medios y los métodos de frente único sindical preconizado por el PCdI, el Partido hubiera debido seguir exactamente la línea de acción que ya había efectivizado en el período febrero-agosto 1922.

La Dirección del PCdI no hacía pues más que reafirmar la supuesta validez de todas sus posiciones anteriores, sin extraer la mínima lección (auto)crítica de dos años de derrotas y del fallido intento por construir durante ese período un inicio de oposición eficaz contra la ofensiva burguesa y el sabotaje del reformismo.

Así como el FU entre partidos políticos se había vuelto para la Internacional el leitmotiv de la acción de los partidos comunistas del mundo entero, el frente único sindical era para el PCdI la única y necesaria perspectiva de lucha a corto, mediano y largo plazo.

Es notable que en el “Proyecto de Programa de Acción” ni una sola línea haya sido dedicada a la acción del Partido en el seno de las masas campesinas. Esta ausencia es tanto más llamativa cuanto que en el Informe sobre el fascismo la Dirección del Partido sostuvo que el PSI había cometido graves errores políticos en relación a los pequeños campesinos.

El cuarto documento preparado por el Ejecutivo del Partido italiano fue el Informe sobre el fascismo presentado por Bordiga113. Ya hemos analizado anteriormente la evolución de su caracterización del fascismo, sus puntos fuertes y sus puntos débiles, y no volveremos aquí sobre ella [§VI-5]. Digamos únicamente, a propósito de la apreciación del momento y de la evolución probable de la situación, un cierto número de afirmaciones que se revelarán falsas, y otros interrogantes que Bordiga emite sin mayores precisiones, algunas en forma condicional. Ya entonces el PCdI intuyó la gravedad de la contrarrevolución que resultaba de la victoria del fascismo (lo que parece contradictorio con los planteos de los otros tres Informes).

Bordiga sigue proclamando que el fascismo en el poder expresará la síntesis de la democracia parlamentaria con la fuerza bruta extralegal, sin prever la liquidación de la primera114.

El relator abre un interrogante (con un tinte de optimismo) sobre la posibilidad de acción del Partido comunista, sin descartar ninguna eventualidad115.

Señalemos que, en la parte final de su Informe, Bordiga sostuvo que “El PCdI puede haber cometido algunos errores; puede ser criticado, pero creo que, en la actualidad, la actitud de los camaradas demuestra que hemos hecho un verdadero trabajo: la formación de un Partido revolucionario del proletariado, base de la recuperación de la clase obrera italiana.”

Estaba fuera de duda que la formación del PCdI había dado lugar a un verdadero Partido revolucionario de la clase obrera. Pero aunque Bordiga dejó entrever que la Dirección del Partido había podido cometer errores, en toda su acción ulterior la Izquierda Comunista, con Bordiga a la cabeza, nunca identificó ni reconoció ninguno de ellos.

ANEXO

Consideraciones sobre la evolución ideológica de Amadeo Bordiga

35.- La trayectoria y las desviaciones del “bordiguismo” respecto al marxismo (que para simplificar vinculamos a Marx, Engels y Lenin) lo convierten en una corriente verdaderamente compleja y original del comunismo.

Bordiga adhirió a la Internacional haciendo suyas un conjunto de posiciones propias del leninismo, a saber: la reivindicación de la violencia revolucionaria, la insurrección, la dictadura del proletariado dirigida por el Partido revolucionario, el centralismo político en el Partido y en el Estado; la supremacía, bajo la dictadura proletaria, de la centralización del poder ejercido por el Partido, la antinomia fundamental entre la dictadura del proletariado y cualquier forma de democracia burguesa.

En su trabajo sobre la Izquierda Comunista italiana, Alessandro Mantovani ha demostrado de manera original la filiación de un cierto número de posiciones del “bordiguismo” con el anarquismo, el anarcosindicalismo y Sorel. Por nuestra parte, podemos enumerar un conjunto de desviaciones de Bordiga respecto al marxismo y relacionarlas con diferentes orígenes históricos e ideológicos:

(a) su indiferentismo en relación a la forma del Estado burgués (anarquismo);

(b) su visión del Partido como una “élite” revolucionaria (Sorel, el Mussolini de la preguerra);

(c) su rechazo o desconocimiento de la necesidad de reformas de la sociedad burguesa (anarquismo, anarco-sindicalismo, el Mussolini de la preguerra);

(d) su prolongada indiferencia ante la cuestión nacional y colonial (anarquismo, reformismo de la II Internacional, ciertas tendencias del movimiento revolucionario marxista incluso después de 1914);

(e) su rechazo de principio de todo “bloque” o acuerdo con cualquier otro partido político (toda la “intransigencia” socialista, el Mussolini de la preguerra);

(f) su negativa inicial (defendida hasta 1920) a trabajar en sindicatos que no proclamasen su adhesión al socialismo y no estuviesen en estrecho contacto con el Partido de clase (el conjunto de la socialdemocracia);

(g) su indiferencia ante cualquier movimiento social que no encajara en los moldes imaginados por los “verdaderos socialistas” (todo el reformismo y el centrismo del PSI, en suma, prácticamente toda la socialdemocracia italiana)116;

(h) su “deducción” formal de la táctica a partir de consideraciones programáticas y de principio (anarquismo, anarco-sindicalismo);

(i) su apolitismo (anarquismo, anarco-sindicalismo, intransigencia socialista117);

(j) su reticencia de principio a la integración de las organizaciones de tipo IWW en la Internacional (intransigencia socialista);

(k) su reserva inicial sobre las posiciones de la Comintern en la cuestión agraria (prácticamente toda la socialdemocracia occidental);

(l) su posición inicial acerca de la constitución de los Soviets a partir de las secciones del Partido (visión infantil típicamente socialdemócrata que “autorizaba” al proletariado a hacer algo sólo si encajaba en moldes teóricos muy precisos, y además falsos);

(m) más tarde, su visión del combate por el poder como resultado de una lucha dirigida por el Partido con los sindicatos como únicas correas de transmisión (una visión propia de la Izquierda misma, y que puede ser interpretada como una versión “radical” de la posición clásica de la socialdemocracia sobre el binomio Partido-Sindicato);

(n) su concepción del Partido como prefiguración de la sociedad futura (anarquismo).

Pero hay que señalar que el anarquismo y el anarco-sindicalismo han tenido siempre una visión muy “voluntarista” de la lucha revolucionaria118, una actitud que Bordiga nunca ha compartido [sobre todo porque la Izquierda Comunista italiana siempre tuvo una actitud de distanciamiento con respecto a las luchas sociales que no eran las sindicales y que escapaban al control del Partido (como fue el caso de los Arditi del Popolo)].

La simple enunciación de esta larga lista ilustra la complejidad de los factores que influyeron en la trayectoria y la ideología de Bordiga y que son difíciles de vincular a una sola tendencia histórica en el movimiento obrero italiano o internacional.

Sin duda alguna, Bordiga estuvo influenciado por Lenin y la Internacional, especialmente a nivel programático y de principios, e incluso en algunas cuestiones tácticas (haciendo con el tiempo esfuerzos para acercarse a las posiciones de los bolcheviques, sin romper sin embargo con su visión básica del proceso revolucionario, de su manera de plantear las cuestiones de la intervención de los comunistas en la lucha de clases).

Amadeo Bordiga fue un planeta aparte en la constelación del comunismo internacional. Fue capaz de oponerse de manera ejemplar a la Primera Guerra Mundial y obró vigorosamente para la constitución del Partido Comunista de Italia, al tiempo que tomaba distancia hacia las grandes luchas sociales del Bienio Rojo. Bajo su dirección, el PCdI pudo plantearse en el terreno revolucionario de la lucha contra el fascismo y el Estado burgués, y la erró al no trabajar para unificar las luchas de resistencia en el terreno de la guerra civil (excepto en el campo sindical). Pudo oponerse denodadamente al proceso degenerativo de la Internacional, sin dar respuestas pertinentes a grandes problemas políticos y tácticos de los años 1921-1926 en Europa Occidental.

La Izquierda Comunista italiana puede ser vista como el resultado de un paralelogramo multidimensional de influencias históricas. Tras la quiebra de la II Internacional, ha sido una expresión inmadura, incompleta e híbrida del proceso de formación de las nuevas vanguardias revolucionarias en Occidente.

En 1923 Trotsky describió la situación del “comunismo occidental” explicando las razones del gran lugar que ocupaba en ese momento el centrismo de izquierda y la dificultad y el retraso en generar una dirección revolucionaria en Occidente119. El siguiente pasaje de Alessandro Mantovani expone muy adecuadamente la situación de la época:

“La historia de la Izquierda – como la de todo el movimiento proletario entre la Revolución rusa y el estalinismo – puede interpretarse como un enésimo paso aún incompleto hacia la madurez política del proletariado (…). De ello se deduce que si, por un lado, vinculándose el “hilo rojo” de la tradición, ha obtenido resultados esenciales para la futura reanudación de clase [Mantovani hace referencia aquí a las contribuciones teóricas de Bordiga a la teoría marxista después de 1945, ndr.], por otro lado sus límites históricos tendrán que ser investigados y superados por el movimiento futuro. Sacar a la luz los lados olvidados y “oscuros” de esa historia nos haría conscientes, creemos, del hecho inevitable de que incluso la Izquierda comunista (italiana) – lejos de ser la quintaesencia del marxismo, algo imposible para el propio Marx – ha sido una corriente histórica real que no podía dejar de reflejar en sí misma las grandezas y límites históricos (…) de aquel período, de aquel contexto. En el cual, por el contrario, también la IWW, los Shop Steward, los tribunistas holandeses, los kapedistas alemanes, la Kollontai, los anarcosindicalistas de las grandes batallas proletarias de Ancona y Parma, etc., etc., etc., han escrito páginas gloriosas de lucha de clase, porque no eran sólo camaradas equivocados (no cabe duda de que se equivocaron), sino que también eran la expresión de batallas formidables, pero inmaduras, de la clase proletaria”.120


Notas

1 En febrero 1922, los obreros de la industrias del carbón y del petróleo declararon una huelga nacional que se prolongó por dos meses, siendo enfrentados por la patronal, las fuerzas represivas del Estado y la movilización fascista, y terminó con una derrota y el despido de la mayor parte de los trabajadores. Algo similar ocurrió con los trabajadores de la cerámica de la Toscana, en huelga durante 6 meses, quienes fueron derrotados y violentamente reprimidos por el fascismo. En marzo la huelga nacional de los trabajadores portuarios contra el intento de la patronal de modificar las relaciones laborales existentes terminó en un statu quo por decisión gubernamental. En los primeros meses del año se desencadenaron grandes huelgas prolongadas en la construcción (en particular contra el intento de la patronal de reducir los salarios y dejar sin efecto la jornada de 8 horas), que concluyeron con la liquidación de las conquistas sociales de los años 1919-1920.

2 Claudio Natoli, “La Terza Internazionale e il fascismo”, Editori Riuniti, 1982, pp-205-215.

3Programme Communiste”, n°47, enero-marzo 1970.

4 Según las estadísticas oficiales, en el Congreso de Verona de la CGdL (7-9/11/1921) la moción de la fracción comunista obtuvo 246.402 votos correspondientes a las Camera del Lavoro contra los 612.653 que fueron a la moción socialista, y 169.310 correspondientes a las Federaciones sindicales contra 813.868 a la moción socialista. Oficialmente, pues, un total de 415.712 votos sobre un total de 1.842.233. Pero Il Comunista de 11-9-1921 precisa que “muchas minorías comunistas de las Camere del Lavoro y de las Federaciones nacionales han sido abusivamente impugnadas por muchas decenas de miles de votos”, que “el número de los organizados de 1921 es notablemente inferior al de 1920, en base al cual se ha votado”; que “la disminución concierne sobre todo a las organizaciones que no se pronunciaron expresamente y por las cuales han votado los funcionarios reformistas”; que “muchas organizaciones que han adherido en 1921 y que son favorables a la propuesta comunista han sido abusivamente excluidas del voto”; y que “debe señalarse que por el estuto confederal la mitad de los votos son atribuidos a las Federaciones de categoría por las cuales votan casi siempre los funcionarios centrales, y la otra mitad a las Camere del Lavoro, quienes más directamente expresan la consulta de las masas”.

5 Maffi, op.cit.

6 Cinco delegados reformistas por la CGdL; un reformista y un anarquista por el Sindicato Ferroviario; dos anarquistas por la Unión Sindical; dos sindicalistas republicanos por la UIL; y un reformista y un sindicalista por la Federación Nacional de los Trabajadores del Mar.

7 “Incluso en el caso de que esta demanda [de representación de las corrientes sindicales minoritarias, ndr.] fuese rechazada, el Partido comunista garantiza “la disciplina sindical incondicional” [las comillas son del artículo mismo, ndr.] de todas las fuerzas que le siguen a las decisiones del Comité Nacional de la Alianza del Trabajo, y continuará defendiendo las directivas en favor de un frente único efectivo de acción, manteniendo sus críticas contra todas las tentativas que se alejen de él”. [“Per l’Alleanza del Lavoro”, Il Comunista, 22-2-1922 y Sindacato Rosso, 25-2-1922; http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/per_alleanza_lavoro.htm]

8 Il Comunista, 12-3-1922. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/manifesto_fronte_unico.htm]

9 “Per l’Alleanza del Lavoro”, Il Comunista, 22-2-1922.

10 “Localmente en todas las ciudades y centros donde hayan Camere del Lavoro, con la representación directa de todos los sindicatos y ligas se deben establecer los comités intersindicales de la alianza proletaria. Se deberá convocar un gran Congreso nacional de estos comités para definir rápidamente el contenido del acuerdo: el Congreso de la alianza proletaria”.

11 A diferencia del sindicalismo revolucionario, Bordiga nunca atribuyó a las organizaciones sindicales el papel central de la lucha revolucionaria, pero en 1921-1922 él hizo de sus conquistas una condición sine qua non de esa lucha. Es en ese sentido que se puede afirmar que, en ese período, la Dirección del PCdI hizo de la revolución un problema de formas de organización. Ello puede ser atribuido a una apreciación exagerada del potencial de la Alianza y de las posibilidades ofrecidas por el momento histórico.

12 “En este proceso, las organizaciones electivas de la Alianza del Trabajo podrían convertirse en el embrión de una formación de tipo soviético, que constituiría la plataforma para la acción revolucionaria unitaria del proletariado italiano”.

13 Il Comunista, 24-3-1922.

14En la provincia de Bolonia, a pesar de su incesante presión, los fascistas fueron incapaces de vencer esa resistencia (…) y lograr que la población campesina abandonara las ligas rojas para adherir a los sindicatos fascista”. [Roberto Vivarelli, “Storia delle origini del fascismo”, ed. Il Mulino, 2012, vol.3, p.378.]

15 Maffi, op.cit.

16 Natoli, op.cit., pp.242-246.

17 Citado en Natoli, op.cit., p.255.

18 Entre las escasas iniciativas de la Alianza, hasta ese momento pueden señalarse la gran manifestación pública a fines de marzo 1922 en Milán en protesta del asesinato de un obrero por los fascistas, y la huelga general en Roma del 24 al 26 de mayo contra la incursión de los camisas negras.

19 La participación de los dos delegados del Ejecutivo del PCdI (Grieco y Terracini) fue la consecuencia de la presión ejercida en ese sentido por la CEIC durante el I Ejecutivo Alargado y tras el Congreso de Roma [§VII-13 y §VII-24].

20 « Los textos de las actas (APC, 1922, 139/30-37) informan sobre las reuniones celebradas en Roma los días 20 y 21 de mayo. En consecuencia, los representantes del PSI, dado que la situación actual de reacción a la violencia no puede cambiar sino a través de un movimiento orientado a cambiar las organizaciones políticas del Estado”, reclaman un pacto de alianza serio y efectivo entre todos los partidos que luchan en el campo de la lucha de clases”. Los representantes del PRI también están a favor de llevar al movimiento obrero italiano al terreno de la lucha revolucionaria contra el régimen político actual”. Los anarquistas “se comprometen a dirigir su acción hacia la preparación cuidadosa de todas las fuerzas revolucionarias para que, en el momento de la huelga general, tengan una eficacia material y moral capaz de derrocar el régimen político actual”. Los comunistas repiten que cualquier acción debe ser llevada a cabo por la Alianza sobre una base de masas y especifican que “los órganos dirigentes en el curso de la lucha, como después de su éxito, se formarán sobre la única base de las organizaciones aliadas consideradas como una emanación de la clase proletaria”. En cuanto a los partidos (políticos), las condiciones fijadas por el PC son las que se indican en el texto. El documento comunista especifica que sólo mediante una deliberación unánime el Comité Directivo Conjunto podrá “tratar eventualmente con las otras formaciones políticas”. Las actas de las reuniones del segundo día muestran que los dirigentes comunistas apoyan la necesidad de un compromiso sobre cuya base todos los partidos promotores acuerdan no eludir una decisión conjunta de corresponsabilidad hasta el final de la huelga general con la toma del poder [!!!]. Un representante socialista, Zannerini, dijo que en ese momento «nadie podría impedir que el Partido socialista se conformara con un resultado que podría no ser el derrocamiento del régimen». Los otros representantes de la PSI (Fioritto y Vernocchi) también añaden que no pueden comprometerse en nombre de todos los miembros, dadas las divisiones que existen dentro de sus filas. Por el contrario, los anarquistas (Malatesta y Sbrana) insisten en el valor que una perspectiva insurreccional tendría para las masas ». [Paolo Spriano, “Storia del Partito Comunista Italiano, da Bordiga a Gramsci”, ed. Einaudi, 1967, pp.199-200]. Las actas de esas jornadas se encuentran en los archivos del PCdI (APC), 1922, 139/110-114. Cf. también el informe que en 1924 Bordiga presentará sobre esta cuestión en nombre de la Izquierda Comunista del PCdI [“Lo Stato operaio” año II, n. 18, 29-5-1924].

21 Bruno Maffi, “Storia della Sinistra Comunista”, vol.4, Edizioni Il Programma Comunista, 1977, p.330.

22 « Hemos intervenido en la reunión. Dijimos que podíamos llegar a la coalición política pero bajo condiciones precisas. Estas condiciones son tales que aceptarlas significa para los socialistas y confederales ver fracasado todo su plan de desviar el movimiento, mientras que rechazarlos nos da la oportunidad de demostrar a las masas lo correcto de las condiciones que establecimos, y que equivalen a proteger al proletariado de traiciones y terribles desilusiones como aquellas de las que tiene vivo el recuerdo. Nuestra actitud era puramente táctica (…). Estamos en contra de cualquier coalición de partidos que dirija la acción insurreccional y el movimiento revolucionario de las masas, de los que los demás hablan con mala fe o inconsciencia y, en general, con aterradora falta de preparación. Sin embargo, nuestras tácticas han puesto a los demás en una posición muy embarazosa: por el momento, no han aceptado ni rechazado nuestras propuestas; no pueden aceptarlas y tienen miedo de comprometerse si las rechazasen, ya que utilizan, contra el impulso de la lucha, el argumento demagógico de que esta (lucha) sólo puede ser “la revolución”». [“Rapporto del C.E. del PCd’I a la Comintern sulla tattica del partido e sulla questione del fronte unico”, junio de 1922]

En la «Relazione della Sinistra» a la Conferencia Nacional del PCdI que tuvo lugar en Como en mayo de 1924, Bordiga dio su propia explicación de lo actuado por los delegados del Ejecutivo en la reunión del 20-21 de mayo 1922, reduciendo netamente (sin llegar a precisarlo) el objetivo de la huelga general preconizada: «Como recordarán, durante la preparación de la huelga general de agosto 1922, el C.E. del Partido participó en las reuniones con los otros partidos. Éstos dijeron que querían -como objetivo de la huelga- ni más ni menos que la revolución. Nosotros, por supuesto, no los tomamos en serio y propusimos que, una vez que se alcanzara un acuerdo sobre los términos y los objetivos de la huelga [¿qué objetivos?, ndr.], ésta no debería detenerse, salvo por decisión unánime de todos los partidos que la habían proclamado y dirigido. Nuestra propuesta no fue aceptada (…)«. [Lo Stato Operaio, 22-5-1924]

23 Maffi, op.cit., p.330.

24 Para ello, el Partido comunista hubiese podido contar con una importante base militante en las Camere del Lavoro. En julio 1922, el Partido controlaba las Camere de Turín, Savona, Vicenza, Gorizia, Trieste, Trenton, Forlí, Pistoia, Foligno, Roma, Tivoli, Teramo, Nápoles, Salerno, Taranto y Girgenti, y una presencia significativa en Alessandria, Biella, Intra, Vercelli, Sampierdarena, Bergamo, Cremona, Mantova, Milano, Varese, Bologna, Ravenna, Florencia, Pisa y Palermo. [Cf. Il Sindicato Rosso del 29-7-1922 y Natoli, op.cit. p.253].

25 Salto que Trotsky, ya en posesión de la experiencia del fascismo italiano, no dejará de poner de relieve en la Alemania de los años 30.

26 Il Comunista, 4-3-1922. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/difesa_proletaria.htm]

27 L’Ordine Nuovo, 26-7-1922. [http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/regime_deriva.htm]

28 La posición de Bordiga no era meramente personal, sino que era compartida por todo el Comité Ejecutivo y por la mayoría de los dirigentes del Comité Central.

29 “Il regime alla deriva”, art.cit.

30 “De este punto de vista general derivan las siguientes reglas de la acción práctica: las masas deben dotarse de una organización de lucha que sea capaz de enfrentar a la ofensiva fascista con los mismos medios que ésta; capaz de actuar contra la organización legal del Estado que hoy apoya al fascismo y reprime la acción antifascista, y que mañana bajará directamente al terreno de lucha; y capaz de servir de base para una organización militar proletaria estatal que, después de la victoria de las masas, impida la existencia de cualquier organización blanca de lucha contrarrevolucionaria”. [“Difesa proletaria”, art.cit.]

31 “Los partidos que, además del nuestro, se posicionan contra el fascismo y aceptan genéricamente el criterio de una acción proletaria general contra el fascismo, tienen una visión diferente de esta lucha y un programa diferente. Muchos de ellos, como el Partido socialista, no sólo han aconsejado abiertamente a las masas contra la resistencia organizada y armada al fascismo, sino que incluso han intentado la pacificación. Tanto los socialistas como los republicanos y otros grupos se han fijado una forma de acción de defensa proletaria que tenga como objetivo la restauración del «derecho común» y la eliminación de la lucha armada entre fracciones políticas bajo la soberanía imparcial del Estado. Estas corrientes tienen en común con los sindicalistas y anarquistas la perspectiva de libertad para todos, y mañana torpedearían con escrúpulos ridículos la instauración del poder proletario (…). [Finalmente], los anarquistas y sindicalistas no formulan este concepto de libertad para todos sólo como una realización de su objetivo revolucionario, muy cercano al nuestro, de demoler el Estado burgués para suprimir todas las formas de Estado, sino que parecen aceptarlo – lo que significa considerarlo posible como una salida de la situación actual – también como un objetivo contingente, también alcanzable por el Estado burgués.”

32 Una organización así estaba excluida desde el vamos, ya que ni el PSI ni el Partido Republicano estaban a favor de la lucha armada.

33 Esta vez representada por Bordiga, Gramsci y Ambrogi por el Comité Central. Graziadei formaba parte de la comitiva en representación de la minoría del Congreso de Roma.

34 “Rapporto del C.E. del P.C.d’I a la Comintern sulla tattica del Partito e sulla questione del fronte unico”. [http://www.international-communist-party.org/BasicTexts/Italiano/22Rel1EA.htm#Storia]

35 En uno de sus párrafos, claramente bajo la presión del CEIC, por primera y única vez en la historia de la Izquierda Comunista italiana, el Informe no excluye relaciones al más alto nivel entre el Partido y otros partidos obreros. Pero más tarde precisa que el Partido no tomará la iniciativa de tales encuentros. En caso de ser convocado (como fue el caso de las reuniones de la Alianza del 21 y 22 de mayo), el Partido plantearía exigencias que implicasen la lucha revolucionaria por la conquista del poder, con la (casi) seguridad de su rechazo por parte de los otros partidos, lo que equivaldría a sabotear todo intento de frente único político.

36 (1) “El PCdI no tomará la iniciativa de encuentros con otros partidos políticos. (2) El PCdI continúa desenvolviendo su programa actual en el seno de la Alianza del Trabajo, con la perspectiva de encontrar el consenso de los sindicalistas y los anarquistas, poniendo a los socialistas en minoría en la AdT. (3) El PCdI, aparte de sus opiniones [negativas, ndr.] sobre el Congreso Obrero Mundial, propondrá oficialmente que la Alianza del Trabajo italiana participe en la campaña para su convocatoria. En esta campaña el PCdI se arroga el derecho de presentar el Congreso Mundial como un encuentro contingente para un acuerdo de acción, pero no como la base de una organización proletaria mundial única, ni como la premisa necesaria para el surgimiento en todos los países de una coalición de partidos proletarios. (4) Recibiendo del PSI y de otros organismos proletarios invitaciones a reuniones en las que participan otros partidos políticos, el PCdI intervendrá. Como condición para un acuerdo establecerá una serie de puntos que excluyan en los otros la posibilidad de hacer propaganda y acciones que desvíen al proletariado de la acción directa y armada, y – en caso de victoria – de que sus luchas desemboquen en el poder proletario. Véase las condiciones presentadas en la Conferencia de Roma. Las condiciones son prejudiciales para el acuerdo y no deben ser modificadas con la intención de hacer posible el acuerdo mismo. En caso de ruptura, el PCdI se declara siempre e incondicionalmente a favor de la huelga general nacional dirigida por la Alianza del Trabajo, y continúa su campaña en ese sentido. (5) Queda absolutamente excluido cualquier coalición o acuerdo con el PSI por motivos electorales, parlamentarios o gubernamentales”.

37 No entraremos aquí en el detalle de las vicisitudes del tratamiento de la cuestión italiana en el II Ejecutivo Ampliado. Digamos sucintamente que la delegación italiana logró evitar que ésta fuera tratada en las reuniones plenarias (las que estuvieron muy absorbidas por el tratamiento de las desviaciones oportunistas en el Partido francés), y obtuvo que las divergencias fuesen discutidas por una comisión especial.

38 Su intervención fue publicada en Il Comunista del 22-6-1922.

39 “¿No es necesario establecer un eslabón entre la prosa gris de las pequeñas reivindicaciones parciales y la poesía de la dictadura del proletariado? (…) La consigna del gobierno obrero es un eslabón de este tipo (…) En países como Italia, Checoslovaquia, Alemania (…) tenemos una situación en la que el poder obrero es tan grande en términos relativos que se pueden y se deben plantear reivindicaciones como la reivindicación política de un gobierno obrero”. [Bericht über die Tätigkeit, Moscú, 1922]

40 El llamamiento por el FU dirigido por la Comintern a la II Internacional y a la Internacional II½, y se concretó en la Conferencia de las tres Internacionales que tuvo lugar en Berlín en abril 1922. La Conferencia se terminó sin que las Internacionales socialistas aceptasen coordinar con la Internacional Comunista las luchas obreras por objetivos inmediatos. El objetivo propagandístico de la Comintern había sido parcialmente alcanzado. [Cf. Broué, op.cit., cap.XXIX, pp.556-572]

41 “Nosotros comenzamos la lucha por el frente único desde arriba [entre las cúpulas de los partidos políticos, ndr.] y desde abajo. Ahora está claro que desde arriba no podíamos lograr grandes resultados. No vamos a llorar porque la [Conferencia de las tres Internacionales] ha fracasado, porque la verdadera lucha por el frente único sólo comienza ahora en todas las empresas, talleres y ciudades. Y cuanto más las Internacionales II y II½ nos cubran de insultos, más tranquilamente lucharemos por las ocho horas, por las pequeñas demandas, y luego pasaremos a la consigna del gobierno obrero y de la dictadura del proletariado. El comienzo de la lucha del frente único sólo comenzará ahora en las fábricas y talleres donde están las masas”.

42 Este argumento era muy capcioso, pues la negativa del PCdI a participar en él era la consecuencia del rechazo a todo tipo de contacto con otros partidos políticos.

43 http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/internazionale_tattica.htm

44 Ibidem.

45 En una de sus intervenciones, Zinóviev dijo que “El gobierno obrero es la misma cosa que la dictadura del proletariado. Es sólo un seudónimo del poder de los Soviets. Esta denominación es más cómoda para los obreros, por ello la empleamos comúnmente”. [Informe en alemán de una de la sesiones del Ejecutivo Ampliado, p.123]

46 APC, 1922, 70/I, 51-52, citado en Basile-Leni, “Amadeo Bordiga politico”, Edizioni Colibri, 2014, pp.474-475.

47 Es notable que un dirigente comunista de la envergadura de Bordiga, intransigente en todo lo relativo a la centralización y a la disciplina en los partidos comunistas y en la Internacional misma, pudiese tergiversar cuando se trataba de dejar sin efecto las decisiones del CEIC que no se condecían con sus propias posiciones. Y mientras que el Comité Central del PCdI del 29-6-1922 publicaba un Comunicado asegurando platónicamente que “la Central da plena seguridad a la Internacional y a todos los camaradas de que el Partido, incluso por encima de las opiniones particulares elaboradas y en vías de elaboración a través de sus propias experiencias, adherirá incondicionalmente en su acción a las recientes decisiones de Moscú y a todas las ulteriores disposiciones de la Internacional, de acuerdo con el compromiso unánime y solemne del Congreso de Roma”, reclamaba sí, y al mismo tiempo, “a todos los militantes del Partido el deber de la más estricta disciplina”, y expresaba “la certeza de que el Partido procederá en el desarrollo de su táctica y en su acción revolucionaria con esa perfecta cohesión y unión de movimientos de los que siempre ha sido capaz de dar prueba y ejemplo”.

48 Dicha orientación está resumida en la ponencia que los militantes comunistas debían proponer en todas las reuniones sindicales: “(a) Compromiso solemne y efectivo para el recíproco apoyo en una acción común entre todos los sindicatos locales y de categoría, y defensa de cualquiera que sea golpeado por las manifestaciones de la ofensiva patronal. (b) Defensa de los postulados que representan el derecho a la existencia del proletariado y de sus organizaciones, y en primer lugar de la causa de los desocupados y del mantenimiento de los acuerdos laborales y del nivel de los salarios. (c) Empleo de los medios de acción directa sindical con la directa preparación de la huelga general nacional de todas las categoría de trabajadores. (d) Constitución de los comités locales con la representación de todo sindicato y liga, cualquiera sea el organismo nacional al que adhiera, y convocación lo más pronto posible del Congreso nacional de la Alianza proletaria con representación directa de todos los sindicatos locales y de categoría para la discusión y aceptación de los puntos que preceden, y la constitución de un organismo central que sea la emanación directa de las masas proletarias italianas”. [Il Comunista, 19-4-1922]

49 Cf. “L’Alleanza dei funzionari” (Sindacato Rosso, 25-2-22); “Il pozzo delle chiacchiere” (SR, 13-3-22); “I comunisti e l’Alleanza del Lavoro” (SR, 13-5-22); “Invito a parlare” (SR, 20-5-22); L’Alleanza del Lavoro al bivio” (SR, 24-5—22); “I confederali e l’Alleanza del Lavoro” (Il Comunista, 28-2-22), “I comunisti e l’Alleanza del Lavoro” (Il C., 7-3-22); “I comunisti e l’Alleanza del Lavoro” (Il C., 7-5-22); “è necessario agire!” (Il C., 21-5-22).

50 “L’Alleanza del Lavoro non si occuperà che delle questioni che le verranno sottoposte dalle Organizzazioni nazionali alleate” [Resolución de la Alianza del 6-3-1922, citada en Sindicato Rosso del 11-3-1922].

51 Entre los meses de febrero y mayo 1922, “Il Comunista” y “Sindicato Rosso” mencionan la constitución de los Comités locales de la Alianza en Savona, Schio, Castelfranco y Salerno. P.Spriano (op.cit.) cita los casos de Trieste (19-3-22), Génova (20-3-22), La Spezia, Sampierdarena y Turín (11-4-22). Natoli (op.cit., p.215), sin hacer referencia a la formación de Comités locales, menciona movilizaciones suscitadas localmente por la Alianza en el mes de abril en Turín, Savona, Génova, Milán, Bérgamo, Cremona, Trieste, Forlí, Ancona “y en otras numerosas localidades”.

52 Natoli, op.cit. p.217.

53 Ivano Granata, “Sindicato e crisi della democrazia”, ed. Franco Angeli, 1986, p.78.

54 Si bien es cierto que esta política del PCdI no le permitió ser un factor del aglutinamiento de las fuerzas obreras decididas a dar una batalla frontal contra el fascismo, los militantes y los grupos comunistas de combate participaron activamente en los enfrentamientos contra los camisas negras. Este fue en particular el caso en julio 1922 durante la huelga general mencionada en la provincia de Novara (cuando el Partido hizo intervenir a sus grupos de choque provenientes de Milán y de Turín). [Natoli, op.cit., pp.218-220 y 251-252].

55 Il Comunista, 7-7-1922.

56 El frente único propuesto por Serrati ya existía: la Alianza de julio 1922, conformada por las grandes organizaciones sindicales italianas, con el apoyo del Partido socialista, del comunista, de los republicanos y de los anarquistas. La bancarrota de ese frente único inconsistente no tardará ni un mes en estallar a la luz del día.

57 http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/quattro_mozioni.htm

58 “El 18 de julio, las bandas fascistas ocupan Novara y desencadenan hasta el 23 una ola de terror en toda la provincia. La elección de la localidad no fue hecha al azar: Novara se encuentra más o menos a mitad de camino entre Turín y Milán, y si no es un gran centro industrial, se encuentra en el centro de una región de cultivo de arroz con viejas y profundas tradiciones de lucha de clase (…). Inmediatamente, los obreros piamonteses entran en huelga y, a pesar de la voluntad expresa de la CGdL., el Consejo general de las Ligas campesinas de Milán decide hacer otro tanto. Invitado a formar parte de él, el comunista Repossi pone como condición que los reformistas sean excluidos, que la huelga no cese antes de la evacuación de Novara, que no haya ningún encuentro ni conversaciones con los fascistas, que la huelga sea extendida a todos los servicios públicos y que, con este fin, se tomen contactos con las otras organizaciones sindicales ajenas a la Camera del Lavoro [en manos de los reformistas, ndr.], como los sindicalistas y los ferroviarios. Nueva traición socialista: la Comisión ejecutiva de la Camera del Lavoro ordena al día siguiente mismo la suspensión de la huelga, de acuerdo con la sección local del PSI”. [Maffi, “El PCdI frente a la ofensiva fascista”, op.cit.]

59 Spriano, op.cit., pp.202-204.

60 Es notable que el Manifiesto no haya dado indicaciones exclusivas a propósito de las formas que hubiera debido asumir esta reacción, ni que tampoco llamase a las masas a agruparse exclusivamente en torno de los núcleos comunistas.

61 “Pero si ya hay serias dudas sobre la disposición de los órganos centrales [de la Alianza del Trabajo y de la CGdL, ndr.] para dar la consigna que el momento requiere, ello no significa que el frente único del proletariado no pueda y no deba constituirse. Ancona, Novara, Turín, Alessandria, Cuneo, han dado el ejemplo de cómo, partiendo de abajo, las fuerzas que están dispuestas a luchar pueden unirse orgánicamente. El camino es, sin duda, más largo y agotador, pero sin embargo debemos recorrerlo. Es mejor luchar duro en dos frentes, pero con los ojos abiertos, en lugar de ser dirigidos por quienes alimentan intenciones de traición. (…) Donde haya núcleos conscientes y audaces, que se adelanten. ¡Contra el enemigo y contra el traidor, agitad a las masas, agrupadlas, ordenadlas, hacedlas entrar en la lucha! Que surja desde abajo la acción general de la que los órganos centrales no quieren asumir la responsabilidad de lanzar la consigna, que se forme a través de la soldadura espontánea del frente de lucha de las ciudades y regiones individuales, que se imponga abrumadora y violenta como la llama de un incendio destructor”.

62 Fue en esa situación de crisis que Bordiga publicó en Il Comunista del 22 de julio el artículo “Il regime alla deriva” [§VIII-7].

63 “El Comité Central de la Alianza del Trabajo ordena la reanudación inmediata del trabajo al proletariado en huelga de las dos regiones de Lombardía y Piamonte, y deja que los comités locales establezcan las modalidades de la reanudación del trabajo”.

64 “Pero desde el principio el Comité de huelga no funcionó para nada. En su lugar trabajó otro Comité extraordinario, compuesto por algunos emisarios socialistas y el Prefecto de Milán, de modo que la modalidad de la huelga se combinó primero en la Prefectura y luego fue planificada por la mayoría del mencionado Comité de agitación, del cual fueron excluidos dos de sus miembros, el comunista y uno de los maximalistas”. [Il Comunista, 23-7-1922]

65 Il Comunista, 21-7-1922.

66 Ibidem, 25-7-1922

67Se advierte a todos los organismos del Partido que la consigna de los comunistas para la organización del frente único proletario es que los órganos locales deben ser los Comités de la Alianza del Trabajo. Los comunistas apoyan las reiteradas declaraciones del Partido, la ampliación de estos comités a la representación efectiva de toda la masa obrera a través de sus organizaciones sindicales, y la designación de los órganos ejecutivos en su seno con representación proporcional de las tendencias políticas existentes en los sindicatos. Los camaradas no pueden y no deben tomar iniciativas locales diferentes para los Comités del frente único (…)».

68 L’Ordine Nuovo, 27-7-1922.

69 Spriano, op.cit. pp.205-206.

70 Citado en Natoli, op.cit. p.255.

71La ciudad está llena. La protesta ha logrado su objetivo. ¿Pero y ahora? ¿Es útil continuarla? Hay un gobierno que ha dimitido, expulsado por una abrumadora mayoría de votos, y sería una tontería pedirle a ese gobierno que no se ocupa más que de administración ordinaria (…) que tome cualquier medida. Las solicitudes van al próximo gobierno. Éste sólo podrá asumir sus funciones ejecutivas dentro de unos días. ¿Es razonable continuar la huelga hasta que se instale el nuevo gabinete? Francamente, no lo creemos. Por lo tanto, la huelga debe terminar en un plazo de 24 horas. (…) De hecho, el valor de su advertencia permanece por sobre todo para los nuevos gobernantes. Ellos recogerán el mensaje del proletariado. Ya saben que si esta voz no fuese escuchada, si no se hiciese eco de la advertencia de hoy, el proletariado está alerta, en armas, para una acción más vasta en defensa enérgica de la libertad. Esperamos ardientemente que estos conceptos prevalezcan en la decisión de esta noche de los órganos dirigentes de la huelga. Ésta es la hora de hacer prueba de suprema responsabilidad, prudencia y equilibrio”. [Citado en Ivano Granata, op.cit. p.88]. Para el reformismo, la clave de salvación del proletariado residía en los petitorios dirigidos a los gobiernos para que lo liberaran del martirio fascista. Eso sí, ¡guay si los gobernantes no escuchasen el pacífico reclamo de la clase obrero! Si ello no ocurriese, la burguesía debería atenerse a las consecuencias…

72Où va l’Angleterre”, ed. Antrhopos, 1971, p.119.

73 La comunicación fue registrada por la policía. [ACS, Min. Interno, Dir. gen. PS, A.g.er., 1922, C.I, b.41]

74 Spriano, op.cit., p.209.

75 Il Comunista, 30-7-1922.

76 “Con la proclamación de la huelga general, el Comité abajo firmante se propone como objetivo la defensa de las libertades políticas y sindicales amenazadas por las facciones reaccionarias insurgentes que apuntan – mediante la supresión de toda garantía legal – al aplastamiento de las organizaciones obreras, premisa necesaria para poder a continuación trasladar a los trabajadores de un estado de relativa libertad a un estado de esclavitud absoluta. (…) De la huelga general – compacta y severa – debe emerger una solemne advertencia al Gobierno del país para que se ponga fin, y para siempre, a toda acción violenta de las libertades civiles, que deben encontrar protección y garantía en el estado de derecho. En el curso de la huelga general, los trabajadores deben abstenerse absolutamente de cometer actos de violencia que vayan en detrimento de la solemnidad de la manifestación (…), excepto en casos de legítima defensa de personas e instituciones, contra los cuales, lamentablemente, la violencia de la oposición debiese desencadenar su furia. (…) ¡Trabajadores, de pie! En defensa de lo que es más sagrado para todo hombre civilizado: LA LIBERTAD.”

77 APC, Fasc.125, fo.14, citado en Natoli, op.cit. p.264.

78 El Informe del PCdI a la Internacional da un panorama menos pesimista de la relación de fuerzas y de la situación: “Al tercer día, como era de esperar, la huelga hubiera tenido un gran éxito, cuando la Alianza la rompió. Los fascistas desataron entonces sus represalias. Al no estar ya comprometidos en todo el país, que era lo que los había inmovilizado temporariamente, los fascistas podían concentrarse utilizando trenes que ya no estaban detenidos, y atacaban aquellas ciudades en las que durante la huelga los trabajadores habían atacado a los elementos fascistas locales. La defensa de las masas obreras en esta segunda fase, es decir, después del final de la huelga, fue maravillosa”. [“Relazione del PCdI al IV Congreso de l’Internazionale Comunista”, ed. Iskra, 1976]. El lector podrá encontrar en Tasca, op.cit., pp.339-356, otro relato detallado de la vicisitudes más sobresalientes de aquellos críticos acontecimientos.

79 Spriano, op.cit., pp.210-2013

80 Natoli, op.cit., pp.254-255.

81 Ibidem, pp.264-265.

82 Extracto del Informe de Forticchiari sobre la huelga general, op.cit.

83 Citado en Basile-Leni, op.cit. pp.500-501.

84Sin la intervención de las armas oficiales del Estado contra los trabajadores, en todas partes las victorias militares del fascismo se habrían quizás convertido en derrotas”. [“Per il Programma di Lotta del Proletariato”, Il Sindacato Rosso, 19-8-1922]

85 El editorial de Il Comunista del 23-9 (firmado por Terracini) fue un claro exponente del género: La primera tarea a resolver, ya fijada en el llamamiento para el frente único, era el desenmascaramiento de los líderes socialdemócratas, aún envueltos en los laureles de las pasadas victorias de los trabajadores y aferrados firmemente a sus posiciones (…). Es por esta razón que la Alianza del Trabajo, en el mismo momento de su constitución, se convirtió en el blanco de las más severas críticas de los comunistas, que aunque se declararon los más disciplinados ejecutores de sus órdenes y disposiciones, lucharon contra ella y se opusieron a sus formas y funcionamiento (…). Preveíamos, y era muy fácil de profetizar, que la Alianza del Trabajo, precisamente porque había asumido la apariencia de un acuerdo cerrado de líderes (…) caería como organismo formado de esa manera tan pronto como esos líderes, incapaces y temerosos, tuvieran que enfrentarse con los hechos. Pero queríamos absolutamente que este colapso inevitable no marcara el final decisivo del movimiento unificador de las masas, sino sólo el momento del pasaje del primer período, que indicamos anteriormente con la frase «desenmascaramiento de los dirigentes», a un segundo período de unión real y efectiva de las fuerzas proletarias bajo la dirección de los grupos y fracciones sanamente revolucionarios. (…) De ninguna otra manera, sino con su visión consciente del desarrollo de la táctica del frente único en Italia, podría ser la razón por la cual, mientras que después de la huelga general todos los demás partidos y todos los comités sindicales permanecieron callados, incapaces de dictar un programa y de trazar una línea para la acción de las masas que esperaban, el Partido comunista y sus comités sindicales no demoraron un día en lanzar sus dos llamamientos que se complementan entre sí y sus consignas que se integran mutuamente: «de nuevo por la Alianza del Trabajo y por la acción general», «pero apoyada y preparada por el acuerdo previo de las fracciones de izquierda». (…) Y es evidente que a través de esta unidad de acción se establecerán las premisas necesarias para el momento ulterior y definitivo de realización de las tareas impuestas por la táctica comunista: la unificación organizativa de los Sindicatos Rojos Italianos”. La posición de Terracini era compartida por toda la Dirección del PCdI, como lo atesta el ya citado Informe del Ejecutivo del Partido italiano en el IV Congreso de la Internacional Comunista (noviembre 1922) y el discurso de Bordiga en la Comisión italiana del 22-11-1922 en este Congreso en “Storia della Sinistra Comunista”, vol. V, 2017, pp.490-491 [https://www.partitocomunistainternazionale.org/images/pdf/testi/SdSV.pdf].

86 Desgraciadamente, esto cambiará en 1923 con la participación comunista en los “gobiernos obreros” de Sajonia y Turingia, lo que conducirá a la catástrofe del Octubre alemán.

87 Il Comunista, 11-10-1922.

88 Estas últimas eran muy generales, y sólo se referían a la cuestión agraria, a la nacional y colonial y a la sindical.

89El grupo parlamentario había mandado a Turati a recorrer el camino que Bissolati ya había transitado [participando desde 1917 en gobiernos burgueses, ndr.]. Su única justificación podría haber sido su éxito. Pero Bissolati había obtenido el sufragio universal, mientras que Turati había aportado el asalto al Palacio Marino” [referencia a la ocupación fascista de la Municipalidad de Milán durante la Huelga de Agosto 1922, ndr.]”. [Citado en Spriano, op.cit., p.223].

90 Emilio Gentile, “El fascismo y la marcha sobre Roma”, ed. Edhasa, 2012, p.131.

91 Ibidem, p.150.

92 Ibidem, p.255.

93 «El director del “Corriere della Sera”, Albertini, y el senador Conti, uno de los más importantes exponentes de la Cofindustria, telegrafiaron a Facta a fin de pedirle que solicite al Rey para que éste confíe a Mussolini la formación del Gabinete». [Spriano, op.cit., p.229]

94 L’Ordine Nuovo, 29-10-1922. Según el editorial de Rassegna Comunista del 31-10-1922: “Era la táctica más elemental que sugería no permanecer neutral en lugar de presenciar la crisis que divide y debilita a los adversarios, sino lanzar a la lucha todas sus fuerzas para voltearla a su favor. La propuesta comunista, pronto superada por el acuerdo de los grupos burgueses, tuvo empero el resultado de ofrecer a los dirigentes sindicales la oportunidad de dar una nueva prueba de su vileza e incapacidad. De hecho, la CGdL respondió con un manifiesto público, acusando a la propuesta comunista de provocación e invocando de los trabajadores la inercia más supina frente a los acontecimientos. Las demás Centrales sindicales ni siquiera dieron una respuesta. Esto constituyó toda la actividad manifestada por los organismos del proletariado”.

95 Spriano, op cit., p.233.

96 “Stato fascista?”, Il Comunista, 7-10-1922.

97 Los otros periódicos del Partido habían sido devastados por la represión fascista y estatal.

98 “Appelo del Comitato esecutivo al Partito socialista italiano” (10-10-1922), in Agosti, op.cit. pp.589-591.

99 APC, 91 fo.22-23, en Natoli, op.cit., pp.281-282.

100 Natoli, op.cit., p.284.

101 En una carta al CEIC del 8-10-1922, Bordiga escribió: “(…) nosotros no podemos responsabilizarnos de la dirección del Partido en la situación en la que nos encontramos (…) [Se] implementa una táctica que va en contra de todos nuestros puntos de vista (…) Haremos todo lo que podamos para resistir y evitar consecuencias perjudiciales para el movimiento. Pero nos consideramos políticos que han dimitido y que permanecen en sus puestos para los asuntos corrientes”. [APC, Fasc. 81/3 fo. 39-40, in Natoli, op.cit. p.284]

102 http://www.international-communist-party.org/BasicTexts/Italiano/22Te4CoI.htm

103 http://www.international-communist-party.org/Italiano/Document/RelPCI4C.htm

104 En “Relazione del Partito Comunista d’Italia al IV Congresso dell’Internazionale Comunista”, ed. Iskra, 1976.

105 “En efecto, nuestra empresa de conquista de las masas se paralizaría si, tras haber proclamado la necesidad de combatir el pacifismo y la pasividad en la guerra de clase y la necesidad de la preparación militar del proletariado, rechazadas por los socialdemócratas y los anarquistas por diferentes razones, diésemos valor a estos partidos en organizaciones locales improvisadas, dejando creer que por naturaleza son tan aptos como nosotros para sostener la lucha.”

106 “Por otra parte, la experiencia ha demostrado que la acción de esos comités [locales, ndr.], a veces denominados de “defensa proletaria”, es estéril y que es preferible confiar la agrupación de los trabajadores de los diversos partidos para una defensa común a los órganos locales de un “frente único” constituido de otro modo, sobre una base de tipo sindical, órganos permanentes en los cuales automáticamente se encontrarán los hombres de los partidos predominantes de la localidad.”

107 Una vez más, lo que se negaba a nivel de la lucha armada se aceptaba sí en el terreno sindical (prometiendo una disciplina absoluta a la Alianza del Trabajo.

108 “El frente único proletario por las reivindicaciones que se oponen a la ofensiva patronal es la plataforma fundamental de la acción presente del Partido comunista en Italia, y la vía de su conquista del primer puesto en la dirección del proletariado italiano. Este frente ya fue ampliamente experimentado en la Alianza del Trabajo y en la huelga general nacional de comienzos de agosto de 1922. Hoy, los mismos elementos que intentaban desnaturalizar el carácter de los sindicatos proletarios tradicionales tratan de disolver la Alianza del Trabajo. Por el contrario, el PC defiende su conservación y su reorganización bajo formas más adaptadas como las que propuso y sostuvo hace ya mucho tiempo cuando denunció los peligros que comportaba la forma de constitución de la Alianza. Inclusive, esta reconstitución de la Alianza es propugnada por el PC, por intermedio del Comité Sindical Comunista, como uno de los objetivos del acuerdo entre las fracciones sindicales de izquierda, y debería concretarsecon la participación de los mismos organismos sindicales que la fundaron la primera vez. El PC sostiene también el frente único con las masas dirigidas por los colaboradores de clase que pertenecen a la derecha confederal, o por los [partidarios de D´Annunzio] de la Unión del Trabajo, y si la unidad del frente se rompiese definitivamente de ese lado la responsabilidad de ello incumbiría a esos jefes que habría que desenmascarar a los ojos de la masas.”

109 “Los órganos de la Alianza del Trabajo deberían estar constituidos así: un acuerdo central renovable entre los organismos sindicales nacionales con la formación inmediata de un Comité Nacional que contrariamente a su homólogo actual no comprendiese únicamente a los delegados de la tendencia dirigente de cada sindicato, sino una representación proporcional de las diferentes fracciones existentes en el interior de cada sindicato. En el plano local, habría que volver a poner en marcha inmediatamente comités constituidos análogamente; pero luego habría que elegir a los consejos de la Alianza del Trabajo en los que cada una de las secciones miembros de los sindicatos que participan en la Alianza tendrá su representante. Estos consejos elegirán los comités locales de la Alianza del Trabajo y en casos especiales comités de acción restringidos y eventualmente clandestinos. Al mismo tiempo, habría que proceder a la convocatoria de un Congreso Nacional de la Alianza del Trabajo en el que los delegados directos de los comités locales elegirían los órganos centrales del frente único. La objeción según la cual tal procedimiento no respeta los poderes y la autonomía de los diferentes sindicatos no se opone a nuestro programa que entrevé también como resultado de la Alianza del Trabajo una vasta unificación organizativa de los sindicatos.”

110 “[La] Alianza deberá ser desarrollada de modo de poder encuadrar también a las masas no sindicadas o que no pueden serlo. No parece que semejante resultado deba ser alcanzado en lo inmediato ya que actualmente la existencia misma de la Alianza sindical está amenazada (…). La Alianza del Trabajo así ampliada se volverá el embrión de una verdadera representación de clase del proletariado urbano y rural que preludie la organización estatal de los consejos obreros y su futura formación.”

111Frente a las crisis gubernamentales previsibles y a las próximas elecciones los comunistas podrán y deberán proponer al frente único el gobierno de los obreros y de los campesinos como consigna de actualidad [subrayado nuestro, ndr.] y, por ejemplo, podrá ser votado por un Congreso de la Alianza del Trabajo”. Al margen de todas esas elucubraciones, el Proyecto tiene sin embargo un destello de lucidez al afirmar, en la situación de retroceso proletario de entonces, que “[en] un primer tiempo, es indispensable insistir muy firmemente en el gran valor de objetivos aún modestos pero precisos, generales y familiares a toda la masa y en el hecho de que el éxito de una campaña general, de una gran agitación y de una lucha de conjunto del proletariado que obligasen al adversario, si no a retroceder, al menos a detener su ímpetu, constituiría una gran victoria moral y material de los trabajadores no sólo con miras a la preparación de las batallas futuras a partir de mejores posiciones, sino también para obtener gracias a esta manifestación de la fuerza del proletariado un régimen social menos intolerable en la vida cotidiana”.

112 “La huelga general debe ser formalmente aceptada por la Alianza y los partidos que dicen sostenerla y debe ser objeto de una propaganda real en el seno de las masas y no de un sistemático rechazo. La orden de huelga general debe ser lanzada públicamente y coincidir con un momento saliente de la lucha que concierna una categoría entera o toda una zona proletaria para atraer la atención del proletariado. Los vínculos internos de la Alianza deben ser eficaces gracias a la organización y constitución completamente diferentes que proponen los comunistas. Además, los órganos centrales de dirección deben seguir el desarrollo real de la acción proletaria y jamás deben destruir los movimientos parciales en nombre de una huelga general pues, si bien ésta los supera y los integra, no puede negarlos ni excluirlos sino que, por el contrario, debe absorberlos naturalmente en ella en un crescendo de actividad proletaria”.

113 http://www.quinterna.org/archivio/1921_1923/rapporto_fascismo.htm

114 “Las primeras medidas del nuevo gobierno muestran que no pretende cambiar los fundamentos de las instituciones tradicionales. Naturalmente, no sostengo que la situación sea favorable para el movimiento proletario y comunista, aunque predigo que el fascismo será liberal y democrático. (…) Por otro lado, hay que reconocer que si el gobierno fascista hace algunas concesiones a los burgueses liberales, no se puede poner excesivas esperanzas en su declaración de querer transformar sus organizaciones militares en asociaciones deportivas o similares (…).”

115 “Nuestro partido todavía tiene la oportunidad de trabajar a la luz del día, y nuestra situación no es trágica en absoluto. Pero no se puede saber cómo van a ir las cosas en el futuro y, por lo tanto, me veo obligado a hablar con cierta reserva sobre la situación del Partido y su trabajo futuro. El compañero recién llegado es uno de los líderes de una importante organización partidaria local, y su opinión, también compartida por otros militantes, es que a partir de ahora podremos trabajar mejor que en el pasado. No quiero presentar esta opinión como una verdad definitiva. (…) Sólo queremos plantear la cuestión de las perspectivas para el futuro. Hemos sostenido que el fascismo tendrá que lidiar con el descontento causado por la política gubernamental. Pero sabemos muy bien que cuando, además del Estado, se dispone de una organización militar (propia), es más fácil domar el descontento y controlar una situación económica desfavorable. (…) [No] cabe duda de que los fascistas están muy bien organizados y tienen objetivos muy precisos. En tales circunstancias, es previsible que la posición fascista no será para nada insegura.”

116 La actitud de indiferencia e incluso de reticencia de Bordiga hacia el movimiento social de los años 1919-1920 (movimientos contra la carestía de la vida, los comités de empresa, la “huelga de las agujas”, las ocupaciones de fábricas de septiembre 1920 y las luchas agrarias) era característica del reformismo (por otras razones) y del centrismo mayoritario (Serrati y Cía.).

117 En el Partido socialista italiano, los únicos que realmente hacían política eran los reformistas. La intransigencia histórica (los Lazzari y tutti quanti), en primer lugar, y más tarde Serrati y Cía., no hacían otra cosa que “hablar” de política, pero lo único que hacían concretamente era tratar de mantener “intacto” su himen parlamentario, votar reformas y participar “honestamente” en la gestión administrativa de las comunas. Pero todos ellos brillaron por su ausencia en ocasión de las grandes luchas del proletariado italiano en el curso de los dos primeros decenios del Siglo XX. Incluso en ocasión de la Guerra 14-18, la “intransigencia política” de todos ellos se expresó en un simple e impotente “Ni apoyar, ni sabotear”, es decir, en un “Nos lavamos las manos”.

118 Los dirigentes anarquistas y anarco-sindicalistas participaron en casi todas (si no en todas) las grandes luchas del proletariado italiano, cosa que la mayoría de los líderes de la socialdemocracia italiana, cualquiera haya sido la corriente a la que pertenecían, no hicieron – salvo excepción – desde el inicio de siglo.

119 Trotsky – “Balance de un período” – 25-3-1923; www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/balanceperio.trotsky-1923.pdf. [§V-4, nota 15]

120 Pasaje extraído de nuestra correspondencia personal.


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